Itzel, mi vecinita (día del estudiante)
Sin que ella lo esperara, le rasgué las medias en el lugar preciso para poder meter mi lengua y lamerle el culo y el coño..
Les recordaré un poco a Itzel, mi vecinita que pasa sus tardes en mi casa al cuidado de mi mamá. Es una niña mestiza de 9 años que va en cuarto año de la escuela elemental. Su piel es color canela; su cabello a la cintura, lacio y negro; sus ojitos son negros y rasgados; toda su piel es tersa; sus senos apenas si sobresalen como pequeñitas montañas y se coronan con unos pezones diminutos; delgada de sus brazos, su torso y su abdomen; su culito ya un poco desarrollado está paradito y se ancha ligeramente hacia los lados; finalmente, tiene unas piernas con una forma exquisita. Esta criatura tan hermosa pasa sus tardes en mi casa al cuidado de mi mamá, desde que sale de la escuela hasta las ocho de la noche aproximadamente. Anda por la casa con sus zapatitos negros; calcetas blancas, delgadas y muy ajustadas; una faldita azul oscuro de tablones que usa muy ceñida a su cintura desde donde cae hacia los lados que baja apenas encima de sus rodillas; encima una camiseta blanca de manga corta; su cabello siempre recogido en una perfecta cola de caballo.
Si no leíste el origen de esta historia, te invito a leerla, te va a encantar:
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Itzel estaba por terminar el cuarto año de la escuela elemental. Se acercaba entonces el día del estudiante, una tradición en nuestro país. Mi pequeña novia secreta me contó que en su escuela harían un gran festival para celebrarlo, y que su mamá le compraría ropa nueva para que luciera muy linda ese día. Inmediatamente pensé en aprovechar la ocasión como una oportunidad para saciar uno o varios de mis fetiches. Le pregunté qué quería que le comprara su mamá y me dijo que no sabía. Cuando se fue eché a volar mi imaginación.
Al día siguiente, en mi cuarto, mientras la ayudaba con su tarea yo hacía una pausa cada tanto para sentarla entre mis piernas, dándome la espalda, pegando su culito riquísimo a mi verga, besándole el cuello y acariciando su pancita, sus chichitas, sus piernas y su coñito ya húmedo. Ya muy calientes los dos, la cargué y la llevé a mi cama. Sin quitarle nada -ni los zapatos ni su calzoncito blanco- la mantuve acostada boca arriba, le flexioné sus piernas y las abrí para acariciar sus piernas, besarlas y lamerlas, desde sus tobillos hasta llegar a su conchita, teniendo mi rostro allí, mi lengua lamía sus labios vaginales por encima de su calzón mientras mi nariz punzaba su clítoris.
Me levanté y la giré para que se pusiera en cuatro. Le ordené que parara su colita y con mis manos hice que bajará más su espalda para que ese culito quedara totalmente paradito. Levanté un poquito su falda, bajé su calzoncito blanco a medio muslo, y lamí sin poder saciarme su diminuto ano mientras metía sus dedos en su vagina. Tomé lubricante y se lo unté desde su clítoris hasta su colita.
Finalmente la regresé boca arriba. La mantuve pegada a la cama, desde su cadera hasta la cabeza, y le levanté sus dos piernas hasta arriba, formando una L con su cuerpo. Tomé mi verga con la mano y la unté en la parte posterior de sus piernas, en sus nalgas y en su pequeña pero abultadita vulva. Comencé entonces a penetrarla. Su pequeña vagina estaba anegada. Suave pero con buen ritmo, la penetré riquísimo. Terminé e inundé con semen blanco y viscoso su conchita oscura, lampiña e hinchada.
