Esta es la historia de como mi madre se fue convirtiendo en una prostituta
Mi madre al inicio se negaba a vender su cuerpo, pero las necesidades económicas la fueron obligando a hacerlo .
Mi madre y yo nos mudamos recientemente a una vecindad, donde logramos alquilar una habitación con baño. No era mucho, pero bastaba para vivir. Esta situación surgió tras la reciente muerte de mi padre, quien, al estar legalmente casado con otra mujer, dejó toda su herencia a ella. Su esposa legítima, amparada por el régimen de bienes mancomunados, obtuvo la casa en la que vivíamos. Mi madre, al haber sido solo su amante, no tenía derecho alguno sobre esa propiedad.
Así que no nos quedó otra opción que mudarnos a otro lugar. Debo admitir que la falta del apoyo económico de mi padre nos afectó profundamente. Mi madre, Rebeca, es una mujer que siempre ha llamado la atención por su físico. Tiene un cuerpo bien formado, con generosos senos y un atractivo trasero que no pasa desapercibido. A pesar de todo, ha tenido que esforzarse al máximo, doblando turnos en su trabajo como mesera en un restaurante del centro de la ciudad.
Mi nombre es Alejandro, con el tiempo, logramos adaptarnos a nuestra nueva vida. La vecindad estaba llena de personas diversas; muchos de los vecinos resultaron ser bastante agradables y amigables, aunque algunos no tanto. Era evidente, incluso a simple vista, que algunos de ellos estaban involucrados en actividades poco recomendables.
Con el paso del tiempo, fui dándome cuenta de todo lo que sucedía en la vecindad. Mi madre se había hecho amiga de dos vecinas que, al igual que ella, eran físicamente muy atractivas. Ambas tenían cuerpos llamativos, con curvas pronunciadas y una sensualidad que parecía natural. Estas mujeres se dedicaban a brindar servicios sexuales, algo que quedaba claro cuando, entrada la noche, salían vestidas de manera provocativa y se colocaban en las esquinas del vecindario, esperando atraer clientes.
En varias ocasiones, intentaron convencer a mi madre para que se uniera a ellas. Le decían que con su belleza y figura podría ganar mucho más dinero del que lograba como mesera, y que así tendría más tiempo libre para descansar. A pesar de las insistencias, mi madre siempre rechazaba sus invitaciones con determinación. Aunque nuestra situación económica era difícil, ella prefería mantenerse en su trabajo y no ceder ante las sugerencias de sus amigas
No obstante, debido a que mi madre pasaba mucho tiempo con sus nuevas amigas, muchas personas de la vecindad empezaron a pensar que ella se dedicaba a lo mismo que ellas. No tardaron en llegar los comentarios y las insinuaciones, y más de una persona se atrevió a ofrecerle dinero a cambio de tener sexo con ella. Mi madre, lejos de molestarse, simplemente lo tomaba con humor. Les respondía entre risas que no, que ella no ofrecía ese tipo de servicios, dejando claro su postura sin perder la calma.
En la vecindad también se encontraba un grupo de jóvenes como de mi edad, que tenían aspecto de malandros y hablaban de forma muy ñera. Tenían la fama de andar en malos pasos y de consumir ciertas sustancias, lo que los hacía notorios entre los vecinos. Uno de ellos siempre miraba a mi madre con una cara llena de deseo, le apodaban El Angry Bird, porque sus amigos decían que no dudaba en ‘aventar el pájaro’ a cualquier puerca que se le cruzara. Fue uno de tantos que, en su momento, le ofreció dinero a cambio de sexo ami madre.
Mi madre, como siempre, lo rechazó con una mezcla de paciencia y firmeza, dejándole claro que no ofrecía ese tipo de servicios. Este muchacho no fue el único; otros miembros de su pandilla también intentaron lo mismo, creyendo erróneamente que mi madre se dedicaba a lo mismo que sus amigas. Ella, sin embargo, nunca permitió que estas insinuaciones la afectaran y siempre dejó claras sus intenciones y límites.
Los días transcurrieron con aparente normalidad. Un mes pasó volando, y parecía que todo marchaba bien. Sin embargo, había cantado victoria demasiado pronto. El restaurante donde mi madre trabajaba fue clausurado por un problema serio: estaban cobrando excesivamente y amenazando a los clientes que se negaban a pagar esos cobros, como propinas obligatorias y cargos por servicio. El escándalo fue grande, y los dueños, al verse acorralados, desaparecieron sin dejar rastro, evadiendo multas y responsabilidades, y dejando a los empleados sin liquidación. Mi madre se quedó sin trabajo de un día para otro, y aunque sus amigas la apoyaron durante el primer mes, sabía que el tiempo apremiaba. Si no encontraba un empleo pronto, temíamos que nos echaran de la vecindad. Una vez más, sus amigas le ofrecieron intentar la prostitución como solución rápida, pero mi madre se mantuvo firme en su decisión de no seguir ese camino.
