IN SUBMISSION. SESSION 4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por x23820.
y, aunque los jovenes imberbes comienzan a llamarla de usted, no hay duda que es un animal sexual tremendamente bello y fascinante que habita en el mundo intermedio entre el placer y el dolor. Ahora lo se.
Aquella tarde nos encontramos para charlar despues de varias semanas sin vernos y la conversacion nos llevo por derroteros que casi nunca tocabamos. Ella ya conocia algunos de mis gustos sexuales y, aunque no parecia compartirlos, ambos nos respetabamos lo suficiente para no entrar en criticas futiles. Sin embargo, me sorprendio, como no creia que fuera posible, cuando me revelo uno de los aspectos de su sexualidad mas ocultos, al menos para mi.
—Me gusta el dolor —me espeto, casi sin venir a cuento; no como quien dice “me gusta el chocolate”, si no mas bien como una confesion largo tiempo contenida.
— ¿Y…? —Dije, sin saber muy bien que queria que hiciera yo con ese nuevo conocimiento.
—Tu… en fin… practicas…
— ¿Que quieres decir con “me gusta el dolor”? —La interrumpi, al ver su indecision—. ¿Te gusta sufrirlo? ¿Causarlo? ¿Ambas cosas?
—Sufrirlo. Cuanto mas, mejor —dijo, con premura.
— ¿Y…? —Volvi a repetir. Veia por donde queria ir; pero deseaba que fuera ella la que pronunciara las palabras.
—Hasta ahora, no he encontrado a nadie que llegue hasta donde yo quiero y habia pensado que tu…
—Que yo…
—Que tu, quizas, podrias… hacerlo.
—Quieres que yo te cause dolor, ¿no es eso? —Ella afirmo con la cabeza. Su rostro estaba muy ruborizado; pero no era tarea mia hacerselo facil, no cuando se habla de dolor— ¿Que tipo de dolor?
—Sexual, bueno, eso, fustas, pinzas,…
— ¿Eres masoquista?
—Si, creo que si.
— ¿Y te avergüenza serlo?
Ella afirmo con la cabeza, levemente.
—Un poco.
—Entonces, puede que no seas una autentica masoquista, puede que haya solo algunos aspectos que te atraigan, solo eso. La parafernalia es muy atractiva para mucha gente.
Ella nego con la cabeza.
—No, los adornos no me interesan, y creo que a ti tampoco, ¿verdad? —Afirme ante su pregunta—. Es el dolor, sentir como mi cuerpo se inunda con el, como invade mis fibras y me reduce; sin embargo, jamas he encontrado a nadie que me haga capitular. Me conoces mejor que la mayoria —eso es mucho decir despues de esto, pense— y he pensado que quizas tu si puedes llevarme hasta donde quiero llegar.
Me rei un poco, de forma contenida.
— ¿Te hago gracia? ¿Sabes lo que me ha costado pedirtelo? —Se estaba poniendo furiosa al creer que yo me burlaba de ella.
—No. No es eso. Lo que ocurre es que al principio de conocernos fantasee, como cualquier hombre, con poder llevarte al huerto, a mi huerto, y abandone la idea cuando me enviaste señales muy claras de que en mi solo buscabas un amigo. Asi que ya lo ves, deje correr el tema en pos de nuestra amistad.
—Y eso es lo que quiero, no te engañes, un amigo. Un amigo muy especial que me de aquello que otros no pueden darme.
—Bien. Deja que lo piense unos dias, ¿quieres? No es una decision facil.
—De acuerdo —su tono era bastante serio, asi que supuse que no bromeaba en absoluto. En cierto modo, me atemorizo su arrojo; no es facil confesar ciertas cosas a los demas. Asi que decidi cambiar de tema.
—Hablando de otra cosa. ¿Que libro estas leyendo ultimamente?
—“Historia de O”. ¿Lo conoces? — ¡Oh, vaya!, pense, empezamos mal. Otra que ha leido el dichoso librito.
En ciertos aspectos, lo que Carmen me propuso era un reto; no un reto tecnico —la parte tecnica la tenia mas o menos cubierta—, si no mas bien un reto moral y psicologico. Cuando una buena amiga, a la que procurabas mirar con ojos asexuados, te pide que la tortures para proporcionarle placer, lo mas probable es que la relacion posterior se complique en exceso, y eso era algo que queria evitar a toda costa. Por otra parte, si me negaba sin darle una razon de peso, seguramente tambien se sentiria ofendida o, lo que es peor, vejada, despues de haberme confesado sus deseos mas profundos.
Asi que decidi darle satisfaccion, aunque no de la manera que ella esperaba. De alguna forma tenia que asumir el control de la situacion si queria evitar un fracaso que aparecia como ineludible. Debia urdir un plan de accion pautado al detalle. Y asi lo hice. Cuando la llame, quedamos para el sabado siguiente en mi casa.
Al abrir la puerta pude ver que se habia vestido de forma muy atractiva. Una falda bastante corta mostraba sin pudor sus preciosas piernas, cuyas pantorrillas quedaban moldeadas por unos zapatos de tacon que no toda mujer podria llevar. El conjunto lo completaba una blusa semitransparente bajo la cual se vislumbraban sus senos, contenidos por un sujetador repleto de filigranas de encaje.
