El sentir la verga del prestamista penetrándome, grité de placer pidiéndole que me diera más y más duro.
Una mujer casada, se ve en la necesidad de pedirle a un prestamista dinero, para no perder su casa, él se lo da pero con la condición de que se acueste con él mientras termina de pagarle lo que él le prestó..
El sentir la verga del prestamista penetrándome, grité de placer pidiéndole que me diera más y más duro.
La verdad es, que no sé por dónde comenzar. Aunque entiendo que esto es totalmente anónimo, todavía me cuesta trabajo el hablar de lo sucedido, por haber tenido que comportarme como una puta, buscando quien me prestase dinero, para pagar los gastos hospitalarios de mi madre, y no perder mi casa.
Resulta que mi esposo y yo llevamos unos diez años de casados, no tenemos hijos, vivíamos más o menos bien, tomando en cuenta que los dos trabajamos.
Pero hace menos de un año y medio, mi madre debió ser operada de emergencia, y mi esposo y yo prácticamente corrimos con todos los gastos.
Debido a eso nuestra economía se vio fuertemente afectada, pero hasta esos momentos, ni mi esposo ni yo nos preocupaba mucho eso.
Luego como hace seis meses, la empresa para la que él trabajaba debió cerrar, por lo que la única entrada económica pasó hacer la mía, gracias a Dios él rápidamente volvió a encontrar trabajo, pero en otra ciudad, por lo que prácticamente se tuvo que mudar y solo nos veíamos los fines de semana.
Desde que llegaba hasta que se marchaba, mi marido y yo no hacíamos otra cosa, que estar en la cama para recuperar el tiempo perdido.
A pesar de todas las vicisitudes los dos seguíamos siendo felices, hasta que nuevamente mí madre debió ser hospitalizada, ya que no siguió al pie de la letra las indicaciones de los Doctores.
A diferencia de la vez anterior en que mi esposo me había ayudado sin decir palabra, en esta ocasión claramente me manifestó que no podía, esto trajo en consecuencia que nuestras relaciones se enfriaran y las cuentas de mi apartamento, se fueran acumulando, al punto que el banco me había pasado una comunicación para liquidar la hipoteca.
Yo estaba resuelta, hacer todo lo necesario para no perder mi apartamento, pero aparte de conseguir otro empleo, y tras vender mi auto con ese dinero pagué parte de las deudas, pero todavía no alcanzaba a cancelar la totalidad.
Por lo que una amiga, me sugirió que visitase a un conocido suyo que se dedicaba al préstamo de dinero.
Desde que llegué a la dirección que me dio mi amiga me sentí sumamente incomoda, ya que se trataba de un pequeño bar de mala muerte, al que por un rato estuve a punto de no entrar por la apariencia del lugar, pero mi necesidad era tal, que finalmente me decidí.
Ya dentro pregunté por “el prestamista”, el hombre que se encontraba atendiendo tras la barra, me señaló una delgada escalera sin barandas que daba a un piso superior.
Al final se encontraba una puerta algo bastante estrecha, al golpearla la voz de la persona que se encontraba adentro me ordenó pasar.
El lugar era relativamente pequeño para ser una oficina, una de las paredes realmente era un ventanal de cristales ahumados, al fondo se encontraba un pequeño baño algo sucio y sin puerta alguna, las paredes del lugar se encontraban tapizadas de fotos de mujeres, mayormente desnudas o de muy escasa ropa, y en el pequeño escritorio pude ver algunas revistas porno.
Mientras yo observaba de pie a mí alrededor, me preguntaba a mí misma que hacía en un lugar como ese.
Hasta que el hombre en la pequeña habitación que charlaba por teléfono, me indicó que tomase asiento frente a él, en una incómoda silla de madera, por lo baja que era.
Mientras esperaba sentada tratando de mantener el equilibrio en dicho asiento, escuche a esa persona decirle a quien hablaba con él lo siguiente. “Ya sabes si no tienes para pagarme los intereses, ve diciéndole a tu mujer, que se lave bien el coño, que mañana se me antoja estar con ella.”
Tras lo cual se comenzó a reír burlonamente y luego colgó el auricular, al ver mi expresión me comentó. “Se trata de un viejo amigo, y nosotros nos jugamos así.”
