Gracias a que me dieron ganas de orinar, pude disfrutar.
A una chica al salir de sus clases nocturnas tiene la imperiosa necesidad de orinar, por lo que ocultándose tras unos arbusto procede hacerlo, cuando de momento se da cuenta que un chico al igual que ella también orinaba, y..
Gracias a que me dieron ganas de orinar, pude disfrutar.
Estas son las cosas, que quizás una las llega a escuchar de boca de otra persona, y no le crees.
Pero como me sucedió a mí, no me cabe la menor duda de que a otras mujeres les haya sucedido algo semejante.
Hace unos días, debido a la fuerte ola de calor, mientras me encontraba tomando clases en la Universidad, como que me excedí bebiendo agua.
Lo que no tiene nada de malo, es más eso hasta es muy saludable, pero al salir de clases, cuando me dirigía a casa.
Me entraron unas fuertes ganas de orinar, en otros momentos me hubiera esperado llegar a casa, pero esa noche, mi vejiga seguramente estaba a punto de estallar, y para colmo de males, él único baño disponible, seguramente ya se encontraba cerrado, debido a lo tarde que ya era.
Por lo que para mí en esos momentos era cuestión de detenerme tras unos pequeños arbustos y ponerme a orinar, o continuar caminando, y eventualmente orinarme encima.
Decidí detenerme a orinar a un lado del camino por el que transitaba a pie, en esos momentos, así que tras dar un rápido vistazo y entender que no se encontraba más ninguna otra persona, me bajé los pantis, subí mi corta falda, y me agaché.
No pasó ni una fracción de segundo cuando comencé a orinar, la satisfacción que sentía en ese instante era grandísima.
No tan solo sentir que descargaba mi vejiga, sino que el escuchar el sonido de mi orine chocando con el suelo, me hizo sentir muy feliz.
Pero a medida que orinaba, me pareció escuchar como un chorro de agua cayendo muy cerca de mí.
En mi apuro por orinar, y a pesar de que di un rápido vistazo, para asegurarme que estaba sola, de golpe me encuentro con un chico más o menos de mi edad que parado frente a mí, se encontraba igual que yo orinando.
Tanto él como yo nos sorprendimos al vernos al mismo tiempo, lo primero que se me ocurrió decirle fue que era un pervertido por estar mirándome mientras que yo orinaba.
Pero de inmediato él sin dejar de orinar, me acusó de lo mismo, lo que en parte también era cierto, ya que yo no podía apartar mi vista de su miembro mientras él orinaba.
Lo raro fue que ni él ni yo dejamos de orinar, y aunque la luz de la iluminación del parque incidía directamente sobre mi coño, tampoco hice el menor esfuerzo para ocultarlo de su vista.
Pero a medida que tanto ese joven orinaba frente a mí, se fue acercando, hasta estar orinando sobre el pequeño charco que había formado mí orine.
Yo aun haciéndome la indignada por su atrevimiento, se me ocurrió decirle que era un sádico pervertido por no dejar de ver mi coño mientras orinaba.
De inmediato él volvió a repetirme que yo también lo era, es más hasta me dijo abiertamente, que yo me encontraba sumamente excitada por estar viéndolo orinar.
Lo que en parte era cierto, jamás había visto a un hombre orinando realmente, y en esos momentos, si sentía algo más que curiosidad, quizás envidia, como dijo ese famoso psiquiatra, el viejo loco de Sigmund Freud.
Pero la realidad es que de la nada, en el fondo de mi ser, deseaba tenerlo dentro de mí, ya tanto él como yo habíamos dejado de orinar, pero ni él ni yo nos movimos.
Él continuaba agarrando su miembro entre sus dedos, mientras que yo continuaba sosteniendo mi falda contra mi cintura dejando que continuase contemplando todo mi peludo coño.
En cosa de segundos noté que las dimensiones de su miembro habían aumentado, y quizás de manera instintiva, o más bien sin darme cuenta de lo que realmente estaba haciendo, yo misma me llevé los dedos de mi mano derecha sobre mi coño.
No con la intención de ocultarlo de su indiscreta mirada, sino con el fin de acariciar el interior de mi vulva, y mi clítoris.
Sin dejar de observar detalladamente todo mi coño, él me comentó que para la gran mayoría de los hombres como él, no había cosa más excitante que ver a una verdadera mujer meando.
Que eso no los hacía pervertidos ni sádicos, que simplemente era el llamado de la naturaleza, y continuó diciendo, la mayoría de las mujeres, quizás sientan lo mismo, pero por el qué dirán, no quieren aceptarlo.
