Fin de semana especial 5
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kimbocat.
Sin que lo esperes, hundo mi verga en tu culo, de un solo golpe hasta el fondo, el empuje hace que tu vientre, tus pechos, se claven en la rugosidad de la corteza del tronco a la que estás encadenada.
Aúllas de dolor, mientras voy golpeando una y otra vez mi verga dentro de ti, sin acariciarte, sin hablarte, simplemente gozando de ti, disfrutando de tu cuerpo.
Lloras mientras te sientes violada, humillada, sigues preguntando, suplicando, mientras tu culo arde de dolor.
Finalmente saco la verga de tu culo, aún no me he corrido, esto lo reservo para tu cara.
Te ordeno que te arrodilles, con dificultad, restregándote por el tronco vas bajando, hasta colocarte como te he ordenado, te quito el trapo de la cara, me miras y te doy un par de bofetadas que enrojecen tus mejillas, y una orden clara –Abre la boca!!!, lo haces al instante, y mi verga penetra entre tus labios, su grosor apenas si te cabe en la boca, notas el hedor de los restos de tu culo en tus labios, en tus mejillas, mientras sigues abriendo la boca hasta casi desencajar tus mandíbulas.
Con mis manos en tu nuca, la empujo hasta el fondo, la sientes golpear en tu paladar una y otra vez, voy moviéndola, y tú entre arcadas la bañas con tus babas, con tu lengua, con el calor de tu respiración.
Al poco rato, un rio blanco y lechoso descarga dentro de ti, sientes mi corrida bajar por tu garganta.
Tragas todo lo que puedes con tu cara enrojecida por la falta de aire.
Sigues con tu rostro pegado a mi verga, mis manos aún no aflojan en tu nuca y así te tengo hasta que se relaja mi placer, hasta que poco a poco puedes cerrar un poco tus labios.
La saco y la limpio en tus mejillas, en tu nariz, en tu frente.
Me gusta mover tu cara, usarte de toalla, sentir el tacto de tu piel en la punta de mi verga.
No dejo de mirarte, atada y sumisa, con tu culo dolorido y tus pechos marcados por la afilada rugosidad de este tronco que tú misma elegiste a la hora de encadenarte…
….
Te estremeces otra vez, un nuevo coche ha pasado junto a vosotras, estabas medio dormida y el ruido te ha despertado de golpe.
Tumbada sobre tu cuerpo duerme profundamente Luisa, clavada a ti por este palo que os atraviesa, por estas correas que pegan vuestros cuerpos, respiras profundamente, mientras miras una luz incipiente que empieza a asomar, son los primeros rayos de luz de este domingo.
La boca abierta de Luisa, babea en tu cara, también la oyes roncar, te asusta que la oigan, que alguien piense que aquel ruido es de algún animal, te mueves de manera brusca, te muerdes los labios, cada nuevo vaivén clava aún más los aguijones de las zarzas en tu piel, pero al final se calla un poco.
Sigues esperando, envidiando a esta camarera a quien no conoces, pero que ahora ocupa tu lugar…
…Más relajada, Amanda, se deja acariciar, besar, mis manos recorren sus pechos, su lomo, su rostro, con los dedos voy resiguiendo viejas marcas de azotes y castigos, le pregunto que si tiene amo, sonríe y dice que sí, pero entrecierra los ojos, no quiere contar nada, solo disfrutar de estos instantes de placer que le estoy regalando.
Con la llave abro sus esposas, y por fin se puede abrazar a mí, noto el palpitar de su corazón, la dureza de sus pechos, el calor de su cuerpo.
Le levanto la cara y le digo que vamos a ir a mi casa, ella asiente con la cabeza, sin dejar de abrazarme.
La hago levantar, recoge todas sus cosas, el vestido, la documentación y me sigue hasta el coche, abro el maletero, ella deja allí sus pertenencias.
Lo cierro y le digo que ahora va a hacer una poco de ejercicio, apenas hay cinco kilómetros hasta mi casa, aunque esto ella no lo sabe, le digo que yo iré en el coche, y ella corriendo detrás.
Asustada me dice que no, no conoce el lugar, y si se pierde, desnuda, indocumentada…, le retuerzo uno de sus pezones, calla al instante, y entre lágrimas asiente con la cabeza.
Monto en el coche, el motor suena y las ruedas empiezan a girar, ella nerviosa corre tras de mi, la veo por el retrovisor, sus pies desnudos en el asfalto, sus pechos de lado a lado, su cara fija en el coche.
