Hijas de 12 años y esposas violadas delante de los maridos.
Lo que iba a ser un fin de semana divertido fue todo lo contrario, o al menos a priori..
Recuerdo que mi esposa Isabel y yo conocimos a Jorge y a Teresa cuando ellos llegaron al barrio a vivir, y fue en el Instituto recogiendo a nuestras hijas donde nos vimos por primera vez, y comenzamos a tener cierta amistad. Jorge se había cambiado de trabajo y se vino a vivir a nuestra ciudad. Tenía unos 58 años y Teresa sobre 45 más o menos. Nuestras hijas estudiaban juntas y se habían hecho muy amigas. Por aquel entonces cursaban tercero de la ESO y estaban a punto de cumplir los 12 años de edad, pero aún les faltaban unos meses a las dos.
Pronto comenzamos a quedar los fines de semana y salíamos los cuatro a cenar o a tomar algo. A su vez, Jorge y yo nos turnábamos para recoger a las niñas cuando ellas salían y traerlas de vuelta a casa, incluso a veces íbamos los dos a por ellas, así se hacía más amena tan ardua tarea. A esas edades hay que tener cuidado con ellas y uno no se queda tranquilo hasta que están en casa. Las hijas dejan de ser pequeñas y se convierten en mujeres sin darte cuenta y su desarrollo corporal te llega tan pronto que no sabe uno como sobrellevar el tema hasta que te vas acostumbrando.
Alba, mi hija y Lola, la hija de Jorge y Teresa eran dos chicas modélicas en los estudios. A su vez practicaban mucho deporte y tenían las dos un cuerpazo para los 12 años que tenían las dos. Nuestras esposas le habían enseñado la coquetería propia de las mujeres, y como ellas, gustaban de vestir muy guapas. Solían llevar falditas muy cortas y ropa bastante sexy, cosa que a veces a mí me enervaba por que sé como está el panorama en la calle, y sé lo cerdos que pueden llegar a ser lo hombres, entre los que me incluyo y eso me preocupaba al pensar en el futuro y presente de mi hija, y supongo que a Jorge le pasaría igual con la suya.
Isabel y yo teníamos una vida de pareja plena, nos queríamos mucho y seguíamos completamente enamorados el uno del otro. En la cama el furor y el fuego seguía muy encendido y follábamos bastante y con muchas ganas el uno del otro y por lo que supimos de Jorge y de Teresa les pasaba igual. Todo iba perfecto y hay que dar gracias a la vida cuando la cosa vaya así por que en cualquier momento se puede torcer.
Se acercaba el puente de mayo y mientras estábamos cenando los dos matrimonios un sábado en la noche a Teresa y a Jorge se les ocurrió que podíamos alquilar una casa con piscina y pasar allí el puente tomando el sol y bañándonos. A mi esposa le encantó la idea y enseguida les dimos el ok. Cuando se lo contamos cada uno a nuestras hijas les hizo mucha ilusión a las dos. Ponerse morenitas en mayo y pasar un finde juntas en su habitación les apeteció y enseguida se apuntaron. A los padres nos encantó que vinieran y así nos ahorrábamos las preocupaciones de dejarlas en casa solas. Todos disfrutaríamos y todos estaríamos juntos.
Esa noche en casa mi esposa Isabel me comentó que Teresa le había confesado que solía hacer topless y que su hija también lo practicaba. Isabel me estaba intentando convencer de que ella no iba a ser menos y que quizás Alba nuestra hija también querría hacerlo. La verdad es que no me preocupó demasiado el tema. Además, mi esposa picarona me dijo: “Así podrás apreciar y disfrutar de verle el pecho a Teresa que ya te he pillado varias veces mirándole el escote”. Yo la sonreí amorosamente y le dije: “Y tú podrás deleitar a Jorge con esos pechos tan preciosos que tienes amor mío, seguro que le van a encantar. Y no te digo con los de Alba que ha salido a ti en eso, mi amor”. Mi esposa me miró con cara de lujuria y sólo me dijo: “Ven a la cama y fóllame bien follada”. Cosa que no tardé en estar haciendo.
