Desvirgando a una niña de 11 años
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola
Me llamo Octavio, soy de Lima, Perú, tengo 24 años. Como ya expliqué alguna vez Octavio es un nombre falso.
Ante todo quiero agradecerles la acogida que tuvo mi relato anterior titulado "Maestra en el sexo oral a los 8 años" (les recomiendo que lo lean para que entiendan con mayor facilidad este relato). No pensé que una de esas cosas que uno hace y que ve como parte de la vida diaria, relatada y escrita para otras personas tuviese tanta aceptación.
Bueno. Este es mi segundo relato. Les comento que la historia es más o menos de hace un año. Por aquellas fechas Pamela -una chica que es prostituta y que me consigue chicas virgenes para hacerlas debutar sexualmente- había viajado al interior del país por razones familiares. Así que ella no estaba disponible para conseguirme chicas virgenes. Yo tendría que hacer todo el trabajo.
En fin. Casi todas las noches veo páginas porno. Creo que todos lo hacemos. Mis favoritas son www.xvideos.com , www.redtube.com y www.misionero69.com me encantan sobre todo los upskirt a chicas escolares. Creo que son más naturales, sin actuación. Les ponen la cámara bajo la falda y listo… De tanto ver imágenes pensé para mí mismo que ya era hora de volver a desvirgar a alguna chica. Ya era tarde. Más de las 23 horas. Así que al día siguiente le llamaría a Pamela y le diría que haga el trabajo de siempre. Hace un tiempo que no hablábamos, así que como para saludarla y de paso encomendarle el trabajo le llamaría al día siguiente. Me fui a dormir con esa consigna.
Al amanecer esperaba que pasen rápido las primeras horas para llamar a Pamela. ¡No iba llamarle a las 8 de la mañana! Yo sabía y sé que tiene dos hijos, así que estaría llevándolos a su escuela. Habría que esperar un poco más. Yo también tenía que ir a trabajar así que tendría que aguardar a la hora del refrigerio, a esa hora le llamaría y le encargaría el trabajo de siempre.
Suena una pequeña campana, hora que todos podemos dejar la oficina e ir a almorzar.
¡Por fin hablaré con Pamela! -dije dentro de mí.
Le llamo y no me contesta. Vuelvo a marcarle y tampoco. Ya pensaba en tener que esperar hasta la noche. Así que marqué su número por tercera vez. Pamela contestó.
Hola Pamela, soy Octavio cómo estás -le dije.
Hola Octavio, bien. Estoy de viaje -contestó ella.
Ohh.. estás haciendo turismo -le digo en tono sarcástico.
No, he viajado por temas familiares, problemas que nunca faltan -responde.
¿Dónde estás? -pregunto.
En Sullana, por Piura. ¿Conoces? -responde.
Claro, es al norte -le digo.
El dialogo se extendió por algunos minutos. Así entendí que con Pamela habíamos desarrollado un cierto vínculo de amistad más allá de los negocios. Pero eso no era muy importante en ese momento, si no cómo haría ella para conseguirme una chica virgen estando lejos.
No puedo, volveré en un mes todavía -dice Pamela.
Uuffff Pame (diminutivo de Pamela) estoy con todas las ganas -le dije con cierta frustración.
(risas) Es que no puedo, estoy lejos -me dijo ella.
Tome aire unos instantes sin saber qué decirle. No se me ocurría nada. Así que cuando ya pensaba en despedirme y desearle suerte en lo que haya ido a hacer, ella replicó.
Mira, lo que podría hacer es llamarle al dueño del motel y coordinar con él para que uses una habitación, pero tú tendrías que conseguirte a la chica -explicó Pamela.