Tras algunas curvas, llega una recta larga, acelero un poco, ella se aleja, la veo correr más y más, chillar, suplicar, pedirme que frene, pero aún dejo unos instantes hasta quitar el pie del acelerador.
Poco a poco va acercándose, sin dejarla llegar vuelvo a acelerar un poco, ella con la boca abierta, jadeando, empapada de sudor sigue corriendo, el sol brilla en su piel morena, y eso que apenas si son las ocho de la mañana.
Me encanta ver como corre, de pronto da un traspiés y cae al suelo, al instante se levanta y medio renqueando sigue corriendo tras el coche, tras algunas curvas, llegamos a la recta donde os tengo encadenadas, y decido parar junto a vosotras…
…Oyes otro coche que se acerca, frena, se para, tu corazón va a mil, tiemblas, mientras sigues con el cuerpo de Luisa durmiendo sobre tu piel, piensas que decir, que excusa buscar, y de pronto sonríes descansada, soy yo que he decidido que ya habéis retozado bastante las dos juntas, doy una patada en el culo de Luisa que se despierta sobresaltada, te mira, tu sonrisa la calma.
Al poco resoplando llega Amanda que se deja caer junto al coche, empapada de sudor y con mi esperma reseco entre sus patas, en su cara, me mira respirando agitadamente, le indico la zanja, y le digo que tenéis media hora para llegar a casa, y sin decir nada más, subo al coche y me alejo.
Inmóvil, paralizada Amanda no sabe qué hacer, le gritas que os desate, ella intenta coger con cuidado las zarzas que os cubren, pero no puede evitar pincharse, Luisa y tu seguís gritándole, diciendo que acelere, ella al final agarra totas las zarzas, gime cuando le pinchan su piel cuando se clavan en sus pechos, en sus brazos, las lanza lejos, y empieza a desatar vuestras correas, el peso con ella encima aún clava más las punzantes agujas que llevan horas lacerando tu piel, una vez sueltas las piernas, se gira y empieza con las manos, por fin la ves, morena, hermosa, sucia y sudorosa, no es ninguna niña, pero la treintena larga de años que aparenta aún la embellecen más.
Una vez desatadas, ayuda a levantarse a Luisa, lentamente, arrancando de su interior este tronco que os ha penetrado durante horas, las zarzas siguen castigándoos a las tres, pero no podéis parar, especialmente tú, que sabes muy bien que mis castigos pueden ser muy crueles cuando me enfado, y media hora es media hora, ni un minuto más.
Aprietas los puños, ahora son Luisa y Amanda las que arrancan de ti, este consolador improvisado que llevas ensartado en tu coño.
Una vez liberadas, conseguís salir del zarzal, agotadas, exhaustas intentáis correr, pero apenas si podéis andar, Amanda y Luisa te ayudan, tú eres la que está peor, la más castigada por estas horas y esta verga de madera .
Un coche se acerca, os agacháis tras un árbol, más tiempo perdido!!!Seguís avanzando y por fin ves la puerta, Luisa se avanza unos metros llama una y otra vez, mientras renqueando Amanda y tú vais llegando.
Os tengo casi cinco minutos sin abrir, al final se abre el portón y las tres corréis hacia la casa, dejándoos caer junto a la puerta, desde donde os estoy mirando.
Sin decir nada entro en la casa, y salgo con un balde que vacio sobre vosotras, es un engrudo que apesta, restos de comida aderezado con moscas y orina, notas como empapa tus cabellos, tu lomo, también Amanda y Luisa están embadurnadas con aquello.
Os ordeno que comáis, es vuestro desayuno.
Empiezas a lamer, a mordisquear los pechos de Amanda, ella se entregira y lame a Luisa, que asqueada apenas si lengüeta tu brazo.
Con la fusta empiezo a andar a vuestro alrededor, el primer golpe es para Luisa, ha de comer como todas, no ha de dejar nada en “el plato”, tu coges un pedazo de carne, intenta evitar unas moscas muertas, ahora el castigo es para ti, la carne también se como, con un asco inmenso lames y engulles aquellos insectos.
Amanda no deja de lamerte, ahora está en tu vientre, le gusta lengüetear estos pedazos que han quedado pegados a tu vello rizado.
Poco a poco, las tres os vais lamiendo, mordisqueando, entre moscas y alguna que otra avispa que también se acerca al festín.
Hundes tu hocico en el culo de Amanda, lengüeteas mi semen reseco, luego buscas su boca, su cara, cualquier lugar donde puedes relamer mi placer.
