Educada para follar – I
Nadie nace enseñada, educada. Pero junto con el crecimiento físico, la familia, los educadores, la vida… todos te enseñan. Y a ti te toca aprender y elegir carrera. Solo a ti..
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Cuando Nacho se despidió de mí y delante de mi «madame y educadora» Carmen, me dio 100€ de propina, mientras reservaba otra cita conmigo para la semana siguiente, me sentí orgullosa de haber complacido todos sus deseos sexuales durante dos horas. Pero lo que más me gustó fue que al salir, le dijo a Carmen mirándome a mí:
–Es fantástica, esta cría es una verdadera puta depravada. No solo repetiré con ella muchas veces para ver como adelanta en sus vicios, sino que hoy mismo se la recomendaré a varios amigos ¡Has hecho de Paloma, una verdadera zorra! Nos veremos pronto Carmen y espero que en un próximo futuro, lleguemos a un buen acuerdo para que yo sea su nuevo tutor y representante sexual ¡Ya verás Paloma –me dijo a mí- como haré de ti una call-girl de oro… sigue así!
Miré como se cerraba la puerta de entrada detrás de él, doblé los dos billetes de 50€ en mi mano, y aplasté el cigarrillo en el cenicero porque no me gustaba fumar. Por las desnudas piernas de mi desnudo cuerpo, bajaba lentamente el semen que Nacho, de 58 años y dueño de varias empresas dedicadas al sexo, había depositado, esa tarde, en mi vagina y en mi culo en cinco ocasiones ¡siempre me ha gustado sentir el placer de notar cómo se desliza el semen de mis amantes y clientes por mis piernas, procedente de mis agujeros inferiores! Porque el procedente de mi agujero superior llamado boca, solo se desliza por mi garganta y ese es el mejor de todos y el que más sabor deja ¿no es cierto?
Los ojos de Carmen, creo que ligeramente húmedos de una emoción especial, estaban clavados en los míos. La notaba emocionada, orgullosa de lo que en solo unos meses había hecho en mí, de cómo me había cambiado al transformarme de una cría católica, de un colegio privado de monjas, en una puta muy viciosa. Y mientras me daba los 300€ que me correspondían como pago por follar con mi más importante cliente, me dijo:
–Nunca he visto tan contento con una jovencita a Nacho como lo está hoy. Os he visto follar por las cámaras y te has portado como muchas «expertas» veinteañeras no lo harán nunca. Él te ha ido usando más y más, y cuanto más le complacías, más exigencias te pedía y tú lo ibas aceptando. Sé que pronto trabajarás para él y su organización, pero aún tenemos por delante unas semanas para poder hacerte más viciosa y que te muestres más desinhibida al emborracharte. Pero nunca olvides que el culmen de una puta, su verdadero ser, es conseguir que su propio padre se la folle por dinero. Cuando consigas que tu padre, tu católico padre, te folle por desearte y lo haga pagando, sí serás verdadera puta sin vuelta atrás. Y yo me sentiré feliz.
Yo sonreí, y pensé que esa afirmación de ser follada por mi padre y por dinero, para ser una verdadera puta sin escrúpulos, estaba más cerca de lo que Carmen creía. Incluso yo estaba mirando el calendario para coger un fin de semana ovulando y siendo follada sin condón por mi padre, pagando por mis servicios sexuales ¡ser preñada por mi padre y cobrando por mis servicios de puta, era algo que me ponía a mil!
Esos consejos de Carmen, se debían a que mi padre, hacía unas semanas, adivinó sin saberlo realmente, que yo estaba embarazada por primera vez y casi organiza la III guerra mundial. Mi madre, aunque sorprendida por el embarazo a mi edad, se alió con Carmen y conmigo y me protegió incluso después del aborto. Pero mi padre, adivinando mi secreto, empezó a desear mi cuerpo y entre él y yo, se empezó un peligroso juego, en el que él me acosaba deseándome, y yo le provocaba enseñándole mi cuerpo para hacer crecer sus deseos.
