El sex symbol y la nena IV
ultima parte disponible de este relato .
Por Fetiche Ludmilla era una hembra fabulosa, la amante más ardiente y apasionada que jamás había tenido, un verdadero volcán en erupción cogiendo. Era incansable, fogosa, multiorgásmica y gozaba como nunca había visto gozar a una mujer, pero al mismo tiempo era generosa en la cama, se brindaba entera para satisfacerme, no me negaba nada y hasta nació de ella ofrecerme su última virginidad que tomé jubilosamente y así fue toda mía, aunque lo correcto sería decir que fuimos enteramente nuestros ya que no quedaba entre nosotros secreto alguno.
Ludmilla era una hembra sin falsos pudores, honesta que exigía sólo reciprocidad por lo que daba y sin dobleces, que al sacarse la bombacha se quitaba también los prejuicios… Y recién tenía once años. Estaba loco por ella y ella por mí, vivíamos al límite conscientes de que en cualquier momento podían sorprendernos y todo acabaría con un escándalo y la cárcel para mí por abuso sexual infantil, pero los riesgos ciertos no nos acobardaban y seguíamos fornicando como conejos.
Parecía que saber que todo podía acabarse en cualquier momento nos hacía arriesgarnos más y más porque nuestro mayor miedo era que nuestro pasional amor concluyese repentinamente y por eso actuábamos como suicidas del sexo. La noche que pasé con ella en la casa de su abuela nos enardeció más todavía, los encuentros posteriores en el colegio, urgentes y peligrosos ya no nos alcanzaban, queríamos más noches como la pasada en la que cogimos más de ocho horas seguidas. Un día que estaba demasiado exaltada me propuso fugarnos:
–“Nos vamos lejos donde nadie nos conozca. Vamos al campo y decimos que sos mi papá”
Su ingenuidad era conmovedora, pero finalmente la disuadí diciéndole que esperásemos un tiempo. Cinco días después de aquella noche inolvidable Ludmi estaba eufórica
-“Esta tarde mami tiene que encontrarse con papi para firmar no sé qué papeles y voy a estar sola desde que salga del colegio hasta la hora de la cena, vení a casa” -Dijo y me entusiasmé en el acto.
La seguí hasta la casa unos minutos después de salir del colegio, temblaba de los nervios, pero nada me importaba, sólo pensaba en que en unos minutos Ludmilla y yo caeríamos en una cama para amarnos fogosamente.
Cuando bajé del auto frente a la casa el bulto de mi pantalón era escandaloso y temí que alguien me viese entrar en ese estado, pero nadie me vio. Ludmi me esperaba con la puerta entornada y apenas entré la quise abrazar, pero me detuvo:
–“Esperá!”- Dijo y tomó el teléfono e hizo una llamada:
-“¡Hola mami! ¡Ya llegué! Sí mami ya la tomo. ¿A qué hora vuelven? ¿Ocho y media?” – Exageró la sorpresa mientras me miraba sonriente
luego dijo:
-“Bueno mami, no te preocupes, tengo mucha tarea. Un beso para papi” -m
Colgó el teléfono y se volvió satisfecha
-“Así te quedás tran…” – No pudo terminar porque ya la estaba besando ardorosamente mientras la apretaba contra mi cuerpo.
Me guió hacia su habitación y la llevé entre mis brazos sin dejar de apretarle mi erección en ningún momento, llegamos y me señaló su camita que ya había visto y la acosté delicadamente, le levanté la pollera, le saqué la bombacha y me arrodillé entre sus piernas para ponerme el condón mientras ella se frotaba los pezoncitos.
La penetré como nos gusta, de una sola estocada y hasta las pelotas
-¡Ayyyyyyyyy!– Gritó, pero enseguida empezó a reír, el dolor le gustaba.
La sacudí con todas mis fuerzas y acabamos muy rápido, como siempre. Cuando se la saqué caí a su lado respirando afanosamente mientras ella se acurrucaba contra mi pecho y descansamos, pero no demasiado porque apenas teníamos dos horas más para saciarnos sexualmente.
Unos minutos después nos desnudamos y empecé a chuparla como a ella le gusta hasta que pidió:
-“Yo también”- E hicimos un 69 en el que me deleité lamiéndole el culito hasta que la puse boca abajo y se la enterré profundamente en el recto:
–¡Ayyyyyyyyy!- Volvió a gritar y enseguida a reírse.
La cogí lentamente saboreando ese culito apretado que tanto placer me daba hasta que mis movimientos empezaron a perder el ritmo y sentí que estaba a punto de eyacular
–“¡No! ¡Esperá!” – Dijo sorprendiéndome y luego: –“Sacámela” -Me sentí defraudado, pero le hice caso y se la saqué lentamente.
Me acosté a su lado todavía sorprendido mirando oscilar mi terrible erección frustrado, pero Ludmi dijo:
-“Voy a hacerte gozar mucho”-
Y arrodillándose a mí lado la agarró y se la metió, imaginé que le gustaba su propio sabor, pero muy pronto entendí qué se proponía cuando vi que se metía el dedo mayor de su mano derecha en la boca y lo sacaba muy mojado en saliva al tiempo que me miraba sonriendo, sentí un escalofrío. La punta del dedito en el esfínter lo hizo fruncir y lo apreté con todas mis fuerzas en un inútil intento defensivo porque el dedito ya se hundía lenta, pero inexorablemente en mi culo invicto. Mi cuerpo se tensó y levanté las caderas de la cama arqueándome, estaba aterrado y ella sonreía. De pronto la punta del dedito tocó algo que me estremeció y me desplomé en la cama repentinamente relajado, la pija se me puso tan dura que me dolía, pero ella ya se la metía en la boca y la empezaba a chupar mientras el dedito presionaba y masajeaba mi próstata.
Tenía los ojos desorbitados y respiraba con la boca muy abierta, se me escapaban terribles gemidos que parecían el lamento de un animal herido, me metí la punta de la almohada en la boca para sofocarlos.
Acabé salvajemente en medio de fuertes convulsiones e involuntariamente en un sacudón le enterré la pija en la garganta y Ludmi tosió ahogada poniéndose muy colorada mientras los ojos se le llenaban de lágrimas, pero respiró hondo, enseguida se repuso y se tragó todo mi semen sin derramar ni una sola gota.
Creo que nunca había eyaculado tanto en mi vida y tardé varios minutos en calmarme mientras ella se acostaba a mi lado y me abrazaba. Un tiempo después preguntó:
-“¿Te gustó?”- Afirmé con la cabeza y pregunté: –“¿Dónde aprendiste eso?” –
-“En un video por internet. Se llama majase de próstata y dicen que nada hace gozar más a un hombre que eso” –
Estaba feliz y se sentía orgullosa por haberme dado tanto placer, pero yo estaba muerto de miedo pensando en que me podía haber dado un infarto y en lo que hubiese pasado si me encontraban desnudo en la camita de mi pequeña alumna.
Volví a cogerla con entusiasmo para devolver algo del placer que me había dado y finalmente, cuando ya comenzaba a ser imprudente quedarse nos despedimos, Ludmilla estaba eufórica, sentía que sexualmente se había emparejado conmigo y ahora ella también podía tomar iniciativas en la cama. Me costó manejar el auto hasta mi casa porque me temblaban mucho las piernas y avanzaba a los sacudones. Cuando llegué tenía idea de bañarme y luego comer, pero al entrar al dormitorio caí en la cama boca abajo y me dormí profundamente hasta que me despertó una polución nocturna luego de un sueño erótico con Ludmilla.
<Hasta acá llega el relato original, espero les guste. >


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