El farmacéutico
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por capata.
Me llamo Oscar, tengo 29 años, soy bajito, llego al metro setenta a duras penas, peso ochenta y tres kilos, barriga cervecera y poco pelo en la cabeza, no soy en absoluto atractivo para las mujeres, todo lo contrario, he sido rechazado constantemente por ellas aunque son mi debilidad.
Reconozco que he tenido suerte en la vida, fui el hijo único mimado de una familia acaudalada. Mi padre pegó varios pelotazos inmobiliarios a finales de los setenta y principios de los ochenta, hizo una gran fortuna. Nunca me faltó de nada, estudios en buenos colegios y en la Universidad de Santiago de Compostela, caprichos, dinero en el bolsillo. Apenas tuve amigas y menos novias, mis necesidades las satisfacía con prostitutas.
Estudié la carrera de farmacia, no por vocación, sino porque estadísticamente, la proporción de mujeres sobre hombres, era abrumadoramente a favor de las primeras. Me gradué y también obtuve la diplomatura de óptica. Mis padres, pensando en mi futuro, decidieron comprarme una botica. Tras duras negociaciones con la Sra. Del Olmo, vieja arpía, compramos su farmacia.
Ese viernes firmamos toda la documentación en la notaría. Adquirí el negocio, el local, sus existencias y tuve que hacerme cargo del contrato de trabajo de la auxiliar de la Sra. Del Olmo. Con veinticuatro años era propietario de mi negocio.
Sra. Del Olmo: entonces mañana sábado a primera hora pasamos por la farmacia y te presento a Rebeca, mi auxiliar.
Yo: mañana nos vemos.
Al día siguiente la arpía y yo llegamos a la oficina, me entregó los juegos de llaves del local y entramos. La Sra. Del Olmo me dio una serie de consejos y me habló de su clientela habitual. La puerta se abrió y entró una preciosidad de mujer, no llegaba a los treinta, (veintiocho), delgada, morena, con coleta creo que se dice de caballo, una camiseta azúl que resaltaba unos pechos muy firmes una talla 95 calculé, leggins muy ajustados, sandalias abiertas que mostraban las uñas de sus pies pintadas de rojo muy intenso. Mi polla dio un respingo cuando se giró a recoger las llaves y mostró unas bien formadas nalgas notándose un tanga de hilo dental. Tuve una erección que apenas pude disimular.
– Sr. Arb …, saludó esa preciosidad.
– Llámame Oscar, tu debes ser Rebeca, mi nueva auxiliar, dije mirando de forma descarada las formas de esa mujer.
– Si, soy Rebeca será un placer trabajar para Ud.
La vieja arpía se fue. Recuerdo aquel Sábado perfectamente. Rebeca me enseñó los entresijos de la farmacia, la disposición de los medicamentos, etc., no la hice ningún caso, mis ojos se clavaban repetidamente en esa hembra. Las semanas pasaban y comencé a obsesionarme con Rebeca. Ella trabajaba de una forma sensacional, dispensaba y trataba a los clientes con una delicadeza exquisita, recogía los pedidos, en la práctica era Rebeca quien llevaba la farmacia.
Por mi parte, me pasaba muchos ratos mirando el escultural cuerpo de esa espléndida mujer, su cara angelical, sus tetas y sus nalgas y en mis fantasías masturbatorias era Rebeca a quien me follaba. Sugerí a Rebeca que se quitase su bata y atendiese a la clientela en ropa de calle con la finalidad de contemplar, sin ningún impedimento, el cuerpo de esa mujer.
También con el tiempo adquirí otro tipo de confianzas con mi empleada, aprovechando la estrechez del local trataba de puntear el culo de Rebeca a la mínima ocasión, al sentirla detrás mió trataba de que sus pechos rozasen mi espalda. Cuando Rebeca se agachaba a recoger cualquier medicamento allí estaba yo, mirando si por un descuido su falda, leggin o sus vaqueros se escurrían y podía ver impunemente su tanga y parte de sus nalgas.
Rebeca era muy discreta con su vida privada, un día al salir de la farmacia la ví hablando con un chico. Era delgado, alto y atractivo, Rebeca cogió su mano y al verme se acercaron.
– Oscar quiero presentarte a mi novio Alfredo dijo.
-Encantado de conocerte Alfredo contesté con frialdad.
