El Jefe viola a Nina, de 12 (Capítulo III del Diario del Mayordomo)
Luego de tres días para quebrar y drogar a la nena, el Jefe cae a la Habitación 1 para estrenar como putita a Nina. El Gotexc la hará gozar, pese al maltrato que recibe..
DÍA 4 (Viernes, Consumación)
Al mediodía, la despierta el ruido de la pesada puerta que se abre. Cuando mira, aterrorizada, ve a un tipo como de 60 años, de pelo oscuro con tonos grisáceos, corto y ondulado, bigote, panza de viejo y mediana estatura (1,75; ella mide 1,50, si llega). Está desnuda, con el jergón a un costado producto de su calentura, pero ni alcanza a recordarlo en medio de su pánico; el tipo ya cerró la puerta y está mirándola toda y sonriéndole maléficamente sin decir una palabra.
El Jefe camina hacia la mesita y se bebe un vaso lleno de agua, siempre mirándola a ella, que lo observa estupefacta, sentada en el colchón con las manos apoyándose a los costados, la boca abierta y sus bellísimos ojos color ámbar enormes y dilatados, llenos de terror y curiosidad en excitante simbiosis. Mientras se miran, el Jefe comienza a desabotonarse la camisa; se le nota la verga medio parada bajo el pantalón náutico.
Ella sigue sentada, con los ojos enormes por el espanto, sin siquiera darse cuenta de que está temblando y transpirando y que comienza a abrir y cerrar espasmódicamente las piernitas como cuando le viene ese deseo desbordante, apenas mecánicamente tapándose con los brazos el pecho y el pubis mientras en la habitación sólo existe la sonrisa burlona del viejo y la verga que se va parando cada vez más bajo el pantalón azul cobalto.
El viejo que la está por violar se descalza ayudándose un pie con otro, y después se sienta en la silla y se desprende el pantalón. Se lo baja, por un momento desentendido de la nena.
Ella ya sabe que él se la va a coger, que ese desconocido sin nombre y sin voz va a ser el primer macho de su vida. El primer macho de su vida se pone de pie, ya en calzoncillos, y se los baja mientras observa la reacción de la nena. La nena, si cabe, abre todavía más los ojos y se queda hipnotizada por la verga peluda del Jefe, como si fuera una vieja serpiente a punto de atacarla y ella fuera una tierna ratoncita a punto de ser devorada pero, aún así, incapaz de moverse. Bueno, en cierto sentido lo eran.
El Jefe camina hacia la colchoneta; se para al borde y con señas la hace sentarse derecha. Cuando Nina está apoyando las manos en la colchoneta, sin dejar de mirar a 20 centímetros la vieja, renegrida, peluda, erecta y gruesa poronga del Jefe con una expresión de puta azorada, él le da un sonoro cachetazo con su mano izquierda que la arroja contra el colchón; cuando la nena, sorprendida, atina a asomar alguna lágrima, el Jefe, satisfecho, la pone boca arriba, la abre de patas y, sin más, se la clava.
Abajo del cuerpo panzón y peludo del Jefe, la nena vuelve a abrir los ojos muy grandes. El tremendo pijazo del Jefe, además de hacerla temblar de dolor y terror, de dejarla con un grito mudo congelado en la boca mientras gruesas lágrimas se derraman como perlas por los costados de sus bellos ojos ámbar, sólo logró meterle la puntita de la cabeza. El glande del Jefe acaba en una punta más finita que el resto, ideal para abrir culitos y conchitas muy estrechos; su longitud es normal y no es muy gruesa. Pero sigue siendo demasiado gruesa para la conchita de Nina; de modo que la punta relativamente finita de la verga del Jefe alcanza a hendir levemente la frutita virgen, pero enseguida encuentra un tope al parecer infranqueable: casi todo el pene del Jefe tiene un diámetro mayor que la conchita de Nina.
El Jefe no deja de presionar en grado de tentativa la conchita para terminar de meterle la cabeza. Al segundo embate real, Nina abre más los ojos y la boca y consigue dar un alarido de horror. El Jefe, fastidiado por el chillido infantil a un centímetro de su oreja, reprime las ganas de golpearla y levanta la vista como buscando algo; luego se levanta de la colchoneta y va despaciosamente a buscar su slip. Mientras, la nena se queda jadeando, gimiendo llorosamente y con expresión de asombro y dolor, como si aún sintiera la puntita adentro.
