Cuidando al hermano menor de mi novio
El siguiente relato puede ser cierto o ficticio querido lector, Me llamo Ingry tengo 30 años en mis proximos relatos revelare mas de mi persona, mi novio me pidio ser niñera de su hermanito, el y sus padres saldrian esa noche.
Llegue a casa de mi novio a las 10 de la noche. Su mamá me recibió con un abrazo y me dijo que los padres de mi novio tenían que salir de la ciudad por una emergencia repentina.
-Ingry, sería una bendición si pudieras cuidar de Raulito, dijo, preocupada.
-Por supuesto, le respondí sonriendo, no hay de qué preocuparse.
Raul era un niño de once años, moreno, delgado y con una sonrisa que iluminaba la habitación. Sus ojos castaños se asombraban cada vez que veía a su hermano con su novia. Parecía un crío inocente, sin la malicia que a menudo acompaña a la pubertad. Sin embargo, en su mente se gestaba una curiosidad que no podía contener.
A las once de la noche, mi novio y sus padres se despidieron apresurados, con la promesa de que estaría al pendiente de Raul. La puerta se cerró con un portazo, y la silueta de mi novio se desvaneció en la noche. Me sentí sola con mi alma en pena, mi deseo insatisfacido y la incómoda presencia del hermano de mi novio.
-¿Te gustaría jugar piedra, papel o tijera? Sugirió Raul, intentando romper el hielo.
-¿Vamos a ver quién gana? Dije, con la intención de acercarme a él y aliviar la tensión que flotaba en el aire.
Nuestros dedos se enredaron en la sala de la casa familiar, y empecé a sentir la excitación de la competencia. Cada victoria mía parecía llenarme de un extraño y delicioso dominio, y Raul miraba mis pechos con ojos cada vez más insolentes.
La noche avanzaba y el aburrimiento se apoderó de nosotros. Raul propuso un reto con la inocente sonrisa que le caracterizaba.
-¿Por qué no pondremos en la apuesta un beso en la mejilla al perdedor?
Mi corazón se aceleró. Estaba segura de que mi novio no se opondría a este simple gesto fraternal. Acepté el desafío y empezamos a jugar de nuevo. El calor de la sala se hacía insoportable, mi piel se erizaba cada vez que Raul se acercaba a cumplir su promesa. Cada beso en la mejilla me hacía sentir su aliento cargado de inocente deseo.
Pero Raul no se detenía ahí. Con cada partida que yo ganaba, sus ojos se llenaban de desafío. Su inocente propuesta se tornó en una competición de quién se atrevía a pedir más. La tensión sexual se palpaba en cada gesto, cada risa y cada respiración.
-¿Y si la apuesta es un beso en la boca si gano yo? Dijo, con una sonrisa maliciosa que me heló la sangre.
Mi corazón se detuvo. El silencio se adueñó del cuarto. Mirando a Raul, supe que ya no era un niño, que su mente se adelantaba a su edad. Su deseo era palpable, y a mi no me repugnaba. Dejé escapar un suspiro, y asentí. El hambre de mi propia carne me consumía.
Empezamos la partida de piedra, papel o tijera con un nerviosismo que hacía temblar nuestras manos. El suspense era insoportable, cada movimiento lento y deliberado. La tensión sexual se enrollaba en nuestros dedos, haciéndolos apretar con más fuerza cada opción. Finalmente, Raul gritó «piedra», y yo «tijera». Su sonrisa se ensanchó, victoriosa.
Me acercó la cara, sus labios carnosos y húmedos a centímetros de los míos. Su aliento era dulce, y podía sentir mi corazón latiendo en mi pecho. Antes de que pudiera reaccionar, sus labios se posaron en los míos, suavemente, con una delicadeza que no me hubiera imaginado en un niño de once. El beso fue fugaz, y en el aire se escuchó un suspiro de alivio y deseo. Sus ojos me miraban, buscando aprobación, y la curiosidad se apoderó de mi.