—Estas muy guapa —le dije.
—Gracias. ¿Te gusta?
Afirme con la cabeza y la invite a pasar, conduciendola hasta el salon.
—Sientate, por favor. Ponte comoda. ¿Te apetece beber algo?
Ella nego. Estaba mas nerviosa de lo que aparentaba. Y yo procuraba aparentar mas tranquilidad de la que en verdad poseia en ese momento. Asi que decidir entrar en materia sin mas dilacion.
Me sente a su lado y cogi unos papeles de encima de la mesa de cafe.
—Esto es un contrato de sumision —le informe—. Posee una serie de clausulas en las que se detalla como sera nuestra relacion —ella me miro algo confusa—. Lo unico que pretendo con esto es fijar los limites de lo que ocurrira entre nosotros. No te sorprendas, es mas habitual, entre comillas, de lo que puedas pensar. Basicamente dice que durante un periodo de seis horas, a partir de la firma, yo asumire el rol de Amo y tu el de mi sumisa, obedeciendome en todo, y que en dicho periodo debere realizar todas las acciones que considere necesarias para proporcionarte el maximo dolor, sin exceder los limites que pondrian en riesgo tu salud o tu vida. A cambio de mis “atenciones”, tu deberas realizar para mi un servicio.
Me detuve un instante para comprobar su reaccion. De momento parecia interesada, asi que prosegui.
— ¿Tienes alguna pregunta? Antes de firmar, leelo con detenimiento. Hay dos copias, una es para ti y otra es para mi. Yo ya he firmado ambas.
Ella leyo una de las copias mientras la observaba en silencio.
— ¿Que quieres decir con un “servicio”? —Me pregunto cuando termino de leer la hoja.
—Algo que yo te pedire que hagas para mi para proporcionarme placer.
Hizo un mohin con la nariz. Creia saber con bastante claridad en que pensaba en ese momento, y no me defraudo.
—Nada de penetraciones. Ni por delante ni por detras. ¿Entendido?
—Esta bien —respondi—. Si es eso lo que quieres, nada de penetraciones, ya se me ocurrira otra cosa. Puedes añadirlo al contrato, si asi te quedas mas tranquila.
Lo hizo. Y, cuando acabo de escribir, firmo ambas copias.
—Bien —dije mientras se las cogia de las manos—. Ahora son poco mas de las doce y cincuenta. ¿Te parece que comencemos a la una?
Ella afirmo con la cabeza y yo escribi la hora en ambas hojas, junto a la fecha. Luego le pase una.
El reloj del salon emitio una campanada y callo. Entonces me puse en pie. Ella me miro, todavia sentada.
— ¿A que esperas? Levantate y sigueme.
Poco a poco, se alzo y quedo inerte ante mi. Yo me di la vuelta y comence a caminar hacia el cuarto de punicion. Cuando estaba a medio camino me di cuenta que no oia sus pasos, me pare y mire hacia atras. No se habia movido.
—Vamos. ¿Piensas venir?
—Si —dijo en voz muy baja y dio un paso muy corto, vacilante.
—Espera —le dije, volviendo a su lado. Tenia que romper esa sensacion que la debia estar poseyendo de querer huir de lugar—. Primero, desnudate.
Paso unos segundos sin realizar un solo movimiento, probablemente luchando consigo misma ante el nuevo reto que se habia planteado. Luego empezo por desabrocharse la blusa. Mientras lo hacia, mantuve la vista fija en sus ojos, apenas percibiendo de forma periferica el cuerpo que empezaba a revelarseme; pero sintiendo con fuerza la voluntad que emergia en sus pupilas.
Cuando solo le quedaban las prendas interiores, me aleje un par de pasos y la contemple iluminada por la luz dorada que pasaba a traves de las cortinas; esta se reflejaba sobre las prendas de saten y su piel, creandome la sensacion de estar contemplando un ser fantastico; sin embargo, debia proseguir.
—Primero las braguitas.
Ella se paro, con los brazos detenidos a medio camino de su espalda. Los bajo hasta sus caderas y comenzo a quitarselas, se detuvo un instante, cuando apenas su pubis era visible, quizas dudando por ultima vez, y luego continuo. Despues, se desprendio del sujetador.
Deslice mi mirada por su cuerpo y ella vibro levemente, como si pudiera percibir su tacto. Su piel practicamente resplandecia, y sus senos gravitaban suculentos, plenos. Contuve mi deseo de abrazarla y apoderarme de su ser en ese mismo instante. Mas adelante, ya abria tiempo.
—Eres preciosa; pero debemos empezar. Ve hacia aquel cuarto.
Ella me miro y luego miro la puerta abierta. Cuando camino hacia ella me quede detras embelesado por sus formas tan atrayentes
Aquel cuarto lo habia adecuado para ciertas practicas que, por lo general, suelen ser bastante ruidosas, asi que estaba insonorizado, y que requieren algun material especial, aunque tampoco habia nada excesivamente aparente, ya que detesto las florituras. Asi que cuando atraveso el quicio se quedo parada en medio observandolo todo, como un niño que entra en una jugueteria por primera vez. Yo me detuve a su espalda, casi rozandola.