Ocurre que Pamela trabajaba en un motel atendiendo a sus clientes, pero no era allí donde yo tenía mis encuentros con las chicas que conseguía Pamela. El dueño de ese local prohibía el ingreso de menores de edad. Sin embargo unas cuadras más abajo Pamela tenía un amigo, dueño de otro motel, dónde si dejaban pasar menores de edad aunque sólo a conocidos. Si bien el dueño me conocía, su amistad era con Pamela y no conmigo. No tenía otro sitio donde llevar a las chicas a las que hacía debutar sexualmente. Era y es impensable llevarlas a mi casa, por temas de seguridad. Así que confiaría en Pamela y dejaría que ella se encargue de ver lo del motel.
De acuerdo Pamela, encárgate de eso. Yo veré como consigo una chica -le dije.
Seguimos hablando por unos minutos tiempo en el cual Pamela me explicó dónde debía ir para conseguir a las chicas, cómo debía hablarles para que acepten lo más rápido posible, entre otros detalles. Yo salía a las 17 horas de mi trabajo, así que a esa hora comenzaría el plan.
Llegada la hora indicada, subí a mi carro y empecé a recorrer la ciudad. Mi destino era todo aquel lugar donde hubiese vendedoras ambulantes, generalmente de golosinas, cuya apariencia física, vestimenta, actitud y otros detalles reconocibles a la vista, me indicaran que se trataba de una adolescente, o quizá hasta una niña, de escasos recursos y que para ganarse un dinero extra haría lo que fuere, incluso venderme su virginidad.
No era un destino recomendado por Pamela, pero decidí ir a Pueblo Libre, un distrito de clase media/media-alta de Lima. Hace algún tiempo había tenido un pequeño inmueble por la zona el cual alquilaba, así que conocía el lugar. Siempre había vendedoras ambulantes en uno de los cruces de dos avenidas importantes, a veces las veía echadas descansando, esperando que pase alguien que quiera comprar sus productos. Iría por ese lugar.
Empezaba la llamada "hora punta" y cada vez había más tráfico. Con ciertas dificultades llegué al lugar. Observé a varias vendedoras, desde donde estaba parecían tener entre 9 y 13 años, lamentablemente había dos señoras con ellas. Supongo sus madres. Por la hora ya habían ido a recogerlas, así que crucé la avenida sabiendo de mi primer fracaso.
El segundo destino sería el distrito llamado La Victoria. En éste hay una obra llamada Vía Expresa la cual cruza varios distritos de Lima y, se supone, facilita el transito, aunque rara vez cumple con su función. En la parte de arriba de la Vía Expresa -ésta es una especie de tunel- hay puentes donde también suele haber varias vendedoras ambulantes. Éste sí era uno de los lugares que Pamela me había recomendado. Y, en efecto, Pamela tenía razón. En casi todos los puentes vi vendedoras cuyas edades, calculo yo, irían desde los 7 hasta los 14 años. A más de una traté de háblale pero había gente o un policías. Era complicado. Llegando al final de la Vía Expresa y ya casi rumbo a otro destino sugerido por Pamela veo a una niña de cabello negro, vestida con una casaca rosada y un pantalón blanco notoriamente sucio. Ella camina al borde de la vereda llevando la típica bolsa de caramelos. Le hago una señal para que se acerque a mí.
Hola, véndeme un chocolate -le digo para empezar la conversación.
No tengo chocolates, sólo caramelos -contesta ella.
Tendría entre 12 a 13 años. Ya la veía como la siguiente niña a la que desvirgaría.
Dame tres caramelos de los de menta -le contestó.
En el acto los saca de su bolsa y me los da. Procedo a sacar mi billetera para pagarle. Aquí hay un detalle que no he narrado. Previamente había sacado dinero del banco, varios billetes de baja denominación. Los billetes eran de 10 a 20 soles (entre 3 a 6 dólares, aproximadamente) así podía tener varios, por lo tanto la billetera se veía robusta e impresionaría a la niña.
Trato que ella vea lo ancha que está la billetera antes de cancelarle el dinero por sus caramelos. Ella ve el detalle y como que se fastidia o impresiona, no lo sé. Pero tiene una pequeña reacción.
Cóbrate -le digo, pagándole por su caramelos.