Llegó el puente de mayo, Jorge y Teresa habían conseguido un chalet de lujo en una zona de playa. Según nos contaron y pudimos ver en el portal de alquileres era una maravilla. Amplio, luminoso, con terraza y con una piscina en el jardín de ensueño. Salimos las dos familias cada una en su vehículo y tardamos en llegar cuatro horas, parando antes a comer en el camino. Nuestras esposas iban radiantes de felicidad y de hermosura. Vestían minifaldas veraniegas que dejaban asomar sus preciosas piernas y sus cuidados pies. Nuestras hijas imitaban a sus madres y las dos llevaban falditas muy cortas que dejaban vislumbrar sus estupendos y juveniles cuerpos. Cuando llegamos al chalet nos instalamos cada matrimonio en una habitación y las niñas lo hicieron en una compartida. A ellas a esa edad les gusta dormir juntas y se lo pasan genial con sus cosas. Llegamos sobre las 11 de la mañana y quedamos en vernos en la piscina a eso de las doce, una vez deshechas las maletas para darnos el primer baño. El clima acompañaba y teníamos un puente soleado y caluroso propio de primeros de mayo.
Nos dimos el primer chapuzón y al salir Teresa y Lola se despojaron de la parte de arriba del bikini para tenderse a tomar el sol. Sin pensarlo mi esposa Isabel, y Alba mi hija, hicieron lo mismo. La verdad que mi hija tenía unos pechos preciosos, de buen tamaño y coronados por unos pezones que me costaba trabajo no mirar. A Teresa, la esposa de Jorge se le marcaban sus labios vaginales en la braga del bikini y no tuvo reparo en abrir las piernas en la tumbona, lo que me estaba empezando a volver loco. Las dos nenas en tanguita con sus culitos al aire y mi esposa con una braga de bikini blanca que dejaba adivinar todo al estar mojada con el agua.
Jorge y yo disfrutábamos de estar allí con nuestras familias. Era un chalet aislado y muy discreto. A eso de la una de la tarde mi esposa se ofreció a entrar en la casa y preparar un piscolabis. Teresa se animó enseguida a ayudarla. Se marcharon las dos y nos quedamos en la piscina con las nenas. Yo no quitaba ojo con disimulo a las tetas de Lola. La verdad que la hija de Jorge esa una nena muy tetona y tenía la braguita del bikini metida por la rajita del chocho, lo cual me estaba aturdiendo. Sin querer pillé a Jorge mirando a mi hija supongo que ocurriéndole lo mismo que a mí, así que no le di demasiada importancia. Las madres tardaban mucho y ellas se ofrecieron a ayudarlas poniéndose de pie y marchándose juntas hacia la casa.
No le dimos importancia a que estaban tardando a no ser por que oímos un vaso caerse al suelo y romperse. Jorge y yo nos levantamos y fuimos corriendo hacia la casa. Al entrar algo golpeó mi cabeza y quedé aturdido en el suelo. Cuando pude recobrar la visión un hombre estaba pegándole a Jorge puñetazos en el estómago hasta que lo puso de rodillas. La situación me resultaba incomprensible y el pánico se apropió de mi cuerpo. Allí había tres hombres armados y Teresa e Isabel estaban amordazadas con cinta americana y sus manos esposadas con bridas a la espalda. Las nenas no estaban cosa que me asustó aún más. Yo intenté levantarme y sentí una patada en la cabeza que me devolvió al suelo. Alguien me levantó del suelo y me puso de pie esposándome las manos a la espalda y tapándome la boca con cinta. Me sentó en una silla y pude ver como a Jorge le hacían lo mismo que a mí.
Nuestras esposas estaban llorando, pero sus llantos parecían apagarse con sus bocas tapadas. Ellas permanecían de pie. En la cocina había tres hombres, por lo que pude apreciar dos de ellos de unos 40 años y el tercero de 60 más o menos. Los tres iban armados y tenían rasgos de la Europa del Este. Eso quedó claro cuando escuchamos el acento del más viejo que enseguida demostró que era el jefe de la banda. El tipo se puso de pie y se dirigió hacia nosotros. Al acercarse nos apuntó con su arma y nos dijo: “Señores buenos días, me alegra conocerlos. No piensen que quiero su dinero. He pasado los tres últimos años de mi vida encerrado y acabo de recobrar mi libertad. Mis hijos y yo hemos decidido venirnos a vivir a este país, así que son las primeras personas que conocemos. No se preocupen por las niñas, están bien seguras en su habitación.”
