IN SUBMISSION. SESSION 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por x23820.
Los brazos, unidos por las muñecas, estaban a punto de encalambrase, apoyados sobre mi espalda sudorosa, tensa. Toda yo permanecia suspendida en un estado de ansiedad irrefrenable. Intentaba por todos los medios evitarlo, alejarme, rehusar las sensaciones, aunque para ello tuviera que frotar con fuerza mis pezones pinzados contra el colchon para asi extraer una brizna de dolor del que prenderme, inutilmente.
Arrodillada sobre el lecho; los ojos cubiertos por un antifaz opaco, las manos sujetas, las bragas bajadas hasta las rodillas, los tobillos separados por una barra con grilletes en sus extremos. Debia de llevar casi una hora, o puede que mas, de lento, continuo y martilleante suplicio.
Me notaba observada; mi Amo estaba ahi. En todo momento podia presentir su presencia. El me habia colocado en esa postura. El me habia desnudado, sujetado, pinzado y cegado. El me habia excitado haciendo aflorar mi clitoris con dedos expertos y, finalmente, trabado este a un pequeño vibrador con un cierre a presion; un artilugio diabolico, seguramente ideado por un descendiente directo del Marques de Sade.
Aunque al principio la maquina ejercia sobre esa parte tan tierna de mi cuerpo una presa muy dolorosa, sus efectos leves y suaves como un rumor se habian ido acumulando de forma sutil, progresiva, y al dolor se habia agregado el placer. Y el temor.
El Amo habia sido muy claro: tenia prohibido alcanzar el orgasmo. Esa era la orden; pero con cada instante de padecimiento, con cada diminuta onda de placer que me producia la maquina, me alejaba mas de poder cumplirla. Mi cuerpo estaba empezando a tiritar de pura mezcla entre ansiedad y excitacion; de forma febril, enfermiza, me convulsionaba en lentos estremecimientos, luchando contra la embriaguez, mientras el tiempo, dividido en las fracciones mas diminutas imaginables, apenas se sucedia, conduciendome a un delirio insoportable, a un sinsentido animal, brutal, en el que practicamente habia perdido toda conciencia mas alla de las sensaciones que el aparato transmitia a mi centro de placer, haciendome convulsionar y estremecerme, farfullar, respirar de forma agitada y sofocante, intentando negar el impulso que empezaba a florecer en mi bajo vientre.
Al final este vencio, conduciendome a un paroxismo abrumador. Mi torso se agito incontrolado, mi cabeza rebotaba una y otra vez contra las sabanas, mis caderas se sacudian liberando la fuerza contenida, mis labios boqueaban en busca de una brizna de aire. La electricidad del orgasmo arremetia en oleadas contra mi cuerpo ofrecido, desatando una furia indomita, enervando las sensaciones, traspasando limites, sin control ni pausa. Cuando empezo a extinguirse, con leves replicas que me producian espasmos en las caderas, me senti terriblemente relajada, agotada. Me senti derrotada, indigna.
Note la mano calida, aspera y dulce de mi Amo apoyada en mi espalda sudada, mientras me liberaba el clitoris en silencio, en total silencio. Eso era lo peor: el silencio. Habia defraudado a mi Amo. Habia sido incapaz de obedecerle en algo tan sencillo, tan basico para mi disciplina. Probablemente, el sabia que yo no podria soportar el coctel de dolor y placer que me habia ofrecido; pero, aun asi, no esperaba otra cosa que el castigo, lo merecia, lo deseaba, mi desobediencia no debia recibir otra respuesta. Pero solo habia silencio, y su mano, que tanto me reconfortaba, ya no estaba posada sobre mi piel. Durante lo que debieron ser varios minutos, mientras mi corazon desbocado se calmaba y mi respiracion se acompasaba, permaneci aislada, sin contacto, sin oirlo, sin presentirlo, casi relajada, practicamente adormecida por el gozo reciente que habia devorado toda mi energia.
El primer azote me llego de forma sorpresiva. Un segundo antes habia captado el zumbido de la fusta en el aire y despues senti la elastica punzada de dolor sobre mis nalgas. Inmediatamente mordi la ropa de la cama con todas mis fuerzas para evitar el grito; al menos eso si sabia hacerlo, y no queria volver a defraudar al Amo. El segundo azote fue mas furioso que el primero, como si el Amo deseara oir mis suplicas, sucedido por una rafaga incontable que encendio la carne e hizo brotar lagrimas de mis parpados apretados. El conocia mis limites y yo confiaba en el; sin embargo, jamas habia sentido tanto dolor como en ese momento. Por el momento.