-¿Te gustó? Me preguntó, con la mirada llena de inocencia.
-Sí, Raulito. Ahora es mi turno.
Nuestros rostros se acercaron de nuevo, listos para la apuesta. Las luces tenues de la sala bailaban en sus ojos, reflejando la luz de la luna que se filtraba por las persianas. Su piel se veía suave, sus labios rojos y tentadores. Decidí que si Raul quería un desafío, se lo daría.
-¿Y si la apuesta es que el perdedor tendrá que quitarse la ropa? Propuse, con la sangre hirviendo en mis venas.
Su sonrisa se desvaneció por un instante, reemplazada por la sorpresa. Sin embargo, pronto volvió, acompañada de una chispa en sus ojos que me indicó que no solo lo aceptaba, sino que lo deseaba.
-¿Estás segura?
-Claro que lo estoy, dije, segura de mis intenciones y deseando que el destino me sonriera.
Empezamos a jugar de nuevo. Cada gesto, cada respiración, se cargaba de una tensión erótica que se hacía insoportable. El aire se enrareció, y la atmósfera se volvió eléctrica. Mis pezones se endurecían por la emoción, mi vagina se humedecía y mi mente se llenaba de imágenes obscuras que no me atrevía a confesar.
Raul se movía con una seguridad que no le correspondía a su edad, sus ojos se clavaban en mis pechos, que se levantaban y bajaban con cada respiración ansiosa. Estaba empezando a disfrutar de la situación, de la idea de que este niño estuviera deseando tocarme, de que su inocente mente estuviera plagada de pensamientos impuros.
La partida siguió, cada uno de nosotros poniendo nuestros corazones en cada movimiento. La tensión se volvía palpable, mi pecho se apretaba, mis manos se volvían cada vez más sudorosas. Finalmente, Raul gritó «tijera» y yo «papel». Él me miró fijamente, su sonrisa se ensanchó, su victoria me permitiría acercarme a mi propio deseo.
-¿Segura de la apuesta? Preguntó, su tono sugerente hacía eco en la habitación silenciosa.
-Más que segura, Raulito.
Mis manos temblaron al empezar a desabrochar mi blusa, cada botón que liberaba me acercaba a la aventura que no me atrevía a soñar. Raul me observaba con los ojos brillando, la emoción desbordando por cada poro de su piel. Deslumbrado por mi audacia, su duda se desvaneció.
Con cuidado, me quité la prenda, exponiéndome a su mirada voraz. Mis pechos, pechos que mi novio adoraba, se alzaron ante Raul, quiverando con cada inhalación. Su boca se abrió levemente, revelando sus dientecillos de leche, y en sus ojos se podía ver la lujuria que no podía contener.
Raul me miraba fijamente, sin atreverse a mover un músculo. Yo sonreí, al ver la excitación en su cara. Mis dedos se movieron suavemente, deslizando la blusa por mis brazos. La tela cayó al suelo, y yo me sentí expuesta, vulnerable, ante este niño que no era tan inocente.
Mis pezones se endurecían con cada estocada de aire que recorría la habitación, y noté que mi entrepierna se humedecía. Me acerqué a Raul, que a su vez se levantó del sofá, su miembro ya semi-erguido en la pantaloneta. Mis manos se posaron en su cuello, y lo atraje a mi boca. El beso era intenso, apasionado, lleno de deseo reprimido y curiosidad.
Nuestras lenguas se enredaron en un baile erótico, lleno de jadeos y susurros. Mis manos bajaron a su pecho, acariciando suavemente la piel tersa. Sentía la calidez de su pene a través de la tela, palpitando al ritmo del beso. La curiosidad se transformó en ansiedad en mi interior, un ansia que me empujaba a continuar.
Sin pensarlo dos veces, me arrodillé delante de Raul, tomando su miembro en mi mano. Lo acaricié con delicadeza, sorprendida por la dureza que se encontraba debajo. Miré a sus ojos, buscando su reacción. Sus pupilas se dilataron, y su respiración se volvió jadeante. Con la boca abierta, se agarró a la silla con fuerza, instintivamente empujando su pelvis adelante, entregando su virilidad a mi tacto.