– El gusto es mío contestó el chico.
Les invité a un café y hablamos de cosas triviales, llevaban tres meses saliendo, me hice el simpático y jefe enrollado pero en mi interior crecía la rabia y el odio hacia ese gilipollas. Cuando se despidieron murmullé entre dientes para mí: maldito hijo de puta que suerte tienes de poder estar con esa zorra, seguro que ya te las follado cabrón de mierda.
Coincidí con la parejita en varias ocasiones en los pubs y discotecas de la ciudad, nos saludábamos, tomábamos una copa y ellos bailaban. Alfredo se ponía especialmente cariñoso e intentaba meter mano a su espléndida novia pero Rebeca no se dejaba hacer al menos estando yo presente. Esto me calentaba sobremanera y acababa yéndome de putas para satisfacer mis bajos instintos imaginando que era yo quien me follaba a mi empleada.
Lo inevitable ocurrió, Rebeca me anunció su boda con Alfredo y como no pudo ser de otra forma me invitó a la celebración. La novia estaba radiante con un vestido con escote palabra de honor, me pasé toda la ceremonia intentando ocultar mi excitación y odio hacia los recién casados. La celebración se alargó hasta altas horas de la noche, Rebeca, en un gesto de consideración con su jefe, me sacó a bailar.
Estaba excitadísimo al tener entre mis brazos a la recién casada, hablamos de cosas triviales, la boda el viaje de novios …, y en un momento apreté mi verga totalmente dura contra su vientre. Rebeca hizo un gesto de alejarse pero con brusquedad, y envalentonado por el alcohol, bajé mi mano de su cintura para sobar con dureza las nalgas de la novia. Rebeca, visiblemente molesta sin decir nada por no montar un escándalo, se libró de mi abrazo yéndose a atender a sus padres.
Fuí al baño y me hice la paja más impresionante y excitante de toda mi vida, con la misma mano que magreó el culo de la novia me la meneé, tengo que follarte Rebeca me decía para mí, suplicarás que te folle como una verdadera perra y te daré a ti y al hijo puta de tu esposo lo que os merecéis, me corrí y grandes trallazos de lefa mancharon el inodoro y el suelo del cuarto de baño.
Rebeca por fin volvió de su luna de miel, nunca sacó el tema de lo ocurrido el día de su boda, pero yo continué refregando a la mínima ocasión mi polla contra las nalgas de esa zorra. Mi estado de excitación era continuo y el saber que esa hembra estaba casada con el maricón de Alfredo no hacía más que incrementar mi morbo y ganas de follarme a mi trabajadora.
Lo inevitable volvió a ocurrir, a los dos años Rebeca quedó embarazada y tuvo un hijo precioso. Recuerdo el día que fui al hospital a visitarla, no estaba el hijo puta de su marido, la regalé un sacaleches y al inclinarme para darla dos besos su camisón se escurrió y pude ver sus pechos. Las tetas eran enormes llenas de leche para su hijito, las areolas de un marrón oscuro y sus pezones, tiesos y puntiagudos, de color casi negro.
Rebeca se percató de su descuido, sonrojándose se cubrió sus tetazas, aunque estoy seguro que apreció mi enorme erección por debajo del pantalón. Cuando llegué a casa me masturbé como un cerdo pensando en las tetas de mi empleada, te voy a follar perra y esas tetas van a ser mías grité como un desesperado mientras me corría como un mono.
Rebeca se incorporó a su puesto de trabajo, su figura no delataba que había sido madre, aquella chica que empezó a trabajar para mí siendo una mujer espléndida se había convertido a sus 34 años en una fiel y abnegada esposa, pero también en una hembra a la que me follaría sin piedad, en resumidas cuentas en una milf.
Las prostitutas no satisfacían mi morboso deseo sexual de follarme a mi empleada y empecé a husmear en páginas de relatos eróticos. Al principio, leía sobre todo los de infidelidad y dominación, luego pasé a los no consentido, trios y sexo con maduros/as, Rebeca era siempre mi fantasía recurrente en mis frecuentes masturbaciones. Una noche entré en la web y empecé a leer relatos sobre control mental.
