Ella me hizo sumisa sin yo darme cuenta
Amanda siempre pensó y se sentía muy segura de ella misma. Había tenido relaciones con mujeres, con ternura, palabras de amor, le gustaba hacer disfrutar a las mujeres con un trato dulce, aunque las hacía gozar y correrse. Ella mandaba, hasta que llegó una joven 14 años menos que ella y todo cambió.
Amanda, conoció a una latina 14 años más joven que ella, pero con una experiencía que no imaginaba. Una dominicana de color, con unos grandes pechos, un cuerpo grande y carita de ángel, ella era Liz. Después de engancharla sutilmente y masturbándose ambas por una pantalla, Amanda la invitó a su casa, se había encaprichado, pero no conocía como era Liz en la cama.
– Amanda
Liz, te quiero, ven a vivir conmigo, quieres? Dime que sí.
– Liz
Estás segura, mami? Tengo miedo de no gustarte, o que sea un juego para ti y te canses de mi.
– Amanda,
Cariño, sabes que te quiero y aquí serás feliz conmigo bebé.
Liz, amor mio, al fin estás a mi lado. Nada nos separará mi amor. No mi vida, yo también te amo.
Aquí empezó la cruel realidad de lo que le esperaba a Amanda. Ella siempre dominando la situación, eso ya iba a terminar para siempre.
Os diré como me lo contó Amanda, desolada, como perra abandonada esperando a su dueña que la abandonó, no sin antes hacerla totalmente sumisa, entregada, dominada y tratada como no había imaginado nunca.
Amiga, estoy destrozada.
Qué te pasa?
Me da vergüenza, me conoces y sabes como soy. Conocí a una chica y me encapriché, pero me transformó por completo. Sabes que ahora descubrí que soy sumisa? me gusta que me traten como una perra. Sí, ella me llamaba maldita perra, al principio no me gustaba eso, o así lo pensaba. En dos días me di cuenta de que ella era mi dueña y yo su maldita perra, solo recordarlo ahora diciéndotelo ya tengo necesidad de correrme. Yo misma aún no sé como notó que en realidad a mi eso me iba a causar adicción. Pasé a ser yo la que le pedía que me llamará perra, su putita, que me penetrará cada vez más duro, dos dedos me dolían y sabes, ella me hizo mujer, esa noché temblé como nunca y me enloqueció. Desde ese momento no me dolían 2 , 3, 4 dedos, no, ella abrió el camino. Tiene largos y grandes dedos, pero ni notaba ya dolor y le pedía no solo me penetrará con todos los dedos hasta el fondo, necesitaba más y más. Ella me miraba mientras yo le pedía que me follara, que me diera duro y mientras me miraba me dijera que era su perra, su putita. Cuando con su lengua larga y gruesa que movía como quería le pedia, porfavor no pares, sigue y follame duro y aprieta mis peazones, antes no me gustaba eso, pero necesitaba cada día más y más. Le pedía que me mojará con su saliba caliente, esa sensación te aseguro que era lo máximo, sentir como la dejaba bajar hasta que se metía dentro de mi cuerpo. Era riquísimo, si y cuando seguía después escupiéndome, ella sabía que yo lo necesitaba y me hacía suplicárselo. Y lo hacía, claro. Bebé porfavor escupe a tu perra, que se lo merece, se ha portado mal, castigame para que aprenda, te lo suplico. Escupeme, insultame y follame con toda tu rabia, estira mis pezones, sé qur me lo merezco, dame mi castigo, dime que me harás si sigo siendo mala, solo recordarlo me acabo de correr, ya ves.
Ahora tiene otras perras a las que cuida y a mi me dejó y aquí estoy esperando a mi dueña.
No me avergüenza en realidad, si soy su puta, su perra, y me gusta eso. Y no sé si volverá a recogerme. Ella sacaba leche de mis pechos si y me corría 8 veces seguidas y aún me quedaba con ganas.
Ya lo sabes amiga, eso soy y me gusta. Si ella ordena lo que sea yo obedezco sin decir nada. No me importa que me follen 10 hombres, 20, que se corran donde ella se lo diga, si mi dueña lo manda obedezco feliz, solo quiero ser su perra favorita.
Mientras tanto aquí estoy esperándola
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