Fin de semana especial
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimbocat.
Estás nerviosa intranquila, te mueves, miras a un lado y a otro, llevas más de media hora de pie junto a esta fuente del parque, tan solo cubierta por este vestido blanco casi transparente en el que se marcan de manera evidente cada una de tus curvas, tus pechos, tus pezones levantados, tu pubis de pelo oscuro y rizado…, te muerdes los labios, no llevas reloj, el móvil desconectado, la gente paseando junto a ti, algunos te miran, otros ni se fijan en ti, y tú en silencio sonrojándote a cada nueva mirada, a cada nueva persona que te observa.
Estás empezando a sudar, los nervios, la tensión, la espera, tu corazón se acelera, tu entrepierna se moja más y más con este placer sumiso que bulle dentro de ti, sonríes y cierras los ojos cuando por fin me ves llegar.
Mi mano acaricia tu rostro, me gusta sentir el tacto de tu piel, la suavidad de tu cara, acompañas mi mano con tu mejilla, te mueves sensual y coqueta.
te relames los labios, me miras con tus intensos ojos oscuros mientras mueves tu nariz pecosa, te contorneas, ya no te importa quién mire, no te importa quién te vea caliente y mojada, solo quieres mis manos, mis dedos dentro de ti, solo quieres sentirte hembra y esclava, sumisa y altiva, te encanta ser mi potrilla a medio domar.
Te doy una bofetada, no muy fuerte, lo suficiente para recordarte lo que eres, lo que tú quieres ser y sin decirte nada empiezo a andar hacia el coche, me sigues con la cabeza baja, se que quieres preguntar, que quieres saber, pero aún no es el momento, todavía quiero disfrutar un poco más de tus nervios y tu incertidumbre.
Llegamos al coche, abro el maletero, conoces bien lo que espero de ti, miras a un lado, a otro y te sacas los zapatos, te quitas el vestido y entras en él, gruñes un poco mientras te retuerces, doblas las rodillas, aplastas tus pechos y tu cara en el suelo engomado, tu culo en pompa sobresale un poco, te cabrea que tenga un coche con un maletero tan pequeño, pero verte así, es un placer más del que no pienso privarme, y tras darte un par de azotes en tus nalgas, cierro el portón, oigo como gruñes cuando golpea tu culo, cuando te estruja aún más, cuando comprime tu cuerpo desnudo.
Encerrada y callada, sientes la oscuridad, el miedo, el aire recalentándose con tu respirar agitado, y en pocos instantes el traquetear del coche te hace comprender que la aventura ha empezado, ya no hay vuelta atrás.
En tu silencio recuerdas cada una de mis palabras, cada una de mis órdenes del último fin de semana, aquel juego que te propuse, primero tus dudas, después tu deseo, y tu orgullo de esclava aceptándolo sin dudar, ofreciéndote a nuevas pruebas, a nuevas sensaciones, un papel en blanco, cinco nombres a escribir, ninguno sabe nada de tu entrega, de tu sumisión, pero hoy yo he elegido uno de estos nombres que tu decidiste, y te mostraras ante él, o ante ella como lo que eres, zorra y esclava, carne sumisa entregada a mi placer y quizás al suyo.
Mientras, tus manos se abren paso buscándote, tus dedos te acarician, se mueven golosos dentro de ti.
Recuerdas como fuiste eligiendo cada nombre.
Atada, azotada, tragando saliva mientras ibas diciendo nombre tras nombre, sudorosa en tus cadenas, pidiendo, suplicando mi verga, mis dedos, cualquier cosa que calmase tu deseo, tu instinto, primero un par de amigas, luego unos compañeros de trabajo y entre lagrimas finalmente tu propia hermana, cinco nombres, y una sola elección la mía.
Notas que el coche se para, se te hace un nudo en la garganta, pasan los minutos, la espera se te hace eterna, finalmente notas que subo al coche, abro el altavoz que he instalado en el maletero y te pregunto si quieres correrte, oigo tu respiración intensa, dudas, temes mi respuesta a lo que contestes, finalmente dices que sí, que eres una perra, una zorra, quieres restregar tus dedos en tu coño, quieres empaparlos con tu placer, me suplicas que te lo permita, que te deje calmar estos nervios hecho deseo que te corroen.
