la casa de modas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por DomPeri.
Allí, en los “boulevards” céntricos, el lujo mas desenfrenado, industriales que alimentan la incipiente sociedad de consumo, especuladores que juegan con la hacienda de los países, terratenientes argentinos que gastan en Paris en una noche de juerga el equivalente a una punta de ganado, dictadores sudamericanos retirados…
Cerca, a pocos kilómetros, a un paso en el metro recién inaugurado, la mayor miseria. Enjambres de campesinos proletarios, empujados a la ciudad por la precoz mecanización del campo. Allí, entre las jovencitas, casi niñas, que la promiscuidad y la miseria han madurado antes de tiempo, convirtiéndolas en frutas agraces, Pierre, el sabueso de la “madame”, busca sus presas.
Pero no adelantemos acontecimientos…
Junto a la Concordé, en la “rue” Chambón, una casa de modas ocupa todo un edificio. Arriba, en la “mansarde”, vive Alfred, el chofer particular de la “madame”, su hombre de confianza. Aunque a ella le gusta tener en su cama a las casi adolescentes modelos y dependientas, que viven en el ultimo piso, a veces también comparte su placer con él. Casi siempre de uniforme, la gorra de hule bajo el brazo, librea azul marino, negra con poca luz, con dos filas de botones dorados en el pecho, ajustada en la cintura. Pantalón estrecho galoneado y botas altas negras, lustrosas. Es alto, cabello canoso, largo y rizado, Ojos claros, de mirada fría. Siempre inexpresivo, humilde con la “madame”, altivo con las mujeres de la casa, ellas apartan la mirada cuando se cruzan con él, aunque se vuelven a hurtadillas cuando ha pasado. Sobre él se cruzan cuchicheos…
Con el viven en los altos Joseph y Pierre.
Joseph, el mozo para todo, se ocupa del mantenimiento y de los repartos, siempre pendiente de Alfred, bajo, moreno, ancho de cara y de espaldas, con pelo negro grasiento, manos hábiles pero grandes y toscas, se notan duras, maneja los pesados paquetes como si fueran plumas. Sus ojos, siempre huidizos, lascivos cuando mira a las modelos y a las dependientas. Nunca a la vista de las clientes, siempre en la sombra, se da maña para tocarlas cuando se cruzan con él en las dependencias de servicio. Ellas han aprendido a esquivarle, asqueadas…
Pierre, el hombre misterioso, casi siempre ausente, útil para todos los “servicios especiales”, que necesita la “madame”. Maduro, seductor, con su traje oscuro, de aspecto usado, pero limpio y cuidado, inspira confianza. Pasa desapercibido, siempre indiferente, parece no mirar a las bonitas mujeres que, algunas veces ligeras de ropa se cruzan con él.
Recibe con naturalidad todas las ordenes, algunas extrañas que le da su jefa y las cumple con precisión militar.
En el piso principal, bajo el enorme departamento privado de la dueña, la zona donde se atiende a las clientes. Los elegantes salones, la lujosa decoración, las escaleras alfombradas, ocultan un misterio.
En los sótanos, fuera de la vista de las clientes, y desconocido incluso para las serviciales dependientas, hay un secreto.
Bajo el nivel de la calle, esta el taller de costura, enorme, solo visible a través de pequeñas ventanas en el patio, enrejadas y cubiertas por una espesa tela metálica.
Allí, olvidadas del mundo se afanan una docena de jóvenes “grisettes”.
Obreras, costureras, muy jóvenes, algunas casi niñas, ninguna mayor de 20 años, la edad en que pueden rendir mas.
Son captadas en los suburbios, por Pierre, el experto ojeador a sueldo de la “madame” que rige férreamente la casa de modas. Cuando él, maduro y serio ofrece a sus padres el puesto, ellos piensan haber encontrado una bicoca, pero……
Allí trabajan y viven. Junto al taller; un dormitorio común, la cocina, y dos extrañas puertas metálica, iguales, las únicas cerradas en todo el recinto. Cuando las obreras pasan por delante, apartan la mirada.
En el patio un retrete, a la turca, una pileta y una ducha, solo resguardados de la intemperie por un tejadillo. En ningún sitio la mínima posibilidad de intimidad.
Si un extraño pudiera observar sin ser visto la vida diaria de las grisetas, extrañaría su modo de andar, un poco rígido, sin la elegancia natural que las jóvenes parisinas, aun de las clases mas bajas, tienen. También le llamaría la atención la forma de sus pechos, abultados y amorfos.
Tampoco dejaría de sorprenderse, si pudiera observarlas en el dormitorio común, las manos siempre enfundadas en gruesas manoplas de lienzo basto, como arpillera, aun en los días calurosos del verano.
Trabajan dedicadamente, esforzándose, apenas hablan, se nota en el ambiente una reconcentrada atmósfera de competencia.
Todos los días , a media tarde, baja al sótano Alfredo acompañado de Pierre y Joseph. En el taller les recibe un silencio absoluto, aun los rumores del trabajo y los pocos diálogos que de vez en vez entablan las obreras cesan. Alfredo, parado a la entrada del taller, lento, con la tranquilidad que acaba por imponer la rutina, pronuncia dos nombres. En silencio dos costureras, se levantan, con la cabeza baja y su extraño modo de andar, van hacia las puertas metálicas. Permanecen paradas delante de cada puerta, según el orden en que han sido nombradas, esperando a que Alfredo y sus compañeros abran. Pierre y Joseph entran el una y Alfred en la otra. Las obreras les siguen, se cierran las isonorizadas puertas. Ningún sonido las atraviesa.
Lentamente, entre suspiros y temerosas miradas hacia donde han desaparecido sus compañeras, se va reanudando el trabajo en el taller, vuelven a oírse los roces de las telas, los cuchicheos. Cuando, dos horas después, casi a al mismo tiempo, las dos grisetas salen, con la cabeza muy baja, en dirección al patio, ya el taller ha recobrado su ritmo.
¿Que secreto encierra el extraño taller?:
La “madame” ha ideado un cruel sistema para aumentar el rendimiento y la perfección del trabajo. La represión, pero no la represión física, violenta burda e inútil al final, sino la represión sexual, junto con el premio, de su satisfacción, siempre escasa. La zanahoria y el palo de la libido.
Pero eso lo veremos en el siguiente capitulo.
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Os intriga?, aun no escribi el poximo capitulo. Merece la pena hacerlo?
Dom.Peri@hotmail.com
placer y seguridad
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