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Dominación Mujeres, Sado Bondage Mujer

El juguete de Rowan – Capítulo 6

La historia sigue la lenta pero inexorable transformación de Alina en la perra sumisa que Rowan soñaba, hasta el punto de prometerle matrimonio para sellar su posesión legal. Alina ya no recuerda la libertad: solo existe para obedecer, complacer y amar a su dueño como él exige..
Rowan estaba sentado en la cama, apoyado contra el respaldo de madera tallada, su teléfono en la oreja. Alina estaba sobre él, montándolo con su coño como le había ordenado: piernas abiertas, rodillas apoyadas en el colchón, subiendo y bajando con dificultad.

Antes de contestar la llamada, le había advertido al oído con su voz grave:

—Si te detienes un solo segundo… te ataré de nuevo al cepo y te azotaré hasta que sangres.

Ella había asentido con los ojos húmedos, murmurando:

—Sí, papi…

Ahora, mientras él hablaba por teléfono, sus manos jugueteaban con los aros de diamantes en sus pezones, jalándolos con malicia. Alina gemía bajo, apretando los dientes para no gritar.

Rowan sonrió mientras escuchaba al socio en la línea, estaba en altavoz.

—¿Y qué pasa con la entrega de esta semana? —preguntó el socio—.  Tengo a los compradores esperando.

Rowan tensó los dedos en los pezones de Alina, haciéndola estremecerse.

—Tranquilo. Llegará a tiempo. Pero dile a esos hijos de puta que el precio subió un 20%.

—¿Veinte? ¿Por qué demonios?

Rowan se rió bajo, presionando la cadera de Alina para que bajara más en su polla. Ella ahogó un gemido y tembló.

—Porque pueden pagar. Y porque quiero verlos suplicar.

—Mierda, Rowan. ¿Siempre tan cruel?

Rowan miró a Alina con fuego en los ojos.

—Claro que sí. Me gusta cuando aprenden a obedecer.

Tiró de los aros de sus pezones más fuerte.

Ella emitió un chillido contenido. Él acercó su boca a su oreja.

—Silencio, perra.

Alina mordió su labio con fuerza, luchando por no gemir. Sus caderas siguieron moviéndose, frenéticas.

—Bien. ¿Nos vemos para firmar? —dijo el socio.

Rowan vio cómo Alina se estremecía, al borde del clímax. Le dio un leve cachetazo en la mejilla. No debía venirse primero que él.

—Sí. Esta noche. Y trae el efectivo.

Cortó la llamada sin despedirse.

Alina estaba jadeando, los ojos llorosos de tanto esfuerzo. Él la sostuvo de la garganta, presionando suavemente.

—Terminaste de moverte.

—Lo… lo siento, papi…

Rowan se inclinó hacia ella, lamiéndole el sudor del cuello.

—Me encantó verte callada mientras te follaba en una llamada de negocios.

La hizo bajarse de su regazo y se levantó.

—Ven aquí.

Ella obedeció, de rodillas. Rowan la acarició con un dedo bajo la barbilla.

—Hoy vamos a pasear. Pero no con cualquier ropa.

Fue hasta el armario y sacó un ridículo y sexy disfraz de gatita. Era negro, apenas un conjunto de tiras de cuero y vinilo. Le cubría los pezones con dos minúsculos triángulos de látex que apenas se pegaban con cinta adhesiva, dejando sus aros brillar. Abajo solo tenía una tira entre sus labios vaginales, apenas cubriéndola.

Rowan la vistió él mismo, ajustando las tiras. Luego tomó un dildo negro y grande y se lo metió por el culo, colgaba una gran cola de gato de pelo gris esponjoso.

—Eso es… deja que entre todo —dijo mientras lo deslizaba dentro.

El tapón se cerró con un click interno que lo ajustaba y no se saldría con facilidad. Rowan la hizo ponerse unas orejitas de gato en su cabello.

—Perfecta.

Finalmente, le abrochó la correa de cuero al collar con la placa «La Puta Alina / Propiedad de Rowan».

—Vamos a pasear. Tienes que tomar sol antes de tu hora del semen.

La mansión estaba rodeada de hectáreas de pasto perfectamente cuidado y bosques espesos. Rowan caminaba despacio, la correa en la mano. Alina avanzaba en cuatro patas, el sol calentándole la piel y el ridículo disfraz brillando.

—Qué buena gatita… mírate, toda mía.

Ella jadeaba, con la respiración pesada. Rowan tiró suavemente de la correa.

—Más lento. Menea esa cola.

