IN SUBMISSION. SESSION 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por x23820.
La habitacion estaba en penumbras cuando entre; apenas iluminada por la luz que se filtraba a traves del cortinaje, creaba una sensacion de irrealidad que me envolvio nada mas cerrar la puerta, dejando atras el impersonal pasillo del hotel. Palpe la pared hasta que senti el interruptor bajo mis dedos, alla donde lo habia localizado unos segundos antes, y lo pulse. La habitacion era sencilla pero suficiente: una cama de matrimonio con dos mesitas de noche, un tocador con un espejo y un cuarto de baño. Sobre la colcha de la cama habia un sobre con mi nombre.
Antes de abrir el sobre, deje el bolso sobre el tocador y la gabardina en un colgador de pared y me desprendi de los zapatos de tacon de aguja que tan bien torneaban mis pantorrillas pero que tan crueles podian ser para mis sensibles pies. Estos, una vez liberados, se solazaron sobre la mullida moqueta. Luego me acerque hasta la cama y cogi el sobre. Aunque esperaba que el no hubiera caido en algo tan poco original, creia saber perfectamente lo que encontraria. Con toda seguridad, instrucciones que debia seguir en tanto el llegaba. Lastimosos intentos de posesion masculina; lo mismo que en otras ocasiones, con otros hombres y otros cuerpos tan solo centrados en autocomplacerse. Abri el sobre poco esperanzada, desdoble la hoja que habia en su interior y lei: “Hola, Olga. Lo que hay en el baño es para ti. Lo que hay en la bolsa, dentro del armario, tambien, pero todavia no”
Deje el sobre y la hoja sobre la colcha y me dirigi cauta hacia la puerta del baño. La entreabri ligeramente y luego del todo. El baño no era muy espacioso, pero disponia de un yacuzzi en uno de los angulos de las paredes. Las baldosas de ceramica devolvian el brillo de las llamas de las velas dispuestas de forma aleatoria por todo el cuarto. La cera debia incorporar esencias, porque el aire estaba saturado de fragancias. Me acerque al yacuzzi y cogi un potecito de cristal que descansaba en el saliente mas cercano. Eran sales de baño aromaticas. A su lado habia una esponja natural todavia dentro de su envoltorio. En un gesto casi mecanico que me sorprendio a mi misma me incline y empece a graduar el agua para que saliera a la temperatura justa mientras abocaba las sales que inmediatamente empezaron a efervescer.
Quedaba algo pendiente en la habitacion. Asi que mientras me desabotonaba la blusa me dirigi hacia el armario y abri sus puertas. Dentro habia una bolsa de deportes con una notita sujeta con cinta adhesiva. Cogi la nota. En esta solo habia escrito “Todavia no”. Me sonrei por lo predecible que habia sido. Aun asi, alce la bolsa con la idea de ver que habia en su interior, pero un pequeño candado de combinacion me lo impidio. Con una ligera mueca de fastidio la volvi a dejar dentro del armario y segui desprendiendose de la ropa.
El agua estaba a la temperatura ideal y las sales habian realizado su tarea relajante a la perfeccion. Todos los musculos de mi cuerpo se habian distendido, estaban totalmente laxos, mientras el yacuzzi burbujeaba con suavidad, como si hirviera a temperatura ambiente. Con los parpados cerrados y esa sensacion de profunda suavidad en mi cuerpo solo notaba una leve carencia; algo que faltaba y me resultaba dificil definir. De repente, la voz melodica de un saxo empezo a sonar, vaporosa, casi como la lluvia en los cristales en una fria tarde de otoño. Me sorprendi y abri los ojos lo justo para ver como la puerta del baño se entornaba levemente.
—No abras los ojos. Cierralos, por favor —la voz de el fluia extraña a traves de la puerta.
Cerre los ojos y espere. Al cabo de unos segundos pude percibir como la puerta se abria y el leve taconeo de unos zapatos de hombre sobre el gres.
—Te ayudare a levantarte —una mano prendio la mia al tiempo que me impulsaba; de igual manera la mano me condujo fuera del agua, mientras me esforzaba en permanecer con los ojos cerrados.
Al instante senti el tacto suave de una toalla esponjosa sobre mi cuerpo y como las manos de el lo transitaban secandome por completo. Era una sensacion agradable, casi hipnotica, que me producia un ligero balanceo a lo largo de la columna vertebral mientras la textura rizada de la toalla frotaba mi piel absorbiendo la humedad, recorriendo de forma pausada cada recoveco, cada rugosidad y tersura.
