Joven ama de casa y su primer grupal
Una jovencita de secundaria que resultó embarazada por ¿su novio? y violentada, aprovecha un par de días para dar rienda suelta a su lujuria y conoce a un grupo de hombres que la usan a su antojo..
Joven ama de casa y su primer grupal.
Había estado juntada con Daniel, por casi dos años. Fuimos novios en la secundaria. Yo estaba en primero y él en tercero. Decíamos que nos amamos desde el momento en que nos conocimos. A temprana edad me encontré embarazada, unos meses después de conocerlo.
Al enterarse mis padres, no quisieron saber de mi. Tuve que decirle a la familia de Daniel. Me recibieron de mala gana, pero al menos tenía un techo donde quedarme. Dejé la escuela y ahora vivo aqui en esta casa y en retribución, hago las labores domésticas hasta que pasó lo que vienen a leer.
Antes del nacimiento de mi bebé y previo al año de estar aquí, salió a relucir su verdadero ser, un violentador. Esto hizo que perdiera a mi bebé.
Venía pensando en mi suerte y mi historia, mientras me paraba frente al espejo, mirando mi atuendo para la noche.
Sentí mariposas en el estómago. Nunca había salido a divertirme por cuenta propia.
Antes de vivir con Daniel, nunca salía de casa más que a la escuela. Hasta que me corrieron de ella por mi embarazo precoz.
Antes del embarazo, solo salía con Daniel y sus amigos. Solían reunirse en casa de unos de ellos para embriagarse. En casi todas las ocasiones de esas escapadas, Daniel quedaba tirado de borracho con unas cuantas cervezas y por no irme sola de regreso y tener reprimendas, lo esperaba mientras sus amigos tomaban y me manoseaban.
Y ahi fue que comenzó mi lujuria, que nunca me sentí tan viva. Me encantaba el manoseo. Tanto fue así que era yo quien le decia a Daniel que fueramos con sus amigos, para verlo ebrio y caído y luego dejarme manosear.
Apendí lo poco que sabía junto a sus 6 amigotes que usaban sus manos para calentarme de forma increíble. Fue ahí la primera vez que chupe penes. Solo lo hacía con Daniel de forma muy escueta, de misionero y ya para que no descubriera que me encantaba estar con sus amigos. Ellos me enseñaron todo lo que yo no sabia y me volví cachonda al por mayor.
En una de las últimas salidas, me dijeron sus amigos, que la siguiente me harían anal. Que me lavara el culo para que me enseñarán a cojer por atrás.
Cuando Daniel por fin se despertaba de la briaguez, me decía vámonos que quiero cojerte. Nos ibamos sin él saber que ya iba toda mojada y a veces mancahda de leche de sus amigos por todas mis piernas, pubis y trasero.
A partir de ahi, me comenzó a gustar lavarme el recto. Sentír como entraba y salia la perilla de limpieza me generó un morbo terrible.
Lamentablemente, unos días después, resulté embarazada. Se me cayó el mundo al ver la prueba rápido de embarazo. Tuve que decirle a Daniel que era suyo, a pesar que sus 6 amigos ya se habian venido varias veces dentro de mi.
Todo se derrumbó para mi. Daniel no quiso saber más de mi, mis padres me corrieron y tuve que hablar con los padres de Daniel que me recibieron aregañadientes como lo comenté anteriormente.
Pero regresó a mi preparación de mi salida a divertirme…
Daniel estaba de viaje con su familia por cuestiones de urgencia médica de algún familiar de su papá, no regresarían hasta el domingo por la mañana.
Para evitar el qué dirán, me dejaron al pendiente de su casa. Ya viviendo ahí, no saliamos mucho por mi embarazo y por que Daniel casi no me hablaba. Cuando me golpeó y me envió al hospital y perdí a mi bebé, su familia movió lo necesario para que no saliera a la luz y no se denunciara. Apenas habían pasado seis meses de este suceso.
Me sentí mal pero a la vez me sentía liberada por no completar el embarazo. Sus padres no me corrieron de su casa por miedo a la demanda que pudiera yo hacer en contra de Daniel.
Y al no estar ellos por tres días, no me decidía en darme una escapada hasta el último día.
Conocí en esas fechas a Mariela, de 17 años, hija de una vecina, estudiante de preparatoria y nos hicimos amigas. Meses después, a la salida de la familia Daniel, Mariela me había convencido de salir y probar un nuevo club en la ciudad.
Mi estancia en esa casa se había vuelto un poco monotono. Daniel no me tocaba, de hecho ni siquiera me hablaba como antes. Y más ahora que me había violentado y perdido a nuestro bebé buscaba yo la forma de que alguien me cojiera.
Daniel era un poco simple. Por eso, los momentos como esta noche en los que pude relajarme y divertirme fueron pocos y espaciados.
Sinceramente, no había sido demasiado receptiva al plan de Mariela. Cuando salía con otras ocasiones, normalmente era para que Daniel tomara con sus amigos y ellos manosearme aprovechando que él no sabía tomar y se embriagaba facilmente. Nunca saliamos y menos para ir a discotecas.
Mariela era mucho más aventurera que yo. Siempre estaba dispuesta a probar cosas nuevas o a «vivir la vida al máximo», como ella lo definía.
Yo estaba mucho más segura en mi zona de confort y los clubes no estaban incluidos. Aunque solo tenía 15 años, ya sentía nostalgia por cosas que no volvería a tener.
Y, sin embargo, allí estaba yo.
Respiré profundamente y observé el atuendo que había elegido. Era un vestido morado que me llegaba hasta las rodillas. Era mucho más ajustado de lo que normalmente usaba y se ajustaba a mis curvas naturales desarrolladas por el embarazdo incompleto.
Aun así, seguía siendo lo suficientemente conservador para mis estándares y no mostraba ningún escote simplemente porque me quedaba un poco grande al ser de Mariela cuando era más joven.
Llevaba un par de tacones negros con tiras en los tobillos que le tomé a la mamá de Daniel, bragas negras de algodón y un sujetador push-up a juego.
Mis pechos eran bastante grandes debido a mi embarazo permaturo y por mi edad eran bastante firmes y redondos, y aunque el sujetador definitivamente eliminó cualquier pequeña caída que tuviera, decidí de última hora quitarmelo e ir al natural para calentar motores pues sentía mis pezones erectos.
Me hubiera gustado usar medias, pero Mariela me convenció, que mostrara mis piernas al natural.
Me alisé el pelo largo y castaño y me maquillé un poco más elegante de lo que lo hubiera hecho normalmente, con más rímel, delineador de ojos y un lápiz labial más brillante.
Me veía muy sexy y también sentía algo que no había experimentado en mucho tiempo.
Tal vez incluso me tocaría el clítoris cuando regresara en caso de no encontrar nada para mí o que se dieran cuenta que soy menor.
Solo me masturbaba cuando estaba realmente cachonda y hubiera oportunidad que era casi nula en esta casa.
Lista para salir de fiesta por la noche, le comenté a Mariela que si pasaba por ella, pero lo negó, porque sus padres creían que haría un trabajo escolar y se escaparía a la hora adecuada por lo que era mejor encontrarnos dentro del club.
Me dirigí al club para encontrarme con Mariela, pensando que no me dejarían entrar por mi edad. Llegué al lugar en taxi de aplicación, pagué la entrada y entré sin problemas. Todo el lugar pareciera vibrar, pero unas margaritas bien cargadas después lo hacían tolerable.
Me acerqué a la barra y pedí una margarita, lo que pareció tomar por sorpresa al joven camarero, aunque me vió raro, supongo por mi edad, accedió. Antes de terminar la primera, me sirvió la segunda, y una tercera, alegando que era por cuenta de la casa.
Me quedé esperando a Mariela unos minutos, preguntándome dónde estaba. Al cabo de un rato, mi móvil vibró con una llamada entrante. Era Mariela.
– Hola, ¿qué pasa? ¿Dónde estás? – pregunté.
«Escucha, Reyna, siento mucho tener que hacerte esto, pero cuando me dirigía a la puerta, mi papá me descubrió. Iba saliendo sin zapatillas y en microfalda, se enojó mucho y no me dejó sair», explicó.
«¡No, qué fastidio! Te entiendo perfectamente. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?»
—No por el momento. Oye, parece que ya estás ahí. Diviértete esta noche. No quiero que vuelvas a casa a leer una novela romántica de mala calidad o ver el porno de Daniel. Así es como puedes ayudarme, dejándote llevar. Pero tengo que irme creó que viene mi papá. Te llamaré más tarde si todavía puedo ir.
«Adiós, Mariela.»
«Bye, Reyna. Recuerda. ¡Diviértete!» Me dijo musitando. Y colgó.
Solté un suspiro fuerte. Bueno, eso fue una lástima. Guardé el teléfono en mi bolsita y, en contra de sus instrucciones, decidí volver a casa. Y en ese momento llegó una cuarta bebida.
Bueno, ahora tenía que quedarme, aunque sólo fuera para terminar la margarita.
Me quedé solo un rato en la barra, bebiendo sorbo a sorbo. Algunas de las canciones que sonaban no eran tan malas y observé a la multitud bailar.
Después de terminar mi margarita, ya sentía euforia, empezó a sonar una canción pop. No la recordaba, pero la reconocí y me dio el incentivo suficiente para salir a bailar. Me relajé durante media hora y, por primera vez en mucho tiempo, me divertí de verdad. Me divertí pero me dio sed tremenda.
Me acerqué a la barra cuando me cansé y pensé en pedir la última margarita antes de regresar a casa y descansar para la llegada de Daniel y su familia mañana temprano. Tomé mi cartera, pero el camarero me detuvo.
«Es gratis, chica. Ese grupo de allí pagó tu bebida y las que gustes más». Viendome a detenimiento de arriba a abajo, asomándose por la barra, pero no le presté mucha atención a ese detalle. Me hizo sentirme sexy.
Luego me hizo un gesto con la cabeza y me di la vuelta para mirar. Era un grupo de cinco hombres en una cabina, que se dieron cuenta de que los estaba mirando. Uno hizo un gesto con las manos para indicarme que me acercara.
Mi corazón se agitó y sentí que me humedecía de mi vulva. A veces, a una chica hay que convencerla de que es sexy y atractiva, y esto fue mi confirmación. Tomé mi bebida y me dirigí a la mesa. Solo tenía pensado reírme y charlar, conocerlos y regresar a mi casa para fantasear que me poseían y masturbarme. Nunca se me ocurriría hacer otra cosa.
Dos de los hombres salieron de la cabina y me hicieron señas para que me moviera hacia el centro. Me reí nerviosamente y me senté. Pude ver bien a los hombres por primera vez. Había dos hombres negros caribeños por su acento, uno local y dos caucásicos altos. Todos parecían tener entre 30 y 35 años, todos bastante guapos y grandes.
«¿Hay alguna razón para que una chica tan elegante como usté esté aquí sola?», preguntó uno de los hombres con marcado acento que no reconocí como local.
«Jaja, bueno, una amiga se reuniría conmigo aquí, pero tuvo que cancelar».
—Oh, no, qué pena. No sería mejor ofrecerte algo de compañía, ya que te veías un poco sola.- Preguntó uno de los hombre blancos – ¿Cómo te llamas?
«Reyna», respondí, y casi inmediatamente me pregunté si debería haber usado un nombre falso.
Me bebí la margarita de un trago. Estaba muy nerviosa, pero me tranquilicé. No había nada de qué preocuparse, según yo.
«Vamos a traerte otro de esos», dijo el chico local y le hizo una señal al camarero.
Comenzamos a charlar mientras yo bebía otro vaso de bebida. Tomé otros 4 así y ya me sentía desinhibida.
El hombre que estaba sentado a mi izquierda era un hombre negro, alto y delgado llamado Johnny. Era de Colombia y ahora trabajaba como asesor de una empresa local. Era evidente que era muy inteligente y ocurrente, y tenía confianza en sí mismo.