Lógicamente, ni me madre ni Carmen sabían nada. Pero en esta guerra con mi padre aprendí a excitar a los hombres… y estaba segura que muy pronto me ofrecería dinero. Yo lo aceptaría y sería su puta y también su dueña. Y a mi madre le gustaba Carmen… y le gustaba como me protegía, sin saber que era mi educadora sexual, profundamente bisexual, y terriblemente viciosa. Y yo la incitaba, acariciándola y a veces besándola como mujer y no como madre, a entregarse a ella y todos sus vicios ¿Podría hacerme yo la dueña de los dos y así hacerme dueña de mi propio destino?
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Todo empezó unos meses antes, casi un año, a mediados de 2º de ESO, mi profe de alemán en el cole, se quedó preñada ¡por su marido, no penséis mal! y trajeron una nueva. Esa nueva, era Carmen. Una española nacida en Alemania, hija de emigrantes y con titulaciones alemanas, y sabiendo hablar y escribir en español, alemán, inglés y ruso, y que ya llevaba tres años dando clases en España. Y empezó su trabajo en nuestras aulas. Y a interesarse sobre todo, por las chicas.
Como supe más tarde, ella, de 42 años, era profundamente bisexual y pervertida, y colaboraba desde joven con dos organizaciones de prostitución y pornografía infantil y juvenil. Y en su mente empezó a separar «el ganado» que le interesaba, del resto del rebaño juvenil femenino. Y una de sus elegidas más joven, fui yo.
Yo ya medía 168, delgada, fibrosa por el deporte, sobre todo natación y artes marciales, guapa ¡¡¡ glupp !!!, rubia natural, ojos verdes esmeralda, largas piernas, preciosas caderas con un culete respingón y con ya dos preciosas mandarinas en mi pecho, con unos pezones y areolas más oscuros y marcados de lo que llamamos normal. A pesar de que aún no había cumplido 13 años, no era idiota en lo relativo al sexo, pero no me atraían los chicos, ni chupar sus pililitas, y ni siquiera fumar. Aunque os cueste entenderlo, solo me atraían los estudios y mi deseo de formar, en el futuro, una empresa totalmente mía, tal y como mi padre había conseguido y tenía. Y yo no era una chica seria, al revés, era y soy, totalmente extrovertida y con unas enormes ganas de vivir a tope.
Carmen fue poco a poco haciéndose amiga de sus alumnas, tanteando el terreno y seleccionando muy rápidamente a aquellas que podría pervertir en poco tiempo, a pesar de sus padres. Pero por alguna razón, posiblemente por mi desinterés en esas cosas y por mi cuerpo y sus grandes posibilidades, se sintió atraída por mí, incluso como supe tiempo después, empezó a desearme sexualmente. Y en ese mismo momento en que empezó a desearme, empezó a preparar la conquista de mi cuerpo y de mi mente, para convertirme en la puta que imaginaba ¡siempre controlada por ella para sus beneficios económicos!
Empezó a acercarse a mí, me hablaba en inglés que yo hablaba ya muy bien y empezó a hablarme en alemán, cosa del que yo casi no tenía ni idea. Me abrazaba en el patio, me acariciaba la espalda, e incluso alguna vez la parte baja de la espalda cuando paseábamos por detrás de la zona deportiva. En el colegio se fomentaba esa clase de conversaciones «intimas» profesora-alumna, para comprender mejor nuestras necesidades. Carmen sacaba de nuestras charlas todo lo que le interesaba. Y yo empecé a sentir un deseo especial de estar con ella, me gustaba su carácter abierto tan europeo.
Un día, finalizando el mes de Marzo, al salir de clase me la encontré en una terraza cercana tomándose algo. Me llamó y yo me acerqué a ella. Me invitó a compartir un rato de charla y a tomarme una horchata valenciana con ella. Acepté, y estuvimos charlando hasta que de repente me preguntó:
–Paloma, sé que tienes un gran interés por tus estudios. Tus notas son maravillosas, tu inglés bastante fluido, aunque la escritura aún necesita un repaso ¿te gustaría estar un par de tardes a la semana conmigo en mi casa y te ayudaría a perfeccionarla? Además y con permiso de tus padres, podría ampliar tu alemán o iniciarte en serio con el ruso, y no te cobraría nada. Vivo sola, muy cerca de tu casa y del cole, y nuestras clases serían más de jugar con los idiomas y el sentido de los mismos, que clases reales. Sería como jugar a preguntas y respuestas y que te darían más soltura y confianza.