—Ahora no te asustes. Es solo un antifaz. Quiero sorprenderte.
Note algo ante mis ojos. Cuando los abri solo habia negrura. Podia sentir como unos dedos intentaban anudar el cierre del antifaz por encima de mi nuca. Un ligero palpito de temor me inundo. Jamas habia estado a ciegas ante nadie.
—Tranquila. Nunca olvides que te adoro —la voz de el sono calida en mi oido, con un dulce matiz de afecto, al tiempo que finalizaba la frase con un beso vaporoso en el lobulo de mi oreja. Lo suficientemente tierno para que mi cuerpo volviera a relajarse, despues de vibrar levemente.
Conducida por sus manos salimos del baño y pude percibir en las plantas de los pies el roce de la moqueta. Llegamos al borde de la cama y el me volvio. Luego presiono con sutileza mis hombros para que me sentara en el colchon. Podia notar como la colcha habia desaparecido y solo quedaba el tacto sedoso de las sabanas. El saxo seguia sonando en la habitacion, reproduciendo la noche fria y ventosa de una ciudad del medio-oeste con sus acordes lastimeros. El acaricio mis cabellos morenos, deslizo el reverso de sus dedos por mi mejilla, y rozo mis labios carnosos con el pulgar. Intente decir algo, pero las palabras murieron sin traspasar el umbral de lo audible.
—Ahora tumbate boca abajo.
Siguiendo las normas de juego pactadas, lo hice y al poco note un fluido frio y denso sobre mi espalda. Luego unos dedos comenzaron a extenderlo y la frialdad se convirtio en calor. Esos mismos dedos se deslizaron sobre mi piel como si pudieran ver a traves de esta, separando, desmenuzando cada musculo, cada fibra, en una danza continua desde la rabadilla hasta los hombros. Mis brazos descansaban a los costados con las palmas hacia arriba cuando las manos de el se apoderaron del mas cercano al borde y lo ungieron de aceite, deslizando los dedos por sus musculos con fuerza hasta llegar a mis dedos practicamente inertes. El otro brazo siguio el mismo trato. Jamas me habia sentido tan blanda, tan fluida y a la vez con un indefinible punto de excitacion, y descubri que no era una sensacion totalmente desagradable. Para cuando volvi a centrar mi conciencia en aquellas manos, estas habian descendido hasta las piernas y estaban igualando el trato recibido por la espalda y los brazos. Hubo algo de dolor cuando los dedos llegaron a los musculos de mis tensas pantorrillas, pero con el masaje continuo este se transformo en algo pasajero y olvidado mientras la friccion llegaba a la planta de los pies. Entonces las sensaciones se agolparon. Nunca habia pensado verdaderamente en mis pies como una zona erogena hasta ese momento, pero lo cierto era que el roce de aquellos dedos parecia conectar directamente con cada nervio de mi cuerpo y este se tenso, al tiempo que mis pezones rozaban las sabanas y mis manos se crispaban. Con igual rapidez que se habian iniciado, los estremecimientos finalizaron cuando las manos dejaron de tocarme.
Pero fue solo una corta pausa en la batalla. Di un pequeño respingo cuando note el aceite deslizandose por entre los cachetes de mis nalgas. Esa no era una zona inexplorada, ciertamente, pero las experiencias sufridas me habian condicionado a procurar rehuir cualquier contacto salvo que yo pudiera ejercer cierto control. Sin embargo, aquellos dedos tenaces habian iniciado su tarea, incansables, y un indice se deslizaba por las paredes internas de las nalgas con extrema delicadeza, sin llegar a rozar el esfinter retraido. Un poco mas de aceite abocado directamente sobre este me previno.
—No. Por favor, no —dije con premura, intentando evitar mayor contacto.
—Shhh, tranquila, relajate. No ocurrira nada que no desees; pero dame una oportunidad.
Deseaba el dolor, era una de las razones por las que habia acudido. Un dolor que despertara en mi sensaciones nuevas, profundas, salvajes; un dolor ilimitado, cierto, sufrido sin mesura, intransigente. Lo deseaba y lo temia. No sabia si seria capaz de soportarlo, de ofrecerme totalmente al deseo de otro ser humano. Y en ese instante tome la decision. Habia pasado demasiado tiempo anhelando y ya era el momento de descubrir los limites.
