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Dominación Mujeres, Orgias, Sado Bondage Mujer

El juguete de Rowan – Capítulo 4

La historia sigue la lenta pero inexorable transformación de Alina en la perra sumisa que Rowan soñaba, hasta el punto de prometerle matrimonio para sellar su posesión legal. Alina ya no recuerda la libertad: solo existe para obedecer, complacer y amar a su dueño como él exige..
Esa mañana fue extraña para Alina: Rowan la bañó él mismo, con agua caliente, enjabonándola como si fuera un trozo de carne preciosa. Ella obedeció en silencio, sus mejillas rojas cada vez que sus dedos la rozaban sin pudor.

Luego, sin darle ropa, la condujo por los pasillos de la mansión hasta una habitación más pequeña con una gran mesa de madera.

Allí, un hombre de mediana edad, tatuado y con guantes negros de látex, los esperaba. A su lado, Marcus.

Alina tragó saliva al ver la mesa y la caja metálica con agujas y joyas brillantes. Rowan le sujetó el mentón.

—Hoy vas a embellecerte para mí.

Ella palideció.

—P-papi…

—Shhh. —le acarició la mejilla con el pulgar—. No llores. Vas a ser preciosa con estos piercings en los pezones. Brillarás como mi tesoro.

El tono amoroso no disimulaba la orden. Ella asintió lentamente.

—Sí… papi…

Rowan sonrió satisfecho.

—A la mesa. Boca arriba.

Entre Marcus y él la acomodaron sobre la madera fría. Sus piernas colgaban a los lados, la cabeza también. Le ataron las manos bajo la espalda para que no pudiera cubrirse. Su respiración se aceleró.

—No uses anestesia —le dijo Rowan al perforador—. Quiero sentirla retorcerse de dolor.

El hombre asintió, indiferente, preparando las agujas. Rowan miró a Marcus con una orden muda. Marcus empezó a desabrocharse el pantalón.

—Vamos a mantenerla bien entretenida.

Rowan se movió hacia la cabeza de Alina. Ella abrió la boca en un acto reflejo de obediencia. Su polla dura la invadió con un solo empuje. Ella gimió con la garganta cerrada.

Marcus se colocó entre sus piernas abiertas y la penetró con fuerza en el coño, haciendo que la mesa crujiera.

El perforador se acomodó junto a sus pechos, marcando con un rotulador los puntos exactos. Alina gemía alrededor de la polla de Rowan mientras Marcus la follaba duro.

—Aguanta, muñeca —ronroneó Rowan, sujetándole la cabeza con ambas manos—. Mira a papi. Trágatela.

El perforador le sujetó el pezón con pinzas frías. El metal contra su piel erizada la hizo temblar más.

—Uno —dijo el hombre.

La aguja entró con un crack húmedo. Ella gritó ahogado, su cuerpo arqueándose mientras Marcus gruñía y embestía aún más profundo, estimulando brutalmente su coño constantemente sensible. Rowan no le dejó separar la boca: empujaba hasta el fondo, sintiendo cómo sus lágrimas le humedecían

—Buena chica… —murmuraba él—. Traga… traga para papi…

El perforador pasó al otro pecho, repitiendo el proceso. Otro chillido, otro espasmo involuntario. Cuando terminaron, colocó dos aros de platino con diamantes de diez quilates en cada pezón. Rowan los hizo tintinear con un dedo, orgulloso.

—Perfecta. Mira qué joyas, preciosa. Vas a brillar para mí.

Ella respiraba con dificultad, saliva y lágrimas mezclándose mientras la polla de Rowan seguía dentro de su boca. Él sacó su polla.

—Te gustan las joyas en tus pezones, ¿verdad?

Ella tragó saliva y contestó con voz quebrada:

—Sí… papi… me gustan mucho…

Rowan sonrió cruel.

—Te voy a llenar de joyas, Alina. Cada parte de ti será mía. Hasta el último agujero.

Marcus salió de ella con un sonido húmedo. Rowan se retiró un poco, acariciándole la mejilla con la punta de su polla.

—Dame un beso en la polla.

Ella obedeció, depositando un beso sumiso en la punta húmeda.

—Buena chica.

—Gracias por compartirla, señor —dijo Marcus.

Rowan asintió satisfecho.

—Alina, agradécele a Marcus por follarte el coño.

Ella murmuró apenas:

—Gracias… Marcus…

Rowan le acarició el cabello como premio.

.

.

.

Dos días después de los piercings, Rowan decidió que ya era hora de algo diferente. No quería solo un juguete que gritara de placer o dolor; quería un alma perfectamente obediente. El entrenamiento físico estaba dando resultados, Alina recibía cada polla perfectamente, tanto en su coño como en su boca, tragando y saboreando con gusto el semen, pero necesitaba moldear su mente más.

Esa tarde la encontró en su habitación, desnuda, con el dildo enorme de cola en su ano, los pezones recién perforados enrojecidos y sensibles. Alina estaba de rodillas en el suelo, como él la había dejado, esperando.