Yo me sorprendí y alegré al mismo tiempo. Me sentía especial y a la vez, me hacía ilusión, ya que no tenía demasiada relación con mis amigas por mi amor al estudio y porque en natación, siempre ganaba yo. Así que acepté, además, por las tardes tenía más de tres horas de soledad en mi casa y muchas veces cenaba sola por el trabajo de mis padres. Esa noche hablé con mis padres, les pareció muy bien. Al día siguiente, mi padre habló telefónicamente con la monja directora para saber quién era la profe, recibió los mejores elogios, hablaron mis padres con ella dos o tres días más tarde, me dieron su permiso… y al entrar en su casa, penetré en mi futuro. Un futuro porno-sexual no previsto por nadie excepto por mi profesora.
Cuando esa primera tarde toqué el timbre de su puerta, me sentía importante. Y cuando me abrió, casi me da un soponcio. Llevaba puesta una simple camiseta azul de largos tirantes y sin sujetador, y una minifaldita escocesa, abierta por un lado hasta casi el culo, con unas zapatillas de tacón increíble por la altura y delgadez. Me dio dos besos, me saludó en inglés, yo le contesté y dejamos de hablar en español. Dijo que me considerase como en casa de una amiga y que sobre todo, que me sintiese a gusto con ella. Nada cohibida ni obligada.
Me preguntó qué quería tomar o si me apetecía merendar, y me dijo que me quitase toda la ropa que yo quisiese, que me pusiese cómoda por el calor de la calefacción, que allí solo estábamos las dos como amigas, solo como amigas, y que le hablase de tú, ya que si le hablaba de Vd., sería como estar con la profesora y no con la amiga. Incluso me ofreció una camiseta como la suya y no llevar nada debajo. Yo podía elegir mi estilo.
Cogió un cigarrillo de un paquete, lo encendió y me dijo que si yo quería fumar que cogiese los que quisiese, que ella era mi amiga y de lo que hablásemos e hiciésemos allí, mis padres nunca se enterarían por ella, y esperaba que yo hiciese lo mismo. Tampoco en el colegio deberían saber nada, porque a lo mejor, le llamaban la atención sus compañeros de trabajo por no cobrarme, ya que muchos de ellos daban clases particulares cobrando.
No sé por qué, me quité el jersey del cole, me quedé con la falda y me solté la blusa, y como ella se había quitado los tacones y estaba sentada sobre sus piernas en el sofá, yo hice lo mismo con mis zapatos. Ella se arrimó a mí, empezó a acariciar mi espalda y brazo. Fue como darle una sardina a la gatita. La gatita, en este caso yo, me sentí a gusto, me comí la sardina, quedé muy agradecida, y mi runruneo de felicidad quedó inmortalizado ¡Cómo vas a decirle que no a nada, a quien te da de comer tan satisfactoriamente! Pero no fui consciente, no me di cuenta, de que realmente era ella quien me iba a comer, y la sardina era su anzuelo.
Durante casi dos horas y mientras Carmen se fumó tres cigarrillos, estuvimos hablando en inglés, haciendo recitaciones en inglés, riéndonos constantemente… mientras mi espalda, brazo, y luego mis rodillas, eran acariciadas una y otra vez, incluso un poco la parte alta de los muslos. En dos ocasiones, me acarició el rostro, pasó su pulgar por mis labios, y hasta me preguntó cuántas veces me habían besado los chicos en la boca, porque ¡yo era tan guapa y con un cuerpo tan maravilloso…! Y no tuve ningún problema ni sentimiento de hacer nada incorrecto, cuando despasó gran parte de mi blusa y casi me sacó las tetas. Estaba con mi simpática profe-amiga y aprendiendo inglés. Además, con su camiseta de largos tirantes ¿no veía yo constantemente sus grandes tetas?
