Esta noche voy a poseerte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Entro en tu casa, la luz es tenue, ya has preparado todo pues me has advertido que la noche será larga. Camino despacio, voy siguiendo tus pasos detrás de ti, escuchando tu voz que me dice: “Hoy serás mía, voy a poseerte muy poco a poco, desearas que te la meta una y otra vez por todos tus ardientes hoyos, no te daré tregua.”
Me excita escucharte decir esas palabras, quiero ser tuya, hundirme en ti, ser objeto de tus más grandes deseos.
Me pides que me desvista lentamente, tú estas recostado en la cama, viéndome con ojos de deseo. Empiezo por quitarme la blusa, mientras lo hago voy tocando mis senos, pues se que eso te excita. Te levantas y te acercas a mi, detienes mis manos que apretaban mis senos; yo me sorprendo pues pensé que eso te gustaría. Te acercas a mi oído, me tomas fuertemente del pelo y me susurras con voz autoritaria: “Sólo te pedí que te desvistieras, te tocarás cuando yo te ordene, recuerda que hoy serás mía, a mi manera, cómo yo diga y cuando yo diga…Ahora continua desvistiéndote, sí vuelves a desobedecer te vas a arrepentir…” Acto seguido me das un buen golpe en mis nalgas, siento el dolor, pero también mis jugos correr en mi entrepierna.
Continúo quitándome la pequeña falda que llevo puesta, ya estoy casi desnuda, sólo faltan las medias, me las quito lentamente mostrándote mis piernas que se que te ponen a mil. Llevo mi coño bien afeitado y sin ropa interior. Me pides que camine lentamente hacia ti, me acerco e intento desvestirte, me frenas en seco y sólo te escucho decir te lo advertí. Te levantas y me avientas boca abajo en la cama, me ordenas que no me mueva ni un centímetro. Me asusto un poco, pero me excito aun mas, se que ahora si me castigarás.
Tomas mis manos y me las amarras hacia atrás, separas mis piernas bruscamente e introduces tres dedos dentro de mi coño, no te cuesta mucho trabajo pues la situación ya me ha excitado bastante y estoy inundada. Lo notas y me dices al oído: “Sabía que esto te pondría a chorrear, eres una caliente, una zorra caliente, pero hoy tendrás que aprender a responder a mis deseos. No tendrás permiso de correrte sino hasta que yo te lo ordene, a todo me contestarás que si, y conocerás los límites de tu cuerpo”. Mientras me dices esto yo me mojo aun más, preocupada porque se que lo notas.
Magreas mis nalgas, y de pronto siento un fuerte golpe; me ha dolido bastante pero no quiero moverme o gritar, se que sería peor. Cierro mis ojos y aprieto con fuerza mis labios; vuelves a golpearme con más fuerza, y seguido uno mas, y otro. Puedo contar que fueron 5 buenos azotes. “No quiero volver a golpearte, pero si no me obedeces volveré a hacerlo hasta que no puedas ni sentarte por el resto de la semana.” Me asusta, pero permanezco quieta, y extremadamente excitada, estas sacando lo viciosa y zorra que hay en mi.
Te vas un momento hacia el baño, procuro no moverme o despertaré tu ira. Te oigo regresar, aunque no puedo ver que me espera pues estoy tumbada boca abajo sobre la cama. Levantas mi cabeza y pones un collar en mi cuello, es muy peculiar porque al jalar fuerte de la cadena, aprietas impidiéndome respirar con facilidad. Me queda claro, cada vez que jales de él tengo que responder inmediatamente o sufriré las consecuencias.
Me colocas un cinturón lleno de argollas, y encadenas mis manos a ellas, no entiendo muy bien el sentido hasta que siento que enganchas algo más a una de las argollas de atrás, siento algo que cuelga, pero no logro definir que es.
Te aceras a mi boca y oyes mis jadeos, estoy asustada pero a la vez deseosa de que me hagas tuya, y como me habías dicho al principio, siento intensamente como me vas poseyendo. Tomas una toalla y empiezas a secar mis jugos, ya seca, introduces un dedo en mi coño, inmediatamente dos, después tres. Me mojo de nuevo, sacas tus dedos y vuelves a secar. Es un dolor intenso, pues cada vez que metes tus dedos estoy completamente seca, trato de no gemir, pero es inevitable. El dolor se mezcla con el placer y no puedo esconderlo.
