Del odio al amor
El resentimiento alimentado por los años culmina en una acción de lujuria por parte de un hijo.
No fue bonito, fue puro instinto.
Esta historia con final feliz empieza de una forma triste. Mi padre fallecía a los 75 años dejando a mi madre viuda. Ella contaba con 65 años, 10 menos que él en aquél momento.
Cuando se casaron eran bastante habituales esas diferencias de edades.
Mi madre no estaba muy bien de salud. Es cierto que tenía 65 años pero parecía tener diez más. De joven tuvo problemas con el alcohol y fumaba y eso deja marca en la persona. Además de esto habían empezado ciertos problemas en sus piernas que limitaban su movilidad de forma creciente.
No fue una buena madre. Actualmente tengo 40 años y he olvidado muchas cosas pero…mantengo el resentimiento. Sus problemas con la bebida mientras yo crecía hicieron que descuidara muchas cosas que una madre debería atender: cariño, una buena alimentación, un ambiente agradable. Los gritos era lo que peor llevaba de pequeño. Ella gritaba muchísimo. Era famosa en el vecindario y más de una vez le llamaban la atención desde los balcones próximos. No fue fácil crecer ahí. Las miradas de la gente en las que podías leer la compasión de quien supone lo que estás pasando. Su nombre, Eloísa me causa innumerables sentimientos negativos de rechazo a pesar de ser mi madre
Cumplí los 20 años y me fui. Salí corriendo. Empecé mi propia vida lejos de casa. Los primero 5 años apenas tuve contacto con ellos. No iba a visitarles y no les llamaba. Necesitaba tomar distancia.
Con el tiempo mi vida fue cambiando para bien. Me casé, me fui a vivir con mi pareja y tuve descendencia. Poco a poco fui acercándome de nuevo a mis padres. El motivo no era otro que permitir a mi pareja tener unos suegros y a mi hija tener unos abuelos.
Conseguí mantener las distancias y tener un contacto mínimo.
Ahora con la muerte de mi padre debía dar un paso a delante y cuidar de ella. No me apetecía pero es lo que debía hacer.
Ella había parecía haber cambiado en todo este tiempo. Han pasado más de 20 años y el carácter de maltratadora pasó a ser el carácter de una vieja débil. No era guapa, pesaba 48 quilos y medía 1.55 metros. Su pelo moreno largo estaba descuidado y había cambiado toda su dentadura por una postiza. Parecía mucho mayor que la edad que tenía.
Llevaba un año visitándola cada semana. En su soledad se apañaba. Además de esto recibía asistencia diaria de una persona proporcionada por el sistema sanitario. Yo iba los viernes a verla. Aprovechaba para llevarle a mi cría y que sintiera que tenía una abuela.
En uno de estos días reaccionó muy mal a una acción de su nieta y empezó a gritar como una loca sosteniendo el grito en el tiempo y devolviéndome al pasado.
Mi mirada fue suficiente para cambiar la suya. Recogí a mi hija enfadadísimo y nos fuimos.
-A la niña no ehhh!!! No cambiarás nunca y no quiero esto para mi hija!!!
-Por favor hijo, no os vayáis. Me he equivocado. Estoy un poco nerviosa últimamente por el aniversario de la muerte de tu padre. No volverá a pasar te lo prometo.
-Eso no me vale. Tus palabras no me valen.-
Cerré la puerta de un portazo que parecía decirle de un golpe el inicio de una época sin vernos, sin ver a su familia, sola.
No sabía cuánto tiempo sería pero se mediría en años.
En el camino de vuelta no paraba de discutir con ella en mi cabeza. Llegué a casa a las 20:00 y le conté todo a mi esposa. Ella sabía que esto marcaría un antes y un después.
A las 23:15 recibo una llamada del servicio sanitario en la que me comunicaban que mi madre se había caído. Había recibido asistencia de la ambulancia y requerían que me personase en su domicilio.
-En el peor de los momentos.-pensé
Una vez allí los sanitarios me comentaron su estado. Traumatismo leve. No obstante estaba muy alterada emocionalmente (seguramente fruto de nuestra despedida reciente).Me recomendaron no dejarla sola esa noche.
En contra de mi voluntad me quedé a dormir esa noche. El sofá me esperaba. Prácticamente no cruzábamos palabra. Mis ojos enfurecidos se cruzaban con su mirada temblorosa.
Por la mañana fui a su habitación a ver cómo estaba.
-Hola hijo. Perdona por lo de ayer. No hacía falta que te quedaras. Me gustaría hablar contigo hijo.
-No hay nada de qué hablar. Necesitas ayuda para levantarte e ir al baño? Ahora mismo te hago el desayuno-Dije sin variar el ceño fruncido ni el tono de enfado.
-Creo que puedo sola. Ha sido una caída tonta. Me ha fallado la pierna y me he asustado pero es bastante menos de lo que parece.-Empezó a levantarse apoyándose en mi brazo para luego empezar a caminar sola.