Luisa se entretiene limpiándose con la lengua una de sus brazos, y decido daros un aliciente.
Vacio otro cubo, tres montones de engrudo aliñado con orina, algunos excrementos y decenas de moscas verdes y gordas revoloteando.
Miro el reloj, tenéis diez minutos para comer todo lo que podáis, y la que yo considere que lo ha hecho peor recibirá un castigo especial.
Al instante hundes tu hocico y empiezas a engullir, también Amanda come a buen ritmo, a la que le cuesta más es a Luisa, que intenta entre arcadas comer los restos menos asquerosos.
Miro el reloj, lleváis cinco minutos engullendo, a ti y a Amanda apenas si os queda montón, de hecho estáis ya relamiendo el suelo, estáis restregando vuestras lenguas por la tierra y la hierba.
Luisa con lagrimas en los ojos os mira mientras ve como su montón es de largo el más grande.
A los diez minutos os hago parar, las tres de rodillas me miras, con vuestras caras sucias, le digo a Luisa que ella va a limpiaros a las dos, os va a relamer de arriba abajo hasta que estéis sin restos de comida, sumisa empieza a lamer tu cara, mientras yo sigo hablando, y mirando fijamente a Amanda le digo que ella es la perdedora, por un instante va a protestar, a decir que ha comido mucho más que Luisa, incluso más que tú, pero se muerde los labios, baja la mirada y solo dice gracias amo.
Luisa mucho más tranquila sigue lamiendo, ahora está en el cuerpo de Amanda, que humillada espera este castigo que le tengo preparado.
Una vez limpias, con la manguera termino de asearos un poco, el chorro hace saltar los últimos restos de comida, barro y suciedad, aprietas los puños para no temblar de frio ante tus compañeras, no quieres ser menos que Amanda, que impasible aguanta el chorro helado empapándola, tan solo Luisa tiembla y castañea los dientes, cuando mojo sus ubres.
Ya limpias, os llevo hasta la puerta del establo, justo delante, bajo el sol, dos postes de madera separados casi dos metros os aguardan.
, Amanda se coloca en medio de ellos, tu y Luisa encadenáis sus muñecas y sus tobillos, tiráis de sus extremidades, gruñe un poco, cuando la atáis a unas argollas que están en los postes.
Me acerco a ella, me excita esta hermosa hembra mexicana, juego con sus pechos, con sus labios.
Te ordeno que tenses más la correas, empiezas a mover los tensores, uno para extremidad, ella se muerde los labios, los engranajes suenan, crac, crac, crac, y ella cada vez más abierta de patas y brazos, me gusta besar sus lagrimas, retorcer suavemente sus pezones, hundir mi mano en su vulva abierta y mojada.
Y sigues girando , crac, crac, crac, hasta que te digo que pares.
No puede moverse ni un centímetro, está a un paso de descoyuntarse, le muestro una fusta para yeguas, será el primero de muchos artilugios que voy a disfrutar en su piel.
Te ordeno que te pongas entre sus patas, tu le lamerás el coño, intentaras darle algo de placer, y beberás sus meados cuando el dolor le impida aguantarse, Luisa por su parte se encargara de irla pinchando con una picana eléctrica.
Amanda respira hondo, mientras nota tu boca lengüeteando en su entrepierna, oye el sonido de la fusta cortando el aire, y al instante el primer golpe azotando de lleno sus pechos, mientras una descarga llega hasta el fondo de su culo… Látigos, fustas, varas, todo va pasando por su piel, decenas de marcas rojas surcan sus pechos, sus nalgas, sus patas, tú sigues lamiendo con tu cara empapada de sus meados, ella sigue moviéndose al compas de sus estremecimientos, de su dolor, y un sol cada vez más intenso, quema sus heridas, baña de sudor cada rincón azotado de su cuerpo.
Tras casi una hora, que se le ha hecho eterna, Amanda vencida y sumisa solloza y suplica, su cabeza caída, su espalda totalmente marcada por el látigo, su culo abierto y un consolador inmenso de púas encastado entre sus nalgas.
Solo tu lengua la calma un poco, además le sirve para que la zona de su sexo, de su pubis esté aun sin azotar.
Ella ronronea medio desvanecida, otro azote la hace chillar, levanta la cara, me mira con sus ojos rojos, sus mejillas temblorosas y su nariz llena de mocos, y me suplica que le haga fotos, que no deje nada por fotografiar, sus tetas, sus nalgas, su culo ensartado, su coño, su cara desencajada.
