El Congreso 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimbocat.
Te vas moviendo lentamente, en esta posición tan forzada te duelen todos los músculos, pero solo puedes esperar, de pronto empieza a vibrar dentro de ti este aparato que te ha instalado Luisa, separaras un poco las piernas, te gusta cómo se mueve, como tiembla dentro de ti, sin quererlo empiezas a jadear, a gruñir, en tu armario de madera sientes como el sudor empapa tu frente, tus pechos, todo tu cuerpo, tensas tus músculos doloridos mientas gimes de placer, sientes como se endurecen tus pezones, como se moja tu entrepierna, tus labios abiertos imaginan bocas que besar, vergas que engullir.
De pronto oyes el ruido de la puerta, sonríes pensando que son tus dueños, pero te callas al oír a alguien trasteando papeles, rebuscando, abriendo cajones.
Quizás es la secretaria de Ricardo, o quizás ….
Quien sea, sigue buscando, y tú con tu sexo empapado solo puedes morderte los labios para no dejarte vencer por este placer que a oleadas va haciéndose más y más intenso, no debes chillar, ni gemir, ni tan siquiera moverte, pero incluso el miedo a que te descubran, te excita todavía más.
De pronto trastean la puerta de tu armario, tragas saliva mientras esperas inmóvil… otro traqueteo más a la puerta, y finalmente quien sea desiste y se va.
Cerca de aquí, en un restaurante, Ricardo charla con su secretaria, ha rebuscado por todo el despacho el documento que le ha pedido, y no lo ha encontrado, aunque le dice que no ha podido buscar en el armario, porque estaba cerrado y la llave no estaba en su lugar.
Él la tranquiliza, mientras comparte una sonrisa cómplice con Luisa que sigue jugando con el mando de tu aparato.
Otra vez vibra el consolador insertado dentro de ti, no puedes evitar gruñir, jadear, clavar aún más tus patas y tus brazos en esta jaula improvisada, mientras medio te corres, mientras lloras por este placer minúsculo y parcial que tus dueños te han permitido tener, humillada por este goce que como hembra en celo no has podido evitar, a pesar del dolor y la tristeza de haberlo de disfrutar sola, agarrotada y dolorida.
Otra vez se abre la puerta del despacho, otra vez tus nervios a flor de piel, la llave abre el cerrojo, y por fin puedes respirar un poco de aire limpio, cogiéndote por los cabellos Luisa te saca del armario, Ricardo sentado en su sillón, os mira, tú te entregiras hasta ponerte de rodillas, mientras jadeas, tus tetas cada vez están más doloridas, no tardaran en sacar leche.
Tu jefe se acerca a ti, agarra tus ubres, las nota duras, grandes, tú te muerdes los labios, la sensibilidad de tus pechos, de tus pezones ha crecido hasta extremos que ni podías imaginar, él tira de tus pezones, le encanta como gimes, como te contorneas al compás de sus manos.
Luisa mientras, le dice que la vaca marrana ha ensuciado “su establo”.
El te deja y lo mira, no le gusta, entre el sudor, tu babear y quizás algo de tus jugos de hembra en celo, has dejado inservible el armario, una bofetada te hace caer, mereces un castigo, pone su pie en tu lomo y te aplasta contra el suelo, tus tetas parecen reventar con la presión de su bota en tu espalda.
Luisa espera con el mando en la mano, desearía castigarte en los mas intimo de tu sexo, pero es Ricardo quien manda, y ahora aún más, tras que ella le contase vuestras aventuras del fin de semana, su sumisión y la tuya, y el porqué de tu interés en ir sea como sea al Congreso.
Pero antes de salir del despacho, hay un trámite que cumplir, algo que solo tú puedes decidir, Ricardo te comenta que ha hablado con responsables del Congreso, y solo aceptarán tu presencia si das tu consentimiento.
Pone sobre la mesa un documento de varias páginas, quiere que lo leas detenidamente, que pienses y decidas libremente, si no lo ves claro, no pasa nada, ellos van al congreso, y tu como habías hablado quedas de jefa provisional y responsable de la empresa.
