La espera.
Sesión con mi sumiso dónde disfruto verlo esperar mis dulces castigos. Bonus* Pensamientos para después de hacerle acabar..
INTRO:
Nada insano hay en subyugar a un hombre y someterlo a tus pies en un terreno donde ambos estén dispuestos a descubrir y experimentar, ya que no es una práctica impuesta, sino un consenso que envuelve a un sentir por explorarse mutuamente y abismarse en los rincones más oscuros de una acto estigmatizado por la sociedad, es animar al tabú a sin presunciones. (…)
Me gusta castigarlo de algún modo con mis silencios, no uso palabras para azotarlo, solo se escucha su voz cantando mis caprichos una y otra vez en la habitación.
Me enseñas y entregas tus muñecas mientras caes arrodillado ante mi sin bajarme la mirada. Ajustar las esposas, estirar sus grilletes lo suficiente como para que de tu rostro angelical se caiga un gesto de dolor, de alerta, de incomodidad que lo va transformando. Luego un sonido apenas perceptible que me dice que estás listo para el juego, para mi juego.
Llega el turno de tu collar de perro, de mi obediente mascota que acata sin necesidad de palabras. Te lo acomodo a mi gusto y acompaño la acción con una mordida sutil a tu mejilla que marca más el alma que la piel, con las intenciones que despliegan sus negras alas en la noche que nos acompaña. Y sin saber cuál será el último azote, empiezo a sonrojarte los muslos mientras te inclinas cada vez más ante mi, rogando posar tus labios entre mis piernas para adueñarte de mis rincones. Y así, piel con piel, resuenan nuestras fantasías más retorcidas sobre mis sábanas pidiendo clemencia y eternidad.
Levantas la mirada solo para tomar aire y continuar, te leo la mente a través de tus ojos que rebalsados de satisfacción, piden permiso para retirarse lentamente hacia el lecho que te verá padecer mis castigos. Y cuando te pones así, entregado a cualquiera de mis intenciones más oscuras e impías, y me dejas verte vulnerable, sentir tu piel erizada, marcada… dulcemente marcada por mis antojos y las esposas, vigilando el canto de tu respiración exaltada y ese ligero movimiento de tus caderas acomodando tu excitación, puedo decir que siento el poder recorrerme las venas mientras mi sangre hierve por vos. Me gusta apreciarte en esa espera, en ese deseo que tengo de volver de tu cuerpo mi vicio, mi sofoco, mi dominio, mi feudo, mi capricho sin fin.
Porque no hay nada tan exquisito como robarlo un orgasmo a un hombre!
Puedo robarte un beso, puedo robarte un abrazo, puedo robarte una sonrisa, un suspiro, pero un orgasmo! No a cualquiera le da tanta satisfacción. Tan dulce como robar un panal de abejas, como robarle a la reina! Mientras sus súbditas observan la majestuosidad del acto cuando bebo de tu miel. Es tan delicioso hacerte llegar al punto máximo de placer, verte tan expuesto, tan vulnerable, retorciéndote a mis pies, ver cómo tu cuerpo se estremece y vibra al ritmo de mis latidos, salvajes por vos. Tus piernas debilitándose, temblando ante mi intimidad infinita al llegar ese momento mágico, ese justo momento en que tu sexo se desprende como cascada, como agua santa de manantial, que me invita a beberla, a probar de su perversidad. Ver esas contracciones desde abajo, acompañadas por gemidos, gritos, jadeos mientras tus manos sujetan fuerte mis sábanas, como queriendo arrancarlas de la cama, así como antes arrancaste mis delirios más profundos. Mi profanador en su máxima expresión!
P/D: Más relatos, información y fotos -free y con suscripción- en: https://cafecito.app/noebriscolaquescribe/posts
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!