Mi boca estaba obturada por una amalgama de ropa y saliva. Mis mejillas estaban totalmente humedecidas. El siguiente azote fue totalmente intencionado, cayo sobre mi vulva, que todavia la notaba voluptuosa de excitacion y debia de mostrarse enrojecida y caliente, humeda; no tan fuerte, no tan duro, pero, aun asi, doloroso, tremendamente doloroso sobre una zona tan sensible. Esta vez no pude contener el grito. Eso debio disgustarle mucho, con toda seguridad.
Adverti como sus manos hurgaban bajo mis pechos, rozando de tanto en tanto mi piel enardecida, hubo algunos tirones en los pezones cuando cogio la correa de fino cuero que mantenia unidas las pinzas. Me la acerco a los labios y la introdujo entre estos, tensando de esa forma la presion sobre los pezones, la tension de mis pechos que notaba calientes, plenos, totalmente expuestos. La intencion era clara, queria que la sujetara y asi lo hice, con la poca voluntad que me restaba. Ello solo podia significar que el castigo no habia acabado y, por tanto, me prepare para ello.
No hubo mas azotes. Pasaron los minutos. Las sensaciones se agolpaban: mis pezones, la piel de mis nalgas, mi sexo dilatado, enervado, mi clitoris maltratado.
De repente otro ramalazo. Habia prendido una pinza de mi labio mayor vaginal izquierdo, no apretaba mucho pero la sensacion se sumo al resto. Sin embargo, el dolor aumento de forma exponencial cuando dejo caer el peso que colgaba de la pinza. Mordi con mas fuerza la correa y aprete los parpados mientras sentia como me era colocada otra pinza en el otro labio mayor. Espere el tiron del peso, lo espere varios segundos, sin que se produjera y, justo en el instante en que baje la guardia, lo dejo caer sin mas.
Luego el colchon empezo a balancearse, como si el Amo se moviera sobre el mismo. Las pesas que pendian de los labios se mecian al ritmo del colchon aumentando mi suplicio. Aunque no lo veia, podia apreciar que se habia colocado ante mi cabeza. Una mano cogio mi barbilla y la levanto con delicadeza, aumentando aun mas si cabe la presion sobre mis pezones. Luego la otra mano me quito la correa de la boca y con un par de dedos separo primero los labios y luego los dientes.
Lo deseaba, lo anhelaba. Queria demostrarle cuanto. Asi que abri todo lo que pude las mandibulas cuando el miembro semierecto se adentraba rozando mis labios. De inmediato hice retroceder los dientes para que solo mis labios, mi lengua y mi garganta rozaran la calidez de su carne. Inicie un movimiento pendular de flujo y reflujo mientras la saliva cubria la piel del apendice. Era constante, actuaba sin pausa, aprovechando los momentos en que mi garganta quedaba liberada para tomar aire y asi poder volver a serpentear con mi lengua sobre la calida textura del prepucio. El Amo me acariciaba el cabello con dulzura, sin presionar, aceptando el obsequio de obediencia que como su sumisa esclava le ofrecia. Sus musculos se tensaban poco a poco, el vaiven crecia en intensidad, mientras podia imaginar como la piel del escroto se encogia y los testiculos ascendian presagiando el eminente alivio. La presion sobre mi cabeza aumento de forma ritmica, al igual que el roce en lo mas profundo de mi garganta. Notaba sus manos encrespadas que pasaron a atenazarme con fuerza convirtiendo mi boca en una improvisada vagina, persiguiendo con brutal constancia el alivio, forzando mi respiracion casi hasta el desmayo.
Cuando el semen broto abundante me inundo el paladar con tanta presion que incluso ascendio hasta mis fosas nasales; resople con fuerza y lo paladee con fruicion, sintiendo como atravesaba calido mi garganta, resbalando hacia el interior de mi cuerpo. No solo me habia acostumbrado a alimentarme del nectar sino que lo apreciaba y engullia como el mejor de los manjares, dando con mi lengua experta las ultimas gotas de placer a la hipersensible punta del pene que reaccionaba con ligeros espasmos mientras se retiraba, ya aliviado. La palma de su mano me acaricio la mejilla y me estremeci, al tiempo que me ruborizaba. Habia sido perdonada. Al menos por esta vez.