Ella no dice nada y ya estaba a punto de irse.
Espera -le digo.
Ella vuelve hacía mí.
¿No quisieras ganar un dinero fácil? -le pregunto.
Ella sigue sin hablar.
Podría darte una buena propina si te comportas bien conmigo -insisto.
Veo que en su mirada hay cierto miedo así que saco un billete y se lo muestro.
Podrías ganar esto o mucho más -le digo.
¿Que tendría que hacer? -responde ella.
Ser amable y cariñosa conmigo -contesto.
Vuelve a quedarse en silencio.
Tú sabes -insisto nuevamente.
Allá está mi mamá, no me haga daño -dice ella.
Ooohhh si no quieres el dinero está bien. Pensé que lo necesitabas, por algo trabajas así ¿no? -concluí la conversación.
Pise el acelerador y me fui frustrado, decepcionado. ¡NADA DE NADA! ¡DIABLOS!
Los alrededores de la Avenida Grau cerca a la Carretera Central sería mi tercer y último destino del día. Si no habría que esperar al día siguiente.
El tráfico era enorme y cada vez se hacía más tarde. Había salido a las 17 horas de mi trabajo, ya eran casi las 19 horas. Ya de noche escasean las vendedoras ambulantes, pero habría que probar suerte.
Crucé toda la Av. Grau y no encontré nada que me interesara. Salí rumbo a la llamada Carretera Central -una vía que interconecta el país de oriente a occidente y viceversa-. Sin entrar a ella vi varias calles llenas de basura y muladar. Pensé en cruzar rápido por si hubiese delincuentes en la zona. Sin embargo, me detuvo ver en una esquina a una persona pequeña buscando cosas entre la basura. Era un poco oscuro, así que no se veía bien. Los minutos habían pasado rapidísimo y ya eran las 19:30 horas. A pesar de lo peligrosa de la zona decidí estacionar mi auto, bajarme de él y acercarme ver quien rebuscaba entre las bolsas que contenían el desecho de otros. Era una niña, tendría 11 ó 12 años por lo mucho. Quizá hasta algo menos.
Hola -le dije.
Ella sólo me miró asustada.
¿Qué haces? -le pregunté.
Por favor déjeme trabajar. Sólo busco plásticos o vidrios para vender -contestó ella.
Cálmate, no te voy a hacer nada -respondí.
Ella no contestó.
¿Como te llamas? -pregunté.
Gaby, Gabriela -me dijo.
¿Y por qué crees que te voy a hacer daño? -le consulté.
¿Usted no es de los municipales? Siempre nos botan y nos quitan nuestras cosas -dijo Gabriela.
No soy de ninguna municipalidad, sólo pasaba por aquí -respondí.
En Perú existe algo que se llama "Serenazgos", una especie de policía con limitada autoridad. Podría decirse que son asistentes de la policía, mas no la policía misma. Ellos muchas veces desalojan a los recicladores de basura y en el proceso los maltratan o hasta les quitan las cosas que han sacado de los desperdicios.
¿Cuántos años tienes Gaby? -le pregunto.
Tengo 11 años -contesta.
¿Tan pequeña y trabajas así? -le dije.
Se quedó por un momento en silencio.
Tengo que trabajar para comer -respondió.
¿Y tu mamá, tu papá, tus hermanos? -seguí preguntando.
Gabriela sólo movió la cabeza y no dijo nada.
Dime, ¿ya cenaste? -insistí en conversarle.
No. Ni siquiera he almorzado -me dijo Gabriela.
Vamos por ahí, te invito una gaseosa ¿qué dices? Y si quieres comemos algo -le dije tratando de ganarme su confianza.
Ya, gracias señor -respondió ella, aceptando mi propuesta.
Le sonreí y le pedí que no me trate de señor. Con esto trataba de despertar cierta seguridad en ella para luego hacerle mi propuesta "laboral"; ofrecerle dinero para tener sexo.