Me excitó uno sobremanera, “blanca y radiante”, a grandes rasgos un novio despechado consigue follarse a su ex el día de su boda, con la ayuda de la hermana de la novia, la cual, hipnotiza a la desposada. Tras leer muchos relatos de esta categoría llegué a una conclusión, nunca podría follarme a Rebeca al menos por medios convencionales. Ella era una abnegada y fiel esposa, madre y trabajadora. El chantaje del despido nunca triunfaría en mis ansias por follármela, el hijo puta de su marido tenía un buen cargo en una multinacional y Rebeca trabajaba, estoy seguro, por sentirse independiente y no estar todo el día en su casa.
Me aficioné a la hipnosis, leí libros y entré en webs del tema. Una noche en la farmacia una página me llamó la atención. Un individuo aseguraba que podía hipnotizar a cualquier persona mediante un programa informático. Un fraude sospeché.
Le remití un correo electrónico y a los cinco minutos me contestó. Esta persona me ofrecía descargar por 100 euros un archivo con el programa. Al parecer este programa podía sobreinstalarse sobre cualquier programa, de tal forma que, quien estuviese delante del ordenador, leyendo o trabajando, sin percatarse recibiría una descarga de imágenes, (fotogramas lo denominó), en microsegundos que se incrustarían en su cerebro.
No me creí nada, otra estafa pensé, pero tuve una idea morbosa. Le ofrecí 50 euros por el programa y aceptó. Me envió el dichoso archivo, le pasé el antivirus sin dar señal de alarma en ningún instante y le pagué con una cuenta en la que apenas tengo dinero, ex profeso para comprar cualquier cosa por internet.
Abrí el programa, las instrucciones eran sencillas, lo descargué en unos de mis programas de óptica que uso para pasar consulta a mis clientes. Una serie de sucesivas imágenes con contenido sexual explícito pasaron ante mis ojos. Hombres y mujeres follando, gays, lesbianas …., finalizando la instalación el programa me requirió que introdujese una palabra clave, al pronunciar esta palabra la persona que hubiese visto las imágenes quedaría en un estado hipnótico, introduje la palabra clave CAPATA, el programa exigió otra palabra en clave que al pronunciarla provocaría que la persona saliese de su estado de sumisión. Introduje CAPATA CAPATA. El programa se había instalado correctamente.
Me fui a casa pleno de excitación. ¿Funcionaría realmente?, no era muy optimista pero ¿porqué no?. Tenía que buscar una persona que lo probase por primera vez, Rebeca evidentemente no. Pensé tumbado en mi cama y encontré al candidato perfecto.
-Me levanté temprano y fui a la botica. Abrí y estaba allí.
-Sr. Oscar, que temprano para ser sábado.
-¿Que tal Alicia?
-Aquí trabajando.
Alicia era la señora de la limpieza, tendría unos sesenta años, regordeta pero siempre de buen humor. Alicia, ¿le gustaría que le examinase la vista?, pregunté. Me han instalado un programa y quería probarlo. Alicia aceptó y pasamos al departamento de óptica. La señora de la limpieza se sentó en el sillón e instalé los sensores en los cristales de la gafa de pruebas. Ahora verá una serie de imágenes, montes, animales y finalmente los números y letras. Accioné el programa, al parecer funcionaba, la mediometría era perfecta, Alicia por su edad tenía una presbicia importante. La medición finalizó.
-¿Qué tal preguntó Alicia?
-CAPATA contesté. La señora de la limpieza cayó en una especie de trance.
-¿Alicia me oyes?. Si, contestó.
-Levántate y anda a la pata coja, ordené.
Ante mi sorpresa Alicia se incorporó andando a la pata coja. No daba crédito, ladra y ladró, maúlla y maulló, la ordené quitarse su pulsera y dejarla encima de la mesa.
CAPATA CAPATA, Alicia se sobresaltó, ¿me decía algo?
– Si Alicia, esa presbicia hay que vigilarla sino quiere que degenere en cataratas, por cierto recoja su pulsera.
-¿Mi pulsera? contestó. Si está encima de la mesa, se la quitó porqué la molestaba.
– No recuerdo habérmela quitado dijo Alicia y muy contenta dándome las gracias continuó con su tarea.
No salía de mi asombro, el programa funcionaba y sabía cual iba a ser mi siguiente víctima. El día transcurrió con normalidad, Rebeca muy competente como siempre iba y venía con sus recetas. Al tiempo de cerrar me dirigí a mi empleada y le dije: Rebeca, siento hacerte una faena pero necesito que mañana por la mañana vengas a la farmacia, tenemos el inventario descuadrado y hay que solucionar el problema.