El dildo dentro con la cola de gato se movía sensualmente con cada paso. Alina obedecía, meneando sus caderas. Cuando llegaron a un gran roble, Rowan se detuvo.

—Párate.

Ella se irguió como pudo, temblorosa. Él la puso contra el árbol, las manos planas sobre la corteza.

—Arquea el culo.

Ella obedeció, la cola de gato en alto, sus labios vaginales apenas cubiertos por el ridículo disfraz. Rowan bajó su cremallera y sacó su polla dura.

—Te voy a follar aquí. Al aire libre. Donde cualquiera podría vernos.

Alina tembló.

—Sí, papi… fóllame…

Él le separó las nalgas y la penetró de golpe.

—¡Ah—!

Rowan gruñó y la sujetó de la cola de cabello, jalándola con fuerza.

—Silencio.

Empezó a moverse con fuerza, golpeando sus caderas contra ella. Sus manos le apretaban la cintura, haciendo que se empalara hasta el fondo.

—Nunca me voy a casar de ti, puta —dijo Rowan sin dejar de moverse—. Me encanta ver cómo suplicas por más, cómo lloras.

—¡Lo quiero papi!

—Dilo más sucio.

—¡Me encanta que me folles como a tu puta… tu perra…!

Rowan le mordió el cuello y siguió empujando salvaje, hasta que terminó derramándose dentro. Alina temblaba contra el árbol.

Rowan la giró para que quedara frente a él y le dio una cachetada ligera pero sonora.

—Dime cómo te gusta ser mi puta.

Ella tenía lágrimas de excitación.

—¡Me gusta mucho, papi… amo ser tu puta… tu gatita… tu propiedad…! Quiero estar contigo por siempre.

Él sonrió satisfecho.

—Buena chica. ¿Ya no quieres volver a tu vida normal?

Ella negó rapidamente.

—No, quiero ser solo tuya.

La empujó hacia abajo para que se arrodillara.

—Limpia mi polla como recompensa.

Ella lamió y chupó su polla, tragándose cada resto mientras él la sujetaba del cabello.

—Eso es. Mi buena gatita.

De regreso Rowan le puso la correa de nuevo y comenzó a caminar en cuatro patas hacia la mansión.

—Vamos. A tiempo para tu hora del semen.

Ella avanzaba en cuatro patas. Rowan, divertido, le daba palmadas en el culo expuesto.

—Más rápido.

—¡Sí, papi!

La hizo subir unas escaleras del patio arrastrándose.

.

.

.

Alina estaba atada en la cama, boca arriba. Sus muñecas sujetas con correas gruesas de cuero a la cabecera, los brazos extendidos por encima de la cabeza. Sus piernas estaban abiertas y atadas con correas de piel a las esquinas del colchón, forzándola a quedar completamente expuesta.

Solo llevaba su grueso collar negro con la placa brillante: “Propiedad de Rowan”.

Rowan estaba sentado a su lado, vestido con un traje impecable, mirándola con calma cruel. Pasaba la yema del dedo por el anillo de uno de sus pezones perforados, haciéndola estremecer.

—Hoy vas a portarte bien, Alina. ¿Sabes por qué?

Ella tragó saliva, con la respiración acelerada.

—¿Por qué?

—Porque vas a satisfacer a unos amigos míos.

Ella tembló.

Rowan bajó su voz, con un tono grave y posesivo:

—Les gusta chupar. Morder. Quieren saborear cada parte de ti. Tus tetas, tu coño. Te van a turnar. Quiero que mantengas las piernas abiertas todo el tiempo. Sin cerrarlas ni una sola vez. De todas formas estas correas de cuero no te permitirán escapar.

Alina estaba colorada de vergüenza y excitación.

—Sí… papi…

—Y al final del día —Rowan bajó más su rostro, casi rozando su nariz con la de ella— me vas a decir cuántas veces te corriste para ellos.

Ella gimió bajito.

—Sí, papi…

Rowan se levantó y fue a abrir la puerta. Tres hombres adultos, todos de traje oscuro, entraron conversando tranquilamente. Saludaron a Rowan como si fuera cualquier reunión social.

—Ustedes saben las reglas. Solo chupar, lamer, morder. Nada de penetrarla.

Uno de ellos, Eliot habló:

—Como quieras. ¿Cuanto tiempo tenemos?

—Ocho horas. Tómense su tiempo. Voy a grabar todo.

Alina tragó saliva al escucharlo.

Rowan la miró:

—Pórtate bien, nena.

