Disculparme con los obreros sería lo mismo que invitarlos a que se acostasen conmigo…
La esposa del dueño de una fabrica, un mal día cuando su esposo se encontraba de viaje, a ella le dio por faltarle el respeto a los obreros, incluso al del sindicato, el esposo la llamó y le ordenó que se disculpase, cosa que ella hizo pero a su manera acostándose con la mayoría de los obreros…….
Disculparme con los obreros sería lo mismo que invitarlos a que se acostasen conmigo…
Esas fueron las palabras que le dije a mi esposo, cuando me ordenó que me disculpase con los obreros de su fábrica, por los insultos, las amenazas, y todas las cosas que yo les había dicho.
Mi esposo y yo somos los dueños de una fábrica, aunque él es un adicto al trabajo, al punto que compramos las fabrica, estaba totalmente en quiebra, así que, gracias a sus desvelos, trasnochos y mucho esfuerzo, y muy poco sexo, la logró levantar.
Por mi parte me encargaba de la parte administrativa, detestaba el bajar a la planta, un lugar sumamente sucio, caluroso, polvoriento, y lleno de obreros la mayor parte de ellos extranjeros, sucios, mal olientes, y sudados.
Personas sin ningún tipo de preparación, ni educación, sin la menor idea de lo que es el respeto y el tener clase.
Por lo general cuando mi esposo salía en sus viajes de venta, yo me quedaba a cargo, cosa que de por si no me agradaba mucho, ya que tenía que bajar a la planta y cuando lo hacía, sentía que mucho de esos indeseables me desnudaban con su vista.
Aunque para divertirme y joderlos un poco, a mi manera, siempre me vestía de la manera más cómoda, cuando no me ponía los vestidos más cortos y ajustados que podía.
Me ponía las faldas más corta y menos encubridora, además usaba de manera regular tangas, que apenas tiene una muy fina cinta de tela, que las mantiene unida, además de ajustadas blusas semitransparentes, sin sostén, tacos bien altos, para que se destacasen mis largas piernas, también me movía de la manera más provocativa y seductora posible.
Todo eso nada más para divertirme a mi manera, ya que sabía que eso les rompía la cabeza, por no decir los cojones, a más de uno de los obreros.
Además, como mi esposo, estaba más pendiente a otras cosas, nunca me dijo que no me vistiera así.
Pero como ya les dije cuando él salía de viaje, como yo que debía supervisar la fábrica, bajaba a la planta, y en más de una ocasión encontré a varios de los obreros sin hacer nada, y los ponía a limpiar.
Cosa que después que regresaba mi esposo, de su viaje de negocios, me llamó la atención, indicándome que, gracias a eso, para realizar algunas de las entregas, tuvimos que pagar horas extras.
Cosa que a mí me indignaba, porque entendía que todos los obreros eran un montón de vagos, que hacían lo que les venía en su perra gana.
Por lo que la siguiente ocasión que se me presentó la oportunidad de llamarles a todos la atención así lo hice, además a un par de antiguos empleados, que se negaron hacerme caso, los despedí de inmediato.
Ese día el representante del sindicato, fue a verme para que yo dejase sin efecto, dicho despido, pero fue en vano, ya que más bien hasta lo insulté a él y le dije que para lo único que servía él era para apropiarse de las cuotas, y que el resto del personal, eran un montón de vagos mal agradecidos.
A los pocos minutos recibí una llamada de mi esposo, completamente cabreado conmigo, indicándome que no continuase con eso, que me reuniera con los dos despedidos, que les pidiera disculpa, y les dijera que se quedasen en su casa por un par de día, y que no se les descontaría del salario, que nosotros se los pagaríamos, además de volverían a estar a cargo de las maquinas que operaban.
Pero en lugar de eso, una vez que mi esposo terminó la llamada, yo que estaba muy indignada por todo lo sucedido, bajé a la planta, y tras darles otro buen insulto, pregunté quien había sido el hijo de puta y cabrón que había llamado a mi marido para contarle el chisme.