Oyes mis risas, te lo permito, pero queremos oírte, queremos escuchas tus jadeos, tus gritos, tu placer.
Te quedas callada por un instante, el deseo se te ha cortado de golpe, comprendes que alguien de la lista ha subido conmigo, alguien para quien no eres una desconocida va a empezar a descubrir lo que en realidad eres, lo que de verdad te gusta ser…
Tu silencio se rompe con mi orden, -Córrete cerda!!!!, y tú entre sollozos empiezas a toquetearte, a mojar tus dedos en tu coño, a acariciarte el clítoris, a juguetear con tu miedo, con tu sumisión, con tu entrega, el coche vuelve a moverse, y escuchamos tus sollozos, luego tu silencio, y poco a poco el jadear de tu instinto de hembra, te excita que alguien de la lista te oiga, que alguien de la lista sepa que aquella compañera, aquella amiga esta desnuda y caliente en el maletero, gozando de un placer oculto, restregándose como una perra en celo.
El jadear se vuelve grito, te oímos berrear, chillar, gozar de tus dedos, de tu puño retozando dentro de ti.
Poco a poco, los gritos se suavizan, los jadeos se vuelven respiración tranquila, y tras tanta tensión, terminas por dormirte, con tus manos dentro de ti, con tus ojos empapados en lagrimas, con tu piel bañada en sudor
Abrimos el portón, te despiertas de golpe, notas mis manos aferrándose a tus cabellos, tirando de ti, lanzándote al suelo, caes sobre la hierba mojada, apenas si has conseguido despertarte cuando te arrastro hacia la casa, a cuatro patas sigues los tirones que voy dando a tus cabellos, intentas girar la cara para buscar quien ha venido conmigo, pero una patada en tus ubres te hace doblarte de dolor, comprendes que no has de buscar, y con la cabeza baja sigues mis tirones, la hierba ensucia tus patas dobladas, tus manos, la brisa eriza tu piel mojada de sudor, tus pezones endurecidos bailan de lado a lado.
Me gusta mirarte, tus pechos grandes y hermosos, con las marcas casi imperceptibles del último castigo, me encanta como mueves tu culo, como tus nalgas brillan con tu sudor, mientras me ofreces sumisa y dócil estos agujeros que tanto me gusta usar.
Antes de entrar en la casa, te pongo un antifaz, quieres protestar quejarte, pero una bofetada te hace callar, agarrándote por tus pezones, te hago levantar, gimes de dolor, pero te muerdes los labios para no gritar, mi mano se agarra a tu pubis, me encanta este vello rizado y oscuro, tiro con fuerza de él.
Andando a pasos cortos vas siguiendome, tu corazón acelerado parece salirse de ti, finalmente te suelto, quedas en el centro del comedor, desnuda y entregada, sudorosa, con las patas abiertas, las manos sobre la cabeza.
La fusta silba en el aire, golpea tus nalgas, tensas todos tus músculos, tu piel.
No gritas, no chillas, tu orgullo de hembra, de mujer, de esclava no quiere que quien sea, te vea claudicar tan pronto, en silencio oyes otra vez como silba la fusta, ahora son tus pechos los castigados, lentamente, sin prisa, me encanta ver cómo te retuerces y al instante como te levantas, erguida , desafiante, esperando otro azote, otro golpe que dibuje líneas rojas en tu piel.
Notas unas manos pequeñas acariciar tu culo, es una mujer, sus dedos resiguen tus azotes, las notas en tu lomo, en tus pechos, su respiración tranquila, su boca junto a tu cara, y tú en silencio entregándote a ella, ofreciéndote sumisa a sus manos.
Oyes como le digo que esto es lo que te gusta, lo que pides, lo que suplicas cada vez que te traigo aquí, nada se hace sin tu consentimiento, sin tu voluntad, ella no acaba de entenderlo, y tú sin esperar a mi permiso, empiezas a hablar, le dices que es verdad, que jamás has gozado tanto, como cuando son mis cadenas las que tensan tus brazos, cuando es mi verga la que inunda de placer tus labios.
