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Dominación Mujeres, Heterosexual, Sexo con Madur@s

El sex symbol y la nena

Relato rescatado de una página extinta escrito originalmente por Fetiche.

Que los profesores de educación física son símbolos sexuales para las mujeres lo descubrí en mi primer trabajo en un gimnasio, las señoras se me regalaban, nunca en mis veinticinco años había cogido tanto, sin embargo una oferta de asumir la cátedra de educación física en un colegio privado de señoritas era irrechazable. Era uno de los colegios más caros de la ciudad y pagaban una fortuna, así que no dudé y acepté la propuesta.

Tardé muy poco en descubrir que las adolescentes sostenían el mismo mito y de pronto me vi acosado por decenas de señoritas, sobre todo las mayorcitas de dieciséis a dieciocho que eran alevosas. El uniforme de gimnasia era un pantalón bordó y una remera blanca con el escudo del colegio, pero para practicar deportes se quitaban el pantalón y se quedaban con una calza corta también bordó que también usaban en lugar de bombacha bajo la pollera del uniforme, verlas vestidas así cortaba la respiración, la calza pegada al cuerpo resaltaba las formas y parecían desnudas, los labios de las vaginas resaltaban y las nalgas se apreciaban en toda su plenitud.

Me hacían proposiciones descaradas, encuentros fuera del colegio alardeando de ser excelentes en la cama, una me aseguró que nadie la mamaba como ella, otra me dijo que su culo estaba sin estrenar y me lo ofreció y hasta hubo una pareja que me propuso un trío, pero yo las mantenía a raya, no pensaba perder mi trabajo por una tontería ni por más que las chicas me encantasen y hasta me volviesen loco.

Pero hubo una que hizo temblar todas mis convicciones, no era una de esas fenomenales chicas de cuerpos voluptuosos ni mucho menos, era una chiquilina de primer año que ni siquiera tenía todavía doce años que habían promovido porque era muy inteligente. No tenía tetitas todavía, solo un culito pequeñito la distinguía de un varoncito además de su pelo largo y lacio, pero era hermosa.

Tenía la carita más perfecta que jamás había visto, ojos azules, naricita respingada, boca de labios que daban ganas de morder, cejas gruesas y doradas como su larga cabellera, era una nena asombrosamente bella y femenina, ella también me acosaba. Sí, era sorprendente que una pre adolescente tuviese un impulso sexual hacia un hombre mucho más grande, sin embargo lo tenía. Me miraba insistentemente, no se separaba de mi lado cuando daba charlas ni dejaba ni un solo momento de intentar adelantarse a cualquier otra chica si yo necesitaba algo, pronto, muy pronto, comenzó a obsesionarme. La miraba mucho, a veces imprudentemente y ella lo notaba y me devolvía las miradas con una sonrisa que me dejaba temblando. Me descubrí intentando verle la entrepierna y también comencé a notar que a veces los pezoncitos marcaban la remera como si la excitase saberse mirada por mí, estás cosas me sacaban de quicio y me descubrían un lado perverso de mi personalidad del que no había sospechado. Lo peor empezó cuando me dormía pensando en ella y sucedió cuando en un sueño erótico la imaginé desnuda entre mis brazos y me desperté en medio de una feroz polución, hacía años que no me derramaba en el pijama y me sentí terriblemente avergonzado. Ludmilla se esforzaba por ser la mejor de todas y a pesar de que era más chica físicamente comenzó a destacarse en los deportes, sobre todo en el basketball donde era excelente. Lo primero que hacía luego de cada partido era venir a preguntarme ansiosa:

–“¿Estuve bien profesor?”-
–«Excelente Ludmi” -Le contestaba y una sonrisa de oreja a oreja le iluminaba el rostro.

Se esmeraba cada vez más por ser la mejor y una tarde en un partido con el equipo de otro colegio fue brillante convirtiendo todos los tantos de su equipo. Corrió muchísimo y estaba muy transpirada, la calza se le pegaba a la piel y el canal entre las nalguitas se humedeció, los labios de la conchita se le notaban más que nunca, parecía incansable hasta que su cuerpo puso un límite al esfuerzo y cayó al piso agarrándose una pierna.

Corrí hacia ella temiendo una lesión grave, pero era solo un calambre por agotamiento, estaba asustada y tenía la pierna estirada y rígida, le quité la zapatilla y la media mientras le hablaba para tranquilizarla, tenía la pantorrilla agarrotada, me rodeaban las otras chicas que miraban asustadas y en silencio, le tomé el pie por el talón y apoyé la otra mano sobre la planta del pie agarrándoles los deditos, luego empujé hacia atrás y el calambre aflojó en el acto, me miró sorprendida mientras le mantenía los deditos hacia atrás, así la tuve un rato tomando conciencia de lo hermosos que eran esos pequeños deditos, luego le empecé a masajear la pierna para relajar el músculo y tomé conciencia que me rodeaba un muro de muslos brillantes por la transpiración y de entrepiernas marcadas por las calzas ajustadas, un excitante olor a transpiración y a concha.

