Fin de semana especial 3
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimbocat.
Gimes suavemente cuando sus dedos acarician tu piel, te gusta el tacto suave de sus manos, te ordeno que te tumbes sobre la mesilla, sumisa, te levantas, dejas el pastel en la mesa del comedor, y luego de espaldas te pones en la mesilla, tu cabeza cuelga junto al sofá, tus patas por el otro lado, tenso tus brazos, los doblo y encadeno tus muñecas a las patas de la mesilla, mientras, Luisa cada vez más excitada ata tus tobillos a las otras patas de la mesa, el perfil metálico del borde de la mesa se clava en tus nalgas, dolorosamente dobladas hacia abajo.
Tu coño abierto y expuesto brilla mojado de miedo y deseo.
Me levanto y pongo junto a ti el pastel y los cuencos de las fresas, termino de quitarme la ropa y me siento cómodamente en el sofá, mientras miro a Luisa, que todavía duda, mientras mira mi verga levantada y el cuerpo desnudo y caliente de su amiga.
Le digo que venga, se sienta junto a mí, voy quitándole la ropa, me gusta su rubor cuando desabrocho su sujetador, cuando mis manos acarician sus pechos, tú no dejas de mirarnos, golosa y calienta, mientras ves como sonríe, como se muerde los labios, como la vergüenza va desapareciendo, somos dos adultos disfrutando de un excelente pastel y de una mascota sumisa y dócil como tú.
Cada vez más desinhibida, Luisa ríe, charla, te felicita por el excelente pastel que has hecho, yo acerco aún más la mesilla, tu cara se pega a sus piernas, empiezas a lengüetear, te gusta lamerla, sentir su vulva caliente, su clítoris en tus labios, en tu boca, ella coge una de las fresas, las moja en nata y se la come, exquisita, cierra los ojos, mis manos juegan con sus pezones, mis labios en su boca, y tu lengua empapándose en sus jugos.
Le digo que moje una de las fresas en su sexo, ella lo hace, la moja con sus deseo, con su placer húmedo y caliente y luego te la pone en la boca, la comes golosa y traviesa, mientras sonríes, Me levanto y mojo tus pechos en nata, me encanta combinar el sabor de tu piel con el de esta nata que pinta de blanco tu cuerpo, También Luisa se levanta, se acerca a tu sexo, ahora es ella quien lame tu agujero abierto, quien moja su nariz en ti, mientras acaricia tus muslos con sus manos.
Cojo un trozo de pastel y lo acerco a tus labios, lo mordisqueas mientras no dejas de mirarme, se lo que quieres, marrana y traviesa miras mi verga, mientras dejas en tu boca un trozo de pastel, con la boca llena, abres los labios, quieres que lo aderece, que lo haga más sabroso.
Tus contorneos, tus gemidos, todo denota que estás a punto de correrte, de gozar sumisa y esclava, le digo a Luisa, que no deje que te corras tan rápido, al momento un gemido sale de tus labios y una lagrimas mojan tus mejillas, Luisa me mira satisfecha, ha ensartado en uno de tus pechos una de las palillos largos con fresas.
Luego lo baña en tu coño empapado y lo saborea en sus labios, mientras no deja de mirarme, ahora es ella quien quiere mi atención, quien quiere que compartá su deseo.
Le excita castigarte, oír tus gemidos, va pinchándote aquí y allá con estos palillos largos que ensartan las fresas, coge un trozo de pastel y lo entra en tu vagina, notas la nata enfriar tu coño, mientras mi verga se hunde en tu boca, aplastando el pastel en tu paladar, entre tus dientes, me gusta moverla dentro de ti, mis manos agarran tu cabeza y la hacen bailar al ritmo de mi deseo, al compás de mi verga, mientras, en tu entrepierna, Luisa hunde su puño dentro de ti, luego lo saca y saborea este pastel con sabor a ti, la miro, mientras ella se relame su cara sucia, pasea sus dedos por sus pechos, ensuciándolos de nata y jugos, y tu gorgoteas con tu cuello doblado hacia atrás y mi verga engordando más y más en tu boca.