De pronto la fusta golpea con saña tu lomo, tragas saliva y me pides perdón, pero no piensas callar, estás orgullosa de tu sumisión, de tu entrega, de tu placer esclavo, y abriéndote aún mas de piernas le pides que compruebe tu deseo, tu placer.
Yo con la cabeza asiento, y la chica hunde su mano en tu entrepierna, te gusta la suavidad de sus dedos, la dulzura con la que te toca, ella sonríe al sacar sus dedos empapados de ti.
Abres la boca, saca la lengua buscando en tu oscuridad su mano, ella acerca sus dedos a tus labios, lengüeteas cada uno de sus dedos, te encanta tu olor a hembra, el sabor de tus jugos, mientras, su otra mano acaricia tu pubis, juguetea con tu pelo ensortijado, empiezas a moverte, a entregirarte, a gemir y a suplicar.
Mis manos tiran de tus cabellos hacia atras, mientras le pregunto a nuestra invitada, si prefiere que te azote, o dejamos que te corras, no la oyes, quieres gritarle, suplicarle, pedirle que te deje gozar de sus dedos, pero callada esperas sumisa su respuesta, de pronto suelto tus cabellos, aún no sabes que hará, esperas intranquila, hasta que me oyes, tu amiga tiene el puño cerrado y quiero que te corras como si su mano fuera mi verga.
Con tus manos buscas su muñeca, la notas, te aferras a ella, empiezas a mover tu vulva en sus dedos cerrados, te contorneas, gimes, mientras vas introduciendo su mano dentro de ti, notas sus nudillos restregarse en tu interior, su puño llenándote, empapándose de ti, te fallan las piernas, caes al suelo, Luisa no deja de mover su mano dentro de ti, enroscada en el suelo, aferrada a ella, gimes y gruñes, mientras gozas de su puño, de sus dedos que se abren y se cierran dentro de ti, ella cada vez mas excitada mueve su puño hasta el fondo de tu agujero, te gusta cómo te folla, como te trata.
Te quito el antifaz, por fin la ves, ella te mira entre sonriente e incrédula, y tú, entre espasmos de placer te contorneas, chillas, mientras mi verga llena tu boca, la engulles hasta el fondo, te encanta, tumbada en el suelo, con tus patas abiertas, aquella mano moviéndose frenéticamente dentro de ti, yo sentado en tus pechos con mi verga follandote por la boca, llenándote, gozando de ti, tragas todo lo que puedes, mientras que a borbotones el resto moja tus labios, tus mejillas, tu cara, pintando de blanco cada rincón de tu rostro.
Satisfecha y agotada, extenuada quedas inmóvil en el suelo, relamiendo los restos de mi placer, mirando agradecida a Luisa, entregada y sumisa a las pruebas que queramos disfrutar sobre tu piel, ella se agacha y te besa en la mejilla, luego se levanta, me sonríe y me di pregunta dónde está el lavabo, yo te miro y tu abres la boca, ella te mira sorprendida y te pregunta –¿De verdad?, tu sonríes y abres aún más tu boca.
Sonrojada Luisa se agacha sobre tu cara y deja que su orina bañe tu rostro, tu tragas todo lo que puedes, el resto se entremezcla con los restos de mi corrida.
Miro el reloj, ya esa casi la una, hora de que prepares el almuerzo, pero antes de enviarte a prepararnos la comida, te tendremos que limpiar un poco, estás sucia y marrana, mojada y meada.
Luisa cada vez mas excitada es quien agarra tus cabellos, tira suavemente de ti, hasta que salimos al patio, te gusta cómo te toca, como te trata, pero también te apetecen mis manos pellizcando tus nalgas, jugueteando con tu coño.
Ya en el patio, corres hasta un viejo olivo, lo conoces bien, de él penden unas correas, te agarras a ellas, mientras preparamos la manguera, Luisa me pide ser ella quien te lave, y tras atarte las muñecas a las correas y engarzar tus tobillos a unas argollas que hay en el suelo, un chorro helado de agua golpea tu piel, tiemblas y te estremeces, Luisa moja tus pechos, tu cara, tu abres la boca, el chorro entra de pleno entre tus labios, el agua corre por tu piel, helada recorre tu cuello, tus pechos, baja por tu vientre hasta empapar tu sexo y gotear entre tus patas abiertas, salpicando tus pies desnudos.