Yo saqué una fingida y nerviosa sonrisa, hasta que él, sin quitar la vista de mis senos, me preguntó que deseaba yo.
Por un instante me vi tentada a salir de su oficina, pero mi necesidad era tal que decidí continuar, por lo que, tragando en seco, y cerrando mi blusa, le dije que una amiga me había comentado que él prestaba dinero, cuando me preguntó quién era esa amiga, le di el nombre y encima se la describí ligeramente, una picara sonrisa se asomó a sus labios.
En ese instante me acordé de un dicho de mi abuela que dice, el que se ríe solo de sus picardías se acuerda.
Él es un hombre como de unos cincuenta años, delgado, algo bastante feo, debido a su gran nariz aguileña y las duras facciones de su rostro, además de tener el cabello despeinado, y una abundante barba sin arreglar llena de canas, que le daba un aspecto más desaliñado.
Pero con unos ojos que son sumamente expresivos, y su manera de mirarme toda, me estaba poniendo muy nerviosa.
En cierto momento se colocó frente a mí y se sentó a la orilla del pequeño escritorio, mientras yo comenzaba a hablar sobre la cantidad de dinero que necesitaba y como pensaba pagársela.
Me di cuenta de que ya había dejado de verme los senos, y su mirada se encontraba fija entre mis piernas, debido a la incómoda posición en que me encontraba sentada, me imagino que desde su punto de vista siempre algo podía ver.
Lo que me incomodó más aun, y cambié de posición de manera discreta, al hacerlo observé en su rostro un reflejo de contrariedad.
Al terminar de hablar, me preguntó. “¿Qué estaba dispuesta hacer? con el fin de que él me prestase todo ese dinero.” La verdad es que no se me ocurrió nada en particular, salvo decirle que trabajaba, y nuevamente explicarle las razones que me habían llevado a su oficina.
Pero él no me dejó terminar de hablar, acercando su rostro al mío me dijo. “Ya todo eso lo sé, lo que quiero es que me digas. ¿Qué estas dispuesta hacer? para que yo te preste ese dinero, que tanto necesitas ahora mismo.”
Tanto su insistente manera de mirar mi cuerpo, como su tono de voz al hablar, me dejo entrever cuál era su intención.
Realmente pensé que me debía retirar, ya que sentí como que me estaba ordenando, que le dijera que me acostaría con él, a cambio de que me prestase esa cantidad de dinero.
Pero esa era, mi única y última opción real, sino quería perder mi apartamento, no podía contar con mi marido, y mucho menos con mi madre.
En ese momento en un tono condescendiente me comentó. “Lo que llegues a decidir, nada más lo sabremos tú y yo.” Y nuevamente me volvió a preguntar lo mismo.
Resignada, y bajando la mirada le dije que haría cualquier cosa que él me ordenase, siempre y cuando me prestase todo el dinero lo más pronto posible.
Se agachó frente a mí, y colocó una de sus manos sobre mis rodillas, las que yo trataba de mantener juntas y de tapar con mi falda, mientras estaba sentada en esa incomoda silla.
Continuó hablándome, y me dijo. “No vendas las entradas sino piensas dar la función.” Al tiempo que su mano se fue deslizando entre mis piernas debajo de mi falda, traté de evitar que continuase, sujetando su gruesa muñeca.
Pero en ese instante sacó de uno de sus bolsillos con la otra mano un gran fajo de billetes, y me los puso frente a mi rostro.
Yo me les quedé viendo, y él continuó moviendo su mano bajo mi falda hasta que finalmente tocó mis pantaletas.
Sus dedos echaron a un lado la tela que ocultaba mi coño, y comenzaron a hurgar dentro de mi vulva.
Al tiempo que me miraba fijamente a los ojos, yo algo nerviosa estiré la mano y tras agarrar el dinero, mientras que él me separaba las piernas, ligeramente lo conté constatando que se trataba de la cantidad que yo necesitaba con urgencia.
Luego rápidamente he guardado el fajo de billetes en mi cartera, y la coloque a un lado, al ver los ojos de él, mientras él se levantaba del piso y sacaba su mano de mi coño, entendí que el trato estaba cerrado, sus ojos primero se fijaron en mi boca y luego en el área su propio miembro.