Cuando Rowan entró, la vio alzar los ojos con un reflejo de miedo y sumisión inmediata.

—Saluda, Alina.

Ella bajó la cabeza.

—Hola, papi.

Él se agachó frente a ella, tomándole el mentón.

—¿Sabes que estoy orgulloso de ti?

Ella tragó saliva.

—Gracias papi.

Rowan sonrió, con esa sonrisa dura que nunca alcanzaba sus ojos.

—Pero no eres perfecta todavía. ¿Te esforzarás por ser mejor?

Ella frunció el ceño, temblando apenas.

—Lo intentaré, papi.

Él negó con un suspiro teatral.

—No quiero que lo intentes, Alina. Quiero que me pertenezcas. Por completo. Que dejes de pensar por ti misma. Ahora, a cuatro patas.

Ella obedeció de inmediato, apoyando manos y rodillas en la alfombra. Rowan rodeó su cuerpo, observándola. Sus dedos jugaron con la cola de peluche que sobresalía de su trasero.

—Te ves tan hermosa así. ¿Lo sabes? Toda una puta obediente y deliciosa.

Alina enrojeció hasta las orejas.

—Gracias… papi.

Él chasqueó la lengua y se sentó en un sillón frente a ella.

—Hoy no quiero corridas. No quiero gritos ni gemidos. Hoy quiero enseñarte a obedecer con la cabeza.

Ella lo miró, confundida, con el pecho subiendo y bajando por los nervios.

—Ven aquí. Camina en cuatro patas hasta mí.

El silencio de la habitación lo llenaba todo, salvo el sonido de sus manos y rodillas contra la alfombra. Cuando llegó frente a él, Rowan abrió las piernas y le acarició la mejilla.

—Dime. ¿Qué eres?

Ella cerró los ojos, avergonzada.

—Soy tuya… papi.

Rowan la abofeteó. No buscaba herirla físicamente, sino su orgullo. Que entendiera que ella debía recibir todo lo que él le diera, bueno o malo.

—Mírame a los ojos cuando me lo digas.

Ella lo hizo, con lágrimas brillándole.

—Soy tuya, papi.

—¿Tuya cómo?

Ella tragó saliva.

—Tu… puta. Tu muñeca. Tu propiedad.

Rowan sonrió.

—Mucho mejor.

Se inclinó hacia adelante, tomando uno de sus pezones perforados entre los dedos. Lo giró apenas, haciéndola jadear.

—Cuando sientas dolor… ¿qué dices?

Ella respiraba con dificultad.

—Gracias… papi.

Rowan torció más fuerte.

—¿Y cuando sientas placer?

—Gracias… papi…

Él rió bajito, cruel y satisfecho.

—Buena chica.

La obligó a sentarse sobre sus talones. Luego señaló su propia bota negra.

—Límpiala con la lengua.

Alina tembló de vergüenza, pero bajó la cabeza y lamió el cuero con cuidado, el sabor amargo llenándola la boca. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Te gusta?

Ella se apartó apenas, con la voz quebrada.

—Sí, papi…

Rowan tomó un puñado de su cabello y la obligó a seguir.

—Quiero que me agradezcas por cada orden. En voz alta.

Ella soltó un sollozo.

—Gracias… papi…

—Más fuerte.

—¡Gracias, papi!

Rowan la soltó, satisfecho.

—Muy bien. Ahora, abre la boca.

Ella lo hizo de inmediato. Él no la folló esta vez: simplemente metió dos dedos, presionando su lengua.

—Chúpamelos.

Ella obedeció, succionando con cuidado. Rowan la miraba fijamente.

—Esa es mi buena chica.

Cuando retiró los dedos, la acarició con una gentileza falsa.

—Hoy vamos a practicar esto todo el día. Sin corridas. Sin gritos. Sin resistencias.

Se levantó y la hizo arrastrarse detrás de él por la mansión.

Cada vez que decía “detente”, ella debía congelarse. Cada vez que decía “agradece”, ella debía responder de inmediato. Si tardaba, un azote con su fusta favorita la hacía gritar y volver a obedecer.

La hizo servirle el café arrodillada, sosteniendo la bandeja con las manos temblorosas. La hizo lamer el suelo limpio a su orden. Le ordenó que describiera en voz alta cómo se sentía ser su propiedad.

—Dilo.

—Me siento feliz, papi.

—¿Te gusta?

Ella lloraba bajito, pero su voz temblaba de placer enfermo.

—Sí, papi.

Rowan sonrió, finalmente satisfecho. Se inclinó, acariciándole la cara y depositando un beso en su frente.

—Eres mía, Alina. No solo tu cuerpo. También tu voluntad y tu mente.

Ella cerró los ojos, rendida. Comprendiendo que esa ahora era su vida, la propiedad de Rowan, y poco a poco, estaba comenzando a sentir y pensar que estaba bien.

—Sí… papi.

12 Lecturas/9 julio, 2025/0 Comentarios/por Kora
Etiquetas: ano, chica, desnuda, matrimonio, papi, polla, puta, semen
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