Tampoco tuve ningún problema en mi segunda tarde, aunque sus manos subían bastante por encima de mis rodillas y muslos hasta acariciar mis braguitas varias veces También mi falda subió hasta casi la cintura. Y mi blusa quedó totalmente abierta. Ella se empeñaba en que fumara pero no lo hice, pero si bebí dos chupitos de dulce anís. Y también me estrechaba contra ella. Sus siliconadas tetas estaban al alcance de mi boca si las hubiese deseado, porque casi siempre estaban fuera de la camiseta.
La tercera tarde sí fumé un cigarrillo, tomé otros dos chupitos, y jugando, jugando separó los corchetes de mi sujetador. Sus manos acariciaron detenidamente la parte alta de mis muslos y los laterales de mis glúteos ¡y casi me corrí! Y como no oponía resistencia, casi al final de “la clase”, con la excusa de abrazarme, bajó mi abierto sujetador, y mis pechos se mostraron al mundo.
El siguiente día me puse un poco nerviosa al insistir que me pusiese la camiseta sin nada debajo. Nunca me había desnudado delante de una desconocida… pero lo hice. Algo dentro de mí me ayudaba a hacerlo. Con algo de vergüenza me desnudé frente a ella, aunque dejé puestas mis bragas, y me puse esa camiseta que dejaba libres mis tetas y apenas me tapaba nada ¡era larga para mí! Ese día me fumé dos o tres cigarrillos y me tomé dos chupitos de fuerte licor, nada de anís.
Pero no estaba nerviosa porque sus manos acariciasen sin disimulo mi coñito por encima de mis bragas, y acariciase mis tetas por los tirantes de la camiseta, sino por una serie de corrientes eléctricas que llegaban desde mi coñito a mi cerebro, al sentir sus maravillosas caricias en mis muslos y en mi aún virginal coñito como si me masturbase. Yo misma le abrí mis piernas para que lo hiciese… y no lo hizo. Pero esa noche, al acostarme, yo sí me masturbé como nunca lo había hecho. Mucho rato, muchas veces. Y me supo agradable tener el sabor del tabaco en la garganta… mientras mis orgasmos se sucedían.
Creo que por primera vez, deseé tener una polla ¡de las grandes!, en mi coñito, en lugar de en mi boca. Y que sus descargas de semen entrasen en lo más profundo de mi vagina y no solo en la garganta. Y me prometí que dejaría que Carmen jugase con mi cuerpo. La verdad es que no sabía qué quería hacer conmigo, pero fuese lo que fuese, no se lo impediría. Jamás pensé que mi cuerpo me daría tanto placer y deseé explotarlo.
Un par de semanas después yo estaba totalmente entregada a sus deseos y ella lo sabía. Esa tarde, medio tumbada sobre ella en el sofá, con mis tetitas libres de los tirantes de la camiseta que solo me llegaba a la cintura, Carmen me abrazó con un solo brazo, besó mis labios suavemente, y metió su mano por dentro de mis braguitas acariciando mi coñito, y poco después, me introdujo profundamente dos dedos que no se estaban quietos dentro de mi cueva.
Me puse muy nerviosa, excitada, y necesité ir al baño a orinar. Cuando volví al salón, Carmen se había quedado totalmente desnuda y estaba sentada adelantada en el sofá, tenía las piernas abiertas y por primera vez vi su rasurado coño. Me quedé un poco parada y con la sensación de que allí mismo, algo iba a pasar. Junto a ella, había un bulto en el sofá tapado con su camiseta. A una señal de su mano me acerqué a ella y me puse de pié entre sus piernas. Cogió dos cigarrillos, los encendió los dos, y me ofreció uno. Yo me incliné un poco, abrí la boca y lo acepté deseándolo.