—Entra —le ordene, muy a mi pesar, ya que podia notar el calor de su cuerpo tan cerca del mio.
Dio varios pasos mas sin dejar de mirar a su alrededor.
—Ahora escuchame bien —le dije. Se volvio, centrando su atencion en mi—. A partir de este momento, tal y como consta en el contrato, soy tu Amo y, por tanto, debes obedecer mis ordenes. ¿Entendido? —Afirmo con la cabeza—. Muy bien. Cuando te dirijas a mi lo haras con respeto y siempre finalizaras las frases con la palabra “Amo”. ¿Si? —Ella volvio a afirmar—. Quiero oirte.
—Si,… Amo —su voz sono algo queda.
—Bien, muy bien. Ahora te sujetare.
De un mueble con multiples cajones y estantes cogi un collar de castigo de cuero, de casi tres centimetros de ancho, y dos conjuntos de grilletes, tambien anchos y de cuero, uno para las muñecas y otro para los tobillos. Todas las piezas estaban forradas por dentro para evitar rozaduras. Me dirigi a donde estaba, casualmente el centro justo de la habitacion, y le coloque el collar. Para hacerlo tuve que doblar las rodillas un poco, ya que ella es mas baja que yo. En principio, a esta pieza no iba a darle uso alguno, pero queria que se sintiera en mi poder desde el primero momento. Luego, en cuclillas, le coloque los grilletes en sus tobillos; no desaproveche la ocasion para acariciar levemente la piel de estos y la del empeine de sus pies, tan delicados, tan deliciosos. Me alce para acabar de sujetarla.
—Pon las manos en la nuca —lo hizo y le espose las muñecas uniendo los grilletes entre si de forma que las palmas de las manos quedaban opuestas.
Asi sujeta, con la ayuda de un pequeño mando a distancia, deje ir un par de metros de una correa de nylon que se desplego desde una polea en el techo, semejante a las correas extensibles que se usan hoy en dia para pasear perros, esta disponia de un pequeño motor electrico controlable con el mando que permitia extenderla, hasta siete metros, o recogerla a voluntad. Muy practica a la hora de mantener en su sitio a una sumisa. Engarce los grilletes a la correa mediante un mosqueton y la recogi en parte hasta que dejo de colgar holgada, aunque sin tensarla, todavia. Su cuerpo se mostraba ante mi de una forma tal que era puro deleite, y mi pene empezaba a dolerme, contenido como estaba en su dilatacion por el slip y el pantalon. Lamentablemente para el, y para mi, hoy no obtendria el tipo de satisfaccion deseado, puede que, si lo hacia bien, verdaderamente bien, mas adelante ambos consiguieramos nuestra recompensa tan anhelada. Un contrato es un contrato, al fin y al cabo. Volvi a concentrarme en la escena. Debia proseguir con el guion.
—Antes de seguir adelante —le dije—, necesito saber si verdaderamente vas a ser obediente. Por ello, he pensado que primero me prestaras tu servicio. Arrodillate.
Con un brazo la sujete por la cintura, mientras que dejaba ir correa hasta que estuvo arrodillada. Luego me puse delante de ella, de forma que mi bragueta, que en aquel momento dificilmente podia disimular mi estado de excitacion, quedaba casi a la altura de sus labios. No dijo nada, aunque era evidente que creia saber en que consistiria su servicio, ya que, de forma instintiva se humedecio los labios, como preparandolos para su proxima tarea.
— ¿Sabes?, hay algo que he visto en algunas peliculas y que siempre he querido que hicieran para mi, y creo que esta es la ocasion —sorpresivamente me volvi y me dirigi hacia la puerta—. Ahora vengo. —Aquel era un golpe de efecto que pronto seria superado.
Cuando volvi y me vio entrar con el orinal en las manos, sus ojos se abrieron como platos.
—Esta mañana he hecho esto especialmente para ti, espero que sepas apreciarlo. Creo que su sabor sera de tu agrado —y deje el orinal unos palmos delante de ella.
Desde donde estaba sujeta podia ver perfectamente el liquido ambarino que llenaba cerca de un tercio del recipiente y, flotando en este, un par de masas pastosas de color ocre oscuro.
No salia de su asombro. Estaba como embobada mirando el orinal. Asi que deje ir un poco mas de correa para que pudiera inclinarse. Como no se movia, decidi incitarla, obligarla a tomar una decision que, de ser la esperada, la conduciria por la senda que habia trazado para ella.
—Adelante, sin remilgos. ¿A que tiene una pinta deliciosa? —Mi tono de voz debia resultarle exasperante, rozando la burla.
Me miro y en su rostro habia un conjunto de expresiones como jamas habia visto en nadie: asco, ira y miedo se mostraban por igual.
— ¡Estas chalado! —Grito con fuerza—. No pienso acercarme a eso. ¡Sueltame inmediatamente, chiflado! —Y, aun de rodillas, empezo a lidiar con los grilletes y la correa que la tenian sujeta.
