El Último Latido de un Sueño
En una noche que prometía ser el inicio de una nueva vida para Raúl y Claudia, todo se desmorona en un instante de traición y dolor. En un club vibrante y lleno de expectativas, Claudia, envuelta en un torbellino de emociones prohibidas, se encuentra cara a cara con las devastadoras consecuencias de….
El Último Latido de un Sueño
Raúl:
Lo que se suponía que sería un día importante en mi vida terminó siendo un maldito infierno. Mi teléfono suena, es Claudia. Como si pudiera explicar y remediar todo con una simple llamada. No sé qué voy a hacer ahora, mi corazón está roto en mil pedazos. Dejo que el teléfono siga sonando, incapaz de enfrentarla. El anillo que había comprado sigue en mi bolsillo, un recordatorio cruel de lo que pudo haber sido.
El club, ese lugar que había alquilado con tanto entusiasmo para celebrar lo que creía que sería una noche de celebración para Claudia, se convirtió en el escenario de la traición más dolorosa. Mi amiga, cómplice sin saberlo de mi propia desgracia, me había convencido de que era una fiesta para ella. Una celebración para destacar sus logros y nuestro futuro juntos. Nunca imaginé que se convertiría en el escenario de mi más profundo dolor.
Mientras los invitados comenzaban a llenar el lugar, yo estaba nervioso pero lleno de esperanza. Había planeado cada detalle meticulosamente, desde la decoración hasta la música que sonaría de fondo cuando le pidiera que fuera mi esposa. Estaba seguro de que esta noche sería el comienzo de una nueva vida para nosotros.
Pero cuando la vi salir del baño con él, todo se desmoronó. El hombre al que nunca había visto antes, cuya sombra ahora oscurece cada recuerdo feliz que teníamos juntos. Claudia, mi amor, envuelta en una nube de culpa y vergüenza que no puedo entender. ¿Cómo pudo dejarse seducir por alguien más en el lugar donde planeé sellar nuestro destino?
Cierro los ojos, tratando de borrar la imagen de su rostro, pero está grabada en mi mente. Cada detalle de esa noche se convierte en un tormento, una pregunta sin respuesta. ¿Por qué ella no entendió lo importante que era esta noche para mí? El anillo en mi bolsillo quema como un metal incandescente, recordándome lo que pudo haber sido y lo que ahora está perdido para siempre.
Claudia:
Me miro en el espejo, los ojos rojos de tanto llorar. Mi mundo se ha desmoronado y todo por una estúpida decisión. No puedo dejar de pensar en Raúl, en cómo lo he perdido. Intento llamarlo una y otra vez, esperando que esta vez responda. Pero el teléfono sigue sonando, y su silencio es más doloroso que cualquier palabra. Quiero explicarle, pedirle perdón, pero no sé si alguna vez podrá perdonarme.
Esa noche en el club, todo parecía perfecto. Mi amiga me había convencido de que era una fiesta para celebrar sus logros, una oportunidad para reunirnos con amigos y familiares cercanos. Nunca imaginé que sería el escenario de mi peor error, el lugar donde destruiría todo lo que Raúl y yo habíamos construido juntos.
Cuando vi a Raúl entrar con el cartel en mano, la alegría inicial se convirtió en terror. Su mirada de sorpresa y expectativa me llenó de pánico. Me di cuenta demasiado tarde de que esta no era una fiesta para Sofia, sino para nosotros. El momento que él había planeado meticulosamente para pedirme que fuera su esposa.
El hombre con quien me dejé llevar al baño sigue siendo un extraño en mi mente. Una sombra en el recuerdo de una noche que debía ser de celebración y amor. Me siento en el borde de la cama, con el teléfono en la mano, sin saber qué decir ni qué hacer para arreglar lo irreparable. El peso de la culpa me aplasta, y cada timbre del teléfono sin respuesta me recuerda lo que he perdido.
Cierro los ojos y veo a Raúl, su rostro lleno de dolor y decepción. ¿Cómo puedo explicarle que todo fue un malentendido, que nunca quise lastimarlo de esta manera? La voz en mi cabeza es un murmullo constante de autoacusación, recordándome una y otra vez que lo he perdido todo por mi propia estupidez.
Claudia:
Todo comenzó con la llamada de Sofía, mi amiga de la universidad, anunciando que íbamos a celebrar su ascenso en un club exclusivo con un salón privado, rodeados de familiares y amigos cercanos. Acepté de inmediato, pensando que sería una noche para celebrar los logros de mi amiga. Además, Raúl estaba fuera de la ciudad por trabajo, así que no esperaba verlo.
Escogí lencería sexy de color negro y un vestido muy corto. Lo puse sobre la cama y fui a bañarme y depilarme. Era como un ritual subconsciente, preparándome para la noche. Mientras me arreglaba, sentía una mezcla de excitación y nerviosismo. Sabía que Raúl no estaría presente para contenerme.
