De pura suerte.*
La suerte de un guarda de seguridad. .
Trabajo como guardia de seguridad en una fábrica, donde llegó a pedir trabajo una bella chica de apenas 23 años.
Cuerpo llenito, no gorda, tez morena, pechos medianos, cadera amplia, trasero redondo y mediano.
Ese día iba vestida de falda; la cual dejaba ver más de lo normal, entre aquello, unas piernas bien formadas, tanto que casi no le quitaba la mirada de encima.
Yo tengo 41 años, igual que Erica soy llenito, cabello cano, tez blanca.
Habían aceptado a la chica en cuestión y así pasaron los días y las semanas.
Con mucha puntualidad se presentaba a trabajar. Yo casi no hablaba con ella más que para cuestiones de trabajo.
Mis ojos se posaban en su delicioso trasero, el cual meneaba de una forma muy coqueta al caminar.
Tanto la deseaba que podía jurar que si tuviera una oportunidad, aunque fuera sólo una, le lameria su rico ano también.
Bien. Así paso el tiempo hasta que un día fui insistentemente invitado a una fiesta de cumpleaños de uno de los trabajadores, con el que tenía buena amistad.
Para ese entonces no sabía que iría mi querida chica.
Llegué un poco tarde por cuestiones del Trabajo y para disculpar aquel retardo llevé dos botellas de tequila.
Me encontraba brindando con algunos compañeros, cuando en eso la vi pasar.
Que hermosa se veía.
Falda negra, acompañada de unas tobimedias negras a la rodilla, un top negro, con el cual sus pechos estaban bien marcados, unas zapatillas tipo plataforma y un suéter blanco con apertura de tela.
Sin tanto preámbulo, la cosa estuvo así.
Llegada las 2 de la mañana y con un poco de platica, envalentonado por el alcohol, me ofrecí a llevar a Erica a su casa.
Al subir a mi coche sólo pensaba en besarla y todo lo que en el acto conllevará.
-¿Sabes, me exita un poco estar medio ebria con un maduro en su coche a altas horas de la noche?
No podía dar crédito a lo que acababa de escuchar, para entonces…
Detuve el coche, volteo a verla y pronto le pregunté.
-¿Qué tanto te exita la situación?
-Mucho. Respondió.
Esa fue la llamada para acercarme.
Oli detenidamente su cuello, mis dedos jugaron en su entre pierna, sintiendo su piel cubierta por su pantie. Sin dejarla reaccionar, nos juntamos en un apasionado beso, enredando nuestras lenguas.
Su mano recorría mi miembro por encima del pantalón, cosa que hizo que me acomodara para sacarlo. Mientras mi mano recorría uno de sus senos.
¡Que bien me masajeaba la herramienta!
Pronto se inclino y ¡waooo! Me pegaba unas ricas mamadas.
Mientras ella me daba un rico oral, mi mano hurgaba por su trasero, intentando meter un dedo en su cavidad anal.
En eso. Erica se aparto pidiendo que ya la llevara a casa.
¡No me puedes dejar así! Pensé. Pero a regañadientes obedecí a su petición.
Pasaron los días y ni una palabra había entre Erica y yo. Por mi parte me sentía incomodo por lo sucedido. La estábamos pasando bien y de pronto había parado.
Pronto mi suerte iba a cambiar…
Sucedió un sábado, día en el que el turno de la tarde entraba con el de la mañana.
A la salida, noté que Erica tardaba en llegar a la puerta; pues ella es muy puntual para retirarse.
Y más sospechoso, porque ya casi estaba vacía la nave de fabricación y yo tenía que cerrar y apagar todo.
Cerré la puerta principal para ir a contestar una llamada en caseta.
Por la ventana veo a Erica haciendo señas, indicando que la puerta estaba bajo llave.
Al salir para abrir y revisar su bolso, la note muy nerviosa. Por lo que le revise minuciosamente.
No me sorprendió del todo que tratara de sustraer cobre, pues es con lo que más se batalla.
Tuvimos una pequeña discusión, donde ella rogaba para que no dijera nada ¿y que creen que se me ocurrió?
La lleve a un extremo apartado y ahí comenzó todo.
Ella me bajó el pantalón para volver a darme un rico oral.
Luego de un rato, la levante, la senté en unas tarimas y le hice lo mismo.
Erica hacia tímidos gemidos.
Luego vino lo bueno. La penetre sin tanto alarde.
Le alce su blusa con su brasier y finalmente pude disfrutar de sus pechos, con pezones obscuros.
Puse sus piernas en mis hombros y como las tarimas estaban un poco inclinadas, además de darle hasta el fondo, podía disfrutar de sus pechos yendo, de arriba abajo.
Sin olvidar lo que una vez juré.
La empotre ahí mismo para darle un rico y duro beso negro.
Por su parte ella lo disfrutaba, pues sus opacos gemidos me lo hacían saber.
Ahora la volvía a clavar y en la posición en que estaba, me volvía loco.
Magreaba sus nalgas y pechos a mi antojo.
Podía sentir la profundidad de su vagina semi depilada.
Ambos casi gritando, nos dio un fuerte orgasmo, señal de que el tiempo tenía que terminar.
Le pedí que me dejara llegar primero a la puerta para ver si no había nadie.
Al llegar vi al contador esperando para salir, me excuse y lo deje salir.
Luego llegó Erica y me despedí de ella dándole un beso descaradamente.
Ella me empujó con fuerza y yo solo reí, al momento de decirle. » Fue un placer hacer negocios contigo» ¡Idiota! Fue lo que alcance a escuchar.
Despues de unas semanas de lo ocurrido, encontré un trabajo un poco mejor pagado y renuncie de aquella fábrica.
De Erica…
Lo último que supe fue que estaba embarazada.
Espero que no haya sido mio, ya que no use condón. Pensé.
Aquí termina mi historia.
Vladimir escritor.
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