El juguete de Rowan – Capítulo 1
La historia sigue la lenta pero inexorable transformación de Alina en la perra sumisa que Rowan soñaba, hasta el punto de prometerle matrimonio para sellar su posesión legal. Alina ya no recuerda la libertad: solo existe para obedecer, complacer y amar a su dueño como él exige..
Alina despertó con un gemido bajo, la cabeza pesada y la garganta seca. Tardó varios segundos en entender dónde estaba. Sus brazos estaban alzados y atados con correas de cuero al cabecero de una cama enorme. Sábanas oscuras, paredes grises. Lujo ominoso.
Cuando bajó la vista, tragó saliva con terror. Solo llevaba un sujetador mínimo, de triángulos de tela que apenas cubrían sus pezones, los tirantes finos rozando su piel. Su sexo estaba desnudo, expuesto, con un leve temblor que no podía detener.
El sonido de una puerta abriéndose la hizo girar la cabeza con brusquedad.
Un hombre entró caminando con lentitud medida. Alto, de hombros anchos, vestía un traje negro perfectamente ajustado. Su cabello oscuro estaba peinado hacia atrás con elegancia brutal, dejando ver un rostro afilado, mandíbula cuadrada y labios crueles. Sus ojos eran de un gris frío y casi metálico.
Mientras se aflojaba la corbata, la miraba. Despacio, descaradamente.
Su voz fue un golpe seco.
—Finalmente despertaste, Alina.
Alina tragó saliva, con lágrimas empezando a llenar sus ojos.
—¿Por qué estoy aquí? ¿Quién eres?
Él sonrió, un destello cruel en su boca perfecta y perversa, mientras deslizaba su mirada por el cuerpo de ella.
—Te ves preciosa así. Atada. Temblando. Mi pequeña propiedad.
—¿Propiedad? —ella jadeó asustada.
—Exacto. Mi nombre es Rowan. Ahora eres mía, Alina. Mía para entrenar, hasta convertirte en una buena y sumisa puta.
—¡Déjame ir! —suplicó ella, jalando las ataduras hasta que las muñecas le dolieron—. ¡Por favor!
Rowan se detuvo al pie de la cama. Se quitó la chaqueta con calma, lanzándola sobre una silla.
—No entiendes nada todavía. —Su mirada recorrió su vientre plano, el espacio húmedo y tembloroso entre sus muslos—. Jamás te irás de mi lado. Vas a hacer todo lo que diga. Vas a obedecerme, a complacerme. Y vas a llamarme papi.
Ella negó con la cabeza, con fuerza.
—¡No! ¡No voy a hacer eso, loco!
Él arqueó una ceja, divertido.
—¿No?
Subió a la cama con paso seguro, se colocó sobre sus piernas, obligándola a encogerse aún más. Cuando ella intentó juntar las rodillas para cubrirse, él soltó un suspiro impaciente.
—Abre las piernas.
Alina negó otra vez, sollozando.
—¡No!
Rowan sonrió como un depredador satisfecho. Su voz se hizo más grave, más peligrosa.
—Muy bien. Al final aprenderás.
Giró la cabeza hacia la puerta.
—¡Marcus!
Un hombre enorme que estaba afuera apareció en el umbral. Rowan no dejó de mirar a Alina cuando dio la orden:
—Tráeme el cepo. El de madera.
Marcus asintió sin un solo comentario y se retiró. Alina sintió un estremecimiento de puro pánico. Cuando Marcus regresó cargando el cepo de madera, Alina vio los orificios: uno grande para el cuello y dos para las muñecas. Sus ojos se agrandaron, las lágrimas corriendo libres.
—¿Q-qué es eso? ¡No quiero… sueltame!
Rowan se inclinó, su boca rozando su oreja.
—Tú elegiste resistirte. Ahora aprenderás por qué debes obedecer.
—No… por favor… no me metas ahí…
Rowan la desató con movimientos precisos. Aun mientras ella luchaba débilmente, él y Marcus la colocaron. Le bajaron la cabeza, forzándola a meter el cuello y las manos. Rowan cerró el mecanismo con un clic de metal.
Alina estaba ahora doblada hacia adelante, completamente expuesta. Su respiración se rompía en sollozos histéricos.
Rowan la recorrió con la mirada, deleitado con su temblor.
—Mira qué linda estás, toda ofrecida.
Sacó una fusta plana, de cuero negro, con la punta ancha y plana. La balanceó frente a ella y se la entregó a Marcus.
—Azótale el coño y el culo hasta que yo diga basta.
Marcus no preguntó nada. Retrocedió un paso para tener mejor ángulo y descargó el primer golpe. El cuero se estrelló contra sus nalgas con un sonido seco. Alina gritó, un chillido desgarrador.
Intentó cerrar las piernas con desesperación.
Rowan chasqueó la lengua.
—Si no las abres, el castigo será peor, Alina.
Ella negó con la cabeza, sollozando.
—¡Déjame ir, idiota!
Rowan se agachó frente a su rostro, tomándola del pelo con fuerza.
—Abre. Tus. Piernas.
Ella gimió entre llantos. Finalmente cedió, separando las rodillas temblorosas.
Marcus sonrió apenas antes de apuntar directo a su vagina expuesta. El siguiente azote fue brutal, justo sobre su clítoris. Alina chilló como un animal herido. Rowan sintió su polla endurecerse aún más.
—¿Por qué te castigo, Alina? —preguntó con voz fría, empujando su cara hacia arriba.