Me di la vuelta y encaminé mis pasos a la cocina. Preparé unos huevos revueltos y unas tostadas y se lo llevé a la cama. Ella todavía no había vuelto del baño. Dejé la bandeja con la comida en su habitación y me dirigí al baño. No me preocupé en llamar. Entré diciendo si necesitaba ayuda cuando me di cuenta de que se estaba duchando. La abertura en la cortina de la ducha dejaba ver su cuerpo. Sus pechos pequeños caídos, aureolas marrones grandes con pezones erectos y el fluir del agua me llevó hasta su sexo. Poco cubierto con un vello gris que la humedad del agua juntaba tapando sus labios mayores.
-Necesitas algo? Está todo bien.- Dije desde la puerta. Mi tono seguía siendo de enfado. La acababa de ver desnuda y nada parecía haber cambiado. Me costaba mucho cambiar de estado cuando me enfadaba.
-No cariño, hijo mío. Gracias. Si veo que no puedo te llamo.
-(cariño? Tu puta madre. Serás hija de puta. Ojalá te hubieras muerto tú y no el viejo.) Pensé mientras cerraba la puerta.
A los 10 minutos salía del baño en dirección a su habitación. Yo seguía en el sofá. Pasó delante de mí con un camisón satinado de tirantes que le llegaba por la rodilla. Yo seguía sentado delante de una televisión apagada mientras alimentaba mi odio. En un momento dado el olor a jabón al pasar me distrajo de mi cabreo.
Se comió el desayuno y me avisó de que había finalizado. Me levanté y fui a recogerlo.
-Hijo habla conmigo. Por favor.
-Voy a recoger esto, fregó y me largo.
-Hijo…dijo mientras puso una mano sobre la mía. Mis manos sujetaban la bandeja. El tacto con su mano fue totalmente ignorado. Le di la espalda y salí.
Eran las 10 de la mañana. Me encontraba fregando los platos del desayuno mientras pensaba en lo hija de puta que era mi madre, en lo hija de puta que fue, en el poco cariño que me dio de pequeño, en los gritos, en los golpes y en los malos ratos.
Así terminé de fregar y me dirigía su habitación. Ella estaba sentada en la cama. Con la espalda apoyada en los cojines mientras veía la tele.
-Ya está todo. Me voy.
-Espera hijo. Dijo mientras agarraba mi mano. Hablemos un rato por favor. Siento mucho lo que ha pasado.
-No hay nada de qué hablar. Nunca vas a cambiar y no encuentro la manera de estar bien a tu lado.
-Por favor hijo.-Me imploraba con sus ojos vidriosos llenos de lágrimas. Su mano izquierda cogía mi muñeca derecha. Inclinó su cuerpo hacia adelante y puso su mano derecha sobre mi pecho.
En cuanto su mano tocó mi pecho di medio paso atrás quedado su mano a la altura de mi vientre.
-Hijo por lo que más quieras. No te vayas. Sé que no vas a volver en mucho tiempo. No sé cómo ser mejor madre.
Mientras decía esto posé mi mano sobre la suya que esperaba en mi vientre. La apreté contra mí para despedirme de ella. Quería sentirla por última vez. Cerré los ojos de rabia con intención de apartarla.
-Hijo, no puedes irte así. Dimo que tengo qué hacer. Castígame con lo que quieras pero no me dejes.
Pensaba en qué hacer, en qué debía sentir, en cómo responder, en sus gritos, en lo mala madre que fue, en mí, en ser egoísta, en prevalecer, en imponerme, en no ceder….
En ese momento, con mis ojos cerrados, lleno de furia, apretando la mano de mi madre contra mi vientre empecé a bajar su mano siempre guiada por la mía.
La apreté mucho contra mí y la bajé por mi vientre muy lentamente.
En mi cerebro se estaba librando una batalla. Esta lucha no era otra que la del odio que le tenía y el instinto que me obligaba.
Con los ojos cerrados. Sin abrirlos, empecé a frotar su mano contra mi sexo sobre el pantalón.
El silencio se apoderó de todo.
Se paró el tiempo
Mi temperatura se incrementaba y en mi mente el placer de este tipo de contacto se mezclaba con mi odio.
Por su parte el silencio. Yo no quería mirarla, solamente sentirla. Ella dejaba la mano muerta mientras yo la utilizaba para tocarme. Mi erección fue instantánea. Estaba abandonado y absorto en este momento. Pasaron unos 15 o 20 segundos así hasta que saqué mi miembro del pantalón con mi otra mano.
En ese momento mi madre hizo ademán de retirar la mano y sujeté su muñeca con fuerza.
De un tirón a su brazo, sin palabras, devolví su mano obligada sobre mi sexo ahora desnudo.
Sin una queja, sin una expresión por su parte, comprendió la nueva situación y agarró mi miembro. Mi mano sobre la suya se relajó y subió por su muñeca y por su brazo hasta sus hombros y su cuello.