Ya que piensan que si aceptan que ver el miembro de un hombre orinando, despierta sus deseos sexuales, las consideraran putas pervertidas.
En esos instantes, él se encontraba tan y tan cerca de mí, que únicamente me bastó inclinar mi rostro hacia adelante, para que mis labios tuvieran contacto con su colorado glande.
De momento me dejé llevar por la situación y separando mis labios, sentí como su miembro se iba introduciendo dentro de mi boca, de inmediato un sin número de nuevas y raras sensaciones me embargaron.
El olor de su orine, así como el sabor de su miembro fue algo indescriptible para mí, y de manera casi instantánea comencé a mamárselo y a chuparlo con insistencia.
Mientras que él con una gran sorpresa y satisfacción, dibujadas en su rostro, retiró los dedos de su miembro, mientras que yo continuaba chupa que chupa.
Pero la posición en que yo me encontraba agachada resultó ser tan inestable, que de momento perdí el precario equilibrio que mantenía, y me fui de espaldas.
Por suerte abrí mi boca al caer, por lo que su verga salió completamente de mi boca, quedando yo tirada sobre la tierra, boca arriba y con mis piernas bien abiertas.
Él no lo pensó dos veces, y rápidamente dirigió su boca al centro de mis piernas, y mientras se dedicó a lamer intensamente todo mi coño y mi clítoris, volvió a colocar su verga sobre mi boca.
Yo a medida que él continuó lamiendo profundamente toda mi vulva, yo continué chupando su erecto y duro miembro.
Por un largo rato ambos estuvimos haciendo eso, en ciertos momentos pensaba que alguien que caminase a esa hora por el parque nos podía estar viendo, y lejos de sentir algo de vergüenza, me sentía mucho más excitada.
Al punto que por primera vez en mi vida disfruté de un profundo e intenso orgasmo, que si bien fue el primero de su tipo esa noche no fue el último.
Ya que, aunque al tiempo que sentía esa llama liberadora estallando dentro de mí, tanto mi boca como mi garganta se debieron llenar de su semen, el que, ante la urgencia de expresar un intenso gemido de placer, me he tragado todo eso.
Luego por un buen rato, tanto mi desconocido amante como yo, permanecimos tal y como nos habíamos quedado, pero dentro de mi coño, aun ardía esa deliciosa llama del placer, y sin decirle nada, continué chupando su mustio miembro, el que en cosa de segundos se revitalizó por completo.
Al tiempo que él volvió con su boca, con su lengua, y hasta con sus dientes a producirme un intenso placer.
Pero sin decirnos nada, tanto él como yo nos detuvimos, nos vimos a los ojos, y como si lo hubiéramos decidido previamente, él se levantó, y de inmediato se colocó sobre mí.
Mientras que yo permanecía con mis piernas bien abiertas, recostada contra el césped, y deseando en el fondo de mi corazón que alguien nos estuviera viendo.
A medida que su verga se fue deslizando dentro de mi húmedo y bien lubricado coño, el placer que sentí fue infinito, no tanto por estar teniendo sexo con ese joven desconocido, sino además de eso, el hacerlo en esa parte del parque, a la luz de la luna y de los faroles, exponiéndonos a que cualquiera que pasara por nuestro lado nos viera.
En mi vida me había sentido con tanta excitación, a medida que él fue enterrando dentro de mí su gruesa y caliente verga, yo iba llena de lujuria moviendo mis caderas intensamente, al punto que el sonido que producían.
Tanto sus fuertes envestidas, contra mi cuerpo, los estridentes y profundos gemidos de placer que yo producía a medida que él continuaba metiendo y sacando una y otra vez, su dura verga.
No me importó en nada ensuciar mi ropa, llenarme de tierra y grama a medida que él continuaba haciéndome sentir ese placer inmenso, hasta que nuevamente disfruté de otro salvaje orgasmo, y el derramó toda su leche dentro de mi coño.
Ya eran cerca de la media noche cuando finalmente nos levantamos de la húmeda grama, yo estaba toda llena de tierra, sudada, con mi coño chorreando, pero tremendamente satisfecha.
Tras medio arreglar mi ropa, y limpiarme con mi propio panti, entre las piernas, fue que a medida que salíamos del parque, nos dijimos nuestros nombres, y otros datos.
Él me acompaño hasta la puerta de casa, y tras un discreto beso de despedida, al atravesar la puerta me recibió mi esposo, con la noticia de que por motivo de su empleo debía salir de viaje, y que estaría fuera de casa por aproximadamente tres semanas.
Ya se imaginarán ustedes, quien me estuvo acompañando todas las noches hasta mi propia cama.
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