A mi derecha estaba Greg, que también trabajaba para esta empresa local, lo que me dio a entender que todos ellos lo hacían y venían a conocer la ciudad. Greg, de pelo rubio oscuro y los ojos azul claro. Era el más bajo del grupo y probablemente también el más reservado.
El local era Carlos. Sus padres y él viven en una colonia de alto lujo en mi ciudad, agente de fianzas de esta empresa. También tenía el aspecto adecuado. Tenía un botón de más en su short desabrochado, mucho vello en el pecho y litros de producto para el pelo.
Marco se sentó en el fondo, a la izquierda. Era muy alto y extremadamente musculoso. Había estado en el ejército y luego se había convertido en un oficial del orden en su país cuando lo contrataron para esta empresa. Sus ojos oscuros parecían capaces de atravesar el alma, por lo que no era de extrañar que algún criminal huyera asustado de él.
Daniel era el último a la derecha. Al escuchar su nombre me estremecí, recorriendo los casi dos años que había padecido con mi propio “Daniel”. Había abandonado la escuela secundaria y terminó en el lado equivocado de las vías, pero había reconstruido su vida y ahora trabajaba en la construcción.
Todos estaban en el mismo equipo de asesores de la empresa local y ahora trabajan juntos, yendo de sucursal en sucursal alrededor de los países en los que la empresa tiene en varios países, y habían trabajado juntos como grupo durante los últimos años.
En general, evité las preguntas sobre mí, o al menos lo intenté. A medida que el alcohol seguía fluyendo y yo me emborrachaba, mis labios comenzaron a hablar más.
Lo siguiente que supe fue que les había contado a todos sobre mi situación y lo poco que había logrado obtener de ello. Carlos y Greg habían estado casados, pero ahora estaban divorciados, así que hablamos sobre las dificultades y los problemas de pareja. Antes de darme cuenta, les había abierto mi alma.
A medida que bajé la guardia y me fui sintiendo más cómoda, dejé de notar cosas que normalmente me habrían hecho sonar las alarmas. Alguien sujetándome el hombro durante demasiado tiempo. Una mano rozando la mía cuando me estiré por encima de la mesa para tomar unos cacahuates. Tanto Johnny como Greg tenían sus muslos presionados contra los míos y no protesté. Tal vez fue porque no me di cuenta, o tal vez fue porque no me importó. Eso, nunca lo sabré.
Pero en realidad fui yo quien, sin querer, hizo el mayor movimiento de todos. Durante una pausa en la conversación, distraídamente hice girar una botella de cerveza sobre la mesa que estaba de costado. Giró y terminó apuntando a Carlos.
«Supongo que tengo que besarte ahora», dije.
Todos los hombres me miraron raro.
«Hice girar la botella y cayó sobre Carlos. Eso significa que tengo que besarlo. ¿Alguno de ustedes no ha jugado antes a ‘la botella’?»
Los hombres se dieron cuenta de lo que quería decir.
—Bueno, ¿lo vas a hacer? —preguntó Carlos. Tenía un ligera sonrisa que lo hacía muy afable y atractivo.
Sin pensarlo, me levanté, me incliné hacia él y le di un beso en los labios. Duró cinco segundos antes de que me apartara y volviera a sentarme. Entonces me di cuenta de que tal vez no había tomado la decisión más inteligente para mi causa. Pero no me importó en ese momento o después.
Tenía esa intención de hacerlo.
La verdad es que me estaba cansada mucho del comportamiento de mi Daniel. Era compulsivo y muchas veces desagradable… un tonto por que no veía que sus amigotes me manoseaban. Y a pesar de que me encendían esas caricias y sus cogidas, él nunca hizo nada por defenderme, o tal vez no le importaba o de plano ni cuenta se dió.
Mi Daniel era el único hombre con el que había pensado estar una vez que me embaracé, así que no tenía escala. Pero una noche de borrachera con sus amigos, encontré un video en el teléfono de uno de ellos, donde fornicaban entre todos ellos a otra chica de mi edad. Lo que me llevo a seguirme dejando manosear y que me fornicaran como la chica del video.
Nunca había imaginado que un hombre pudiera tener un pene tan grande. Grande a comparación de mi Daniel que a lo mucho tendría 10 u 11 cms de largo.
Al ver ese video con detenimiento, me di cuenta que ese vergón, como de 18 cms de pene, amigo de mi Daniel, era el que más me manoseaba. Con él terminé toda empinada y dejando que todos me fornicaran.
Daniel nunca duraba más de dos minutos.
El video de ese grupo de depravados, duraba casi una hora con 50 minutos. No hacían el amor, sino que follaban brusco y a pesar de ver a la chica siendo violentada, parecía gustarle demasiado, que gritaba que necesitaba más.
Esas caricias y manoseo de sus amigos y el video hizo que me diera cuenta que yo merecía más. Mi Daniel, no sabía leer lo que yo quería, lo que yo necesitaba.
Durante casi dos años Daniel me había hecho pensar que mi embarazo me hacía fea y desagradable y que por ello me violentó.
Me hizo sentir hambre y anhelo por alguien que pudiera satisfacer mi deseo. Las fantasías de ser llenada por una verga gruesa y ser poseída de verdad por un hombre poderoso habían ocupado mi cerebro desde mi salida del hospital.
Y ahora, aparentemente, había encontrado una manera de convertir esa fantasía en realidad. Tal vez por eso, en contra de mi mejor criterio, nunca hice ningún intento por detenerlos.
El nuevo Danieal hizo girar la botella y aterrizó sobre Johnny. Me giré hacia la izquierda, dejé que se inclinara y lo besé, agregando aún más pasión que la que tenía con Carlos.
Senti que yo era muy pequeña en relación a estos chicos del grupo. Sentí la mano de Greg en mi muslo desde el otro lado. Interrumpí el beso con Johnny y me volví hacia él. Greg se inclinó y presioné mis labios contra los suyos, ignorando por completo la botella.
La mano de Greg se deslizó hasta mi cadera y la mano de Johnny, que estaba al otro lado de mí, se deslizó por debajo de mi vestido. Mientras cogía el rostro de Greg entre mis manos, la de Johnny se deslizó lentamente por mi muslo desnudo.
Parecía que había pasado una eternidad, pero Johnny encontró el premio gordo. Puso su mano sobre mi montículo y fue recompensado con una gran mancha húmeda en la entrepierna de mis diminutas bragas.
Dos años de frustración e insatisfacción sexual habían llegado a este punto. Y ahora mismo, estaba disfrutando cada maldito segundo.
Mi beso con Greg fue interrumpido por la voz de Marco.
«Rentó una casa y está a unos cinco minutos de aquí, si quieres ir a un lugar más privado Reyna».
Última oportunidad. Hacerlo o morir. Podría marcharme ahora si quisiera y seguir siendo una chica de casa protegida y reprimida. O podría aprovechar el momento y abrirme a todo un mundo de oportunidades.
«Me gusta la idea.» – dije determinantemente.
***
Los hombres habían tomado autos separados. Salimos todos del club en fila india, como una organización malvada en una película de acción, y estacionamos en la calle frente a la pequeña casa que había rentadado Marco, justo en las afueras del centro. Abrió la casa y todos nos amontonamos en su sala de estar, que consistía en una mesa de café, un sistema de entretenimiento, un sofá y un sillón reclinable.
Inmediatamente, me tocaron todo el cuerpo con las manos mientras me empujaban hacia el centro del círculo de cinco hombres. Estaba atrapada, acorralada por los hombres fuertes, altos y poderosos, y me encantó.
Cerré los ojos y dejé que las sensaciones me invadieran. Unos dedos se abalanzaron sobre mi vestido, subieron el dobladillo inferior, bajaron la cremallera de la espalda, quitaron los tirantes de mis hombros y bajaron la parte superior para exponer mi pecho desnudo. Me agarraron el trasero y alguien frotó la tela húmeda de mis bragas. Varias bocas me besaron y dejé que sus lenguas se deslizaran dentro de mi ansiosa boca.
Dos manos me rodearon las muñecas y las bajaron. Puse mis manos en forma de copa contra las entrepiernas de dos hombres y sentí unos bultos que presionaban mis palmas. Mis manos recorrieron los penes a través de los jeans de mezclilla de los hombres y me alegré mucho de encontrarlos considerablemente más grandes que los de mi Daniel.
Me froté las dos vergas con las manos. Era una experiencia totalmente nueva para mí. Pero saber que había cinco hombres a mi alrededor, cada uno de ellos deseando follarme hasta el olvido, me hizo sentir más caliente y sexy que nunca antes en mi vida. La atención me empoderaba.
Me subieron el vestido por la cabeza y me quedé solo en bragas. Una mano las tomó y las apartó, y sentí dos dedos rozando mis labios vaginales. Estaba completamente depilada, tal como me gustaba a mi.
«Joder, está mojada», oí que alguien comentaba. La voz me sugirió que era del nuevo Daniel.
Un fuerte golpe en mi trasero me hizo jadear y abrir los ojos. Antes de poder adaptarme a lo que me rodeaba, unas manos aparecieron sobre mis hombros y me empujaron hasta las rodillas.
Ahora estaba a la altura de las entrepiernas de cinco hombres y vi cómo bajaban cinco cremalleras. Todas sus vergas estaban afuera, formando un anillo a mi alrededor. Todos los hombres estaban muy bien dotados y listos para mí.
Carlos se acercó a mi cara y acarició su verga hasta ponerla firme.
«Quiero sentir esa dulce boca, nena. Ahora quiero que me la chupes».
Él soltó su verga y me dejó hacer el resto.
Tragué saliva. Esto sería cruzar oficialmente la línea. Hasta ese momento, podía decir que no estaba haciendo trampa. Ahora sería innegable.
Extendí la mano y rodeé con mis dedos el miembro de Carlos. Él sonrió, mirándome directamente a los ojos. Lentamente moví la verga hacia adelante y hacia atrás, observando cómo su piel se deslizaba a lo largo del miembro y sintiendo que su miembro se endurecía en mi mano. Hacía mucho tiempo que no sentía eso.
Carlos extendió la mano y la colocó en la parte posterior de mi cabeza en una señal no tan sutil. Abrí la boca, me incliné un poco hacia adelante y dejé que la cabeza de su pene entrara en mi boca.
Cerré mis labios alrededor de la corona de su pene. Mi mano seguía sacudiendo su miembro, arriba y abajo, arriba y abajo. Había pasado al menos medio año desde la última vez que había hecho una mamada a mi Daniel desde que me violentó. Con suerte, todavía lo recordaba.
Mi lengua empezó a recorrer la cabeza de Carlos. Lamí su punta y cada lugar al que pude llegar con mi lengua. Succioné mis mejillas, lo que le proporcionó un poco más de presión a su pene.
Mi mano y mi lengua mantuvieron un ritmo constante durante un minuto hasta que sentí una gota de líquido preseminal caer sobre mi lengua. Lo tragué con entusiasmo. Había olvidado cuánto tiempo había pasado desde la última vez que probé el semen.
Fuimos interrumpidos por los otros hombres.
«Vamos, hombre, deja que el resto de nosotros tengamos un turno», afirmó Greg.
«Está bien, está bien.»
Carlos se apartó y Greg se colocó frente a mi cara. Abrí la boca y él metió su pene. Comencé a acariciar su pene y a lamerle la cabeza, tal como lo había hecho antes.
Marco y el nuevo Daniel aparecieron a ambos lados de mí y me miraron expectantes. Sabía lo que querían de mí.
Quité mi mano del eje de Greg y puse ambas manos sobre las vergas a mi izquierda y derecha. Comencé a masturbarlas a las dos al mismo tiempo, manteniendo el mismo ritmo para que fuera más fácil.
Lamentablemente, esto significó que mis esfuerzos por Greg disminuyeron. No estaba acostumbrada a tener que dispersar mi atención en el sexo. Lamí alrededor de su cabeza y comencé a mover lentamente mi cabeza por los primeros centímetros de su miembro, pero él se dio cuenta de que estaba distraída.