Luego de un rato de masajearla, con los ojos clavados en los apretados labios de su pequeña conchita, la levanté y sosteniéndola de un brazo la hice caminar hacia el banco de las suplentes

–“Basta por hoy Ludmi. Estás agotada y puede darte de nuevo” -Me miró con tristeza, pero obedeció, quería seguir jugando.

Terminado el partido las chicas se fueron a bañar y yo también, en el vestuario no había nadie, yo era el único hombre esa tarde en el colegio, me di un baño caliente sin dejar de pensar en esa pantorrilla que había acariciado ni en esa conchita que me fascinaba y tuve una erección.

Cuando finalmente salí de las duchas encontré a Ludmilla parada en medio del vestuario todavía con las calzas y la remera, en un acto reflejo me cubrí la erección con la toalla

–“¿Qué hacés acá Ludmi?” – Pregunté asustado

–“Quería darle las gracias por quitarme el dolor profe”- Dijo como si fuese la cosa más natural del mundo meterse en el vestuario de los hombres y sin quitar los ojos de mi bulto mientras me ataba la toalla a la cintura.

–“Podías esperar a que termine de vestirme y de paso bañarte vos en tanto” – Dije en tono algo severo, pero me contestó:

–“No podía esperar, ni olvidarme como mirabas entre mis piernas mientras me masajeabas” -Dijo tuteándome por primera vez.

Me quedé mirándola por un momento intentando adivinar sus intenciones y luego balbucee:

–“Mirá se te vio alguien entrar, podría denunciarte a la Directora. Sería un escándalo”-
–“No me vio nadie, quedate tranquilo”- Dijo y luego, mirándome a los ojos se quitó la remera mostrándome su torso desnudo, sus pezoncitos eran muy pequeños y rosados.

No pude evitar un fuerte latido de la pija y ella clavó los ojos en la toalla que repentinamente se levantaba, después se quitó la calza y yo dejé caer la toalla, ahora estábamos desnudos frente a frente, todas mis prevenciones y mis miedos desaparecieron de golpe.

Me acerqué a ella, la tomé en mis brazos y la besé apasionadamente, mi mano izquierda aferrándole el culito y mi mano derecha bajo la nuca para sostenerle la cabeza, la sentí húmeda, la espalda, el culito y la nuca mojados por el sudor, mi erección estaba apoyada contra su pancita también transpirada y perdí la cabeza por completo.

La acosté sobre la punta de uno de los bancos largos con las piernas colgando, las abrí y me arrodillé frente a ella para olerla, el olor de la transpiración mezclado con el del flujo que brotaba de su sexo era embriagante y bebí largamente mientras ella gemía y se retorcía. La chupé un largo rato, no podía detenerme era un elixir enloquecedor, pero llego un momento en que sentí que se comenzaba a relajar y decidí desvirgarla.

Me paré entre sus piernas y tomé la toalla que había dejado caer

–“Toma Ludmi, no te va a doler, pero mejor precaver algún grito. Mordela”- Dije y me miró con algo de miedo, pero obedeció.

Se la metió en la boca mientras me echaba sobre ella apoyando una mano sobre el banco y detrás de su cabeza mientras con la otra tomaba la pija y la acercaba a los labios entreabiertos y empapados de su conchita, estaba muy inflamada y presentí que la iba a penetrar fácilmente.

Le entró con bastante facilidad, pero se estremeció y ahogó un grito, tenía una conchita muy chiquita y sentí mi miembro apretado entre las estrechas paredes de su vagina, pero a medida que me movía, al principio lentamente, comencé a sentir que se dilataba cada vez más, estaba muy mojada y vi que mi pija estaba ensangrentada, pero ella ya no se quejaba, sólo me miraba asombrada por lo que estaba sintiendo, se quitó la toalla de la boca dijo con voz ronca:

–“¡Es divino!” –

La cogí largamente y los ojos se le dieron vuelta y se sacudió varias veces, no sé cuántos orgasmos tuvo, pero fueron muchísimos, luego me dejé ir y acabé largamente una cantidad inusitada de semen en el mejor orgasmo de mi vida.

Estábamos corriendo un riesgo tremendo, alguien podía preguntar dónde estaba ella o venir a buscarme así que la llevé al baño y la bañé, luego la sequé y se volvió a poner la ropa transpirada

–“Tené cuidado al salir. Luego hablamos para volver a vernos a solas”-

Asintió con la cabeza y nos despedimos con un beso, me quedé temblando, me había cogido a una nena de once años, por eso podía ir preso, pero nadie nos vio ni esa ni ninguna de las siguientes veces.

 

 

Aún quedan algunas partes que logré rescatar y subiré lentamente, espero les guste

5 Lecturas/18 septiembre, 2025/0 Comentarios/por Sinsajo
Etiquetas: baño, colegio, culito, culo, orgasmo, semen, sexo, vagina
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