El club estaba lleno de música estridente y luces parpadeantes cuando llegamos. La atmósfera era embriagadora, llena de promesas de una noche que no olvidaríamos. Mis amigos y conocidos me felicitaban, y el calor de la atención me embriagaba. Me sentía halagada por las miradas que recibía, y una parte de mí disfrutaba del deseo que despertaba en los demás.
Quería tener sexo, y mis ojos buscaron a un candidato entre los extraños en el club. Jugar un poco a ser infiel me hacía sentir excitada, como toda una puta. De vez en cuando me sentaba y, si alguien me miraba, abría las piernas un poco, mostrando algo más a esos ojos que observaban.
Un hombre muy osado y directo se acercó y me miró. Sentí un escalofrío al verlo, era bastante alto y su mirada me atrapó. Dejó disimuladamente una nota sobre mi mano, en ella escrita «Te espero en el baño».
Me encontraba nerviosa pero excitada Mientras caminaba hacia el baño, la música retumbaba en mi cabeza y mi corazón latía con fuerza. La atmósfera estaba cargada de expectativa y tensión sexual. Sentía como si estuviera en un sueño, donde el deseo reinaba y la razón estaba ausente. Dentro del baño, la luz tenue y la privacidad intensificaban la sensación de estar en un mundo prohibido.
Sin intercambiar palabras, nos entregamos a la pasión desenfrenada. Sus manos recorrieron mi cuerpo, desabotonando mi vestido y dejando al descubierto mi lencería negra. Me presionó contra la pared, y sus labios encontraron los míos en un beso apasionado. Sus manos Expertas exploraron mi cuerpo, desabrochando mi sujetador y dejando mis pechos al descubierto. Los acarició con habilidad, haciendo que mis pezones se endurecieran de placer. Su boca bajó por mi cuello, dejando una estela de besos y mordiscos que me hicieron estremecer.
Bajé mi mano hacia su entrepierna, sintiendo el bulto duro de su erección a través de la tela. Desabroché su pantalón y liberé su miembro, sintiendo su calor y su dureza en mi mano. Lo acaricié lentamente, disfrutando de su suave textura y su tamaño impresionante. Él gemía y suspiraba mientras mi mano se movía sobre él, y sus manos apretaban mi cuerpo contra el suyo.
Me empujó contra la pared y levantó una de mis piernas, dejando mi sexo expuesto y deseoso. Sus dedos encontraron mi clítoris y lo estimularon con movimientos circulares expertos, haciendo que mi cuerpo se tensara de placer. Gemí y me aferré a él mientras sentía oleadas de placer recorriendo mi cuerpo. Su lengua se introdujo en mi boca, saboreando nuestros gemidos entrelazados.
Me tomó por sorpresa cuando entró en mí, llenándome con su dureza. Me penetró con profundidad y fuerza, haciendo que mi cuerpo se estremeciera de placer. Sus caderas se movían en un ritmo frenético, empujando y retirándose con urgencia. Gemíamos y jadeábamos, nuestros cuerpos sudorosos se deslizaban uno contra el otro. Su pene duro y palpitante me llenaba de una manera que me hacía desear más.
Me inclinó sobre el tocador, entrando en mí desde atrás. Sus manos sujetaron firmemente mis caderas mientras empujaba con fuerza, haciendo que mi cuerpo se sacudiera con cada embestida. Mi respiración se aceleró y mis gemidos se mezclaron con los suyos en un coro de deseo. Sentía su dureza dentro de mí, tocando lugares profundos que me hicieron estremecer de placer.
Con cada embestida, mi deseo aumentaba, y me aferraba a él mientras su cuerpo se movía con urgencia. Sus manos apretaron mis pechos con fuerza, haciendo que mis pezones se sintieran aún más sensibles. Mis gemidos se volvieron más agudos a medida que me acercaba al clímax. Sentía cómo mi cuerpo se tensaba, preparándose para la liberación inminente.
Finalmente, alcanzamos el clímax juntos, gritando en medio de la pasión desenfrenada. Su cuerpo se tensó y sintió su semen caliente llenándome, mezclándose con mi jugos. Me sujetó contra él mientras nuestros cuerpos temblaban de éxtasis. El tiempo parecía detenerse mientras me sumergía en la pasión ardiente y desenfrenada. No había espacio para el amor o la razón, solo para la urgencia del placer compartido en ese instante fugaz.
Al salir del baño, fui golpeada por una mezcla de emociones abrumadoras. El arrepentimiento y la culpa se mezclaban con el recuerdo embriagador del encuentro prohibido. Sabía que había cruzado una línea peligrosa, y ahora enfrentaba las consecuencias de mi elección impulsiva.