Abres mis piernas con brusquedad, y secas profundamente con la toalla mientras siento como pasas un enorme consolador por mi cuerpo, es largo, pero sobretodo grueso, no imagino como harás entrar eso en mi si insistes en secar mis jugos. Acercas el consolador a mi entrada, y sin miramientos, sin decir palabra lo empujas hasta que toca mi pared, no me da tiempo de gritar pues ahogas mis gritos dando un jalón a la correa que llevo puesta. Jadeas en mi oído, pues sabes que eso me excita; cada un par de segundos repasas la toalla para evitar que mis jugos aflojen el dolor.
Estoy tumbada de bruces en la cama, mis manos amarradas hacia atrás y a la vez al cinturón que has puesto, el enorme vibrador hace lo suyo.
Aumentas la intensidad del vibrador y ahogas mis gritos jalando de la correa, sigues secando mi coño. “Eres una zorra viciosa, te gusta el dolor, a las zorras como tu es necesario educarlas”.
Estoy invadida por el miedo y la excitación, el vibrador empieza a lastimarme, pero parece no importarte, pues aumentas aun más la intensidad. Estas sentado, viéndome penetrada, y apretando los botones del control del vibrador, aumentas y disminuyes el movimiento del mismo a tu antojo. Me dejas así un buen rato, te oigo hacer un par de llamadas, como si mi presencia te fuera indiferente. Siento que te acercas y jalas de mi correa, me pides que camine a cuatro patas hacia donde estas sentado, me levanto con dificultad por la condición en la que me has puesto, pero sigo tus ordenes.
Veo como sacas tu enorme polla del pantalón, yo no me muevo hasta que no me ordenes que hacer. Entonces me dices: “Nena, hoy aprenderás entre muchas cosas, a hacer una extraordinaria mamada, aprenderás a meterte mi verga hasta el fondo de tu garganta, de manera que puedas lamer mis huevos. El ritmo lo marcaré yo, y a pesar de que se te complique, evitaras lastimarme con tus dientes. Permitirás que me venga en tu boca, y tragarás hasta la última gota”. Sí lo haces bien, aprenderás a disfrutarlo, sí lo haces mal, te castigaré hasta que lo lamentes…
Jalas de la correa y me metes tu enorme polla hasta adentro, sin miramientos. Me tomas del pelo y empiezas a mover mi cabeza a un ritmo lento. Conforme aumenta la rapidez del movimiento, aumenta también la intensidad del vibrador.
Eso es una verdadera excitante tortura, apenas podía respirar y mi coño me ardía; los movimientos eran cada vez mas intensos hasta que de pronto sentí como mis ganas de correrme eran inmensas. Apreté mi cuerpo para evitarlo, eso te pondría furioso. Seguí chupando tu polla, tal como me lo habías ordenando, la tengo hasta adentro, la metes y sacas como cogiéndome por la boca, y yo lamo tus huevos como te gusta. De pronto apretaste con fuerza mi cabeza, tu pene no podía estar más adentro.
Me provocas una arcada bestial que me hace casi vomitar, me contengo y trato de hacerme para atrás. No puedo me tienes clavada por la poca en tu polla. Me tomas fuertemente para decirme: “No se te ocurra vomitar, sigue tragando puta, me quiero venir en tu boca, sigue tragando, vamos, chupa, cometela…” un segundo después sentí un chorro caliente invadir mi garganta, trago con rapidez pues no quiero hacerte enojar, dejo escapar algunas gotas, y me das un bofeton, me obligas a limpiártela hasta que queda impecable.
Me duele mi mandibula, mi coño chorrea por el vibrador, pero a la vez duele pues es muy grueso, mis nalgas arden y ahora también mi cara por el cachetadon que me has metido…aunque bien merecido. Estoy muy excitada y te ruego me dejes correrme, te ríes sarcásticamente, y me ordenas que no se me ocurra hacerlo, se que no podré controlarme, mi cara me delata. Lo notas, me obligas a levantarme, metes tu mano en mi entrepierna y sacas el vibrador. Me tomas por detrás y empiezas a apretarme los senos, los tocas locamente, aprietas, pellizcas. Yo no puedo gritar, ni gemir. Me has ordenado que no lo haga y yo obedezco.