—Esta bien, sigue —mi voz sono poco decidida, lo sabia, pero no habia marcha atras. Salvo que yo asi lo quisiera.
No hubo dolor. Aquel primer dedo explorador deslizo el aceite sobre el esfinter, ahora mas relajado, casi ofrecido al sacrificio, y penetro con suavidad hasta la primera falange al tiempo que el pulgar iniciaba un roce perpetuo sobre los labios de mi sexo, en los que empezaba a agolparse algo de sangre debido a la excitacion. El gesto se repitio de forma continua durante un buen rato, y mi esfinter se relajo lo suficiente para admitir el dedo hasta la segunda falange y el vaiven volvio a empezar. Era una sensacion extraña, no exenta de cierto placer extraño, que parecia empezar a generar sus efectos cuando de forma instintiva mis caderas se acompasaban con la insercion. Y esta ceso.
En un instante habia pasado del gozo a la nada y eso me enfurecio. Queria continuar, necesitaba continuar. No podia dejarme asi, a tan pocos pasos del placer, no lo merecia. No despues de haberme ofrecido.
—Aun no. Todavia no, cariño. Antes debes de desearlo de verdad.
—Lo deseo, lo deseo mucho, de veras. Continua —aunque habia sonado como una orden, en verdad era el ansia la que hablaba por mi y, nada mas decirlo, oi mi propio tono de voz y me arrepenti—. Perdoname. Pero sigue, por favor, estaba tan cerca.
—Sabes que eso no puede ser —sono algo apagado—. No puedo seguir, las reglas son otras. Si quieres que continuemos deberias darte la vuelta.
Lo hice a mi pesar, quedando boca arriba.
—Ahora te sujetare las manos a la cabecera de la cama, pero solo hare un nudo, asi que procura no tirar con demasiada fuerza, si no, se deshara —percibi que su voz continuaba apagada mientras sentia el roce de la cuerda en una de mis muñecas.
Cuando por fin estuve sujeta, mis manos estaban separadas como medio metro por encima de mi cabeza, y mi cuerpo quedaba asi totalmente expuesto e indefenso. De nuevo volvi a sentir en mi pecho aquel golpe de panico, y de nuevo me recordaba cual habia sido mi decision al respecto, aunque ello no aliviara en exceso la impresion de estar en un cadalso.
Una mano se poso en mi garganta ofrecida y la acaricio con suavidad, se deslizo hacia el esternon y descendio sobre mi vientre donde se entretuvo apenas rozando el tenue vello de la piel, produciendome escalofrios. Al cabo de un rato siguio su viaje hacia mi monte de Venus donde jugueteo con los ensortijados pelos que destacaban como una sima bajo la planicie de mi abdomen.
—Separa las piernas.
Las distancie apenas una rendija.
—Mas, un poco mas.
Cuando la separacion fue la adecuada, sus dedos se condujeron hacia mi sexo. Dejo al descubierto los labios menores y con habilidad descapullo el clitoris, rozando los alrededores de este con la punta del pulgar mientras el indice jugueteaba con los pliegues a la entrada de la vagina. Cerre con fuerza los ojos bajo el antifaz. Mis labios se fruncian en mi boca entreabierta que, a bocanadas, intentaba recuperar el aire que los sollozos de placer me robaban. El goce llegaba lento, en oleadas latentes, mientras los dedos circundaban los puntos de placer, acercandose y alejandose de estos de forma irregular, escurridiza. Mi cuerpo volvia a responder al deleite, a temblar y debatirse con las ataduras. Mis orejas y labios me enrojecieron debido a la excitacion. Mis pechos se hincharon y los pezones repuntaron, erectos y dolorosos. Deseaba que me tocara los senos, deseaba sentir la presion de sus manos, sin compasion, sin dulzura, de forma extrema.
Como si el pudiera conocer hasta mis mas intimos secretos, la mano que no estaba ocupada en la entrepierna se poso en uno de sus pechos y empezo a manosearlo, a amasarlo de forma ruda.
—¿Quieres que continuemos? A partir de aqui habra dolor, autentico —dijo el, si detener ninguna de sus actividades sobre mi cuerpo.
Desde que secara mi cuerpo en el baño la excitacion habia ido en aumento y ahora todo mi ser se agitaba y convulsionaba, y me costaba retener el aire en los pulmones, asi que mi contestacion fue mas un alarido que una palabra.
—¡Si! ¡Oh, siiiiiiiiiii!