Si aceptas las condiciones del documento, te esperan unos días de mugidos de dolor, humillación, placer y entrega total.
Cogiendo a Luisa del brazo, salen del despacho, tú te sientas en su sillón, y empiezas a leer, primero tus dados, Yo Nuria…… con DNI….
, domicilio en ….
, pasas rápido esta parte, es tan solo información rutinaria, luego empiezas a leer más despacio ….
acepto ser ordeñada en público o en privado, según la voluntad del jefe de campaña publicitaria…, sigues leyendo cada vez más caliente, más excitada, las frases te asustan y te atraen ….
acepto participar en cualquier acto público o privado, según la voluntad del jefe de…, mientras vas leyendo, tu mano empieza a acariciarte, te gusta este placer suave que tus dedos saben rebuscar de manera perfecta, y el texto continua … acepto que se utilice cualquier fotografía o grabación que se haya hecho….
No puedes seguir, cierras los ojos, levantas la cabeza, jadeas, sabes que desde fuera del despacho, Ricardo y Luisa te están oyendo, pero te da igual, a estas horas no hay nadie más que ellos dos, vuelves a bajar la mirada, en la parte final del texto una frase te asusta un poco, …acepto cualquier tratamiento, cambio de imagen o marca física, que el director de campaña considere oportuno realizar en mi cuerpo.
Luego nuevamente papeleo legal, tu nombre, tu aceptación.
No lo dudas ni un instante, firmas las tres copias que te han dejado, las pones en un sobre de plástico y a 4 patas lo coges suavemente con tus dientes, y sumisa sales del despacho hacia donde ya te esperan tus dueños.
Levantas tu hocico y se lo entregas a Ricardo, que acaricia tu lomo, mientras coge tu autorización, Luisa por su parte te rocía con un spray por todo tu cuerpo, no te atreves a preguntar que es, solo notas que escuece un poco, especialmente cuando se pega al sudor de tu piel y cuando empapa tus partes más íntimas.
Luego va a buscar tu maleta al despacho, y tirando de tus cabellos te lleva hasta ella, con las patas intentas no entrar, pero un fuerte correazo en tu culo, te hace desistir, y aceptar sumisa que aquel será tu lugar, doblas tus patas, tus brazos, te encoges hasta notar tus ubres pegadas a tus rodillas, tu culo sobresale, Luisa intenta cerrar la maleta, pero hay casi diez centímetros, entre los dos lados de la cremallera.
Ha de saltar sobre ella para que te aprietes aún más en su interior.
Oyes el clic cerrándote, el aire caliente de tu respiración llena el poco espacio que queda, temes morir ahogada, sin aire, asfixiada, pero cuando ya te falta el oxígeno Luisa abre una pequeña cremallera que te permite aplastar tus labios para buscar de manera agónica este aire.
Ricardo tira de la maleta, notas las ruedas moverse, los tres escalones del edifico, resuenan en cada poro de tu piel, tres golpes secos que sufres entre gruñidos y lágrimas.
Luego vas por la calle, no ves nada, solo oyes la gente, el ruido, en unos instantes llegáis al coche, te pone en el maletero, se cierra el portón, y el movimiento del vehículo te recuerda la aventura del fin de semana, pero aquí solo está el sonido de tu respiración agitada, el sudor de tu piel, y el dolor cada vez más intenso de unos pechos engordados a golpe de inyección.
Tras poco más de diez minutos, el coche se para, no tardan en abrir el portón, y en coger la maleta, que arrastran por un jardín, notas el vibrar de las piedras, el traqueteo del suelo, el olor a hierba húmeda, mientras sigues con tu boca pegada a esta pequeña rendija que ha abierto Luisa.
Finalmente, todo queda quieto, oyes ahora si la cremallera correr de lado a lado de la maleta y finalmente abrirse, respiras hondo mientras miras a Ricardo, aunque al momento un perro salta dentro de la maleta, notas sus pezuñas clavarse en tu piel, mientras su lengua recorre tu cara, embadurnando de babas tu boca, tus mejillas.