Sus caricias sobre mi pene erecto lo recorrían con el cariño que siempre me faltó.
El pasar de sus dedos se transformó en rodear mi miembro y empezar un movimiento masturbatorio en mí…mientras yo acariciaba su cuello, su rostro y su cabello.
-Ahhhhh mmmmm- salió de mí este sonido sin yo quererlo.
Seguía en la oscuridad proporcionada por mis ojos cerrados. El odio se estaba desvaneciendo.
Mi mano que acariciaba su rostro se puso detrás de su cuello y desde su nuca empecé a acompañar su cabeza hacia adelante. La cabeza de mi madre acompañada por mis indicaciones empezó a moverse acercándose cuando de repente frenó en seco ofreciendo resistencia.
Esto me sacó de mi estado y abrí los ojos mirándola con odio, con desprecio, con desaprobación, frunciendo el ceño.
No vi nada más que su cara, no vi lo que estaba haciendo, no estaba presente en el momento. Simplemente volví a mi odio.
Ella me miraba.
Su cabeza inclinada mirando hacia arriba mientras su mano sujetaba mi miembro.
De forma inmediata, al golpe de mi mirada, bajó la suya con sumisión.
Dejó de mirarme al rostro, inclinó su cuerpo hacia adelante y empezó a moverse lentamente acercándose a mí.
Sus labios tocaron el glande de mi erecto miembro dando el primer beso que sentí con verdadero afecto.
Después un una docena de pequeños besos que recorrieron mi sexo sentí el calor de su aliento alrededor de mi glande transportándome al cielo.
-Aaaahhh Maaaammmi !!!-
Dije sin quererlo mientas ahora con los ojos abiertos veía como la vieja hija de puta transformaba su miedo en sumisión, su resistencia en deseo de complacerme.
Forzada a compensar su falta de cariño durante toda mi vida con succiones sonoras sobre mi miembro.
El sonido de esta mamada me transportaba y me encendía al mismo tiempo.
-Así putahhh, así mami mmmmhhhh.
Me envalentoné a decirle. Totalmente fuera de mí, a la par de sacaba mi miembro de su boca para ver como la abría de nuevo buscando mi polla como si le diese algo necesario para seguir viviendo.
Puse mis manos alrededor de su rostro y empecé a follar sus boca.
Despacio introducía la punta de mi miembro en su boca, avanzaba un poco hasta notar su lengua bajo mi miembro y el resto de mi pene entraba después con fuerza hasta notar su nariz en mi pubis y mis testículos en su barbilla.
Dejaba unos segundos mi miembro dentro de ella y notaba como relajaba su garganta para recibir mi sexo. Después era el momento de retirarme y observar los hilos de saliva que me unían a mi madre.
En ese momento sentí una conexión que nunca había sentido con mi madre. Succionando mi miembro, con las babas trazando puentes entre su boca y mi miembro.
Alzó la mirada y me sonrió con lujuria y afecto.
De una estocada alojé mi pene por completo en su boca y empecé un vaivén frenético en el que notaba todo lo placentero del universo.
-mmmás- dije
Mi glande llegando a lo más hondo de su garganta, notando la curva de la laringe.
-mmmmmás
Sus labios recorriendo mi miembro
-mmmmmmáaaaas
Su nariz golpeando mi pubis. Sus manos recorriendo mis testículos. Sus sonidos guturales hacían que exhalaciones de aire se escaparan, golpeando mis ingles, con el calor de su aliento.
Estaba fuera de mí. Era una máquina de odio y sexo. El clímax se acercaba. Un poco más, un poco más, má, más, más, máaaaaaas!!!!
-mmmme corroooo hijaaaa de putaaaa te ooooodioooooooaaaaaghhhhhhhhh .Dije mientras el latigazo del orgasmo me invadió y borbotones de semen me abandonaban para alojarse en la garganta de mi madre.
Ella recibía mis envestidas incesantes dejando escapar por la comisura de labios la corrida que no podía tragar acompaña de gemidos de alegría por haber satisfecho a este macho.
Me miró de nuevo, desencajada, poseída y ultrajada. Mientras su boca era follada ya de forma lenta y viciosa a la vez que mi pene disminuía paulatinamente de tamaño.
En un momento dado saqué al fin mi pene ya flácido y lo devolví al interior de mis calzoncillos. Sequé el sudor de mi frente y retiré la mano que quedaba tocando el rostro de mi madre.
Mi madre levantó su mirada de nuevo. Sumisa, vieja y follada.
-Cariño….intentó decir mientras levantaba su dedo índice como si me pidiera permiso para expresarse.
-Ni una puta palabra!!!!! –Dije de la forma más autoritaria posible, con la mirada encendida en odio nuevamente. Me di la vuelta y acomodando mis pantalones salí de esa casa.
………..
Espero que les haya gustado. Si quieren pueden compartirme sus impresiones en mi correo socrales82 arroba hotmailpuntocom
Un saludo hijos del incesto!
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