– Pero mañana es domingo contestó mi empleada.
– Lo sé pero te compensaré en tu nómina. Quedamos pronto, sobre las ocho y media, para la una ya habremos acabado y podrás disfrutar del resto del día con tu familia.
Rebeca estaba entre la espada y la pared, no tuvo otro remedio que acatar mi orden.
Al día siguiente puntual llegó mi empleada. Llevaba un vestido vaquero corto por encima de las rodillas, sin mangas, con cremallera en la parte delantera y unas sandalias a juego. Nos saludamos y comenzamos el trabajo. Pasado un rato sugerí a Rebeca un descanso y aprovechando la ocasión le ofrecí la posibilidad de revisar su vista con el nuevo programa informático, aceptó y pasamos al departamento de óptica.
Mi empleada se sentó en el sillón, le instalé los sensores y accioné el programa. Mi excitación era tremenda y mi verga pugnaba por salirse del pantalón. Finalizó la sesión y Rebeca preguntó entre risas ¿que tal mis ojitos?. Contesté: CAPATA.
Cayó en trance, ¿Rebeca?, pregunté. Si amo, contestó. Estuve a puntó de eyacular al escuchar esa expresión de sus labios. Soy Oscar tu jefe continué y estás aquí para complacerme, ¿te ha quedado claro?, sí amo contestó
A todo correr instalé mi cámara de vídeo accionando al play.
– Dime tu nombre, edad y estado civil.
– Rebeca: Rebeca xxxx, 34 años, casada con un hijo.
– Dame tu cuenta de correo electrónico y su clave, si sabes las de tu esposo también, y su número de móvil. Rebeca cumplió mi orden.
Mi excitación crecía por instantes, la zorra que desde hacía años deseaba estaba a mi entera disposición, sin que nadie pudiese molestarnos, y me iba a aprovechar de ello. Saqué mi verga y abriendo un cajón me puse un preservativo ya que quería meneármela a gusto sin manchar nada, la cosa se ponía interesante.
Bien Rebeca continuemos: ¿de que color llevas la ropa interior?. Sujetador azul y tanga del mismo color a juego respondió
-¿Llevas el coño depilado? Si, pero dejando una tira de vello púbico.
-¿Que piensas de mi como jefe? Que eres un hijo de puta explotador, un degenerado que mira a las clientas como si quisiera desnudarlas y que a la mínima ocasión se aprovecha para rozarme el culo y la tetas. Mi esposo dice que eres un putero pajillero. No pude contener mis carcajadas.
-Hablando del hijo puta de tu marido, ¿antes de conocer a Alfredo tuviste novio? Su respuesta fue afirmativa. ¿mantuvisteis relaciones sexuales?, no, lo intentó en varias ocasiones pero siempre quise llegar virgen al matrimonio. Lo más que hicimos fue meternos mano en su coche y masturbarnos.
– ¿Mantienes algún contacto con tu ex?, si contestó, ¿Dame su número de teléfono y cuenta de correo si la sabes? Me las facilitó al instante.
Esto se pone muy interesante comenté para mis adentros.
-Entonces, ¿no follaste con Alfredo hasta el santo matrimonio?. Así es replicó.
– ¿Le has dado el culo a tu querido esposo?. No, contestó horrorizada, me lo ha pedido en varias ocasiones pero nunca he aceptado.
-¿Te sientes satisfecha con tu vida sexual?. No, el trabajo, el estrés y el niño hacen que no tengamos sexo con continuidad. Mantenemos relaciones sexuales aproximadamente una vez cada dos semanas y siempre en fin de semana.
-¿Es grande la polla de tu marido?. No, apenas llega a los 11 centímetros en plena erección. Apenas pude contener mi risa.
– ¿Te masturbas? Si, ¿con que frecuencia?, tres o cuatro veces a la semana, contestó.
El prototipo de mujer felizmente casada e insatisfecha a la que su marido no presta la debida atención, pensé para mis adentros.
– ¿Has sido infiel alguna vez a tu maridito?. No pero …..
