El Congreso 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimbocat.
Llevas varias noches durmiendo mal, nerviosa, inquieta, mis palabras todavía resuenan en tus oídos “…es la chica mas imaginativa, inteligente y sorprendente” pero sigues sin saber cómo ingeniártelas para ir al congreso, solo quedan 3 días para que Luisa y Ricardo (vuestro jefe) suban al tren, entonces ya no habrá remedio, has de pensar algo, y pensarlo rápido.
De pronto una idea empieza a rondar por tu cabeza, pero es demasiado atrevida, seguro que no lo aceptarían ninguno de ellos, y mucho menos los responsables del Congreso, pero la idea sigue revoloteando en tu mente, tus manos bajan hasta tu entrepierna y en la soledad de tu habitación, jadeas satisfecha mientras te imaginas… , te ves….
Miras el reloj, son les seis de la mañana, aún tienes tiempo, no quieres pensar, tus manos empapadas de ti no dejan de juguetear en tu sexo jugoso y caliente, cierras los ojos, y sigues imaginando… Sigues moviéndote, gimiendo, sigues gozando de este placer solitario que te encanta, mientras la idea va perfilándose y tomando forma en tu mente traviesa y sumisa.
Son casi las diez, esperas nerviosa a que Ricardo, termine su reunión, Luisa te mira intrigada, le has pedido que entre contigo y no sabe el motivo.
Por fin sale el cliente con el que estáis ya trabajando en una nueva campaña publicitaria.
Vuestro jefe con la mano te indica que entres, te levantas, respiras hondo y pasas a su despacho, junto a ti Luisa.
Tu jefe te sonríe, sabe por experiencia que cuando quieres hablar, es que alguna idea ronda por tu cabeza, algo que siempre encanta a los clientes, algo con la que siempre triunfáis campaña tras campaña.
Con voz tranquila empiezas a hablar, estas de pie, no quieres sentarte, Luisa sentada a tu lado, Ricardo sentado tras su mesa.
Miras a los ojos de tu jefe, y le dices que sabes cómo ser los auténticos protagonistas del congreso, como hacer de vuestra campaña publicitaria, la más impactante e innovadora, él sigue mirándote, solo quedan 3 días, es imposible variar nada, están los folletos, los posters, los anuncios de los periódicos, todo está encargado, pagado y listo.
Empiezas a sudar, tragas saliva, Luisa te mira un poco inquieta, también ella se juega mucho con tus palabras y las dos lo tenéis muy presente.
Le preguntas a tu jefe, que cual es el producto que anunciamos en el Congreso, él riendo te dice que lo sabes muy bien “Free Milk” una leche del Pirineo obtenida por vacas en total libertad, que pastan en campos de hierba ecológica, con todas las garantías sanitarias, con el añadido de un ordeñado siempre manual y bajo la supervisión y la aprobación de los más estrictos controles de distintas entidades ecológicas de la zona.
Tragas saliva, ha llegado el momento de soltarlo… le dices que vais a romper la feria, vais a borrar a todos los otros competidores y hacer que todo el mundo solo hable de vuestra campaña publicitaria y lo vais a hacer llevando al límite la publicidad, haciendo que la gente sea protagonista, y que sean ellos quienes ordeñen una de las vacas “free milk”, tu jefe te recuerda que los ecologistas prohibieron terminantemente llevar ningún animal, tú sonrojada le dices que no hablas de ningún animal, hablas de un tetrabrik de leche, de casi dos metros de alto, de la que sobresalgan dos ubres a las que los visitantes van ordeñando, nadie sabrá que es o quien es, tal vez sea el no va más de la tecnología, tal vez los pechos de una hembra, tal vez… lo que la imaginación de cada uno se imagine.
Ricardo se levanta enfadado, es imposible, no quiere saber nada de lo que propones, no quiere ni imaginárselo.
Luisa con voz pausada te pregunta como harás para que aquellas ubres tengan leche que ordeñar, y tú cada vez más nerviosa, bajas la mirada y le dices que hace tiempo ya participaste en algo parecido.
