El regalo de cumpleaños que me dio mi esposo me quitó toda la amargura.
El regalo de cumpleaños que le dio su esposo, le alegró su amargada existencia..
El regalo de cumpleaños que me dio mi esposo me quitó toda la amargura.
Después de que ha pasado un cierto tiempo, desde que pasó lo que originó todo, aun se me hace difícil el creer que haya sucedido.
Con decirles que ya llevamos, mucho más de veinte años de casados, creo que basta, hasta hace unos años, más o menos unos cinco.
Mi esposo y yo manteníamos, lo que pensaba yo era una relación casi perfecta, pero debido a que sufrió de un tumor en los testículos, perdió su virilidad.
Por lo que toda nuestra actividad sexual, desapareció casi del todo, lo que posteriormente comencé a resentir bastante, y a la vez, hizo que mi carácter se amargase.
Mi esposo con rapidez se dio cuenta de todos esos cambios en mi manera de ser y de actuar, me volví toda una amargada, quejosa, peleaba con él casi sin motivo alguno real.
Nuestras dos hijas, por suerte ya se encontraban fuera de la casa, mi esposo se dio cuenta de esos cambios, y procuró hablar conmigo respecto a ese tema.
Pero yo siempre le sacaba el cuerpo, ya que no quería admitir, que me encontraba bastante afectada por esa situación.
Llegó una noche a proponerme que debía buscar alguien, con quien compartir, pero yo le decía que mis firmes preceptos morales y religiosos, me impedían aceptar el tan solo pensar en esa idea.
En varias ocasiones me propuso e tema, hasta que yo de la rabia, lo dejaba con la palabra en la boca.
Pero durante algunos días después, no volvía a tocar el tema en casa, la realidad es que tenía miedo a que luego él me lo tirase en cara.
Pero como a la semana volví a ser la misma, el día de mi cumpleaños número cuarenta y ocho, mi esposo me propuso salir a cenar fuera de la casa, durante la comida pidió varias botellas de vino.
La verdad es que nunca he sido buena bebedora, y después de un buen rato me encontraba del todo ebria y sin idea de lo que estaba pasando a mi alrededor.
Mi esposo me sacó del restaurante, y luego me llevó al auto, yo en medio de mi borrachera, no hacía otra cosa que reírme como una tonta.
Se que se detuvo en un bar, se bajó del auto mientras yo lo esperaba, al regresar lo hizo acompañado de un hombre joven, y no es que yo sea racista, pero el chico era negro.
Mi esposo al dejarlo subir a nuestro coche, me dijo que era su ahijado, al que tenía muchos años que no veía.
Para mi bastaba que mi marido me lo dijera, para que yo lo aceptase como tal, de ese lugar nos dirigimos a nuestro hogar, y ya dentro de la casa, mi marido abrió otra botella de vino, personalmente me sirvió a mí, a su ahijado y desde luego que él también se tomó otra copa.
Durante un rato hablamos de todo un poco, pero me pareció bien raro que mi marido de momento se sentase a mi lado, y sin considerar la presencia de su ahijado, comenzara a tocarme las rodillas, subiendo su mano por mis muslos, dejándolos parcialmente descubiertos ante la mirada fija de ese chico.
No contento con eso de momento comenzó a besarme, como un loco, mientras que yo no sabía qué hacer.
A todas estas su ahijado el negro, nos seguía mirando de manera fija, sin ninguna otra expresión en su rostro que no fuera esa rara mirada.
A pesar de mi estado de ebriedad, traté inútilmente de calmar a mi marido, pero peor se ponía, hasta que con sus propias manos me agarró las pantaletas que tenía puestas y con fuerza y rapidez, me las ha quitado.
Aunque me encontraba vestida me sentí desnuda, ya que él me seguía besando y tocando todo mi cuerpo bajo la ropa.
Sus dedos, los fue enterrando deliciosamente dentro de mi vulva, y en esos momentos dejé de resistirme a todos sus avances.
A medida que continuaba tocándome, yo misma como que me fui despojando de la ropa que tenía puesta, como que la presencia de ese chico en nada me importase.
