Forzados en el Gym
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola, lo que les voy a contar me sucedió aproximadamente hace dos años. Mi nombre es Mauricio (Mau para mis amigos), tengo 35 años actualmente, casado y con dos preciosos hijos. Cuando estaba creciendo no era el típico niño lindo, más bien era el flacucho del curso y eso me hizo una persona cohibida en muchos aspectos, razón por la que sólo tuve tres novias en mi vida incluida mi esposa, Karina; luego que "pegué el estirón" como decimos en mi país la cosa cambió, seguía siendo delgado pero más agraciado y debido a ser excluido de algunas actividades me metí de cabeza en los estudios logrando graduarme en poco tiempo y con honores, con buenas ofertas de trabajo y ganando incluso el doble que mis compañeros; me convertí en "buena mercancía", si se puede decir así.
Mi vida sexual, un poco quieta y tranquila… en ese entonces tenía 6 años de casado con Karina y ella empezaba su segundo embarazo, nos costó trabajo adaptarnos el uno al otro, ya que yo soy un hombre muy fogoso, no es que la tenga enorme ni pequeña, más bien promedio, pero puedo hacerlo hasta cinco veces en la misma noche mientras que mi esposa al segundo ya está pidiendo descanso. Eso nos causó como pareja algunos problemas ya que yo puedo hacerlo todos los días mientras que ella necesita "días de descanso" entre sexo. Por otro lado, ella es muy apasionada, y da todo de sí en cada encuentro sexual… bueno, eso es material para otro relato.
Como pareja tenemos varios amigos en común, entre ellos Armando, que en ese entonces rondaba los 20 años; Ana, una chica que tendría unos 24; y una pareja: Carolina y Nicolás, que al igual que nosotros tienen hijos, él tenía en ese entonces unos 50 mientras que ella unos 37 años. Yo me conocí con Carolina por motivos de trabajo, fuimos llamados a una empresa de forma simultánea donde desempeñamos cada uno en sus labores, ella como contadora y yo en el departamento de Helpdesk, estuvimos 2 o 3 meses solamente pero nos teníamos que reunir dos veces por semana dos horas cada reunión, naturalmente con otros compañeros; desde ese entonces nuestra relación siempre ha sido basada en el respeto mutuo y la sinceridad; siempre le he considerado como una persona intachable.
Luego de algunos años por cosas de la vida nos conocimos como pareja, en actividades con nuestros hijos ya que su segunda hija tiene la edad de mi primera hija; empatizamos y nos dimos cuenta que teníamos mucho en común, de ahí en adelante compartimos cumpleaños, fines de año y demás fechas. Nos hablábamos casi a diario entre nosotros y nos reuníamos al menos una vez a la semana, existía plena confianza mutua entre las parejas.
Ahora sí, a mi relato. Por cosas de la vida hace 2 años y un poco, Armando (el chico de 20) me invitó a ir al Gym, no quería ir solo, yo le dije que por trabajo debía ir en un horario no laboral y él se encargó de cuadrar todo… la persona del Gym nos dijo que si queríamos él nos abría después de 8pm siempre y cuando trajéramos gente para que se justificara el gasto. Así que empezamos nosotros solos, luego invitamos a Ana (la chica de 24), ella es alta (1.76mt) de piel morena clara, ojos bellísimos y una boca muy sensual, unos senos grandes y provocativos aunque por estar fuera de forma, un poco blandos. Su trasero es a la medida, piernas largas y esbelta, aunque repito, un poco flácidas por estar fuera de forma. A la hora en que íbamos ya el instructor se había ido, entonces yo por mi experiencia previa en el Gym programé una rutina para Ana muy efectiva. Ella acostumbraba a llevar ropa muy ajustada que resalta cada pliegue o curva de su cuerpo, eso junto a las endorfinas del ejercicio me dejaba listo para echar unos polvazos a mi esposa cada vez que podíamos. A Ana siempre la trataba con respeto y no la tocaba más de lo necesario, pero la imagen que me brindaba era espectacular.
Un mes después de eso y antes del embarazo de mi esposa yo quería que ella entrara en el Gym para que se pusiera en forma, ya que tenía unos kilitos extra, y como sabía que ella no iría de su cuenta invité a Carolina, mostrándole los beneficios que había cultivado Ana en poco tiempo. Ya tenía un cuerpo más firme y las miradas se posaban en ella, hombres y mujeres, su porte y elegancia hacían que se notara mucho más. Tardé dos semanas en conseguir que Carolina se convenciera, dudó mucho al principio pero al final la convencí con las evidencias. Permítanme describir a Carolina: 1.60mt de estatura, unos pechos pequeños pero firmes, cintura un poco abultada por los embarazos y unas caderas anchas seguidas de un trasero redondo y provocativo. Sus piernas esbeltas y largas y unos pies delicados. Su piel blanca con unas pecas en los hombros y sus ojos color miel con una boca provocativa. Al final la trampa funcionó, y mi esposa accedió a ir con ellas. Hice las veces de instructor durante casi dos meses, pero mi esposa quedó embarazada de nuestro segundo hijo producto de los polvazos que dábamos y ella tuvo que dejar de ir. Seguimos yendo sólo los cuatro, contando a Armando.