Ricardo vuelve a sentarse mientras os escucha, mientras se da cuenta de que no es ninguna broma, realmente te estás ofreciendo a ser la vaca que decenas de clientes ordeñen.
Luisa mira a vuestro jefe, y no duda en contarle tus “gustos”, tus aficiones, tu sumisión y como te excitas cada vez que te azotan o te humillan.
Tú de pie, con la cabeza baja, solo callas mientras ella habla.
Se levanta y acercándose a ti, te ordena que te subas la falda, tu obedeces, y ella va mostrando las distintas marcas que el látigo ha dejado en tus patas, en tu vientre, en tus nalgas, mientras ella le comenta que ahora mismo seguramente te estarás corriendo como la perra caliente que eres.
Ricardo se levanta, va hacia ti, te mira a los ojos y te pregunta si es verdad.
Tu afirmas con la cabeza, te acercas a él, coges su mano, y la mojas en tu coño empapado, él te observa y empieza a pensar…, como irías, donde dormirías, como entrarte en el recinto del congreso.
Se te ilumina la mirada, realmente está planteándose aceptar tu idea, Luisa tampoco puede dejar de excitarse imaginándote a ti, imaginándose a ella después junto a Amanda… pero ahora y aquí es tu dueña, y te ordena que te desnudes, tú te giras hacia ella, una bofetada te hace bajar la mirada mientras la escuchas -si vas a ser una vaca, vete acostumbrando a ir sin ropa.
Orgullosa dejas caer tu vestido, te quitas los zapatos, y te muestras totalmente desnuda ante ellos, Ricardo dice a su secretaria que no le pase más llamadas ni visitas, y empieza a pasear junto a ti, agarra tus pechos, empieza a ordeñarlos, a tirar de ellos, comprueba su belleza, su dureza, el tacto increíblemente suave de tu piel, pellizca tus pezones oscuros.
Luisa por su parte, acaricia tu lomo, tu culo.
Te mueves al compás de sus dedos, de sus manos, por delante, por detrás, te gustan aquellos dedos tirando de tus pechos, la piel de Luisa pegándose a tu espalda.
No dejas de mirar el bulto inmenso que se marca en los pantalones de tu jefe.
Luisa tira de tus cabellos hacia atrás, y te pregunta si este es tu último deseo antes de convertirte en vaca, sonries golosa mientras te relames los labios.
Tu jefe riendo dice –Todo sea por la empresa-
Te tumban sobre la mesa de su escritorio, tus patas cuelgan, notas sus manos aferrarse a tus caderas, y de un solo golpe su verga se desliza en tu vagina empapada, hasta el fondo, gruñes de placer mientras él te llena por completo, la notas gruesa y larga, restregándose dentro de ti.
Tus manos se aferran a su culo para hundirla aún más en tu agujero de hembra sumisa.
Mientras jadeas, Luisa pone su vulva frente a tu cara, lames satisfecha su calor, su humedad, su placer de ama y dueña.
Los golpes de riñón de Ricardo, siguen clavando más y más su verga dentro de ti, el placer te hace arquearte lo poco que puedes, mientras tu cara mojada de Luisa, jadea satisfecha, orgullosa, entregada sumisa a un placer que te desborda, que te hace ser mujer y esclava.
Notas la corrida de tu jefe, caliente y espesa llenando hasta rebosar tu sexo, él no te deja, le encanta moverte a su antojo, tirar de tu cuerpo contra él, mientras mira tus pechos bailando arriba y abajo, unos pechos grandes y duros, que no tarda en coger con sus manos.
Tú sigues con tus manos aferradas a su culo mientras disfrutas de su verga, de sus manos en tus tetas, de este clítoris de Luisa que no dejas de lengüetear, y que vibra al compás de tu labios, de tu boca, del calor húmedo de tu respiración
Empapada en sudor, jadeando, gozando entre estertores de placer, pasas tus últimos momentos como mujer, antes de aceptar ser durante unos días tan solo su animal, su vaca lechera, pero no quieres acabar, te encanta como Ricardo tumbado sobre ti, mordisquea tus pechos, besa tu piel, tus brazos le estrujan aún más contra tu cuerpo, te excita el restregar de tus pechos en su piel, el contacto de su vello en tu vientre, la fuerza con la que no deja de mover su verga entre sus jugos y los tuyos, notas en tus patas como corre este líquido blanco, caliente y pastoso que baja por tus muslos hasta gotear en el suelo.