—Ni hablar. Has firmado un contrato. Te has comprometido a prestarme un servicio y ahora no te puedes echar atras. Asi que ya te estas inclinado y dandome el gusto. ¡Ah!, por cierto, no me has llamado Amo. —Aquello resulto ser la guinda.
— ¿Amo? ¿Amo? ¿Quieres que te llame Amo, chiflado de mierda? —Estaba verdaderamente furiosa, una autentica delicia—. ¡Sueltame, cabron!
—Esta bien. Si no lo haces por las buenas, aprenderas a hacerlo por las malas.
Fui hasta el mueble y de un cajon saque una mordaza comprada para la ocasion. Este modelo le permitiria morderlo con fuerza sin hacerse daño y, ademas, unos orificios en su centro garantizaban la entrada de aire. Obviamente sus gritos tambien se oirian en cierta medida; pero, en aquel cuarto, eso importaba poco.
Con el mando tire de ella para arriba sin llegar a enderezarla del todo. Como pudo se apoyo en los pies manteniendo las rodillas algo dobladas. Sus brazos sujetaban todo su peso y eso debia de causarle no pocas molestias. En ningun momento dejo de soltar imprecaciones; asi que me coloque a su espalda y aprovechando uno de sus insultos le endiñe la mordaza, sujetandola todo lo rapido que pude. Aun asi, sus berridos eran bastante audibles, como si estuvieran sacrificando a un gorrino.
Aparte el orinal hacia una esquina del cuarto y del mueble cogi una barra separadora que engarce en los grilletes de los tobillos, muy a pesar suyo y corriendo un serio riesgo personal. De esta forma no podria evitarme ni moverse en exceso. Luego la alce un poco mas hasta que quedo apoyada en las puntas de los pies, totalmente a mi merced.
—Bueno, como veo que no quieres cumplir tu parte del trato, puede que yo no deba cumplir la mia. Me parece que me voy a divertir mucho contigo. Te propongo una cosa. —Por primera vez en varios minutos dejo de emitir sonidos y me presto atencion—. Te liberare cuando me asegures que daras satisfaccion al servicio que te he pedido, mientras tanto dispondre de ti a mi conveniencia. —Ella volvio a gritar y sollozar bajo la mordaza, preguntandose como habia podido caer en las manos de semejante maniaco. Yo, por mi parte, continue con el guion.
— ¿Que como sabre que estas dispuesta? Buena pregunta. —Cogi una esfera de acero de un par de centimetros de diametro que llevaba en el bolsillo y se la enseñe—. Te pondre esto en la mano. Cuando creas que estas preparada para obedecer solo tienes que soltarla. Facil, ¿eh? Pero no te atrevas a soltarla sin estar dispuesta, porque entonces sera peor. ¿Entendido?
Ella resoplo por toda respuesta y yo me dispuse a complacerla.
Tenia que descubrir cual era el limite de su umbral de dolor; pero, antes que nada, deberia calmarla, si no queria que le diera un ataque de ansiedad debido al berrinche en que estaba sumida. Asi que frote las palmas de mis manos con aceite corporal y luego las puse en su espalda, acariciandola con dulzura —no pude evitar depositar un beso en la base de su nuca que quedaba totalmente ofrecida al llevar el pelo recogido con pasadores—, deslizando mis dedos por sus omoplatos, su columna, su cintura, muy lentamente, sin prisa alguna, intentando demostrarle que tambien sabia ser dulce y considerado, aunque puede que en aquel momento ella no estuviera por la labor de reconocerlo.
Fue reduciendo el volumen de sus quejas en tanto mis manos se acercaban a su vientre, sin duda debia notar mi presencia a su espalda y como mis dedos ascendian por su esternon, apenas rozando la piel, hasta posarse en sus pechos, tan dulces, tan suaves y calidos. Los agasaje deslizando las puntas de mis dedos por su piel, palpando las aureolas que empezaban a contraerse y endurecerse, mientras sus protestas se entrelazaban con leves gemidos. Podia percibir perfectamente como sus senos se dilataban bajo el influjo de mi tacto, como se inundaban de un calor profundo que abrasaba mis yemas. Cuando los abandone, muy a mi pesar, despues de manosearlos y friccionarlos durante varios minutos, de sus labios sellados surgio un leve suspiro de frustracion, clara evidencia de lo fogosa y sensual que era.