Luisa, quita el pastel y los cuencos ya vacíos de tu vientre, y se tumba sobre ti, su peso hace que tu postura doblada y encadenada aún sea más dolorosa, ella serpentea por tu piel, le gusta el roce húmedo y pringoso de la nata que te cubre y que la cubre, le gusta notar tu respiración agitada mientras tragas mi verga, mientras tensas los músculos de tus brazos y patas encadenadas.
Al final su cara llega junto a la tuya, me mira y sonríe pícara y seductora, y sacando mi verga de tus labios, la entro hasta el fondo de su boca, tiro de su cabeza hacia mi, ella se desliza aún más sobre tu piel, tu toses y trozos de pastel ensucian tu rostro, babean por tu cara, mientras la oyes gemir y gozar, en pocos minutos un rio de semen inunda su boca, veo como engulle, como traga el blanco de mi leche aderezado con los restos de pastel que venían pegados de tu boca.
Sigo golpeando su paladar una y otra vez, mientras mi corrida rebosa sus labios, y cae sobre tu cara, te relames tus labios, tu rostro, mojada de mi placer y del de ella sigues restregando tus pechos en los suyos, mientras sigues notando su sexo frotando tu pubis embadurnado de nata.
Tras vaciarme en ella, me dejo caer en el sofá, ella me mira sucia y pringosa, relamiéndose la cara, satisfecha de esta cama en el que está, de la suavidad y las curvas de tu cuerpo, y tras un rato relajada sobre ti, finalmente se levanta y vuelve al sofá conmigo, tu piel brilla de nata y sudor, y le ordeno que antes de sentarse te limpie, ella sonríe y se arrodilla frente a ti, notas su boca en tu piel, su lengua recorrer tus pechos, saborear esta nata con sabor a sudor y placer, te muerdes los labios, mientras sus manos acarician tu entrepierna, mientras su boca recorre cada rincón de tu vientre, te hace cosquillas en el ombligo.
Veros vuelve a excitarme, dos hermosas mujeres gozando desnudas y sumisas, una más que otra, pero sumisas las dos.
Me acerco a ti, me miras gimiendo, mientras mis manos suben por tus muslos, hasta agarrarse a tus nalgas, mi verga lentamente se abre paso en tu sexo, me gusta el roce de tu vulva, el calor de tu vagina, el movimiento con que tus músculos presionan mi vara larga y gruesa, sentir como vibras aferrándote a ella.
Te muerdes los labios, no aguantarás mucho, pero aún no te he dado permiso, suplicas con tu mirada, mientras sigues zarandeándote al compás de mis envestidas, sin dejar de mirarte, te sonrío y afirmo con la cabeza, tu sonrisa ilumina tu cara, tus ojos brillan, ahora si puedes correrte, ahora si puedes dejar libre todo este placer sumiso que rebosa por tu sexo, por tu mente, por tu instinto de hembra caliente.
Luisa monta sobre tu vientre, a horcajadas cabalga sobre ti mientras te mueves todo lo que tus cadenas te permiten, ella se aferra a tus pechos, tira de tus pezones, los pellizca, mientras mi verga golpea el fondo de tu sexo una y otra vez hasta vaciarse dentro de ti, llenándote de un placer compartido y brutal, que te hace más mía, más esclava y más mujer, Al final agotada, relajada y satisfecha dejas de moverte, mientras mi esperma baja por tus piernas, Luisa tumbada sobre ti, busca tus labios, tu boca, y tu tensando tus brazos y doblando tu cuello hacia arriba, se le ofreces, te gusta el sabor de su lengua en tu cara, el roce de sus labios, notar su respiración pegada a la tuya.
Tras dejarte, me acerco a Luisa, y tirando de sus cabellos, la separo de ti, es la hora de limpiar mi verga con su boca, ella no duda en hacerlo, mientras tú, vuelves a dejar caer tu cabeza hacia atrás, orgullosa y satisfecha del éxito de este pastel de nata tan exquisito.
Me separo un poco de Luisa, sucia y mugrienta, me mira inquieta, no sabe qué hacer, donde mirar, tras el placer, vuelven los nervios, la vergüenza.