Luisa por su parte, sigue restregando su deseo por tu rostro, mojándote los labios, las mejillas, tu nariz, toda tu cara empapada de ella, todo tu cuerpo entregado al placer compartido que se alarga y se alarga, hasta que finalmente, con los ojos cerrados, relajada y satisfecha notas como se levanta Ricardo, como besa dulcemente tus pechos, como acaricia tus labios sucios de Luisa, ella también se levanta y tu quedas sobre la mesa, mojada, empapada en sudor, esperma y placer, sonriendo con tu cara sucia, mientras tu mano no deja de acariciar suavemente tu entrepierna excitada ante la incertidumbre de lo que va a depararte esta nueva aventura que acabas de iniciar.
Miras a Luisa, le indicas tu bolso, en el hay un papel con la dirección de un veterinario, él te conoce bien, y le dará todo lo que necesitáis para acelerar la producción de leche de tus ubres.
Ricardo por su parte, se entretiene jugueteando con tu vello rizado y oscuro, acariciando tus nalgas, siempre le ha gustado tu culo, pero nunca tanto como ahora, sumisa, entregada y dócil a sus manos, a sus dedos mientras le miras traviesa y picara, convencida de que vas a ganar una apuesta que él ni tan solo conoce.
Abres la boca, él acerca sus dedos sucios de él y de ti, los lames, los saboreas, mientras gimes contenta y satisfecha al notar nuevamente su otra mano recorriendo lentamente tus pechos.
Luisa antes de irse, recoge tu ropa, la mete en una bolsa de la basura y mientras hace tintinear tus llaves, las que llevabas en el bolso, te dice que además del veterinario también pasara por tu casa, dejara la ropa y tal vez coja algunos “juguetes” para ti.
Vas a quejarte, a decirle que no….
Pero recuerdas el trato, y tan solo sueltas un leve mugido mientras mueves suavemente tu cabeza.
Ella ríe y se va.
Ya solos, Ricardo mira el reloj y contrariado te dice que tiene que salir, una cita de trabajo imposible de aplazar, así que habrá que buscar “un establo” donde guardarte.
Y abriendo un armario que hay tras su mesa, te dice que aquel le parece un buen lugar, sumisa entras en él, apenas si cabes, notas como la llave cierra la puerta, te recuerda el maletero, doblada, con las patas levantadas, tus pies contra unos de los laterales del armario y tu cabeza pegada a la madera del otro lateral
Agachada, con tu culo en el suelo, las patas dobladas, tus rodillas prácticamente encastadas en la parte superior del mueble, a oscuras, desnuda, inquieta a la espera de que alguien abra esta puerta empiezas a pensar, te excita y te asusta estar aquí, tus manos acarician tus patas, tu vulva, se empapan con los restos de la corrida de Ricardo, mientras tu corazón palpita nervioso, esperando que vuelva Luisa, o tal vez tu jefe.
Medio adormecida oyes como se abre la puerta del armario, caes al suelo, a los pies de Luisa y Ricardo, te entregiras y de rodillas esperas, Luisa te muestra una inyección, mientras te dice que el veterinario ha comentado que, en tan poco tiempo, tendrán que ponerte una dosis cada doce horas en cada pecho.
Tu asientes con la cabeza, ella agarra con fuerza una de tus tetas, mirando a Ricardo le pregunta si le apetece ser el quien te pinche, él duda, nunca ha puesta a nadie una inyección, Luisa le anima, notas el pinchazo, inexperto y brutal, te muerdes los labios, aprietas los puños, mientras el líquido entra en tu ubre, notas cada gota penetrándote, quemándote, lloras mientras Luisa comenta que es un producto especial, muy doloroso, pero tremendamente efectivo.
