El juguete de Rowan – Capítulo 7
La historia sigue la lenta pero inexorable transformación de Alina en la perra sumisa que Rowan soñaba, hasta el punto de prometerle matrimonio para sellar su posesión legal. Alina ya no recuerda la libertad: solo existe para obedecer, complacer y amar a su dueño como él exige..
El mediodía en la mansión tenía ya un ritual establecido. Alina estaba arrodillada sobre un cojín de cuero negro frente a la cama enorme de Rowan, completamente desnuda salvo por el grueso collar con su placa brillante: “Propiedad de Rowan”.
Sus pezones con los piercings de diamantes estaban duros y tensos por el aire acondicionado. Las correas de sus muñecas estaban flojas, pero sabía que no debía moverse de esa postura.
Frente a ella, cinco de los hombres de Rowan se alineaban. Rowan, sentado en la cama, los miraba con calma fría mientras sostenía un vaso de whisky.
—¿Lista para tu almuerzo, nena?
Alina levantó el rostro sonrojado, con los ojos húmedos de deseo.
—Sí, papi. Gracias por mi comida.
Rowan asintió.
—Bien. Empieza.
Ella se arrastró hacia el primero de ellos. Cuando estuvo en frente de él, el hombre la sujetó del cabello con fuerza.
—Abre bien la boca.
Ella abrió la boca obediente mientras el hombre empujaba su polla gruesa entre sus labios. El sabor salado, la sensación de la punta golpeando su garganta la hacían babear. Él embestía con fuerza, haciéndola gemir ahogado.
—Trágatela toda, putita.
Ella apenas pudo decir:
—¡Gracias por la comida…!
Cuando sintió el semen caliente llenar su boca, tragó con rapidez, sin apartarse.
Rowan la miraba con orgullo satisfecho.
—Así me gusta verte. Alimentándote bien.
El segundo hombre no le dio respiro. Tomó su cabello y empezó a follarle la boca brutalmente, haciendo que las lágrimas se acumularan en los ojos de Alina. Ella sentía su saliva mezclarse con el semen anterior, el sonido húmedo y obsceno llenando la habitación.
—¡Agradece! —gruñó Rowan.
Ella se atragantó un poco, pero logró decir con voz ronca:
—¡Gracias… por la comida… papi…!
El hombre se corrió con un gruñido y ella tragó, sintiendo cómo se le llenaba el vientre de calor.
Así pasaron los cinco, uno tras otro, haciéndola gemir, babear y tragar todo. Para el último, Alina ya tenía la voz rota, el cuerpo temblando.
Rowan se inclinó hacia adelante, mirándola con deseo cruel.
—¿Te gustó el almuerzo?
Ella asintió, jadeante.
—Sí, papi… me encantó… gracias por darme de comer…
Él sonrió.
—Buena puta.
.
.
.
La tarde era para “su entrenamiento de culo”. Rowan la puso en el cepo de madera, obligándola a doblarse. Sus muñecas y cuello quedaban atrapados en los huecos, el trasero levantado y expuesto.
Rowan se paró detrás de ella, admirando la vista. Metió una mano por su coño, totalmente empapado.
—Mírate… siempre tan lista para papi.
Ella jadeaba, con el corazón acelerado.
—Sí, papi… soy tuya…
Rowan acarició sus nalgas y luego las azotó con fuerza, dejándolas rojas.
—Hoy quiero tu culo.
Ella se estremeció de anticipación.
—Sí, papi. Tómalo.
Rowan sonrió y sacó el lubricante. Vertió un chorro frío en su ano, masajeándolo con sus dedos. Ella gimoteó y tembló, pero no se movió.
—Relájate.
Cuando estuvo listo, Rowan se colocó detrás y empujó lentamente su gruesa polla dentro de su culo.
—¡Aah…!
Ella gritó, pero Rowan le sujetó la cadera con fuerza.
—Silencio. Acepta mi polla.
Comenzó a moverse, despacio al principio, luego más rápido. El sonido de su cuerpo chocando contra ella llenaba la habitación. Rowan gemía grave, satisfecho.
—¿De quién es este culo?
—¡Tuyo, papi!
Él azotaba sus nalgas entre embestidas.
—Dilo mejor.
—¡Soy tu puta! ¡Tu perra! ¡Tu juguete, papi!
Él sonrió.
—Así me gusta.
Cuando se vino, se quedó un momento dentro, apretándola fuerte. Después salió con un gemido grave y sujetó su cabello.
—Ya sabes qué hacer
Ella se inclinó lo que pudo en el cepo y le lamió la polla, tragando todo.
—Eso es.
Mientras Alina lamía, él habló.
—Alina. —dijo con calma— Tú y yo vamos a casarnos.
Ella abrió mucho los ojos, sorprendida.
—¿En serio… papi?
Rowan la miró con deseo y posesión.
—Sí. Quiero que seas mía para siempre. Quiero que todos sepan que eres mi mujer.
Ella temblaba de emoción y sumisión.
—Sí, papi… solo quiero ser tuya… siempre…
Rowan acarició su mejilla.
