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Dominación Mujeres, Incestos en Familia

Entre Sombras y Ecos

Episodio 1: “La Llegada”.
PRÓLOGO — Voz en off (Sofi):

“Todos quieren una nueva vida. Un nuevo comienzo. Una casa más grande, un colegio diferente, una versión mejorada de sí mismos. Pero nadie te advierte que ‘nuevo’ no siempre es sinónimo de ‘mejor’… A veces, lo nuevo es más extraño. Más torcido. Más… vivo.”

Cada vez que veo o escucho algo relacionado con la llegada de Camila, no puedo evitar recordarlo. Ella llegó para mi cumpleaños número cinco. Yo no tenía modo de saberlo en ese entonces, pero esa misma noche se presentó en mi casa y conoció a mi madre, para mí fue algo superficial o simplemente algo a lo que no quise ponerle demasiada atención, pero años más tarde me enteraría que esa misma noche se devoraron una a la otra, cuando pienso en eso creo recordar los gemidos de Camila y de mi madre a través de la puerta”

“Camila había llegado con sus hermanas…”

________________________________________

ESCENA FLASHBACK — Interior. Casa de Sofi. Noche.

El timbre suena de repente, despertando a Emma, la madre de Sofi. Emma abre los ojos y, sin sorpresa, sabe exactamente quién está detrás de la puerta: Damián. No es solo un joven vecino o un simple conocido; para ella, Damián representa algo más profundo. Es un viejo conocido del barrio, alguien que ha demostrado ser responsable, aunque siempre con un aire de misterio que a Emma nunca le ha pasado desapercibido. Es, en cierto modo, un guardián silencioso a quien ella le guardaba un gran aprecio.

Mientras baja las escaleras para abrir la puerta, la mente de Emma no puede dejar de darle vueltas a lo ocurrido en las últimas horas. La llegada de Camila y sus hermanas, esa familia nueva que se instaló justo al lado, ya la tenía inquieta. Pero lo que realmente la desconcertaba era algo mucho más personal y extraño: había pasado la noche con Camila, apenas la conocía desde ese mismo día, y aún no lograba explicar cómo había terminado enredada con esa mujer. La mezcla de sorpresa, curiosidad y miedo hacía que su inquietud creciera, y no pudo evitar mencionar el tema tan pronto como Damián cruzó el umbral.

Emma abre la puerta y Damián entra, frotándose las manos por el frío de la madrugada. Ambos se miran con cierta tensión.

EMMA:

—No esperaba que vinieras tan temprano, Damián. ¿Todo bien?

DAMIÁN:

—Sí, no te preocupes. Solo pasaba por el barrio, y pensé que sería bueno saludar… y aprovechar para ver cómo están ustedes.

EMMA (con una leve sonrisa):

—Qué amable. Sofi sigue dormida, estamos muy bien. ¿Y tú? ¿Cómo te va en el trabajo?

DAMIÁN:

—Ya sabes, lo de siempre. La de anoche fue una noche larga, pero nada fuera de lo común. Aunque… algo me inquieta desde ayer.

Emma lo observa, curiosa.

EMMA:

—¿Ah sí? ¿Qué fue?

DAMIÁN (dudando):

—Bueno, no sé si debería decirlo, pero… vi que tienes una nueva vecina, es una mujer muy hermosa.

EMMA (con una sonrisa tenue):

—Sí, Camila. La conocí ayer mismo. Es… diferente.

DAMIÁN:

—No sé por qué pero me inquieta un poco. Hay algo en ella que no termina de encajar. Y no me refiero solo a su belleza, Emma.

EMMA (mirando hacia otro lado, incómoda):

—Lo sé. Algo me inquieta también. Anoche… pasé la noche con ella.

DAMIÁN (sorprendido):

—¿Es enserio? Pero apenas la conocías.

EMMA (asintiendo lentamente):

—Sí, apenas la conocí, y ni yo entiendo cómo terminó así la cosa. Fue inesperado, casi como si todo hubiera sido parte de un impulso que no pude controlar.