“Eso ha sido sólo el comienzo perra”, “¿Quieres continuar?”, “Si quiero, quiero ser tuya, como tu quieras, a tu manera…” Sigues apretando mis senos con más fuerza cada vez, y aprietas tu miembro a mi cuerpo, lo siento endurecerse de nuevo. “Voy a hacer de ti lo que se me apetezca, y no hay vuelta atrás, sufrirás y gozaras como nunca…” Jalas de la correa y me obligas a caminar a cuatro patas, como la perra que soy, tu perra.
Mientras me jalas dirigiendonos a otra recamara, me aclaras que tu forma de dominar es muy diferente a lo acostumbrado, que lo tuyo no es estar golpeando, aunque algunas veces sí lo harás si yo no obedezco. Me aclaras que prefieres castigos mas elaborados como el de no permitirme lubricar a mi antojo. Me pides que jamás te llame Amo, que eso es demasiado común. Para ti es suficiente con que conteste que si a todo lo que me ordenes. “hoy te dedicaras a hacerme las mejores mamadas, y te haré más que nada sexo anal, tu coño ya es muy poco para mi, aunque por supuesto no descansará, lo tendrás lleno”.
No se que me espera, pero tus palabras me excitan enormemente, mientras camino a cuatro patas, voy dejando mis jugos, me miras y me ordenas detenerme. Comienzas a golpear mis senos con un cinturón, el dolor es intenso, pero puedo ver como mis pezones se van endureciendo. “Esto perra es por lo viciosa que eres, mira como vas mojando la casa”.
Me jalas de la correa con más fuerza para continuar el camino que lleva hasta el otro cuarto, cuando lo abres quedo perpleja por lo que mis ojos ven. Todas las paredes estan forradas con colchón, cuelgan cientos de argollas y cadenas. En una mesa alcanzo a ver una enorme colección de vibradores, todos tamaños, largos, cortos, gruesos, delgados. Hay una camilla pegada a un espejo con amarres de todo tipo. Pero mi asombro llega a su máximo cuando veo sentado a un hombre en un sillón, y una mujer mamándosela sin parar. La oigo sollozar.
El miedo me impulsa a salir corriendo, lo intento pero tu rápidamente me jalas recordándome que eres mi dueño, me obligas a volver al cuarto y me empujas para entrar. La pareja del sillón no se ha movido, el hombre solo me come con la mirada, pero a la vez disfruta de la mamada que le hace la mujer; ella esta hincada entre sus piernas, sus manos estan atadas a un cinturón como el mio, trae una correa y sus senos estan apretados por dos cuerdas. El hombre le mueve la cabeza con movimiento bruzcos, puedo imaginar lo que ella siente. Acabo de vivirlo. Esta encadenada al piso.
Me tomas con fuerza y me preguntas si lo que veo me gusta, te contesto que si. Me dices que te parece obvio pues a las zorras como yo todo les gusta. “Haber tratado de escapara de aquí, no quedará impune”. Voy a desvirginar tu ano, antes de que intentaras correr lo iba a hacer con calma para que disfrutaras, pero mereces que te lo dilate de forma más agresiva. Acto seguido, me llevas a rastras del pelo hasta la camilla que esta junto al espejo, me tumbas ahí y amarras mis piernas de manera que quedan abiertas dolorosamente. Acomodas un cojín debajo de mi pelvis para que quede bien levantada ofreciendo mi ano y mi coño a la vez.
Oigo que ordenas que traigan a la mujer a la que llamas Andrea. El hombre se levanta y puedo ver que es alto, fuerte y muy bien parecido, tiene una polla más o menos como la tuya pero más gruesa. Desencadena a Andrea del piso y le pide que a cuatro patas se arrastre hasta donde estoy en la camilla, pero ella se niega. Entre tu y Juan se acercan para jalarla hasta mi, lo hacen de manera brusca pues ella se resiste. Oigo que Juan le dice: “Andrea, perra, te has estado portando muy mal…y no vas a aguantar las consecuencias, así que coopera”. Con la fuerza de los dos, la jalan hasta que su cara queda en la entrada de mi ano, la oigo jadear asustada. Dejan su culo en pompa y Juan empieza a darle latigazos mientras tu le ordenas que me lama el culo, que me meta la lengua hasta adentro. Andrea no tiene remedio, si no lo hace los golpes serán peores. Empieza a lamer ansiosamente, mete y saca su lengua por todo mi ano.