La subí a mi carro diciéndole que la zona me parecía un poco insegura para dejar allí mi vehículo y nos desplazamos a una tienda para tomar una gaseosa. En el camino, Gabriela me comentó que vivía con su mamá y sus dos hermanos, una niña de 6 años y un niño de 3. No conocía a su papá. Su madre los cuidaba sola.
Mientras tomábamos una coca-cola, como se lo había ofrecido, pensaba en que debía haberle echado alguna pastilla a la gaseosa para que la niña se duerma y así, acepte o no, tendría sexo con ella. Pero ese nunca ha sido mi estilo. Además dormida no hay cómo me haga sexo oral que es lo que más disfruto. Y, sobre todo, ver esa expresión que tienen en sus caritas al momento de ser penetradas por primera vez es algo indescriptible. Simplemente, es lo mejor que hay.
Gabriela me siguió contando sobre su vida. Vivía en un cerro (montaña), trabajaba de recicladora, a veces de vendedora de caramelos. Su madre hacía lo mismo.
Mientras manejaba pensaba que ya era hora de hacerle mi propuesta. Así que mientras nos dirigíamos a comer le dije:
Gabriela, ¿aceptarías un trabajo? -la miré con dudas.
¿De qué…? -contestó insegura.
Si te dijera que en dos horas, más o menos, vas a ganar 200 soles (casi 80 dólares) ¿harías lo que sea? -le pregunté.
Se tomo un segundo para contestar.
Si… necesito el dinero -respondió Gabriela.
Dime Gaby, ¿haz tenido enamorado alguna vez? -le consulté.
Uno solo -dijo ella, como avergonzada.
Tienes 11 años ¿eres virgen? -seguí preguntando.
Abrió sus ojos como dos platos. Y sólo movió la cabeza afirmativamente.
Tranquila, cálmate. Ya te dije que no te haré daño -traté de serenarla.
Ella no decía nada.
Mira, para mí la vida es sencilla. Tú tienes algo que yo quiero y yo tengo algo que tú quieres. Yo te puedo dar el dinero que te he ofrecido, si tú me das tu virginidad -le hice mi propuesta.
La agarré de la pierna tratando de darle la mayor confianza posible. Gabriela se mantenía en silencio, dudosa. No decía una palabra.
Mira, seguramente tú y tu familia necesitan el dinero. Me haz dicho que tu madre no gana mucha plata y que tú tampoco lo haces. Mi oferta es buena. En dos horas jamás ganarías ese dinero trabajando como recicladora de basura ¿verdad? -traté de convencerla.
¿Cómo sería? -dijo ella.
Te llevo a un sitio, lo hacemos, te pago y listo -contesté.
Gabriela volvió a quedarse en silencio.
Mira, si quieres te pago por adelantado para que te sientas más segura -le propuse.
Le mostré el dinero y como que ella se sintió más calmada.
Toma, es tuyo. Sé que cumplirás. Aunque si no cumples te lo quito -le dije.
Gabriela guardo el dinero en su bolsillo.
El tema de la comida quedó de lado y en el olvido. O, como decimos en Perú, "yo me comería a esta niña".
Pise el acelerador al máximo para llegar al motel donde normalmente tenía mis encuentros con las niñas que Pamela me llevaba. Aunque esta vez Pamela no estaría de por medio.
Luego de conducir por poco más de media hora llegamos al motel. Subí unas escaleras y toqué el timbre. Gabriela se había quedado en el carro.
Ah, tu eres Octavio ¿no? -dijo el encargado del motel, de frente, al verme.
Si, soy yo -le contesté.
¿Traes a la niña? -pregunta.
Si -respondo.
Por la vuelta hazla pasar. Por acá hay mucha gente -dijo.
Sin responder baje la escalera y di la vuelta a la avenida. Por la parte de atrás había una puerta pequeña y muy escondida. Por ahí Pamela pasaba con las niñas. Yo normalmente ya las recibía en el cuarto, así que no conocía ese detalle.
