El Santero apenas me vio dirigiéndose a mi me dijo, además de que estas resalada, estas cruzada, y te tienen bien clavada.
Una mujer casada, después de contarle a su amiga todas las cosas malas que le están sucediendo su amiga la lleva a ver un Santero, para que le haga una limpieza profunda haciendo que la mujer se desnude y emborrache a medida que su amiga y el Santero la iban limpiando .
El Santero apenas me vio dirigiéndose a mi me dijo, además de que estas resalada, estas cruzada, y te tienen bien clavada.
Esa mañana del sábado, después de que le conté a mi amiga, todas las cosas malas que me estaban sucediendo, sin decirme nada, me agarró de la mano, y rápidamente salimos de su casa.
En el camino detuvo su auto entró a una tienda de licores, y tras comprar varias botellas del aguardiente más barato y unos cuantos tabacos.
Fue entonces que me dijo que íbamos a ver un Santero para que me ayudase, yo realmente ni idea tenia de que se trataba eso, pero como estaba desesperada dejé que mi amiga continuase
Salimos de la ciudad, y tras recorrer una vieja carretera llegamos a una gran casona algo mal trecha, pero al acercarnos vi un sin número de autos, y ya dentro una gran cantidad de personas.
El Santero, un hombre de oscura piel, algo panzón, como de unos cincuenta y tantos años y medio calvo, era el tipo a quien, por lo visto, mi amiga ve frecuentemente.
Apenas entramos mi amiga me lo presentó, él nada más le bastó tomar mi mano y sin yo decirle nada comenzó a decirme. “Tú tienes muchos problemas, lo de tu marido, eso tiene arreglo, el regresará a casa, el padre del niño es alguien de autoridad, en el colegio en el que estudia tu hija.”
“Tu hijo, no es gay, simplemente se encuentra confundido, pero corre el riesgo de que le guste.”
“Pero en tu trabajo si te han hecho un fuerte trabajo, estas bien salada, además estas cruzada, y te tienen bien clavada en una foto con un sin número de alfileres, para que te enfermes, te voten o renuncies.”
Yo me quedé asombrada después de escucharlo, mi amiga no pudo haberle dicho nada, ya que yo estuve presente desde que llegamos y ella solo me presentó.
Yo estoy más que segura que él leyó todo eso en mi rostro, con nada más tomarme la mano, por lo que cuando me dijo. “Todo tiene arreglo, pero es necesario que hagas un pequeño sacrificio, o sea que hagas todo lo que yo te ordene, sin tan siquiera pensarlo.”
“De lo contrario, mejor te retiras, te preparas para el divorcio, para criar a un nieto que no esperabas, aceptar que a tu hijo le gustan los hombres, y debido a todo eso te sentirás muy enferma, por lo que o renuncias, o terminan votándote, de tu trabajo.”
No lo pensé dos veces, y ante tan oscuro futuro, de inmediato respondí que si, por lo que el Santero, pasando a todas las personas que se encontraban antes que yo, me tomó de la mano y me condujo dentro de una pequeña habitación en compañía de mi amiga.
Una vez dentro me dijo. “Te quitas todo lo que tengas puesto, incluso los anillos, y los zarcillos, después te pones esta bata, y cuando estés listas, sin ponerte los zapatos, regresas a esta sala.”
Cuando terminé de ponerme la bata, mi amiga abrió la puerta y las dos nos dirigimos a la pequeña sala, donde nos esperaba él, una sala llena de fotos y figuras de santos, frente a una especie de altar.
Con un sin número de imágenes y estatuillas de santos, así como un sin número de velas de diferentes colores encendidas, y por todos lados un fuerte olor a incienso, a cera derretida, a tabaco y aguardiente.
El Santero me tomó de la mano y me llevó al centro de la habitación, indicándome con su grave voz, que me sentase en el piso al tiempo que me entregaba una vasija de barro, para que yo me bebiera algo del aguardiente, y una vez sentada y que me tomé todo eso.
El Santero prendió uno de los grandes tabacos, y comenzó a poner a mí alrededor, muchos pequeños quemadores de incienso prendidos, mismo tiempo que él no dejaba de echarme el humo del tabaco en mi cuerpo, y tampoco dejaba de orar.