Sin decirle nada, voy desatándote, por fin puedes mover los brazos, las piernas, desentumecer un poco tus músculos, antes de volverte a arrodillar ante mí, esperando las nuevas ideas que tenga pensadas para ti.
Oyes mi orden –Venga gorrinas las dos a 4 patas y corriendo hacia el patio!!!, al momento corréis las dos hacia la puerta, me gusta miraros con vuestros culos levantaos, las tetas bailando de lado a lado, mientras os empujáis y os gruñís intentando ser la primera en salir.
Una vez fuera una patada de Luisa te hace caer, todo tu cuerpo se moja en la hierba, ella sigue hasta las cadenas del viejo olivo.
Se agarra a ellas y jadeando me mira, me gusta verla asi, sensual y hermosa, con sus pechos subiendo y bajando al ritmo de su corazón acelerado, con el sudor dibujándose en su frente, con sus piernas abiertas y su mirada orgullosa por haber llegado la primera.
Al momento llegas tú, me miras, os ordeno que os limpies la una a la otra, y al instante un chorro de agua helada golpea contra vuestros cuerpos, Luisa se suelta de las cadenas y con sus manos va restregando tu piel, mientras tú también la limpias ella, las dos estáis tiritando de frio, me gusta como os restregáis, como ella abre tu coño, para limpiarlo a fondo, como tu haces lo mismo con ella, y como cada vez estáis más limpias, más sensuales y atractivas.
Finalmente cierro la manguera, las dos me miráis esperando y tras limpiarme un poco yo también, os digo que ahora toca premio, a 4 patas volvéis junto a mí, me gusta como restregáis vuestro lomo por mis piernas, como laméis mi piel mientras acaricio vuestros cabellos empapados.
Ya en casa, os llevo hasta el cuarto de baño, allí un jacuzzi burbujea sin cesar, mientras humea caliente, entro en él, las dos aún estáis tiritando, impacientes por entrar, tu pones tu hocico sobre el borde, Luisa también.
Y sin haceros sufrir más os digo que ya podéis entrar, el contacto de esta agua templada, no demasiado caliente, os hace entrar en calor, tu sumerges tu rostro, luego lo sacas, mientras Luisa se ha sentado entre mis piernas, tu también quieres, y pones tu cabeza en sus rodillas, tu cara esta fuera del agua, y también asoman tus pezones duros y oscuros entre el burbujear del agua.
Yo voy acariciando el rostro de Luisa, y empezamos a charlar, tu sonríes, te sonroja oír como hablamos de ti, como le cuento tu sumisión, tu entrega, algunas de las distintas pruebas a las que te he sometido, ella por su parte me cuenta tus aventuras en la oficina, tus confidencias de algún día malo, tus bromas subidas de tono sobre tal o cual compañero.
Respiras profundamente, te encanta sentirnos en tu piel, oírnos en nuestra conversación, tus cabellos flotan en el agua, y sin darte ni cuenta tus manos bajan hasta tu entrepierna, te gusta dejarlas allí, simplemente notarlas en tu vulva, mientras te acariciamos, te besamos, mientras jugueteamos con nuestra perrita sumisa y obediente.
Sonrío a Luisa, y le digo que te mire, al final el cansancio te ha vencido, y duermes en nuestros brazos, entre este burbujear caliente y suave del agua, acurrucada entre sus piernas, con mis manos acariciando tu rostro, y con ella cogiéndote por tus pechos, para que no te hundas en el agua.
Con cuidado nos levantamos, y cogiéndote en brazos, te llevo hasta tu jaula dejando un rastro de agua por toda la casa Medio en sueños, te entregiras y te aferras a mí, te gusta notar mis brazos bajo tu cuerpo, sentir mi piel pegada a la tuya.
Luisa cada vez más sorprendida, nos sigue hasta tu rincón, allí en una esquina hay una jaula, no muy grande, lo suficiente para que quepa una mascota como tú, con cuidado te pongo dentro, ronroneas un poco mientras te suelto de mí, luego te enroscas sobre una colchoneta de apenas unos centímetro de altura que te hace de cama, te pongo tu vieja manta por encima, y tras cerrar el candado de tu puerta, Luisa y yo salimos y te dejamos descansar.
