Dos ladronzuelas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Sandra era morena, alta, pelo liso, labios gruesos y sugerentes, tetas respingonas y duras.
Mónica más bajita grandes tetas, cintura de avispa y un culo de ensueño.
Así que decidí conocerlas más y aportar en la organización de las fiestas con mi cámara para las fotos del evento y ponerlas en las redes sociales.
Había intentado con indirectas y alguna otra tetra, si alguna de ella dos quería hacer una sesión fotográfica erótica.
Pero ambas se negaron, Sandra de una forma altiva casi con desprecio y con una mirada que decía “no me catarás en la vida”.
Mónica fue algo más receptiva pero siempre decía que eso no era para ella.
Había notado que siempre había mucha gente en la barra de bebidas que ellas servían.
Y habían comentado que se hacía poca caja.
Eso me chocó y en pensé que alguien podría tener la mano larga.
Indagué sobre ellas con algún vecino y me dijeron que Sandra era de familia bien, pero venida menos y Mónica separada recientemente no recibía la pensión de su ex.
Parece que iban un poco justas de dinero las dos.
Así esperé a la siguiente fiesta y puse mi objetivo de larga distancia en la mochila dispuesto a atrapar a la ladronzuela.
Saqué las fotos oportunas para la fiesta y cuando vi que ya había gente en la barra me aposte en un lugar discreto y estratégico, coloque el objetivo para ver por detrás de la barra todo lo que pasaba.
En un momento dado vi algo raro por parte de Sandra, miró a un lado y a otro.
Enfoqué bien y sucedió: aprovechó que no miraba nadie para meterse unos billetes 50€ de la caja en su bolso.
Tome buenas fotos, donde se veía todo perfectamente.
Estaba sorprendido, esa mujer parecía muy legal.
Ya no pensé que pasase nada más, pero para mi sorpresa al cabo del rato, también fotografié a Mónica se metía en su bolsito más billetes.
Vaya con las dos chicas, se cobraban el trabajo a buen precio.
Ahora me tocaría a mi cobrarme el mío.
Al día siguiente les escribí un mensaje al móvil de cada una donde les decía lo que había visto y una foto del momento.
Tardaron en contestar, pero al hacerlo decían las excusas típicas del lo pillan.
Les dije que la comisión de barrio y la policía decidirían.
Paso unos minutos y recibí un mensaje preguntándome qué quería.
La respuesta fue: Una sesión de fotos con cada una desnuda.
Pasó un rato y recibí otro mensaje con un “OK”.
Les dije que estuviera atentas al móvil, les daría más detalles.
Mi plan estaba saliendo a la perfección.
Aproveché los días para arreglar con un conocido su estudio fotográfico que se dedicaba a la fotográfica erótica.
Así les envié un mensaje con el día y la hora, les dije horas diferente a cada una para que pudiesen elegir.
Empecé a pensar en sus cuerpos, pechos, cara, culo, y labios para las fotos, pero esto me hacía ponerme a cien y pensaba en como seria fallármelas.
Esperaba con ganas el día de las sesiones.
El día llegó, y yo estaba en local acordado esperando que llegase la primera invitada.
Siendo Sandra la que llamó a la puerta.
-Cabronazo – Fue lo primero que dijo, mirándome con una mezcla de odio y furia.
– Hola Sandra, estas espectacular – le dije
– Acabemos cuanto antes – entro de forma brusca en el local.
– No quiero que se me vea la cara de ninguna manera.
– espetó.
– Puedes usar un antifaz de los que hay por ahí- Esto la tranquilizo un poco porque pensaba que no accedería.
Se quito el vestido y se puso el antifaz.
Llevaba un sujetador de encaje negro con un tanga a juego.
Le dije que primero serian con ropa interior y luego desnuda.
Así que tome unas fotos de su cuerpo.
Era excitante ver asa mujer posando me ponía solo de verla así.
– Ahora desnúdate- le ordené.
– Claro, cabrón, porque no tengo más remedio.
Lo hizo de forma rápida y de forma poco sexy, mientras seguía haciéndole fotos.
En un momento le dije que se mojase los labios, ella lo hizo, luego le di un consolador metalizado y le pedí que pasase la lengua a largo para metérselo en la boca.
Esos labios me hacían trempar de pensar de chupar mi polla.
Y de repente paró:
-No voy a seguir más, palurdo, enfermo – me dijo y se giró para irse.
Eso me encendió y con el subidón se lo solté:
– Ponte de rodillas y chúpame la polla – me quedé algo sorprendido de mis palabras, pero ya estaba dicho y de hecho me gustó.
– ¿Qué dices?, ¿estás loco?, eso nunca – Me dijo.
A la vez que se disponía a ponerse su tanga para vestirse.
– ¿Seguro que quieres salir por esa puerta?, o querrás que todo el barrio sepa que eres una ladrona y que tu familia no te pase más dinero nunca más.
– le contesté.
Le cambió la expresión de la cara, luego me miro furiosa y bajo la cabeza.
Dejó el tanga y empezó a arrodillarse.
Puso la mano en el cinturón, y lo desabrochó, bajo el pantalón y vio mi slip con mi polla marcada.
Estaba grande pero no a tope.
Me miro y resignada bajo el slip.
Cogió la polla con la mano y se metió el prepucio en su boca.
Movía lentamete la lengua, yo disfrutaba del momento.
Pero no parecía esforzarse mucho, y le dije:
– Seguro que lo sabes hacer mejor.
¿O querrás que me enfade?
Me volvió a mirar y negó con la cabeza mientras cambio el ritmo.
Ahora si que la mamaba bien la tía, se recreaba en mi polla, lamia el tronco y pasaba la lengua por prepucio alrededor enroscándola.
Usaba todo su arte mamatorio.
La situación era tan morbosa y esos labios me hacían disfrutar cada momento de la felación.
Puso lo labios para succionar, y esperaba el líquido preseminal, que salía a cada tanto.
Me estaba por correr del placer, pero la retiré, quería que durara más, ella se dio cuenta y dijo:
– ¿Te gusta cabrón?, ¿verdad? Ahora córrete rápido cerdo, pero avísame antes.
La cogí del pelo y le dije:
– No sé cómo se la chupas a los demás, pero a mí me harás una mamada de verdad.
La dirigí a mi polla que latía de excitación y le follé la boca.
A las cinco o seis envestidas no aguante más y apreté su cabeza a mi vientre y me corrí.
Sentia como salía mi leche de una manera como nunca recordaba.
Ella quería zafarse, pero no le dejaba con mi mano en su cabeza.
A la segunda eyaculada bajé la presión y pudo liberarse algo.
Le salía el semen de los labios.
La solté del todo después de la tercera y ella se echó atrás, tosía y escupía lo poco que le quedaba en la boca y no se había tragado.
Con el brazo se quitó los restos de semen de las labios y barbilla y dijo:
– Eres un cabronazo, pervertido.
He pagado tu silencio.
Destruye esas fotos.
– Claro.
– le dije.
Se vistió con rapidez, faltaba 10 minutos para que viniera Mónica, intente entretenerla un poco.
No quería que advirtiese a mi segunda invitada de nada.
Acabo de vestirse y arreglarse y cuando iba a salir sonó el timbre.
(Continuará)
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