Mis manos bajaron deslizandose sobre su piel hasta que se posaron en su pubis. Lo note poblado, denso, asilvestrado y juguetee durante unos segundos con los pelos que se ensortijaban. Pero no me detuve ahi, si no que descendi hasta que adverti el tacto calido y acogedor de su vulva totalmente expuesta a mi capricho. Ella reculo intentado huir del contacto, aunque con mi cuerpo practicamente apoyado en sus espaldas le fue imposible y, tanteando, mis dedos separaron los labios. Cerre los ojos y deje que la textura de su piel me guiara, deslizando las puntas sobre el reborde del orificio de su vagina. Podia notar como este apenas se habia dilatado y estaba algo reseco; deje un par de dedos de mi mano izquierda jugueteando con sus rugosidades, sin forzarla, tan solo merodeando por las cercanias de tan delicioso lugar, mientras la otra mano buscaba a tientas su clitoris. No me fue dificil hallarlo, e inicie una rotacion suave a su alrededor, sin llegar a tocarlo para evitar, en aquel momento tan delicado, que el mas minimo dolor la perturbara. Solo habria placer hasta que la tuviera en el punto de excitacion adecuado. Oia perfectamente como su respiracion se aceleraba y amansaba en funcion de la friccion, como su cuerpo cedia poco a poco a la lubricidad, alejandose del enojo que la habia invadido, ondulando bajo mi cuerpo, enardeciendose y condenandome de forma involuntaria a un castigo mucho mayor que el que le aguardaba.
Cuando fue evidente que se habia rendido a las sensaciones, me aparte de ella de forma subita. Empezo a agitarse y volvio a farfullar bajo la mordaza; sin embargo, era obvio que habia perdido gran parte de la tension previa y que esta vez la rabia se debia a causas mas frustrantes e impudicas.
Entonces volvi a poner aceite en mis manos y las acerque a su vulva, para entonces notablemente excitada. Lubrique esta e incluso introduje un dedo en la entrada de la vagina hasta la primera falange. Al cabo de unos segundos empezo a bramar con fuerza, moviendose con convulsiones muy energicas. El aceite picante que habia utilizado esta vez estaba haciendo su labor, eficiente y metodico, enloqueciendola con un ardor y un picor tales que podian convertirte en un demente. Pense en aplicarlo a la entrada de su pequeño ano, pero desisti; quizas mas adelante. De momento, actuaria sobre ella durante unos cuantos minutos creandole una sensacion de molestia que se sumaria a lo que se le avecinaba.
Fui hasta el mueble y cogi algunos utensilios. Luego me coloque ante ella y le mostre el primero de los martirios. Un conjunto de tres pinzas unidas por cadenitas. Cuando le coloque la primera pinza metalica en el pezon intento apartarse hacia atras. Sin mas le di una bofetada, la verdad no muy fuerte, a la que respondio con una mirada desafiante, y le coloque la otra pinza en el otro pezon. Debian dolerle bastante, aunque no tanto como la que le fijaria a continuacion. Mientras con una mano abria la pinza, con la otra localice su clitoris y pellizque un poco de piel a su alrededor, lo suficiente para prenderla. Al dejarla ir su cuerpo se sacudio con fuerza. Una vez colocadas las pinzas, las cadenitas quedaron suavemente tensadas, aunque las convulsiones que nacian de su vulva aceitada hacian que en algun momento ejercieran toda su traccion, reflejando el padecimiento en todo su fisico. Era un deleite sublime para la vision ver como los musculos luchaban por controlarse bajo su piel morena.
Ahora pasaria a la siguiente fase, asi que me prepare arremangandome la camisa hasta los codos. Me movi hasta tener su costado enfrente y pose mi mano izquierda en su garganta, sin apretar en absoluto, mas para sostenerla que otra cosa, al tiempo que la palma de mi otra mano acariciaba sus nalgas, algo tensas debido a la postura. La verdad es que el tacto de su piel en una zona tan exquisita era muy agradable, casi hipnotico, y tuve que ordenarme a mi mismo proseguir. Aparte mi mano para tomar impulso y le aplique el primer azote con los dejos juntos, si bien, como habia aprendido por experiencias anteriores, la deje ligeramente muerta para acrecentar su efecto. El resultado fue un chasquido que resono en la estancia. Bufo. Continue azotandola una y otra vez, espaciando los cachetes para permitir que sintiera cada uno de forma unica y atacando diferentes zonas de sus nalgas que, con lentitud, se iban enrojeciendo, mostrando las marcas de mis dedos con trazos superpuestos. Debia de dolerle bastante, pero enmudecio del todo, como si no deseara expresar el trance de padecimiento que debia estar sufriendo. Estuve azotandola con constancia durante bastante tiempo, sin que diera muestras de derrota, aunque mi mano si empezaba a darlas. Era obvio que su umbral superaba con creces aquel ejercicio de calentamiento, entonces decidi subir el nivel.
Me agache y recogi la pala. Era una pala estupenda, flexible y no muy pesada que causaba un efecto de quemazon delirante. Cambie de costado, volvi a sujetarla por el cuello y le aplique el primer golpe. Restallo sobre su piel ya castigada y, esta vez si, dejo escapar un jadeo. Pero no se repitio en los siguientes golpes. El silencio en el cuarto era total salvo por las salvas que producia la pala en sus nalgas y el muy leve, casi imperceptible, resoplido en su respiracion, unica evidencia de que notaba los impactos.