El Jefe vuelve a la cama con el slip en la mano; le aprieta las mejillas a Nina hasta que ella abre la boca. El Jefe le introduce bruscamente el slip en la boca; se lo hace tragar casi todo, hasta que se ahoga y tose asordinadamente. Mientras ella tose, el viejo la abre de gambas otra vez y vuelve a acomodar la verga en la conchita ya dolorida, pero aún intacta.
Nina lo mira desde abajo con ojos enormes de horror, mientras él le soba el exterior de la conchita con la punta de su verga. El Jefe comienza lamerle, chuparle y mordisquearle toda la cara, luego el cuello, los pequeñísimos y delicados hombritos; le muerde fuerte los bracitos, gruñendo y riendo de sádico placer, hasta hacerla gritar asordinadamente mientras mira hiptonizada los dientes del Jefe mordiéndola. Entonces el Jefe empieza a chuparle, lamerle y mordisquearle los incipientes pechitos, todo sin dejar de sobarle el exterior de la conchita y el clítoris con la punta del ganso.
Nina comienza a enloquecer. Entonces, cuando ella está moviendo cada vez más desesperada la conchita para sentir mejor la verga, el Jefe le muerde fuerte un pezón hasta arrancarle un grito mientras toda su piel se eriza, su espalda se arquea y su pubis se eleva. La conchita queda así apoyada y apretándose contra el glande, todo mientras el Jefe le rodea completamente la brevísima cintura a Nina con sólo extender sus dos manos en ella y le manda otra vez la verga.
Hambrienta, deshidratada por la falta de agua y por dos días de salvajes orgasmos; exhausta, finalmente, por el aún breve pero ya interminable esfuerzo de recibir esa verga, Nina ya está vencida, y cuando el viejo se la clava otra vez en seco y se queda con todo su cuerpo fofo, pesado y peludo aplastado contra ella, manteniendo el esfuerzo para evitar que la conchita de la nena expulse de nuevo toda la cabeza (que acaba de entrar entera y le arranca exclamaciones de dolor al Jefe), Nina, amordazada con el calzoncillo con sabor a bolas de viejo transpiradas durante un largo y calurosísimo día, y tratando de respirar bajo el pecho peludo del hombre de 85 kilos que la está violando, sólo exhala un grave y corto jadeo, casi agonizante y casi orgásmico; tras esa postrera tensión de sus pequeños músculos, se afloja mientras los párpados se le bajan y los ojitos se le van para atrás.
El Jefe comprende entonces que la nena ya no tendrá fuerzas para resistirse; que ahora sólo le queda doblegar torvamente ese pequeño hueco al que desde hace semanas sueña con horadar. Excitadísimo, orgulloso y consciente del privilegio, que pocos podrían permitirse, de desaparecer a una pendeja, llevársela a un lugar recóndito y cogérsela cada vez que quiera, como quiera, con quien quiera, hasta cansarse y vendérsela a un proxeneta (o quizá regalársela a su fiel Mayordomo), el viejo vuelve a empujar todo el peso de su cuerpo hacia su verga una, dos veces, paciente, laboriosamente enterrándosela; podría estar días dedicado a esta tarea; hace meses que vive pensando en este instante.
Nina suelta un ‘aahhh’ apagado por el slip, pero ya con brazos y piernas completamente inertes a los costados del viejo que la está violando. Su torso, tan sólo, se cimbra de dolor y de deseo cuando el Jefe, después de esos dos nuevos pijazos, se detiene a su vez jadeando por el denodado esfuerzo de desquintar a esa borreguita de morondanga, ya con toda la cabeza, pero apenas un centímetro más de poronga en Nina.
Con paciencia y lujuria, sabiendo que, con la dosis triple de Gotexc, la piel de la nena es toda un terso clítoris, vuelve a comenzar el ciclo de besuqueos, chuponeos, lamidas, mordidas y gruñidos por toda su cara, cuello, hombros, tetitas. Cuando la siente retorcerse preorgásmicamente bajo su cuerpo fofo y peludo, intentando inútilmente elevar el pequeño pubis para recibir más la verga, el depravado la estrecha más fuerte entre sus brazos y se la clava otro poco. Las únicas partes que pueden moverse en el cuerpo de Nina son los ojos y su conchita, que se estremece de dolor y placer al sentir la dura verga adentro por primera vez en su joven vida.