Siento alivio pues al menos estaré un poco lubricada para cuando quieras metermela. Empiezo a gemir, y siento que estoy por correrme de nuevo. Andrea se resiste pero entre tu y Juan la sostienen y la obligan a no parar. Puedo ver por el espejo que entre los dos la sostienen de la cabeza, y cada uno tiene un dedo dentro de su ano que les ayuda a empujar con más fuerza. Decides quitarla justo cuando mis gemidos se oyen con intensidad. Tomas una toalla y secas por completo mi ano, me asusto pues realmente vas a cumplir tu amenaza.
Siento que jalas aquella cosa que habías enganchado a una de las argollas de mi cinturón, y por fin descubro qué es. Un vibrador no muy largo, pero si grueso, que además también tiene una pequeña argolla, aun no entiendo que harás pero se que será doloroso. Empiezo a jadear asustada cuando siento que intentas introducirlo en mi seco ano, te cuesta trabajo pues esta bastante cerrado, empujas con tus dedos y me haces sacar un grito de dolor. Te acercas a mi oído, Juan me jala de la correa y me obliga a levantarme un poco; me tomas de los senos, los aprietas mientras Juan los mordizquea dolorosamente. Me dices: “Zorra, nena, tu te has ganado el castigo de que te dilate el ano de forma agresiva, trataste de correr y vas a pagar por ello.
Quiero que me ruegues que te dilate el ano, seco, asi como esta, si me convences, lo haré poco a poco y a lo mejor hasta te lubrico un poquito…si no lo haces te lo meteré de una vez y creeme que te dolerá más de lo que te imaginas”. Empiezo a pedirte sin dudar que me metas el vibrador, aunque estoy seca, se que será peor que me lo metas de una vez. “Metemelo, quiero sentirme penetrada por el ano, quiero que me lo metas, a tu antojo, como te plazca…”
Al tiempo empujas lentamente, pero aun no te convenzo, secas mis jugos con la toalla de vez en vez. Juan sigue mordisqueando mis senos cada vez con más fuerza. Te pido a gritos, te ruego que me lo metas, mi ano no sede, esta muy seco y cerrado, empiezo a llorar. No te compadeces de mis lágrimas y sigues empujando, puedo ver por el espejo que no descansarás hasta que entre. “¡No te oigo zorra!” y te dispones a empujarlo de una sólo vez” Te pido que por favor no lo hagas, que yo quiero sentirlo poco a poco entrar en mi ano, que me excita, que me gusta, que soy tu zorra y que merezco todo lo que tu quieras. Sacas el vibrador de golpe y me dejas descansar un poco del dolor en mi ano.
Juan se dedica a mis senos, y ha puesto dos pinzas muy apretadas en mis pezones, apenas siento el dolor, no me había dado cuenta ya que estaba concentrada en lo que tu hacías. Jadeo sin parar, lo que hace Juan empieza a excitarme aunque me duele también. Arrastras a Andrea de nuevo hasta mi ano y la colocas para que vuelva a lamerme, junto con su lengua metes un dedo, al poco tiempo dos. Me duele menos que cuando tratabas de meter el vibrador. Quitas de nuevo a Andrea de golpe, jalas el vibrador, y de un solo empujón lo metes hasta adentro. El dolor es intenso, quiero gritar pero me jalas de la correa para ahogar mis lamentos, ayudas a Juan a apretar mis senos. Siento que el vibrador me parte en dos, no aguanto más. Muevo mis manos tratando de liberarme de la tortura y me doy cuenta de tu estrategia, al mover mis manos provoco que el vibrador se clave más, me autocastigo sin saberlo. Sueltas una carcajada y Juan también. Se burlan de mi estado.
Levantan a Andrea del piso y la ponen sobre la camilla con las patas abiertas justo para que su coño quede en mi boca. Me quitas las pinzas de mis pezones y se las pones a Andrea para abrir sus labios vaginales, ella grita de dolor. Juan le pone una mordaza con una bola de hule para que no pueda gritar. Enganchas mi correa al cinturón de Andrea, si me muevo me ahogare, si muevo mis manos encajaré más el vibrador. Ella empieza a moverse como loca. Logran atarla para que se quede quieta. Yo no quiero lamerla, y tu lo notas.
De pronto veo como sacas un control con el que accionas un botón, el vibrador empieza a hacer lo suyo, el dolor es intenso, pero empiezo a sentir mucho placer. Tu lo sabes. Vas a mi ano y secas mis jugos, grito de dolor y placer. “Te dejaré disfrutar sí haces gritar a Andrea de placer y dolor. Comete su coño, muérdele el clítoris.