DAMIÁN (frunciendo el ceño):

—Emma, no puedo creerlo de ti (sonriendo pícaramente). Algo me dice que ella y sus hermanas traen más de lo que muestran. No puedo sacarme ahora la imagen de la cabeza de ustedes dos juntas, jaja.

EMMA (con voz baja):

—Lo siento. No puedo explicarlo bien. Solo sentí que eso era lo que quería en ese momento.

DAMIÁN (con firmeza):

—Pero, cuéntamelo todo.

EMMA (respirando hondo):

—Damián. Siento que fue algo impulsivo. No estaba preparada para que pasara, ni siquiera sé por qué sucedió. Camila tiene una forma de mirarte que te hace perder el control. Y, aunque apenas la conocía, hubo algo en ella que me atrajo… y asustó al mismo tiempo.

DAMIÁN (serio):

—Emma, debes tener cuidado. No solo por ti, sino por lo que pueda venir con ella.

EMMA:

—Lo sé… Damián, hay algo en Camila que me desarma. No es solo su belleza, es la forma en que me miraba, cómo me tocaba con la mirada, como si pudiera ver hasta lo que no quiero mostrar. Hay una fuerza en ella, algo oscuro y… fascinante. Siento esa extraña debilidad hacia ella, ese deseo que me consume y me hace querer que todo vuelva a ocurrir… otra vez, y otra vez.

Emma se acerca un poco más, su voz susurrante casi un secreto compartido.

—No puedo explicar bien qué es, pero cuando estuve con ella, todo lo demás desapareció. Es peligroso, lo sé, pero no puedo evitar dejarme llevar.

DAMIÁN (con una mezcla de preocupación y comprensión):

—Emma, siempre has sido fuerte, pero esto suena distinto. Solo prométeme que no perderás de vista quién eres, sin importar cuánto te atraiga.

EMMA (mordiéndose el labio, con una chispa de provocación en la voz):

—¿Te gustaría conocerla?

Damián la mira, algo sorprendido por el cambio en su tono, notando la leve excitación que destella en sus ojos.

DAMIÁN (vacilante, con una sonrisa nerviosa):

—No sé, Emma… Pero si tú quieres…

Pasan un par de horas. La luz del amanecer se cuela por las ventanas cuando Emma, con paso decidido, se acerca a la puerta de la casa de Camila. Golpea con firmeza y espera, lista para invitarla a ella y a sus hermanas a desayunar.

El sol matutino atraviesa las cortinas ligeras, bañando la cocina en una luz dorada y cálida. El aroma a café recién hecho se mezcla con el olor dulce del pan tostado y frutas frescas. La mesa está dispuesta con sencillez, pero cuidado: platos blancos, tazas humeantes y un cuenco de mermelada casera.

Sentadas alrededor de la mesa están cuatro mujeres y un hombre, todos con edades que rondan la juventud adulta, y Sofi, de 5 años.

Emma, en sus treinta y tantos, luce una belleza tranquila, con rasgos delicados pero decididos. Su cabello oscuro cae en ondas suaves sobre sus hombros. Sus ojos, intensos y observadores, revelan una mezcla de curiosidad y cautela. Su postura es relajada, pero sus manos nerviosas juegan con la servilleta, delatando la tensión interna.

Sofi, con el cabello más claro que el de su madre, recogido en un moño sencillo. Sus ojos pequeños, pero vivos. Lleva un suéter de lana, algo gastado.

Frente a ellas, Damián está sentado con un aire contenido. Es un hombre de unos treinta y cinco años, complexión atlética pero discreta. Su rostro es serio, con una barba incipiente que suaviza sus facciones angulosas. Aunque atento, sus ojos no pierden detalle, siempre en guardia.

Al otro lado, las tres hermanas nuevas en el barrio llaman la atención con sus diferencias sutiles pero marcadas.

Camila, la mayor, tiene alrededor de veintiocho años. Su cabello negro, liso y brillante, contrasta con su piel pálida. Sus ojos, grandes y oscuros, parecen ocultar secretos insondables. Su belleza es etérea, casi hipnótica, y su voz, cuando habla, tiene una cadencia suave y seductora. Se mueve con una gracia natural, pero sus gestos esconden una tensión palpable.