Greg se inclinó y agarró ambos lados de mi cabeza, manteniéndome firme. Lentamente, comenzó a empujar sus caderas hacia adelante, deslizando su pene más profundamente en mi boca. Lo hizo hasta que me atraganté, atragantándome con saliva sobre su pene.
Se retiró hasta que su cabeza estuvo contra mis labios y empujó hacia adelante nuevamente, moviéndose un poco más rápido esta vez.
Greg tomó el control y me permitió concentrarme en masturbar las dos vergas que estaban a mi lado y trabajar a un ritmo más rápido. El constante «glug-glug» de mi boca y los gemidos de los hombres eran los únicos sonidos audibles.
Greg se dio la vuelta y Johnny se acercó a mí. Escupió en su miembro y lo frotó, dejando que su gruesa verga negra brillara en la penumbra. Obviamente, nunca antes había estado con un hombre negro, pero era una increíble fantasía mía y ahora tenía la oportunidad de hacerlo.
Dos hombres nuevos, Carlos y el nuevo Daniel, se acercaron a mis manos. Inmediatamente comencé a masturbarlos mientras Johnny empujaba su verga dentro de mi boca.
Se movió más rápido que Greg, bombeando su pene más rápidamente. Era muy grueso y realmente puso a prueba mis músculos de la mandíbula. Siguió yendo más profundo hasta que alcanzó mi reflejo de arcadas, momento en el que se retiró.
Otra verga ocupó su lugar, la de Marco. Aparté mi mano de la verga de Carlos y tiré de la base del eje de Marco con una mano. Mi boca cerró sobre su cabeza y comencé a subir y bajar por su verga, lubricándola con abundante saliva a medida que avanzaba.
Antes de que tuviera la oportunidad de saborear realmente la verga de Marco, Daniel me acercó a la suya. Nuevamente trabajé con una mano y mi boca, solo que esta vez tiré de su verga y agaché la cabeza. Lamí sus bolas antes de llevármelas a la boca y succionarlas suavemente. Daniel gimió con fuerza y sentí que el líquido preseminal se filtraba en mi mano.
Alguien más, Greg, me agarró del pelo y me atrajo hacia él. Su pene penetró más allá de mis labios y se adentró. Me atraganté con su pene, pero él siguió hasta que su punta presionó contra la parte posterior de mi garganta. Sentí una extraña sensación de orgullo al escucharlo decir “Que bien mama esta niña”.
Mis manos buscaban a ciegas una erección mientras los hombres me tiraban de un lado a otro. Un flujo constante de penes entraba y salía de mi boca, lo que me dolía la boca a medida que la saliva se derramaba de mi boca y goteaba por mi cuerpo.
Estaba rodeada de vergas y me encantaba. Nunca antes en mi vida me había divertido tanto ni había puesto tanta pasión en una mamada.
Cada hombre tomó su turno, consiguiendo tiempo en mi boca y en mis manos.
Me encontré con la verga de Daniel en mi boca y masturbando a Johnny. Marco estaba arrodillado detrás de mí, pasando sus manos sobre mis muslos y mi trasero tonificados por mi juventud.
Estaba acariciando las bolas de Daniel con una mano y tratando de meterme la mayor parte posible de su pene en la boca. Tenía más de la mitad de su miembro dentro y seguí haciéndolo.
La saliva goteaba al suelo, pero yo estaba decidida a aceptarla toda. Su cabeza pasó por encima de mis amígdalas y me hizo cosquillas en la parte posterior de la garganta. Solo unos centímetros más.
Estaba presionando firmemente contra la parte posterior de mi garganta y su pene seguía deslizándose hacia adentro. Ahora estaba teniendo muchos más problemas y me preguntaba si podría soportarlo todo. Daniel puso una mano en la parte posterior de mi cabeza y me empujó con fuerza, haciéndolo más fácil.
Me quedaba un centímetro más. Abrí la mandíbula lo más que pude y relajé la garganta, y finalmente presioné mi nariz contra su estómago. Su verga palpitaba con fuerza en mi boca y sabía, incluso por mi limitada experiencia, que estaba a punto de correrse.
«Joder, niña putita, estoy a punto de explotar. Quiero que te tragues toda mis jugos como una buena putita. Eso… Así… Más…», me elogió mientras mi lengua le hacía cosquillas en la parte inferior del miembro.
Mi mano continuó acariciando sus testículos y Daniel finalmente llegó a su punto de quiebre. Su cuerpo se tensó y aparté mi cabeza de él, dejando solo la cabeza sellada por mis labios. No había tragado en una eternidad y no quería desperdiciarlo.
Daniel gritó y llegó al clímax. La primera cuerda salió disparada y me golpeó en la parte posterior de la garganta, tomándome por sorpresa. Pero me quedé quieta mientras el resto de su carga se depositaba limpiamente sobre mi lengua ansiosa y expectante.
***
Cuando Daniel terminó de correrse, aparté mis labios de su verga con un «pop» y abrí la boca, mostrando la evidencia a todos. Me lo tragué todo con avidez y volví a abrirla para mostrar la prueba. Me lamí los labios, saboreando ese maravilloso sabor salado.
Tomé la verga de Daniel de nuevo en mi boca y chupé una última gotita diminuta de su punta antes de que se dejara caer de nuevo en el sillón reclinable. Tenía la sensación de que no estaría así por mucho tiempo.
Había estado sacudiendo distraídamente a Johnny en una mano y me giré para mirarlo.
«Bueno, ¿qué sigue? ¿Quieres tocarme el coño o qué?», pregunté ya pateando mi razón por el desagüe.
Como era de esperar, sus ojos se iluminaron.
«Permanece de rodillas e inclínate sobre el sofá», me ordenó.
Obedecí, arrastrándome hasta el sofá y doblándome por la cintura hasta que mi cuerpo quedó doblado en un ángulo de 90 grados con mi pecho presionando el cojín.
Johnny se acercó a mí por detrás mientras todos los demás hombres observaban y acariciaban pacientemente con anticipación.
«Veamos ese lindo hueco rosado…»
Envolvió sus dedos alrededor de la cinturilla de mis bragas y las deslizó por mi trasero y por mis piernas, dejándolas acumuladas en mis rodillas dobladas. Una repentina ráfaga de aire golpeó mi raja ahora expuesta y envió un escalofrío por mi columna vertebral.
Estaba inclinada sobre un sofá con mi coño al descubierto para que lo vieran cinco desconocidos. Y a pesar de ser desconocidos, estaba empapada. Podía sentir un largo hilo de jugo pegado a mis labios que se alargaba lentamente y caía al suelo.
«Qué buena zorra. Ya está chorreando de solo pensar en que todos la usemos», dijo Carlos.
«Oh, sí, quiero. Viólenme con todas esas vergotas. Llénenme como mi marido nunca podría hacerlo». No sabía qué me había pasado, y porque mi ser cambió tanto, pero sí sabía lo que quería que me pasara.
Johnny se arrodilló justo detrás de mí. Un dedo recorrió mi entrepierna y me hizo jadear. Johnny llevó el dedo a mi boca y dejé que lo introdujera. Chupé su dedo y saboreé el néctar que había obtenido.
Le hice una mamada a Johnny con el dedo antes de que lo retirara de mi boca. Agarró su pene y presionó la cabeza contra mi suave clítoris. Frotó su punta sobre mi protuberancia hinchada, haciéndome gritar de sorpresa y luego gemir y retorcerme un poco en el sofá.
Levantó su pene y lo colocó contra mis pliegues antes de llegar a mi entrada. Johnny escupió sobre su miembro y lo frotó, preparándolo para la entrada. Sosteniendo su pene en su mano, presionó hacia adelante y lo introdujo en mi coño.
«¡Mierda!», exclamé con un grito prolongado. Había penetrado en mí unos ocho o diez centímetros y ya parecía que había recibido más de lo que había recibido nunca. Su pene era tan grueso que abrió las paredes de mi coño mientras penetraba.
«Joder, tienes la cuca muy apretada.» Dijo el colombiano.
Johnny siguió empujando su pene dentro de mi vulva. Encontró cierta resistencia, pero mis jugos que brotaban eran suficiente lubricante para permitirle continuar. Su pene se hundió más profundamente, estirándome hasta el límite, hasta que finalmente su estómago tocó mi trasero.
Nunca había sentido tanta carne dentro de mi.
Di un suspiro de alivio. Sus dieciocho centímetros eran casi el doble de lo que había probado antes y mucho más grueso. Me sentía hinchada, pero también increíblemente excitada. Mi orgasmo estaba a punto de llegar.
Johnny me dio un minuto para aclimatarme antes de sacar lentamente su pene hasta la mitad. Sin previo aviso, lo volvió a meter hasta el fondo, haciéndome gritar. No se detuvo, esta vez lo sacó un poco más y lo volvió a meter más rápido. Mi coño se aferró a su pene como una pinza, lo que significaba que podía sentir cada centímetro de él.
Johnny empezó a penetrarme rítmicamente. Cada vez se retiraba más, de modo que solo quedaba la cabeza, antes de volver a meterme la verga hasta las bolas. Cada embestida era más potente y placentera que la anterior, a medida que mi coño se acostumbraba a una intrusión tan grande.
Empecé a rebotar y sacudir mis caderas contra Johnny con cada embestida. Esto cambió el ángulo de penetración ligeramente y dejó que su verga rozara mi punto G. Chillé y Johnny me fornicó más rápido. Sus dos manos me sujetaban el culo con fuerza para sostenerme.
Su verga empezó a latir dentro de mi coño y pude sentir que su líquido preseminal empezaba a salir. No podía aguantar mucho más, pero por suerte yo tampoco. Me estaba cojiendo más fuerte de lo que podría haber imaginado, meciendo mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás, poniéndome pelo en la cara y destrozando mi concha. Disfruté cada segundo.
La velocidad de Johnny alcanzó su punto máximo justo cuando mis gemidos también lo hicieron. Estaba a punto de correrme cuando Johnny extendió una mano y comenzó a hacer círculos con sus dedos alrededor de mi clítoris erecto.
Eso fue suficiente para hacerme perder el control. Gemí y grité a todo pulmón, gritando improperios. Sentí como si mi coño estuviera en llamas y cada terminación nerviosa de mi cuerpo hormigueaba. Fue el orgasmo más poderoso que jamás había sentido.
Mi coño se contrajo alrededor del miembro de Johnny y fueron necesarias cuatro embestidas con la fricción cada vez mayor para que se corriera. Gruñó en voz alta y soltó su semen mientras continuaba embistiendo dentro de mí.
Su semen salpicó la parte posterior de mi coño y cubrió cada centímetro de mis paredes. Mi Daniel no se había corrido dentro de mí durante unos meses. Olvidé lo increíble que se sentía tener todo ese líquido pegajoso dentro de mi coño.
El ritmo de Johnny se detuvo por completo.
«Joder, Reyna, perra… eso fue increíble. Tan pequeña y tan puta».
«Ah??». Dije sin aún recuperarme.
Johnny se rió entre dientes y lentamente retiró su pene de mi vulva. Sentí un torrente de líquido, tanto jugo vaginal como semen, que salía de mi concha. Parte se deslizó por la parte interna de mis muslos, parte se adhirió a mis labios vaginales y el resto se quedó dentro de mi coño o goteó al suelo. Moví una mano hacia mi coño y pasé mis dedos por los labios vaginales. Volví los dedos a mi boca y los chupé, saboreando esa maravillosa combinación de excreciones humanas.
Al probarlo apenas, me desaté sexualmente…
«¿Quién sigue?» pregunté, volviendo la cabeza hacia atrás.
Carlos se acercó, aparentemente reclamando su lugar en la fila. Para mi sorpresa, Marco también se adelantó y saltó al sofá. Se sentó justo frente a mí, con su pene erecto a unos centímetros de mi cara.
«¿Cómo se sentía su panocha?» preguntó Carlos.
«Tienes que probarlo tú mismo», respondió Johnny.