O eso creía, no fue hasta que un día llegaba de la escuela por la tarde, mi madre se encontraba lavando la ropa en los lavaderos de la vecindad. Me acerqué a ella, pero al ver que estaba hablando con el tipo ñero que siempre la miraba. Preferí mantenerme alejado pero atento. En eso, mi madre comenzó a voltear a todos lados como si quisiera evitar que nadie la viera. Ella llevaba puesta una falda de mezclilla corta y una blusa de tirantes blanca. El tipo comenzó a verla de arriba abajo y en eso vi como le dio algo en la mano a mi madre, luego ella se volteó. Empinándose en el lavadero, se subió la falda y se bajó su calzón. El tipo ñero se puso detrás de ella con el pantalón abajo, pareciera que se estaba acomodando. Luego tomó a mi madre por la cadera y comenzó a mover su pelvis hacia adelante y hacia atrás. Estuvo así por unos momentos hasta que le dio un fuerte empujón. Luego de eso, él se apartó de ella. Se subió el pantalón y mi madre se subió su calzón y acomodo su falda. Estuvieron hablando un momento más y el tipo ñero se alejó del lugar y ella continuó lavando la ropa.
Cuando terminó de lavar, entró en el cuarto con la misma calma de siempre. No mencionó nada acerca de lo que había sucedido fuera, y yo, por alguna razón, tampoco pregunté. La notaba distante, con la mente claramente ocupada en algo más. Seguía buscando trabajo, pero sus esfuerzos no parecían dar frutos. Un día, al igual que todos los demás, regresé a casa y la vi salir rápidamente, vestida con un vestido ajustado y tacones. La vi caminar directamente hacia la casa del ñero. En la entrada, varios de sus amigos de la pandilla estaban reunidos, y aunque ella parecía no notar sus miradas, sentí la incomodidad en el aire. Al poco rato, entró en la casa de él. Cuando volví, noté una nota pegada en el refrigerador: decía que había encontrado un trabajo temporal y que llegaría tarde.
Pasaron las horas, y a las 10 de la noche, regresó a casa. Estaba algo desarreglada, con el cabello alborotado y un olor a cigarrillo y alcohol que no pude evitar notar. Parecía cansada, pero trató de ocultarlo. A la mañana siguiente, observé algunas marcas extrañas en su cuello y moretones en sus piernas, pero ella dijo rápidamente que se había caído en la calle. No insistí más. Algo dentro de mí me decía que estaba tratando de protegerme de la verdad, o tal vez, a sí misma.
Esa tarde, mientras estaba en casa, el tipo ñero tocó la puerta. Mi madre salió a atenderlo y conversaron por un rato en voz baja. No alcancé a oír todo, pero lo poco que capté fue suficiente para inquietarme: él le pidió que pasara a verlo a las ocho, “vestida lo más puta posible”. Mi madre, sin dudar, respondió que sí, que no había problema. «Perfecto, ya está, jefa», dijo él, con una sonrisa que me pareció extraña. Antes de irse, agregó con tono burlón: «La espero con ansias». Luego, se dio media vuelta y se alejó.
Mi madre cerró la puerta y continuó su día como si nada fuera fuera de lo común. Pero yo no podía sacarme de la cabeza aquella conversación. Cerca de las siete, la vi meterse a bañar con una actitud tranquila, casi despreocupada. Al salir, comenzó a arreglarse. Se puso una minifalda negra de un material que parecía cuero, botas altas que llegaban hasta las rodillas y unas medias de malla. Llevaba una blusa blanca con los botones desabrochados justo lo suficiente para dejar entrever su pecho. Mientras se miraba al espejo, parecía concentrada, como si estuviera preparándose para algo importante. Pero yo podía notar en su mirada una sombra de algo más… algo que me inquietaba profundamente.
Con su bolso en mano, mi madre salió de casa justo antes de las ocho. Desde la ventana, la vi bajar las escaleras con tranquilidad y dirigirse a la casa del tipo. La música ya resonaba desde allí, tan fuerte que se escuchaba claramente en nuestro hogar. Al llegar, ella entró sin titubear, como si fuera su propia casa. Me quedé observando desde la ventana, incapaz de apartar la vista, mientras veía llegar a más personas. Hombres y mujeres entraban y salían, algunos riendo, otros cargando botellas. El lugar parecía una fiesta desenfrenada.
