Debido a la poca atención de mi marido, decidí hacer realidad algunas de mis fantasías.
Una mujer mal atendida en la cama, decide hacer que sus fantasías se hagan realidad..
Debido a la poca atención de mi marido, decidí hacer realidad algunas de mis fantasías.
Como mi esposo prácticamente ni me pone atención, por ser un adicto al trabajo, cansada de pasármela soñando despierta, un buen día decidí poner en práctica, todas mis locas fantasías sexuales, claro sin que mi marido se enterase…
A medida que fui creciendo mis sueños y fantasías fueron más íntimos, atrevidos, y salvajes.
Después de que a los 17 dejé de ser virgen, de estar fantaseando me la pasé la mayor parte del tiempo, a realizar o llevar a cabo mis deseos, e ir aprendiendo alguna que otra cosa nueva.
Pero al poco tiempo de casarme, me di cuenta de que mi esposo era una especie de adicto al trabajo, que con el correr de los años fue empeorando, al punto que como cuando era adolescente volví a soñar despierta, y fantasear muchas cosas con respecto al sexo.
La diferencia de ahora, con respecto a cuando era una niña, es que mis fantasías ya de adulta eran o mejor dicho son, muchísimo más atrevidas.
Hasta no hace mucho mis fantasías eran muchísimo más atrevidas, soñaba despierta con cosas que jamás había hecho, como el estar observando a una pareja teniendo un caliente encuentro sexual.
De eso pasé a imaginarme que tanto ella como él a los que no conocía, se daban cuenta de mi presencia, y saltándome encima me obligaban a tener un sórdido y extremadamente caliente trio con ellos.
En los que mientras el tipo me daba una tremenda clavada, la chica me obligaba a que le mamase su coño.
También soñaba despierta con tener una relación con otra mujer, cosa que en mi vida jamás había hecho, hasta esos momentos.
En fin, hasta había ocasiones en que soñaba despierta con ser violada, al principio por un desconocido, pero a medida que yo misma, mientras me daba una ducha me auto satisfacía, de ese uno pasé a dos, y hasta soñé despierta con hacerlo con tres hombres a la vez.
Otra de mis locas fantasías era el hacerlo en público, o por lo menos frente a otras personas, incluso frente a mi esposo.
Así que además también fantaseaba con que me dieran una clase de mamada de coño, que me hiciera prácticamente orinarme en la misma cara de la persona que me estaba dando esa tremenda mamada.
Para completar, un día que iba conduciendo con rumbo a la casa de mis padres, en los prados cercanos al pueblo vi a un gran toro negro, montando a una vaquilla blanca.
Eso provocó en mí o despertó en mí, varias cosas, una era fantasear que me acostaba con un negro, de esos que salen en las películas porno.
Y lo otro fue el soñar despierta con llegar hacerlo con algún animal, aunque nunca pensé en un toro.
Como verán o se lo podrán imaginar, la relación con mi esposo era muy esporádica, y para colmo de males muy cortas.
Lo que lejos de bajar la calentura de mi cuerpo, me dejaba con la vista clavadas en el techo, diciéndome a mí misma que eso se iba a acabar el día que yo decidiera poner en práctica todas mis locas y atrevidas fantasía.
De algo que no me había dado cuenta era que mi manera de vestir y también de comportarme había ido cambiando poco a poco.
Yo siempre me consideré una mujer sumamente recatada y conservadora, tanto en mi manera de vestir como en mi forma de actuar con otras personas.
Pero un día que observaba mi closet, me percaté que todas las prendas que últimamente me había comprado, en otros momentos ni tan siquiera las hubiera mirado, por considerarlas muy llamativas, atrevidas y hasta impúdicas.
Lo mismo me estaba sucediendo con la gente, me había tornado últimamente muy confianzuda, extrovertida, y bastante desvergonzada.
Pero mi esposo parecía no darse cuenta en lo más mínimo de todos esos cambios, ya que un día tras levantarme y darme una fría ducha, para calmar mis nervios, únicamente me puse un pequeño panti semitransparente, y unos zapatos negros de tacos altos, le serví el café, y él actuó como de costumbre.
Sin ponerme la menor atención, para colmo en la noche cuando regresó lo recibí de la misma manera, y él no pareció enterarse.
Y no es que yo tenga un cuerpo echado a perder por exceso de peso, varices o arrugas, modestia aparte, siempre me he mantenido en un peso apropiado a mi estatura, mis tetas no están caídas.
Hasta ahora no he necesitado operármelas, lo mismo que mis nalgas, mi cintura, caderas, brazos y muslos, los mantengo bien tonificados.