A su lado está Valeria, la mediana, de unos veinticinco años. Su cabello rojizo cae en rizos salvajes que reflejan su temperamento ardiente y volátil. Sus ojos verdes, vivos y desafiantes, brillan con una mezcla de orgullo y determinación. Su sonrisa es franca, pero a veces puede tornarse cortante. Valeria es directa y no teme mostrar su carácter fuerte.

Finalmente, Marta, la más joven, de aproximadamente veintidós años, con un aire más tímido pero igual de intenso. Su cabello castaño claro cae en suaves mechones sobre sus hombros. Sus ojos azul grisáceo observan todo con una mezcla de incertidumbre y una curiosidad infantil. Marta parece buscar aceptación y seguridad en sus hermanas y en el nuevo entorno.

La conversación fluye entre ellos, pero cada palabra está cargada de significado. Emma rompe el hielo, sirviendo café con manos firmes pero temblorosas.

EMMA:

—Me alegra que hayan aceptado venir. Pensé que sería bueno empezar con algo sencillo… un desayuno, para conocernos mejor.

CAMILA (con voz suave, pero fija):

—Gracias por la invitación, Emma. Es un buen gesto. Estamos aún adaptándonos al lugar.

VALERIA (cruzando los brazos, con una sonrisa irónica):

—Adaptarnos es una forma amable de decir “sobrevivir”, ¿no?

MARTA (mirando a Sofi):

—Gracias por recibirnos. Sabemos que no será fácil.

Sofi asiente ligeramente, mientras sigue comiendo.

Damián permanece en silencio, pero su mirada no está en la conversación. Sus ojos se posan sin disimulo en las tetas de Camila, que están prácticamente al descubierto, con una piel tersa y pálida, con un toque seductor en la caída de su blusa negra. La intensidad de su mirada es directa, incluso irrespetuosa, pero Camila no parece inmutarse. En lugar de eso, esboza una sonrisa lenta y calculada, como si disfrutara plenamente del efecto que causa en él… y en Emma.

Emma, sentada a su lado, siente el calor subir por sus mejillas. Sus ojos se apartan un instante, refugiándose en la textura del mantel mientras un rubor tímido colorea su rostro. Sabe que Camila juega con esas miradas, pero también sabe que hay mucho más oculto tras esa sonrisa encantadora.

La conversación continúa, pero la tensión en el aire se ha espesado, cargada de silencios que dicen más que las palabras.

CAMILA (con una sonrisa deslumbrante y voz segura):

—Creo que para nadie es un secreto que pasé la noche acá.

Su mirada se desliza con descaro hacia Emma y luego a Damián, sin perder la confianza ni un segundo. Camila sabe perfectamente el efecto que causa y lo usa con maestría. Su postura es relajada, casi desafiante, como quien sabe que tiene el control de la situación.

—No soy de las que piden permiso ni buscan aprobación. Me pareciste una mujer encantadora Emma, y quise estar contigo… y no me iba a detener.

Valeria la observa con una mezcla de orgullo, mientras Marta parece más reservada, intentando ocultar el nerviosismo bajo una sonrisa tímida.

EMMA (tratando de mantener la calma, aunque su voz tiembla ligeramente):

—Camila… no todos tenemos tu confianza. Esto es un barrio tranquilo, y nosotros… intentamos mantener cierta normalidad.

Damián, aún bajo el influjo de las tetas de Camila, finalmente habla con voz baja pero firme:

DAMIÁN:

—Las cosas no siempre salen como uno quiere.

Camila se ríe suavemente, un sonido que parece llenar la habitación y al mismo tiempo encender una chispa de inquietud en todos.

CAMILA (mirando fijamente a Damián, con una sonrisa juguetona y desafiante):

—Damián, dime la verdad… si te molestara, ¿por qué no has podido dejar de mirarme los pechos?

Damián se sonroja y aparta la mirada, incómodo, pero Camila no le da oportunidad de escapar.

CAMILA (con voz baja y seductora, acercándose un poco más):

—Tranquilo, no me molesta. De hecho, si quieres, te los puedo mostrar…

Emma mira a Sofi por un segundo, mientras Valeria arquea una ceja, divertida y algo orgullosa de la audacia de su hermana. Marta se muerde el labio, signo de una leve excitación ante la atmósfera cargada.