Para mí era bien claro, lo que él deseaba, a partir de ese instante intuí, que a él no se conformaría con que le mamase su cosa.
En esos instantes yo misma me recriminaba que fuera capaz de hacer eso, por cochino dinero, pero al mismo tiempo pensaba, que realmente era mi única salida, sino quería perder mi apartamento.
Aguantando mis ganas de llorar por lo que estaba a punto de hacer y con una fingida sonrisa dibujada en mi rostro decidí continuar, al fin y al cabo, ya había tomado la decisión y como él dijo, sólo él y yo lo sabríamos.
Llevé mis manos hasta la parte superior de la cremallera de su pantalón y comencé a pasarlas suavemente sobre la tela.
De inmediato me di cuenta del estado de erección en que se encontraba su miembro, lo podía palpar completamente con mis dedos al pasarlos por sobre la tela de su pantalón.
Lentamente con mis dedos de mi le solté la correa, luego desabotoné el pantalón, para continuar bajando la cremallera.
Con ambas manos fui bajando tanto el pantalón como su ropa interior, mientras él me observaba detenidamente, con sus brazos colocados a la altura de su cintura.
A medida que su ropa se escurría fue apareciendo su erecto pene, jamás en mi vida me había puesto hacer comparaciones entre el miembro de mi esposo y otros hombres, ya que nunca había estado de manera tan cercana a una verga que no fuera la de mi propio marido, y con eso y todo, a él hasta la fecha nunca se la había mamado.
No les voy a venir con el cuento de que hasta esos momentos era una Santa Católica Apostólica y Romana, la verdad es que en unas cuantas ocasiones le había puesto los cuernos a mi esposo, pero fueron en situaciones particulares.
Como lo fue la fiesta de navidad del año pasado de la empresa para la que trabajo, mi esposo no me pudo acompañar, debido a que se encontraba en el funeral de su padre, al que yo asistí desde luego, pero él se debió quedar para hacer los arreglos finales.
En la fiesta, uno de mis compañeros de trabajo y yo aparte de bailar durante casi toda la noche, nos emborrachamos.
Cuando me vine a dar cuenta, ya los dos nos encontrábamos en la habitación de un motel.
En otra ocasión mi esposo, contrató a un sobrino de él, para que pintase el apartamento, y justo en esa temporada mi esposo, debió salir de viaje durante toda esa semana por motivos de negocio, el primer día el joven se dedicó del todo a su trabajo, y no sé qué cosa me dio a mí que al segundo día que el sobrino de mi esposo regresó a realizar las terminaciones, me pareció una excelente idea el seducirlo, lo que realmente no me costó mucho trabajo, durante el resto de la semana se entretuvo pasándome su brocha.
Pero ni en esas dos ocasiones ni en las que tuve antes de casarme me había llevado el miembro de un hombre a mi boca, y mucho menos había dejado que me dieran marcha atrás, como le escuche un día decir a una vecina mía, que eso le encantaba a ella que su marido le hiciera.
Pero volviendo al tema y dejando mis puteríos previos aparte, les diré que al ver ese gran pedazo de carne, grueso largo y venoso, apuntando al techo de la oficina, no me quedo otra cosa que compararlo mentalmente con el de mi esposo, que dicho sea de paso el pobre salió perdiendo y por mucho.
Mis dedos lentamente comencé a deslizarlos por sobre la oscura piel de su tallo, primero hacia abajo y luego los fui subiendo hacía arriba, hasta que llegué a tener su colorado glande entre mis dedos.
Cerré mis ojos y lo dirigí hacía mis labios, por unos cortos segundos que me parecieron una eternidad en ese instante, sentí el calor de su glande contra mi boca, un fuerte olor no a orín sino más bien a hombre llego hasta mi nariz.
Ya me encontraba en un punto en el que no podía dar para atrás, y lentamente comencé a sacar mi lengua y a pasarla sobre la piel que hacía contacto con mis labios. En eso lo escuche decirme. “No tengo todo el día para esto.”
Al escucharlo, fue como si me hubieran dado un empujón sobre mi cabeza, de inmediato introduje todo lo que pude de su verga dentro de mi boca.
Debido a lo brusca que fui hasta sentí nauseas, pero me contuve, de inmediato continué sacando y metiendo su miembro dentro de mi boca, mientras que con mi lengua jugaba con su glande.