Mis labios se acercaron a su glande, lo lamí con cuidado, saboreando la sal de su piel. Raul gimió suavemente, su cara una mascarada de placer y shock. Empecé a mover la boca, deslizando miaventura por su falo, que se llenaba cada vez más de vida. Su respiración se volvió ronca, sus ojos se cerraban y abrían, en un baile de pasión y desconocimiento.
Mis manos se movieron, acariciando sus piernas, sus nalgas, su vientre plano. Raul no podía contenerse, sus manos se posaron en mi cabello, guiando mis movimientos. Su miembro crecía en mi boca, llenando todos mis sentidos, cada fibra de mi ser se centraba en la deliciosa textura de su carne.
De repente, Raul jadeó, y su semen caliente inundó mi boca. Lo tragüe con gusto, saboreando la dulzura de su esencia. Mis ojos se cerraron, y sentí un cosquilleo que recorría mi columna vertebral, haciéndome temblar de placer. Al abrirlos, vi la cara de Raul, llena de incredulidad y satisfacción.
-¿Te gustó?- me susurró, la preocupación en su rostro.
-Más de lo que imaginas, Raulito. Ahora, es mi turno.
Me puse de pie, me deshice de la ropa que me restaba, y lo guié a la cama. Me acosté boca abajo, mostrando mi escaso culito, que se movía con cada respiración. Raul se acercó, su respiración jadeante en mi nuca, y se deslizó detrás de mi, su pene ahora erecto y listo.
Sentí sus manos en mi espalda, deslizando suavemente la tela de mi ropa interior, exponiéndome a la brisa que se colaba por la ventana. Su pene se posó entre mis nalgas, suavemente, calentando mi piel. Me estremeci, ansiando que me penetrara, que me llenara.
Y con un empujón tímido, Raul se introdujo en mi, su virginidad desapareciendo en la cueva de mi deseo. Gimió de placer, y lo sentí, mi coño ajustado, acomodando su miembro. Mis manos aferraron las sábanas, mi cara enterrada en la almohada, intentando contener mi propio gemido. El placer era intenso, cada pulgada que avanzaba en mi interior, era un espejo del deseo que sentía por mi novio.
Su ritmo era torpe, descontrolado, empujando con la inexperta intensidad de un niño que acaba de descubrir un tesoro. Sin embargo, mi deseo no se amilanaba, mi coño se ajustaba a su tamaño, deseando cada centímetro, cada pulsión. Me moví de espaldas a él, intentando guiar su ritmo, haciéndole entender que mi deseo era real, que mi cuerpo ansiaba cada uno de sus empujones.
Con cada embestida, la cama crujía, la habitación se llenaba del sonido de nuestros jadeos y el slap de su pelvis contra mi cola. Sus manos se posaron en mis caderas, apretando con cada movimiento, marcas que se dibujaban en mi piel. Me sentí suave, vulnerable, deseando que me llenara de su semilla.
Mis piernas se abrieron un poquito más, permitiéndole entrar aun mas adentro, sentía su miembro deslizarse en mi, cada centímetro que desaparecía en mi interior me hacía sentir mas húmeda, mas deseosa. La habitación se llenó del aroma de la pasion, mi coño lubricando cada milímetro del camino.
Raul se movía cada vez con mas confianza, su respiración era jadeante y áspera en mi oído. Mis manos se deslizaron por mi vientre, acariciando mi clítoris, que ya se encontraba erecto y sensible. Empecé a masturbarme lentamente, en sincronía con sus embestidas. El placer se intensificaba, y mi cuerpo se preparaba para el clímax que se acercaba.
-Mas, Raulito, dame mas- susurré, mi cara ahora pegada a la almohada, mi respiración acortada por la excitación.