Pude escuchar a Carlos caer de rodillas detrás de mí. Pasó la cabeza de su pene sobre mi entrepierna, recogiendo los líquidos y frotándolos en su eje. Agarré la verga de Marco con una mano y me incliné hacia adelante antes de engullir su gruesa corona en mi boca.
Mis labios se cerraron con fuerza alrededor de la verga de Marco y succioné mis mejillas. Mi cabeza comenzó a subir y bajar por la mitad superior de su verga mientras mi mano trabajaba al unísono, sacudiéndose a la misma velocidad.
Para mi deleite, Carlos terminó de lubricarse y metió su verga entre mis labios entreabiertos y mi coño. Dejé escapar un gemido, que fue amortiguado por la verga de Marco. Carlos agarró mis caderas para hacer palanca y se empujó dentro de mí. Sentí que toda su verga se deslizaba por mi resbaladizo canal hasta que toda la longitud quedó enterrada dentro de mí. Ahora tenía vergas en ambos agujeros y estaba completamente llena. Bueno, casi…
Carlos tenía más o menos la misma longitud que Johnny, pero no era tan grueso. Mi coño ya estaba muy estirado, por lo que ahora era considerablemente más fácil recibir la gran verga. Carlos se apartó unos centímetros y comenzó a empujar hacia adelante y hacia atrás dentro de mí.
Carlos se puso a trabajar muy rápido y yo seguí mi ritmo constante chupando a Marco. Ya le había hecho una buena mamada a Carlos antes y podía sentir que su verga empezaba a palpitar. Solo pudo aguantar un minuto o dos más.
Mientras Carlos movía sus caderas contra mí, sus testículos comenzaron a golpear mi clítoris, proporcionándome pequeñas y repetidas descargas que me hacían temblar. Ya había tenido un orgasmo y estaba claro que no era suficiente. Mi coño comenzó a agitarse de nuevo por la estimulación de mi clítoris y los furiosos golpes de Carlos en mi vulva.
Carlos evidentemente reconoció que no podía aguantar mucho más y aminoró el ritmo. En lugar de eso, empezó a mover las caderas y a follarme más profundamente. Con una mano empezó a jugar con mi clítoris, haciéndome jadear. Mi coño estaba cobrando vida de nuevo y mis esfuerzos por Marco se desvanecieron. Me dio una rápida embestida de su verga en la garganta para recordármelo y miré directamente a sus misteriosos ojos para concentrarme.
Carlos pudo aguantar unos minutos más antes de que pudiera sentir su pene palpitar contra las paredes de mi coño nuevamente. Me había llevado bastante cerca del orgasmo, pero parecía que no estaría allí para terminar el viaje.
Su velocidad comenzó a aumentar de nuevo mientras se dirigía hacia el clímax. Su verga se hundió más profundamente en mi coño mojado y llegó a su punto de ruptura. Carlos agarró mis caderas con fuerza, gritó y embistió tan profundamente como pudo antes de disparar su carga contra la pared trasera de mi coño.
Mis labios carnosos de mamada se ensancharon alrededor de la verga de Marco mientras me movía más rápido, queriendo darle también su propio clímax. Mi lengua recorrió la parte inferior de su miembro y mi mano libre acarició sus bolas, asegurándome de que toda su entrepierna estuviera siendo estimulada. Comenzó a empujar lentamente hacia atrás dentro de mí mientras mi cabeza bajaba sobre su verga, dejándolo tocar la parte posterior de mi garganta.
Marco sólo necesitó treinta segundos de esfuerzos dirigidos por mí para correrse. Sus muslos se tensaron y supe que se iba a venir. Tragué todo lo que pude de su miembro mientras su verga sentía las vibraciones de mi garganta. Su semen se derramó directamente por mi garganta y lo tomé como una campeona. Una parte de mí estaba decepcionada de no poder sentir el sabor de su corrida, pero la otra parte (la mayor parte) estaba orgullosa de la cantidad de pene que tomé y del hecho de que acababa de recibir una descarga directamente en la garganta como una verdadera puta.
Carlos se apartó de mí, evidentemente cansado de disfrutar del calor de mi coño. Lamí el casco de Marco unas cuantas veces más antes de que él también se alejara.
Me di la vuelta y me dejé caer al suelo. Sentí que la nueva carga de semen empezaba a salir de mi coño. Estaba cansada y me dolía un poco el hoyo, pero Carlos me había llevado muy cerca de otro orgasmo y no iba a prescindir de él.
Greg era el único que no se había corrido aún. Lo miré fijamente.
—¿Cómo me quieres? —pregunté, dejando clara mi sumisión hacia él.
«Recuéstate boca arriba en el sofá.»
Me levanté y hice lo que me habían ordenado. Mis piernas y parte de mi trasero colgaban del borde mientras mi cabeza descansaba contra el cojín trasero. Me di cuenta de que ninguno de los hombres se había molestado en tocarme las tetas todavía. Mis pechos grandes quedaron tiesos y mis pezones ya estaban completamente erectos después de la fornicada.
Greg se acercó a mí y se arrodilló entre mis piernas, las cuales levantó en el aire en forma de V.
«Mantén las piernas en alto.»
Me incliné hacia delante y sujeté la parte posterior de mis rodillas, manteniéndome completamente abierta.
Fue entonces cuando me di cuenta de que había cogido una pequeña botella de lubricante de sus vaqueros arrugados que estaban en el suelo. Qué raro. Mi coño ya estaba muy mojado por el jugo y el semen.
– ¿Y eso? – pregunté.
«Siempre llevo una pequeña cantidad en el coche, por si acaso. Ahora me pareció un buen momento para traerla», respondió.
Greg se echó una buena cantidad en la mano y se frotó el pene con el lubricante, dejándolo bien brillante. Greg agarró la base de su pene y se acercó un poco más a mí antes de frotar su cabeza contra mis labios hinchados. Cerré los ojos con anticipación.
Se abrieron inmediatamente cuando Greg se movió más abajo y deslizó la cabeza de su verga dentro de mi apretado culo.
—Oooh, espera, ¿qué carajo? —pregunté.
«Santo cielo, estás muy apretada del maldito culo, putilla», comentó.
Eso era de esperar. El sexo anal nunca lo había realizado.
Eera algo que nunca había deseado hacer. Mi Daniel lo hizo conmigo una vez y decidió que no le gustaba, así que nunca lo intentamos de nuevo. Un par de veces, cuando me estaba metiendo de lleno en una sesión de masturbación, yo introducía un dedo allí, pero, aparte de eso, mi capullo de rosa permanecía libre de intrusos.
«No me han cogido por ahí nunca», le dije con sinceridad. «Oh, puta madre», gemí mientras Greg comenzaba a deslizar lentamente su verga más profundamente en mi culo.
«Bueno, eso va a cambiar esta noche», respondió. Eso solo hizo que mi panocha se mojará aún mucho más.
Miré a Greg y traté de relajarme lo más que pude. Mis grandes pechos subían y bajaban al ritmo de mi respiración mientras inhalaba y exhalaba profundamente y trataba de bloquear el dolor en mi ano.
Greg se inclinó hacia delante y agarró mis pechos, sujetándolos casi como si fuera un apoyo. Sus caderas se movieron hacia delante, enterrándose otro centímetro dentro de mí. Hice una mueca de dolor.
-Putita, ¿quieres que pare? -preguntó y se respondío solo antes que yo lo hiciera: “Nah! Ni creas que me llenaré de semen de éstos” señalando con un movimiento de cabeza señalando a sus amigos y sin dejar de verme. “Prefiero joderte por el culo, putona.”
Yo tampoco quería detenerlo, «No, dale. Cojeme el culo. Quiero sentir cada centímetro de tu vergota en mi interior. Jodelo y dejalo abierto… eso quiero, solo dale despacio, para acostumbrarme…” Jadeé.
Creo que mi apetito sexual lo tomó un poco desprevenido.
“Perfecto niña putona” Terminó antes de darme un empujón en el culo.
Ya estaba yo cocinada en mis propios jugos y me habían corrido cuatro veces, pero mi actitud conservadora no sugeriría que soy una persona con un deseo secreto e insatisfecho de que un hombre de verdad me joda el culo. Al menos hasta esa noche.
Greg siguió adelante. Ya tenía más de la mitad de su pene dentro de mí, pero se estaba poniendo más duro con cada centímetro. Relajé mis músculos lo más que pude para que fuera más fácil. El lubricante ciertamente estaba ayudando mucho. Aún así sentí mucho dolor.
La diferencia entre mi culito tierno y una vergota de hombre ya hecho era desmezurada pero me ganaba el morbo y la lujuría… Aguantaba como vil puta campeona.
Me quedaban unos cinco centímetros y mi trasero ya no cedía más. Le hice un gesto de asentimiento a Greg en silencio y él empujó sus caderas dentro de mí tan fuerte como pudo. Nuestras carnes se encontraron y su miembro entero estaba dentro de mi trasero. Se sentía un dolor increíble, pero traté de no darle importancia. Quería irme a casa con el culo abierto y lleno. Ni siquiera pensé en las consecuencias.
Estaba al borde del clímax solo por la sensación de la verga de Greg allí dentro. Ni siquiera había empezado a follarme realmente todavía. Apreté mis caderas contra su verga inmóvil, haciendo que se moviera un poco contra las paredes apretadas de mi recto. Él captó la señal.
Greg apartó sus caderas de mí, separándose unos centímetros, antes de volver a empujar dentro de mí. No se detuvo ni se contuvo en absoluto cuando estaba profundamente dentro de mí, retirándose inmediatamente para otra embestida más rápida. Cada embestida era más fácil y el dolor en mi trasero había disminuido, supuse que era por el lubricante que había usado.
Crei que tenía algun elemento que aminoraba el tremendo dolor y había dado paso a un inmenso placer mucho más intenso que cuando me jodieron la vulva. Mi coño ardía. No podría aguantar más de un minuto. Sentía mi utero hincharse de la excitación.
La verga de Greg se movía cada vez más rápido en mi culo. Lo animé a seguir y darle mas fuerte. Sentí un tiron en el culo muy fuerte, pero no le di importancia nuevamente y moví mi culo hacia atrás contra su verga, dejándolo que me penetrara más. Quería que esto no acabara.
Acababa de encontrar mi kryptonita. Pensé por un milisegundo que quería vivir con algo en el culo por siempre… Estaba lista para correrme.
«Oh, puta madre, no pares. ¡Jódeme más fuerte, perro! ¡Me voy a correr! ¡Jódeme ese culo! ¡Cójete mi pequeño culo de niña! ¡Viólame el culo cabrón!»
Greg me fornicó el culo una vez más y me corrí. Mi coño desconectado chorreó jugo por todo su tonificado estómago. Nunca antes había chorreado y sentí que todo mi cuerpo se concentraba en mi vulva y culo. Me estremecí por los temblores que me invadieron el cuerpo y mi culo se apretó contra la verga de Greg, pero él no se detuvo.
Me había concentrado tanto en Greg que ni siquiera me di cuenta de que Johnny se había arrodillado en el sofá junto a mí y me había mostrado su verga. Todavía sostenía mis rodillas en alto, no tenía manos libres, pero estiré el cuello y dejé que su oscura verga se deslizara entre mis labios. Comencé a mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo por la mitad superior de su miembro, sintiendo que volvía a cobrar vida por completo en mi boca.
Podía sentir que el líquido preseminal de Greg se filtraba en mi trasero y se mordía el labio inferior. El sudor goteaba de su frente sobre mis muslos desnudos, lo que me puso la piel de gallina. Su clímax tampoco estaba lejos.
La gran verga me estaba abriendo el culo por completo y Greg se estaba retirando, de modo que solo su cabeza quedó en mi ano antes de embestirme de nuevo. Sus bolas golpearon mis nalgas y emitieron un sonido muy audible. Otro orgasmo se estaba gestando dentro de mí por la fuerza y la velocidad de las embestidas de Greg.