Una vez que terminé, lo más que me molestó fue que los obreros, no me hicieron el menor caso, por lo que llena de rabia y mucho coraje, los volvía a insultar a todos, y los amenacé que con que apenas llegase mi esposo los despediría a todos.
Al fin y al cabo, con la situación económica tan mala, hay mucha gente buscando trabajo, cobrando mucho menos que ellos, y de seguro los nuevos empleados que serían mucho más agradecidos.
Dando un fuerte portazo cerré la puerta de mi oficina, yo misma me decía en repetidas ocasiones, es que son personas sin clase alguna, unos vagos, que lo que quieren es que se les pagué y no hacer nada.
No pasaron ni cinco minutos que recibí otra llamada de mi esposo, insultándome, diciendo que si era bruta y no entendía lo que estaba pasando en la fábrica, que si yo deseaba era que cerraran la fábrica.
Todo porque el delegado del sindicato lo había llamado y amenazado con irse a la huelga, si yo no me disculpaba, por todo lo dicho.
Por mi parte me enfurecí con mi esposo, y bien molesta le dije. “Lo que me pides es que me disculpe ante todos ellos, eso sería lo mismo que invitarlos a que se acostasen conmigo y al final hasta dejarlos que me dieran por el culo.”
Pensé que con esas palabras entraría en razón, pero lo que me dijo fue. “Si para ti el disculparte y pedirles perdón, es como pedirles que se acuesten contigo y hasta que te den por el culo, te ordeno que hagas eso y algo más de ser necesario. Si así evitas que todos se vayan a la huelga.”
Después de esas palabras me colgó el teléfono, y al yo tratar de nuevamente comunicarme con él se negó a recibir mis llamadas.
Yo estaba que si me cortaban no echaba sangre, pero del mismo coraje y rabia que tenía, me dije a mi misma, bueno si tu marido quiere que los invites a que se acuesten contigo, y hasta que te den por el culo, hazlo.
Al fin y al cabo, esas fueron sus palabras, yo respiré profundamente, entré en el baño que tenemos en la oficina, me refresqué rápidamente con una ducha.
Luego me volví a vestir, y ya mucho más tranquila justo antes de que todos se fuesen a marchar, bajé a la planta, caminando de la manera más seductora posible, y dando la impresión de que me moría de la vergüenza, les dirigí unas sencillas palabras.
En las que les dije algo más o menos así. “Señores les pido mil disculpas, por la manera tan grosera y desconsiderada que los he tratado, pero para serles franca, no todo ha sido culpa mía, no sé si habrán dado cuenta, pero es que en estos día he terminado de tener la regla, la que gracias a Dios ya me pasó.”
“Además como también de seguro se habrán dado cuenta, mi marido está de viaje, y últimamente, aunque me avergüence el decírselos no ha cumplido cabalmente con su deber de marido en la cama, lo que entiendo también me ha afectado un poco.”
“Por eso les pido de todo corazón que me perdonen y acepten mi disculpas, además espero que todos acepten la invitación a que se queden después de que cerremos la fábrica, a tomarse unas cuantas cervezas por cuenta de mi esposo y mía.”
La cara que pusieron todos ellos incluso hasta el representante del sindicato, cuando les dije lo de la regla, y les insinué que mi esposo no me satisfacía, era como para tomarles una foto.
Lo cierto es que, de los treinta y tantos obreros, apenas veinte se quedaron, y como lo dije compre varias cajas frías de cerveza y los invité a que se la tomasen.
Por un buen rato los dejé solos, ocasionalmente salía a la escalera, y desde el descanso y les preguntaba cómo se sentían, mientras que ellos continuaban bebe que bebe, y con sus ojos mirando hacia arriba clavados entre mis piernas.