La mano que estaba en mis pechos empezo a presionar los pezones con algo de fuerza, retorciendolos y dejandolos ir con un pellizco. La sensacion solo sirvio para acentuar la voluptuosidad que sentia en mi sexo hasta el punto sin retorno en que mi cuerpo, a pesar de las ataduras, se acuno sin mesura, tensando todos los musculos, apoyado en las plantas de los pies y moviendo en circulos las caderas que aun asi no pudieron evadir el tratamiento recibido, gracias al cual notaba el clitoris mas extendido que nunca, terriblemente rigido. Las sacudidas llegaron continuas, como si estuviera conectada a una maquina de electroshocks manejada por un maniaco que fuera variando la potencia cada pocos segundos. Era una sensacion duradera, incesante, intemporal, que cuando fue disminuyendo, con tenues toques de sus dedos sobre mis labios hipersensibles, me sumergio en un cauce en el que derivaba hacia el vacio.
Quizas por ello, el ramalazo de dolor que siguio fue aun mas intenso.
Algo habia atravesado una de mis aureolas muy cerca de la piel, por debajo del nivel de la tetilla, si bien no directamente debajo de esta; probablemente un alfiler o por el estilo. Pocas veces habia sentido semejante suplicio y el grito que solte fue descomunal.
—Asi no puede ser —dijo el con un tono reprobatorio—. No puedes gritar asi aqui, te lo adverti. Ademas, si te mueves tanto, puedo acabar haciendote daño —bromeaba, debia de estar bromeando. ¡Ya me habia hecho daño! ¿Acaso no habia oido mi grito?—. Habra que solucionarlo.
Aprovechando uno de mis lamentos introdujo algo en mi boca y lo sujeto tras mi nuca, al tiempo que me desprendia el antifaz. Podia verle y ver todo aquello que tenia preparado para mi, pero ya nadie oiria mis lamentos mas que como un sollozo apagado por la mordaza. A continuacion cogio uno de mis tobillos y lo anudo con una cuerda a la cabecera de la cama, junto a la muñeca correspondiente. Repitio la operacion con el otro tobillo, hasta dejarme totalmente inmovilizada y ofrecida a su voluntad. Queria chillar, queria que me desatara, queria irme, cuando el se inclino sobre mi y me beso el sudor de mi frente, el de mis mejillas, y acerco sus labios a mi oreja hablandome muy bajo, como si estuviera confesando un terrible pecado.
—Ahora empieza la diversion genuina —dijo—. Si quieres dejarlo solo tienes que soltar la barrita —y al tiempo que lo decia, depositaba un objeto pequeño y cilindrico en mi mano que yo agarre con fuerza.
Parte del temor se habia diluido cuando comprendi que en cierta forma el control seguia estando de mi parte, que era yo la que podia detener aquel martirio en cualquier momento, aunque tambien me pregunte hasta que punto estaba dispuesta a llegar antes de hacerlo, ¿cual debia ser la frontera a traspasar?
Otro alfiler cruzo mi otro pezon y, aunque el dolor fue semejante, no lo exteriorice en igual medida. Era como si mi cuerpo, al poder prevenir lo que iba a ocurrir, pudiera controlar mejor las sensaciones. Dos alfileres mas en cada pezon, colocados equidistantes formando un triangulo, me producian una sensacion de absoluta agonia, que aun asi vivia como si el cuerpo no fuera mio. Era algo chocante y perturbador.
Pude ver como con un segmento de cuerda hacia un nudo corredizo que luego abrio y paso a traves de mi pecho izquierdo, ajusto el nudo en la base hasta que la presion fue mas que evidente, sobre todo para mi.
—Por ahora, asi bastara —dijo, juraria que mas para el que para mi.
Con otro nudo corredizo sujeto la base de mi otro pecho. Luego prendio la tetilla y la apreto al tiempo que la estiraba. Aquel gesto, que unos minutos antes hubiera sido el centro de mi percepcion, ahora tan solo era un tormento mas en un torrente de padecimiento, casi insignificante. Pero no asi la pinza que sujeto en la tetilla. Esta ejercia una presion diabolica, y cuando alce la cabeza, mientras las lagrimas corrian por mis mejillas, pude ver como se sujetaba tenaz a mi carne. De su extremo caia una corta cadenita con un peso al final que pendia sobre la piel de mi pecho.