Llegué a pensar en mi borrachera, que algo le había pasado y que mi marido volvería a estar conmigo, pero en cierto momento cuando abrí los ojos, me encuentro al joven negro frente a mi completamente desnudo, y para completar con su miembro completamente también erecto.
Mi esposo no dijo nada, sencillamente se levantó del sofá donde los dos estábamos, le cedió su lugar al negro, y este comenzó a colocarse sobre mi cuerpo.
A diferencia de mi esposo, el joven me comenzó a tocar de manera suave y gentil, la verdad es que yo me encontraba entre excitada y bastante asustada, por no saber cómo actuar.
Hasta que él abrió mis piernas con calma, acercó su negro rostro a mi coño y algo que en mi vida había sentido lo sentí en ese instante, cuando su gruesa y musculosa lengua comenzó a pasarla por sobre mis labios vaginales, y mi clítoris, por un buen rato recibí las delicias de eso que me hacía con su boca y lengua.
A cada pasada de su lengua por sobre mi piel, sentía como sí una sabrosa corriente eléctrica atravesara todo mi cuerpo.
De la misma manera suave y deliciosa comenzó a penetrarme, el sentir otra vez, esa agradable sensación, de estar entre los brazos de un hombre y que a su vez me fuera introduciendo su miembro, creo que me volví como loca.
Por unos segundos di rienda suelta a mis deseos de continuar siendo cogida, pero al levantar la vista vi la figura de mi marido que nos observaba, eso me paralizó, hasta que se acercó a mi rostro y con pasión y ternura me dio un divino beso en la boca.
Eso bastó para que yo continuase disfrutando, de todo lo que el negro y yo estábamos haciendo.
Gracias a Dios que vivimos bastante retirados de los vecinos, ya que mis gritos de seguro se debían escuchar con claridad fuera de la casa.
El muchacho por lo que pude comprobar, era todo un experto en la materia, tras estar acostada boca arriba y con las piernas bien abiertas, disfrutando de sus fuertes penetraciones, me hizo cambiar de posición.
Mi esposo nos miraba con una cara de alegría y felicidad, que tenía mucho tiempo que no le veía, conociéndolo como lo conozco, sé que no era por lo que estaba viendo, sino por lo que yo estaba disfrutando.
En una el negro me puso recostada boca abajo sobre el sofá, y penetró mi caliente coño, con su gran verga negra.
Al rato me lo sacó, y estando de pie, me levantó y así de pie lo estuvimos haciendo, por largo rato.
Me sentía como una niña con juguete nuevo, y a cada momento con cada penetración, aunque parezca una exageración de mi parte, yo alcanzaba un delicioso orgasmo cada uno más divino y fuerte que el anterior.
Hasta que él me dejó sobre el sofá y llevando su enorme verga directo a mi boca, terminé mamándosela, hasta que se vino en ella.
Después de eso me he quedado completamente exhausta, tanto que hasta me dormí en el sofá.
Cuando me desperté, estaba desnuda apenas y cubierta por una de nuestras sabanas, también estaba muy consciente de casi todo lo que había pasado en la noche.
Al poco rato, sentí el olor a café, que en la cocina mi esposo preparaba, al levantarme, caminé a la cocina, y me encontré con la sorpresa de que su ahijado se encontraba sentado a la mesa de la cocina, listo para desayunar.
Mi esposo notó mi presencia, y rápidamente me fue a buscar a la puerta de la cocina, por suerte agarré la sabana y me enrollé en ella.
Por todo lo que había pasado la noche anterior no sabía que hacer o decir, hasta que mi marido dijo. “Espero te haya agradado la fiesta y el regalo de cumpleaños que te hice.”
Hubiera querido decirle que no, por eso de ser pudorosa, pero no era cierto, lo disfruté y no saben de qué manera.
Su supuesto ahijado, resultó ser un joven actor porno, mi estado de ánimo cambió del todo desde esa noche, dejé de comportarme como una vieja amagada y malcriada.
Ahora cuando mi esposo, me propone que me acueste con otros hombres, ya realmente no veo nada malo en ello, y acepto gustosa, en ocasiones me ha presentado algunas variantes, las cuales de igual forma disfruto al máximo.
Al fin yo lo sigo amando y él a mí, de no ser así, creo que me hubiera vuelto loca.
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