Para de hablar, su cabeza vuelve a caer, sus cabellos tapan su rostro, coge aire y vuelve a levantar el cuello, sigue hablando, vuelve a suplicarnos que lo hagamos,
Nos dice que este viaje a Europa, era una prueba de su amo, quería que buscase y se entregase a un desconocido, quería que le demostrase que era capaz de superar sus miedos… Para de hablar, otra vez cae su cabeza hacia abajo, agotada, exhausta, colgando de sus cadenas, la fusta golpea su culo una y otra vez, hasta que vuelve a levantar la cabeza, traga saliva y sigue hablando, nos cuenta que le asusta cuando su dueño la entrega a desconocidos, cuando alguien en la calle, en un bar, en su trabajo, le dice la palabra mágica, esta que su dueño ha confiado a tanta gente y que les permite usarla cuando, donde y de la manera que les apetezca
Me acerco a ella, y le levanto la cabeza por sus cabellos, ella me mira, le digo que se va a llevar un buen recuerdo, también fotos y video, pero algo mucho mejor, digno de una zorra caliente y mojada como ella.
Amanda sonríe como puede y con un hilo de voz asiente y se entrega dócil y obediente a cualquier idea que tengamos pensado para ella.
Te ordeno que la desates, la quiero en la bobina.
Una vez suelta cae al suelo, agarro sus cabellos y la arrastro hacia el interior del establo, ella intenta levantarse, pero no la dejo, sigo avanzando mientras sus tetas se arrastran por este suelo de heno, tierra y piedras.
Al llegar le digo que el castigo lo va a recibir en “la bobina”, ella inquieta me mira sin entender nada, que es “la bobina”
Sigo tirando de ella, y al final, en un rincón la ve.
Una especie de tronco de madera, dos metros de largo, por uno de alto, rugoso y claveteado con pequeñas púas de apenas dos centímetros de alto.
Como si fuera una muñeca deja que la ates, por un instante reacciona, intenta zafarse, soltarse, pero la tengo bien agarrada, un par de bofetadas en su cara la hacen desistir de su intento.
Ahora sí, sumisa deja que la pongas sobre la madera, la doblas, gruñe de dolor, al notar las púas clavarse en su espalda, en su lomo, en la parte superior de sus nalgas.
Incomoda y dolorida, llora mientras tensas las correas que has atado a sus muñecas y a sus tobillos, su cabeza cuelga inmóvil, sus brazos tensados hacia atrás, sus tetas se levantan altivas y azotadas, su vientre dolorosamente doblado hacia adelante y sus patas tensadas por estas correas que la inmovilizan por sus tobillos.
Luisa empieza a gravar, se entretiene en su rostro, en sus lágrimas, en estos mocos que no le he dejado limpiarse, le dice que sonría, que su dueño la querrá ver contenta, ella hace una mueca mientras oye como tú trasteas algo.
Empiezo a toquetear su vulva, a acariciar su clítoris, a ordeñar sus ubres levantadas, ella intenta levantar la cabeza, pero en esta posición es imposible ver nada.
Oye un chisporrotear, el pánico se apodera de Amanda, empieza a comprender lo que le espera, a temer y a odiar el momento en que nos contó su historia de esclava, en que nos contó como ayer fue ella y no nosotros, quien jugó con el destino para conseguir sus propósitos.
Voy hasta su cara, le hago abrir la boca, le pongo un aparato, que separará sus mandíbulas todo el rato, le cuento lo que va a pasar, voy a marcarla a fuego, volverá con su dueño con el anagrama de mi ganadería, Tú acercas el hornillo a su cara, quiero que lo vea, que sienta el calor de este fuego encendido.
Luisa no deja de grabar, le gusta verla babear, llorar, ver como tensa sus músculos clavándose aún más las púas que ya están ensartadas en su piel.
Me gusta jugar con su miedo, con sus ojos abiertos como platos, su boca dilatada y sus pechos temblorosos, ahora y aquí tan solo es un animal más de mi propiedad, Y mientras la marcas, meteré mi verga en su boca, me encanta follar a las reses cuando el fuego quema su piel, apagar sus gritos y sus lamentos llenándoles su garganta con mi placer caliente y espeso.
Le digo que tú vas a seguir lamiéndole la vulva, acariciando su clítoris, jugando con ella, con sus nervios y su miedo.