Los minutos pasaron lentos en tanto los palazos caian sobre sus nalgas, que ya empezaban a estar bastante coloradas, al rojo vivo, diria yo. Cuando ya llevaba un buen rato aplicandoselos, solto un leve quejido, asi que alargue el castigo durante varios minutos mas, esperanzado en conseguir doblegarla sin tener que recurrir a nuevos y mas feroces metodos. Al terminar, sus posaderas habian cambiado de fisonomia, ahora estaban hinchadas, rotundas, de un tono casi granate con algunos toques mas oscuros. Seguramente debian de atormentarle bastante, aunque no daba muestras de ello. Decidi torturarla con un antiguo truco solo apto para sumisos muy entregados y volvi del mueble con un potecito repleto de sal marina. Eche un puñado en mi mano y se lo restregue con fuerza por la piel castigada. Solto un alarido que la mordaza fue incapaz de reducir, pero de inmediato se contuvo, aunque sus sollozos no quedaban ocultos. Me fije en que su mano apretaba con fuerza la esfera.
En un principio no crei que tendria que ir mucho mas alla de donde habia llegado; pero, ahora, estaba claro que deberia superar la fase de un simple castigo y pasar a un sometimiento mas profundo. Su resistencia al dolor no dejaba de sorprenderme. En verdad era algo fuera de lo corriente, y que obtuviera placer de ello era aun mas sorprendente. Deberia aplicarme mucho mas si queria quebrar su voluntad. Y deberia aplicar tecnicas mas agresivas y dolorosas para ello. Ella me miro, y crei percibir una sonrisa de satisfaccion disfrazada por la mordaza.
Desprendi las pinzas de sus pezones tirando de las cadenitas muy lentamente. Primero salto la de su pecho izquierdo, haciendola rebotar al tiempo que gemia, luego la del otro pecho, produciendo el mismo efecto. Quedaba la del clitoris. Estire con toda la parsimonia que fui capaz, notando como la pinza se deslizaba apresando tan solo el clitoris para terminar saltando de este. El grito, contenido a su pesar, señalo el momento justo en que se desprendio.
Luego, con mi mano sopese su pecho izquierdo. Lo alce y comprobe su morbosidad, su consistencia y el calor que de el manaba. Ciertamente no era el pecho de una puber, sino el de una mujer, carnoso y voluminoso, del todo deseable. Tenia de contenerme y contener mi apetito si no queria que la calentura que me estaba invadiendo acabara conmigo.
Pase la cuerda por su base y comence a enrollarla como si de un vendaje compresivo se tratara; vuelta tras vuelta hasta cuatro, dejando suficiente cuerda en los extremos para anudarla con fuerza. Ella intentaba ver que le habia hecho inclinando la cabeza hacia abajo. Le deje hacerlo para que de esa forma advirtiera como repetia la tarea con su otro pecho. Al principio no seria mas que una molestia, una presion algo intensa; sin embargo, conforme pasara el tiempo la sangre se iria acumulando en sus senos y estos se sensibilizarian y tensarian, haciendolos receptivos a multitud de suplicios interesantes.
Me dirigi a la pared y, de entre unos cuantos instrumentos de azote, descolgue un viejo cinturon de cuero, desgastado por el uso tan placentero que le habia dado a lo largo de los años. Lo blandi en el aire unas cuantas veces hasta que mi brazo recordo su trazo y me acerque al cuerpo de Carmen que en aquel momento estaba moviendo la cabeza como si negara repetidas veces, seguramente inducida por las primeras sensaciones que los cordajes producian en sus senos tan hermosos y tan martirizados en aquel momento.
Comence con azotes al azar sobre sus ya castigadas nalgas, sin una cadencia fija ni un punto de interes particular. Era delicioso ver como se apartaba hacia un lado u otro intentando anticipar el contacto, intentando evitar lo que al fin y al cabo era inevitable; y aquella fue la primera muestra de que algo en ella empezaba a ceder. Los azotes continuaron mientras su cuerpo se balanceaba de forma ritmica, intentando equilibrarse sobre las puntas de los dedos de sus pies, tensos por el esfuerzo.
Poco despues la punta del cinturon lamia de forma elastica sus muslos, alternandose entre uno y otro, totalmente abiertos y ofrecidos gracias a la barra que separaba sus tobillos. Producia un sonido chasqueante, casi melodioso en el silencio de la habitacion, dejando marcas sobre la piel virgen que parecian indicarme cada punto de contacto, mientras fui bajando hacia sus pantorrillas endurecidas por mantenerse de puntillas. Sus gemidos, de forma pausada, casi como un gimoteo infantil, comenzaban a ser audibles y ello me incito, por un momento, a aplicar mas fuerza al cinto de la que en verdad deseaba en aquel momento. Me detuve cuando la oi claramente sollozar bajo la mordaza. Entonces decidi llegado el momento de aplicarle una nueva forma de dolor y enrolle parte del cinturon en mi mano dejando una tira de un par de palmos y me coloque ante ella.
Su cuerpo temblaba y sobre su piel brillaban rastros de sudor como si hubieran esparcido purpurina aqui y alla. La mire a los ojos y estos me devolvieron una mirada de alarma que antes no estaba ahi, aunque su mano seguia aferrando la bolita como si en ello le fuera la vida. Obviamente, aun no estaba dispuesta a capitular; asi que prosegui, esta vez azotando su abdomen con golpes secos y rapidos, menos fuertes que los aplicados a su trasero, pero tanto o mas dolorosos. La percusion del cuero sobre su piel hacia que sus musculos se expandieran y contrajeran a un ritmo sorprendente; cuando llevaba unos minutos aplicandole el castigo en esa zona, me detuve y palpe con mi mano libre. Estaba muy caliente, y las marcas del cinturon eran claramente visibles.
