Fin de semana especial 4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimbocat.
Estás nerviosa, llevas horas despierta, agarrada a los hierros de tu jaula, con un nudo en la garganta, dónde están tus dueños?, que ha pasado?, lo último que recuerdas son mis besos en tus labios, las manos de Luisa acariciando tus pechos, el calor agradable del burbujear del agua bañando tu piel, y luego desperezarte enroscada en tu colchoneta, todo cerrado, todo apagado y tu aquí, sedienta, hambrienta y asustada, sin saber nada de nada.
De pronto oyes el cerrojo de la puerta, entrecierras los ojos cuando encendemos la luz de la habitación donde está tu jaula, te miro sonriendo, mientras Luisa abrazada a mí, ríe divertida, le brillan los ojos, tú bajas la mirada para que no te veamos sonreír, la conoces y sabes que cuando se lo pasa bien, acostumbra a beber un poco más de lo prudente.
Ella se agacha, impaciente por contarte todo lo que hemos hecho esta noche, te dice que hemos ido a cenar, luego a bailar a un pueblo cercano que estaba en fiestas, y finalmente a la vuelta… Tiro de sus cabellos hacia atrás, le digo que no hace falta que te lo cuente, cualquier cosa que le haya pasado a ella, tú ya lo has gozado o sufrido antes.
Luisa hace una mueca de decepción, quería contar, charlar, necesitaba sentirse protagonista, sentirse especial, pero comprende que aquí la única persona especial para mí, eres tú.
Te pregunto si tienes hambre, afirmas con la cabeza, miro el reloj, y pienso que las tres de la madrugada es una buena hora para que cene mi perrita.
Luisa está enfadada contigo, envidiosa de tu sumisión, de tu entrega, de todas mis atenciones para contigo.
Coges con los dientes el cuenco vacío de metal, donde te pongo el agua, Empiezo a mear en él, la orina golpea el fondo metálico y salpica en tu cara, en tus pechos, tu dócil vas lamiendo cada gota que moja tu piel.
Al terminar, le digo a Luisa, que acaba de llenar tu bebedero, ella se agacha y no tardas en oír el gorgotear de su meada cayendo sobre la mía, pero cuando acaba, no se levanta, oyes un par de ventosidades y al momento un sonido seco y compacto golpear el agua, mojando el culo de Luisa, que mirándome, dice que lo siente, parece que ha salido algo más que orina.
Me agacho, te levanto la cara, y le digo que tranquila, Nuri come de todo, pero antes le limpiaras el culo, no quiero que se le irrite, tras ser tan generosa llenando tu bebedero.
Enrojeces de rabia, mientras ves como Luisa separa sus nalgas, un azote en tu lomo te hace gruñir y acercar tu hocico a su agujero, ella nota tu lengua y no duda en soltar un par de ventosidades más, instintivamente alejas tu cara, y otro azote quema en tus nalgas, mientras te ordeno que la limpies Ya!!!.
Coges aire, y entras tu hocico entre sus nalgas, tu lengua empieza a lamer, a limpiar, notas que hay algo más, algo que no buscabas, curiosa sigues lamiendo, hundiendo más y más tu lengua dentro de ella, que gime satisfecha cuando comprende que estás sorbiendo los restos resecos de semen de mi corrida, Tu lames, te limpias la lengua en tu boca, tragas y sigues limpiándola, hasta que finalmente me miras expectante con tu cara sucia, abres la boca y sacas la lengua para que vea que no queda nada.
Con el dedo te indico el recipiente del comedero, de manera instintiva haces que no con la cabeza, te asquea, te da arcadas solo mirarlo.
Ordeno a Luisa que se ponga tras de ti, separo tus patas, lloras mientras con tus patas ancladas al suelo, sigues sin acércate a tu plato, le digo a Luisa que te convenza, y ella con su pie desnudo, te de una patada justo entre tus dos patas.
El golpe te hace chillar, caer, ha acertado de pleno en tu coño, tirando de tus cabellos te vuelvo a levantar, ella te da otro golpe, aúllas nuevamente, finalmente humillada y dolorida asientes con la cabeza, y hundes tu hocico en este líquido amarillento con una isla marronosa y dura sobresaliendo justo en el centro.
Tus arcadas siguen, has de parar una y otra vez, volver a coger aire, y otra vez hundir tu hocico en el bebedero, mientras Luisa sentada junto a mí te mira.
Yo jugueteo con sus pechos, me gusta tirar de sus pezones, pellizcarla, ella deja caer su cabeza en mi hombro, mientras una de sus manos busca mi verga.