Carolina tiene una hija que en ese momento rondaba los 15 años, y quiso llevarla, hizo las vueltas de inscribirla y la llevó. Armando tuvo que dejar de ir porque viajó donde su familia una temporada. Quedé rodeado de mujeres excepto por el administrador del Gym, pasaron varios días y yo veía a las dos mujeres cada vez más bellas, la pequeña, con mucha inocencia aún, era virgen según decía y lo reflejaba en su comportamiento de niña en algunas situaciones. Era una versión de su madre mucho más joven, no hace falta describirle. Las adultas me daban cada noche una visión de sus esplendorosos cuerpos, aunque trataba de no incomodarlas viéndoles pero era inevitable porque debía supervisar sus rutinas al mismo tiempo que me ejercitaba yo mismo.
Un día luego de varias semanas en esta dinámica terminamos de hacer nuestros ejercicios, y Carolina bebió junto con su hija un par de botellas de agua, porque olvidaron llevar su propia agua, entonces la tuvieron que comprar. Al ir a pagar al administrador, con un billete de alta denominación dijo que no tenía cambio, pero que no nos preocupáramos que él no tardaba en hacer el cambio en un minimarket, que esperásemos 10 minutos no más. Decidimos hacerlo porque nadie más tenía cambio para pagar el agua y debíamos descansar un poco luego de la rutina. Empezamos a hablar de cosas sin importancia, al cabo de 5 minutos nos sorprendieron dos hombres armados que habían venido a robar. Nos apuntaron con sus armas y nos ordenaron tirarnos en el piso y quedarnos quietos. A Ana y a mí nos quitaron el dinero que teníamos y a todos nos quitaron los teléfonos móviles. Amenazaron con matar a la hija de Carolina si intentábamos algo y me dijeron: "no te hagas el superman", y cerraron con llave la puerta de entrada, obligándonos a quedar dentro. Uno de ellos era alto, grueso y con algo de panza, de unos 38 años, pero tenía unos biceps y triceps bastante desarrollados, el otro era bajito y algo regordete, de unos 45 años pero parecía ser el jefe ya que hablaba siempre.
Parecía un trabajo interno, supieron exactamente dónde buscar y cuánto era lo que debían encontrar, dieron un vistazo rápido para ver qué más se podían llevar pero no encontraron nada de valor, al fin y al cabo era un Gimnasio. Carolina y su hija estaban abrazadas tratando de no mirar a nuestros captores, por su parte Ana había metido su cara entre las manos y estaba de espalda a ellos, la visión de su trasero y piernas que se notaba debido a la ropa ceñida que llevaba excitó a el alto quien de inmediato se le empezó a notar un bulto en su pantalón. Yo por mi parte estaba en el suelo tratando de no levantar la mirada pero observando de reojo todo lo que pasaba. Se susurraron algo al oído y nos dijeron -No encontramos todo lo que había pero no nos vamos a ir con las ganas, así que vamos hacia el cuarto de atrás todos y vayan moviéndose, no me hagan enojar.
El cuarto de atrás yo no lo conocía, era un lugar amplio donde se almacenaban las máquinas en mal estado y las almohadillas que se usaban para ejercicios en el piso. Nos ordenaron sentarnos lejos los unos de los otros, incluso a Carolina y su hija las separaron. El alto de inmediato apuntó a la cabeza de Ana y le dijo que iba a hacer todo lo que él quisiera sin contradecir en nada, ella sólo atinó a asentir entre sollozos. El desgraciado le puso las manos sobre los hombros y la obligó a agacharse a la altura de su bulto, de inmediato sacó una verga de unos 20 ctms y le ordenó mamársela; ella puso cara de asco pero tímidamente abrió su boca y empezó a darle una mamada, pero al cabo de un minuto él le descargó una fuerte bofetada y le gritó diciéndole que lo hiciera con más ganas.
Ella dijo entre sollozos:
-es que nunca he estado con un hombre.
Esa frase hizo que el desgraciado se excitara aún más y de un golpe volvió a metérsela en la boca mientras gritaba:
-¡pues hoy vas a aprender cómo se hace!