Cuando mis senos estuvieron alfileteados, anudados y pinzados por igual, parecio centrar su interes en mi zona genital. Yo aprete instintivamente la barrita en mi mano, como para comprobar que seguia ahi y el parecio apreciarlo, aunque no dijo nada.
Note su tacto sobre los labios mayores, como los apartaba y acariciaba los menores, como paseaba las puntas de sus dedos por la piel humeda debido al fluido que no habia parado de manar desde que alcanzara el orgasmo. Como volvia a prestar atencion a mi clitoris que aun conservaba parte de la dilatacion; sin embargo, ahora no presionaba sus alrededores, por contra lo cogio directamente entre dos dedos y lo presiono haciendolo rotar como quien juguetea con un cigarrillo diminuto. Juro que no sabia distinguir si era placer o dolor, tan solo habia una conmocion, un ahogo que estaba a punto de dejarme sin aire. Mi clitoris siempre habia sido una zona muy sensible, y rara vez habia recibido un trato tan directo, ni tan siquiera cuando me masturbaba. Y aquel hombre estaba atacandolo sin ningun comedimiento.
Con la mano que tenia libre cogio algo de la mesita de noche donde habia dispuesto el contenido de la bolsa de deporte. Me lo mostro y sonrio. Era un alfiler. Luego dirigio la mano hacia mis genitales. Yo empece a farfullar y sacudirme, a gritar bajo la mordaza. Queria traspasarme el clitoris y sabia que no podria soportarlo. Instintivamente aprete con mayor fuerza la barrita que habia en mi mano, cuando en verdad lo que ansiaba era soltarla. Sin embargo, la punzada no la senti en el clitoris, sino bajo la piel de uno de los labios mayores. Fue una dolorosa leccion que aprendi de inmediato; yo tenia el poder de dejar de sentir en cualquier momento, siempre que mi mano me respondiera, pero el tenia el control sobre las sensaciones que debia soportar en tanto eso no ocurriera.
Cuando mi respiracion y mi corazon se relajaron, despues de que se entretuviera un rato acariciando los costados de mi abdomen, como quien tranquiliza a un animal azorado, siguio guarneciendo mis genitales externos con aquellos alfileres. Cuando hubo clavado como media docena, cogio otro, mas parecido a una aguja por su grosor y me enseño ambos.
—Estos son casi de acupuntura —me dijo, en un tono normal—. Habitualmente tambien se pueden usar estos otros. Hoy no lo haremos.
No se si lo aprecio, pero lo cierto es que mis ojos le mostraron gratitud, tal era mi grado de entrega irracional, en aquel momento, hacia mi atormentador.
Habia deseado dolor y, evidentemente, lo estaba obteniendo a raudales. Y este crecio cuando el empezo a arañar la piel de los pechos con sus uñas bien cuidadas, como si la rastrillara. Con todo lo que habia ocurrido por debajo de mi pelvis no me habia dado cuenta de lo hinchados e inflamados que se habian puesto. Despues toqueteo los extremos que sobresalian de los alfileres y ello me produjo un latigazo de absoluto y profundo suplicio que desprendio nuevas lagrimas de mis ojos mientras la mordaza se humedecia con mas saliva. Las convulsiones resultantes estiraban y relajaban mi abdomen desplazando el bajo vientre y ello a su vez movilizaba los musculos de mi entrepierna que asi caian bajo el influjo de los alfileres ahi alojados. El conjunto era una sensacion de angustia total, de absoluto paroxismo.
—La aguja no, pero esto si —la voz de el me arranco torpemente de mi estado lo suficiente para apreciar lo que me revelaba.
Era un simple consolador, no demasiado largo pero si bastante grueso. Lo embadurno con los fluidos de mi vagina y lentamente, muy pausadamente, lo introdujo en esta como si colocara el tapon a un arma nuclear. Luego lo activo. Me habia preparado para sentir una vibracion fuerte e impulsiva, y lo cierto es que me decepcione. Era poco mas que un ronroneo ahogado por la agitacion del resto de mi cuerpo. A continuacion pude ver como separaba varias tiras de esparadrapo y luego senti como las colocaba sobre la entrada de mi vagina. No estaba especialmente entusiasmada con aquello. Poco a poco, podia percibir como descendia mi tension sexual, cuando el se inclino nuevamente sobre mi oido y volvio a susurrarme.
—Tranquila, dale tiempo. Yo necesito un baño —y era cierto, tenia toda la camisa empapada de sudor.