Luisa da la vuelta, ahora es tu culo, tu lomo, tus cabellos, los que se empapan de este chorro de agua helada, te castañean los dientes, tiritas de frio, tu piel tiembla cada vez más y la brisa se te hace insoportable, pero sumisa esperas a que terminemos, a que acabemos de limpiar a nuestra mascota, chillas, suplicas cuando tirando de tu vulva entramos la manguera hasta el fondo de tu agujero, el agua golpea y se arremolina dentro de ti, saliendo de tu coño como si este fuese una fuente a todo brotar.
Te fallan las patas y quedas colgando de tus muñecas, mientras seguimos mojando cada rincón de tu cuerpo, cada recodo de tus pechos y tus muslos, y cuando consideramos que ya estas lo suficientemente limpia, te dejamos encadenada un buen rato para que el aire te seque, mientras nosotros entramos en la casa y tomamos algo mientras charlamos animadamente de ti.
Hacia las dos ya voy a buscarte, tu piel se ha secado, vuelves a ser la joven hermosa y apetecible que siempre has sido, antes de desatarte, acaricio tus pechos, me gusta recorrelos con mis dedos, sentir la textura turgente y dura de tus ubres, mordisquear tus pezones, tirar suavemente de ellos, tu gimes satisfecha, orgullosa de ver como levantas mi verga una y otra vez, te encanta sentirte mia, ser mi perra sumisa y docil, entregarme tu piel, tus besos, tu sonrisa picara y tu mirada traviesa.
Una vea en la casa, Luisa acaricia tus cabellos, la miras contenta, nunca pensaste que fuese ella la elegida, la dijiste en cuarto lugar, desesperada por no saber ningún otro nombre que darme, es tu compañera, tu amiga, hace años que trabajáis juntas, que os cabreáis y os alegráis, que compartís café y enfados cuando el trabajo no sale como queréis.
Ella te acaricia suavemente, te gusta que te toque, que te mire como nunca te ha mirado.
Luisa y yo nos quedamos en el comedor charlando de todo un poco, mientras tu en la cocina nos preparas la comida.
Has de ir con cuidado, desnuda como estás las salpicaduras de aceite es un castigo añadido que intentas evitar.
Sonríes cuando nos oyes reír, te alegra que disfrutemos del dia, y miras orgullosa esta carne asada, que estás a punto de terminar.
Y ya con la comida lista, la traes a la mesa, nos la sirves de manera exquisita, atendiendo cada detalle para que todo sea perfecto.
Cómodamente sentados Luisa y yo te miramos, toqueteamos un poco tu desnudez sensual y caliente y te felicitamos por la presentación y el olor de estos platos.
Satisfecha, nos das las gracias, y orgullosa te arrodillas en el suelo, pero te indico la mesa, sabes muy bien lo que quiero, y te encanta hacerlo, a 4 patas te pones bajo la mesa, y agarrándote a los muslos de Luisa, empiezas a lamerle la entrepierna, ella da un pequeño grito, y enrojece cuando ve como la miro.
Le cuesta comer contigo debajo, jugueteando con su vulva, paseando tu lengua por su piel, rebuscando dentro de ella, Luisa empieza a respirar de manera agitada, lo noto y ella lo sabe, intenta comer, pero cada vez tu boca la excita mas, tus manos, tus dedos, tus caricias, todo se entremezcla en un placer incipiente que va creciendo más y más.
De pronto dejas de tocarla, ella se queda intrigada, pero no tarda en sonreír, al ver que ahora soy yo quien goza de tus labios, de tu boca, me gusta como acaricias mi verga, como relames mis testículos, como engulles y engordas mi deseo.
Te encanta juguetear con los dos, excitarnos, cambiar de uno a otra, retozar tus labios por nuestros cuerpos, calentarnos con tus dedos y tu boca, mientras vamos degustando esta comida excelente y sabrosa que nos has preparado.