Ante esta escena el gordo que parecía jefe dio una carcajada y aplaudió, luego se acercó a la hija de Carolina y le preguntó:
-y tú nena ¿aún eres virgen?
Mientras acariciaba una mejilla donde escurría una gran lágrima. Su madre, al otro lado de la habitación quería devorarlo con la mirada, y apretaba sus puños mientras se contenía ante las amenazas de los hombres y sus armas. La pequeña sólo sollozaba y clavaba su mirada en el piso. Él jefe dijo:
-nena te tengo dos noticias, una buena y otra mala, la buena es que soy completamente impotente debido a un problema cardiovascular, y la mala es que no tengo ningún problema en mirar, y aquél imbécil que está allá- señalándome a mí -¡igual te va a desvirgar hoy!
Un frío recorrió mi espalda, antes que nada esa niña era como una hija para mí, nunca ni por un instante se me había pasado hasta ese momento un pensamiento con relación a eso, al mismo tiempo la posibilidad de poseer un cuerpo tan inocente hizo una reacción extraña en mi ser la cual rechacé inmediatamente. Al girar mi cabeza vi unos ojos de fuego en mi amiga Carolina que me miraban con desesperación y al mismo tiempo un odio al ser el posible desvirgador de su amada y cuidada hija. Mi mirada se fue al piso de inmediato.
-¿qué esperas? empieza a hacer lo que ella le está haciendo a mi camarada- dijo señalando a Ana que tragaba ese enorme falo con ánsias, más por el deseo de no morir esa noche que por real excitación. En ese instante Carolina no pudo más y se tiró a los pies del malhechor rogándole que no hiciera eso, que ella se ofrecía en su lugar, pero que no le hicieran nada a su niña.
El jefe interrumpió el ruego con una gran carcajada y le dijo: -pues si tantas ganas de verga tienes, te follará a ti primero- otro frío recorrió mi espalda, pues aunque respeto a mi amiga sí había fantaseado más de una vez con ella, pero pese a eso la situación no me excitaba en lo más mínimo, ni siquiera con la vista de la gran mamada que al otro le estaban dando y quien en este momento se dedicaba a eyacular en la cara y cabello de Ana mientras ella tosía por haber tragado semen de imprevisto, he de confesar que estaba paralizado del miedo y no exitado.
Ana se repuso rápidamente y el hombre alto la empujó sobre una de las almohadillas y prácticamente arrebató sus zapatos, medias y su pantalón. Debajo de eso apareció una tanga de encaje color verde, al igual que su pantalón, que le quedaba muy sexy y se veía claramente que estaba muy mojada. Al parecer su cuerpo la había dejado sola en esta batalla de no sentirse agredida sexualmente y había empezado a reaccionar. De inmediato fue despojada de el resto de su ropa y el tipo se quitó su pantalón y boxer, quedando únicamente con una camiseta y su arma en la mano. Puso su verga en la entrada de su vagina y de un solo empujón le clavó los 20 ctms hasta el fondo que continuaba erecto. Ella dio un grito que ahogó mordiendo sus labios, cosa que a él no le importó y empezó a bombear con agresividad haciendo que Ana sollozara del dolor.
Mientras tanto el jefe se había sentado y había obligado a la hija de Carolina a sentarse a su lado apuntando con su arma hacia la cara de la niña. Su madre ni yo sabíamos qué hacer y sólo esperábamos órdenes de este bastardo. Él notó que en mi pantaloneta no había evidencia de excitación y le dijo a ella:
-vamos a ver puta, vas a hacer que este imbécil se le pare y vas a gozar de una buena cogida.
Acto seguido nos ordenó quitarnos los zapatos y las medias. Sentir el piso frío bajo mis pies me enfrió aún más y él degenerado empezó con las órdenes:
-puta, besa a este cabrón como nunca besaste a un hombre. Acaricia con tu lengua sus labios.
Ella obedeció esperanzada en la integridad física de su hija, quien aún continuaba sollozando ante el evidente peligro. Siguió ordenando:
-acariciense y empiecen a quitarse la ropa poco a poco, no hay prisa, tengo toda la noche.