Camila se levanta lentamente, alzando la mirada hacia Damián con una sonrisa que mezcla desafío y complicidad. Sus movimientos son fluidos, seguros, casi hipnóticos.

CAMILA (con voz suave pero firme):

—¿Quieres ver realmente?

Mientras avanza hacia él, sus dedos comienzan a desabrochar la blusa negra que lleva puesta. El aire se llena de una electricidad palpable, el roce del tejido al caer crea un contraste con el silencio expectante de los demás.

Su piel pálida queda al descubierto, la luz matutina resaltando cada curva y detalle de sus grandes tetas, mientras Camila mantiene el contacto visual con Damián, quien permanece inmóvil, dividido entre la fascinación y la sorpresa.

Emma, Sofi, Valeria y Marta la observan en silencio, la escena marcando un punto de inflexión en la atmósfera del desayuno.

CAMILA (con una sonrisa juguetona):

—No tengas miedo, Damián. Sólo estoy mostrando lo que siempre está a la vista, pero que pocos se atreven a mirar de verdad.

Damián respira hondo, incapaz de apartar la mirada, mientras la tensión en el aire se mezcla con un extraño sentido de complicidad y misterio.

El silencio en la habitación se vuelve denso, casi sólido. La blusa de Camila ha caído al suelo, dejando a la vista más piel de la que cualquiera esperaba ver en un desayuno informal. Pero no es solo la revelación lo que sorprende, sino la manera en que ella lo hace: con la seguridad de quien no teme ser mirada.

Emma, sentada junto a Sofi, traga saliva en seco, esas tetas que tenía a la vista las tubo en su boca hace apenas unas horas. Su mirada se desliza hacia Camila, no con juicio, sino con una mezcla de desconcierto y un rubor que no logra ocultar. Valeria, por su parte, revuelca los ojos y suelta una carcajada suave.

VALERIA (irónica, casi divertida):

—Siempre tan… puta, mi hermana.

Marta aparta la vista, no dice nada. Se concentra en su taza de té.

Damián, por otro lado, no logra evitar que sus ojos se detengan en las tetas que tiene al frente. Su mirada tropieza un segundo con la de ella y él intenta recobrar la compostura, pero ella lo nota y sonríe con una expresión que no es burla, sino promesa.

CAMILA (con voz baja, dirigida a todos):

—Algunos se escandalizan por lo que no entienden. Pero yo no vine aquí a fingir.

Luego se vuelve a sentar con la misma gracia con la que se había levantado, como si no hubiera hecho nada fuera de lugar. Dejando sus tetas a la vista permanentemente.

Emma intenta recobrar el control de la conversación, aunque en su interior una inquietud nueva comienza a enraizarse.

EMMA (en voz baja):

—Camila… esto no es tan simple como tú crees.

CAMILA (con una sonrisa tranquila):

—Claro que lo es. Pero a veces, lo complicado solo se desenreda cuando se deja de fingir que todo está bajo control.

El desayuno continúa, pero ha cambiado de tono. Nadie volverá a ver a Camila con los mismos ojos, ni tampoco a Emma. Algo se ha abierto en esa casa: no una puerta, sino una grieta… una rendija por la que empiezan a colarse cosas que no pertenecen del todo al mundo cotidiano.

CAMILA (con una sonrisa que apenas curva sus labios, como si no pesara sus palabras):

—¿Qué tal si todos se desnudan… para mí?

La frase cae en el aire con una suavidad casi imperceptible, pero provoca un cambio inmediato. No hay una orden en su tono. No hay urgencia, ni manipulación evidente. Es más bien una sugerencia envuelta en terciopelo, una invitación imposible de rechazar.

Y sin saber por qué, ni cómo, los demás comienzan a desvestirse.

Damián, primero, se pone de pie y se acerca, como quien no decide conscientemente caminar, sino simplemente responde a una idea que lo habita desde siempre, cuando su miembro queda a la vista, este se encuentra tan erguido que parece una roca. Emma también se levanta y se desviste, con una mezcla de desconcierto y rendición escrita en el rostro. Marta y Valeria no se miran entre sí, pero sus cuerpos responden igual, como si una melodía inaudible los guiara.