Saber que mi hija y la de Jorge estaban a salvo me tranquilizó algo. La poca tranquilidad que sentí duró poco cuando vi al viejo acercarse a nuestras esposas. Las dos se mantenían juntas intentando así protegerse de ellos. Temblaban y sollozaban. El viejo nos miró y nos preguntó: ¿Cuál es tu mujer?”, me dijo mirándome a mí. Yo no quise contestar y Jorge tampoco dijo nada. De repente el tipo cogió a Isabel del brazo y la separó de Teresa. Se puso en su espalda y pegó su cuerpo a mi esposa. Isabel intentaba separarse, pero él la abrazaba por la cintura y le dijo: “Estate quieta si no quieres que vaya a buscar a las nenas”. Isabel se quedó quieta y el viejo la tenía abrazada por la cintura. Me volvió a mirar y me preguntó de nuevo: ¿Es esta tu mujer?”. Sin pausa metió su mano en la braga de Isabel y empezó a tocarle el coño a mi esposa. En ese momento yo intenté zafarme de las ataduras y él se dio cuenta de que había acertado.
El viejo metía su mano en la braga de mi esposa y la masturbaba soezmente. Isabel gemía y gritaba sordamente intentando en vano cerrar sus piernas. Metió su arma en la cintura de su pantalón y con el otro brazo agarró a Teresa y le hizo lo mismo. Teniéndola agarrada de la cintura por detrás le metió la mano en la braga y comenzó a masturbarla. Jorge se retorció en la silla y de nuevo uno de los hombres le propinó un puñetazo. El viejo continuó masturbándolas hasta que ellas dejaron de moverse. Eso a mi me extrañó bastante. El viejo miró a uno de sus hijos y le hizo una señal con la cabeza. Este se acercó a nosotros y cogió nuestros bañadores y nos los sacó por los pies dejándonos desnudos. Evidentemente nuestras pollas estaban flácidas.
El viejo sádico se reía del estado en el que estábamos y quiso arreglar la situación. Sacó las manos de la entrepierna de nuestras mujeres y pidiendo ayuda a sus esbirros nos las acercaron. Para nuestra sorpresa pusieron a Teresa, la mujer de Jorge frente a mí y a Isabel frente a Jorge. De repente el viejo dijo: “Bueno, como pueden observar el móvil nuestro no es el robo, es un tema muy diferente que iréis comprendiendo poco a poco. No me gusta veros así de reprimidos así que vamos a animaros”. De repente cada uno de sus hijos obligó a nuestras esposas a ponerse de rodillas y cogiéndolas del pelo las obligaron a acercar sus bocas a nuestras flácidas pollas. El viejo verde se acercó a nosotros y se desabrochó el pantalón y la bragueta sacándose la polla. Se la cogió con la mano y comenzó a masturbarse diciendo: ¿Veis como le tengo yo? Pues así os la quiero ver de dura, si no en breve escuchareis a vuestras nenas gritando sin poder remediarlo, así que ya sabéis los cuatro lo que tenéis que hacer”.
La amenaza de oír a nuestras nenas gritando en manos de ese sádico hizo que nuestras esposas obedecieran y comenzaran a chuparnos la polla cada una al marido de la otra. Yo miré a Jorge a los ojos y él a mí. Nos pedimos disculpas con la mirada. A su vez miré a Isabel y la vi comiéndole la polla a mi amigo, la cual no tardó en empezar a levantarse de su estado. Miré a mi entrepierna y Teresa se afanaba en hacer lo mismo. De repente sentí como el placer comenzaba a invadir mi cuerpo y mi polla comenzó poco a poco a ponerse erecta. El miedo invadía mi cuerpo, pero Teresa me estaba dando una mamada por obligación que irremediablemente me estaba excitando. De repente volví a mirar a Jorge y estaba con la mirada perdida en el techo. Al bajar la mirada a mi esposa pude ver como la polla de mi amigo estaba ya totalmente empalmada e Isabel a duras penas podía metérsela entera en la boca.