En un silencio absoluto y mirándonos a los ojos, con su mano derecha empezó a acariciarme de nuevo mis muslos, pero ya directamente entre las piernas, bajó mis braguitas hasta las rodillas, y su mano y sus dedos empezaron a jugar con mi coño. Y ahí si empecé otra vez a ponerme nerviosa. Me gustaba mucho lo que me estaba haciendo, pero mucho, pero realmente no sabía de dónde me venía ese placer que tanto me excitaba y tanto me atraía.
Empecé a fumar compulsivamente, y cuando Carmen apagó el cigarrillo en el cenicero que estaba sobre el apoyabrazos del sofá, yo hice lo mismo. Ahora Carmen tenía las dos manos libres solo para mí. Y lo primero que hizo fue quitarme mis braguitas, agarrar mis glúteos, y atraerme hacia ella. Y muy suavemente me dijo en el oído:
–Quiero hacerte mujer. Una mujer muy especial. Una puta de lujo y quiero empezar ahora mismo. Si tú confías en mí y quieres dar ese gran salto, bésame en los labios con pasión y deja que yo haga contigo, lo que debo hacer.
Y lo hice sin reparos. Ni siquiera lo pensé. Abracé su cuello, besé intensamente sus labios ¡y me entregué a ella! Carmen sabía que si me dejaba tocar como lo estaba haciendo y además provocaba sus deseos, yo sería una nueva chica abierta a otras muchas experiencias. Y no se equivocó. Siguió masajeando mis glúteos, acariciando mi entrepierna, y apenas sus pulgares empezaron a jugar con mis labios vaginales y empezaron a penetrarme y dilatarme, me corr, y me corrí como nunca me había imaginado. Estaba roja de vergüenza, mis orejas me ardían, me sentía mal, precisamente por sentir esa vergüenza, pero no me aparté de ella, al revés ¡lo deseaba!, y me dijo:
–Y ahora cielo me toca disfrutar a mí, haciéndote mujer a ti.
Con su mano apartó la camiseta y por fin vi lo que ocultaba ¡un arnés con una polla negra de 2 cm de diámetro! La verdad es que yo no tenía ni idea de lo que era aquello ni para qué servía. Pero no tardé ni dos minutos en saberlo.
Carmen se puso de pié y ante mi asombro se fue colocando lo que yo llamé “un cinturón con polla”. Una vez colocado y con un aspecto wque casi me daba risa, se volvió a senytar en el sofá, con las piernas abiertas y estiradas en el suelo. Siempre sonriente, me hizo unas señas y yo me acerqué a ella, me metí entre sus piernas y ante mi sorpresa, me dijo:
–Y ahora cariño, sube sobre mi, métete esta polla en tu coño, déjate caer sobre ella, cñlávatela hasta el fondo y sé tu misma quien rompa tu católica virgibidad. Porque hoy mi amor, es la última vez que entras en esta casa virgen. A partir de hoy entrarás y saldrás de ella siendo una orgullosa alumna de puta. Y en las próximas semanas te enseñaré a pervertirte para que mis amigos y tus clientes gocen de tu cuerpo, y tú goces del dinero ganado con su uso.
Yo no terminaba de entender todo lo que me decía, pero mi fe en ella era enorme. Subí sobre ella, abrí mis piernas y vi y noté ese trozo de látex que me rozaba mi coñito inexplorado. Mis nervios subieron de intensidad y noté como un pequeño hilillo de líquido bajaba de mi coño. Tal y como estaba arrodillada sobre Carmen, me fui levantando. Una mano de ella cogío esa polla y la otra situaba mi coñito. Y mis ganas de tragarme ese palo de una puta vez eran brutales.
Tan brutales, que una vez situó la polla sobre la entrada de mi cuevita y me dijo que ya podía descender sobre ella, simplemente me dejé caer. Ya sabía que me iba a doler, pero mi actitud de dejarme caer en lugar de hacer que se deslizase poco a poco, hizo que se clavase con fuerza dentro de mí hasta el fondo produciéndome otra clase de dolor por el golpe. Un mareo bastante intenso vino a sustituir el dolor y me dejé caer sobre Carmen, aplastando mi cuerpo sus ciliconasdas tetas. La abracé con fuerza, sus besos me llenaron de placer y poco después respondí con los míos, mientras por nuestras piernas se deslizaba mi primer orgasmo mezclado con la sangre de mi destrozado himen ¡ya no era virgen!