Empezamos a hacerlo y me sobresaltó un gemido, de reojo pude ver como Ana ya no forcejeaba sino que su cuerpo había cedido completamente y ella jadeaba del goce que le producía ser penetrada de forma imparable por un semental hambriento de sexo, sus piernas estaban queriendo rodear el cuerpo de su amante, sus manos se posaban en la espalda de su agresor y sus tetas iban y venían al compás de cada embestida del degenerado quien las pellizcaba y mordía a su antojo haciendo que ella gimiera con más fuerza. Yo proseguí en lo mío y sentí con ternura los labios de Carolina en mis labios, mientras que su cuerpo se tensaba y encrispaba al roce de mis manos. Era una sensación agradable y cálida. Como si fuese una danza empecé a quitar su camiseta hacia sus hombros y separándonos por un instante logré sacarla por su cuello al tiempo que ella intentaba hacer lo mismo con la mía. Una vez despojados de la parte superior proseguimos con los besos y las caricias.
El jefe me sacó de mi éxtasis cuando le dijo a la hija de Carolina:
-si ves, tú también serás una puta algún día como tu madre.
Eso me disgustó pero algo más me distrajo de esos pensamientos cuando sentí a Ana dando alaridos de placer:
-me corro!!! me corrooooo! no pares desgraciado cabrón o te meto la pistola por el culo!!!
El alto aceleró sus movimientos hasta que finalizó entre bufidos y se quedaba quieto por primera vez en no sé cuánto tiempo. El jefe me sacó de mis pensamientos cuando dijo tajantemente:
-ya me aburrí de la novela que tienen montada ustedes dos, quítale el sostén y mámale las tetas a esta puta- dijo con determinación -y luego le vas a chupar el chocho, así que prepárate…
Yo miré a los ojos de mi inesperada amante y ante una señal de aprobación de sus ojos que ya no tenían lágrimas empecé a bajar por su cuello con mis besos, como si le hiciera el amor, y al llegar a su clavícula pude ver como su respiración se hacía más agitada y sus manos un poco temblorosas. Yo por mi parte estaba haciendo el papel de mi vida, ya que por primera vez mi pene no respondía y menos frente a semejante mujer que estaba en su mejor edad. Con mi mano derecha desabroché su sostén mientras seguía besando tiernamente su blanca piel y ella ayudó a sacar su sostén por el frente para luego sostener mi cabeza como guiándome hacia sus rosados senos que habían quedado al descubierto y vi cómo se ponían erectos. Me entretuve entre uno y otro pezón por unos instantes mientras ella acariciaba mi cabello y nuca y veía cómo su respiración parecía más agitada.
Deslicé mis manos al tiempo por su cintura ya modelada por el ejercicio y comprobé yo mismo qué tan bien había hecho mi trabajo como instructor de semejante belleza. Probaría yo mismo las mieles del sexo que su marido alguna vez en una conversación privada me había comentado y mi piel empezó a erizarse ante ese pensamiento, el miedo fue cediendo dando paso a la excitación. Llegué a la altura de su cintura y empecé a deslizar su pantalón hacia abajo hasta que quedó a la altura de sus rodillas y ella hizo el resto del trabajo con sus pies. Subí nuevamente acariciando sus muslos y cadera hasta su cintura y luego las deslicé hacia atrás para descubrir un muy diminuto tanga que rodeaba su cintura y se metía delicadamente en la raja de sus proporcionadas y grandes nalgas. Al contacto de mis manos en ese lugar que, según ella, sólo había explorado su marido sin dejar de lamer y mordisquear sus senos empezó a respirar fuerte por su boca y reprimía un gemido acompasado con las caricias que daba sobre mi cabello, nucas y orejas.
No hubo necesidad de que el jefe dijera nada, ya sabíamos lo que teníamos que hacer, mis manos le acompañaron hasta quedar recostada en una de las colchonetas y de forma ininterrumpida tomé su, según pude comprobar, húmeda tanga negra y la saqué donde se había metido. Un olor característico emanó de su cueva y apareció una vagina perfectamente depilada con unos carnosos labios rosados y un clítoris que asomaba de forma tímida pero deseoso de ser lamido. Arrastré su tanga hasta sus tobillos y me fijé cómo Ana era puesta en cuatro patas por el otro agresor y este se ubicaba en la entrada de su ano con su verga ya erecta y le untaba saliva una y otra vez. Me preparé psicológicamente para el grito y miré a la hija de Carolina, a quien su madre parecía ignorar en el actual estado de excitación en el que se encontraba. La niña había dejado de serlo esa noche, al menos mentalmente, pude ver en sus ojos una sombra de malicia y curiosidad despierta mientras instintivamente había llevado una mano a su pezón y otra a su sexo sobre su pantalón y apretaba sus rodillas la una contra la otra como reprimiendo sus sensaciones. No me distraje más y seguí con mi tarea…
Tomé el camino inverso, besé sus tobillos, pantorrillas, rodillas y muslos de forma breve pero apasionada, no quise hacerme esperar, y me dirigí a su sexo de inmediato. Mis labios recorrieron sus labios vaginales mientras que una mano cálida se posaba sobre mi cabeza indicándome el sitio y velocidad de mis lamidas. Introduje mi lengua en su cueva y ella soltó un corto alarido reprimido por la idea de que no estábamos solos, luego subí hasta su clítoris y empecé a lamerlo y masajearlo. Sus gemidos aumentaron; en ese momento detrás de mí oí un alarido desgarrador, Ana había sido penetrada hasta la mitad del mástil de su desvirgador de un solo empujón, y luego con un movimiento más sus huevos quedaron golpeando su recién estrenada vagina. Los gritos y ruegos de Ana cesaron y se desplomó rendida sobre la almohadilla con dos sendas lágrimas en sus ojos mientras mordía la almohadilla.