El viejo verde se sentó en una silla al lado nuestro y continuó masturbándose. Tenía una buena polla gorda y que descapullaba muy bien. Comencé a comprender que estábamos ante un pervertido y que sólo buscaba su placer y el de sus hijos y que, si le obedecíamos, a lo mejor cuando se cansasen nos dejarían sanos y salvos a todos. Eso me tranquilizó y comencé a excitarme demasiado con la mamada de Teresa. Reconozco que tenía la polla durísima y no sé bien si era sólo por la mamada de Teresa o por ver a mi esposa comiéndole la polla a Jorge.
En ese momento uno de los hijos siguiendo la indicación del padre se acercó a nosotros y nos quitó la cinta americana de la boca de un brusco tirón. Los dos comenzamos a insultar a los esbirros y a pronunciar amenazas que ellos escuchaban riéndose. El viejo dejó de reírse e hizo seña a uno de sus hijos. Este de dirigió al cuarto de las nenas y no tardó en regresar con ellas. Las traía cómo habíamos estado nosotros hace un rato. Amordazadas y esposadas con bridas. Eso hizo que dejáramos de insultarles, y a su vez, nuestras respectivas esposas dejaron lo que estaba haciendo, rogándonos que estuviéramos tranquilos y que obedeciéramos en todo. La amenaza de ver allí a nuestras hijas y la vergüenza de que nos viesen ellas así consiguió calmarnos. Las nenas sollozaban asustadas. El viejo sádico se giró hacia las nenas y continuó masturbándose ahora mirándolas con perversión. Nuestras nenas asustadas se quedaron quietas viendo cómo ese hombre se tocaba la polla delante de ellas.
De repente miré a Jorge y le vi moviendo su cadera como queriendo penetrar la boca de mi esposa con más soltura. Empujaba su polla dentro de la boca de Isabel y sus jadeos comenzaban a ser audibles. Yo en silencio hacía tiempo que estaba entregado a la boca de Teresa, mi esposa no me la había mamado así nunca. Esa forma de succionarme la polla me estaba matando. De repente el viejo ordenó a nuestras esposas que parasen y ellas obedecieron de inmediato. Jorge y yo teníamos las pollas empalmadísimas y mirando al cielo. Ellas se levantaron sin decir nada. El viejo hizo un gesto a sus hijos y cada uno agarró a una de nuestras mujeres del brazo diciéndoles: “ Es vuestro momento”.
Uno de ellos cogió a Isabel y la llevó a la mesa de la cocina levantándola por el culo y sentándola en ella. Se bajó el pantalón y se agarró la polla con la mano llevándola a la entrepierna de mi esposa. Miró a su padre y este le dijo: “ Fóllatela”. Ni corto ni perezoso le quitó las bragas del bikini. Penetró a Isabel sobre la mesa metiéndose entre sus piernas y comenzó a follársela. El otro se sentó en una silla bajándose los pantalones y obligó a Teresa a quitarse las bragas del bikini y le ordenó subirse sobre él. Miró a su padre y este repitió la orden: “Fóllatela”. Este sujetó a Teresa del culo y se la sentó sobre su polla penetrándola. Teresa estaba completamente abierta de piernas y con ello conseguía que la penetración fuese completa desde el primer momento. A su vez Isabel estaba sujeta por sus piernas y sentada en la mesa y el hijo del sádico la estaba follando, atrayéndola hacia él mientras, le empujaba su verga dentro de su coño. El viejo sádico no paraba de masturbarse sin dejar de apuntarnos con su arma. A ninguno de nosotros dos se nos bajó la erección.
Isabel miraba muy seria al hombre que la estaba penetrando. No sé por que intuí que la estaba doblegando la voluntad. Ese continuo golpeo en su entrepierna unido a la creciente sensación de que aquellos hombres sólo querían sexo ayudó, y su entrepierna se empezó a mojar. A la esposa de Jorge le ocurría lo mismo. Sus jadeos eran ya perfectamente audibles en la cocina. Cuando te empalan de esa manera tarde o temprano termina poniéndote como una moto. El viejo pervertido era conocedor de la destreza de sus hijos follando y también conocía bien lo dotados que estaban los dos. Nuestras hijas nos miraban y observaban como nosotros seguíamos totalmente empalmados. La vergüenza que me daba que mi hija me viese así se transformó en morbo.