Me agacho y junto a su cara le digo -Cuando estés a punto de correrte, sin que tú lo puedas ver, será Nuri quien clave el hierro al rojo vivo en tu pubis-.
Con los ojos salidos, moviéndose de manera brutal, intentando decir algo, escupiendo babas y saliva no deja de mirarme, yo le acerco el hierro con el que la marcare, es el perfil de tres argollas entrelazadas, apenas 8 centímetros de largo por 3 de ancho.
Luisa graba con la cámara el hierro, mientras Amanda no deja de mirarlo, lo pongo en el hornillo, el fuego empieza a calentarlo.
Notas la lengua de Nuri en tu coño, mi verga en tu boca, voy moviéndola lentamente, no tengo prisa, me encanta el tacto de tu lengua, de tus labios, mientras mis manos se aferran a tus pechos.
Nuri va lamiéndote de arriba abajo, una vez, y otra, y otra más, mientras Luisa enfoca cada rincón de tu piel.
Intentas aguantar, intentas evitar este placer incipiente que el miedo y el deseo hace cada vez más intenso.
También paseo mi verga por tus mejillas, me gusta el tacto suave de tu piel morena, tú me miras, mientras intentas disimular tus primeros jadeos, estos movimientos acompasados al ritmo de los dedos de Nuri que ahora juguetean en tu vagina, te gusta cómo te toca, como te acaricia, te encanta lamer y relamer mi verga, sentirte atada y esclava, incluso te excita el chisporrotear que oyes de este hornillo donde arde ya tu hierro enrojecido.
Miro a Luisa, ella sonríe, tú estás tranquila, mientras las manos, la lengua de Nuri este dentro de ti, no puede marcarte, pero te tenemos una última sorpresa, Luisa pone la cámara en un trípode, ajena a ella, cierras los ojos, gozas de mi verga cada vez más gruesa y potente, sientes el placer de la mano sumisa de Nuri, y cuando menos lo esperas, el aire se llena de olor a carne asada, es el hierro clavándose en tu piel, Nuri sigue acariciando tu vulva, siga pellizcando suavemente tu clítoris, mientras en tu boca abierta, aúllas, te contraes, tiemblas y te estremeces con el hierro que humea sobre tu piel.
Agarro tu cabeza, hundo mi verga hasta el fondo de tu paladar, y mi placer se desparrama por tu boca, tu garganta, rebosa por tus labios abiertos bañando tu cara, goteando en el suelo.
El hierro sigue pegado a ti, sigues chillando hasta que finalmente Luisa lo separa de tu cuerpo.
Tu piel hinchada y entumecida siente la lengua de Nuri, que suavemente va lamiendo tu herida, tu marca.
Luisa vuelve a la cámara, y sigue grabando todos y cada uno de los detalles de tu castigo, se entretiene en tus pechos, en tu vientre oculto bajo los labios de Nuria, luego viene hasta tu cara, mi verga relajada y satisfecha, sigue descansando dentro de tu boca, entre tus labios abiertos.
En tu cara el sudor se entremezcla con mi leche, y Luisa se entretiene en recorrer todo tu rostro, le encanta mostrar tus ojos de oscuro intenso, tus mejillas, tus cabellos colgando, tu nariz moteada de blanco.
Te quito el aparato de la boca, por fin puedes cerrarla, pienso que me vas a insultar, a gritar, pero solo entre sollozos, me miras y me das las gracias, luego giras tu cara hacia la cámara, y no dices nada simplemente miras y le entregas a tu dueño, a kilómetros y kilómetros de distancia, tu dolor, tu sumisión, tu entrega a un desconocido, y también tu orgullo de hembra sumisa que ha cumplido con lo que su dueño le exigía.
Una vez desatada la ayudamos a bajar, le fallan las piernas, agotada cae una y otra vez, finalmente la llevo en mis brazos hasta la casa, se acurruca entre mis brazos, se agarra a mi cuello, me gusta mirarla, hermosa y sensual, con su piel azotada, y esta marca hinchada en su pubis, cierra los ojos, no resiste mas, está exhausta, ha sido demasiado, incluso para una esclava como ella.
En la casa la acuesto en una de las camas, te acercas a ella y con mucho cuidado vas poniéndole pomada en sus heridas, y un espray calma el ardor de su marca de fuego.