La preocupación empezó a apoderarse de mí. A medida que pasaban las horas, mi inquietud crecía. Desde mi ventana, veía cómo algunos se agrupaban afuera para fumar o hablar en voz alta, mientras el ruido no paraba. Más tarde, reconocí a las amigas de mi madre que también llegaron al lugar. Sus atuendos llamativos y su actitud despreocupada me daban aún más razones para sentirme intranquilo. Entraron riendo, saludando a los que estaban cerca de la entrada, y desaparecieron dentro.
Esa noche no pude dormir. La música seguía, las risas y el alboroto llegaban hasta nuestra casa como un recordatorio constante de lo que estaba pasando ahí. De vez en cuando, me asomaba por la ventana, esperando verla salir. Pero no lo hizo. La noche avanzaba lentamente, y cada minuto que pasaba sin noticias suyas hacía que mi preocupación creciera más.
La mañana llegó, pero el alboroto no cesaba. La música seguía resonando, y los gritos y risas de los asistentes se mezclaban con el caos de la fiesta. No fue hasta el mediodía que todo empezó a calmarse. Desde mi ventana, vi a algunos hombres tirados afuera, completamente borrachos, como si no hubieran podido llegar más lejos. Fue entonces cuando la vi salir.
Mi madre apareció en la puerta de la casa, tambaleándose. Ya no llevaba las medias puestas, y sostenía las zapatillas en una mano. Sus pasos eran torpes, y su rostro, pálido y agotado, dejaba claro que no estaba en su mejor estado. Sin pensarlo, bajé corriendo para ayudarla. Apenas podía caminar por sí sola, y al acercarme noté que estaba ebria, tanto que casi no lograba articular palabra. Su camisa estaba mal abotonada, y era evidente que no llevaba el brasier puesto.
Con cuidado, pasé su brazo por mis hombros y la ayudé a subir las escaleras hasta nuestra casa. Cada paso se sentía pesado, como si cargara más que su peso. Al entrar, soltó un suspiro profundo, arrojó sus zapatillas y el bolso al suelo, y se dejó caer sobre la cama sin siquiera quitarse la ropa. En cuestión de segundos, ya estaba profundamente dormida, con la respiración pesada de alguien que había pasado demasiado tiempo bebiendo.
Recogí su bolso del suelo y noté que dentro había varios billetes, lo dejé a un lado, asegurándome de que estuviera todo en orden. Luego, la cubrí con una cobija ligera y me quedé mirando por un momento, sintiendo un nudo en el pecho. Había tantas preguntas en mi cabeza, pero sabía que no tendría respuestas. Por ahora, solo podía dejarla descansar.
Después de aquel día, las cosas comenzaron a cambiar de manera evidente. Mi madre empezó a recibir a sus clientes en nuestra casa con frecuencia. Cada vez que alguien llegaba, me pedía que saliera. «Ve a dar una vuelta, una hora o dos», decía con un tono que intentaba sonar despreocupada, pero que a mí no me convencía. Al principio, obedecí sin hacer preguntas, pensé que solo atendía a los pandilleros que frecuentaban la vecindad. Sin embargo, pronto noté que las visitas no se limitaban a ellos.
Con el tiempo, empecé a reconocer a algunos vecinos que también tocan a nuestra puerta. Hombres de todas partes de la vecindad iban y venían, siempre con miradas rápidas y comportamientos furtivos. Entraban con paso seguro, pero siempre se aseguraban de que nadie estuviera mirando. Desde lejos.
Mientras deambulaba por las calles durante esas horas, la confusión y el malestar crecían en mi interior. No quería pensar demasiado en lo que estaba sucediendo, eso me llenaba de una mezcla de rabia, tristeza e impotencia. Era como si mi madre estuviera atrapada en una situación que ni ella podía controlar, y yo no sabía cómo ayudarla.
Una tarde, pensé que ya había pasado suficiente tiempo. Había estado caminando sin rumbo por la colonia, intentando matar el tiempo, regrese a casa. «Seguramente ya terminó», me dije, convencido de que no encontraría nada fuera de lo común. Al llegar, giré la llave y empujé la puerta.
