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Dominación Mujeres, Incestos en Familia

Ingridsita

El ambiente estaba impregnado de un olor a sudor y a sexo—¿Tú crees que él pensaba en meterme la verga cuando se fue? —preguntó Ingrid, con la voz envuelta en sombra..
Laura no respondió de inmediato.

Aun en su papel complaciente, y a pesar de haber tenido un fuerte orgasmo, se sintió derrotada y se enderezó. Una lagrima cayó por su mejilla en el instante preciso en Karim abría la puerta principal. Ya no le importaba nada. Solo lloraba, desconsolada, hasta verlo entrar en la habitación.

Cuando reaccionó, una minuto más tarde cuanto mucho, Karim había amarrado a Ingrid en el cabecero de la cama, justo enfrente de ella. Karim se sentó a los pies de la cama, Ingrid le hablaba en susurros, como si el alma de Laura estuviera escondida.

Laura no dijo nada. Se limitó a observar. Ingrid lo miraba con una mezcla de fascinación y ternura. Como si él fuera una respuesta. Una señal.

Laura sintió que sobraba. Que algo en ella se había vuelto invisible. Sobrante.

Laura se puso de pie. Comenzó a recoger su sujetador y sus bragas sin hacer ruido, sin mirarlos. Salió de la habitación. Ya no quería saber nada, ni siquiera cuando los gemidos comenzaron a hacerse presentes. Se quedó tras la puerta con cuidado, como si eso bastara para no derrumbarse por dentro, mientras del otro lado Karim se había subido sobre Ingrid y la penetraba a su gusto.

Pero no bastó.

Después de unos veinte minutos, sin preguntar, sin querer demostrar nada. Laura ingresó nuevamente a la habitación, completamente desnuda, con sus bragas su sujetador aún en sus manos.

Karim estaba agotado. Laura lo vio en sus hombros caídos, en la forma en que se dejaba caer en el diminuto cuerpo de su hija. Los gemidos habían cesado, al menos en apariencia, porque Laura noto que la verga de su esposo estaba incrustada en lo más profundo de la vagina de Ingrid. No de ella, pensó. Cuando por fin se acercó lo suficiente, se sentó a su lado, sin ocultarse esta vez. Lo encaró.

—Estás con tu mujer —le dijo en voz baja, pero firme, obligándolo a voltear su cabeza y a mirarla directamente a los ojos—. Y si sigues ignorándome seré tu peor pesadilla. Al intentar apartarse él, un gemido salió de la boca de su hija.

Él no reaccionó de inmediato. Volteó de nuevo la mirada hacía su hija debajo de él, hacía la rival de Laura. Karim acercó su mano al rostro de Laura, como si tuviera dudas de haber tomado la decisión correcta. Como si no supiera qué hacer con esa frase. Con ellas.

Laura colocó su propia mano sobre la de su esposo y cerró los ojos, luego, sin bajar la mirada se acercó, dejó su rostro sobre el cuello de su esposo y no dejó de repetirle lo mucho que lo amaba y que lo necesitaba mientras Karim retomaba sus movimientos de cadera

—Yo soy tu esposa. Si tú empezaste todo esto… entonces este es el precio que no calculaste. ¿O pensaste que podías estar solo con ella, dejar de meterte en mí, jugar al padre ideal y que yo me quedara callada?

Él bajó la velocidad de sus movimientos. Respiraba hondo, como quien se prepara para un golpe.

—Es verdad… te he descuidado —dijo Karim con un hilo de voz apenas audible, sintiendo cómo el placer se enroscaba alrededor de su verga—. Yo abrí la puerta, yo lo permití. Está bien, amor. No te culpo. Pero no me pidas que simplemente me haga a un lado.

Lo abrazó oprimiendo sus pechos en la espalda de él, y él, como tantas veces, no supo cómo responder. Tenía los brazos estirados a cada lado de Ingridsita, la boca cerrada, los ojos centrados en su rostro.

Entonces Laura se separó y le dijo lo único que podía decir para terminar la escena:

—No me digas nada. No ahora. Termina de cogerla

Y se recostó al lado de ambos, de espaldas, masturbándose con sus gemidos. Porque verlos felices, sin ella, era lo único peor que esta vigilia.

677 Lecturas/21 mayo, 2025/0 Comentarios/por Ericl
Etiquetas: esposa, esposo, hija, orgasmo, padre, sexo, vagina, verga
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