Encuentro en Fullablava II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Navegantesolitario.
Después, decidimos irnos a mi hotel. Entramos en la habitación y la puse contra la pared; con su espalda pegada a la pared y sus brazos extendidos hacia arriba, pegados también a la pared. Le desabroché toda la blusa y, poniendo mis manos en sus tetas, empecé a besar su boca. Mientras la besaba, manoseaba sus tetas, sus preciosas tetas. Estuvimos así algún minuto, luego la cogí de la mano y le dije: ven…
Había un sillón en la habitación y me senté en él. Le dije que cogiera una almohada y que la pusiera entre mis pies. Yo había separado mis piernas para dejarle hueco a ella. Cuando puso la almohada en su sitio le ordené que se desnudara. Se quedó desnuda delante de mí, esperando mis órdenes, y yo aproveché para contemplarla. Estaba guapísima, extremadamente guapa, de una belleza salvaje; con el pelo algo alborotado, algún mechón cayendo sobre su rostro, sus labios hinchados, sus ojos inigualables y un cuerpo espectacular…era puro deseo.
Le dije que se arrodillara, cosa que hizo sin vacilar. La abracé pasándole mi brazo izquierdo por su cintura y mi brazo derecho por encima de su hombro. La abracé con fuerza y mientras la abrazaba mis manos le acariciaban con delicadeza su espalda. Qué momento más maravilloso para recordar. Le susurraba al oído…le dije: “Mi amor, ha llegado el momento de formalizar para siempre nuestra relación. Ha llegado el momento de ponerte tu collar, cariño. Ha llegado el momento de formalizar esta relación que es expresión de nuestro amor”. Había comprado dos collares. Uno al uso, típico de sesiones, ancho, de cuero negro, con argollas; el otro era de Yanes, muy elegante, como es ella, muy elegante. La elegancia es una cuestión de actitud, de actitud ante la vida, de actitud con los demás, y, en ese sentido, que es el verdadero sentido de la elegancia, ella es muy elegante. Había grabado mi marca en él, en un sitio discreto. Le puse el collar y volví a besarla una y otra vez. Le acariciaba las tetas, le manoseaba su coño, la besaba…no podía tener más deseo.
Le dije que se pusiera en la cama, a cuatro patas…y lo hizo. Entonces, me desnudé y le até sus manos al cabezal de la cama, una en cada esquina. Me puse de rodillas detrás de ella y la azoté. Le di azotes, incluso fuertes. Cada azote que le daba emitía un profundo suspiro de placer…con cada suspiro exhalaba todo su morbo, como impregnando toda la habitación con su morbo, como un perfume que invadía el ambiente. Y esos azotes y esos suspiros retroalimentaban cada vez más su propio morbo. Estaba completamente abandona al placer, entregada a mí, ofrecida a mí.
Me dijo: “Señor, Su perra está a su entera disposición; úsela como desee…gócela Señor, goce de su perra; no hay mayor placer y felicidad para mí que ser gozado por Mi Señor”
Me agaché, y empecé a lamerle su culo…su agujerito. Segregué mucha saliva que le iba extendiendo por todo su agujerito. Le ordené que se concentrara en su agujerito para relajarlo. Mientras se lo comía, le metí dos dedos en su coño. Tenía el clítoris empalmado, duro…y se lo acariciaba con la yema de mis dedos. Le fui introduciendo, poco a poco, la lengua en su agujerito hasta que metí la mayor parte de la lengua.
Me pidió, como tiene ordenado, permiso para correrse y se corrió salvajemente. Sin darle casi tiempo para recuperarse, le puse la punta de mi polla en su agujero. Ya estaba dilatado, estaba dispuesto para recibir, para recibirme, para que descargara mi leche caliente dentro de él. Poco a poco le metí mi polla. La tenía empalmada y muy dura, tenía una erección casi dolorosa de lo dura que la tenía. Empujé con suavidad, y empezó a entrar suavemente, casi sin oposición, sin dolor para ella. Puse mis manos en sus caderas, me movía lentamente al principio; la metía y la sacaba, una y otra vez. Acompañaba cada embestida trayéndola hacia mí con mis manos. Incrementé el ritmo mientras ella gemía sin disimulo, casi gritaba, y yo tenía el corazón muy acelerado, me moría de deseo en esos momentos; tenía aquella belleza salvaje bajo mi…era mía…y además ,y era lo más importante de todo, la amaba con locura. Empecé a notar cómo se me llenaban los testículos de esperma.
Como me subía por el tronco de mi polla…y me corrí…me corrí con un gemido de placer, que se mezcló con el suyo al correrse ella también, como nunca antes me había corrido. Nos quedamos callados, exhaustos…me tumbé encima de ella, mi pecho sobre su espalda, y ella lloró…lloró de felicidad…mientras yo la consolaba diciéndole…te amo, amor mío…te amo, yin-yang.
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