Ya dentro del cuarto, me saqué la camisa, la correa y los zapatos. Gabriela estaba sentada en la cama mirando de frente a la pared. Me acerqué a ella y pude notar que su cuerpo temblaba como si sintiera un frio profundo.
Tranquila Gabriela, relájate -le dije.
Ella seguía sin mirarme. Sólo miraba la pared. Hice que se parara y luego se sentara en mis piernas. Comencé a tocar su cuerpo aun con ropa. La besé del cuello y luego en la boca. Hasta parecíamos novios.
Abre tu boca al besar -le dije.
Comencé a enseñarle a besar con lengua. Gabriela ya no temblaba pero tampoco se le notaba calmada, seguía tensa, rígida.
Le saqué el polo y los zapatos. En seguida le pedí que se eche en la cama. Me eche sobre ella, le volví a besar el cuello, recorrí con mi mano sus pequeños pechos cubiertos con su sostén. Llegué a su cintura y comencé a bajarle el pantalón. Pude escuchar un murmuro en ella. Gabriela estaba llorando.
Cálmate -le dije, al mismo tiempo secaba sus lágrimas con mi mano.
Cuando terminé de sacarle el pantalón pude ver que tenía una cicatriz grande en su rodilla.
¿Qué te pasó? -le pregunté.
Mi padrastro me pegaba -dijo, con la voz un poco quebrada.
¿Su esposo de tu mamá? -pregunté de nuevo.
Ya no está con él. Trató de violarme -dijo ella.
Oooohhhh ¡Para qué pregunté! Ya me imaginaba qué estaba recordando esos momentos con lo que yo le estaba haciendo. Pero tenía que seguir.
Gabriela quedó en calzón y sostén. Le dije que se siente sobre la cama y me saqué el pantalón. Aquí empieza mi ritual de siempre; oral, anal, vaginal. Termino dentro. Unos minutos de descanso y comienza la segunda ronda, por decirlo de alguna manera.
Con sus manos Gabriela me bajó el cierre y mi pantalón cayó al suelo. Nunca uno bóxer, ni nada dentro, así que Gabriela me vio completamente desnudo.
Gabriela miraba con total atención mi pene. Lo sujeté con mis manos he hice un gesto como tratando de masturbarme.
Cógelo con tus manos -le dije.
Gabriela tenía miedo, se demoro pero lo hizo. Comenzó a tocar mis genitales.
Dale un besito acá en la punta -le dije con sarcasmo.
Ella me miró entre asustada y molesta. Con mi mano guié su cabeza hasta mi pene y lo hizo. No permití que se alejara mucho y le dije que habrá su boca, como hace un momento que nos habíamos besado. Gabriela volvió a alzar la cabeza asustada por mi propuesta. Nuevamente con mi mano la guié hasta mi pene. Apenas chupaba la cabeza de mi pene y raspaba con sus dientes.
Mete los dientes, saca más los labios -le dije-
Con mi mano empujaba su cabeza hacia adentro. Quería que todo mi pene entrara en su boca, pero Gabriela ofrecía resistencia.
Poco a poco lograba que hubiese un cierto movimiento de entrada y salida de mi pene hacía su boca. Pero no entraba todo, apenas llegaba a la mitad.
Lámeme los huevos con tu lengua -le dije.
Gabriela sacó mi pene de su boca y comenzó a lamer mis testículos. Con mi mano empecé a masturbarme.
Luego de unos minutos le dije que era suficiente, le saqué el sostén y la dejé con su calzón.
Ponte en posición de perrito -le dije.
Gabriela dudaba cómo hacerlo, así que la guié. Su culo quedó hacía mí y lentamente le bajé el calzón. Me masturbe un par de minutos para que mi pene estuviese lo suficientemente erecto como para penetrarla "por atrás". Traté de abrir su ano con mis dedos para que le duela menos y le eché vaselina (un producto grasoso que se echan las mujeres). Había un televisor en la habitación, lo prendí por si Gabriela hacía demasiados quejidos por el dolor de la penetración. Y sin perder más tiempo comencé a meterle mi pene por su ano.