Salí del baño con el vestido desacomodado y el cabello revuelto, consciente de las miradas que se clavaban en mí. El ambiente del club parecía ahogarme mientras ajustaba mi ropa, revelando más de lo debido. Cada gesto era una confesión silenciosa de lo que acababa de suceder.
Mis ojos se encontraron con los de Raúl entre la multitud. Su mirada de sorpresa y decepción me golpeó como un puñetazo en el estómago. El cartel que sostenía con la propuesta de matrimonio que nunca llegaría a pronunciar se sentía como un peso en mis hombros. El hombre desconocido que me había seducido ahora era solo una sombra fugaz en mi mente, pero la realidad del daño causado estaba frente a mí.
Caminé hacia Raúl con pasos inciertos, el corazón lleno de un torbellino de emociones encontradas: culpa, vergüenza y un destello de desafío ante la devastación que había desatado. Sabía que no había excusa suficiente para lo que había hecho, para traicionar de esa manera su confianza y nuestro amor. Pero ya no había vuelta atrás.
Raúl:
Me levanté temprano esa mañana, con el corazón lleno de nerviosismo y anticipación. Había estado planeando este día durante meses, meticulosamente, para asegurarme de que todo fuera perfecto para Claudia. Había reservado el club con semanas de anticipación, asegurándome de que cada detalle estuviera impecable. Desde la decoración hasta la música, quería que fuera una noche que recordaríamos el resto de nuestras vidas.
Mientras me vestía, repasaba mentalmente mis palabras y gestos. Quería que mi propuesta fuera única y significativa, algo que ella nunca olvidaría. El anillo, brillante y prometedor, descansaba en mi bolsillo como un tesoro guardado con cuidado.
Cuando llegué al club esa noche, mis amigos y familiares ya estaban reunidos. La atmósfera era festiva, llena de risas y felicitaciones por el supuesto ascenso de Sofía. Me sentí emocionado, ansioso por finalmente hacer la pregunta que cambiaría nuestras vidas para siempre.
Pero entonces la vi. Claudia salió del baño con el cabello desordenado y ajustándose el vestido. Al principio, no entendí lo que estaba viendo. La confusión pronto dio paso a la claridad brutal de la traición. El hombre con el que ella estaba se deslizó tras ella, como una sombra, mientras mi mundo se desmoronaba a mi alrededor.
Sentí como si el suelo se abriera bajo mis pies. El cartel que sostenía con la propuesta de matrimonio se volvió pesado, como una losa de piedra en mis manos temblorosas. Mis amigos y familiares murmuraban, incapaces de entender lo que sucedía. Yo mismo estaba paralizado por el shock y la devastación.
Claudia se acercó a mí, sus ojos buscando los míos con una mezcla de arrepentimiento y temor. No pude soportar mirarla. El dolor y la humillación me inundaron, y supe en ese momento que no podía quedarme allí un segundo más. Sin una palabra, con el corazón hecho pedazos, me di la vuelta y salí del club.
El sonido de la música se desvaneció mientras caminaba por el pasillo vacío. El anillo quemaba en mi bolsillo, un recordatorio de lo que pudo haber sido. No sabía a dónde iba, solo sabía que necesitaba alejarme de ese lugar que ahora se había convertido en un testigo de mi dolor más profundo.
Claudia:
Pasados unos días, mis pasos resonaban en el camino hacia la casa de los padres de Raúl, con el peso de la culpa y la angustia acompañándome en cada paso. Había decidido buscarlo, a pesar de no saber qué encontraría después de la vergonzosa noche en la fiesta de compromiso.
Al llegar, la madre de Raúl me recibió con sorpresa en sus ojos cansados. «Claudia», me dijo con cautela, invitándome a entrar.
Me condujo a la sala de estar, donde el espacio de Raúl estaba vacío, una ausencia que parecía gritar en el silencio de la habitación. El corazón me latía con fuerza en el pecho al enfrentar el dolor que había causado y la incertidumbre de no saber dónde estaba Raúl.
«¿Dónde está Raúl?», pregunté con voz temblorosa, buscando respuestas que sabía que no podía obtener.
La madre de Raúl bajó la mirada con tristeza. «Se fue, Claudia», respondió suavemente. «Después de esa noche… después de lo que sucedió, no pudo quedarse aquí».
Las lágrimas comenzaron a empañar mi visión mientras absorbía sus palabras. «Lo siento tanto», murmuré, sintiendo la magnitud del daño que había causado.
Ella suspiró, sus ojos llenos de compasión. «Lo sé, querida», dijo con suavidad. «Él necesitaba tiempo para sanar».
El peso de la realidad se asentó sobre mis hombros mientras me enfrentaba a la devastadora consecuencia de mis acciones. Raúl se había ido, dejándome con el vacío de una relación rota y un corazón lleno de arrepentimiento y remordimiento.
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¡Gracias por leer y espero que también disfruten de la experiencia auditiva!
Saludos,
DominateBSDM