No hay demasiado en el cuenco, pero se te hace eterno, bebes, comes y tragas, mientras oyes el jadear cada vez más intenso de Luisa, le gusta que mi mano acaricie sus pechos, mientras la otra mano se pasea por su vulva, pellizca su clítoris.
Finalmente terminas y cogiendo el cuenco con los dientes, sin dejar de llorar nos lo enseñas, ella abierta de piernas, sudorosa te mira, luego con su pie acaricia tus cabellos, mientras te dice que para compensar esta bebida, de comida tienes pizza.
Tu dejas el bebedero y nos das las gracias, vas a buscar el otro cuenco, el que usas de comedero, pero te digo que no hace falta, la pizza te la iremos dando nosotros.
La dejo en el suelo cortada a trocitos, con mi pie cojo un pedazo, lo acerco a tus labios y tú con suavidad lo agarras con tus dientes y tras engullirlo limpias mis dedos, te gusta pasar la lengua por entre los dedos de mis pies.
Giras la cara, ahora es Luisa quien te acerca otro trozo, tu mordisqueas este otro trozo, luego lames y limpias cada uno de sus dedos.
Te ordeno que te gires, te pones panza arriba.
Luisa se levanta, coge otro trozo, se le cae un par de veces, pero al final consigue agarrarlo bien, lleva su pie hasta tu cara y te embadurna el rostro de queso y tomate, saboreas cada trocito que vas comiendo, mientras yo pongo mi pie en tu vulva, voy moviéndolo, arriba y abajo, te abres todo lo que puedes, ladras satisfecha con mis dedos moviéndose, giras tu cara sucia, y abres la boca esperando un nuevo trocito de pizza que Luisa ya te trae en su pie, ella no deja de mirar tu cara de satisfacción, de orgullo, sucia y mugrienta, con tu nariz pintada del rojo del tomate de la pizza, con tus mejillas embadurnadas de queso derretido, y tus labios sonriendo ante un nuevo trozo que aplasta contra tu rostro, notas como va restregandolo por tus mejillas, por tu frente, mientras tu vas dando dentelladas intentando cogerlo.
Yo sigo tocándote, acariciándote, ahora paseo mis pies por tus pechos, con mis dedos atrapo tus pezones oscuros y duros, mientras Luisa finalmente deja que te comas el trocito de pizza.
Le ha gustado restregarla por tu piel, coge otro trozo, y embadurna tus pechos, tu te mueves al compas de sus pies, de mis caricias, mientras ella, acerca el pedazo a tu boca, y asi una y otra vez hasta que cuando apenas si quedan tres o cuatro trozos, suena mi móvil, es un mensaje… las dos me miráis intrigadas, quien será ahora, son ya casi las cinco de la madrugada.
Leo el mensaje, sonrío y os digo que me he de ir.
Las dos decis que no, que ahora no, y acariciando a Luisa, le pregunto si se acuerda de aquella camarera sudamericana que se masturbaba disimuladamente tras la barra del bar, cada vez que te sometia.
Luisa se sonroja y afirma con la cabeza, lo recueda perfectamente, le pedi que pusiera tu cubata en un trozo de botella de plástico cortada que había en el suelo, con restos de agua verdosa y musgo.
Me comento que allí era donde bebían los perros, tu bajaste la cabeza, ella tras mirarte, me miro, lo cogió, lo termino de llenar y lo acerco a tu cara, tu agachaste el hocico y lo fuiste bebiendo a lengüetazos, mientras yo miraba a la chica, visiblemente sonrojada.
Luisa con la cabeza baja escucha y calla mientras yo sigo hablando…
Cuando terminaste, como premio te deje ir tras unos árboles, para que calmaras tu instinto de hembra sumisa, Yo me quede con ella, charlamos un poco y le dije que si le apetecía una fiesta muy especial, al terminar el trabajo, me llamase.
Y ahora ya me espera a la entrada del pueblo.
Las dos os quedáis sorprendidas, ordeno a Luisa que se desnude, ella obedece, mostrando unos pechos y unas nalgas azotados, tú la miras, y ella te sonríe, es otra de las sorpresas que quería contarte de lo que hemos hecho esta noche, le pongo un palo entre sus dientes, apenas si puede cogerlo, es demasiado ancho, luego agarro tus cabellos con una mano, y con la otra los de Luisa, y a cuatro patas, os llevo hasta el exterior, salimos de nuestro terreno, las dos os asustáis cuando desaparece la protección y la intimidad de nuestra reja, de nuestra puerta cerrada.