Le acerqué toallitas húmedas para que se limpiara y me senté en el piso a sus pies, mientras ella -todavía votada en la cama- se quitaba la mezcla se semen y de sus propios fluidos. Una vez asimilados, le dije que le quería enseñar una foto de una chica, y que si le gustaba como se veía, podía decirle a su mamá que quería comprarse ropa como esa para el festival del día del estudiante. Le dije también que el día del festival, si llegaba a mi casa vestida así, me excitaría tanto que la iba a besar, acariciar y coger aún más rico de como lo veníamos haciendo.
La forma en que deseaba ver a Itzel y lo que se veía en la foto que le mostré era una chica en unos zapatitos negros parecidos a los escolares pero con plataforma y tacón; unas pantimedias blancas pero casi transparentes con dibujitos de corazón; y un vestido color lila que dejara sus brazos descubiertos desde los hombros, cuellito redondo, moderadamente ceñido a su cuerpo y que solo llegara a la mitad sus muslos, o al menos, que no superara la rodilla. A Itzel le encantó.
A los pocos días, Itzel fue de compras con su mamá y consiguió convencerla de que le comprara lo que yo le había mostrado. Llegó el día del festival. Cuando llegué a casa Itzel allí estaba. Se veía deliciosa. Justo como se lo pedí:
llevaba su cabello planchado y suelto; se maquilló la carita y se puso labial morado; llevaba un vestidito color lila que dejaba desnudos sus brazos desde los hombros, y se ceñía a su cuerpo haciendo que resaltara su colita hermosa, bajando por sus piernas cubriendo solo dos tercios de sus naturalmente torneados muslos; sus piernas estaban cubiertas con unas pantimedias ajustadas y que parecían delgaditas, eran blancas pero se notaba la morena piel de sus piernas tersas, y tenían dibujitos de corazones; zapatitos negros de plataforma y tacón. Quería saborearla ya.
Comimos. Al terminar ella se fue a ver televisión en la sala y yo me di un baño. Salí de la ducha y entré a mi cuarto. No pasó mucho tiempo cuando Itzel entró en mi habitación como lo hacía siempre, con el pretexto de hacer su tarea. Finalmente, la tenía allí a solas, vestida como yo quería, lista para que yo la saboreara de pies a cabeza, lista para que yo la dominara y la penetrara hasta venirme.
Las cortinas cerradas pero todas las luces encendidas, con mi corazón acelerado y mi verga bien erecta, llevé a Itzel a la pared, hice que se recargara en ella mirando hacia el muro, es decir, dándome la espalda, con su cuerpo un poco inclinado hacia adelante. Allí la tenía, para mí. Me eché al piso y comencé a tocarla como un depravado, con caricias lascivas y mordiscos, desde sus tobillos hasta llegar a su colita. Le levanté el vestido solo a mitad de sus ricas nalgas. Sin que ella lo esperara, le rasgué las medias en el lugar preciso para poder meter mi lengua y lamerle el culo y el coño. La llevé agresivamente a la silla de la computadora y la recargué en ella. De rodillas, con esa colita en mi rostro, metí mis dedos para hacer a un lado su calzoncito y untar lubricante en todo su sexo y su ano. Ella temblaba y luchaba por ahogar sus gemidos. Enseguida metí mi lengua. Chupé y lamí cuanto pude. La llevé a la cama, la acosté de lado y la penetré a través de las medias rasgadas, mientras acariciaba todo su cuerpo.
Después de penetrarla tanto como pude, salí de ella, y la giré para que permaneciera acostada de lado pero ahora mirándome a mi. Llevé mi verga a su carita y le ordené que abriera la boca. Metí me verga empapada de lubricante entre sus labios morados. Le dije que lo chupara y que se preparara para recibir todo mi semen y comérselo. Ella obedeció. Yo tuve una gran venida y ella casi se ahoga tratando de tragar mi semen blancuzco y viscoso.
Aunque ya había terminado en su boca, seguí acariciándola, besándola y mordisqueándola por todas partes, hasta que finalmente nos dimos por vencidos, nos encimamos uno sobro otro por un momento, nos limpiamos y nos reincorporamos como si nada.
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