Raul entendió mi pedido y aceleró el ritmo, cada embestida era mas profunda que la anterior, mi coño se adaptaba a su miembro, cada fibra de mi ser se contraía alrededor de el. Sentía sus manos aferrarse a mis caderas, su aliento caliente en mi nuca, su miembro deslizandose en mi con una facilidad que me hacía enloquecer.
Mis dedos se movían frenéticos en mi clítoris, el placer se acumulaba en mi, mi pecho se levantaba y bajaba, mi boca abierta emitiendo sonidos guturales de placer. Raul se detuvo por un instante, su miembro palpitando adentro mio, su respiración jadeante. Me mordí el labio, intentando contener el grito que se formaba en mi garganta.
-¿Estás segura de que quieres que siga?- me susurró, su tono lleno de preocupación y deseo.
-Sí, por favor, no pares.
Sus manos se movieron, empujando mi ropa interior a un lado, su dedo se introdujo en mi, explorando mi humedecida abertura. Sentí un escalofrío, mi coño se contrajo en torno a su dedo, y empecé a temblar. Su dedo se movía en círculos, tocando mi clítoris, acariciando mi interior, haciendome perder el control.
Jadeando, me retorcía debajo de el, mi coño apretando su miembro, pidiendole que no se detuviera. Raul se movió de nuevo, su ritmo era mas lento ahora, mas sensual, cada movimiento de su dedo y cada embestida de su pene me acercaba mas a la cumbre. Mis uñas se hundían en la almohada, mi espalda se arqueaba, mi cara se retorcía en un gesto de placer.
El clímax me tomó por sorpresa, mi coño se contrajo en un espasmo violento, mi vagina se llenó de la leche que salía a borbotones, empapando la sábanas. Raul se detuvo, jadeando, su miembro aun duro y adentro mio. Me volví a el, sus ojos llenos de deseo, su cara roja por la excitación.
-¿Te gusto?- me susurró, la preocupación ahora reemplazada por la satisfacción.
-Más que a ti te puedas imaginar- respondí, sonriendo.
Me levanté de la cama, mi cuerpo tembloroso por la intensa experiencia. Raul me miraba, su miembro aun erecto, sus ojos brillando con la emoción. Me acerqué a el, tomando su manita, y se la metí en mi boca. Su cara se iluminó, su miembro palpitando en mi boca, la sal de su piel y la textura del pre-semene en mi garganta.
-¿Ahora que?- me dijo, su tono inseguro.
-Ahora, me toca a mi mostrarte lo que una mujer adulta sabe- le contesté, con la mirada llena de promesas.
Lo empuqué suavemente, haciendole que se sentara en la cama, y me subí encima de el. Agarré su miembro con la mano, lo puse en mi abertura y me senté lentamente, mi coño abriendose para recibirlo de nuevo. Sus ojos se abrieron aun mas, su boca en un grito silencioso, sus uñas se clavaron en mis nalgas. Empecé a moverme, despacio, cada centímetro que me llenaba era un cielo.
Mis pechos se balancearon delante de el, sus ojos se fijaron en mi, su boca se abrió y sus dientes se asomaron, apretando su labios con cada movimiento. Su miembro era duro, suave y caliente, mi coño se ajustó a el con cada bajada. Sentía su glande en mi profundidad, su miembro deslizandose en mi, cada movimiento era mas profundo que el anterior.
Con la miraba fija en su cara, sentí la tensión en mi interior, la presión que se acumulaba en mi vagina. Me movía cada vez mas rapido, mi cintura se balanceaba, mis tetas chocando contra su pecho. Raul se agarró de mis pechos, apretando suavemente, su respiración jadeante en mi oído. Mis piernas se enroscaron alrededor de su cintura, mi coño se apretujaba alrededor de su pene, deseando mas, deseando que me llenara.
Mis manos se posaron en su espalda, acariciando la piel suave y cálida, mi boca en su cuello, mordisqueando su piel. Raul gimió, su miembro palpitando en mi interior. Me movía mas y mas rapido, la humedecia de mi coño haciendome deslizar facilmente, el sonido del sexo llenando la habitacion.