Pero que, continúa zorra. Hace dos años salimos de cena las madres de clase, charlamos, bebimos y fuimos a varias discotecas. Sobre las 2 de la mañana acompañe a dos madres a coger el autobús. Mi idea era volver en taxi y cuando me dirigía a la parada, ví un pub de música salsa y entré sola, pedí una copa y al poco se presentó un chico sudamericano llamado César, el chaval no tendría más de veinte años pero era muy atractivo.
Me sacó a bailar y al poco sentí su verga muy dura pegada contra mi vientre. Me excité muchísimo. Poco a poco me fue apartando hacia el lugar más oscuro del pub, en un giro del baile quedé a espaldas suya y me punteó con su polla el culo, mojé mi tanga al instante. Una de sus manos pasó por debajo de mis axilas y empezó a acariciarme las tetas, su otra mano se deslizó por debajo de mi falda, me agarró los cachetes de mis nalgas y comenzó a sobarme y magrearme a su entero antojo.
No me lo podía creer, la modosita Rebeca dejándose meter mano por un desconocido.
Continúa puta. La mano que sobaba mis tetas se deslizó hasta mi vientre y se introdujo por debajo de mi minifalda. Se posó sobre mi tanga humedecida y dos dedos se introdujeron en mi coño, estaba muy excitada. El chico me susurró al oído que fuésemos a un lugar más tranquilo, en ese instante me dí cuenta de lo que estaba ocurriendo, empujé al chaval y me fui corriendo, cogí un taxi y llegué a casa.
Me sentía en la gloria masturbándome lenta y pausadamente mientras mi empleada me desvelaba sus secretos personales y matrimoniales más íntimos.
– ¿Se lo contaste a tu maridito zorra?, si contestó, con Alfredo no tengo secretos. Me quedé perplejo, y ¿que dijo el hijo puta?
– Cuando se lo empecé a contar mi esposo se empalmó, le cogí su pollita y le masturbé, cuando estaba a punto de montarme sobre él se corrió, ni siquiera llegó a penetrarme. Desde entonces esta es una de sus fantasías cuando follamos.
-¿Fantasía?, explícame eso zorra. La fantasía de mi esposo es la de verme follar con otros hombres, moros, sudamericanos, el hijo de un vecino. Alfredo desea que folle con otros hombres y el masturbarse mientras lo ve todo.
– Y tú ¿que le dices?, que es un juego de pareja, aunque insiste mucho con el tema.
Incrementé el ritmo de mi paja, el hijo puta de su marido, el cabrón de Alfredo no era más que un aspirante a cornudo pichafloja y su querida esposa una hembra insatisfecha.
-¿Rebeca tienes calor? Si, contestó. Desnúdate zorra, ordené.
Rebeca acatando mi orden se levantó y lentamente, ante mí, se bajó la cremallera delantera de su vestido vaquero. La visión fue espectacular, una hembra madurita, una mujer casada abnegada madre de familia, una milf delante mío tapada con su sujetador y una diminuta tanga.
Acércate puta ordené. Rebeca se acercó y por fín pude poner mi mano sobre su cuerpo. Acaricié sus muslos, sus tetas por debajo de su sujetador, magreé y sobé su culo tapado solamente por el hilo dental de su fino tanga. Suéltate el sujetador la ordené. Rebeca, sumisamente, desabotonó su sostén y me lo entregó, mis manos agarraron sus tetas pellizcando sus pezones. Las apreté, sobé y masajeé mientras me la machacaba con mi mano libre.
En ese mismo instante me percaté de la enorme mancha de flujo que manchaba el tanga azul de mi empleada y dándola un par de nalgadas le ordené quitárselo. Rebeca me entregó sumisamente su tanga, llevándome su prenda íntima a la cara la olí y chupé con glotonería toda su esencia. Al fin tenía a Rebeca completamente desnuda ante mí, en ese instante me corrí como un cerdo mi leche caliente quedó atrapada en el preservativo.
Quedé exhausto después de la mejor paja de mi vida, miré la hora, todavía es pronto. Dame tu móvil puta, le ordené a Rebeca. Estudié con detenimiento sus contactos, las fotografías almacenadas y sus whatsapp, me llamó la atención algunos grupos.
-¿Quiénes son estas cuatro zorras que aparecen contigo en esta foto? pregunté a mi empleada. Son madres del colegio donde estudia mi hijo contestó, lo cierto es que eran unas maduritas muy atractivas, anoté sus números de teléfono.