Por un buen rato permanecimos así, definitivamente él disfrutaba de la buena mamada que le estaba dando.
Lo sé, porque cuando levantaba la vista mientras se lo chupaba, nada más me bastaba ver su rostro de satisfacción para saberlo, pero no contento con eso me ordenó que me fuera desnudando, lo que de inmediato comencé a hacer sin dejar de mamar y chupar su verga con mi boca y lamer sus bolas con mi lengua.
Apenas me pude quitar la chaqueta, del conjunto que estaba usando, así como la blusa que traía puesta, y posteriormente el sostén, Paco me comenzó a manosear los senos, y apretar suavemente mis pezones, mientras que yo continuaba mamando su verga y soltando el broche que aseguraba mi falda a la cintura.
Al terminar de soltar el broche, Paco dio un paso hacia atrás por lo que me pude retirar del incomodo asiento, y me fue más fácil el desprenderme de mi falda, luego ante su mirada me comencé a bajar los pantis, para únicamente quedarme con el liguero y mis medias puestas.
Yo pensaba continuar hasta quedar del todo desnuda, pero me hizo señas de que así le bastaba.
Por un buen rato, continué mamando su miembro, y el acariciando mis tetas de manera algo salvaje, sin decir palabra me sacó su verga de mi boca, y me tomó por el brazo, haciéndome poner de pie ante él.
Su vista recorrió todo mi cuerpo, por lo que me sentí sumamente avergonzada, rápidamente con un movimiento de su otro brazo, apartó todas las revistas y otros papeles, que había sobre el pequeño escritorio que se encontraba en su oficina.
Casi sin hablar, hizo que me acostase boca arriba, quedando mis nalgas al borde del pequeño escritorio, me abrió las piernas y por un rato se entretuvo acariciando mi vulva con ambas manos.
Él me apretaba mi clítoris y me iba introduciendo sus gruesos dedos dentro de mí ya húmeda vagina, al punto que me tenía sumamente caliente y excitada, y deseosa de que terminase de meterme su gruesa verga dentro de mi coño.
Él continuaba haciéndome eso, yo pensé que no pararía, le pedía que continuase, ya ese pudor que pude tener al inicio de nuestra relación había desaparecido del todo, al grado que le manifesté que deseaba que me lo metiera, lo que hizo sin demora alguna.
Dirigió su verga, con una de sus manos directo a mí mojado y caliente coño, sentí sabrosamente como su cabezota se abría camino dentro de mi lubricada vulva, sus manos se posaron sobre mis caderas y me apretaron contra su cuerpo.
No sé si era el tiempo que tenía desde la última vez que me acosté con mi esposo, o lo caliente y excitada que me encontraba, pero la sensación de sentir la verga del prestamista penetrándome fue única, grité de placer pidiéndole que me diera más y más duro, a lo que él respondía apretándome fuertemente contra su cuerpo, y diciéndome lo caliente y mojado que tenía mi coño.
Él me penetraba y sacaba su miembro de mi cuerpo a gusto y gana, mientras que yo movía mis caderas restregándome contra su cuerpo.
Para mi sorpresa yo alcancé un ardiente y sabroso orgasmo en esos momentos, nunca me había pasado que en tan poco tiempo llegase a disfrutar de uno de manera tan salvaje, mientras que él continuaba dándome daga con el mismo ahínco del principio, luego de mi sabroso orgasmo, luego sacó su verga de mi coño, y dirigió su cara a mi coño.
Cosa que ningún otro hombre había hecho antes, sí mi esposo de cuando en cuando me introducía sus dedos, pero jamás ni nunca me había mamado el coño.
Al sentir su boca contra mi clítoris, pensé que me moría de la excitación tan brutal que me estaba provocando en esos momentos, fue tremendamente divino, eso que él comenzó a hacerme con su boca y lengua sobre mi coño, al tiempo que alguno de sus dedos me los comenzó a meter por el culo.
Por unos instantes me asusté, pero tanto el placer que me provocaba su lengua que me olvidé de mis perjuicios.