Finalmente te ordeno que salgas, relamiéndote los labios, traviesa y sensual me miras, también miras a Luisa, que te acaricia las nalgas, te lanza un trozo de carne y a 4 patas corres a cogerlo, luego la miras, ella rie y te lanza otro, le gusta ver como correteas tras la comida, como lo coges con los dientes y lo mordisqueas, como te ensucias la cara con estos huesos a medio roer que te vamos lanzando.
Tras un rato jugueteando, me pides si puedes ir a buscar el postre, yo te autorizo, y corres hacia la cocina, vuelves con una bandeja con una docena de pastelitos rellenos de nata que hiciste en tu casa, y trajiste ayer por la tarde dejándolos toda la noche en la nevera.
Expectante, esperas a ver que nos parecen, son deliciosos, a Luisa también le gustan.
Cojo uno de ellos, y te digo si lo quieres, tu afirmas con la cabeza, me levanto, y lo pongo en tu entrepierna, gimes un poco, esta helado!!!, voy paseándolo arriba y abajo de tu vulva, me gusta ver cómo te estremeces, luego voy entrándolo, lenta, muy lentamente en tu coño, aprietas los puños mientras el frio roza tu parte más sensible, Luisa no deja de mirarte, tu cara, tu cuerpo, esta mezcla de dolor y placer, de deseo y de rechazo, finalmente lo saco, mojado de ti lo acerco a tus labios, vas lamiéndolo, mientras no dejas de mirarme, finalmente lo entro en tu boca, y tras un par de mordiscos lo engulles.
Luisa ya espera su turno, con otro de los pastelitos se acerca a ti, te abres de piernas, pero ella coge tu mano, pone en ella el pastelito y pone tus dedos bajo su falda, comprendes los que quiere, ella gime un poco, tensa su piel, cuando el pastelito moja su pubis, me mira sonrojada mientras tu jugueteas con ella, mueves el dulce arriba y abajo.
Vas a entrarlo en su vulva, cuando cogiéndote la mano, la separa de su cuerpo y la acerca a tus labios, y golosa comes satisfecha este pastelito con sabor a ella.
Cada vez más sonrojada, Luisa se arregla la falda y se sienta, sin saber qué hacer, ni que decir.
Sin comentar nada, le pregunto a Luisa, si le apetece salir a cabalgar un rato, ella me mira sorprendida y me dice que sí.
Tú bajas la mirada, tragas saliva, sabes perfectamente quien será la yegua que nos va a pasear.
Con mi dedo pulgar levanto tu barbilla, te miro, seria, preocupada, con tu cabellera larga y sedosa cayendo sobre tus hombros, tus ojos intensos mirándome, tu respiración acelerándose por momentos y un sudor nervioso que brilla por todo tu rostro, Luisa comprende lo que pasa y te mira, no sabía que….
Te acercas a ella, de rodillas bajas tu cara hasta besar sus pies, luego restriegas tu hocico por sus piernas.
Yo me levanto y giras la cara, dispuesta a seguirme hasta el establo, Luisa acaricia tu lomo, salimos a la calle, el aire cada vez es más frio, y algunas nubes amenazan lluvia, Tu piel se eriza, tiemblas de frio, Luisa se preocupa por ti, me comenta que tal vez….
yo le digo que tranquila, y mientras acaricio tu lomo, le digo que nuestra potrilla no tardara en sudar, le señalo una montaña cercana, en la cima hay una vieja ermita, a poco más de cinco kilómetros de aquí, es allí donde vamos a ir.
Tu sin atreverte a levantar la mirada, notas un nudo en la garganta, solo hemos subido un par de veces, y las dos terminaste brutalmente castigada, exhausta, y solo me llevabas a mi
Luisa aun duda, mira la montaña y te mira a ti, te levanto la cara y mirándola a ella le digo que te lo pregunte.
Luisa se agacha y acariciándote las mejillas, te pregunta –Nuri, ¿seguro que quieres hacerlo?, y tu sonriendo afirmas con la cabeza, mientras las primeras gotas de lluvia empiezan a caer sobre tu piel desnuda….
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