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Dominación Mujeres, Orgias, Sado Bondage Mujer

El juguete de Rowan – Capítulo 3

La historia sigue la lenta pero inexorable transformación de Alina en la perra sumisa que Rowan soñaba, hasta el punto de prometerle matrimonio para sellar su posesión legal. Alina ya no recuerda la libertad: solo existe para obedecer, complacer y amar a su dueño como él exige..
El almuerzo había terminado como todos los días desde que Alina aprendió sus nuevas reglas: de rodillas, agradeciendo con la voz temblorosa cada descarga caliente que recibía en su boca. Cinco hombres, cinco veces “gracias por la comida”, y luego a tragar sin dudar.

Su cuerpo estaba entrenado. Su mente, resquebrajada pero dócil. Ya no discutía. Ya no lloraba con el mismo pánico. Lo que antes era horror, ahora era obediencia. Automática, asustada, pero… obediencia.

Rowan apareció poco después, impecable como siempre, con la camisa negra arremangada y los ojos fríos.

—Vamos a ver una película, nena.

Ella lo miró sin entender al principio. Luego asintió en silencio, con la mirada baja.

—Y no hace falta que te vistas.

El dildo de entrenamiento seguía enterrado profundamente dentro de su culo, con aquella ridícula cola de peluche colgando entre sus nalgas. Caminar así era humillante, y doloroso. Pero ella no protestó. Solo lo siguió.

La sala era amplia, con sillones de cuero y una televisión enorme. Rowan se sentó en uno de los sillones centrales, y luego la miró, desabrochándose el pantalón.

—Ven. Entiérrate en mi polla.

Ella tragó saliva y obedeció. Se arrodilló frente a él, lo acarició con cuidado y luego, ayudándose con las manos, se sentó sobre su miembro duro y caliente. El cuerpo de Alina se estremeció al sentir cómo la llenaba por completo, cómo el dildo en su ano intensificaba la presión por dentro. Gritó suavemente, mordiendo su labio.

—Manos atrás. —ordenó él, mientras comenzaba la película—. Y no las muevas. O habrá castigo.

—Sí, papi…

Él le acomodó las muñecas detrás de la espalda y luego la dejó sentada sobre su polla, completamente empalada, como si fuera un juguete humano. Sus músculos internos temblaban, ya extremadamente sensibles, y el calor la hacía sudar.

La película comenzó. Ella no supo ni cuál era.

Rowan empezó a jugar con sus pezones, pellizcándolos con fuerza. Luego bajó su mano y le acarició el clítoris con rudeza, frotando con intensidad. Ella se arqueó, gimió fuerte, pero él solo le murmuró al oído:

—Concéntrate. Si no me dices de qué trató la película al final, serás castigada. Y duro.

Ella sollozó, asintiendo rápido.

—Sí, papi…

Pero le era imposible concentrarse. Cada roce en su clítoris la sacudía, cada movimiento de su cadera sobre el pene grueso de Rowan la acercaba al borde. Él la estimulaba sin compasión. Una vez. Dos. Cinco.

Llegó al séptimo orgasmo retorciéndose, con lágrimas de puro agotamiento. El cuerpo entero le temblaba, los pezones hinchados y su vulva palpitando de tan sensible.

Cuando la película terminó, Rowan apagó el televisor y le tomó el mentón con dos dedos.

—¿De qué trató la película nena?

Ella lo miró con los ojos vidriosos, sin poder decir una palabra.

—Lo… lo siento, papi… no sé.

Rowan chasqueó la lengua.

—Vas a aprender a obedecer incluso con el cerebro nublado por placer.

La tomó de los brazos y la llevó de nuevo al dormitorio.

—Acuéstate. Piernas abiertas.

Ella obedeció con lentitud, todavía temblando. Él abrió un cajón y sacó la fusta de cuero, aquella con punta ancha y plana que le quemaba la piel con cada golpe.

—Manos arriba. No quiero que te muevas.

Ella obedeció.

El primer azote cayó directo sobre un labio de su coño, haciéndola gritar con voz aguda. La fusta silbó en el aire y volvió a golpear, directo en su clítoris ya enrojecido.

—Dime qué quieres. Dilo, Alina.

—¡Quiero el castigo, papi…! —gritó entre gemidos, con los ojos abiertos de placer y dolor.

—¿Cómo lo quieres?

—¡Más duro, papi! ¡Por favor!