El sádico miraba a nuestras nenas y seguía masturbándose, bajando la piel de su polla hasta el final y mostrando el gordo glande que poseía. De repente dijo: “Quiero que cada una de vosotras se vaya y se siente con papi entre sus piernas y observen a mamá”, les pidió a las nenas. “Pero antes vengan aquí que le corte las bridas de las manos”. Las niñas obedecieron y se acercaron al pervertido viejo. Este dejó de tocarse la polla y metió la mano en su bolsillo sacando una navaja. De inmediato cortó las bridas y cada hija se sentó en el regazo de su padre. El viejo continuó de nuevo masturbándose con una mano y apuntándonos con la otra. Alba se sentó entre mis piernas y sintió la dureza de mi polla en sus nalguitas. Supongo que Lola notaría lo mismo. El viejo les ordenó que se quitasen las braguitas del bikini y las dos obedecieron sin rechistar, volviéndose a sentar cada una sobre nosotros. A su vez, nuestras esposas ya no disimulaban tanto sus respiraciones, y la tremenda follada a la que estaban siendo sometidas, empezó a hacerles mella de verdad. No podía creerme que Isabel estuviese jadeando mientras ese cabrón la ensartaba. Al igual que Teresa la cual, ya movía sus caderas al unísono del macho que la estaba penetrando.
Fue la primera de nuestras esposas en dejarse vencer y comenzó a comerle la boca a su violador, supongo que presa de un placer enorme. Isabel, mi esposa, no tardó en aceptar la boca de su penetrador y este comenzó a meterle la lengua. Aquello era una locura. El viejo sádico se levantó de su asiento dejándose de tocar la polla gorda que poseía. Cogió su arma y se dirigió hacia mí encañonándome en la sien. Alba, mi pequeña se asustó. El viejo me dijo: “échate hacia adelante”. Adelanté mi cuerpo con Alba sentada sobre mí, lo que hizo que metiera aún más mi polla entre las nalguitas de mi hija. Noté como pringaba su piel del líquido preseminal que brotaba de mi glande. El sádico se puso tras de mí y me seguía apuntando a la sien con su arma. De repente noté como cortaba la brida que sujetaba mis manos y me dijo: “Si intentas algo le pego un tiro a la nena y otro a ti”. Al tener mis manos libres abracé a mi hija instintivamente como para protegerla. Seguidamente el viejo sucio repitió la operación con mi amigo Jorge, liberando sus manos.
Al otro lado de la cocina mi esposa Isabel seguía siendo follada salvajemente por uno de los hijos del viejo sádico. La situación era traumática, pero esa polla la estaba matando de gusto. En el fondo todos habíamos comprendido que se trataba de un maníaco sexual, un depredador, que seguramente se quedara satisfecho tras un rato, y luego nos dejaría vivir sin más daño que la terrible sesión de sexo que nos estaba obligando a realizar.
El sádico salió de detrás de los sillones que ocupábamos nosotros y se puso frente a mi y frente a mi nena. Apuntó el arma a la sien de mi hija. Me quedé paralizado, pero en el fondo sabía que no dispararía. Él seguía con su verga erecta y ahora la tenía muy cerca de mi hija. Jorge miraba impávido la escena con su nena encima de él sentada en su regazo. El viejo sujetando su polla con una mano y el arma con la otra me dijo: “Abraza a tu nena y tócale los pechos”. Luego mirando a Jorge le ordenó lo mismo. Mi nena estaba sentada sobre mí y apoyaba su espalda contra mi pecho. Mi polla se apretaba contra sus nalguitas y contra su culo. De inmediato subí mis manos hacia sus pechos y comencé a tocárselos y a agarrarlos con mis manos. Acerqué mi boca a su oído y le dije: “Tranquila mi amor, pronto terminará todo esto”. Mientras tanto al fondo mi esposa y Teresa estaban recibiendo la follada de sus vidas. El viejo miró a Jorge como ordenándole que hiciese lo mismo que yo con su hija. Jorge comenzó a tocarle los pechos, pero fue directo a los pezones de su hija Lola.
