Descubrí que disfruto mucho puteando para bajar el estrés…
Una mujer después de que su esposo sufre de un ataque al corazón debido al estrés, ella se encarga de la empresa, pero cuando comienza a sufrir los estragos del estrés, decide relajarse un poco, para liberarse del estrés. .
Cuando a mi marido sufrió un ataque al corazón, debido a lo mucho que trabajaba en nuestra empresa, debido a eso, durante el tiempo que estuvo hospitalizado, y algo más, tuve que hacerme cargo de dirigir y administrar nuestro negocio.
Aunque tengo la preparación académica, la verdad es que nada me había preparado, para lo que se me avecinaba, ya que comencé a ser víctima del estrés, que todo eso me generaba, y para colmo de males, no tenía donde ni con quien desahogarme.
Así que un viernes en la tarde, ya cuando comenzaba anochecer, y después de visitar en el hospital a mi marido, decidí irme a pasear, entrar en algún pub, tomarme algo y luego marcharme a casa.
Pero la verdad es que no sé qué me sucedió, ya que desde que comencé a beber, como que no podía parar, de un pub fui a otros, y en el último en el que entré, ya con unas cuantas copas de más, y diciéndome a mí misma que me iría a casa a penas me tomase un último trago.
Se me acercó un tipo, y comenzó a sacarme conversación, después de un rato me dijo, que él y varios de sus amigos, iban a tener una fiesta, y que gustosamente me invitaba.
Yo no sé en qué diablos estaba yo pensando, que, sin conocerlo, me acuerdo que sonriendo le dije que, si aceptaba su invitación, la cosa es que, en el camino, creo que me preguntó algo, y como no sabía de qué me hablaba, lo único que se me ocurrió decirle fue, que ni idea tenía.
Así que apenas llegamos a una mansión, me encontré en compañía de seis hombres jóvenes, evidentemente extranjeros, sí me di cuenta de que era la única mujer, y de que dichos tipos eran demasiado confianzudos, ya que apenas sin conocerlos, comencé a sentir sus manos agarrándome las nalgas, y acariciando mis tetas.
Fue cuando les pregunté que se habían pensado ellos que yo era, uno de ellos, sonriendo me dijo. “Bueno si quieres como somos cinco, te pagamos el doble.” Yo me quedé entre confundida, e indignada, ya que no tenía ni la menor idea, del porque pensaban evidentemente que yo era una puta.
Yo, ya estaba por agarrar mi cartera, y sacarlos de su error, cuando nada más de pensar lo que todos ellos pensaban hacer conmigo, me detuve justo antes de dirigirme a la puerta.
Lo cierto es que desde que antes de que mi marido cayera en el hospital, no teníamos sexo, y desde luego después de la operación tampoco.
Por lo que mi loca mente comenzó a volar sola, imaginándome todo lo que me podía pasar, si me quedaba en ese lugar, fue cuando la gruesa voz de uno de esos hombres me preguntó. “¿Qué me pasaba?”
Sonriendo y dándome la vuelta les dije al tiempo que, dejaba caer mi vestido hasta el suelo. “Es que me siento algo mareada, pero ya se me pasa.”
Así que los dejé que me continuasen acariciando y agarrando por todas partes, al tiempo que algunos de ellos me fueron despojando de mi ropa íntima, hasta que sentí una gruesa mano sobre uno de mis hombros, obligándome a que me agachase, rodeada todos ellos.
De eso a que me pusieran a mamar no pasó mucho tiempo, yo me dejé llevar por el gusto de sentirme deseada, no por uno sino por cinco hombres jóvenes y seguramente muy llenos de energía, sin contar que, hasta esos momentos, en mi vida nunca había llegado a serle infiel a mi marido.
Pero algo de lo que más disfruté fue el sentir como una de sus enormes vergas penetraba mi coño, casi hasta lloró de la alegría, sentía sus bocas chupando mis tetas, sus manos acariciando todo mi cuerpo, hasta en aquellos lugares a los cuales a mi esposo no lo dejo tocarme.
El placer que todos ellos a la vez me proporcionaban, era algo que jamás yo me hubiera llegado a imaginar, así que mientras ya fuera que tuviera enterrada una de esas enormes vergas dentro de mi coño, mi culo, o mi boca, con mis manos masturbaba a algunos de ellos, y podía sentir lo fibroso de su miembro entre mis dedos.
El evidente contraste de nuestras pieles, también fue algo que me embelesó, viendo como aquellas enormes vergas negras, entraban y salían de mi sonrosado, y depilado coño, de mi culo y hasta de mi boca, en ocasiones a un mismo tiempo.
Yo la verdad es que movía mis caderas, lo más que pude, el sentir alguno de sus dedos apretando mi clítoris, hizo que en más de una ocasión hasta me orinase del placer.
Y algo que yo jamás pensé que podría llegar a disfrutar, fue del fuerte aroma de sus musculosos cuerpos, del raro sabor, entre dulce y salado, de su semen dentro de mi boca, en fin, el olor de su solo sudor me volvía loca de placer.
Así que, en la madrugada, cuando en lugar de quedarme a dormir, tomé mis cosas, y me vestí, el chico que me llevó hasta su apartamento, aparte de lo mucho que lo disfruté todo, me entregó una buena cantidad de billetes.
Yo no pensaba aceptarla, la verdad es esa, pero me momento me puse a pensar, que una verdadera puta no haría eso.
Por suerte los agarré los metí en mi cartera, y al llegar a la calle, de inmediato detuve a un taxi que me llevó hasta donde yo había dejado mi auto, fue cuando me di cuenta que el chofer del taxi, no dejaba de observarme por el espejo retrovisor.
Y nada más por joder, le pregunté. “Dime si no tuviera dinero para pagarte, ¿Cómo podríamos arreglárnoslas?” El deteniendo el auto, y volteándose hacia mí me dijo, con una sádica sonrisa. “Bueno mi amiga, podemos buscar un lugar donde detener el auto, y después de que me dejes darte por el culo, quedaríamos a mano. ¿Conoces algún sitio por aquí que sea seguro?”
Yo le indiqué que metiera en taxi en la entrada del estacionamiento, casualmente es el edificio donde están nuestras oficinas, que como era sábado, permanecería todo el día cerrado.
Así que mientras él se pasó para el asiento trasero, yo me volví a despojar de toda mi ropa, incluso hasta de mis pantis.
Sin pérdida de tiempo, yo me coloqué en cuatro patas sobre el asiento trasero, y comencé a sentir como su verga, comenzó a ir penetrando, y saliendo de mí ya abierto culo.
La verdad es que, a pesar de lo incomodo del lugar, lo disfruté, y bastante, ya que el tipo ese, a medida que no dejaba de meter y sacar su verga de entre mis nalgas, me agarró el coño con sus sucias manos, apretándomelo con fuerza, hasta que yo, disfruté de un loco orgasmo, dejando todo mi culo lleno de su semen.
Luego me bajé, me puse mi vestido, y tras despedirme de él salí caminando, y no regresé a la entrada del estacionamiento hasta que estuve bien segura de que el taxista se había marchado, fue cuando me di cuenta que seguramente había dejado mis pantis dentro del taxi.
Desde esa fecha, y después de que mi esposo fue dado de alta del hospital, ocasionalmente cuando me siento extremadamente estresada, salga a uno de los principales hoteles a putear, perdón quiero decir a pasear, para para liberar un poco el estrés.
Claro que sin que mi marido se enteré, además el pobre, aunque quisiera, no puede hacer nada de nada, hasta nuevo aviso
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