Os hago andar unos centenares de metros junto a la carretera, hasta llegar a un pequeño terraplén lleno de zarzas, te ordeno que te tumbes encima, asustada dices que no, das un paso atrás, retuerzo tus pezones, hasta que el dolor te hace doblar las rodillas, te hace caer y chillar, sigues llorando, gimiendo mientras castigo tus tetas, a tu lado temblando de frio y de miedo Luisa no deja de mirarte.
Te arrastro por tus ubres hasta la zanja, apenas medio metro de profundidad.
Llorando te tumbas en ella, notas las púas afiladas clavarse en tu culo, en tu espalda, en tus brazos y piernas abiertas.
Tiro de tus extremidades, hasta encadenarlas a 4 argollas clavadas en el suelo que puse hace unos días, y que tu no conocías.
Al moverte algunas de los pinchos aún se hunden más en tu piel, lloras, gimes, mientras me miras suplicando.
Junto a ti, aterrada, arrodillada, babeando con la madera encastada en su boca está Luisa, la tranquilizo un poco, ella va a estar mucho más cómoda que tú, le ordeno que te clave el palo, ella me mira, es muy grueso, rugoso y con algún que otro nudo que sobresale de él.
Tú sin decir nada aprietas los puños, tensas todos tus músculos y esperas, tiro del palo y lo arranco de su boca, luego lo mojo en la baba que llena sus mejillas, sus labios y sus pechos, y le digo que ahora entrará mejor.
Se acerca a ti, y lo va entrando lentamente, gimes, tiemblas, mientras aquella tranca va rascando cada rincón de tu vagina, ella va moviéndolo poco a poco, pero un azote en su culo hace que se apresure, al final con lágrimas en los ojos me mira, y dice que ya está, queda un buen trozo en el exterior y tu ensartada y con tu piel saeteada a pinchazo no dejas de llorar, una bofetada a Luisa hace que me mire con atención, le digo que todo lo que no entre en ti, entrará en ella, este palo es para las dos, con los ojos rojos, sus mejillas llenas de lágrimas, temblando a cada nuevo chillido de tus labios, va entrando más y más la madera dentro de ti, aproximadamente la mitad está dentro de tu coño, ahora es su turno, ella se arrodilla sobre ti, y va clavándose la vara, entre sollozos y gritos, al final apenas si quedan 7 u 8 centímetros entre las dos.
Le ordeno que te tumbes sobre ti, con cuidado va dejándose caer, cada movimiento, cada pequeño vaivén es un grito de dolor de tus labios, son más espinas clavándose en tu piel, y más tensión en tu coño por culpa de esta madera encastada en ti.
Notas los pechos de Luisa aplastarse en los tuyos, sientes sus piernas, sus brazos en los tuyos, su rostro ensuciarse con los restos de pizza, lágrimas y mocos que embadurnan tu cara.
Una vez colocada, tiro de ella, tenso aún más sus extremidades para encadenarla a las mismas argollas dónde estás tú.
Notas como se aplasta todavía más contra tu cuerpo, el suelo se clava en toda tu piel, ella llora mientras lame tu cara, mientras te pide perdón por haberte llenado el bebedero con algo más que orina, tu no dejas de gemir, de gruñir, aplastada por ella, ensartada por mil espinas a las que estás pegada.
Todavía estáis un poco separadas, así que piso con fuerza el culo de Luisa, hasta que la madera penetra por completo en vosotras, las dos lloráis, suplicáis, rogáis que no os deje aquí, solas y encadenadas, a la vista de cualquiera que pase por la carretera, y os digo que tranquilas, que ya lo tengo previsto… con una azada que deje allí cerca, arranco otras matas de zarzas, y os las voy tirando por encima, hasta cubriros por completo, ahora es Luisa quien aúlla de dolor cada vez que aprieto estas zarzas que se clavan en su piel.
Y antes de irme os digo que, si no os movéis mucho, cuando se haga de día, nadie que pase por la carretera os verá, nadie se dará cuenta de que bajo estos zarzales hay dos hermosas esclavas esperando que vuelva su dueño, pero si os movéis demasiado, seguro que alguien querrá ver o quizás incluso cazar el animal que se esconde entre estas hierbas.
Ninguna de las dos esperabais esto, pero sois carne sumisa, y soy yo quien decide lo que más me apetece, y tras un último golpe de azada en el culo de Luisa, compruebo que realmente es difícil ver lo que esconden estas zarzas, vuelvo hacia la casa, hacia el coche, mientras os oigo sollozar y gemir.