Por fin sacan la aguja, intentas calmar el dolor con tus manos, pero una bofetada te hace bajar otra vez las manos, solo puedes llorar mientras un picor y un escozor insoportable se extiende por todo tu pecho.
Ricardo levanta tu otra teta, y sonriendo a Luisa, le dice que ahora sea ella, quien practique contigo.
Tu compañera de trabajo, ríe divertida y de un golpe ensarta la aguja en tu piel, chillas de dolor, mientras la mueve, la retuerce dentro de ti, se toma su tiempo antes de inyectarte el líquido, otra vez el dolor llena de lágrimas tus mejillas, te hace temblar y gruñir, y tras una eternidad, con la misma brutalidad con que clavó la jeringa, la arranca de ti.
Caes al suelo, la oyes hablar, ha traído tu vieja maleta, la mediana, no comprendes para que la quiere, hasta te dice que esta será tu trasportín hasta que lleguemos a Vigo, unas catorce horas de tren.
Un sudor frio recorre tu frente, comprimida aquí dentro!!!, quieres protestar, quejarte, tienes otra maleta mucho más grande, otra maleta donde irías un poco más cómoda, pero ella dice que le ha gustado esta, Ricardo no entiende, Luisa le cuenta que el viaje lo harás como parte de nuestro equipaje.
También te muestra un juguete que yo te regale en una de nuestras sesiones.
Es una especie de bola ovalada que se encasta en el fondo de tu vagina, Luisa te ordena que te agaches y separes tus patas.
A cuatro patas, humillada notas sus manos entrándolo dentro de ti, sus dedos apretándolo a fondo en tu interior, Ricardo cada vez más excitado no quita la vista de tus pechos colgando, de tus nalgas, de la sensualidad de tu rostro con los restos de su placer resecos en tus mejillas.
Un nuevo empujón de la mano de Luisa coloca definitivamente el aparato.
Le enseña a Ricardo un pequeño mando con dos botones, uno verde, otro rojo, aprieta el verde y al instante gimes, sonríes, mientras te arqueas, un suave movimiento se mueve dentro de ti, haciéndote vibrar de deseo.
Sin darte tiempo a disfrutarlo, una descarga eléctrica te hace retorcerte de dolor en el suelo, Luisa acaba de pulsar el botón rojo, el de los castigos.
No puedes evitar mearte, son demasiadas horas, demasiadas emociones contrapuestas, un charco de orina moja tu culo, tus patas, tu lomo.
Una nueva descarga más potente que la anterior es el castigo a tu desliz, Luisa te dice que no dejará de castigarte hasta que hayas limpiado todo el suelo del despacho, nerviosa, desesperada, vas lamiendo, bebiendo el líquido que ensucia el suelo, Ricardo cada vez más excitado, mira como sorbes y relames cada gota, como luego terminas de limpiar este suelo, con tus pechos, con tus cabellos.
Finalmente, el castigo termina, y respirando agitadamente, agotada, jadeando, vuelves a ponerte de rodillas, mientras Luisa sigue contándole a Ricardo, que a partir de las doce horas de la primera inyección ya van a poder ordeñarte, cada vez tendrás mas leche y el único efecto secundario es que la medicación va a incentivar tu deseo, tus ansias de sexo, de vergas y manos que te toquen, tu instinto de hembra en celo va a aumentar exponencialmente con cada nueva dosis.
Enrique aún tiene muchas preguntas por hacer y Luisa se las responderá todas, pero no aquí, ya es hora de comer, así que mientras almuerzan van a seguir charlando de ti y reorganizando el viaje y el congreso.
Enrique abre la puerta del armario, y Luisa con una fusta que también se ha traído de tu casa, de da un par de azotes en tus nalgas mientras te ordena que vuelvas a tu establo.
Sollozando te estrujas en aquel pequeño rincón, cierran la puerta y otra vez doblada y encogida, oyes el click de la llave encerrándote.
Luego se van, otra vez el silencio, la oscuridad, el miedo, la humillación y una espera que se te hace eterna, mientras no muy lejos de aquí Luisa y Ricardo comiendo, charlando y riendo van decidiendo sobre ti…
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