Después de un par de horas, el grupo se redujo a un poco menos de la mitad, fue cuando bajé supuestamente para montarme en mi BMW, para marcharme a casa.
A medida que fui bajando la escalera, sentía como todos sus ojos continuaban clavados en mi cuerpo, en cierto momento me detuve en el descanso de la escalera y con la excusa de que las llaves se me habían caído, me quedé un par de minutos mostrándoles mis nalgas, apenas cubiertas por la cinta de mi tanga.
Al terminar de bajar, ya estaba a punto de montarme en el auto, cuando uno de ellos, a nombre de todos me pidió que me quedase un rato y compartiera con ellos unas cuantas cervezas.
Momento en que yo aproveché y de manera algo indiscreta, les dije que tan solo unas pocas, ya que me afectan con mucha facilidad, y después no sé lo que hago.
Como era de esperar no tan solo me invitaron una, sino que después de la primera vino la segunda, y así una tercera, una cuarta y hasta una quinta.
En ese instante yo hice como si me fuera a marchar, pero lo únicamente dejé mi bolso dentro del auto, y de inmediato me regresé donde el grupo, con la excusa de que no quería ser mal educada, y nuevamente deseaba pedirles disculpas a todos.
Así que, de esa manera, fui disculpándome uno a uno con todos los nueve obreros que quedaban, les daba un fuerte abrazo, y a algunos hasta un fuerte beso en el cachete.
Momento en que varios de ellos aprovecharon para distraídamente manosear mis nalgas, sin que yo opusiera la menor resistencia.
Al finalizar ya me tenían otra cerveza, la que me bebí como si fuera agua, la manera de reírme, de dirigirme a ellos, de sentarme con mis piernas completamente abiertas, dejando que sin mucho esfuerzo me vieran mi coño, apenas atravesado por la cinta de mi tanga, y dejar que sus manos recorrieran mis piernas, mientras charlábamos.
No les fue muy difícil comprender, que yo sería presa fácil, por lo que cuando yo me quejé de que hacía mucho calor, al mismo tiempo que me aireaba la ajustada blusa.
Dejando que mis tetas prácticamente quedasen totalmente expuestas antes sus ojos, el representante del sindicato, de manera simpática, al mismo tiempo que su mano recorría mis muslos me dijo. “Si quiere quitarse la ropa para estar más fresca, por nosotros no se detenga.”
Algunos de sus compañeros pusieron cara de asombro, al escuchar sus palabras, pero yo haciéndome la tonta, o mejor dicho la borracha, mostrándole una de mis mejores sonrisas, le di las gracias.
Y sin más ni más me despojé de mi blusa, quedando mis tetas al aire y de inmediato también me despojé de mi corta falda.
En ese instante los ojos de todos ellos parecían brillar de excitación, mientras que yo en mi papel de borracha, pedí otra cerveza, la que me tomé rápidamente.
Ya en esos momentos yo me encontraba prácticamente desnuda, y siendo manoseada por todas partes, por más de uno a la vez.
En ese instante se me ocurrió preguntarles, con voz seductora, que podía hacer yo por todos ellos para demostrarles que estaba completamente arrepentida por lo que había dicho y hecho, temprano en la mañana.
Uno de ellos no se cual específicamente comentó. “Te puedes acostar conmigo, si eso te hace sentir mejor.”
De inmediato reaccioné poniéndome de pie, y diciéndoles. “Hay si como no, así estoy segura de que me han perdonado.”
Tras decir eso yo misma, aunque dando algo de tumbos, por lo mareada que realmente me sentía, me terminé de quitar el tanga que estaba usando, quedándome únicamente con mis zapatos negros de tacón altos puestos.
Al principio hubo un ligero revuelo, pero al parecer rápidamente todos se pusieron de acuerdo, y frente a todos el más viejo de los obreros, me tomo de la mano y llevándome hasta una de la mesas de trabajo me recostó sobre ella.