El viejo sádico se volvió a sentar para presenciar el espectáculo que él mismo había provocado y ordenado. Por lo que se veía era un pervertido sexual y su temporada de encierro seguramente tendría que ver con la comisión de algún delito de esa índole. Mi esposa miró hacia nosotros y vio la escena en la que su marido tocaba los pechos a nuestra hija mientras la tenía sentada sobre su polla. En ese momento su violador asestó unos golpes violentos contra su pelvis y los dos vimos como Isabel jadeó profundamente de placer. Eso provocó un estado de confusión y de furia en mí que hizo que comenzara a mover mi pelvis apretándola contra mi hija y le puse la polla entre sus labios vaginales. Mi nena al sentir mi dura polla ahí se estremeció, pero yo continué frotándome con ella. Mientras tanto Teresa, la esposa de Jorge apretaba ya su culo contra la polla de su violador sin tapujos. Ese macho la tenía totalmente doblegada y no era de extrañar, recibir tremenda follada puede con la voluntad de cualquier mujer por decente que sea.
Era ella la que asestaba tremendos empujones de su pelvis contra ese hombre. Ella misma se estaba violando. Supongo que Jorge, preso de la furia que estaba padeciendo y de ver a su esposa así comenzó a tocarle las piernas a su hija. Con una mano sujetaba a la pequeña Lola de las tetas y con la otra le tocaba los muslos. No tardó en tenerla metida entre sus piernas y en estar tocándole el coñito a su hija. El viejo sádico sin decir nada estaba consiguiendo lo que pretendía. Yo seguía con mi dura polla enterrada en los labios vaginales de mi hija y comencé a apreciar que la niña se estaba mojando. Ella misma acompañaba su cuerpo con movimientos sobre mi verga para frotarse. En ese momento comprendí que el riesgo era enorme. En cualquier momento y con cualquier movimiento de alguno de nosotros dos la podría penetrar. A mi hija se le pusieron los pezones muy duros y gordos. La gota que colmó el vaso fue ver a mi mujer espatarrada jadeando de gusto mientras su violador la penetraba y le comía los pezones. Ella se había entregado totalmente a ese macho. Ya parecía no importarle nada. El viejo seguía masturbándose y su glande se cubría de una baba blanca que resultaba asquerosa.
A los jadeos de nuestras mujeres, de sus violadores y de ese viejo se unieron los incipientes gemidos de Lola, la nena de Jorge y de Teresa. Los tocamientos en su chochito que su padre le estaba practicando excitaron a la niña. Ella le abrió las piernas a su padre y él la martirizaba masturbándole su clítoris ya sin ninguna cortapisa. De repente ocurrió lo inevitable, Alba subió su pelvis un poco más hacia arriba de la cuenta y mi polla comenzó a penetrar a mi hija. Yo miraba a mi esposa jadeando como una puta y no frené la situación y comencé a penetrar a mi niña. Para mi sorpresa mi verga entró en su chochito sin dificultad, por lo menos al principio. Luego ya cuando la tuvo toda dentro sí reaccionó con dolor y noté como provoque la herida de la desvirgación.
Al otro lado de la cocina la mujer de Jorge jadeaba cada vez más fuerte hasta que todos la oímos decir: “Por dios, no puedo más, no puedo aguantarme más”. Y comenzó a orinarse de gusto sentada sobre la verga de su violador. La orina de la mujer de Jorge comenzó a caer de la silla y a chorrear por sus piernas y por las del hijo del sádico. En seguida se formó un charco alrededor de la silla que ocupaban. Se estaba meando de gusto. Jorge enfureció con la escena de su puta esposa y levantó a Lola lo suficiente como para sentarla sobre su dura polla y comenzó a follársela. Quitó su mano de la entrepierna de la nena y la volvió a sujetar de las tetas. Lola comenzó a jadear al sentir dentro esa verga y solo acertó a decir entre jadeos: “Papá…….papá……. papá……. que me duele mucho ….. papá…… papá”.
Yo sabía también que si seguía follándome a Alba no podría dejarla embarazada. De algo tendría que servir que mi hija tuviera 12 años recién cumplidos y que la menstruación aún no hubiera aparecido en su vida.
La furia que sentía de ver a la puta de mi esposa disfrutar de ese cerdo me liberó de ese pensamiento y apreté con más fuerza mi verga dentro del chochito de mi niña. Alba lloraba de vergüenza y de dolor pero a su vez jadeaba excitada. Para mí seguía siendo mi nena, pero ya era una mujer. Eso un padre tarda en comprenderlo y yo lo hice de sopetón.