Cada centímetro de las paredes de mi recto estaba siendo frotado por el mástil de Greg, y eso parecía trasladarse de alguna manera a mi coño, haciendo que cada terminación nerviosa de mi vulva se sintiera estimulada. Era una sensación increíble.
Mi cabeza se movía arriba y abajo por la verga de Johnny en un acto inconfundible de felación. Mi cuello no podía moverse mucho, así que solo chupaba la parte superior de su verga, dejando que mi lengua trabajara sobre su casco. Sin embargo, Johnny quería más y comenzó a empujar sus caderas hacia mí.
Su miembro pasó por mis labios y la punta tocó la parte posterior de mi garganta. Tuve arcadas y la saliva brotó de mi boca sobre los cojines del sofá. Johnny continuó embistiendo mi garganta, casi a la misma velocidad que Greg. Mis fuertes «glug» enmascaraban el sonido de los testículos de Johnny golpeando mi barbilla.
Greg empezó a gruñir y su verga palpitaba contra las paredes de mi culo, lo que me resultó increíble. Tensé un poco los músculos para sujetarme mejor, y la fricción aumentada fue demasiado para Greg. Gritó y empujó su verga lo más profundo que pudo en mi culo antes de arrojar su carga caliente en mi recto. Sentí el semen caliente pegado a mis paredes.
En cierto modo, se sentía mejor que recibir una carga en mi coño. Ahora me estaba encontrando con problemas de puta de primer nivel. ¿Prefería más la leche de verga en mi culo o en mi coño?. Carajo, pensé en mis adentros, quiero que me lo hagan otra vez por el culo. Lo que termino por determinar mis deseos lujuriosos futuros.
Greg suspiró. «Pinche puta, perra, no tengo idea de cómo tu esposo no ha estado aprovechando eso».
Escupí la verga de Johnny con algo de esfuerzo porque ya llevaba más de 12 cms de verga en mi boca. “Como me gustaría que eso le dijeras directamente» Johnny inmediatamente me tapó la nariz y me abrió mi mandíbula de nuevo y me tapó la boca con su vergota.
Greg retiró lentamente su verga de mi culo. Sentí dolor y molestia, y comencé a sentí que el semen empezaba a salir, escurriendose por la división de mis nalgas, lo que me encendió otra vez.
«Perra madre, hombre, miren esa abertura», comentó Daniel.
«Alguien más tiene que tapar ese agujero. ¿Quien se apunta?», preguntó Carlos.
Johnny sacó su verga de mi boca, dejándome respirar nuevamente, y la dejó reposar en mi mejilla.
«Parné.» Dijo el colombiano, lo que no entendí yo.
—Hey, espera —protestó Daniel—. Todavía no he follarle el coño ni el culo.
«Lo siento, amigo. Todo el mundo sabe que la regla internacional de ‘derecho de propiedad’ tiene prioridad sobre todo lo demás», dijo Marco.
Entendí entonces la referencia.
«Puta madre, hombre», añadió Daniel, obviamente frustrado. Lo que me dio cierta ternura y comenté:
«Chicos, chicos. No se molesten. Tengo dos agujeros y una boca. Para todos hay» Dije sin reconocerme e inmersa en una lujuria desconocida para mi propio ser.
¿Qué? ¿Cómo salió eso de mi boca?
Y no solo me refiero al tremendo trozo de verga de Johnny, sino a mis propias palabras. Ni siquiera me había dado cuenta de que tenía una fantasía de doble penetración, pero ahora que había sentido una verga real y significativa en mi culo, no pude evitarlo. Quería más. Necesitaba más. Y lo que una mujer quiere, una mujer lo consigue (Por eso nunca nos ganan en una discusión)
Las cejas de Daniel se alzaron de inmediato. Johnny me agarró de las caderas y me tiró del sofá, haciéndome chillar un poco. Me empujó hacia un lado en el suelo y se tumbó detrás de mí.
Sentí que una mano me agarraba el culo y que la otra, presumiblemente, sostenía su verga, que golpeó contra las nalgas de mi culo. Arrastró la cabeza sobre mi raja y la bajó hasta mi agujero todavía abierto. Respiré profundamente para prepararme.
Johnny empujó sus caderas hacia adelante y su pene se deslizó dentro de mi trasero. Era más grueso que el de Greg, aunque no tan largo. Sin embargo, esto no ayudó durante los primeros centímetros. Las paredes de mi trasero se separaron con fuerza por la cabeza de su pene cuando Johnny empujó hacia adentro. Los restos de lubricante y el semen de Greg ayudaron, pero ciertamente no fue una tarea fácil.
Grite de dolor, pero no me importó. Mucho menos a Johnny que arremetió aún con más fuerza.
Daniel se acercó a nosotros y se arrodilló frente a mi cara. Sabía lo que quería sin que tuviera que decirlo. Me incliné hacia delante y tomé su verga entre mis labios.
Pasé la lengua por su cabeza y mis labios recorrieron su piel mientras me balanceaba sobre su miembro. Daniel estuvo completamente erecto en menos de un minuto.
Mientras tanto, Johnny se abría paso más profundamente en mi trasero. Cuanto más avanzaba, menos rendía, pero estaba decidido a llenarme, y yo estaba decidida a que me llenaran.
El gusto por una verga en mi culo, ya no regresaría a su estado original. Muy al contrario, quería sentir todas las vergotas de estos sementales en mi culo.
Sentí la necesidad de ir al baño lo que se reflejó en mi piel. Traté de no darle importancia. Pero Johnny lo sintió y volvió a empujar aún con mas ganas.
Sus dos manos descansaban sobre mis caderas y mientras tiraba de mi trasero hacia él. Siguió empujando sus caderas hacia adelante, deslizando más su verga dentro de mí y abriéndome aún más el culo ya bien follado.
El dolor era evidente, pero mucho menor que con Greg. Gemí, pero Johnny no se detuvo en ningún momento. Sabía lo que quería.
Cuando su gruesa verga estuvo completamente enterrada dentro de mí, inmediatamente la sacó casi por completo antes de volver a embestirla rápidamente.
Mi trasero se sacudió y mi cuerpo se balanceó mientras Johnny comenzaba a follarme el culo con firmeza.
Mi boca se balanceaba naturalmente sobre la verga de Daniel y yo estaba adquiriendo más confianza en mis propias habilidades. Estaba devorando su mástil por completo con cada movimiento de mi cabeza antes de apartarme y lamer su cabeza.
Abrí la boca para jadear cuando Johnny tocó un punto particularmente sensible. Estaba increíblemente cachonda y el orgasmo se acercaba rápidamente.
Daniel sacó su verga y se tumbó frente a mí. Se acercó a mí, apretándome efectivamente entre los dos hombres mucho más grandes. Me veía y sentía muy pequeña entre estos dos mastodontes. Pero unas ganas tremendas de que me perdiera y ahogaran entre ellos.
***
Daniel se inclinó hacia delante y me besó mientras mi cuerpo seguía meciéndose. Gemí en su boca por el placer continuo que emanaba de mi trasero. Con una mano, Daniel ahuecó una de mis grandes tetas y la apretó con fuerza, presionando su palma contra mi pezón erecto. Estaban lo suficientemente duros como para cortar diamantes en ese momento.
Con la otra mano, Daniel guió su pene hacia mi vulva. Frotó su cabeza contra mi clítoris, lo que me resultó increíble al ver cómo mi clítoris se movía de un lado a otro con el resto de mi cuerpo. Me estremecí, ya que incluso esa pequeña estimulación me acercaba a la tierra prometida.
Johnny se dio cuenta de lo que Daniel iba a hacer y detuvo sus embestidas, para mi insatisfacción. Quise decirle que no se detuviera, pero quería a los dos.
Lo que hizo Daniel no me desagradó en absoluto. Acomodó la cabeza de su pene contra mis labios relucientes y lo empujó hacia abajo hasta que sintió mi entrada. Su cabeza se deslizó dentro con facilidad.
Daniel se detuvo por medio segundo, y luego, tanto él como Johnny empujaron sus vergas dentro de mí exactamente al mismo tiempo, lo que me sorprendió y sentí extraño el tener dos vergas metidas al mismo tiempo.
Sentí lleno mi coño y mi culo por completo, lo que nunca jamás llegué a pensar que fuera a suceder, y menos entre tipos tan grandes para mi.
Ese fue el momento exacto en el que me perdí.
Grité y todo mi cuerpo se sacudió como si estuviera en medio de un terremoto.
Me corrí sobre la verga de Daniel, bautizándola con mi semen pegajoso.
Sentí que todo un universo se había abierto ante mis ojos mientras experimentaba este nuevo placer por primera vez.
Me quedé en el suelo, con el cuerpo completamente dominado por las sensaciones en mis agujeros. Fue el orgasmo más gratificante y poderoso que jamás había sentido.
Estoy bastante segura de que era la tercera vez esa noche que un nuevo campeón había sido coronado en lo más alto de mi, ciertamente, corta vida.
No podía moverme ni hablar ni hacer nada más que respirar. Con cada jadeo de aire sentía cómo se estimulaban cada terminación nerviosa de mi vulva y de mi culo.
No me había recuperado del primer orgasmo, pero Daniel y Johnny estaban follando con una intensidad y una pasión que no había visto antes.
Ambos hombres me estaban perforando los agujeros mientras yo yacía entre ellos.
Cada vez que Daniel embestía, Johnny sacaba casi todo el contenido de mi culo. Daniel se retiraba y Johnny bombeaba sus caderas hacia dentro. Era un ciclo continuo que significaba que uno de mis agujeros siempre estaba lleno.
La boca de Daniel estaba sellada a la mía, su lengua exploraba el interior de mi boca. Sus manos jugaban con mis tetas, pellizcando mis pezones y apretando la carne.
Johnny besó la parte de atrás y el costado de mi cuello, casi con la fuerza suficiente para darme un chupetón. Me dio varias palmadas fuertes en el trasero, haciendo que mi piel se pusiera roja.
Me sorprendió lo bien que se sentía. Añadí otra cosa a la lista de descubrimientos sorprendentes que había hecho esta noche. Quería que me siguieran golpeando las nalgas de forma eterna, mientras tenia un par de vigorosas vergotas dentro de mí.
Nunca me había sentido tan lujuriosa como cuando los dos hombres me mimaban, estimulando cada parte de mi cuerpo que podían.
Saber cuánto me deseaban, lo atractivo que les parecía mi cuerpo, me excitaba casi tanto como la brutal penetración doble.
Mi esposo Daniel nunca me hizo sentir deseada ni sexualmente deseada, salvo con los manoseos cuando nos conocimos o estando en compañía de sus amigotes borrachos, y eso era un problema tan importante como su dote física, o más bien su falta de ella.
El tiempo parecía volar mientras me penetraban con fuerza. El mundo giraba a mi alrededor, pero yo permanecía atrapada en ese momento único, en un paraíso terrenal, con todo mi cuerpo en vilo y mi vulva y mi culo en llamas.
Lo siguiente que supe fue que un segundo clímax ya estaba en camino.
Johnny y Daniel también se acercaban al final de su recorrido.
Las embestidas se habían vuelto más frenéticas, casi apresuradas, ya que usaban mis estrechos agujeros como herramientas para correrse. Ambas vergas palpitaban y continuaban bombeando dentro y fuera de mí, separadas solo por una fina membrana que la sentía como si me tocarán el cerebro.
La voz de Daniel rompió mi intensa concentración en las descargas eléctricas que emanaban de mi vulva.
«Puta, ya estoy cerca, putita. Tú también, ¿no, pinche zorrita?»
«Ajá», asentí mientras una mirada de puro placer pasaba por mi rostro.
«Bien. Quiero sentir tu panochita correrse sobre mi verga mientras te lleno de mecos, perra. Dime qué quieres tu putilla».
«Quiero sentir tu verga gruesa bombeando dentro de mí, lléname». Apenas dije.
«Sigue, sigue, putilla pendeja.»
«Quiero que ambas vergas me abran y me usen como una puta pagada hasta que me corra».