Él le golpeó los pezones con la punta plana de la fusta. Ella se arqueó, jadeando entre llanto y gemido. Cada azote en su coño la hacía vibrar hasta el alma. Hasta que un último golpe le arrancó un orgasmo tan intenso que perdió el control de su vejiga y se orinó, mezclando el placer con la humillación absoluta.

Rowan la observó sin decir nada, pero sus ojos brillaban con perversión.

—Perfecta.

Se colocó sobre ella y la penetró sin aviso, su dureza entrando con brutalidad en su coño maltratado. Alina gritó, pero no por dolor puro… sino por la mezcla adictiva que ya conocía: ser usada, ser castigada, ser deseada hasta romperse.

—¡Más, papi… castígame más…!

Rowan le dio una cachetada.

—Eres una perra desvergonzada, Alina —volvió a darle una cachetada fuerte.

Le pellizcó un pezón con fuerza, haciéndola chillar. La folló con golpes secos, mientras la sujetaba por el cuello y la hacía repetir:

—Soy tu puta… soy tuya, papi…

Cada vez más fuerte. Hasta que él se corrió dentro de ella.

.

.

.

Ya vestido y listo para salir, Rowan le acarició el rostro a Alina, ahora tranquilo. Luego del castigo la dejó descansar mientras se bañaba y arreglaba.

—Esta noche tengo que salir. Pero no te quedarás sola.

Abrió la puerta. Marcus y otro de sus hombres entraron, Jhon.

—Quiero que la follen sin descanso hasta que vuelva. Nada de pausas. Que no tenga ni un segundo libre. Y no quiero que le follen el culo, su primera vez será mía.

—Sí, señor —respondió Marcus con voz grave.

Rowan se giró una última vez hacia ella.

—Y asegúrense de darle su dosis de semen en la cena. Completita.

La sonrisa que dejó atrás fue la de un hombre que sabía que su juguete humano ya no tenía salvación… y que no la quería.

.

.

.

Rowan abrió la puerta del cuarto a las tres de la madrugada. Estaba de muy buen humor tras cerrar un trato turbio en la ciudad. Lo recibió un espectáculo que le dibujó una sonrisa perversa:

Alina estaba metida en el cepo, doblada hacia adelante, manos y cabeza sujetas, el cuerpo desnudo. Marcus estaba bombeando con rudeza en su coño hinchado y enrojecido, mientras Jhon le sujetaba el cabello y le follaba la boca con violencia metódica.

El sonido era obsceno: el golpeteo húmedo de las embestidas, los jadeos roncos de los hombres, y los gemidos bajos y ahogados de Alina, que ya no lloraba como antes, sino que aceptaba su papel con respiraciones temblorosas.

Justo cuando Rowan entraba, Marcus gruñó y se vino dentro de ella. Con una palmada fuerte en su nalga, salió y dejó que el semen se desbordara lentamente entre sus muslos. Rowan se deleitó viendo el chorro lechoso descender por la carne enrojecida.

Jhon terminó segundos después, sujetando su cabeza y empujando su polla hasta el fondo de su garganta, mientras ella tragaba obediente, sin una queja.

Marcus fue el primero en saludar, respirando con esfuerzo.

—Bienvenido, señor.

Rowan asintió satisfecho, caminando despacio alrededor del cepo para estudiar a su propiedad.

—Qué buena vista —comentó con voz baja y cruel—. ¿Cómo te portaste, nena?

Le acarició la nalga y le dio un azote rápido. Alina chilló, pero su voz salió suave:

—Bien… papi.

Rowan alzó una ceja, burlón.

—¿Me extrañaste?

Ella respiró hondo, recuperando el aliento, pero contestó:

—Sí… papi. Te extrañé mucho…

Él sonrió. Le acarició el cabello con falsa ternura.

—Suéltenla.

Marcus y Jhon la liberaron del cepo. Sus rodillas temblaron al tocar el suelo. Rowan la levantó del brazo y la arrojó sobre la cama. Ella gimió, exhausta.

—Por esta noche vas a descansar —dictaminó, dándole un último vistazo orgulloso—. Te quiero lista para lo que viene mañana.

Ella se encogió sobre las sábanas, empapada y marcada de moretones, el semen aún goteando. Cerró los ojos, agradecida y temblorosa.

23 Lecturas/9 julio, 2025/0 Comentarios/por Kora
Etiquetas: culo, matrimonio, orgasmo, papi, pene, polla, puta, semen
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