Al principio no sentía nada especial, pero a medida que él seguía prendiendo los inciensos, aunque a mi al principio me pareció que era marihuana, por lo que comencé a sentirme un poco mareada y rara, más tranquila, y relajada.
Era como si nada me preocupase, mientras que él continuaba echándome el humo del tabaco, rezaba u oraba en un idioma que yo no comprendía.
Las luces se hicieron un poco más tenues, y de momento me dijo en un tono bien tranquilo, quítate la bata.
Por unos instantes dudé en hacerlo, pero me acordé de lo de todo lo que me había dicho al entrar a su casa, así que sin más ni más me despojé de la bata quedando completamente desnuda y sentada en el piso ante él y mi amiga, que no dejaba de mirarme.
Por otro largo rato el continuó manteniendo encendido los quemadores, echándome humo y orando sin que yo comprendiera lo que decía, y de cuando en cuando se tomaba un poco del aguardiente a pico de botella.
Para luego rociar mi cuerpo, hasta que él me entregó otra vez la pequeña vasija con más aguardiente, y tras tomármela, él me agarró por los tobillos e hizo que las abriera mis piernas de par en par, en medio de todo me sentía avergonzada, jamás había estado desnuda frente a otro hombre que no fuera mi marido.
Pero una vez que abrí mis piernas, nuevamente continuó orando, y al poco rato le entregó una especie de muñeco a mi amiga, más bien era una figura larga y gruesa hecha en negra madera de ébano bien pulida.
La que mi amiga habiéndose quitado toda su ropa y quedando tan desnuda como yo, me entregó, arrodillándose frente a mí, estirando sus manos, y bajando su cabeza, hasta casi pegar su frente al piso.
Una vez que yo agarré esa figura de madera que se me parecía un soldado por el casco que tenía en la punta, ella se me acercó a mi oído y me dijo. “Ahora pásatelo lentamente, por todo tu cuerpo, por tu cabeza, por tus tetas, por los brazos, piernas, y nalgas y finalmente te lo comienzas a meter y a sacar de tu coño, de la misma manera, lentamente.”
Yo no podía creer lo que mi amiga me había pedido, pero a medida que el Santero continuaba orando, yo tratando de controlar mi nerviosa risa, casi sin poder hacerlo.
Fui haciendo todo lo que mi amiga me había dicho, hasta el punto en que cuando me coloqué eso entre mis piernas me detuve momentáneamente.
No por nada en especial, es que sentí una poquita vergüenza, hacer eso frente a ellos dos.
Fue cuando la voz del Santero me dijo suavemente. “Empújalo dentro de tu coño, para que saques, lo que te han metido.”
Como una autómata, comencé a meter y sacar la cosa esa, pero a medida que lo iba haciendo, no pude dejar de sentir cierto grado de placer, placer que a medida que continuaba haciéndolo iba creciendo, al penetrar completamente mi coño con esa figura de madera.
La satisfacción que sentía era tan grande, me recosté completamente sobre el piso, mantuve mis piernas bien abiertas, mientras que con mis propias manos no dejaba de meter y sacar eso de mi coño viciosamente.
Mientras que el Santero puso varias veces el pico de la botella en mi boca y tomé más aguardiente.
Estuve haciendo eso, quien sabe por cuánto tiempo, hasta que finalmente entre gemidos y fuertes gritos de placer, que no sé cómo me atreví hacerlo, disfruté de un tremendo orgasmo.
Tras el cual quedé completamente sudada, cansada y recostada sobre el piso, con la figura de madera fuera de mi coño, pero aun sujetada por una de mis manos.
De momento comencé a sentir, como sabrosamente alguien, se encontraba lamiendo todo mi coño, y succionando mi clítoris de una manera que nunca antes había sentido.
El placer que sentía era tal, que temí que, si abría los ojos, dejasen de hacerme lo que me estaban tan sabrosamente haciéndome.
De momento sentí los labios de mi amiga contra los míos, al tiempo que sus manos acariciaban mis senos divinamente, y el Santero dejó de mamar mi coño, para colocar su verga dentro de mí.