Una vez fuera, ella sigue preguntando, y preguntando, quiere racionalizar algo que es puro instinto, puro placer, algo que no es para ser comprendido, sino para ser vivido, le digo que me acerque una fusta, ella queda callada, a 4 patas va a buscarla, y me la trae con la boca, la arranco de sus dientes, y le pregunto, ¿asustada?, ella afirma con la cabeza, ¿excitada?, vuelve a afirmar con la cabeza.
Sin darle tiempo pensar, golpeo su lomo, ella gruñe de dolor, mientras tensa toda su piel, luego vuelve a mirarme, respira agitadamente, le duele, no lo esperaba, empiezo a andar a su alrededor, le ordeno que no levante la vista, me gusta como tiembla, como espera cada nuevo azote, como se entrega sumisa a mi placer y al suyo, como levanta su culo para ofrecerme unas nalgas redondas y hermosas, que no dudo en castigar, una línea roja cruza ambas de lado a lado, y ella sollozando sigue a 4 patas, entregándome su dolor, le pregunto si quiere seguir, y con la cabeza afirma que si, le ordeno que se masturbe, una de sus manos busca su vulva, su coño, empieza a tocarse, a acariciarse, otro azote cruza su lomo, saca su mano, pero le ordeno que siga, voy a azotarla, hasta que se corra, hasta que me entregue no solo su dolor, sino su placer.
Ella vuelve a restregar sus dedos dentro de ella, mientras se le hace un nudo en la garganta cada vez que me paro, cada vez que dejo de caminar a su alrededor.
Otro azote, voltea su lomo hasta golpear en su pecho, ella cae al suelo, al instante vuelve a ponerse a 4 patas, y su mano vuelve a acariciarla, a tocarla, a encharcarse en su deseo, en su placer.
Finalmente, la oigo jadear, gritar, se deja caer, y con sus dos manos dentro de ella, se mueve entre espasmos de placer, se corre sumisa y esclava mientras no deja de mirarme, de babear, de ofrecerme su placer y su dolor, de entregarse a su instinto de hembra y de esclava.
Relajada y sudorosa, vuelve a ponerse a 4 patas, oigo como respira agitadamente, me gusta ver el brillo del sudor en su piel, mojando en sal estas heridas que el látigo ha dejado en ella.
Con la punta de mi pie levanto su barbilla, me mira con sus ojos rojos de tanto llorar, con su boca entreabierta, su piel blanca ribeteada en fuego, sus pechos colgando y sus manos empapadas de sus propios jugos, traga saliva mientras no dejo de mirarla, le pregunto si le ha dolido, ella enfadada dice que si, luego le pregunto si quiere repetir, y tras sonrojarse, entre lágrimas, mocos y sollozos dice que si.
Le ordeno que se vista, voy a enseñarle los alrededores, solo conoce las vistas des del mirador, pero hay mucho más que ver en esta zona rural y tranquila en la que estamos.
–Te espero en el sofá, ¡y no tardes!!!
Ella a 4 patas, va hacia la habitación donde dejó su maleta, voy releyendo un libro que tengo sobre la mesa, mientras la espero, y tras un rato, quizás excesivo, aparece ante mí.
Ni rastro de lágrimas o mocos, sensual, hermosa, con sus labios de rojo intenso, con sus ojos azules mirando sumisa hacia el suelo, su cabellera castaño claro cayendo sobre sus hombros desnudos, bordeando unos pechos no demasiado grandes de pezones duros y levantados, en su piel resaltan las marcas de los azotes que ha recibido.
Sigo mirándola, su vientre estrecho, terminando en un pubis deliciosamente perfilado, un triángulo perfecto que tan solo oscurece y resalta en su piel blanca, luego sus piernas largas y fibrosas, duras y atractivas, y sus brazos en cruz, y colgando de cada mano, un vestido, el uno rojo, el otro negro, y en sus labios una pregunta –Amo, cual desea que me ponga?.
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