O eso fue lo que crei en ese momento, porque, nada mas el Amo abandono el colchon, note el pulido roce de una paleta sobre la piel de mi espalda, recorriendo de forma lenta cada centimetro en su aproximacion a los gluteos; acariciando estos con suavidad, deslizandose del uno a otro y de estos hacia los muslos. Despues hubo un instante de vacio durante el que temi lo peor hasta que la palma de la mano del Amo se poso en mis labios. La bese con efusion, mostrandole cuanto le deseaba, cuan sumisa queria mostrarme ante el; despues empece a lamerla con suavidad, pasando parte de mi lengüecita sobre la piel curtida. De repente la mano empezo a apretar mis labios, cada vez con mayor fuerza, como una mordaza brutal, y, un instante despues, note el primer golpe de la pala sobre mi trasero. No era mejor ni peor que la fusta, simplemente distinto; menos concentrado, pero mas punzante. Tanto, que mis piernas brincaron sobre el colchon y, en ese momento, las pesas que colgaban de mis labios vaginales me recordaron su dolorosa presencia. Quise gritar. Quise gritar como nunca, pero la mano, su mano, me lo impidio y, con lagrimas en los ojos absorbidas por la tela del antifaz, le agradeci que no me lo hubiera permitido. Deseaba que supiera de mi agradecimiento, pero lo unico que pude hacer fue recibir el siguiente azote de la pala al tiempo que otro grito nacia de mi garganta para ir a morir en la presa su mano.
Los azotes eran lentos. Entre uno y otro dejaba tanto tiempo como para que cesaran mis temblores y con ellos se agotaran los vaivenes de los pendulos prendidos en mi carne. Notaba la piel de mis nalgas terriblemente caliente. Quemaban, abrasaban. De tanto en tanto, deslizaba la pala sobre la piel, y, si bien al principio, ello calmaba la sensacion que habian dejado los palazos, al poco no hacia mas que agudizar esta. Los palazos se sucedieron interminables, uno tras otro caian, durante lo que para mi parecian horas, aunque en fondo sabia que no era asi. Tras el ultimo, dejo la pala y rozo la piel con sus manos, arañandola con las uñas, sin apretar, tan solo rozando; aun asi, crei que me habia desgarrado, que debia de estar en carne viva, pues la sensacion fue terrible, de una intensidad tal que me hizo apoyar todo el peso de mi cuerpo sobre la mano que me mantenia amordazada, mientras respiraba con ansia. El debio notarlo, porque acompaño mi cabeza hasta dejarla apoyada sobre el colchon, y despues se alejo.
En aquel momento mis nalgas eran el centro de mi universo. Calientes, hinchadas, rezumando dolor sin fin. Empece a gemir como un animal herido aun sabiendo que lo tenia prohibido, mis lagrimas se volvieron copiosas empapando la ya humedecida tela del antifaz; pero no me importaba, queria insultar a mi Amo, queria que supiera lo demasiado lejos habia llegado, queria irme, abandonarlo. Huir.
De repente note su mano en mi nuca, acariciandola, deslizandose suave hacia los omoplatos para volver a la nuca y coger esta, sin presionar, tan solo como un signo de posesion. Le odie. Odiaba su tacto, La misma sensacion del contacto de su piel sobre mi piel sudorosa. Le odie con fuerza, con terquedad pertinaz, mientras intentaba deshacerme de las ataduras de mis muñecas, al tiempo que algo en mi interior me susurraba cuan lejos estaba aun de la perfeccion, del ofrecimiento total. Me odie y le odie hasta que su otra mano se poso sobre mi sexo y acaricio mi vulva, con dulzura, deslizando sus dedos, embadurnandose con mis fluidos, acentuando la presion aqui y alli, mientras sus labios emitian un “Shhh” pausado, mientras la mano que tenia sobre mi nuca acariciaba mi cuello ofrecido.