Ricardo ríe divertido, mientras su perro saluda a su nueva “amiguita”.
Tirando de tu oreja, Luisa te saca de la maleta, caes sobre la hierba, Bobby salta sobre tu espalda, intentas proteger tus pechos, tu cara, mientras él, mete su hocico entre tus manos, rasca con sus patas tu culo
Sin importarles tu miedo a que el perro te muerda, a que te arañe con sus patas, te cuentan que han estado decidiendo como enfocar el tema del congreso, iras en la maleta en la que te han traído, quieres protestar, quieres quejarte, pero apenas si puedes hacer algo más que apartar el perro, que no deja de mordisquearte, de lamerte, de pisarte con sus patas.
También te dicen que hasta el momento de la marcha, te vas a quedar aquí, en el establo, y si te portas bien, dejaran que te monte el perro.
Un pinchazo brutal en tu sexo te hace retorcerte de dolor, Luisa acaba de soltarte una descarga, le enfada que estés tan distraída con el perro.
Entre lagrimas, dejas de protegerte, y con asco notas la lengua del animal rebuscar en tu cara, en tus pechos, lamiendo tu sexo y tu culo, Ricardo sin hacer caso, sigue contándote, que una vez en Vigo, te van a llevar a la sala del congreso con el resto del material, allí ya tendrás preparada una jaula en forma de caja de tetrabrick de donde colgaran tus pechos.
Sonrojada no puedes evitar excitarte más y más con sus palabras, te cuenta que la gente te ordeñara, pero evidentemente no se puede beber sin hervir la leche de una vaca como tú, así que una vez ordeñada, les entregaran como regalo un exquisito vaso de leche ”free milk”.
Habrá otras sorpresas, pero estas ya las iras descubriendo poco a poco.
Luisa te enseña una bolsa, la miras inquieta, saca una esquiladora eléctrica, te dice que una vaca no lleva cabellera, así que te van a pelar al cero, con tu cabellera van a hacerte una bonita cola, que encastaran en tu culo, protestas, gritas, te quejas, pero otra descarga te hace chillar de dolor, mientras con los ojos llenos de lágrimas comprendes que nadie te pregunta nada, tan solo te informan.
También te dicen que dudaban en llamarte “meona” o “golosa” , pero tras charlar un rato han decidido que es mucho más comercial que la vaca lechona que la gente ordeñe se llame “golosa”.
Con la cabeza baja, sientes el hocico frio de Bobby zarandeando en tu culo, le encanta tu olor, lame los restos que aún tienes pegados en tu cuerpo, y tu sumisa y dócil dejas que te lengüetee, que juego contigo, mientras comprendes que aquel spray era algo para excitarlo aún más, para que su instinto le lleve a querer montar a una hembra como tu.
De pronto Ricardo te da una orden que no quieres cumplir, – Ven “golosa” que te vamos a esquilar.
Luisa te enseña el mando con el dedo a punto de apretar el botón de castigo, y tú entre sollozos, con tu cara empapada en lagrimas y babas del perro, te acercas a ellos, Luisa pone tu cabeza entre sus piernas, notas sus rodillas presionar tus mejillas y tras cortar tu cabellera, empieza a pasar la maquina, por tu cabeza, te escuece cada vez que arranca los pocos pelos que te quedan, ella ríe divertida, mientras Ricardo te hace algunas fotos, para el book de la campaña
Luisa está ahora pelando tu nuca, sube hasta arriba, pasa por toda tu cabeza, hasta llegar a tu frente, allí gira y vuelve hacia atrás, aprietas los puños mientras ella sigue rasurando tu calva centímetro a centímetro.
Ricardo pellizca tus ubres, mientras te dice que no te muevas si no quieres que sin querer te corten, Bobby entre tus patas no deja de husmearte, de olfatearte.
