Equinos ….Orgasmos a morir
una mujer y su novia, hacen lo impensable solo por placer.
Junto con mi novio, decidimos irnos a España. Él me dijo que en el sur de España, había una localidad donde se encontraba una granja turismo; famosa por tener animales para copular con los huéspedes. Al principio no estaba muy segura. Pero luego de haber follado con una verga de caballo ficticia, de muy buen material y que me regalaba orgasmos alucinantes; pero era siempre una cosa falsa e irreal, ahora yo ansiaba probar una de verdad.
Mi chuchita tremaba y se empapaba completamente solo al ver la imagen de un caballo, el porte salvaje del animal. Sus patas portentosas su galopar elegante, su crin volando al viento, todo me resultaba erótico, y si mi novio me lo recordaba mientras follábamos; terminaba haciéndome venir como una loca, era algo irresistible para mí.
Pasamos la noche en Madrid y al día siguiente teníamos vuelo para Algeciras donde nos vendrían a buscar para llevarnos a la granja. Salimos esa tarde a cenar y a recorrer las calles y callejuelas de la vieja ciudad imperial, la cena estuvo exquisita con carnes locales. Ensaladas varias y el infaltable jamón serrano, mientras paseábamos por la ciudad visitamos algunos sex-shop; donde adquirimos algunos juguetitos varios y lubricantes a base de agua, nos retiramos a nuestro hotel dichosos y calientes el uno por el otro.
Mi novio Alberto, me despojó de mis vestiduras apenas entramos en nuestras habitación, de pie detrás de la puerta empezó a comerme el coño. Madre santísima si no me aferró de la puerta hubiese terminado con mi culo por tierra, desnuda de pies a cabeza excepto por mi liguero. Mis medias a malla negras, ondeaba con mis caderas sintiendo el placer infinito que él con maestría procuraba a mi chocho. Había descansado mi espalda en la puerta y con ambas manos cogí sus oscuros cabellos rizados; me lo empujé más adentro, hacia mis carnecitas más tiernas.
Cuando cogió una de mis piernas y la puso sobre su hombro me sobresalté. Pero. ¿Qué quiere este macho mío? Pronto sentí su lengua que lamia mi culito rugoso y estrecho y luego cambiaba a mi coño. Pero que hombre más hábil, pensé.
Me está haciendo los dos ojetes de una, después de un rato tomó mi otra pierna y la puso sobre su otro hombro, mi chocho entero estaba en su boca, me lamia, me chupaba, me lengüeteaba, me mordía, succionaba mis clítoris y yo allí pegada a esa puerta soltando brincos con mis caderas y lanzando gemidos, maullidos de gata y sollozos, mi labios amoratados por mis mordeduras y mis manos que no sabían si cascarle o tirarlo más adentro de mí, se movían sin control, mi orgasmo llego y casi me aturdió en un placer infinito, quedé como una marioneta sin hilos.
Alberto amorosamente recogió mis restos temblorosos
Me recostó sobre nuestra cama, cuando sus dedos abrieron mi coño y su lengua comenzó a deslizarse por todo el largo de mi hendidura vaginal, abrí los ojos y me encontré con su polla dura a centímetros de mis labios, aferré sus nalgas y engullí tan apetitoso señuelo, la pececilla había abocado, tenía tres de sus dedos enterrados en mi culo y su lengua experta se encargaba de afondar en lo profundo de mis intimas partes privadas, ¡que goce dios mío!
Solo sé que me volví loca un par de veces mientras él descargó un torrente de lava perlada en mi garganta, lo continué a chupar porque no estaba flácido, él tiritaba cada vez que mi lengua envolvía su glande, el sabor de su semen llenaba toda mi boca, soy afortunada porque sé que mi macho es resistente.
Alberto me abrazo y me beso, hurgueteando dentro de mi boca su sabor, es lo que me pone más cachonda, porque soy de él y él es mío, su semen es nuestro, mis fluidos son nuestros y los saboreamos juntos. Me dijo, descansemos amor que mañana tenemos un viaje, dormí como una beba acompañada de su ángel custodio.
El vuelo de Madrid a Algeciras fue relativamente breve, una todo terreno con aire acondicionado nos esperaba para llevarnos a la granja, Josefa era la nuestra anfitriona, me alegró que fuese una mujer que hiciera las veces de chaperona, ella nos mostró nuestra cabaña, pues así era el sistema y en la parte de atrás había una especie de corral cubierto alrededor con arbustillos que daban privacidad, me pareció un muy bonito lugar y acogedor.
Después de un frugal almuerzo, Josefa nos llevó a visitar las caballerizas, había un sector con diferentes tipos de perros que giraban en sus celdas y se ladraban entre ellos, ella nos contó que habían huéspedes que venían por los perros, hembras y machos, luego Josefa me preguntó si yo era primeriza, respondí que sí y que además estaba muy nerviosa de todo, ella me tranquilizó diciéndome que ellos tenían muchos años prestando estos servicios y que hasta hora jamás habían tenido quejas, que ya tenían uno apropiado para mí.
En las caballerizas habían al menos unos quince ejemplares, todos muy limpios y bien cuidados, dos o tres de ellos tenían esas enormes trompas de elefante colgando de sus barrigas, mi chocho se empapó enseguida, me afirmé a mi novio para juntar mis muslos que tremaban, Josefa me miró y asomó una sonrisa en sus labios, dijo. Lo sé señora el efecto que causan. También a mí, aun cuando son años que los veo, no puedo evitar que mi cuerpo reaccione. No tenga cuidado, porque aquí todo es normal. Quise saber cuál era el mío, pero Josefa sonriendo me dijo esa es una sorpresa.
Nos fuimos a nuestra cabaña ya que al día siguiente tendría mi sueño hecho realidad, conversamos de cosas triviales y sobre lo acogedor del lugar, la organización nos pareció fantástica, luego nos llamaron para la cena, una comida exquisita regada con buenos mostos españoles, nos bebimos un excelente brandy, había un solista que interpretaba música varia y clásica española con su guitarra.
Alberto sintiendo un tema romántico me saco a bailar y varias parejas sonriendo felices y despreocupadas nos siguieron a la pista, Alberto me tenía abrazada muy estrecha y me hacía sentir su pija en mi vientre. Lo tironeé un poco y le dije. Vámonos a nuestra cabaña. Pero, dijo él. Francesca, ¿te sientes bien? Respondí. Yo sí, pero mi chocho no. Entre divertido y serio, él me tomó de la mano y volamos a nuestros aposentos.
Me desvestí en un santiamén, Alberto también, me arrodillé frente a su polla erecta y comencé a mamar como si mi vida dependiese de ello, acariciaba sus cojones cálidos y que cuando él follaba mi boca rebotaban en mi barbilla haciéndome cosquillas, Alberto me hizo alzar, me tomó de la cintura y me hizo rotar en el aire, el mundo había girado al revés, pero su polla derechita estaba allí al alcance de mis labios, abrí mi boca y su pija entró de sopetón hasta mi garganta, ahora sus cojones me rebotaban en la frente. Este es el mundo de mi hombre, pensé. Un poco patas para arriba y enloquecedor.
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