Tienes que hacer que tenga un orgasmo, hasta que no lo tenga no sacaré el vibrador de tu ano, entre más te tardes más fuerte serán las vibraciones. Empieza ahora”.
Estoy asustada, pero no quiero que vuelvas a secarme, conforme iba lubricando me iba gustando mas y mas. Abri la boca, cerre los ojos y empece a lamer, metí mi lengua hasta adentro, y mordisqueaba con fuerza el clítoris de Andrea, ella se retorcia de dolor y placer. Sus labios vaginales estaban rojos por las pinzas que le habían puesto.
Mientras estabamos en esa pocisión. Juan y tu filmaban y tomaban fotos, y todo se iba proyectando en una de las pantallas que colgaba en el centro del cuarto. No se cuanto tiempo pasó, pero Andrea no llegaba al orgasmo, yo hacía mi mayor esfuerzo pero ella se resistía. Podía vernos en esa posición en la pantalla, y aunque me sentía humillada, me excitaba mucho verme así, haciendo lo que me habías ordenado, comiéndome el coño de una mujer que no se cómo había llegado ahí. Viendo a Juan mirarme con lujuria.
Juan se acerco detrás de mí y tu fuiste directo a los senos de Andrea, empezaste a morderlos, y chuparlos. Juan enganchó una tira de bolas chinas a la argolla del vibrador de mi ano, eran dos bolas muy grandes, y sin preguntar ni tener ningún cuidado, las metio a mi coño con fuerza, después jaló una pequeña cadenita y la engancho a una de las argollas de mi cinturón. Me dolió bastante, pero a la vez me hacía disfrutar.
Tu y Juan nos dejaron ahí solas, yo lamiendo desesperadamente a Andrea para que se viniera, y tapada de mis dos hoyos, con dos instrumentos que vibraban intensamente. Chorreaba de placer, pero no quería venirme, aun no me lo ordenabas. Cuando regresaron inmediatamente Andrea empezó a tener un intenso orgasmo, y yo te suplique que me permitieras venirme. Me dijiste que aun no era tiempo. Y entendí por que cuando vi lo que traías en las manos. Un bote lleno de hielos.
Sacaste los vibradores de mi cuerpo y quitaste a Andrea de ahí. Juan me dio algunos golpes en las nalgas por puro placer, mientras tu besabas apasionadamente a Andrea y la magreabas. Me sentí profundamente celosa de verte con otra, y Andrea al notarlo se dejo hacer por ti como nunca. Ella si que es un perra. Me dolió más ver eso que los golpes intensos de Juan.
Mi ano volvió a cerrarse, trataste de meter un dedo con trabajo. Cuando al fin lo lograste lamiste un poco, para meter el segundo, y luego el tercero. De los dedos pasaron, a usar parte de tu colección de vibradores. Primero uno largo y delgado, luego uno largo y grueso. Metiste también uno con unas púas de goma, metías y sacabas sin parar. Me dolía y estaba loca de placer. Entre un vibrador y otro, Juan metía cubos de hielo, mi ano se contraía y dilataba a tu deseo. Me sentía muy humillada, me tenías a tu merced.
Fuiste por Andrea y le dijiste: “Eres la puta de Juan, pero ahora vas a ser mía un rato, quiero poner ese culo bien rojo y después metértela hasta adentro…” “Si, soy la perra de Juan, el me ha obligado a serlo”. Andrea lloraba. La escena me asustó, significaba que mientras hacías tuya a Andrea, Juan se ocuparía de mi. Él es más violento, y un completo desconocido.
Enganchaste a Andrea a una de las paredes, sus brazos arriba y las piernas bien abiertas, el culo en pompa. Tomaste un látigo y empezaste a golpearla sin piedad, se oían sus gritos ahogado por el llanto, pero a ti no te importó pues seguiste por un buen rato.
Juan me había puesto boca arriba en una mesa acolchonada, mis brazos estaban atados fuertemente por arriba de mi cabeza, mis piernas atadas y abiertas. Mi coño estaba expuesto. Mis senos estaban amarrados apretadamente por dos cadenas, y una pinza aprisionaba cada uno de mis pezones y mi clítoris. Gritándome cosas obscenas, Juan empezó a golpear mi raja, luego mi abdomen, mis senos, mis piernas. Mis gritos estaban ahogados por una mordaza que casi no me dejaba respirar.