Aaaaahhhhhh…. -gritada.
Aaaayyy me duele…. -decía.
Uuuummmmmffff… -murmuraba.
Duele por favor no más… -suplicaba.
Ufff, la verdad que el momento era increíble. Estaba abriendo el ano de una niña de 11 años. Mi pene aun iba por la mitad. Gabriela seguía gritando, le dolía, pero para mí era un momento muy excitante. Al llegar al final comencé a meter y sacar mi pene, mientras lo hacía Gabriela sólo agachaba la cabeza contra el colchón por el dolor, podía ver como una de sus manos apretaba duramente la sabana. Yo no dejaba de meter y sacar mi pene. Era sumamente ajustado, delicioso, una experiencia increíble. Pero aun venía lo mejor. No podía correrme en su ano, porque todavía no la había penetrado vaginalmente.
Luego de unos minutos y sin acabar, saqué mi pene del culo de Gabriela.
A pesar que ya había sacado mi pene, Gabriela no se movía. Ella estaba con la cabeza agachada, parecía dormida. Estando de pié me acerqué a ella.
¿Qué pasa Gabriela? -le pregunté.
Es que me duele, me duele mucho -me dijo llorando.
Cálmate, ya te va pasar -le dije.
Hice que se volteará y quedara de espaldas a la cama. Me eché un rato a su lado para calmarla. Luego de un rato volví a besar su cuello, la masturbé, agarré sus pechos.
Vamos a continuar -le dije.
Hice que Gabriela abra sus piernas, puse mi mano en su vagina. Ella ya sabía qué iba a orrurrir. Para que le duela menos decidí hacerle sexo oral. Aquí en Perú se le conoce como "la sopa", en lenguaje popular o jerga. Estuve un rato haciéndole oral, mientras de su vagina salía un líquido exquisito. Sin embargo al mirarla ella pareció aún algo tensa.
Abre bien tus piernas -le dije.
Puse mi pene en su entrada, me acomodé lo más que pude y comencé a penetrarla.
Ooooyyyy… me duele -dijo ella.
Aaahhhhhhhh… -gritaba.
Mmmmmm…… -murmuró llorando.
Su vaginita comenzaba a sangrar, se hacía mujer. Penetrar a una niña simplemente no tiene precio. Es lo mejor que hay. A pesar que todo mi pene no había entrado lo sacaba y lo volvía a meter, quizá así le dolería menos. Pero la verdad sentía que ya estaba perdiendo mucho tiempo, quizá los del motel podrían hacerme algún problema. Así que la penetré sin compasión.
Aaaaahhhhhhuuuu… me ha dolido mucho, sácalo por favor -gritó Gabriela.
No le hice caso y me eché sobre ella, besaba su cuello por cuarta vez en la noche, mi mano izquierda tocaba su culo y mi boca empezaba a bajar a sus pechos. La penetraba una y otra vez. Gabriela gemía probablemente más de dolor que de placer, pero gemía. No dejaba de penetrarla a pesar que por momentos me sentía algo cansando, era delicioso, ya me hacía mucha falta algo como esto.
Pasaban los minutos y seguía penetrándola, por momentos ya quería acabar dentro de su vagina y que sienta por primera vez en su vida el semen caliente de un hombre en su interior, pero era tan placentero, tan increíble el momento que quería estar así mucho más tiempo. Pero ya estaba por acabar.
Ah, ah, ya se me viene ya -le dije-
Gabriela se asusto y volvió a mirar raro, con los ojos sumamente abiertos como si supiera que algo malo va pasar. Entonces…
Ahhhh… uffff… ahhh -dije al momento que terminaba.