Los primeros en correrse fueron Teresa y su macho. La tremenda meada de la esposa de Jorge no era más que el preludio de su orgasmo. Sus músculos y esfínteres estaban tan relajados con la follada de esa polla que primero vaciaron su vejiga, para a continuación, comenzar a correrse como una perra gritando y jadeando. Sus piernas comenzaron a temblar y su espalda se tensó. En la cocina retumbaron sus palabras: “Sigueeee…….no pares…..sigueeee cabrón…..me estoy corriendo……me corrooo…….sigueeeee”.
Su violador se la apretaba contra sí violentamente y de tales empujones que le propinaba él también comenzó a gritar y a jadear, comenzando a correrse como un loco dentro del coño de la esposa de Jorge. La escena duró dos o tres minutos de puro éxtasis y de lujuria. El hijo del sádico se la quitó de encima y el padre le dijo: “Traémela aquí”. La puso delante de él de pie sujetándola, porque Teresa tenía dificultades para sostenerse sola. El padre acercó su boca al coño de Teresa sin dejar de apuntarnos con su arma, y comenzó a lamerle el abundante semen que comenzó a salir de él.
Jorge al ver eso enfureció y empezó a darle fuertes empujones al chochito de su hija. Un hombre de su edad y de su experiencia follándose así a una nena de 12 años consigue muy pronto lo que allí ocurrió. Lola comenzó a gritar. Su madre no miró por que seguía sujeta por su violador y tenía la boca del viejo metida en su coño. Teresa en esa situación volvió a correrse mezclando su orgasmo con otra liberación de orina que estrelló contra la boca y la cara del viejo. Sus piernas temblaban tanto que el hijo casi no podía sujetarla.
La hija de Jorge, Lola, no aguantó más a su padre y comenzó a correrse botando sobre la dura polla de su progenitor. Jorge la sujetó de las piernas abriéndoselas de par en par y la niña comenzó a sufrir violentos temblores mientras gritaba: “Papá…….. papá……..papá”. Jorge no pudo más y comenzó a correrse junto a su hija. A cada corrientazo de placer que sentía con su orgasmo le pegaba un fuerte empujón a la niña penetrándola hasta los huevos. Lola soltó un último grito cuando su padre la apretó violentamente contra su cuerpo, en el momento en el que le vino el último chorro de semen.
Tras ese empujón final los dos se quedaron quietos jadeando extasiados. La mujer de Jorge terminó de correrse de nuevo en la boca del viejo y este le ordenó al hijo que le llevase conmigo, mientras nos seguía apuntando con el arma. Una vez junto a su marido y su hija, el hijo el sádico cogió a Lola y la llevó hacia su padre. Este la cogió de las piernas desde atrás y la levantó abriéndoselas, para ponerle el chochito de la nena en la boca. El viejo metió su boca en el inocente chocho de la hija de Jorge, sin dejar de apuntarnos con el arma y comenzó a chupárselo. Tanto Jorge como Teresa se miraban entre ellos con cierto desprecio y con el mismo sentimiento miraban al viejo sucio.
Al fondo de la cocina el violador de mi esposa la había bajado de la mesa y la había vuelto de espaldas apoyándola sobre la misma, y la tenía ensartada desde atrás. A su vez el viejo verde había terminado de limpiar el chochito de la hija de Jorge y de Teresa y su boca chorreaba babas y semen. Trajeron a la niña con sus padres sollozando y muerta de vergüenza. Yo también me moría de vergüenza de estar follándome a mi hija delante de mis amigos, de mi esposa y de nuestros secuestradores. Pero sentir como Alba se comenzaba a correr sobre mi polla terminó de anular dicho sentimiento. Mi hermosa hija echó su cabeza hacia atrás y me dijo: “Papi…….papi…….me corro……..dame fuerte…….me corro papi”. Eso unido a los gritos de mi esposa al fondo de la cocina hicieron que yo también comenzara a correrme en la vaginita de mi nena. Sabía perfectamente que si fuese un poco más mayor la podría estar dejando embarazada. Pero el placer que sentía era incontrolable. Ella se corrió gritando, su cuerpo temblaba, y yo le asestaba duros empujones que la hacían gritar de gusto o de dolor, no lo tengo muy claro. A su vez, yo sentía como mi cuerpo era atravesado por espasmos de placer que me impedían tener cualquier atisbo de cordura.