Se desnudo delante de mi y, en un ultimo gesto, acaricio la parte interna de mis muslos, que tan sensible he tenido siempre, produciendome asi un pequeño escalofrio. Despues se dirigio al baño y pude escuchar como vaciaba el yacuzzi del agua que yo habia usado y lo volvia a llenar de nuevo.
Hice un repaso mental de mi situacion mientras me preguntaba si era eso lo que deseaba, si el coctel de placer y dolor recibidos se compensaban entre si. El ronroneo habia ido creciendo poco a poco y ahora era mas un gruñido constante que hacia que el interior de mi cuerpo sufriera pequeños espasmos. Los alfileres de mis pezones no eran mas de una diminuta molestia en tanto no me moviera en exceso, al igual que la pinzas con pesas prendidas en mis tetillas. Y aunque la musculatura que rodeaba mi vagina empezaba a contraerse con diminutos estremecimientos, los alfileres de esa zona tampoco eran excesivamente molestos.
Sin embargo, conforme pasaron los minutos, el gruñido fue subiendo en intensidad hasta convertirse en un bramido. El consolador que habia dentro de mi se habia transformado en una maquina impia que vibraba de forma incontrolada aprisionada por mi propia musculatura interna, y su cadencia se transmitia a todo mi ser despertandolo al placer. Podia notar perfectamente como cada musculo y cada tendon respondian a los estimulos electricos que emanaban desde mis genitales. Mi columna se tensaba y mi cuello se endurecia mientras las fosas nasales casi eran incapaces de dar salida a mi respiracion. Mis piernas y brazos se estaban encalambrando y la agitacion hacia que notara mas que nunca la presencia de los alfileres en mi piel, pues cada movimiento los ponia de manifiesto.
Era algo totalmente insoportable, totalmente depravado y malicioso, que se apoderaba de mi voluntad y me hacia mascullar, murmurar, orar y berrear bajo la mordaza, como si de una posesion diabolica se tratara. Podia notar como la fruicion se acumulaba en mi cuerpo; como si de una bateria se tratara, iba fijandose en mis tejidos, acercandome al momento en que por fin pudiera liberarme.
Asi estaba, cuando sin haberme percibido lo vi a mi costado secandose el pelo con una toalla.
—Esta bien, si asi lo quieres, lo detendre —dijo, mientras hacia el amago de acercarse hacia mi entrepierna, despues de mirar mi mano.
Aun en mi estado tuve el suficiente control para dirigir mi mirada hacia la mano y ver que la barrita ya no estaba; seguramente se me habia caido en uno de los multiple espasmos. Note como una de las tiras de esparadrapo empezaba a desprenderse e inmediatamente comence a negar con la cabeza, con todas mis fuerzas, con las pocas que podia robar al continuo estremecimiento en que se habia transformado mi organismo.
—No, ¿de veras? ¿Estas segura?
Sin poder controlarme, empece a afirmar con la cabeza y la afirmacion se fusiono con el mas sublime orgasmo que hubiera alcanzado jamas, mientras me estremecia y el goce se asociaba con los multiples ecos de dolor que aun reverberaban, repitiendose una y otra vez, sacudiendome con estertores febriles.
Se acerco, y tras un instante durante el que se limito a esperar que regresara de mi conmocion, empezo a despegar el esparadrapo lo suficiente para extraer el consolador. Luego aflojo las cuerdas de mis pechos y asi siguio con los alfileres uno a uno. Cada extraccion me producia una sacudida en la que se mezclaban diversas sensaciones, que me devolvian a momentos antes, flashes de memoria incontrolables.
Cuando por fin estaba libre de los martirios, me desato los tobillos y me ayudo a bajar las piernas que tenia muy rigidas, casi entumecidas. Luego desato mis muñecas y las masajeo una a una entre sus manos para que la circulacion retornara. Yo podia notar las sabanas empapadas bajo mi espalda e intente incorporarme para secarme, aunque lo hice con tal rapidez que sufri un leve mareo. El me sujeto y luego me ayudo a ponerme en pie. La habitacion estaba en total silencio, la musica hacia tiempo que habia acabado, y solo la pulsacion de nuestro deseo era claramente audible en la estancia.
Me acerco hacia si y me abrazo con fuerza mientras sus labios exploraban mis labios. La friccion en mis senos adoloridos me enfebrecia por momentos, al igual que el roce en mi pubis de su sexo enhiesto.
Autor: x23820
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