Uno, dos tres y hasta cuatro chorros de semen salieron de mí hacía adentro de Gabriela. Me eché un momento sobre ella, la besé en la boca y me hice a un lado. Había desvirgado oral, anal y vaginalmente a una niña de 11 años. Por si fuese poco, había botado todo mi semen en su interior.
Gabriela no dijo una palabra. Yo tampoco. Sólo descansé por unos minutos hasta volver a tener ganas para empezar una "segunda ronda".
Pasaron cerca de 20 minutos, quizá un poco más. Comencé a manosear a Gabriela. Mis manos recorrían su pecho, su cintura, su vagina, la masturbaba unos segundos y luego volvía a subir. Así trataba de darle placer a ella, pero sobre todo de dármelo a mí mismo.
¿Qué quisieras hacer? -le pregunto.
Gabriela no dice nada, ni me mira.
¿Qué te ha gustado más? Dime. A mí más me gusta el oral, así que lo volveremos a hacer. Pero qué te gustó más a ti -insistí.
Gabriela seguía sin contestar. Notaba que mi pregunta era para fastidiarla.
Si no dices nada lo volveremos a hacer todo -la amenacé.
Gabriela se asustó. Abrió sus ojos como pidiendo no volver a experimentar algo, seguramente el sexo anal. Sin embargo seguía sin decir nada.
Muy bien, lo haremos todo de nuevo -le dije.
No, por favor por atrás no, me ha dolido mucho, por favor -dijo Gabriela, llorando.
Pero yo te dije que escojas -contesté.
No, por favor -murmuró ella.
Si no colaboras te quito el dinero. Te pregunté qué querías hacer y no respondiste. No es mi culpa -le dije con voz de sentencia.
Gabriela, arrodillada en la cama, sólo bajó la cabeza resignada a lo que volvería a pasar. La acomodé mirando de frente a la pared, para luego hacer que se ponga en posición de perrito. Abrí sus nalgas y le eché vaselina. Pude notar que le dolía pues al contacto con mis dedos sentía dolor y lo expresaba haciendo gestos.
Aaaayyyy, por favor me duele -decía ella.
Un instante después la volví a penetrar analmente.
Uffff, que rico culo tienes -le dije.
Metia y sacaba mi pene, tenía algo de cuidado y trataba de no lastimarla tanto. Sabía que le estaba doliendo, pero más allá de eso la experiencia era increíble. Tenía un ano pequeño, tierno, ajustadito, lo mejor para penetrar.
Entraba y salía mi pene. Gabriela lloraba y agarraba fuertemente las sábanas con sus manos. Fueron 3 ó 4 minutos hasta que saqué mi pene de su ano.
Gaby volvió a quedarse sin moverse. Al mismo tiempo que alguien tocaba la puerta.
Te quedan 10 minutos -dijo el encargado del motel.
Ya, gracias -contesté.
Tomé de la espalda a Gabriela y le dije que ya todo estaba por acabar. Le di vuelta para que quede mirando hacía arriba, para penetrarla vaginalmente de nuevo.
Abre tus piernas -le dije.
Gabriela desobedeció, así que yo mismo le abrí las piernas. Temía acabar dentro de su vagina pues ya lo había hecho en la primera ronda. Yo estaba que no podía más, no podía seguir conteniendo mi semen y siempre, en la última ronda acabo en la boca de las niñas haciendo que se pasen mi semen.
Esperé unos segundos antes de penetrar a Gabriela, pero finalmente lo hice.
Aaayyyy me duele -murmuró.
Gabriela ya había perdido la virginidad pero parece que la había penetrado de forma muy violenta la primera vez y le dolía. Sin echarme sobre ella, o sea mirando cómo mi pene entraba en su vagina, continué penetrándola.
Mi pene entraba y salida de su vagina. La imagen era encantadora.
Uffff -murmuraba Gabriela.
Aaayyyy -decía.
Uffff -hablaba en voz baja.
Mi pene cada vez estaba más y más duro, a punto de eyacular. Pero tenía que aguantarme para que me haga una última mamada.