Sofi los observa, inmóvil en su silla, con el tenedor aún entre los dedos. Sus ojos se abren apenas, no por miedo, sino por una sensación extraña que no sabe nombrar.

No hay palabras entre ellos, solo el leve crujir del suelo bajo sus pasos. Se acomodan, uno tras otro, alrededor de Camila, como satélites girando alrededor de un nuevo centro de gravedad. Nadie parece encontrar esto extraño. Nadie parece tener una objeción. Solo Camila, en el centro, con las manos sobre la mesa, la mirada encendida y una calma felina en su postura.

Como si esto siempre hubiese estado destinado a ocurrir.

CAMILA:

—Ven aquí pequeña.

Le dijo dirigiéndose a Sofía, a quien todos miraron en ese momento. Sofí era la única vestida en ese momento.

EMMA:

—Está bien cariño, acércate.

Le indicó a su hija haciéndole gestos con la mano que acompañaban su mensaje, dándole un tinte de normalidad a la situación para la pequeña Sofía

Sosia se dirigió hacia donde estaban todos, cuando llegó donde Camila, esta la alzó y la sentó en su regazo. Apenas la consintió y le dio un pequeño beso en los labios, luego la alzó hasta la mesa de centro, junto a la comida.

CAMILA:

—¿Sabes como se paran los perros mi amor?

Sofí asintió y sin cuestionamientos se coloco en cuatro sobre la mesa, sus rodillas habían golpeado un vaso que contenía algo de jugo, haciendo que se regara, pero a nadie le importó.

Camila tomo la verga de Damián con su mano izquierda y lo haló, él dio unos pasos al frente hasta que la cabeza de su verga alcanzó el pequeño rostro de Sofía. Camila le paso la cabeza por los labios a la niña mientras sonreía morbosamente.

CAMILA:

—Abre la boquita princesa.

Y así lo hizo. El glande se atoró dentro de la boca de Sofí al tiempo que Damián soltaba un soplido de gusto y sorpresa. Camila mantenía su mano en la verga y la otra en la cabeza de Sofí instruyéndola en las artes del sexo oral.

CAMILA:

—Emma, ¿te das cuenta de que Sofí es la única vestida?

Emma estaba sorprendida pero paralizada observando el glande de la verga de Damián entrar y salir lentamente de la boca de su pequeña hija, cuando escuchó a Camila, inmediatamente se fijó en lo que decía y asintió.

CAMILA:

—Bájale su pantaloncito

Emma recorrió la mesa hasta el otro costado, desde allí tenía un mejor acceso y, de igual forma, sin reparo, obedeció la instrucción de Camila, desabrochó el pantalón de Sofí y con algo de esfuerzo por la posición se lo bajó lo suficiente para dejar a la vista unas pantaletas azul celeste bastante gastadas, la línea de la cola se transparentaba levemente. Pero eso no fue suficiente, sin esperar intervención adicional, Emma también bajo las bragas de su hija y su cola desnuda quedó a su disposición.

CAMILA:

—Ahora haz con ella lo mismo que me hiciste anoche

Emma sin dudarlo, bajo la cabeza y usando sus manos para abrir las pequeñas nalgas de su hija, comenzó a pasarle la lengua por el estrecho agujero de su ano, metiendo lo que podía tras cada lamida, saboreando con deleite su sabor, tal como en ese instante lo hacía Sofí con la verga de Damián.

Emma no se aterraba, se le notaba cada vez más excitada, devoraba el ano de Sofí, chupaba sus nalguitas blancas y redonditas, pasaba su lengua por el medi

o y la olía, su saliva reflejaba la luz que entraba por las ventanas. Sofí comenzaba a emitir pequeños quejidos amortiguados por la verga de Damián.

88 Lecturas/25 mayo, 2025/0 Comentarios/por Ericl
Etiquetas: colegio, cumpleaños, hermana, hija, madre, mayor, sexo, vecina
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