Si el aparato de madera que yo sostenía aun entre mis dedos era grande, cuando sentí que él me empujó su verga, entendí que era mucho más grande y gruesa que el juguete de madrea que yo sostenía entre mis dedos.
Mi amiga dejó de besarme, y casi de inmediato colocó su peludo coño sobre mi boca, y sin que me dijera nada, de manera casi automática me dediqué a mamárselo.
Por un largo rato el Santero y yo disfrutamos de un sexo como nunca antes yo lo había disfrutado, en cierto momento pensé en mi esposo, pero de inmediato me acordé de que él seguramente ni tan siquiera pensó en mi cuando se enredó con su secretaria.
Por lo que continué disfrutando de todo lo que tanto el Santero, como mi amiga me hacían, hasta que no pudiendo aguantar más disfruté de otro tremendo orgasmo.
Tras el cual me quedé tendida sobre el piso, hasta que sentí que ellos dos me pusieron boca abajo.
Después sentí como los dedos de mi amiga, comenzaron a explorar mis nalgas, y a los pocos segundos, como al principio un dedo, seguramente embadurnado en vaselina, comenzó ella a introducirlo dentro de mi culo.
Luego dos, y más tarde tres, hasta que finalmente ya me estaba incrustando sus cuatro dedos dentro de mi culo.
Pero lo raro es que quizás como fue algo gradual, no puedo decir que me haya dolido, todo lo contrario, lo disfruté tremendamente, al punto que comencé a mover mis caderas a medida que ella prácticamente metía y sacaba su mano de mi culo.
Luego en fracciones de segundos extrajo todos sus dedos, y sin demora, me ha introducido seguramente la figura de madera, lo extraño fue que apenas lo hizo sentí su cuerpo sobre el mío.
El Santero, me tomó por el cabello, y levantando mi cara, colocó su miembro dentro de mi boca, poniéndome a mamárselo.
Pero en cierto momento fue tan fuerte la manera en que me empujaba su verga que sentí que me llegó bien adentro de mi garganta, haciendo que yo no pudiera contener las ganas de vomitar, al tiempo que él sacaba su verga.
Quedé desfallecida, y hasta dormí por un largo rato, al despertarme, mi amiga estaba a mi lado, bebiendo en compañía de varios hombres desnudos que yo desde luego, no conocía, ella me condujo al baño, me di una rápida ducha, y regresamos con todos esos tipos.
Los que sin decirme nada comenzaron a tocarme por todas partes, mientras que yo volvía a darme otro trago de aguardiente.
En cosa de poco rato ya uno de ellos me estaba clavando su verga, mientras que a mi amiga le daban por el culo.
El resto de la noche la pasé de verga en verga, en ocasiones mamando y en otras dejando que me la clavasen por donde a ellos se le antojase.
Ocasionalmente el Santero se asomaba a echarnos un ojo, pero de inmediato se marchaba, mientras que nosotras dos disfrutábamos como locas.
Una vez que todo terminó, al día siguiente al despertarnos, el Santero se nos acercó, y tanto a ella como a mí nos entregó una buena cantidad de dinero.
Por lo que me quedé bien confundida, hasta que mi amiga me explicó que, todos esos hombres, le pagaban al Santero por limpiarlos, y como nosotras dos hicimos el trabajo fácil, él compartía su dinero con nosotras.
En medio de todo, al principio me sentía sumamente confundida, por una parte, me sentí como si hubieran abusado de mí, por lo que estaba algo molesta, pero por otra parte, me encontraba sumamente satisfecha por lo mucho que disfruté lo ocurrido.
La verdad es que mi marido finalmente se divorció de mí, mi hija fue expulsada del colegio, al asegurar que el padre de su hijo era un maestro, lo que eventualmente resultó ser falso, ya que mi hija se había acostado con más de medio colegio, incluso con el conserje.
Mi hijo, definitivamente cambió, ahora cuando sale de casa lo hace vestido de mujer, por lo menos ya no lleva sus amigos a nuestra casa, ya que según supe después, lo llevan a algún motel, y finalmente a mí me votaron del trabajo.
Pero a pesar de todo eso continuó visitando al Santero en compañía de mi amiga, cada vez que él nos llama para que lo ayudemos a limpiar a varios de sus clientes.
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