-¿Y está putita tan rica?, es mi hermana pequeña Raquel tiene veintiséis años.
-Quiero que convenzas a estas rameras para que vengan a la farmacia a hacerse una revisión oftalmológica ordené a Rebeca. Sí, como desees contestó.
La posibilidad de dominar a la hermana de Rebeca y a cuatro casadas, amantísimas esposas y abnegadas madres de familia, de someterlas y follarlas a mi antojo, incluso la posibilidad de volver a preñarlas hizo que mi verga se endurecerse. Saqué la caja de las pastillitas azules y me tomé la mitad de una. Sabía que sus efectos serían casi inmediatos. Retomé el interrogatorio.
-¿Practicas nudismo o topless?, topless, contestó, a mi marido le gusta que otros hombres me vean las tetas.
-¿Has tenido alguna experiencia lésbica?. Con diecinueve años veraneaba en el pueblo de una prima, la casa no era muy grande y dormíamos en la misma cama. Mi prima cuando pensaba que yo estaba dormida aprovechaba para meterme mano, me acariciaba los muslos, el culo, los pechos incluso llegó a masturbarme. Yo me dejaba hacer, solía darme la vuelta para facilitar sus caricias, siempre me hice la dormida y nunca dije nada.
-Muy excitante, ¿te arrepientes de no haber follado con ella?, sí, contestó ruborizando sus mejillas.
En ese instante sonó el teléfono de Rebeca, era el hijo puta de su marido. Contesta zorra, ordené a Rebeca. Mientras Alfredo y mi empleada hablaban como si tal cosa me puse detrás de Rebeca, empecé a manosear y magrear sus espléndidas nalgas, las separé e introduje mi verga entre los cachetes de su culo, moviendo mi polla de arriba abajo, masturbándome mientras la indefensa esposa hablaba con su cornudo marido. Mis manos pasaron por debajo de sus axilas atrapando las dos tetazas de Rebeca que sobé a placer mientras besaba su cuello.
El imbécil de Alfredo hablaba con su mujer sin saber que en ese mismo instante otras manos que no eran las suyas profanaban el cuerpo de su querida esposa. La viagra había hecho efecto y mi polla, dura como un mástil, deseaba follar el cuerpo de esa mujer casada.
Cuelga ya puta, la ordené. Rebeca se despidió de su esposo con un te quiero y cortó la llamada. Me senté en el sillón y abriendo mis piernas le pregunté a Rebeca: ¿Has comido polla alguna vez?, no, contestó, mi marido me lo ha pedido pero me da asco.
De rodillas puta la ordené, tengo un dulce para ti, soy el primer hombre que te va a follar la boca.
Rebeca se acercó a cuatro patas como una perrita, sus tetas se bamboleaban a cada movimiento, empezó a besar y lamer la parte interior de mis muslos, recliné el sillón para facilitar “su trabajo”. Su boca tragó uno de mis cojones succionando con verdadero deleite mientras su mano asiendo mi verga comenzó a masturbarme.
Rebeca introdujo mi glande entre sus carnosos labios y empezó a lamer como una prostituta mientras que con su mano acariciaba mis testículos, mis aullidos de placer eran audibles en toda la rebotica. Mi empleada, objeto de deseo, me estaba practicando la mejor felación de mi vida. Aprovechando su postura deslicé mis mano hasta sus senos apretando con fuerza sus tremendos pezones, mientras que con mi otra mano restregaba mi dura verga por la cara de Rebeca manchándola con mi líquido presemin*al.
-Mmmmmmmmm que bien la mamas….eres maldita casada ¿verdad?… me encantaría que tu maridito te viese así de sometida…menuda boquita tienes Rebeca… y eso que nunca habías comido verga…oooohhhhhh OOOOOOOOHHHHH-gemí roncamente-…. Como voy a disfrutar follándote a perra…
Con cada humillación por mi parte hacia Rebeca y su esposo notaba como mi empleada se estremecía, estaba disfrutando como una perra. Con lágrimas en los ojos Rebeca seguía mamando, metiendo en su tierna boquita mi pedazo de carne. Una tremenda arcada la invadió cuando reclinándome metí uno de mis dedos en su empapado coño.