—Sí, sí —gruñó Daniel mientras su rostro se contraía. Su ritmo había aumentado ligeramente y su pene palpitaba. Estaba a punto de correrse.
«Necesito que me llenen de leche de vergotas, la panoche y el culo, quiero rogarles que me llenen como vil puta».
Johnny gritó detrás de mí y metió su miembro profundamente en el culo. Un momento después, Daniel cerró los ojos y metió su pene hasta el fondo del coño.
«¡Por favor! Llénenme, soy su puta para siempre… llévenme con ustedes y háganme su perra, todo el día.»
Explotaron al mismo tiempo. Mis dos agujeros se llenaron simultáneamente de semen cálido y viscoso, y me encantó la sensación, mucho mejor que las ya rebasadas metas lujuriosas que hoy habia descubierto con estos machos.
Mientras aún se estaban descargando, bajé una mano y froté mi sensible clítoris tan fuerte como pude, moviéndolo cada vez más rápido hasta que me corrí otra vez.
«Oh, madre, sí, me vengo, me vengo ¡Joder, me estoy corriendo!»
Mi vulva apretó la verga de Daniel al correrme y mi culo se apretó alrededor de la de Johnny. Los últimos chorros de semen fluyeron de sus vergas hacia mis agujeros. Estaba completamente saciada.
El segundo orgasmo fue tan potente o más como el primero, tuve más tiempo para recuperarme y lo aproveché. Tanto Johnny como Daniel salieron de mí y se sentaron en el sofá.
Me quedé tumbada en el suelo, mis grandes tetas se movían y caían al ritmo de mi respiración. El semen brotaba de mis agujeros, deslizándose por delante y por detrás de mi muslo inferior. Al escurrirse su semen, me hizo sentir súper putona satisfecha de mi esfuerzo.
Una mano bailó distraídamente sobre mi clítoris y mis labios hinchados, manteniéndome alerta.
Mis dedos recogieron un poco del semen que se derramaba y lo llevé a mi boca para saborearlo deliciosamente. Me lamí los labios, ansiosa por probarlo más.
Antes de que tuviera oportunidad de protestar o incluso reaccionar, fui levantada del suelo por manos firmes, evidentemente las de Carlos.
Me llevó por las caderas unos cuantos metros más allá y me dejó caer sobre el cuerpo reclinado de Marco. Me dolían las rodillas, pero pronto mi mente se dirigió a otra parte. Marco agarró su verga, ahora completamente erecta de nuevo, y la guió hacia mi hoyo empapado. Un gemido escapó con fuerza de mis labios.
Ahora podía ver a Greg de pie frente a mí. Me agarró del pelo y tiró de mi cabeza hacia arriba, sentí el cuero cabelludo con ardor.
Mi boca se abrió de dolor y él aprovechó la oportunidad para introducir su pene. Tuve arcadas, pero él siguió empujando hasta que mi garganta se hinchó por su erección. Me ahogaba mientras me violaba la garganta.
Marco me agarró los muslos y empezó a penetrarme. Se olvidó de formalidades y empezó a introducir su pene de inmediato. Mi concha se aplastó por todo el exceso de líquido que todavía había dentro y lo sentí chapotear contra mis paredes mientras su pene entraba y salía.
Nunca me habían cogido estilo vaquera como ahora, y la posición era muy gratificante. La verga de Marco rozaba mi punto G mientras yo me acariciaba el clítoris. Greg también tenía un ángulo recto para follarme la cara, manchándome el pecho y las tetas de la saliva que brotaba sin intención.
Una mano apareció en mi nuca y en mi hombro. Mi boca se presionó aún más contra la verga de Greg, colocando mi nariz firmemente entre su vello púbico mientras sus bolas tocaban mis labios. Mi cuerpo también se vio obligado a apretar más fuerte la verga de Marco por la mano.
Satisfecha, las manos comenzaron a moverse más abajo por mi cuerpo. Las yemas de los dedos rozaron mi piel, apenas tocándome suavemente y poniendo mis pelos de punta. Justo cuando me estaba acostumbrando a la ligera estimulación, dos fuertes palmadas cayeron sobre mis dos mejillas, lo suficientemente fuertes como para dejar una marca.
Sentí el aliento del hombre, que supuse que era Carlos, golpeando mi cuello. Un objeto duro (¿me pregunto qué?) presionó mi espalda, luego mis nalgas y finalmente se introdujo en el borde de mi agujero.
Un gemido muy ahogado salió de mi boca mientras expresaba mi aprobación. Dos manos agarraron mis costillas y mecieron mis caderas hacia atrás mientras la verga se deslizaba dentro de mi ano.
Gemí cuando se me alojó en el recto. Todavía no me sentía del todo acostumbrada a la doble penetración, pero las respiraciones profundas me calmaron y mi vulva se electrizó.
Mis dedos continuaron acariciando mi clítoris hinchado mientras la otra mano agarraba mis desarrolladas tetas y apretaba la carne de ellas.
Carlos y Marco entraban y salían de mis agujeros, haciendo que todo mi cuerpo se balanceara hacia adelante y hacia atrás. Mi concha goteaba profusamente sobre las piernas y el torso de Marco.
Casi podía sentir las vergas rozándose entre sí desde este ángulo, pero estaban excitando los nervios reflejados en mi culo y mi vulva. Mis piernas temblaban y mi respiración se volvió mucho más rápida.
Greg me agarró del pelo otra vez y me apartó de su verga. Solté un suspiro fuerte, sin darme cuenta de lo difícil que había sido respirar hasta que mi boca quedó destapada.
Largos hilos de saliva cayeron al suelo. No quería ni mirarme. Sabía que mi rímel se correría por completo y mi cara se vería horrible. Pero a pesar de eso, me sentía atractivamente puta.
Greg me agarró la cabeza y me empujó hacia atrás, esta vez sobre sus testículos. Mi lengua los recorría, ayudada por el movimiento constante de mi cuerpo. Chupé su escroto y lamí cada centímetro de piel que pude.
Cuando Carlos me dio una cogida particularmente fuerte por detrás, mi cuerpo se tambaleó hacia adelante y descubrí que mi lengua rodeaba el trasero de Greg, lamiéndolo, algo que nunca antes había pensado en intentar.
Parecía receptivo, así que seguí lamiendo largos caminos con mi lengua desde su trasero, donde rodeaba su agujero, hasta sus bolas, que inmediatamente chupaba.
El cambio continuo de las estimulaciones parecía realmente excitarlo. Cuando sintió que sus bolas comenzaban a hincharse, Greg me apartó y volvió a empujar su verga hasta mi garganta.
Con la cantidad de atención que le había estado prestando a Greg, ni siquiera me había dado cuenta de lo caliente que me estaba poniendo.
La forma en que estaba posicionada, a horcajadas sobre Marco, se sentía increíble cuando él empujó su verga en mi concha, y mis dedos inconscientemente habían comenzado a trabajar más rápido en mi clítoris.
Marco, al igual que Greg, se acercaba a su fin y comenzó a bombear mucho más rápido. Carlos, que no quería correrse tan rápido, supongo, mantuvo su ritmo constante, lo que significaba que mis agujeros eran embestidos a diferentes ritmos, lo que se sentía extrañamente bien.
—Carajo, estoy a punto de correrme —anunció Marco.
«Hghh-hrrr-grggg», respondí.
«Voy a llenar ese puto hoyo apretado con mi semen hasta que me ruegues que pare. Oh, joder, aquí viene. ¿Estás lista para esto, perra? ¡Dime que estás lista putilla!»
—¡Errr-rehy! —Mis dedos se movieron más rápido sobre mi clítoris y moví mis caderas un poco, esperando que eso transmitiera el mensaje.
Supongo que fue suficiente porque Marco resopló y luego gritó mientras empujaba su verga profundamente en mi coño resbaladizo.
El semen comenzó a salir incluso antes de que dejara de empujar, y su verga palpitaba contra mis paredes mientras salía chorro tras chorro. Se sentía tan increíble estar llena de leche de verga de nuevo. Estaba tan cerca del alivio.
Por suerte para mí, Carlos no se había detenido ni siquiera cuando Marco lo había hecho. Mantuvo un ritmo constante en mi culo, asegurándose de que todo mi recto estuviera bien abierto. Sus dedos se clavaron en la piel de mi trasero, haciéndome estremecer.
Greg resoplaba y jadeaba, intentando resistir los efectos embriagadores de mi boca, pero, por desgracia, fue un esfuerzo inútil.
Pero él lo sabía y agarró los costados de mi cabeza antes de empujar sus caderas contra mi boca. Usó mi boca como un coño improvisado, taladrando mi garganta hasta que pudo correrse.
Su embestida se fue haciendo cada vez más lenta a medida que su pene liberaba su semen sobre mi lengua y bajaba por mi garganta. Esta vez, a pesar de tener la garganta cubierta de semen, saboreé el sabor, lo agité en mi boca y lo hice gorgotear para mostrarlo cuando Greg sacó su pene.
Incliné la cabeza hacia atrás y tragué orgullosa de mi trabajo todo el semen que me quedaba en la lengua, e interior de mis mejillas y dientes. Greg sonrió cuando le mostré mi boca vacía al terminar.
Las manos de Marco habían subido hasta mis pechos después de terminar de correrse y estaba retorciéndose juguetonamente los pezones. Esto liberó mis dos manos para presionar mi clítoris con más fuerza mientras prácticamente me obligaba a llegar al clímax. Carlos me cogió el culo con pasión y parecía estar llegando al final de su camino.
—Ah!, sí! —gemí, finalmente capaz de expresar mi placer—. ¡No pares, sigue fornicándome, dale fuerte!
Sentí que el sudor empezaba a gotear sobre mi espalda. La verga de Carlos se hinchó un poco, lo que ayudó a que rozara aún más las paredes de mi ano. Solo un poco más y estaría allí…
«¡Jódeme! ¡Así, justo así! ¡Estoy a punto…!»
Ese pequeño detalle pareció venir en forma de una nalgada muy fuerte de Carlos. Me hizo rechinar los dientes y me mordí un poco los labios por mi interior de la boca y me dolió todo el trasero mientras gritaba. Eso dejaría una marca.
Pero también hizo que mi coño gritara de placer, y cuando se combinó con el rítmico sexo anal, fue suficiente. Me apoyé en la verga desinflada de Marco, todavía enterrada en mi hoyo vaginal, y en mis dedos mientras Carlos me hacía llegar al orgasmo.
«¡Oh, mierda, sí! ¡Fóllame el culo! ¡Me estoy corriendo! ¡Ohhhhh!»
Mi cabeza se movió un poco hacia atrás y mi visión se volvió borrosa. Sentí que la verga de Carlos descargaba semen en mi ano, pero la fuerza de mi clímax hizo que no me diera cuenta. Noté que mi coño se apretaba con fuerza contra la verga de Marco, que parecía moverse ligeramente.
Mis gemidos y gritos resonaron en la habitación y se fueron apagando poco a poco a medida que se disipaba el subidón del orgasmo. Mi torso se dejó caer justo encima del pecho de Marco. Él no se quejó, ya que eso le dio acceso para pellizcar y estirar mis deliciosos pezones.
Después de un minuto, sentí unas manos en mi torso y me dieron la vuelta con fuerza. Mis manos presionaron el pecho de Marco por instinto, levantando la parte superior de mi cuerpo en un ángulo.
Reconocí a mi agresor como Johnny, sobre todo porque su pene presionaba contra mis labios. Los separé, invitándolo a entrar en mi boca. Johnny me agarró del pelo y no perdió tiempo en deslizar su pene dentro de mi boca.
«Vamos, pequeña zorra, quiero verte meter toda esta verga. Sé que puedes hacerlo y no te vas hasta meterte toda mi verga en tu garganta».
Me empujó hacia abajo con la cabeza, lo que me hizo ahogarme. Me costaba respirar, pero mis dedos bailaban sobre mi clítoris. Su dominio absoluto sobre mí me excitaba más allá de lo imaginable.