Al terminar de curar a Amanda vuelves al comedor donde de rodillas en el suelo, Luisa apoya su cabeza en mi regazo, mientras acaricio sus cabellos, tu también te pones a mi regazo, y charlando, charlando vais dejando de ser mis esclavas, para volver a ser Nuri y Luisa, dos chicas independientes, inteligentes y orgullosas de vuestros deseos mas ocultos, con las que me encanta compartir mucho más que castigos y sexo salvaje.
Amanda entreabre los ojos, sonríe al verme, le gusta cuando acaricio su cara, cuando beso sus labios, cuando la miro de esta forma que tanto le excita, gira la cara y ve a Nuri con un espectacular vestido negro, a su lado también sensual y hermosa Luisa, ambas te ayudan a levantarte, te muestran un vestido blanco que resalta en tu piel morena, la suavidad de la tela no evita que gimas un poco cuando roza las heridas de tu piel, Nuri te dice que siempre que salimos un fin de semana “a jugar”, terminamos cenando en un buen restaurante, charlando, riendo, comiendo y disfrutando como dos buenos amigos, allí ella cuenta sus experiencias, lo que le ha gustado, lo que la ha hecho sufrir más, y yo le explico cómo me ha excitado, con que castigos o premios ha levantado con más ímpetu mi verga.
Luisa, te lleva hasta el espejo, te miras, sonríes, estas hermosa, sensual, espectacular con estas marcas de castigo visibles en la parte de tu pecho que sobresale del escote, y también evidentes en tus piernas largas y apetecibles que se vislumbran a través de un corte en tu falda que va desde tus nalgas, hasta el suelo.
En el restaurante, charlamos, reímos, Amanda ríe divertida y relajada con nuestras bromas, con tus chistes o con las anécdotas de Luisa.
Ella con un brillo especial en sus ojos nos cuenta que está casada, su amo decidió dar un premio al mejor semental de toda la hacienda, orgullosa narra como ella, estaba desnuda junto a una docena de hembras, las manos grandes y fuertes del macho las toqueteaba, magreaba sus pechos, miraba sus coño, sus culos, y al final la eligió a ella, se emociona al recordar la forma como la escogió, era su trofeo y ante todas las demás, la levanto por sus nalgas hasta ensartarla en su verga, mientras ella orgullosa y satisfecha se abrazaba a él.
Su dueño les permitió casarse, y ambos viven en una jaula grande de madera que su amo ha instalado en el jardín, justo frente a la puerta de la casa.
Luisa por su parte conto que la semana siguiente va a ir a una feria de publicidad en Vigo, me sorprendió que Nuri no fuera, y ella sonriendo dijo que es de las más exclusivas del mundo, tan solo hay dos plazas por empresa, una para el director y otra para una de las publicistas, se lo jugaron y gano ella, yo la miro, Luisa contenta sigue hablándome de este congreso tan importante y especial, solo los 20 mejores proyectos de Europa, Ella y su jefe irán en tren, porque al director le asustan los vuelos.
Le digo que quiero que Nuri vaya, ella dice que es imposible, no hay billete de tren, los hoteles están todos llenos y solo se puede entrar con una credencial que hace semanas que está personalizada con su foto y su nombre.
Se jugaría lo que fuera a que Nuri no va a poder ir y seguro que gana.
Mirándola a los ojos, le digo-Si tan segura estás, te apuesto a que ella si ira, Luisa ríe divertida, sabe que es imposible, Nuri en silencio no deja de mirarme, picara y traviesa sonríe sin comprender que pretendo.
Me acerco a Amanda y acariciando sus cabellos, le digo que estoy en deuda con su dueño, así que si Nuri consigue participar en el salón, por vacaciones Luisa será la esclava de su amo, y si tiene razón Luisa y es imposible participar, será Nuri la esclava que cederé durante un mes al dueño de Amanda, ella se ilusiona y se abraza a las dos, contenta de que una u otra compartirán el mes de agosto en su tierra.
Luisa mira a Nuria, su cara de preocupación le hace comprender que no puede perder, es imposible, y tras beber de un trago un vaso de vino, acepta el reto, Le doy la mano, trato cerrado.
Miro a Nuri que inquieta me mira en silencio, le levanto la cara por la barbilla y en voz alta digo que si alguien es capaz de ganar la apuesta, es ella, la chica más imaginativa, inteligente y sorprendente que conozco.
Sonríe sonrojada, mientras su mente ya empieza a pensar cómo superar este nuevo reto que le acabo de proponer, pero esto ya será otra historia…
Con esta quinta parte, termina este relato, ante todo quiero agradecer a Herrero su comentario, y espero que haya gustado a más gente.
Kimbocat
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