Luego de un rato retiré mi pene de su interior y recordé el poco tiempo que me quedaba.
Ponte de rodillas Gabriela, haremos la última y podrás irte -le dije, apurándola.
Ella se puso de rodillas frente a mí.
Tienes que chupármela y pasarte mi semen, si no, simplemente te quitaré el dinero que te di -le dije.
Gabriela tenía miedo, se notaba. Pero parecía algo reconfortada al saber que sería lo último que haría.
Hice que abra su boca lo más grande posible.
Tienes que hacer que entre y salga, sin arañarme con los dientes -le expliqué a Gabriela.
Gabriela lo hacía muy lento. Parecía no querer que termine en su boca. Creo que en cierta medida era algo lógico. Pero yo quería acabar allí.
La agarré de los laterales de su cabeza para aumentarle la velocidad pero ella se resistía.
Amigo terminó tu tiempo -me dijo el encargado desde afuera del cuarto.
Esta vez no contesté nada, pero sabía que debía apresurarme. Así que saqué mi pene de la boca de Gabriela.
Mantén tu boca abierta y saca la lengua. Tienes que pasártelo, si no ya sabes -la amenacé.
Comencé a masturbarme lo más rápido que pude. Mi pene había perdido erección, en lugar de ganarla, con el oral de Gabriela. Simplemente no lo sabía hacer, o mejor dicho, no lo quería hacer.
Gabriela miraba con atención cómo me masturbaba, miraba mi pene como preguntándose qué pasará. Hasta que comencé a tener ganas de venirme.
Abre bien tu boca -le dije, agitado.
Me acerqué lo más posible a ella.
Listo -dije.
Quitó por un momento sus ojos de mi pene, me miró a los ojos y justo en en ese instante me vine en su boca.
Ahhhh -murmuré.
Uffff… que delicia -dije.
Con mi mano izquierda acerqué lo más que pude la cabeza de Gabriela, a la vez que impedía que ella se aleje. Gabriela había recibido todo mi semen en su boca.
Ni bien terminé de eyacular con mi mano derecha traté que no escupa el semen.
Pásatelo, pásatelo o lo hacemos de nuevo -le dije.
Se notaba que quería escupir mi semen o hasta vomitar. Pero no la deje. Se pasó mi semen, contra su voluntad.
Me senté un momento en la cama. Gabriela seguía arrodillada, parecía algo confundida.
Ya párate, anda báñate -le dije.
Parecía que quería ponerse de píe y no podía, por lo hice la ayudé a levantarse.
Báñate de una vez -insistí.
Siempre hago que las chicas se bañen después de estar con ellas, así si quieren denunciarme o hacer algo, hablando en términos legales, en mi contra, no tendrán la evidencia genética la cual probaría que estuve con ellas.
Al poco rato volvió a sonar la puerta.
Amigo, ya es más del tiempo -me dijo el encargado.
Si, un momento, se está bañando la chica -contesté.
Usé el lavabo para asearme yo también. Apuré a Gabriela para que se bañara rápido. Gabriela terminó de bañarse, se secó y al rato ambos nos vestimos y nos fuimos del motel. Gabriela no pronunció una sola palabra en todo ese tiempo.
Ya fuera del motel le dije si aun quería ir a comer.
No, gracias -me contestó.
Bueno, ya te cancelé anticipadamente. Creo que eso es todo ¿no? Cuídate.
Si, está bien -contestó ella, y se fue.
Parecía hipnotizada, rara. En cierta medida lo entiendo. La niña se marchó. Al llegar a la esquina y ya dentro de mi carro vi que preguntaba algo a alguien. Quizá debí acercarme y averiguar qué quería saber. Pero nunca lo sabré. Me fui en sentido contrario, satisfecho, habiendo desvirgado a una niña de 11 años de edad.
Hermosos relato sigue subiendo amigo
Uy qué buena experiencia!
Dejo mi Telegram arrow40ct me gustan este tipo de tema me pone muy cachondo escríbeme