Cuando terminamos de temblar y de corrernos mi hija y yo, se repitió la escena y el hijo me la quitó de mi regazo, para llevársela al padre abierta de piernas y levantada por ellas. Yo sentí asco, pero sabía que era irremediable. El padre lamió el chocho de mi hija, mientras seguía apuntándonos con el arma a los demás. De repente, al fondo los gritos del violador de mi esposa se hicieron enormes y sujetándola del pelo la asestaba duros empujones desde atrás acompañados por chorros de semen que enseguida comenzaron a chorrearle por las piernas. Ese bastardo se corrió dentro de mi esposa. Mientras el otro hijo traía a mi pequeña Alba conmigo. El violador se salió de Isabel y el padre dijo: “Veo que esta puta sigue sin correrse”. Quitó al hijo de detrás de ella y le entregó el arma. “Apúntalos”, le dijo, y cogiendo su sucia polla llena de baba blanca penetró a Isabel diciéndole: “O te corres o te mato”. Mi esposa al oír eso comenzó a mover su culo atrapando su sucia verga y le dijo: “ Dame fuerte cerdo”. El sádico comenzó a violarla salvajemente.
Mi esposa obligada por la situación y cachonda perdida comenzó a gritar y a pedir más polla: “Así…… sigue……dame fuerte cabrón……dame cabrón…….haz que me corra cabrón”. No tardó en comenzar a temblarle las piernas mientras el sucio viejo la follaba. Isabel comenzó a orgasmear como una perra y el viejo al verla así y al darle tan duro comenzó también a correrse como un animal en el coño de mi temblorosa esposa. Los dos gritaban y jadeaban como perros. El orgasmo de ambos fue muy intenso y todos los demás lo presenciamos en silencio. Cuando terminaron de correrse el viejo se salió de ella limpiándose la polla con las piernas de mi esposa. Ella por fin pudo regresar junto a nosotros. Los seis estábamos alucinados con lo ocurrido. Asustados. Creo que ninguno comprendía lo ocurrido, sólo sentíamos la necesidad de terminar con aquello y olvidarlo cada uno a su manera. Había sido inevitable y ahora había que digerirlo.
Cuando el viejo se subió los pantalones vino hacia nosotros y le ordenó a uno de sus hijos que volviese a esposarnos y a ponernos las mordazas. A todos menos a una de las niñas a la que dejó atada de una mano solamente a una silla. “Ella será la que consiga soltarse antes y la que os ayude a quitaros las bridas. Será tiempo suficiente para huir nosotros. No sé lo que pensáis hacer, pero ustedes verán, será mejor que no conozcan quien soy y las cosas que he llegado a hacer en mi vida”, dijo con su peculiar acento.
Así ocurrió, se marcharon rápidamente y fue Lola, la hija de Teresa y de Jorge la que consiguió soltarse de la mano que tenía apresada y la que desató a su padre. Jorge terminó de soltarnos a todos y nos fundimos en un abrazo llorando y maldiciéndolos.
La futura reacción nuestra tenía que ser consensuada entre todos y a eso dedicamos la tarde, recogimos todo y nos marchamos de allí. Ahora había que digerir lo ocurrido. Muchas veces es mejor guardar un secreto y llevarlo muy escondido en nuestro interior. A veces en la vida ocurren desgracias. Lo anecdótico fue saber cómo una violación de esa índole había conseguido excitar tanto a las víctimas. Eso quedará siempre en el aire. Espero que os guste.
Me gustaría hablar con hombres que tengan este tipo de deseos.
Háblame al privado y nos pajeamos contandonos este tipo de historias donde salgan niñas
muy bueno el relato, me gustaría una segunda parte
fantasias que todos tenemos y que no nos atrevemos a expresar
Tu también las tienes?
excelente relato….una rica fantasía plasmada en letras
de felicito sigue así…
ojala escribas una segunda parte para saber como reaccionan a este suceso.