Después de media hora de estos excitados y agotadores escarceos, la cara del Jefe connota que ya tiene la punta de la pija rozándole el útero a la nena: no va a entrar más. Nina jadea sin cesar, agotada por los porongazos del viejo, los días de hambre, sed, silencio, soledad absoluta, Gotexc, ahogada por el slip en su boca con sabor a bolas de viejo y el pecho peludo y fofo del violador contra su cara, todavía sin fuerzas para moverse, pero con su vientre elevando la conchita desesperada, casi levantando al viejo en su afán de sentir más la verga, todo mientras sus bellos ojos ámbar no dejan de derramar lágrimas.
Entre quejidos motivados por la estrechez del palpitante y encharcado hueco donde ha envainado su pija, el Jefe, extasiado, exclama sin poder contenerse «¡Cómo me apretás con tu conchita! No hay como las putas de 12», y al oírse decir eso se calienta, apoya sus dos manos en las muñecas extendidas de Nina y empieza a clavarle la verga con indignación, entre depravados gruñidos de placer.
Nina empieza a chillar, asordinada por el slip adentro de su boca, ahogándose con él y tosiendo, jadeando e intentando levantar la cabeza para acomodarse al placer aniquilador, extenuante y doloroso que está recibiendo. Pero el Jefe la sigue sacudiendo sin bajar el ritmo, y después de dos o tres minutos la nena se orgasmea salvajemente, meándolo un poco al Jefe, que, al sentir la presión frenética de la diminuta conchita casi arrancándole la verga, no puede más y le acaba adentro en un orgasmo que dura por lo menos un minuto de gruñidos, aferrándola entre sus brazos y ahogándola bajo su pecho. Al sentir el primer lechazo, Nina se mea de nuevo, pero esta vez a chorros, sacudiéndose como una endemoniada y levantando un poco a conchazos con sus esmirriados 35 kilos los 85 kilos del Jefe, mientras éste mantiene firmemente clavada hasta el fondo la verga que le está soltando leche de macho por primera vez en su estrecha, jugosa y orgasmeable conchita de nena.
Tras unos minutos echado como una bolsa de papas sobre el diminuto cuerpo desarbolado de Nina, el Jefe comienza a sentir el efecto del Gotexc. Con la sangre bulléndole por todo el cuerpo, va hacia el servicio a recoger una botella de champane y dos copas. Descorcha, sirve las dos copas hasta el borde y vuelve con una sonrisa de oreja a oreja y la verga bien parada de nuevo y empapado por la acabada torrencial de la nena, mientras la observa desparramada sobre su propio meo (brazos y piernas completamente abiertos y quietos, la melenita carré completamente despeinada sobre el colchón y sobre su carita, la vagina chorreando semen, tal como la dejó un minuto antes) en la colchoneta.
De pie a su lado, sonriéndose, desde muy arriba, sin avisar, el Jefe arroja parte del champagne de una de las copas sobre la cara medio desvanecida de Nina. La nena abre los ojazos súbitamente, se ahoga y tose al tiempo que se incorpora sobre su brazo derecho. El Jefe mete toda la pija en la misma copa, humedeciéndosela, y luego la sacude sobre la cara de Nina, como bautizándola en la putez. Luego le saca el slip de la boca y le ofrece la copa para que beba.
La nena ni siquiera se cuestiona la posibilidad de rechazarla; la agarra y la bebe, apenas recuperando el resuello, mientras el viejo la mira con orgullo y depravación y piensa (porque después me lo comentará) que será una puta de primera, la mejor que se agarró, además de la más chiquita.
Con la copa a medio beber, el Jefe mete la pija completamente parada en ella y luego le acerca la pija a la boca de la nena, que sin que se lo pidan le da unos besos sumisos en la punta y se queda un instante conociendo el sabor. Entonces el Jefe se echa el resto del vaso en toda la pija y los huevos, salpicándola toda a la nena, deja la segunda copa en el suelo y la agarra de la cabeza. Con las dos manos, la guía hacia sus huevos y la nena le lame, chupetea y masajea la bolsa, exhausta pero con la cara toda colorada y mirándolo muy caliente al Jefe.
Entonces el Jefe le sonríe por primera vez, y ella responde con una sonrisa al mismo tiempo cansada, aliviada y lasciva. Sin dejar de sonreír, el Jefe le mete los pulgares en las mejillas, obligándola otra vez a abrir la boca, y le mete la verga de una. Antes de darse cuenta de lo que pasa, la nena tiene la verga peluda del Jefe adentro de su boca hasta las bolas, cogiéndosela salvajemente. Enseguida se ahoga y se quiere zafar, pero el Jefe la agarra más fuerte tironeándola del pelo y empieza a mover las caderas briosamente atrás y adelante, provocándole arcadas y ojos en blanco a la nena, que después de un minuto así deja caer los brazos y, prácticamente desmayada por la conmoción y el cansancio, sólo se mantiene sentada sobre la colchoneta porque el viejo que le coge la boca la sostiene de los pelos.