Giro la llave del contacto, y el motor se enciende, mientras sonrío al pensar en aquella hermosa camarera mexicana, que me confesó que le encanta conocer gente, y entregarse a experiencias intensas, casi se corre cuando le conté que al terminar, cogiese uno de los trapos con que limpian las mesas, fuese hasta el puente que hay a la entrada del pueblo, bajase hasta el riachuelo y el lodazal que hay debajo, se desnudase, me llamase por móvil, vendase sus ojos con aquel trapo mugriento y mojado y se encadenase con unas esposas que le di a uno de los árboles que crecen por allí debajo.
Luego tan solo tiene que esperar y rezar para que sea yo quien la encuentre.
Se quedó callada, mirándome asustada y excitada, y sin decirme nada guardo las esposas y el papel con mi teléfono, y yo me marche otra vez con Luisa, que ya había vuelto de masturbarse.
Ya en el coche, vuelvo a releer el mensaje, por la hora en que lo envió, lleva ya más de dos horas atada, paso junto a la zona donde están entre zarzales mis dos perritas y sigo hasta el pueblo, al fondo veo el puente, la oscuridad es total, aparco en un rincón y espero un rato más antes de dirigirme hasta este riachuelo casi seco, que espere, que sufra un poco más.
Una vez abajo, piso algunas hierbas, ya te veo, nerviosa levantas la cabeza, buscas con tu oído de donde proviene el ruido, sigo acercándome, cada vez estás más excitada y asustada, sudas y te mueves mientras giras la cabeza intentando sin conseguirlo quitarte este trapo que ciega tus ojos.
Ya estoy junto a ti, te mueves, me llamas con un hilo de voz entrecortada preguntas quien soy, mientras comprendes que por no saber, ni tan siquiera sabes mi nombre.
Me gusta mirarte, hermosa, de facciones marcadas, cabellera azabache y pechos no muy grandes de pezones levantados, una linda india maya en todo su esplendor.
Empiezo a tocarte, intentas separarte cuando mis manos envuelven tus pechos, sigues rogando, suplicando que te diga quién soy, y yo sigo sin decir nada, simplemente jugueteando contigo, y tú temblando de miedo cada vez que te toco… no sabes de quien son estas manos, tal vez de algún borracho, o algún vagabundo, o quizás algo peor.
Mis manos se aferran a tu coño, está empapado, te sonrojas al notar que quien sea, sabe que estás caliente, cachonda y mojada, que el miedo y la incertidumbre es lo que te pone, que son tus cadenas lo que endurecen tus pechos y la desesperación y el miedo lo que más desea tu instinto de hembra sumisa, sigo tocándote hasta que medio te corres entre mis dedos.
Luego limpio mis dedos en tus nalgas, redondas, duras y prietas, de piel oscura y tostada.
Se abren a mis dedos, que van entrando en tu culo, lentamente voy avanzando dentro de ti, tú te muerdes los labios mientras gruñes un poco, tensas tus músculos, te arqueas, levantas tus ubres de pezones oscuros, y yo sigo en silencio, sin ninguna prisa en que sepas que estas manos que te acarician y castigan son las mías, y no las de cualquier desconocido que ha encontrado en ti, un regalo sensual e inesperado….
Mientras a unos pocos kilómetros de distancia, bajo un zarzal, Nuri tiembla al notar unas pequeñas patas corretear por su piel, sin duda alguna araña a la que hemos desmadejado su red, Luisa sin dejar de llorar, sigue limpiándole la cara con su lengua, mientras siente el calor de su piel pegada a ella y el dolor de ese falo inmenso y compartido que se mueve con cada nuevo gesto, con cada nuevo movimiento de cualquiera de las dos.
De pronto os quedáis calladas, quietas, apretadas la una contra la otra todo lo que podéis, sin siquiera atreveros a respirar, el motor de un coche se acerca, por suerte pasa sin parar, respiras aliviada, mientras Luisa empieza a moverse, apenas lleváis un rato y ya está agarrotada, has de calmarla, destensarla, relajarla, y solo se te ocurre una manera de hacerlo, empiezas a moverte, a subir y bajar mínimamente tu culo, a mover tus pechos en los suyos, a besar sus labios temblorosos, a hacer que esta verga gruesa y seca que os atraviesa, poco a poco vaya dejando de ser castigo, para convertirse en algo incluso placentero…
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