Mi boca se movía arriba y abajo por el miembro de Johnny y sentí algo más que me empujaba el culo. La verga semiflácida de Marco presionaba contra mi enorme ano. Con cierta dificultad, metió la cabeza y empezó a follarme el culo con embestidas largas y lentas. Apreté los músculos, tratando de ponerlo completamente duro de nuevo. El hombre se recuperó muy bien.
Johnny me había apretado la nariz, lo que me impedía respirar debido a su gruesa verga. Aguanté más de diez segundos antes de gemir en protesta y manoteé de forma ávida para tratar de respirar y Johnny no me dejó, sentí unas manos inmovilizando mis brazos.
Sentía ahogarme y desfallecer. Johnny sacó su miembro, lo que me permitió recuperar el aliento.
Jadeante, pero extremadamente caliente, apenas pude decir “Que rico otra vez en el culo, quiero más. Quiero otra por la panocha, por favor, papis, quiero más. Ahórquenme, viólenme!”
Daniel se acercó de inmediato, sin preocuparse de fornicar un hoyo ya preñado, frotó su pene sobre mis labios viscosos y mi clítoris. Extendí la mano y lentamente sacudí su pene mientras lo hacía, ordeñándolo hasta que volvió a la vida. Todavía agarrando su miembro, lo guié hacia abajo hasta que su casco estuvo apoyado contra mi coño. Daniel embistió, dejándome hermética una vez más.
Johnny entonces apretó de forma suave mi garganta, gemi y apreté mi vulva y ano. Marco y Daniel lo sintieron, y arreciaron su intentona de dañar mis interiores.
Mis piernas estaban abiertas en el aire formando una V, pero Daniel las juntó y las colocó sobre un hombro. El cambio de presión en mi coño se sintió bastante bien y estaba segura de que Daniel estaba teniendo una vista maravillosa de mis labios carnosos siendo presionados entre mis muslos pegajosos.
Mi mano volvió a mi clítoris, acariciando el bulto y haciéndome gemir mientras apretaba Johnny un poco más mi garganta. Mi boca vibró sobre su verga y él gruñó antes de retirarse por un breve momento, aunque mantuvo su cabeza apoyada sobre mi lengua.
«Veamos si esta niña putita puede con todos nosotros. Aún tiene dos manos que todavía no utiliza».
Greg y Carlos captaron la indirecta. Se colocaron a ambos lados de mí, justo cuando Johnny se desplazó un poco por encima y a un lado de mi cabeza. Tuve que estirar mucho el cuello para seguir chupándole la verga, lo que hizo que me soltará su manota de mi garganta, pero no me desanimé y volví a chuparle la verga por un momento.
Las manos de Carlos y Greg me agarraron las muñecas y sentí que mis manos se acercaban a dos vergas. Tiré de cada una de ellas unos cuantos tirones rápidos. Ambos hombres todavía estaban casi flácidos, pues se habían corrido hacía apenas unos minutos.
Moví la cabeza sobre el miembro de Johnny, tratando de mantener mi lengua activa. Lamentablemente, mis manos comenzaron a disminuir su velocidad y a detenerse, ya que no podía concentrarme tanto. No estaba entrenada aún en la multitarea, mientras tenía dos grandes vergas embistiendo mi trasero y mi coño. Era una tarea imposible sentir las vergotas dentro mío, tragarme entera la de Johnny mientras me volvía a pretar el cuello y tapar mi nariz y masturbar a los otros dos… simplemente no tenía la preparación suficiente.
Así que, en cierto sentido, lo dejé. Abrí la boca hasta sacar la mitad del miembro de Johnny y mantuve la boca firme para tratar de respirar.
No podía respirar más, se me nublaba la vista y comence a ver la periferia en oscuro.
Johnny captó el mensaje y me soltó la garganta y tomándome de las orejas comenzó a empujar su miembro dentro de mi boca hasta que llegó al fondo de mi garganta y me hizo vomitar.
Jadeé y jadeé casi gritando. “Perdón” dije buscando mi vómito pensando que la habría caído sobre Marco. Afortunadamente cayó al otro lado, pero tampoco parecía importarle mucho.
Esto me permitió concentrar toda mi energía en sacudir las dos vergas. Pasé las manos arriba y abajo de los miembros al mismo ritmo, devolviéndome lentamente la vida. La sensación de tener una verga inflándose rápidamente con solo tocarla fue sorprendentemente estimulante.
El resto de mi cuerpo quedó completamente inerte mientras permitía que los tres hombres me fornicarán los agujeros. Mi boca y mi garganta estaban siendo estranguladas por la cabeza de Johnny, dejando que grandes gotas de saliva salieran de mi boca. Sus bolas golpeaban mis labios y recibían ocasionales lamidas de mi lengua. Sentí ahogarme nuevamente, pero de alguna forma podía respirar.
Los dos hombres que estaban más abajo estaban haciendo un trabajo rápido con mi concha y mi ano. Daniel tenía un ángulo recto, dejando que todo su miembro se deslizara hacia arriba y hacia abajo sobre mi vulva mojado. Marco no tenía un ángulo tan recto. Sin embargo, seguía embistiendo con su pene endurecido contra las paredes de mi trasero, y el ángulo único de la vaquera al revés lo hacía sentir extra placentero.
Podría decir con bastante certeza que esta era mi posición favorita hasta ahora.
Mi cuerpo y mi mente se relajaron mientras mi mundo se reducía a las dos manos que me acariciaban. Todas las demás sensaciones entraron pasivamente en mi cuerpo mientras me entregaba por completo a los hombres como juguete sexual. De alguna manera, me sentí increíblemente liberada.
Por fin, así lo sentí en cada célula de mi organismo. Soy un objeto sexual a disposición de quién lo quiera. Seré a gusto mío, un juguete de cualquiera que desee usarme de forma sexual. Me gusta lo extremadamente sucio y doloroso.
La mano de Daniel se deslizó alrededor de mis piernas apretadas y pasó sus dedos sobre mi montículo completamente afeitado. Me hizo cosquillas en la piel antes de encontrar mi clítoris y presionar hacia abajo.
Todos los demás hombres se turnaron con mis pechos, Marco se acercó desde debajo de mi cuerpo, Johnny se acercó desde su posición junto a mi cabeza y los dos hombres a mi lado usaron una mano para jugar con mis pechos al mismo tiempo.
Las manos vagaron por mi piel, acariciando cada centímetro de mí, y el orgasmo llegó antes de que me diera cuenta.
Mis gemidos ya muy sonoros, se vieron silenciados por el ataque oral del miembro de Johnny, así como su manos en taponeando mi nariz y apretando mi cuello, pero Daniel definitivamente podía sentir mi coño apretándose y goteando néctar sobre su verga.
En realidad, estaba bastante orgullosa de mí misma por mantener mis movimientos espasmódicos durante el intenso orgasmo, pero redirigí toda mi concentración y seguí adelante.
Mientras me asfixiaba, el orgasmo se intensificó.
Después de que terminé de correrme, las embestidas en mi coño disminuyeron y se detuvieron. Las manos de Johnny me soltaron.
Marco gruñó un poco desde abajo, pero me levantó de encima de él y se puso de pie. Daniel ocupó su lugar, tumbado en el suelo, y yo me agaché sobre su verga aún mareada por la falta de aire y de tremendo orgasmo. Sentí que me traían como muñeqca de trapo.
Bajé las caderas, apoyándome con las manos flojas en el suelo de madera, y sentí que Daniel guiaba su verga hacia mi culo. Soltó un suspiro mientras deslizaba la cabeza hacia dentro. Sentí dolor, pero no me importó.
«Puta madre, sí, eso es de lo que estoy hablando».
Greg, erecto de nuevo, ocupó el antiguo lugar de Daniel frente a mi coño, levantando mis piernas en el aire para que todo el peso de mi cuerpo descansara sobre el pecho de Daniel.
Greg agarró su verga y deslizó el grueso y húmedo casco más allá de mis labios hacia mi coño expectante. Una verga que sentí aún más grande que cuando se la mamé y me fornicó el culo.
Gemí bestialmente cuando los hombres empezaron a embestirme. Otro orgasmo no estaba lejos. Esta posición y el placer de los cinco hombres a la vez me hacían sentir tan mojada y cachonda es lo que me hubiera gustado sentir con mi Daniel y sus amigotes de forma secreta.
Carlos se acercó a mi cabeza y yo abrí la boca obedientemente. Deslizó su verga dentro y comenzó a follarme la cara, dominándome como a mí me gustaba.
En automático, mis dos manos se agitaron en busca de las dos vergas restantes, antes de que Johnny y Marco las colocaran sobre sus erecciones.
Una vez más me encontré completamente abrumada por tantas vergas.
Me encantaba la sensación y disfrutaba de la oportunidad de complacer a las vergas con tres agujeros y dos manos.
Uf!. ¿Cómo podría volver a ver a mi Daniel con lo que había descubierto sobre mí misma esta noche?
Los siguientes quince minutos fueron un completo caos de caricias, mamadas y folladas por los cinco hombres. Mi memoria y mis sentidos comenzaron a nublarse después de mi primer orgasmo de esa sesión en particular, y los otros dos ciertamente no me ayudaron.
Me desvanecí y perdí mi sentido de propiedad y ubicación, pero volví a los sentidos completos cuando comencé a sentir el líquido preseminal rezumando sobre mis manos y mis tres agujeros me hizo darme cuenta de que estaba a punto de terminar, y la voz de Marco lo confirmó.
***
«Démosle a esta perrita la despedida que se merece».
Todos los hombres parecían saber a qué se refería, aunque yo no lo entendía.
Daniel me levantó de encima de él y me senté en el suelo, todavía cansada y recuperándome de los intensos orgasmos que habían tenido lugar en un abrir y cerrar de ojos.
«De rodillas, puta», me gritó Greg en un español con tono extranjero. Su voz me indicó que no estaba bromeando, así que obedecí de inmediato. Pero me di cuenta de otras cosas.
—Marco, es tu casa, ¿quieres empezar los festejos? —preguntó Johnny.
Fue cuando entonces en un momento de lucidez, me di cuenta que regresar con mi esposo de la misma forma ya no era una opción. Había encontrado el Nirvana sexual.
Pensando en ello voltee a ver a todos lados de la casa que renta Marco, cuando ví paquetes de toallitas húemedas, con las que supongo que se limpiaban las vergas de leche ajena, de suciedad de mi ano, y entrecojidas.
Al comenzar a ver detalles con el alcohol yéndose de mi organismo, también noté tres tripiés y cámaras adaptadas a ellos. Me asusté un momento, pensando lo peor.
Se acercó Marco a mí y acarició su pene frente a mi cara. “Abre pinche putilla!” Gritó sacándome de mis pensamientos.
Abrí la boca para chupársela, pero una mano en mi hombro me detuvo.
«Uh-uh. Quédate ahí con tus lindos ojitos mirándome. Abre la boca». Tenía su móvil grabando cada acción mía. Hasta ese momento lo noté.
Cumplí diligentemente, aún sin darme cuenta con la boca adolorida de mi quijada inferior.
Las embestidas de Marco que comenzaron en mi boca, se volvieron más febriles y rápidas y su cuerpo se tensó. Apuntó su polla directamente a mi cara y disparó su carga.
Nunca antes se me habían corrido en la cara, así que me quedé en shock cuando lo hizo por primera vez.
Su primera ráfaga larga me dio en la mejilla izquierda y se abrió camino por todo mi ojo, que ahora estaba cerrado herméticamente, hasta mi frente.
Su segunda ráfaga aterrizó de lleno en mi nariz, nuevamente conectándose en la base de mi frente y colgando un poco en mi labio. El tercer disparo de Marco aterrizó en la parte inferior de mi mejilla izquierda nuevamente. Continuó sacudiéndose mientras unas cuantas gotas más caían sobre mi cara.
Con un ojo abierto, pensé que parecía un pirata del semen. Aún no estaba seguro de cómo reaccionar.
Comencé a tener irritación en el ojo que se llenó de semen.