—Entonces obedecerás todo lo que te diga. Esta noche iremos a visitar a tus padres. Quiero que les digas que eres mía, que te escapaste conmigo porque me amas. Que nos vamos a casar.
Ella asintió con sumisión plena.
—Sí, papi… haré todo como tú quieras.
Rowan sonrió, satisfecho.
—Buena chica.
Fue al armario y sacó dos dildos gigantes. Los que siempre usaba cada vez que sacaba a Alina de la casa.
—Pero antes… quiero prepararte.
Alina se puso en cuatro sin que él tuviera que pedírselo. Rowan lubricó ambos juguetes con cuidado y los metió, uno en su coño y otro en su culo. Ella gimió fuerte, pero no protestó.
—¡Aah… papi…!
—Shh. —Rowan apretó ambos hasta el fondo, escuchando el gemido estrangulado de su sumisa—. Parece que necesitas más entrenamiento para que no te quejes cuando te meto los dildos.
Luego ajustó los arneses para que los dildos quedaran bien sujetos.
—No quiero que salgan en ningún momento.
Ella tragó saliva.
—Sí, papi…
Rowan colocó un vibrador pequeño en su clítoris y lo sujetó con cinta especial, dejándolo fijo.
—Esto va a estar encendido todo el viaje y todo el tiempo que yo quiera.
Ella cerró los ojos, jadeando.
—Sí, papi…
Finalmente, cambió sus piercings de diamantes por otros de presión, que le apretaban dolorosamente los pezones.
—Estos te recordarán a cada paso que des que eres mía.
Ella gimió.
—Gracias, papi…
Rowan la vistió con un vestido sencillo y un abrigo, el contraste con su ropa interior obscenamente modificada haciéndola sonrojar.
Finalmente, le colocó un anillo de compromiso de diamantes.
—Para que todos sepan que eres mía.
Ella lo miró con lágrimas de sumisión y felicidad.
—Soy tuya, papi. Para siempre.
Durante el trayecto en la limusina, como era de costumbre, en el asiento trasero de la Rowan se relajaba mientras Alina estaba en el suelo entre sus piernas, chupándole la polla obedientemente.
—Eso es…
Mientras tanto, él usaba el control remoto del vibrador en su clítoris y el de los dildos, subiéndolo al máximo. Ella se estremecía, casi desmayándose de placer, con los dildos enormes presionándola por dentro.
—Eres tan buena chica, tragando mi polla así… serás una excelente esposa, Alina.
Ella gemía, babeando.
—Todo el camino vas a chuparme. Quiero que llegues empapada y temblorosa.
—Sí… papi…
Rowan miró por la ventana con media sonrisa, acariciando su cabeza con posesión.
—Vas a ser mi esposa. Mi propiedad. Mi tesoro.
Ella gimió con la polla en la boca:
—Sí… papi… tuya… siempre tuya…
.
.
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La limusina negra se detuvo frente a la casita sencilla y algo descuidada, con la pintura descascarada y el jardín lleno de maleza. Adentro se veían las luces encendidas.
Rowan miró a Alina, que todavía estaba de rodillas en el piso del auto, vestida con su abrigo y el vestido sencillo que apenas disimulaba los piercings, dildos y el vibrador escondido.
Rowan la tomó del mentón con sus dedos enguantados.
—No saldrás de este coche hasta que termines tu trabajo.
Ella bajó la cabeza, jadeando, y volvió a tomar su polla dura en la boca, succionando con esfuerzo mientras las lágrimas le corrían por las mejillas. El vibrador en su clítoris estaba encendido en nivel bajo, manteniéndola en un estado constante de tensión húmeda.
Rowan le acariciaba el cabello, impaciente.
—Vamos, nena. Papi quiere correrse en tu boca.
Ella gemía y succionaba más profundo, hasta que Rowan soltó un gruñido grave y la llenó de semen caliente. Ella tragó sin apartarse, con un sonido húmedo y obediente.
Cuando terminó, lo limpió con su boca, y luego él le dio una cachetada en la mejilla.
—Así me gusta.
Ella jadeó:
—Gracias, papi…
Rowan le subió el mentón para mirarla.
—Escúchame bien. Cuando estemos ahí, eres mía. Propiedad mía. No digas más de lo necesario o te castigaré duro al llegar a casa.
—Sí, papi.
—Levanta el vestido. Quiero ver tus pezones.
Ella obedeció y subió el vestido, revelando los piercings de presión enrojecidos. Rowan los tomó con sus dedos y los apretó más fuerte.
Ella gimió y se retorció.
—¡Ah… papi…!
Rowan sonrió con esa maldad fría suya.
—Mejor. Así me gusta.
Se inclinó de pronto y la besó con brutalidad, dominando su boca, metiendo la lengua mientras la sujetaba del cuello con fuerza. Ella se derritió en su beso, completamente sumisa, gimiendo contra sus labios.
Cuando se apartó, Alina estaba roja y temblorosa, respirando con dificultad.
—Estás lista.
Ella solo pudo asentir:
—Sí… papi…
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