En ese momento aprecie como los pechos habian llegado al estado deseado. La parte que sobresalia de la base anudada parecia un hongo algo amoratado y tenso; las aureolas se habian expandido mostrando unos pezones erguidos y duros. Acaricie esa piel tan turgente y arañe levemente los pezones en uno y otro pecho. El gesto me valio unos suspiros profundos como lamentos. Entonces volvi al escarmiento, esta vez azotando las aureolas de tan soberbio obsequio, apenas unos toques y no muy fuertes, desde luego, pero si lo justo para apreciar como se convulsionaba mientras cerraba los ojos y de su garganta surgia un ronquido continuo, casi acompasado en sus subidas y bajadas con los vaivenes del cuero de uno a otro seno.
Una vez sensibilizados por semejante tratamiento, me detuve y acerque mi mano libre; pero, esta vez, comence a pellizcar tan tierna y mortificada piel de forma brutal, sin contemplaciones. La agonia que le debia estar produciendo aparentaba ser terrible, porque berreaba sin control y la verdad es que temi fuera oida por alguien a pesar de la mordaza y la insonorizacion. Asi que me detuve y localice mi proximo objetivo.
En ese mismo momento la bola callo al suelo con un golpe seco.
Vi como rodaba como medio metro y se detenia a pocos centimetros de mi pie. Me incline y la recogi. Cuando me alce su mirada era de temor.
—Veo que al fin has entrado en razon —le dije.
Ella nego fervientemente con la cabeza.
— ¿Ah, no?
Sus negativas fueron en aumento.
— ¿Asi que no la has soltado? ¿Es eso? —Afirmo de tal forma que casi crei que se haria daño en la nuca—. Se te ha “caido”. ¿Es eso? —Ella siguio afirmando—. ¿Y que hacemos ahora? ¿Vas a hacer el servicio que te pedi? —Nego—. ¿Tu que harias en mi lugar? —Sus ojos eran la imagen pura de la desesperacion—. ¿Sabes lo que hare? Te volvere a dar la esfera. Sin embargo… —y me pare a media frase para ver como su mirada recuperaba una cierta esperanza para luego apagarse de nuevo— …si se vuelve a caer de tus manos sin que estes dispuesta a obedecer, los castigos sufridos hasta ahora te pareceran una merienda campestre. ¿Lo entiendes?
Ella afirmo con la cabeza y yo devolvi la bolita a la palma de su mano que se cerro aferrandola.
De nuevo ante los instrumentos de azote, devolvi el cinturon a su sitio, y escogi una fenomenal vara de bambu, una de mis adquisiciones mas recientes, flexible y dura cual gimnasta.
Otra vez ante su cuerpo, me puse en cuclillas y observe atentamente su vulva. A pesar del dolor que debia de estar sufriendo en todo su ser, esta presentaba signos de humedad, de una suave y abigarrada excitacion que habia hinchado sus labios y enrojecido la piel. Crei que era hora que sufriera un correctivo autentico y me dispuse a aplicarselo con toda la dureza que le correspondia.
Aunque su posicion no era la mas comoda para hacerlo, decidi no cambiarla ya que ello romperia el climax logrado hasta el momento. Simplemente me limite a blandir la vara como si de un asa se tratara y me coloque a sus espaldas para que al principio le fuera imposible saber lo que se le avecinaba.
El primer varapalo sobre sus labios vaginales fue casi de prueba, aunque no asi el terrible lamento que surgio del interior de su cuerpo y la dejo oscilando, pendida de la correa que sujetaba sus muñecas. Deje que se calmara y volvi a azotarla en el centro justo de tan tierna parte. Por un instante intento contenerse, pero de inmediato volvio a aullar. Evidentemente su resistencia estaba capitulando y ello no hizo sino convencerme de que por fin conseguiria mi objetivo.
Gire para situarme ante ella y pude ver como las lagrimas recorrian sus mejillas. Coloque mi mano bajo su menton y le alce el rostro. Este estaba totalmente congestionado.
—Rindete —le dije.
Ella nego con la cabeza.
Volvi a azotar el centro de su ser con la vara y volvio a aullar.
—Rindete y el dolor cesara.
Esta vez su negativa fue apenas un gesto y mi azote sobre su vulva duplico la fuerza. Gruño, bramo y resoplo bajo la mordaza como jamas nadie lo habia hecho ante mi. Era increible que aun aguantara con tal tenacidad. Y mas increible fue cuando levanto la cabeza desafiante y volvio a negar.
Con mi mano libre cogi su mandibula y la desplace hacia arriba de forma que solo pudiera ver el techo. No me costo mucho ya que a estas alturas sus musculos no oponian demasiada resistencia. Entonces les aplique una serie rapida y contundente. Notaba como contenia la respiracion y la tension ahogaba los gritos que debieran surgir de esta. Cuando finalice dejo escapar el aire de sus pulmones produciendo un ronquido acompañado de un gimoteo profundo, casi sordo.