—Sí, papi…

Él encendió la cámara sobre el trípode en un rincón.

Los tres hombres se acercaron a la cama con lentitud depredadora. Uno se acomodó entre sus piernas abiertas, mientras los otros dos se inclinaron sobre su pecho.

—Vaya, qué linda está —dijo Mark mientras pasaba la lengua por uno de sus pezones.

El metal del piercing tintineó al ser lamido y mordido. Alina gimió alto cuando el otro pellizcó el pezón contrario con fuerza.

—Ahh… por favor…

Rowan, desde su asiento, levantó la voz:

—Silencio Alina, nadie te pidió hablar.

Jack se metió entre sus muslos la separó con rudeza los labios del coño y enterró su rostro. Su lengua la lamía con fuerza, haciendo círculos, succionando su clítoris.

—Tan mojada… —se burló, antes de morderla suave.

Ella chilló y se sacudió, pero las correas la mantenían quieta. Eliot le mordió el pezón perforado con saña, tirando del aro con los dientes.

—Me encanta este piercing. ¿Puedo morder más fuerte? —preguntó divertido a Alina.

Alina gritó cuando lo hizo.

—¡S-sí!

El hombre entre sus piernas chupaba su clítoris con ruido, tragándose todos sus jugos.

—Dulce como miel.

Ella gimoteaba.

—Papi… me… me voy a correr…

Rowan levantó la ceja.

—Hazlo. Déjalos saborear cada orgasmo.

Ella gritó al correrse con fuerza, convulsionando mientras el hombre no la soltaba y seguía lamiendo incluso cuando estaba demasiado sensible.

Las horas pasaron. La tortura era constante y meticulosa. Uno se retiraba a tomar agua o descansar, pero otro siempre estaba en su lugar. Sus pezones estaban hinchados y enrojecidos de tanto morder y lamer.

Cada vez que se corría, Rowan le ordenaba decir en voz alta:

—¡Me estoy viniendo para ustedes, gracias!

Y ella obedecía, con lágrimas y gemidos.

—¡Me estoy viniendo para ustedes… gracias…!

El hombre entre sus piernas se reía.

—Buena chica.

Otro le sujetaba la mandíbula para meter dos dedos en su boca.

—Chupa.

Ella obedecía, succionando, mientras gemía con los otros dos hombres sobándole los senos y mordiéndolos de nuevo. Su cuerpo se arqueaba, atado y sin escapatoria. Rowan grababa cada detalle, sus ojos fríos y satisfechos.

Al final, cada uno terminó masturbándose sobre su vientre, sus pechos y su boca.

—Abre la boca.

Ella temblaba pero obedecía.

—Gracias… por la comida…

Bebía todo lo que podía, tragando con el rostro húmedo y avergonzado. Incluso bebió el orine de uno de ellos.

Cuando terminaron, los tres hombres se levantaron y se limpiaron con servilletas.

—Valió cada dólar, Rowan —dijo Mark.

—Sí, la mejor sumisa que he visto —coincidió Eliot.

Rowan sonrió satisfecho.

—Me alegra que hayan disfrutado.

Se despidieron con apretones de mano y salieron. Rowan se quedó mirando a Alina, todavía atada, el cuerpo brillando de sudor y semen.

—Cuántas veces te corriste, nena.

Ella gimió:

—20 veces, papi

Él rió bajo.

—Buena puta.

Se quitó el cinturón, lo enrolló en la mano y subió a la cama.

—Ahora es mi turno.

Rowan la desató solo para girarla y ponerla a cuatro patas. La tomó de las caderas y la penetró de golpe.

—¡Ah—!

Empezó a follarla con fuerza inhumana, sus caderas chocando contra sus nalgas.

—¿A quién perteneces?

—¡A ti, papi!

—Dilo más sucio.

—¡Soy tu puta! ¡Tu perra! ¡Tu juguete!

Rowan la jaló del cabello hacia atrás.

—Eso. Mi juguete.

Siguió embistiéndola, luego su mano en su cuello, ahogándola ligeramente.

Cuando terminó, la obligó a arrodillarse y le dijo:

—Limpia.

Ella lamió su polla con cuidado, tragándose todo. Rowan la sostuvo del cabello.

—Mañana te entrenaré de nuevo. Estás mejorando, pero no eres perfecta todavía.

Ella solo susurró:

—Sí, papi… gracias por enseñarme…

22 Lecturas/9 julio, 2025/0 Comentarios/por Kora
Etiquetas: amigos, chica, culo, follar, orgasmo, polla, puta, semen
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