Lo primero que vi fue a mi madre. Estaba encima de un hombre gordo, ella estaba totalmente desnuda y se encontraba dándome la espalda. Montaba al hombre, brincando arriba y abajo con energía. Pude observar cómo el pene del hombre entraba y salía de la vagina de mi madre. El hombre jadeaba, mientras que mi madre emitía gemidos de placer.
Mi madre subía y bajaba rápidamente, lo que era hipnotizante ver cómo se movía su trasero y cómo sus nalgas parecían mantener un ritmo constante con sus movimientos. Parecía que mi madre disfrutaba en todo momento. Rápidamente cerré la puerta para evitar ser visto y, sobre todo, evitar problemas para mi madre con su cliente.
Debo admitir que la curiosidad me ganó por completo y me puse a espiarla desde la ventana. Ella seguía montando al sujeto con tal dedicación cuando su ritmo disminuía, movía sus caderas de una forma tan sensual y, cuando reponía el aliento, se desataba y volvía a darse sentones sobre el pene del sujeto. El cual la tomó por la cintura y la giró quedando ella recostada con las piernas abiertas, las cuales levantó y puso sobre los hombros del tipo gordo. Y este comenzó a fornicar de nuevo a un ritmo acelerado.
Estaba recibiendo unas tremendas embestidas, parecía que el sujeto quisiera partirla en dos. Era increíble cómo rebota sobre ella, poco a poco. Su vagina se cubrió de sus propios fluidos, los cuales se derramaban entre su ano hasta llegar a la cama.
Sus movimientos fueron más acelerados hasta que, de una manera algo brusca, se levantó, retiró el condón y lo lanzó al suelo. Luego, se acercó a la cara de mi madre y comenzó a venir sobre ella, cubriendo su rostro de semen. Una vez que el tipo terminó, comenzó a vestirse. Mi madre tomó un papel higiénico y comenzó a limpiarse el rostro, mientras el tipo se vestía ella encendió un cigarro. por unos minutos hablaron, pero no pude escuchar. Solo vi que ella al final solo asintió con la cabeza. El tipo gordo se dirigió hacia la puerta, así que me quité rápidamente de la ventana y esperé a que saliera. Luego, volví a ver por la ventana y mi madre había entrado al baño. Esperé otro par de minutos hasta que vi que salió con una toalla cubriendo su cuerpo recién bañada. Fue entonces cuando entré en casa. Ella me saludó de una manera natural: «Hola hijo, ¿Oye no tienes hambre?” – Me dijo «Vamos a comer fuera yo invito» – Agrego, solo respondí que sí.
Económicamente, nuestra situación mejoró bastante, hasta me regaló un teléfono celular y ella se había comprado un laptop. Lo único malo era que tenía que estar follándose a varios tipos casi a diario. Un día, mientras ella dormía por la mañana, tomé prestada su laptop para realizar una tarea de la escuela, y vi que tenía abierta una página donde se buscaban escorts. Y ella había hecho una publicación donde se identificaba con un apodo referido a ella: «Hola, soy Camila, independiente. Trato de novios. Atiendo las 24 horas. Incluye un rico oral con preservativo o al natural, dependiendo de tu higiene. vaginal con protección en varias posiciones, besos y caricias, con calma y sin prisas para que lo disfrutes. Te atiendo en el hotel de tu preferencia, también voy a tu domicilio o si gustas cuento con un lugar para atenderte. Servicio anal tiene un costo extra. También hago beso negro, 69, lluvia dorada, despedida de solteros, doble penetración y fetiches, cuento con amigas por si quieres divertirte con varias chicas. Llevo lencería y también condones. Atiendo hombres, mujeres y parejas. Si tienes alguna fantasía, solo házmelo saber. Contesto mensajes y llamadas». Y luego aparecía su número y varias fotos de ella desnuda mostrando sus senos, su culo y su vagina donde solo se cubría la cara.
Ahora entendía por qué su celular sonaba muy a menudo, me dije a mi mismo. No podía creer hasta dónde había llegado mi madre, prostituyéndose. Estaba tratando de asimilar todo cuando se despertó. Cerré la página e hice que buscaba la información de mi tarea. Ella solo me vio, pero no dijo nada. Tomó su celular y se fue al baño. Cuando salió, me dijo que tenía que salir y que llegaría muy tarde, que no la esperara despierto. Y cuando llegó la noche, se vistió con una mini falda que dejaba ver sus nalgas, una blusa que se transparentaba todo y unas medias negras con unas zapatillas altas. Tomó su abrigo y se lo colocó, ocultando lo que llevaba puesto. Luego agarró su bolso y se fue.