– Maldita puerca estas mojada…joder, seguro que te gusta que te humillen…ven puta, que me voy a comer tu coño, la ordené.
Rebeca ocupando mi sitio se tumbó en el sofá y abrió sus piernas para mí. Le comí el coño con desesperación jugando con su clítoris mientras mi empleada se retorcía de placer mientras que al tiempo estrujaba con fuerza sus tetas y pezones. Ella gemía de dolor y de indeseado placer, mientras mi mirada se reflejaba en la cámara de vídeo, espectadora de la vejación de una amada esposa y madre de familia.
Volví a tumbarme sobre el sillón con mi verga dura, ¿estás en tus días fértiles Rebeca? Pregunté. No, contestó mi empleada. Mejor voy a follarte a pelo para que sientas mi leche caliente, ya habrá tiempo de preñarte, a ti, a tu hermana y tus amiguitas del cole.
Siéntate encima de mi verga zorra, tu misma vas a ser quien te folles. Rebeca se colocó encima de mi verga con sus piernas abiertas, separando sus labios vaginales y lentamente se fue dejando caer. Mi glande penetró el estrecho coño de mi empleada mientras rugía de placer, mi fantasía de follar y someter a Rebeca se había cumplido al profanar su húmedo sexo.
Quieta puta, deja que tu coño se amolde a mi verga, que estrecha estás Rebeca como se nota que tu esposo es un picha floja. Mi verga penetró poco a poco su sexo, el placer era infinito, no pude aguantar más, agarré de los hombros de mi trabajadora y tire hacia abajo hasta lo más profundo de su útero, ensartando y montado a Rebeca como a una vulgar perra.
-¿Qué, te gusta como te folla un verdadero hombre Rebeca?…Todas las casadas sois unas putas y necesitáis polla y más polla…Que zorra eres…¿No ves como disfruta?, ¿no ves como goza?…aaahh aaahhhhh aaaahhh… grité mirando a la cámara. Venga, puta, dime si gozas…dímelo….¡QUE ME LO DIGAS!.
-Síiiiiiiii- gritó Rebeca,-…sí, me gusta…me gusta que me hagas una verdadera mujer …AAAAAAAH AAAAAAAHHH AAAAAAAHH AAAAAAAHHH AAAAAAHHHH…
-¿Quieres que me corra dentro?…¿quieres que te preñe, ZORRA?…¿quieres que luego folle tu culo de golfa?, ¿qué te lo reviente y te empale?…
-Síiiiii-volvió a gritar mi empleada…fóllame el culo y mi coño…destrózalo…y préñame….préñame bien…
-¿Así que quieres mi leche, eh?…Menuda fulana que eres…y luego seguro que vas de puritana por la vida…Puta golfa…Vas a tener leche caliente hasta atragantarte…
Empalé y bombeé con fuerza el coño de Rebeca, mis huevos chocaban contra la pelvis de mi empleada mientras la humillaba tanto a ella como al cornudo hijo de puta de su marido.
Cabalga perra cabalga quiero ver como botan tus tetas con mis pollazos, ordené. Agarré sus tetas con mucha fuerza, las ordeñé mientras que con mis manos daba fortísimas nalgadas a Rebeca. Esa hembra casada e insatisfecha me cabalgó varios minutos como una buena amazona. Sentí en ese momento las contracciones previas a un nuevo orgasmo.
-Me corro en tu coño grité, descargué seis o siete trallazos de leche en lo más profundo de su útero, mientras que en ese mismo instante Rebeca jadeando de placer alcanzó el mayor orgasmo de su vida corriéndose como una verdadera perra en celo mezclándose nuestros líquidos más íntimos. Descabalgué a Rebeca y recogiendo con mis dedos parte de mi leche que destilaba de su coño introduje mis dedos en su boca obligándola a comerse parte de mi corrida.
El cornudo estaba a punto de llegar, ordené a mi empleada que se duchase y asease, enjaboné a Rebeca para magrear y sobar con total impunidad su delicioso cuerpo mientras la masturbaba anal y vaginalmente. Rebeca cerró con fuerza sus piernas atrapando mi mano en el momento en que alcanzó un nuevo orgasmo.
Saqué a Rebeca del trance, no recordaba nada de lo ocurrido mientras la observaba como se perdía calle arriba con el cornudo de su marido y su adorable hijo.
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