Despedida de soltero
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por dmarat.
La imagen de una mujer en cuclillas dejando caer un líquido blanco símil leche de su culo luego de un enema fue el colmo de los colmos.
María no la podía sacar de su cabeza mientras obligaba a Darío a apagar la computadora.
-Eres un maldito depravado, aquí se viene a trabajar y tu atentas contra las buenas costumbres.
-Pero no señora, le juro que no va a pasar más -Darío estaba asustado, no podía perder el trabajo.
-Eres un maldito depravado y degenerado.
Mente enferma ¿A quién se le ocurre denigrar a una mujer así?
Darío se quedó avergonzado ante todo el piso mientras su jefa lo reprimía ante todos para que pase vergüenza.
María era la jefa del piso, era una mujer que había llegado hasta donde estaba por sus altos estudios.
Tenía las bases bien formadas,
era de familia de renombre, iba a misa todos los domingos y era conocida dentro de la empresa como alguien de respetar.
Lo que nadie sabía era que su situación económica no era de la mejor.
No estaba pasando por un buen momento y apenas llegaba a fin de mes.
Las discusiones con los abogados eran tan frecuentes que eran escuchadas por uno de los empleados quién entendía por lo que estaba pasando pero no decía nada.
Pero el espectáculo que montó contra Darío le hizo tomar una determinación.
Por la tarde coincidieron en la cafetería y el hombre fue a ver a María.
-Hola María, quería invitarte a una fiesta de despedida de soltero.
-¿Despedida de soltero? ¿Acaso eso no es entre hombres?
-Ya hicimos un festejo entre hombres, ahora vamos a hacerlo para toda la oficina.
-Irán los jefes y demás empleados ¿verdad? -Preguntó María para no ser la unica mujer.
-Si, van a venir todos.
-Está bien, iré.
Esa noche María llegó y estaban los siete amigos para su sorpresa no había ninguna mujer ni ningún jefe, solamente sus siete empleados y y ella.
-¿No va a venir más nadie? -Preguntó María preocupada.
-No, llamaron que no podía.
María se lamentó porque iba a ser la última mujer cuando uno de los hombres tomó la palabra.
-Bueno, María es la única mujer aquí para hacer una despedida de soltero.
No sé si ella accederá a quitarse el top para que podamos ver un par de tetas aunque sea.
María miró a Juan con odio.
-Pero María no va a aceptar así por así.
¿Qué tal por unos trescientos Euros?
-¿Trescientos Euros? -Preguntó María.
-Aquí los tienes -Sacaron los billetes y los pusieron sobre la mesa.
María lo pensó dos veces, veía el dinero en la mesa y era tentador.
Por su mente pensaba todo lo que podría hacer con ese dinero.
-Yo pongo cincuenta más -dijo otro poniendo un billete al ver que dudaba.
En su mente estaba su dignidad en la empresa pero no podía comprar nada ni pagar impuestos con dignidad.
Así que se quitó la blusa y el top dejando ver sus tetas bien formadas.
tetas bien formadas.
El resto de los presentes no lo podían creer, eran las tetas de la jefa.
-Ya está -dijo María inclinándose hacia la mesa para tomar los billetes -¿Contentos?
-Un momento -uno de los hombres tomó los billetes antes que los agarrara -¿Y por trescientos más Martín podría tocártelos?
-¿Qué?
-Vamos, se va a casar -Juan miró a los demás buscando cómplices -¿Quién sabe cuántas tetas tocará a partir de ahora?
María no podía entender lo que le estaban pidiendo ni por qué estaba aceptando, eran setecientos Euros.
Pero algo pasaba dentro de ella, algo que le hacía calentar un poco: se estaba prostituyendo.
Martín se sentó al lado y comenzó a manosearle las tetas.
-María, Mastúrbalo -dijo un hombre poniendo doscientos pesos más en la mesa.
María vio el dinero y sacándole la verga a Martín comenzó a masturbarlo.
-Quítate la ropa -dijo otro de los hombres poniendo quinientos Euros.
-Esperen un poco -dijo un hombre deteniendo todo -¿Por cuanto te dejas hacer de todo?
-De ninguna manera, esto está yendo demasiado lejos.
-Todos tenemos un precio María.
-¿Cuanto juntamos?
-Llegamos a tres mil quinientos Euros.
-María vio la cantidad de dinero sobre la mesa y comenzó a dudar.
-Vamos, es coger nada más.
Necesitaba el dinero realmente y estaba asombrada de toda esa plata, la última vez que vio esa suma sobre una mesa había sido en una de las transacciones de la empresa, nunca esperó ganárselo en su vida.