Todo eso no pareció importarle a mi improvisada compañera, ya que seguía guiándome, yo fui más osado e introduje el dedo índice de mi mano izquierda en su sexo, justo donde sabía que encontraría el punto G y empecé con un movimiento de vaivén mientras mis labios succionaban su clítoris de forma rítmica. Sus caderas se levantaron un poco de la almohadilla ayudada de sus piernas y ahora ella participaba de esa espectacular mamada que en poco tiempo estalló con un orgasmo que le obligó a apretarme la cabeza con sus muslos y jalarme el cabello con la mano que tenía agarrada. Para cuando me separé mi nariz, boca y mano estaban empapadas de sus jugos de placer y mi propia saliva.
El jefe nos interrumpió y dijo: -vaya, vaya cabrón que saliste, lograste que la señora se corriera frente a su hija. Y tú, puta, hora de agradecer, dale a este idiota una buena cogida que ya bien parado que está.
Noté que bajo mi pantaloneta se alzaba como tienda de campaña mi pene. Ella pareció dudar un instante pero miró a su hija con la cara enrojecida de la excitación y con una mano en el centro de su pecho tratando de calmar una respiración entrecortada, y al jefe aún apuntándole con el arma y procedió a despojarme de mi pantaloneta y boxer. Montándose sobre mí y empezó con un diestro mete y saca seguido de un frote de su clítoris contra mi pelvis lo que hizo que nuevamente estuviera excitada. Podía tocar el fondo de su vagina con la punta de mi pene y eso me ponía a millón. Aventuré mis manos y empecé a subir por su perfecta cintura hasta sus senos y primero los apreté un poco para luego agarrar sus pezones, cosa que ella agradeció aumentando el ritmo de su cabalgata, bajé una mano hasta su cadera y la acompañé en su frenesí jalándola hacia mí; ella echó su cabeza hacia atrás emitiendo pequeños gemidos. Fue aumentando frenéticamente su cabalgar hasta que sus gemidos se escucharon más que los sollozos de Ana quien yacía en un rincón mientras su agresor procedía a vestirse satisfecho por estrenar los tres agujeros de mi amiga. En ese instante una fuerte descarga vino sobre mí y eyaculé como nunca antes. Ella al sentir el calor de mi esperma se vino en otro tremendo orgasmo que la sacudió y obligó a apoyar sus manos sobre mis formados pectorales. Para desplomarse finalmente sobre mí. Agradeciendo semejante cogida con un corto pero apasionado beso en los labios.
Nuevamente nos interrumpió el jefe y aplaudiendo dijo: -espero que aún tengas más de ti muchacho, porque ahora vas a desflorar a la hija, y luego me vas a contar acerca de las diferencias, cabrón.
Carolina gritó nuevamente humillada y engañada rogando que cumpliera su palabra, a lo que él aclaró que sólo había dicho que ella iba primero. En ese momento sentimos un gran ruido afuera, era el administrador acompañado de al menos 4 policías que entraban en la habitación y reducían a los cansados maleantes y nos daban espacio para colocarnos la ropa.
Ese día no supe más de ninguna de ellas hasta hace poco, cuando Armando regresó de su viaje me preguntó y simplemente le dije que había tenido un desacuerdo con ellos, cosa que nunca entendió. Supe que Ana se había casado y separado por una infidelidad de su parte, de ahí en adelante tuvo muchos amantes, tal vez nadie la satisfizo como ese tosco ladrón esa noche que al final de cuentas fue su primera vez. De la pareja, su marido se fue a vivir un año fuera pero luego volvió a su hogar.
Este relato llega a mi mente porque Laura, la hija de Carolina me llamó a mi celular hace 2 meses y empezó diciendo: -aún me acuerdo de esa noche y me masturbo pensando en ti. Quiero que nos veamos, quiero que seas tú el primero, nunca he dejado que nadie me toque, quiero que seas tú.
Pero esa es otra historia.
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