Luego de un buen rato de mamar y chupar mi clítoris, así como el resto de mi vulva, sacó su cabeza de dentro de mis piernas y me hizo que me inclinase sobre el pequeño escritorio para volver a meterme su gruesa verga por mi mojada y calenturienta vulva, sus manos nuevamente me apretaron contra su cuerpo agarrándome por las caderas, mientras que yo las movía como una loca o mejor dicho como una puta desesperada, continuamos los dos divinamente, mientras que en cierto momento sus dedos volvieron a centrarse en mi hueco, a medida que su verga entraba y salía de mi coño casi por completo, sus dedos hacían lo mismo con mi culo.
Hasta que de momento sentí como me introducía toda su verga por mi ano, les juro que vi las estrellas, y di un fuerte grito de dolor y placer al mismo tiempo.
Las lágrimas se me saltaron, pero él continuaba metiendo y sacando su verga ahora de mi culo, por un rato sentí ese fuerte sabroso dolor, y como les dije ya hasta esos momentos ningún hombre me lo había hecho hasta esos momentos.
Una de sus manos se volvió a enterrar dentro de mi coño, y a los pocos segundos volví a disfrutar de otro cálido y salvaje orgasmo, mientras que él continuaba sin venirse.
Yo mientras tanto como una loca continuaba moviendo todo mi cuerpo, disfrutando de los placeres que el muy desgraciado me proporcionaba, y yo a él a la vez.
Su particular manera de sacarlo del todo y volverlo a introducir completamente me estaba volviendo loca, fue cuando volvió a cambiar y en una de las sacadas, me lo volvió a introducir por el coño, y así estuvo alternando sus penetraciones entre mi coño y mi culo.
Cosa que me hizo alcanzar otro divino orgasmo, yo gritaba como una loca pidiéndole más, mientras que él me penetraba una y otra vez por donde se le antojaba, y me decía que era toda una puta.
Justo antes de venirse me volvió a poner a que se lo mamase, cosa que hice con todo mi gusto, hasta que sentí que un chorro caliente de su semen inundo mi boca, gran parte de eso me lo he tragado sin querer.
Al terminar, me señalo un pequeño baño sin puerta, donde frente a él sin vergüenza alguna, me he dado a la tarea de lavarme el coño y el culo, luego me enjuagué la boca y me busqué mi ropa para vestirme.
Me entregó la blusa y de inmediato la falda, cuando le pedí que me pasara el panti y el sostén me dijo que se los quedaba de recuerdo.
Tomando en cuenta lo sucedido, seguí vistiéndome y luego de arreglarme el cabello y mi maquillaje que de paso se me había corrido casi todo.
Tomé mi cartera y le di nuevamente un vistazo, al fajo de dinero que se encontraba dentro, antes de salir nos pusimos de acuerdo en cuanto a las formas de pago.
Tomó alguno de mis datos personales, y me dijo que esperaba volverme a ver de la misma manera el día de pago.
Al bajar las escaleras, sentí que los ojos del encargado del bar, así como los de otros parroquianos se encontraban clavados en mí, pero pensé que eran ideas mías nada más.
Al llegar a la puerta del bar, escuché claramente la voz de él que sin esfuerzo alguno le pedía al hombre del bar que le subiera una cerveza.
Por lo que me di cuenta en ese momento, que todo lo que había sucedido entre nosotros dos, dentro de la oficina del prestamista, el resto de los presentes lo habían escuchado con toda claridad.
Muerta de vergüenza salí de ese negocio, preguntándome a mí misma como pude haber hecho eso, que pensarían todos esos hombres que yo era, pero luego mientras caminaba, me di cuenta de que poco o nada me importaba, si ellos pensaban si yo era una puta o no, al fin ninguno de ellos iba a pagar mis deudas.
De inmediato me dirigí al banco para pagar mi hipoteca, hoy en día, ya casi estoy por saldar toda mi deuda con él, pero cada vez que acudo a pagarle los bajos intereses que acordamos, me da unas revolcadas tremendas.
Mi marido y yo continuamos viviendo ocasionalmente juntos, desde luego él no sabe lo del prestamista, le dije que el dinero me lo prestaron en una Cooperativa de Ahorro, y eso le bastó para no seguir preguntando.
Pero estoy contemplando la idea de renovar mi préstamo, para sacarme un auto nuevo, ya que el mío como ya les comenté, lo tuve que vender.
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