Crónicas Forzadas
En una clínico privada un medico se deja llevar por sus pensamientos oscuros y termina violando a su recepcionista. .
Horas Extras
Llevo maquinando esta idea desde hace tiempo. Es como haber visto al vacío durante tanto tiempo, como si de alguna forma me ha devuelto la mirada. No. Me devoró.
Trabajo en servicio de salud, hago ecografías transvaginales. Veo conchas todos los días, peludas, sin pelos, viejas, jóvenes y hasta de niñas de once años. Trabajo de lunes a viernes, de doce del medio día hasta las ocho de la noche. Los lunes hay más personal, está mi secretaría, algunos otros técnicos, las técnicas de mamografía. Es diferente los siguientes días, los martes ya somos menos, pero no el número ideal. El número ideal lo alcanzo los jueves y viernes. Mi secretaría no puede trabajar conmigo esos días, y estoy solo con la recepcionista. Son mis días favoritos, siempre imagino la forma en que la violaría y como lo haría. Dejo de recibir pacientes eso de las siete y media de la noche. En esa media hora limpio los equipos, a veces no puedo resistir lamer los instrumentos que tocaron conchitas de niñas o de chicas lindas. Su sabor es el de siempre. No me llenan. Pero hoy, viernes, deseo saborear algo nuevo.
Como dije, vengo pensando en esto hace mucho tiempo y cada vez que pienso en eso mi verga se pone dura como mis instrumentos al entrar en las conchas. He pensado en como hacerlo. Y hoy es el día.
La recepcionista es una chica hermosa de veintidós años, de pelo negro corto, labios pintados como prostituta y uñas largas como una puta zorra. Se viste con pantalones y evidentemente anda siempre en tanga porque el pantalón se le cola en el orto.
Soy un hombre de más de cuarenta años, me divorcié hace unos meses y solo me dedico a pasarle la mantención a mi hijo. Me cojo prostitutas y me masturbo viendo contenido de calidad pura en telegram. Pero es el momento en tener a mi merced a una concha llorosa.
Salgo de mi consultorio, sin haber ordenado nada ni limpiado. Solo voy con una ide en mente. Mientras camino por el pasillo veo que ya no hay pacientes, ni los técnicos que ya se fueron hace una hora. Y entonces la veo. Odio el invierno. Ella se cubre las tetas con un buzo.
— Agos — Comento, aunque mi voz suena agrietada. Mi verga empieza a empujar con fuera en mi pantalón. Mis manos sudan y mis ojos se ponen algo erráticos. Ella es simpática y servicial, siempre haciéndome café en la tarde.
— ¿Sí, que pasa Doc? — Pregunta girando medio cuerpo hacia mí. Sus labios carnosos claman por verga. Lo sé.
— Tengo un problema en mi consultorio, necesito ayuda — Giro en mi sitio sin permitirle responder. Ella refunfuña, se levanta y me sigue. Volvemos por el pasillo, hacia mi consultorio. Esta clínica es algo especial, más adentro es ir más profundo.
— ¿Qué hay que hacer? — Pregunta ella predispuesto a ayudarme cuando entramos a mi consultorio.
— Antes quiero hacerte una pregunta — Giro en mi lugar, mi verga está durísima. Ni intento disimularlo. Puedo ver su cara algo incomoda seguro por darse cuenta.
— ¿Qué es? — Pregunta un poco inquieta.
— Decime agostina — Me aprieto la verga sin disimulo — ¿Alguna vez te violaron de chiquita? — Pregunto viéndole el cuello. Quisiera que fuera verano para verla escotada.
— ¿Perdón? Sos un asqueroso — Dice intentándose retirar, pero la tomo del brazo.
— ¿De grande violaron? Decime, sin secretos ¿Te violaron? — Vuelvo a preguntar y ella forcejea un poco — Yo puedo hacerte el favor de violarte, si querés claro — Sus ojos empiezan a cristalizarse y es cuando siento como si mi verga explotara. Antes que pueda reaccionar de alguna forma o decir algo, le doy una piña en el estómago. Ella gime de dolor y se agarra el estómago, pero entonces le doy una piña en la cien y cuando cae al piso, sigo pangándole. Su cara sangra y su cuerpo no se mueve. Pongo mis dedos muñeca para comprobar el pulso. Me enojaría tener que coger un cadáver.
Cuando compruebo que está inconsciente voy hacia la recepción, apago las luces una vez ahí, bajo la cortina y cierro con llave. Aunque lleguen pacientes verán todo oscuro y cerrado. Nadie va a molestarme.