Ricardo aparta a Luisa, quiere ser el quien termine con tu afeitado, y que mejor que una de sus maquinillas de afeitar.
Te levanta la cara, le miras con los ojos enrojecidos de llorar, con tus mejillas empapadas, y con una media sonrisa forzada.
Él te besa los labios, le gusta el sabor de tu boca, cierras los ojos mientras él separa sus labios de los tuyos, en pocos instantes notas la maquinilla pasando por tu cabeza, va girándola, con destreza, con cuidado, por cada rincón de tu calva.
Y el chucho que no deja de lamerte, de olerte con su hocico incrustado en tu entrepierna.
Luisa algo molesta ante tantas atenciones de Ricardo para contigo, le pregunta si prefiere ordeñarte ahora, o después de cenar.
El sin prisa termina de rasurarte, y luego toquetea tus pechos, duros y repletos, las inyecciones han hecho su efecto, gimes un poco mientras sientes sus dedos en tus pezones, le miras sin decir nada, solo ofreciéndole la desnudez de tu cabeza, la sumisión de tus pechos entre sus dedos.
Finalmente decide ordeñarte ahora, tú asientes con la cabeza, agarra una de tus ubres, sus manos se mueven arriba y abajo, hasta que un chorro brota de tus pezones, Luisa te hace algunas fotos, tanto de ti, como del cubo donde va cayendo la leche.
Al principio te duele, pero poco a poco te relajas, la presión desaparece, sus manos siguen tirando de tus pechos, siguen vaciando tus tetas, te excita el sonido de la leche golpeando el cubo de metal, que hay bajo tus tetas, incluso tras un par de gritos de su dueño, Bobby se ha apartado de ti.
Ni Ricardo, ni tú tenéis ninguna prisa por terminar, te encanta como te magrea, como trastea tus pechos, tus pezones, como se agacha para besar tu calva, como vuelve una y otra vez a ordeñarte, a exprimir de manera suave tus pechos, totalmente relajados tras ser vaciados, luego simplemente te acaricia, notas sus dedos en tus pezones, sus manos en tus tetas, mojándose en tu sudor, recorriéndote lentamente.
Tras unas ultimas caricias, y cuando ya hacia un buen rato que no salía nada de tus pechos, se separa de ti, le miras y le das las gracias.
El te levanta, le gusta mirarte, desnuda, entregada, sumisa, con tu mirada de ojos oscuros, tus labios gruesos, esta nariz recta con alguna que otra pequeña peca que aún te embellece más.
Y a ti te encanta ver su verga levantada, dejar que tu mano se acerque a ella, acariciarla, sentirla entre tus dedos, mientras los suyos recorren tus mejillas, tu cara.
Luisa le dice que si quiere que la vaca siga dando leche, ahora tocan dos inyecciones mas.
Tu asientes con la cabeza y de rodillas miras como va preparando la jeringa, Ricardo coge uno de tus pechos, notas su mano debajo de él, mientras, con la otra mano, clava con fuerza la jeringa, te muerdes los labios, mientras va entrando el liquido, otra vez arde dentro de ti, pero no dejas de mirarlo, orgullosa y sensual, mientras le ofreces dócil tus pechos, tu piel.
Luego, como la primera vez, es Luisa quien te inyecta en el otro pecho, también ante ella te muestres orgullosa, aunque te hace rabiar mucho más que Ricardo, le encanta llevarte al límite, mover esta aguja, solo por el placer de ver tu cara tensa ante un dolor cada vez más intenso.
Finalmente saca la jeringa, y respiras hondo, mientras dejas caer la cabeza hacia abajo, esperando lo que tengan preparado para ti esta noche, Ricardo acaricia tu calva y junto con Luisa se va hacia el interior de la casa, tú de rodillas, oyes como corre el perro hacia ti, y con lágrimas en los ojos, te pones a cuatro patas, levantas tu culo, todo lo puedes y ofreces tu sexo a la verga del animal, que no tarda en clavarla hasta el fondo de ti, sus pezuñas te arañan mientras se aferra a tu cuerpo, notas su boca, su lengua junto a tu cabeza, llenando de babas con su jadear tu calva, tu cuello y tu cara.