-Bueno, está bien -dijo María -Ya había hecho demasiado como para negarse.
-Perfecto empecemos.
De pronto tocan el timbre y llega Darío con un bolso.
-No, él no estaba -dijo María molesta.
-Nos dijo que iba a venir más tarde, realmente él forma parte de la fiesta.
-No, no es justo.
No -María pensaba en todo lo que podía hacerle esa basura de persona.
-Veo que se invierten los roles María -Darío sonreía -¿Qué es lo que le están por hacer?
-Actualmente va a hacer lo que nosotros queramos por tres mil quinientos euros.
-Me imagino que no van a hacer nada fuera de lo normal -Darío estaba sobreactuando.
-¿Qué tal si le hacemos un enema a esta putita?
-No pedazo de basura -dijo María.
-Vamos María, tu aceptaste mostrar las tetas, dejarte tocar, desnudarte y coger.
Solamente debías decir que no y nosotros no íbamos a insistirte, después de todo eres nuestra jefa.
María estaba resignada además hacía falta ver su vagina húmeda, en realidad lo había disfrutado.
María no dudó mucho, pero tenían razón, parte por el dinero, parte por lo que había vivido.
Ya no eran sus empleados sino sus dueños.
Le ofrecieron dinero y ella aceptó ser su juguete y le gustaba.
-¿Que tengo que hacer? -María estaba resignada.
-Ponerte en cuatro patas como una perra -dijo Darío mientras revisaba su bolso.
Se agachó en el suelo y se puso en cuatro patas ofreciéndole el culo a Darío que estaba con botellas de crema de leche y una manguera.
-Haceme el favor María -Darío le acercó la manguera a la boca, María entendió que debía lubricarla con su saliva ya que en segundos iba a estar en su culo.
Darío le abrió el culo a María lentamente y le introdujo la pequeña manguera mientras del otro lado daba vuelta la botella de plástico para que la crema pasara más deprisa.
María sentía como toda la crema de leche comenzaba a entrar y pasaba de estar fria a calentarse con la temperatura interior de su cuerpo.
Al comienzo sólo sentía verguenza, pero luego sintió como comenzaba a incomodarse su intestinos los cuales estaban llenos de crema.
Cada vez que el líquido parecía que se detenía Darío apretaba la botella que tenía la crema haciendo que este entrara más bruscamente.
-Así es, disfruta María -decía Darío mientras le acariciaba el culo y comenzaba a acariciarle el clítoris.
Los hombres estaban calientes y excitados al ver el espectáculo, sabían que Darío era perverso pero no sabían que hacer.
-¿Se puede? -preguntó uno de los hombres que desconocía si podía hacer algo mientras estaba con el enema.
-Por supuesto -Contestó Darío moviendo la manguera para que el hombre tenga mejor acceso a su vagina.
Los hombres se ubicaron por delante y por detrás.
Mientras la cogían tres se pusieron por delante, al principio le agarraban la nuca a María y se la metían en la boca pero con el tiempo era ella la que gimiendo se desesperaba por ir a buscar la verga sin usar las manos.
Mientras tanto por detrás se le ponían en fila para cogerla por su vagina mientras la crema seguía llenando sus entrañas.
Con la cuarta verga María tenía el estómago lleno y la manguera estaba a punto de salirse.
Lo sintió y se dio cuenta de la situación levantó desesperada hacia el baño con las rodillas juntas y haciendo fuerza para mantener su culo cerrado.
Se dio vuelta y estaban los ocho desnudos con la verga dura cono una roca caminando hacia ella.
Miro el interior del baño, pero ya no podía esconder que estaba caliente por la situación.
La perversión la dominaba y le gustaba, no esas vergas sino ella misma.
Así que cerró la puerta del baño, se puso en cuclillas y comenzó a chupárselas a todos.
No sabía de quién era cual, las agarraba una mano y las masturbaba llegando a meterse dos juntas en la boca, ya no le importaba más nada y relajando su esfínter dejo salir la crema de leche y en un gemido de satisfacción sentía como la crema se chorreaba por sus muslos y se desparramaba en el suelo.
Su mente estaba enfocada en ella misma y en las vergas que comenzaban a correrse en su cara y en sus tetas.
Lo disfrutaba mientras no apartaba los ojos de los ocho con el maquillaje corrido y la cara brillante llena de leche, mientras sus mejillas hacían ventosa tratando de chupar hasta la última gota.
Recordó por un segundo que hace unas horas fastidió a un empleado por ver una imagen de una mujer expulsando leche del culo luego de un fetiche de enema.
Hoy ella era esa mujer.
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