Posteriormente, salí de compras como de costumbre, y aunque ya tengo treinta y tantos años, quizás por mi actual manera de vestir tan juvenil, y desvergonzada, un chico como de unos veinte años me estuvo siguiendo los pasos, por todo el centro comercial.
En esos momentos me había dado cuenta de su presencia, pero como tan solo se limitó a seguirme, mientras yo iba de compras y fantaseaba, en que un tipo me tomaba a la fuerza y en el sótano del estacionamiento me obligaba a tener sexo con él a la fuerza.
Mientras me tomaba un café, finalmente el joven tras pedirme permiso tomó asiento en la mesa que yo ocupaba, apenas charlamos sobre el estado del tiempo, del calor que hacía y de otras cosas sin importancia, cuando me di cuenta de que ya se me estaba haciendo tarde por lo que se me ocurrió marcharme.
Sin decirle nada, únicamente me le quedé viendo de manera seductora, mientras me dirigía a mi auto cotoneando mis caderas de la manera más coqueta que pude portarme.
Bajé al sótano por las escaleras, buscando mi auto, y cuando me encontraba en la parte más oscura y retirada del sótano, me acordé de que había dejado el auto en uno de los niveles superiores.
Fue cuando al dar la vuelta de repente que me topo con ese chico que, sin hacer mucho esfuerzo, me fue empujando tras una de las columnas del estacionamiento.
Aunque yo traté de oponer algo de resistencia, no se me ocurrió ni tan siquiera dar un grito, cuando sentí sus labios chocando con furia contra los míos.
Una de sus manos incrustándose bajo mi falda y agarrándome divina y desvergonzadamente mi coño, por encima de los pequeños pantis que usaba en esos momentos, mis brazos ni mi voluntad respondieron.
A medida que él me continuó besando y agarrándome el coño, yo fui dejando que hiciera conmigo lo que le diera su real gana.
Al punto que cuando retiró su mano de mi coño, me arrancó los pequeños pantis, sin mucho esfuerzo de su parte.
Yo que me encontraba de espaldas a la columna, simplemente separé mis piernas, y a los pocos segundos sentí como su tieso y caliente miembro se abría paso entre los pliegues de mi vulva.
Lentamente fui sintiendo como me iba penetrando divinamente, al tiempo que con sus manos ya ese desconocido joven había abierto mi semitransparente blusa y arrancado mi sostén, dejando al aire mis senos, los que afanosamente se dedicó a chupar y mordisquear al tiempo que yo movía mis caderas.
A medida que ambos nos movíamos rítmicamente, sus manos fueron despojándome de toda mi ropa, sin que yo opusiera la menor resistencia, no lo podía creer, una de mis más calientes y locas fantasías se estaba haciendo realidad.
Lo mejor de todo era que no sentía remordimiento alguno por serle infiel a mi marido, ya que para los efectos era como si me estuvieran violando contra mi voluntad.
Pero que mucho lo estaba disfrutando, hacía años que no me sentía tan y tan viva, con tanta energía que dar y recibir.
De momento mi desconocido y joven violador, extrajo su miembro, y nada más bastó que se le quedase viendo, y luego su mirada se fijase en mi boca para entender cuál era su deseo.
A mi marido nunca le había mamado su verga, ya que él tampoco me ha mamado el coño, como que de esas cosas no hablamos.
Pero como ya les dije, bastó que ese joven me insinuase con su mirada que se lo mamase que así desnuda como me encontraba me agaché, y al tiempo que introducía su parada verga dentro de mi boca.
Al mismo tiempo que me llevé mis propias manos a mi coño, y así mientras se lo mamaba yo misma me autosatisfacía como una loca, hasta que sentí en mi boca y garganta su caliente semen que sin hacer mucho esfuerzo hizo que me lo tragase casi todo.
Al tiempo que yo disfrutaba del placer que mis dedos me producían al apretar divinamente mi clítoris.
Yo me quedé tirada en el piso del estacionamiento, mientras él se desapareció, y por un instante pensé hasta en ponerme a gritar que había sido violada.
Tras pensarlo por unos momentos, desistí de la idea, eso era un secreto mío, y no lo deseaba compartir con nadie más.
Además pensé que mientras me toman la declaración, me llevan al médico y todas esas cosas, iba a perder el resto del día, y lo más probable es que digan que yo provoqué todo.
Así que como pude me medio arreglé, subí al nivel donde se encontraba mi auto y me marché a casa, sumamente satisfecha de haber hecho realidad una de mis fantasías, sin salir perjudicada y sin que mi marido se enterase.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!