Así pasaron los días y sus salidas fueron en aumento, hasta que comenzó a salir a trabajar con sus amigas por la noche y regresaba hasta a las 3 o 4 de la mañana a casa. Un día, la seguí por curiosidad, espere que sus amigas pasaran por ella y se fueron caminando, ya que el lugar esta relativamente cerca, salí detrás de ellas manteniendo una distancia considerable para que no fuera descubierto, llegando al lugar las tres se colocaron en distintas esquinas junto a otras sexo servidoras, eso parecía un tipo de pasarela de varias mujeres, como transcurría el tiempo iban pasando por el lugar distintos tipos.
Algunos solo por morbo y otros se acercaban a hablarles preguntando el costo de sus servicios. Lo sorprendente fue ver cómo llegaban autos que se aparcaban a su lado, y luego de hablar con ellas se subían a los autos y se iban con esos sujetos, y no tardó mucho que pasó justamente eso con mi madre se aparco un auto, bajo el vidrio y mi madre se acercó charlaron por un momento, ella se subió y el auto arrancó. Pasó como medio hora y no regresaba así que desistí en seguir esperando y decidí regresar a casa, esa misma noche escuche cuando regreso eran las 4 de la mañana. se metió a bañar y poco después salió. – Dónde están esas malditas píldoras – la escuche decir en voz baja mientras buscaba algo.
Al día siguiente cuando desperté y como era habitual ella aun seguía durmiendo, en el la mesa lado de su cama había una caja de pastillas, cuando la revise eran píldoras del día siguiente de esas para evitar los embarazos, – con que era esto lo que estaba buscando – me dije a mi mismo. luego abrí la ventana y me disponía a preparar el desayuno cuando tocaron a la puerta salí y era un vecino.
– Esta tu mamá – Me pregunto.
– Está dormida – Le respondí.
– Por favor podrías despertarla – Me dijo, así que interrumpí su sueño.
–Te busca el vecino de abajo – Le dije, ella se levantó y fue hablar con él.
– Hola hermosa perdona por despertarte pero mi mujer se acaba de ir y quería aprovechar para echarnos un mañanero – Le dijo a mi mamá,
– Perdona pero ni siquiera estoy arreglada – Le dijo ella
– No importa hermosa – Le dijo el vecino
– Ok esta bien – le dijo mi mamá y lo dejó entrar a casa.
– Hijo ten ve a desayunar afuera lo que tu quieras – Me dijo y me dio dinero y sin poner objeción me salí de casa y ella se encerró con el vecino.
Aproveché que había abierto la ventana y la espié desde allí. Mi madre se bajó el short con el que regularmente duerme. su tanga también terminó en el suelo, se recostó en la cama, abrió las piernas y las levantó. El vecino se puso de rodillas a lado de la cama y comenzó a chuparle la vagina a mi madre. Ella, mientras tanto, tomó su celular y, como si no le diera importancia que le estaban chupando la vagina, se puso a hacer algo en el teléfono.
Luego el vecino se levantó y se bajó el pantalón. Mi madre se sentó en la orilla de la cama, alcanzó su bolso y, de él, sacó una tira de condones. De la tira, tomó uno, tomó papel higiénico y le limpió el pene al vecino. Luego, se lo introdujo en la boca y le hizo sexo oral hasta que lo tenía bien levantado. a continuación, le colocó el condón. Mi madre regresó a la posición de antes, con las piernas levantadas. El vecino se colocó entre ellas y comenzó a penetrarla. Ella, nuevamente, tomó su celular y comenzó a hacer algo en él, dejando solo que el vecino se la follara con tal despreocupación y sin hacer gesto alguno. Me sorprendí bastante al ver cómo ni siquiera se inmutaba a pesar de que se la estaban follando duro.
Luego me alejé de la ventana por que otros vecinos comenzaron a salir rumbo a su trabajo o solo a barrer su pedazo del patio, y no quería que me vieran espiando, por que me veía muy sospechoso mirando por la ventana y agachado, le tome la palabra a mi madre y me fui a buscar algo para desayunar, más tarde regrese a casa y ella estaba durmiendo otra vez.
Lo días continuaron de la misma forma hasta el punto que me acostumbre, por las tardes vecinos o los malandros le pagaban para follarla y por la noche salía a trabajar con sus amigas, llego el día que mi madre había juntado suficiente dinero para irnos a otro lado a vivir pero ella tomó la decisión de quedarnos en la vecindad, no entendía el por que pero con el tiempo me di cuenta que ahí estaban muchos de sus clientes. y fue así que mi madre se volvió un prostituta.
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