Podía ver como habías pasado de golpear a Andrea, a enculartela, y sus lamentos habían pasado a gemidos y gritos de placer. Me gritaste: “Nena, perra, no te me pongas celosa, ya te va a tocar también”. “Juan, que te de una mamada, la puta aprendió a dar las mejores”.
Juan siguió golpeando y mordiendo todo mi cuerpo por un rato más. Cuando se cansó, me desató de la camilla y me llevó hasta el sillón, me hincó bruscamente y me metió su gruesa verga hasta la garganta, la arcada fue brutal. Me ordeno que mamara, que me comiera su polla como tu me habías enseñado. Empecé a disfrutarlo, y las ganas de correrme y masturbarme eran intensas. Terminaste de cogerte a Andrea, la llaneste de tu semen por todo el culo. Te acercaste a mi y mientras se la mamaba a Juan me dijiste: “No te puedes venir aun, todavía no es tiempo”. Juan exploto dentro de mi boca, y yo trague sin chistear. Me levantaste y me llevaste hasta donde estaba Andrea encadenada. Me obligaste a limpiar su culo lleno de tí.
Me llevaste a una silla y me amarraste ahí. “Comenzaste a lamerme intensamente mi coño, magrear mis senos…luego llegó Juan para hacer lo mismo. Empezaba a gritar de placer, y justo antes de poder llegar al orgasmo que venía deseando desde hace horas, se detenían bruscamente. Me pusiste todo tipo de vibradores en mi coño empapado, pero justo antes de poder llegar al climax, los quitabas. Estuvieron asi un largo tiempo, yo gritaba y lloraba de desesperación y placer, quería venirme y no me lo permitías.
Empezaron a fajarse a Andrea frente a mi, eso me excitaba terriblemente pero no podía llegar al orgasmo. Obligaste a Andrea a que a cuatro patas me lamiera el coño, pero la jalabas de la correa cuando mi orgasmo estaba por llegar. La penetraron entre los dos, Juan por el coño, tu por el culo. Y yo sin poder hacer nada, loca de excitación.
Te acercaste a mi oído para decirme: “¿Como vas puta?, eres una viciosa que tiene que aprender a controlar sus deseos animales” “¿Quieres que te encule?, ¿Quieres que te cojamos para que puedas venirte?.” La tortura había llegado a su límite, no dejarme venirme era más doloroso y desesperante que todos los golpes. “Te suplico me la metas, hasta adentro, por todos mis hoyos, cojanme, por favor cojanme”. Nunca había deseado tanto que me llenaran de vergas…Me hiciste llegar al deseo más grande, a pedir vergas como una puta que soy. Te reíste con Juan cínicamente y burlonamente. La silla estaba empapada. Yo estaba empapada.
Fuiste con Andrea a un sillón, la pusiste boca arriba y te sentaste junto a ella, con tu polla de fuera lista para embestir. Metiéndole los dedos por todos lados. Ella gritaba de placer y te pedía más y más. Juan me magreaba sentada en la silla, me metía su gruesa verga a la boca, me la sacaba, tocaba mis senos, mi culo mi coño. Tomó una toalla y me limpio mis jugos. Me desató y me llevo hasta donde estabas sentado. Me tomaste de las caderas, me abriste el culo, y me sentaste sobre tu polla ya erguida, me la clavaste deliciosamente aunque dolorosamente también.
Juan se acerco con su verga parada y la puso en la entrada de mi coño, empezó a empujar poco a poco, ambos me besaban, y metían sus vergas en mi. Estaba llena por los dos hoyos. Hicieron un mete y saca, a veces lento y a veces con mucha fuerza. Me sentía partida en dos, y con mucho placer, gritaba, gemía y pedía más y más. “Vamos puta, aprieta tu culo en mi verga”.
No parabas de tocar a Andrea, pero ya no me importó, me tenías loca de placer. Me diste permiso de venirme, y así lo hice, después me llenaste de tu semen, y finalmente lo hizo Juan. Salía líquido por todos lados, me dejaste tumbada en el sillón, aun con la correa, y muerta de dolor, cansancio y mucho placer. Te oí decir: “Andrea, límpiala, que quede impecable, lámele todo el semen que gotea de sus hoyos. Después se meterán a bañar juntas, se dejarán una a la otra lustrosas”. “Nena, Andrea, tienen que estar bellas para cuando lleguen las personas que hemos invitado Juan y yo”.
Esa es otra historia…
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