Sin soltarla, le agarre la nuca y le obligue a mirarme fijamente al tiempo que dejaba ir la vara. Mi mano, una vez libre, se dirigio a su entrepierna, de la que emanaba un calor abrasador, la pose sobre sus labios vaginales y comence a apretar sin piedad la carne castigada; una y otra vez, mis dedos se hacian con una porcion de vulva y la estrujaban con fuerza. Con cada pellizco, sus labios se abrian todo lo que la mordaza le permitia y dejaban escapar un quejido ahogado y profundo cuyo volumen fue en aumento, un autentico estertor de agonia que me hacia temer que fuera capaz de sobrepasar el limite de su resistencia con tal de no ceder a mi orden.
Finalmente, en unos segundos, la bola de metal cayo. No la vi caer, pero el golpe seco al rebotar fue como un estallido en el aire impregnado de adrenalina del cuarto.
— ¿Ahora si? —le pregunte sin que mi mano abandonara su sexo candente y febril, sorprendentemente saturado de flujos.
Su cabeza cedio hacia delante y volvio a ascender. Sus ojos enrojecidos no mostraban signo alguno de insolencia.
— ¿Seguro?
Volvio a afirmar lentamente. Aprete por ultima vez su sexo, mas como un acto de posesion al que no me pude resistir, que para causarle padecimiento. Fui a buscar el orinal y lo coloque como a metro y medio delante de ella. Acto seguido procedi desanudar las lazadas en la base de sus pechos. Tras liberar estos, los masajee mientras la sangre volvia a circular con libertad y sus sollozos me confirmaban las sensaciones que ello le producia.
—Ahora no quiero oir ni una palabra. Si dices cualquier cosa te vuelvo a amordazar y continuo hasta que se me cansen los brazos. ¿Entendido?
Deshice el lazo de la mordaza. Por toda respuesta se limito a bajar la vista. Una vez con la boca libre, mastico un poco como para que sus mandibulas recuperaran la elasticidad, pero sus labios permanecieron cerrados. A continuacion, libere sus brazos separando los grilletes de la correa, aunque dejandolos unidos entre si. Sin mas, ayude a su cuerpo levemente convulso a arrodillarse.
—Bien. Demuestrame que estas dispuesta a cumplir —lo dije con el tono mas estricto que pude obtener, ya que la tension de una sesion tan profunda tambien habia hecho mella en mi.
Ella me miro suplicante y yo le mantuve la mirada con toda la dureza que pude mostrar. A estas alturas no iba a ceder ante una miradita inocente, de lo contrario toda esa energia habria sido en vano.
— ¿Vuelvo a amarrarte? ¿Tendre que usar la vara?
Vibro con un escalofrio como recordando el efecto del instrumento y luego se agacho posando las manos en el suelo. Asi enjaezada comenzo a gatear pesadamente.
Se acerco con cautela al orinal, coloco las manos lo mas cerca de este que las ataduras le permitian, miro en su interior y bajo muy lentamente la cabeza. Luego se detuvo a medio camino, reticente a proseguir.
—Vamos, obedece —le dije sin subir el tono de voz—. Ya sabes lo que tienes que hacer si quieres que no vuelva a castigarte. ¿O quieres que continue?
Ella nego mansamente con la cabeza. Entonces siguio su descenso hacia el interior del orinal. Su rostro era la pura imagen de la repugnancia. Abrio la boca al tiempo que hacia un mohin con la nariz y cerraba los ojos. Finalmente mordio un trozo de excremento y lo arranco con los dientes. Y quedo asi, parada.
—Debes masticarlo y tragarlo, lo sabes. Aun te queda mucho por comer y beber de ese orinal.
Pero permanecio totalmente inmovil, sin mover un solo musculo. Hasta que, al cabo de unos segundos, sus mandibulas masticaron con renuencia y luego deglutio el bocado. Pude ver perfectamente como pasaba a traves de su garganta.
—Cerdo. Eres un cabron —dijo, casi en un murmullo, llena de furia.
—Si, ¿verdad? ¿Esta bueno?
—Cabron. Hijo de p…
Al ver su reaccion supe que ya se habia dado cuenta del engaño y la corte
—Pense que seria de tu agrado. No sabes lo que me costo deshacer y moldear la pasta de galleta hasta que tuviera esa apariencia y textura. ¿Y el mosto de uva blanca?, ¿le da un buen saborcillo?
Ella me miro, se paro un instante, como si estuviera evaluando cual debia ser su siguiente movimiento, y pego otro bocado que, esta vez si, mastico sin dudarlo.
—Si, esta bueno, Amo —dijo con humildad—. Gracias, Amo.
—Pues sigue comiendo. Tienes que recuperar las fuerzas; aun nos quedan un par de horas antes que finalice el contrato. Recuerda que tu Amo esta loco y es capaz de cualquier cosa si no obedeces —le dije, guiñando un ojo.
—Si, Amo. —Sonrio—. Lo que mi Amo me ordene.
Autor: x23820
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