Regreso con prisa a mi consultorio mientras me manoseo la verga. Sonrío mientras pienso en todo lo que le haré a Agostina. Esa puta ni se esperaba que la golpeara.
En el consultorio la veo sujetándose el estomago y la cara. Me ve con los ojos llorosos.
— ¿Ya se despertó la concha llorosa? — Le pregunto mientras me quito el cinturón.
— Déjame ir — Chilla, entonces le pateo con fuerza la espalda.
— Te dije que te iba a hacer un favor. No a todas las chicas las violan. Deberías sentirte feliz de ser violada y luego poderlo contar a tus amigas y juntas compartir sus anécdotas de violación “A mi me violaron en el jardín” — Digo imitando una voz aguda mientras me quieto las zapatillas y dejo caer mis pantalones — “Me violó el amigo de papá” — Continúo sacándome los pantalones y luego el bóxer — Y vos Agos ¿Quién te violó? — Pregunto masajeándome la verga y ella se echa a llorar.
Me agacho a su lado, empiezo a tocar sus tetas, su suaves y grandes tetas sobre su ropa. Beso su cuello aunque ella intenta apartarme.
— Decilo. Decime. Decí ¿Quién te violó, Agos? — Pregunto tocándole las piernas y tirándola al suelo — ¿Quién te violó, Agostina? ¿Quién te violó? — Aunque forcejea logro bajarle los pantalones y, como yo ya sabía, la tanguita blanca manchada con orina.
— Déjame ir, por favor. Te lo suplico. Déjame ir — Dice llorando, pero no sabe que eso me excita más.
Aparto sus piernas apretándoselas con fuerza, entierro mis dedos y mis uñas en sus muslos. Ella llora, pero no tiene fuerza para evitar lo que viene.
— Deci, Agos ¿Quién te violó? ¿Quién te violó? — Repito mientras acerco la verga a su concha sin pelos. Ya sabía que era una trola, una puta, de esas que se abren de piernas fácilmente y hoy lo comprobó. Se abrió de piernas con tal facilidad. Cuando la penetro siento más que placer. El calor que hay en su concha envuelve la totalidad de mi verga. Como un abrazo tan intimo que ya podría eyacular. Las prostitutas son simples frígidas que gritan por dinero, pero esta, la puta bajo mío, con los ojos llenos de lagrimas y la nariz moqueando con sangre, llora de miedo y dolor. Lo que siente es verdadero.
Bombeo con mi cadera mientras ella me empuja con sus brazos, aunque no puede moverme.
— ¿A quien le vas a contar primero que te violaron? — Pregunto enterrando completamente mi verga en su concha con olor a pis — ¿A tu mami? — Empujo con fuerza al hablar de ella — A papá no creo, te dará vergüenza — Ella llora mientras me escucha y mientras bombeo sin miramiento — ¿A una amiga? Seguro ya tenés una amiga que violaron — Ella chilla cuando hablo de eso. Sí, seguro se violaron a una de sus amigas — Bueno, ahora serán amigas violadas — Sigo golpeando el interior de su concha con mi verga. Una y otra y otra vez.
— Por favor — Llora con las manos sobre su pecho.
— Ya sé, me ruegas para que te siga violando y eso haré — Sigo empujando y empujo y meto y saco. Meto y saco la verga de su concha depilada. Hasta que finalmente lo siento, el placer en su punto culminé empezando en mis bolas, viajando por mi verga hasta explotar dentro de la concha de Agostina. Mi verga escupe semen una y otra vez.
— ¿Lo sentís? — Pregunto dejando la verga hasta el fondo — Es mi lechita — Beso su cuello — No siempre te violan, podrías celebrarlo — Saco la verga de su interior — Ve de fiesta, algo. Es viernes. Capaz puedes aprovechar para contarle a una amiga — Me pongo de pie mientras ella toma una posición fetal y se agarra las rodillas con sus manos.
— Le voy a decir a la dueña que hiciste horas extras. Encima te van a pagar por ser violada ¿Te parece justo eso? — Tomo el rollo de cocina con el que limpio el equipo entre paciente y paciente — Toma — Digo arrojándoselo — Límpiate bien, te dejo un juego de llaves en el mostrador. Y no te gastes, no sos la primera recepcionista que violo ¿Por qué piensas que muchas renuncias? — Me visto mientras me retiro de mi consultorio, apreciando por última vez el culo gordo de Agostina. Si el próximo viernes no renuncia, voy a violarla por el culo.
Entonces apago la Luz mientras ella solloza.
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