Cuando se da cuenta de que la nena está casi inconsciente, la arroja boca arriba sobre la cama, la abre de piernas y empieza a cogerla así, como a una muñeca de trapo, con los puños apoyados en la colchoneta. Esta vez la ensartada completa, que en el primer polvo se había completado en media hora, ocurre, no sin denodados pijazos y puteadas del Jefe, en 30 segundos.
El dolor hace a Nina volver de su sopor; tiene la cara acalambrada tras la cogida de boca que sufrió, y no puede cerrar su mandíbula; así, sus chillidos adoptan la expresión seria de una soprano adolescente dando largas notas altas. Ya no puede moverse por el cansancio, pero su conchita (las cámaras, y el furor creciente del Jefe, pueden atestiguarlo) sigue pulsando, ahorcando la gran verga de viejo que la está violando sin darle cuartel.
En el fondo, el Jefe estaba furioso porque la pendeja se había desvirgado sola pajeándose, de pura calentura; antes de entrar a la Habitación 1, me había puteado por zarparme con el Gotexc y me prohibió terminantemente que le diera más Gotexc a una virgen. En el momento que estoy narrando (me contó con media sonrisa antes de irse del Aguantadero), se acordó de que la nena le había ‘robado’ su desvirgamiento; además, se había enterado a último momento de compromisos inminentes e impostergables, e iba a tener que irse antes de echarle el tercer polvo. Todo eso, sumado a la indefensión infantil de Nina en esa situación atroz y a la carita de sufrimiento, agotamiento y putez de tan tierna criatura, le provocó la decisión de destruirla a pijazos para terminar de estrenarla.
Consecuentemente, se arrodilló en la colchoneta, la agarró por los tobillos, los juntó sobre su pecho y la ensartó esta vez hasta la mitad de la pija en un solo movimiento, de manera sádica, arrancándole a la nena un berreo incrédulo. A partir de allí, todo fue sufrimiento (tachonado de orgasmos) para Nina. El Jefe la tenía agarrada firmemente de las caderas, la levantaba y la dejaba caer a cada vez mayor velocidad sobre su pija; de vez en cuando, cuando lograba juntar la cantidad suficiente de oxígeno y saliva, Nina lanzaba una temblorosa exclamación, mezcla de quejido, llanto, gemido y sorpresa; el resto del tiempo sonaban los muslitos y el culito de ella al chocar frenéticamente contra la peluda humanidad del Jefe. En el primer plano del video consiguiente, se pueden notar los muslos y las nalgas empapadas en transpiración de Nina, con vellos del Jefe pegados en sus tersos y diminutos esplendores entre pijazo y pijazo.
Cuando sintió que le venía la leche, el Jefe plegó las piernas de Nina contra su pechito, se recostó sobre ella sin dejar de cogerla, y así, con el rostro de la nena entre sus tetillas y su panza, ahogándola adrede, aferrándola fuertemente con sus dos brazos por la espaldita para impedirle mover su cabeza, le llenó por segunda vez la conchita de leche en medio de largos gruñidos que al final se convertían en gemidos de macho.
Al final, se quedó como media hora dormitando sobre la nena en la misma posición. Cuando Nina intentó moverse para poder respirar, él tuvo energías para atenazarla y mantenerla con las piernitas plegadas como una navaja sobre su torso (ya acalambrada), y con la sola concesión de dejar pusiese la carita de costado, para respirar a medias.
Luego sonó una alarma, y el Jefe se levantó despaciosamente, se duchó, se secó con el jergón de Nina (que se pasó ostentosamente por la cabeza de la chota para terminar de limpiarla) y luego volvió a arrojarlo sobre la nena, que estaba con los párpados entrecerrados y los bellos ojitos un poco idos, conmocionada por los recientes sucesos, con las piernas temblándole convulsivamente y la conchita goteando una mixtura espumosa de semen y flujo. Luego, el Jefe se sentó en la silla para vestirse, sin volver a mirarla, y sin volver a mirarla salió, cerrando la pesada puerta de la Habitación 1.
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