Ella gimió con terror.
—¡Porque… porque me porté mal!
Rowan asintió satisfecho.
—Perfecto. Ahora abre bien la boca.
Ella lo miró aterrorizada.
—Hazlo. No me gusta repetir las cosas dos veces.
Con lágrimas acumuladas, abrió la boca temblorosa. Rowan desabrochó su cinturón y bajó el cierre. Su polla dura y gruesa apareció, rozándole los labios.
—Muy buena chica. Ahora vas a complacerme mientras recibes tu castigo.
Se la metió sin delicadeza, agarrándole la cabeza para guiarla. Su boca se llenó del sabor amargo y del grosor caliente. Marcus seguía azotándola, el cuero estrellándose contra su coño abierto, cada golpe arrancándole un gemido ahogado contra su polla.
Su cuerpo se estremecía con cada impacto, el dolor y el placer confundiéndose de manera repulsiva. Rowan sintió su garganta convulsionar alrededor de su carne. Un gemido casi histérico se escapó de ella cuando otro golpe dio justo en su clítoris hinchado, y su cuerpo se estremeció, convulsionando en un orgasmo inesperado y humillante.
Rowan se rió con crueldad.
—Oh, te corriste. Sabía que serías una buena sumisa.
Empujó más fuerte en su boca, ella apenas podía respirar, pero no se apartaba.
—Marcus, no te detengas hasta que yo acabe.
Marcus continuó, azotando con fuerza el coño y culo de Alina, haciéndola retorcerse cada vez más.
Rowan la tomó del pelo con más fuerza.
—Trágalo todo.
Él gruñó, corrigiéndose contra su garganta, derramándose caliente mientras ella se atragantaba. Tragó como pudo, temblando. Alina respiraba con dificultad dentro del cepo, la frente perlada de sudor, el cuerpo dolorido y caliente después del castigo. Su sexo aún latía con una mezcla insoportable de placer y vergüenza.
Rowan se apartó.
—Muy bien, muñeca. —Le acarició la mejilla manchada de lágrimas y saliva—. Esa fue tu primera lección. Aprenderás a obedecer sin decir nada más que “sí papi”.
Rowan se paseaba frente a ella con las manos a la espalda, estudiándola como a un animal entrenado. Ella apretó los labios, derrotada. Él la obligó a mirarlo.
—De ahora en adelante, parte de tu alimentación será con semen —anunció con voz grave y lenta—. Desayuno, almuerzo y cena. Vas a tomar mi semen y el de mis hombres. Y vas a agradecer por cada polla que tengas en tu boca.
Ella tragó saliva con dificultad.
—¿Entendido?
Sus ojos brillaban con humillación y miedo. Finalmente, su voz salió temblorosa:
—Sí… papi.
La sonrisa de Rowan fue filosa.
—Muy buena chica.
Él le acarició la cara, complacido, y se volvió hacia Marcus.
—Puedes retirarte por ahora.
El hombre asintió y salió. Y Rowan caminó hasta colocarse detrás de ella, contemplando su trasero enrojecido y el sexo hinchado y abierto entre las piernas temblorosas.
—Ahora voy a follarte hasta que me canse.
Ella se tensó cuando dos dedos de Rowan se deslizaron por su raja hinchada, pero no cerró las piernas.
Rowan escupió en su mano, se untó el pene y la agarró con fuerza de las caderas. Sin aviso, la penetró de un solo golpe. Alina soltó un grito ahogado, el cuello atrapado en el cepo, su espalda arqueándose involuntariamente mientras sentía cómo la llenaba por completo.
Rowan gruñó de placer.
—Tan apretada… —empujó con fuerza, golpeando su cuerpo contra la madera del cepo—. Eso… abre bien para papi.
La follaba con golpes profundos y duros, sin piedad. Cada embestida arrancaba gemidos involuntarios de su garganta, mezclados con llanto. Sus jugos resbalaban por sus muslos.
—¿Te gusta, muñeca? —jadeaba él contra su espalda—. Di que te gusta.
—M-me gusta… papi… —sollozó ella, derrotada.
Él rió y aceleró, azotándole una nalga con fuerza.
—Así me gusta.
Cuando finalmente se corrió duro dentro de ella, se retiró con un chasquido húmedo, su sexo aún duro y brillante de sus jugos.
—Me vas a embarazar si… te corres dentro de mí —susurró Alina con voz temblorosa.
—No te preocupes por eso —le dio un azote en el culo con fuerza—. Ya me he encargado de ello mientras dormías.
Rowan giró la cabeza hacia la puerta.
—¡Marcus!
El hombre enorme volvió a entrar. Rowan le hizo un gesto con la barbilla.
—Tengo una cena de reunión esta noche. Mientras tanto, fóllala tú. Quiero que ese coñito se acostumbre a recibir pollas.
Marcus sonrió apenas, desabrochándose el pantalón. Su polla era tan grande como la de Rowan. Alina tembló al verla, pero no se resistió. Marcus se colocó detrás de ella y la penetró sin contemplación con un gruñido bajo. Sus manos enormes le apretaron las caderas con fuerza. Alina gimió, su cuerpo estremeciéndose mientras Marcus empezaba a bombear con violencia.
Rowan se inclinó junto a su rostro, susurrándole al oído:
—Obediente. Buena chica. Esto es lo que mereces.
Ella no dijo nada, pero sus gemidos fueron respuesta suficiente.
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