Me dejé caer sobre ella, estaba cansadísima, sudada, y no me enteraba muy bien que me estaba pasando, pero estaba llena de placer y me sentía muy feliz, asustada, pero muy feliz. Así, abrazadas las dos mientras mi coño seguía clavado a la polla, estuvimos un rato, hasta que me di cuenta qye mi coño y al rededores estaban empapados y volví a sentir vergüenza. Quise dejarla para ir a limpiarme al baño, pero me estrechó contra ella, me dio un fuerte beso en los labios y me dijo:
–Para qué quieres ir al baño, ¿para secarte? Siéntete orgullosa de ir con el coño mojado siempre. Eso te recordará los placeres de la vida y lo feliz que te sentirás así. Y ahora Paloma, dime ¿quieres que te entrene para ser la puta depravada que yo deseo que seas?
Y asentí. No sabía muy bien lo que era ser una puta y menos depravada, pero si mi maestra me lo decía… Noté como su cintura empezaba lentamente a subir y bajar. Los besos intensos y con mucha lengua y saliva se sucedían y ella me dijo:
–¿Notas como mis caderas suben y bajan? A ese movimiento se le llama “cabalgar”, pero quien debe cabalgar una yegua es el jinete, y en este caso eres tú. Apóyate sobre tus piernas y haz que tu cuerpo suba y baje con la flexión de tus rodillas. Así, tu misma te follarás y tú misma te correras en poco tiempo. Hoy, todo lo harás tú. Tú te has desvirgado y tú te estás follando ¿no es todo esto algo precioso?
¡Y vaya si lo fue! Lentamente empecé a subir y lentamente empecé a bajat sobre ese palo atado al culo de mi maestra. Mi orgasmo anterior y mi propia sangre virginal, facilitaba y engrasaba esa polla que me dilataba enormemente ¡mi primera follada! Tal y como subía y bajaba mi cuerpo y esa polla penetraba dentro de mí, me encongtraba mejor y con más ganas de seguir follándome. Empecé a acariciar las enormes tetas siliconadas de Carmen y a chupar sus pezones… y ella empezó a acariciar mis tetiras con sus manos y a jugar con mis pezones y sus dedos pulgares mientras me sonreía.
En un momento determinado algo me pasó. Fue como una especie de conversión. Algo que unió mi coño con mi mente y mis deseos de ser realmente follada. Me quedé parada unos instantes y de repente la vi sonreir y me lancé como una loba sobre su boca. No solo besé intensamente sus labios, sino que los mordí. Mis piernas empujaron mi cuerpo hasta arriba de tal manera, que dos veces saqué la polla de mi coñito y una vez arriba, me dejaba caer y me dejaba clavar todo ese palo. Me follé intensamente y cabalgaba con más intensidad que “los centauros del desierto”. Hasta que mi cuerpo no pudo más y tirándome encima del cuerpo de Carmen, tuve una extraordinaria corrida que me dejó agotada, quieta y totalmente sudada.
Poco después, mi maestra me apartó hacia un lado, me desenganché de la polla y me quedé respirando con fuerza. Carmen me trajo un vaso casi lleno de vodka con naranja y mientras lo bebía, con una toalla estuvo secando mi cuerpo.
–No quiero que te constipes mi amor. Has estado muy bien.
–Entonces Carmen ¿me seguirás enseñando?
–Claro que lo haré. Eres un diamante en bruto muy interesante y bien tallado, nos dará mucho dinero a las dos y muchos placeres a ti.
Pero yo estaba muy cansada y solo le sonreí. La abracé con poca fuerza ya y me dormí en sus brazos ¡era tan niña e inexperta aún!
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Bestial.
Un relato increíblemente bueno.
No me va lo lésbico