Tras bajarse los pantalones, frente a todos sus compañeros, me mostró su erecta herramienta, yo separando mis piernas, esperé a que me penetrase frente a todos.
En ese instante me sentía súper excitada, quizás por estar haciéndolo frente a todos, por estar montándole los cuernos a mi estúpido esposo, o porque simplemente lo estaba disfrutando todo.
Disfruté del placer de estar siendo penetrada salvajemente por ese viejo, quien al terminar me ha dado un beso de lengua que me llegó hasta el fondo de mi garganta.
Ya el segundo se disponía a subirse a la mesa, cuando le pedí un momento para asearme, y frente a todos, en un grifo de agua cercano, colocándome de cuclillas y separando mis rodillas lo más que pude, me lavé el coño de la manera más desvergonzada que pude, dejando que el fuerte chorro de agua diera directamente sobre mi abierta vulva.
Al siguiente se le ocurrió darme por el culo, cosa que, a mí en lo personal, siempre me ha encantado hacer, solo que a mi esposo como él mismo dice le da asco.
Por un corto rato sentí los dedos del segundo obrero que se acostó conmigo dilatando mi esfínter, humedecidos con su propia saliva, cuando realmente sentí como su colorado glande se abría paso dentro de mi culo.
Prácticamente me chorreé de felicidad, ya que otro de los obreros, comenzó a introducir su mano dentro de mi coño provocándome un mayor placer y satisfacción, hasta el mismo momento en que me hizo disfrutar de múltiples orgasmos seguidos, dejándome algo agotada por el gran esfuerzo.
Por lo que al siguiente me dediqué a mamar su miembro, hasta el punto en que se vino dentro de mi boca y gran parte de mi cara, ya en esos momentos, no tan solo estaba borracha por las muchas cervezas que me había tomado, sino muy deseosa de seguir recibiendo las vergas de todos los hombres presentes.
Así continué por el resto de la noche, mamando vergas, abriendo mis piernas, y dejando que el que quisiera hasta me diera por el culo si lo deseaba.
Yo no sé cuántos orgasmos disfruté, pero sí sé que fueron muchísimos, en comparación con los pocos que me ha hecho disfrutar mi esposo, desde que nos casamos.
En la mañana al despertarme me encontraba acostada en el sofá de la oficina, completamente desnuda, hedionda a sudor, sexo, semen, saliva, y hasta sangre.
También toda mi ropa estaba sucia, manchada, y bien apestosa, por lo que por suerte en la oficina para casos de emergencia guardo algo de ropa.
Me di una buena ducha, y caminando bien espatarrada con mi culo bien abierto, y ligeramente adolorido, pero muy satisfecha.
Finalmente me fui a casa, contenta de haberle hecho caso a mi esposo, el lunes cuando fui a la fábrica, todos los empleados me trataron de manera muy caballerosa.
No hubo comentario alguno de lo sucedido el viernes en la noche, aunque una que otra mirada furtiva de complicidad.
Al medio día salí almorzar fuera, y al regreso me encontré con mi esposo, que sin decirme nada adelantó su viaje de regreso, temeroso de que la huelga se hubiera dado.
Pero al ver a todos los obreros trabajando, se tranquilizó, y al llegar a la oficina me preguntó si yo me había disculpado con los obreros, le respondí de manera sarcástica. “No tan solo me he disculpado, sino que les pedí perdón, y hasta les invité a que se tomasen unas cuantas cervezas y algo más.”
Tal y como él me lo había ordenado, al parecer se le había pasado por alto el resto de las cosas que nos dijimos mutuamente.
Pero algo debe sospecharse, ya que desde esa fecha los obreros solo quieren que yo sea la que participe de los acuerdo entre la empresa y el sindicato.
Además, hoy por hoy, me la pasó más tiempo metida dentro de la planta que, en las oficinas administrativas, supervisando de manera intima e individual a todos y cada uno de mis hombres.
Yo hubiera preferido que se quedarán todos