Mis nalgas pasaron a un segundo plano, al tiempo que las sensaciones de mi sexo inundaban mi consciencia. Despues, su mano abandono este y mis caderas se desplazaron cuanto pudieron intentando mantener el contacto, pero fue inutil. Cuando su mano regreso, apoyo algo sobre el esfinter de mi ano, una bola. Apreto de forma continua mientras el musculo, que yo intentaba relajar, tal y como habia sido enseñada, cedia ante el intruso con cierta facilidad debido al lubricante que lo recubria y a su no excesivo diametro. Me senti complacida conmigo misma, hasta que la sensacion se apodero de las paredes de mi ano, mientras otra bola presionaba mi, esta vez, contraido esfinter. Era puro fuego mezclado con un picor insoportable. Ya lo habia sufrido en otra ocasion, pero ahora el aceite picante con que habia recubierto las bolas chinas me habia cogido por sorpresa y la angustia pugnaba en mi pecho. La presion de la bola siguiente fue en aumento hasta que la resistencia se hizo inutil y penetro intensificando el picor al tiempo que una tercera bola hacia acto de presencia a la entrada del ano y presionaba para penetrar este.
Cuando la tercera bola hubo penetrado mi ya dilatado esfinter crei desfallecer. La presion de su mano sobre mi nuca era constante, contrarrestando las sacudidas de mi cuerpo en un intento inutil de liberarme. Empece a presionar para expulsar las bolas y consegui deshacerme de la ultima que quedo colgando del cordel que las mantenia unidas. Un “¡No!” rotundo de mi Amo junto con un par de azotes de castigo sobre mis nalgas me convencieron de no volver a intentarlo cuando introdujo de nuevo la bola en mi interior.
Cuando su mano regreso a mi sexo, estaba totalmente enloquecida. Todo mi cuerpo era un campo de batalla entre el dolor y el placer: mis pechos, los labios de mi sexo, mi ano, mis nalgas. Los dedos de su mano habian reiniciado la friccion sobre los labios menores, rozando los mayores que permanecian pinzados, y dos de ellos empezaban a deslizarse por la entrada de mi vagina, dejando en la misma una sensacion de picor muy leve, seguramente debido a que habia tocado las bolas aceitadas con los dedos. El placer aumento cuando su pulgar empezo un roce continuo sobre mi clitoris cuya ereccion debia de ser patente, pues yo lo notaba totalmente extendido. Tenia que hacer grandes esfuerzos para no expulsar las bolas cuya pulsion ardiente parecia haberse relajado algo, aunque seguian siendo una molestia evidente solo compensada por las sensaciones que empezaban a nacer en el interior de mi vagina y alrededor del clitoris.
Volvia a estar excitada y ofrecida. Totalmente sumisa al placer y el malestar que me causaba mi Amo. Su tarea continua tenia sus efectos sobre mi cuerpo que armonizaba los giros de cadera con la rotacion sobre mi nodulo de placer y el roce en las paredes de mi vagina. Era lento, era duro, era constante, era inmensamente insoportable. Ya no pensaba, ya no queria, ya no esperaba. Solo sentia, solo deseaba, solo sufria. Mi respiracion se agitaba, mi corazon bombeaba, mi cuerpo se ondulaba entre mi sexo y mi nuca, mis musculos se tensaban, mi piel se enardecia. El ritmo crecia, y crecia, y crecia, y la presion lo seguia, y la tension se endurecia. Hasta que sucumbi. Me convulsione como jamas lo habia hecho. Grite sin medida. El aire se escapo de mis pulmones totalmente agotados. El mantuvo cierto roce sobre mi clitoris produciendome una sucesion interminable de espasmos que agitaban todo mi cuerpo; mientras los ultimos se deslizaban a traves mio como espectros, desprendio las pinzas de mis labios vaginales y extrajo las bolas chinas; ello no tuvo otro efecto que relanzar mi orgasmo en un leve arrebato, como un eco que se disuelve en el tiempo, hasta que finalmente quede totalmente derrotada, con una sensacion en la piel que la enervaba ante el mas minimo soplo de aire. Nunca antes habia tenido tanta nocion de mi cuerpo y, en especial, de mis partes intimas como en aquel momento.
Al cabo de un rato las manos de mi Amo se posaron sobre mis nalgas e iniciaron un lento masaje. El frescor fue inmediato mientras la pomada penetraba la carne. Lo agradeci con un ronroneo acompasado con la friega sobre mi piel maltrecha. En aquel momento era incapaz de concebir otra sensacion superior a la de sentir esos calidos y fuertes dedos que tanto goce y, por encima de todo, tanto padecimiento podian infligirme.
Autor: x23820
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