Mis piernas se tensaron, mi vagina se apretujó en torno a su pene, y el placer me invadió, mi primer orgasmo con Raul. Sentí mi interior contraerse, mi coño apretando su miembro, mi leche empapando la cama. Raul se detuvo, asombrado por la intensidad de mi reacción, su miembro aun duro adentro mio.
-¿Te gustó?- me susurró, su cara llena de incredulidad y satisfacción.
-Más de lo que crees, Raulito- respondí, sonriendo.
Me levanté de la cama, mi piel húmeda por la excitación. Raul me miraba, su pene aun erguido y palpitando, lleno de anhelo. Me acerqué a la ventana, la luz de la luna iluminando mi silueta, la brisa nocturna refrescando mi piel caldeada por el placer. Sentí la adrenalina recorrer mi espalda, la emoción de la situación me llenaba de un deseo incontrolable.
Me di la media vuelta, con la luna a mis espaldas, mi silueta se dibujaba en la penumbra. Raul no podía apartar la vista, sus ojos se posaron en mis pezones endurecidos, en mi vientre que se movía al ritmo de mi respiración agitada.
-¿Ves lo que haces en mi, Raulito?- le dije, con un tono seductor que no me era habitual.
-Lo siento, Ingry, no sabía…
-No hay nada que sentir, cariño. Esto es lo que somos, lo que deseamos.
Mis manos se deslizaron por mi vientre, bajando lentamente, acariciando mi clítoris. Raul me miraba, su miembro tembloroso. Me acerqué a la cama, me senté en el borde, y tomé su pene en mi boca de nuevo. Pero su pene ya había tenido demasiada acciona esta noche.
-Creo que es hora de dormir, Raulito- susurré, con la boca aun llena de su sabor.
-Pero Ingry, no puedo, mi pene no deja de…- respondió, apenado.
Me senté a su vera, tomando su cara en mis manos.
-Estate tranquilo, Raulito. Eso es normal. Tu primer orgasmo, ya lo tuviste. Ahora, es hora de descansar.
Lo acaricié, suavemente, intentando calmar el ardor que aun ardía en sus ojos. Con un suspiro, Raul asintió, y me permitió guiarlo a la habitación. La cama se veía inmensa ahora que lo miraba a el, a el que solo era un niño, a mi novios hermano.
Lo acosté suavemente en la cama, su pene aun semi-erecto, la ropa interior mojada. Me senté a su vera, la luz de la luna bañando nuestros rostros. Le quité la ropa que le cubria el torso, su piel se erizó ante el contacto de la brisa que entraba por la ventana. Su respiración se aceleró, sus ojos se cerraron.
-Descansa, Raulito, mañana será un buen dia. Te cuidaré- le dije, acariciando suavemente su mejilla. Sus ojos se cerraron, y su respiración se volvió suave y regular. Me senté a su vera, observando su rostro inocente, su miembro ya calmado.
Mi mente no paraba de dar vueltas, la noche que habíamos pasado se repetía en mi mente, cada detalle, cada sonido, cada olor. Sentía un cosquilleo en mi estomago, una sensación que me hacía sonreír. Había disfrutado, habíamos disfrutado. Ahora, la incógnita era si mi novio se daría por aludido al ver la sonrisa en mi cara la próxima mañana.
Me acerqué a la puerta de la habitación, escuchando el suave ronroneo de Raul. Su respiración tranquila me tranquilizó. Cerré la puerta con cuidado, no quería despertarlo. Me metí en la cama que compartía con mi novio, el olor a mi propia excitación aun en la sábana. Me acurruqué, pensando en la aventura que habíamos tenido, la sensación de su miembro adentro mio, la inocente sonrisa que se dibujó en su rostro al sentir mi leche en su cara.
Me dormí con la sonrisa aun en mi cara, soñando con la mañana que se acercaba.
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