No tardas en caer, él sigue penetrándote, gozando de ti, y tu dócil y obediente te entregas a su deseo mientras esperas y deseas que se vuelva a abrir la puerta, que Ricardo y Luisa te vengan a buscar, que te permitan ser algo más que la zorra que se tira su perro.
Pasa un buen rato, Bobby descansa junto a ti, con su verga encastada en tu vagina, notas su lefa bajar por tus patas mientras él no deja de lengüetear tu cara, poco a poco te has ido acostumbrado a la rasposidad de su lengua, al tacto de su piel peluda y caliente, incluso a los arañazos de sus pezuñas.
Poco a poco vas aceptando lo que eres, un animal en celo, en el que otro animal calma su instinto.
Ya de noche, sale Ricardo con una palangana de hierro, Bobby corre hacia él, mientras tu lentamente vas incorporándote, la pone en el suelo, el perro empieza a comer, y tu miras aquellos restos, comprendes que es tu cena, tuya y de Bobby, pero hasta que él no termine no podrás empezar tú.
Mientras esperas, notas la mano de Ricardo en tu lomo, en tu culo, tu acaricias sus piernas con tus mejillas, con tu calva, mientras lloras y muges suavemente.
Sigues acariciándole con tu calva, subes lentamente, te gusta como su verga gruesa y dura se restriega en tu cara, levantas la mirada, tu suciedad y tu sumisión le excitan, sonríes golosa y marrana, mientras lames la punta de su verga, tu lengua acaricia su placer, su deseo, él te mira, te contorneas sensual y coqueta, mientras engulles hasta el fondo su verga, te encanta sentirla en tu boca, notarla golpeando tu paladar, engordarla con tus labios y belleza sumisa.
Luisa sale de la casa, viene desnuda y azotada, te mira con rabia, con envidia.
Tú, orgullosa y altiva, sigues lamiendo la verga, sigues tragándola entera, mientras mueves tus nalgas, tu lomo, mientras jadeas y haces bailar tus pechos.
Los restos de la corrida de Bobby, tus ubres, tus pezones brutalmente alargados, todo te hace aún más deseable, Sientes las manos de Ricardo en tu nuca, clavando su verga aún más dentro de ti.
Luisa se arrodilla junto a ti, empieza a besarte, a lamerte, notas su lengua recorrer tu culo, tus muslos, Ricardo saca su verga de tus labios y la ensarta en el culo de Luisa, que gruñe mientras nota las manos de su jefe aferrándose a sus nalgas, tú levantas la cara, sonríes, con la boca abierta y la lengua fuera esperas, mientras Ricardo no deja de mirarte.
No tarda en sacar la verga de Luisa y meterla entre tus labios, paladeas el sabor del culo de tu amiga, mientras los vaivenes cada vez más intensos de Ricardo, os hace comprender que su placer está llegando, al final la saca de tu boca, un chorro intenso moja tu cara, tus mejillas, tu nariz, tu frente, embadurna tu calva, Luisa se gira y empieza a lamerte, a sorber este esperma que baña tu rostro, tú te relames los labios mientras miras a Ricardo, te encanta ver su cara de satisfacción mientras sigue vertiendo sobre tu piel su placer, Luisa te besa, su lengua se moja en tu boca, relame este placer blanco y espeso que llena tus labios, y a ti te excita el tacto de su lengua en tu cabeza pelada, y tras un buen rato gozando los tres, finalmente Ricardo relajado y satisfecho, coge de los cabellos a Luisa y vuelve hacia la casa.
Tú te dejas caer, miras hacia el plato, Bobby hace rato que ya ha terminado de comer, duerme en un rincón, respiras hondo, y a 4 patas vas hacia la perola, hundes tu hocico en ella, notas un caldo viscoso y frio pegándose a tu cara, y comienzas a mordisquear los trozos que flotan en el plato y que no ha querido comer el perro…
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