El facial era una sensación completamente nueva, pero estar pintado y marcado de esa manera hizo que mi coño se mojara increíble e irremediablemente otra vez. Ahora estaba completamente dominada y sentí que me habían marcado como su propiedad, como una vil perra.
Daniel se acercó inmediatamente después de Marco y no perdió tiempo en apuntar al lado derecho de mi cara. Tardó unos cuantos segundos, y su primera ráfaga me dio en la ceja y atravesó mi frente hasta llegar a mi cabello.
Disparó algunas pequeñas gotas en mi mejilla antes de soltar un chorro realmente grande que invadió toda mi cara y aterrizó justo en medio de mi cabello castaño. Luego ya después conocería el problema que implicaba limpiarlo. Colocó su pene sobre mi lengua para dejar que salieran las últimas gotas, las cuales absorbí de forma gustosa y saboreé, pidiendo más.
Greg y Carlos avanzaron a ambos lados de mí una vez que Daniel terminó.
—Ahueca tus pinches tetas de putilla —exigió Carlos.
Me incliné un poco hacia atrás, sacando más el pecho para ellas, y empujé mis grandes pechos hacia arriba desde abajo.
Ambos gruñeron y liberaron sus cargas casi, al mismo tiempo.
Cordón tras cordón de semen salió disparado y cubrió completamente mis tetas y gran parte de mi cuello y pecho.
Ya me ardía mucho el ojo lefado, pero no lo cerré para ver cómo tanto semen, mojaba mi piel entre mis tetas.
Parecía que había derramado leche por todo mi pecho, y las pequeñas gotas de semen que se deslizaron por mi piel y sobre mis pezones hicieron que me hormiguearan y se pusieran más duros. Sentí dolor en los pezones, que se veían morados y de mandibula.
Antes de salir de mis pensamientos, Johnny corrió hacia mí, incapaz de resistirse.
Le dio una estocada a su pene y descargó una nueva pesada lefada sobre mi cara.
Cubrió por completo los pocos centímetros cuadrados que no estaban ya cubiertos y agregó algunas gotas más en mi cabello. Bueno, tenía que ver el lado positivo. Al menos no había caído en el ojo con el que veía perfectamente como salía el semen a presión de sus vergas.
Nucna había sentido tanto esperma varonial entre mis hoyos y mi piel, tuve un temblor cuasi orgásmico. Los tres hombres me habían cubierto y casi me dieron un orgasmo sin manos al sentir todo ese semen cubriendo mi cuerpo.
Mis manos todavía sostenían mis pechos mientras los tres hombres terminaban, pero tan pronto como los escuché alejarse, usé solo una mano para sostener mis tetas y con la otra reuní semen que me fue posible para llevarlo a mi coño como un animal.
Tres dedos goteando esperma llenaron mi coño mientras mi meñique se deslizaba dentro de mi culo abierto. Mi otra mano frotaba mi pecho furiosamente, y yo estaba practicamente aullando y corriéndome en 15 segundos.
Sentí que el semen se acumulaba en mis dedos debido a la gran cantidad de esperma que todavía tenía dentro y llevé los dedos a mi boca para probar el dulce jugo del coño y el semen.
En mi pensamiento absortó me pregunté cuánto tiempo estaría tanto semen dentro de mi y si alguna vez ese olor clorado alguna vez se esfumaría.
Escuché el sonido característico de las cámara que me sacó del mundo de los sueños.
Me llevé los dedos a la cara y me limpié la cara y mi ojo, lo que me permitió volver a focalizar mi vista.
Me encontré con cinco luces brillantes, mientras los cinco hombres captaban mi cuerpo cubierto de semen y retorciéndose con las tres cámaras de video y otras dos de fotografía.
Me dí cuenta por fin que Johnny había grabado vídeo de ls sesión completa desde que llegamos.
Buscaba cómo preguntar lo obvio.
«¡Dios mío, cabrones, me llenaron por dentro y por fuera!», vocifere de forma divertida una vez que recuperé mi teléfono y encendí la cámara. «Nunca me imagine esto, pero qué rico. Espero se repita un día».
—Bueno, nos alegra haber podido demostrarte lo sucia y putísima que eres en realidad, todo lo que necesitabas era deshinibirte y tener las vergas correctas—respondió Carlos.
«Además, todo ese asunto de que nos chupen la verga», intervino Greg en un español que ya escuche totalmente extranjerizado. Supuse que mi alcohol se había ido.
Todos nos reímos y nos sentamos en relativo silencio durante un par de minutos más o menos, disfrutando del enfriamiento de nuestro éxtasis orgásmico.
“¿Qué piensan hacer como el video y las fotos que tomaron” Pregunté de forma muy seria.
—No preguntes putilla, es sorpresa—respondió Marco — Pero no te preocupes, no saldrá de nuestra colección. Es solo para nosotros y si quieres dame tu número y te lo mandó ya editado.
Entonces Daniel tomó la palabra:
«Bueno, será mejor que me vaya a casa. Es muy tarde y mañana temprano hay que trabajar», dijo Daniel.
«Sí, no queremos que trabajes cansado. Cuanto más rápido trabajes, más rápido dejarás de causar problemas de tráfico», respondieron sus amigos bromeando.
—Sí, sí. Más bien, construir todos esos edificios nuevos y relucientes. —Daniel empezó a vestirse.
«Yo también debería irme. El trabajo nunca se detiene», añadió Johnny.
Todos los hombres se vistieron lentamente y salieron de uno a uno.
Johnny me estiro el cabello diciendo “Espero se repita putita” – “Si, espero yo también que se repita” mencionó Daniel. Carlos ya en la puerta dijo casi gritando “Lo mismo espero”.
Greg en un español más escueto y de salida, tomó una foto de mí llena aún de leche de penes “Si quieres más dile a Marco que te pase mi numero” Solo acerté a sonreír.
Salieron todos por fin, dejándonos sólo a mí y a Marco.
«Yo también debería regresar. No quiero llegar después de la familia de la casa. ¿Tienes una ducha que pueda usar?», pregunté.
Un brillo brilló en los ojos de Marco.
«Bueno, en realidad mi ducha está rota. Y todos mis lavabos. Supongo que tendrás que llevarte el semen puesto a casa. Y no querrás arriesgarte a manchar el vestido o tu lencería, por que será difícil quitar tantas manchas, así que probablemente será mejor que te vayas desnuda perra».
Sabía que estaba mintiendo y jugando conmigo, pero una parte de mí no quería protestar. Quería mostrar la evidencia de mi despertar sexual. Estaba orgullosa de haber descubierto a mi puta interior, así que no protesté.
“Bueno, entonces dame un paquete de toallitas para limpiarme un poco” acerté a contestar.
“Nah! Se acabaron putita.” – Vi que no era cierto, pero yo también quería seguir el juego. “Ya pedi un transporte que te lleve a casa, es alguien de confianza y no hará preguntas, solo dile al conductor que Marco paga la limpieza de los asientos. Ya debe estar por llegar. No es la primer putilla que lleva a casa.”
«Ah! Por cierto, ya me tomé la libertad de programar mi número en tu teléfono. Si alguna vez quieres algo así, ya sabes a quién llamar. Podría reunirlos a todos en dos minutos».
En eso sonó la bocina de un auto afuera. Calcule que haría unos 25 minutos en llegar, justo a tiempo apara bañarme asearme y esconer toda la ropa llena de semen antes que llegue la fastidiosa familia de Daniel.
Le di mi sonrisa más dulce a Marco, le guiñé un ojo, recogí mi ropa y salí casi corriendo por la puerta a través del camino de césped que tenía esta casa, hacia la calle donde el conductor ya esperaba de pie en abriendo la puerta. Supongo que ya tenía experiencia en estos detalles.
Eran las 5:35 de la mañana en un barrio residencial, así que no me vieron subirme al coche. El conductor me vió pequeña, preguntó mi dirección y procedió el camino de regreso de vuelta a casa.
Unos 15 minutos después iba muy consciente del continuo latido de mi coño, que ya estaba goteando jugo sobre el asiento de abajo.
Me dió algo de pena con el conductor, a lo que le dije con voz temblorosa varios minutos después “Marco pagará la limpieza de los asientos” – “Si lo sé, no te preocupes niña” Respondió con seguridad.
“No es la primera vez que llevo a casa a sus amiguitas”.
Pensé por un momento cuántas mujeres habrán llevado a esa casa y pasado por el mismo tratamiento que yo…
No le di importancia, sabía que nunca tendrían en ese grupo de amigos a una de mi edad, por lo tanto llevaba ventaja. Esperando que no fuera la última vez que esta aventura se repitiera.
Otros tantos minutos me sacó de mis pensamientos el conductor.
“De hecho, la casa que renta Marco, es mía” Añadió el conductor, “Me llamó César a tus órdenes”
Ya iba frotándome nuevamente el pubis lleno de leche de hombre, cuando respondí a prisas y jadeando “Gracias”. Lo observé bien, un hombre ya entrado en canas de buen ver y de unos 50 años.
“Conozco lugares donde te puedes divertir igual o aún mucho más que con Marco y sus amigos, por si te interesa… Mi hija menor también va y tiene 14” volvió a añadir el conductor, en orden de saber más de mí y hacerme plática, supongo que para que yo hiciera confianza.
Me calenté nuevamente solo de pensar que había más, mucho más por explorar en el plano sexual.
Con temor y acercando mi mano con mi móvil, le dije – “Me interesa mucho saber más, le paso mi teléfono para que agrege su contacto señor César?” Casi llegamos a destino.
“Claro, dame un momento para detenerme… En qué casa vives” Preguntó
“La casa verde de dos pisos, de reja de madera.” – Respondí – “Ah! Ya. Deja ponerme de lado tuyo hacia la puerta.”
Se detuvo pero no se bajó, puesto que tomó mi teléfono y anotó su número.
“¿Vives con tus padres? ¿No están ellos?”
“Una larga historia, pero no son mis padres, son padres de mi novio, solo que salieron de viaje y regresan a estas horas, perdón pero necesito apurarme para limpiar bañarme y demás antes que lleguen.
“Entiendo, déjame abrirte la puerta…” – Dijo Don César. – “No se molesté ya salgo, ando apurada, le marco en estos días, gracias” y bajé raudamente con mi ropa y zapatos en mano, totalmente desnuda, a entrar por la ventana lateral que había dejado abierta, cerca del baño.
No escuche cuando Don César partió, pero a los 5 minutos que me bañaba, escuché el auto del papá de Daniel por la calle de atrás. Salí de la regadera, apague la luz y cerré la llave de la ducha.
Rauda, me sequé dentro de la ducha, levanté el tapete, y salí corriendo a tiempo a mi recamara totalmente desnuda con la ropa y zapatos y los escondí bajo mi cama.
Mañana tendré que ingeniármelas en limpiar los zapatos y guardárselos a la mamá de Daniel para que no se de cuenta que los tomé.
Me vestía bajo la sábana, cuando escuché la puerta abrirse. La mamá de Daniel, gritó, “Ya llegamos Reyna” y abrió mi puerta, lo que me hice la dormida.
“Ah ok” Respondí.
“Que niña tan floja” – Replicó, “A dormir, mañana le llamó la atención”.
Subieron a sus respectivas recamaras, y termine por vestirme. Ya no escuché ruido y tomé mi teléfono. Revisé los nuevos contactos, Solo tenia cinco en total. Dos de ellos nuevos. Llamé a Mariela esperando que em respondiera…
No tardó nada. “¿Donde andabas cabrona?” Me preguntó. “Vi que entraste por tu ventana corriendo con el vestido y zapatos en mano. ¿Andabas en cueros mendiga? ¿Quién te trajo? ¡Cuéntame todo perra! ¡Anda no te calles!” – No me dejaba responder.
“No sabes lo que hice hoy….”
Estubo muy bueno el relato, ojalá ese final indique que aún hay más que contar porque de verdad me encantaría seguir leyendo.
Saludos y gracias por una historia tan rica.🤤👍