La Esposa de Mi Padre
Una historia sobre ver lo que nadie más quiere ver.
🌟 Inicio de la Historia
CASA RESTREPO – COCINA – MAÑANA
LUNA RESTREPO (17) dibuja en su cuaderno mientras desayuna. Sus trazos son frenéticos: la misma figura masculina una y otra vez, pero con el rostro siempre difuso.
CARMEN RESTREPO (45), vestida con su uniforme de enfermera, entra a la cocina más alegre que de costumbre.
CARMEN
¿Otra vez dibujando a tu papá?
LUNA
(sin levantar la vista)
No es papá.
CARMEN
Luna… cariño, han pasado ocho meses. El doctor dice que—
LUNA
El doctor dice muchas cosas.
Carmen intenta ver el dibujo. Luna lo cierra bruscamente.
CARMEN
David viene a cenar esta noche. Otra vez.
LUNA
Qué sorpresa.
CARMEN
Luna, él está ayudándome a sanar. Después de lo de tu padre, pensé que nunca podría…
LUNA
(finalmente la mira)
Papá murió hace ocho meses. David apareció hace siete. ¿No te parece… conveniente?
CARMEN
La vida continúa. Tu padre hubiera querido que yo fuera feliz.
Luna abre su cuaderno. El dibujo muestra a DAVID MORALES, pero sus ojos están completamente negros y su sonrisa, deformada.
LUNA
(susurrando)
No si supiera quién es realmente.
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🎭 Concepto General
La Esposa de Mi Padre es una miniserie de 8 episodios que narra el duelo de una adolescente tras la pérdida de su padre y su creciente sospecha de que el nuevo compañero de su madre no es quien aparenta. Sin ayuda, sin pruebas concretas, y con su madre emocionalmente vulnerable, Luna tendrá que usar su intuición, arte y valentía para descubrir una verdad incómoda.
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🧍♀️ Personajes Principales
• Luna Restrepo (17): Adolescente introspectiva y artista. Está obsesionada con la muerte de su padre y desconfía del nuevo hombre en la vida de su madre.
• Carmen Restrepo (45): Enfermera, madre de Luna. Frágil emocionalmente tras la pérdida de su esposo, encuentra en David un “salvavidas”.
• David Morales (38): Aparentemente encantador, empático y servicial. Tiene un historial oculto.
• Detective Raquel Vega (40s): Investigadora local que empieza a atar cabos cuando Luna le muestra conexiones entre David y un mundo oculto.
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📚 Estructura Narrativa por Episodios
Episodio 1: “La Nueva Cena”
Luna desconfía de David desde el primer momento. Encuentra su actitud forzada, como si interpretara un personaje.
💫 Mensaje Central
«La intuición no es irracional: es la sabiduría que aún no se ha puesto en palabras.»
La Esposa de Mi Padre habla del duelo, el peligro de idealizar a los salvadores y cómo el arte, la intuición y el coraje de una adolescente pueden destapar verdades que los adultos se niegan a ver.
INT. CASA RESTREPO – COMEDOR – NOCHE
La mesa está puesta. Vino tinto. Velas. Una cena demasiado cuidada para una familia en duelo.
Carmen se ríe más de lo habitual. Luna observa desde su sitio, con los brazos cruzados.
Suena el TIMBRE.
CARMEN
(ligeramente nerviosa)
¿Puedes abrir tú, por favor?
LUNA
¿Yo?
Carmen la mira con súplica muda. Luna se levanta con desgano.
Luna abre. Allí está DAVID MORALES (38).
Alto. Moreno. De complexión atlética. Brazos marcados bajo una camisa blanca arremangada. Un hombre que sabe cómo usar su cuerpo como argumento. Sus ojos castaños parecen siempre estar evaluando, midiendo el terreno antes de invadirlo.
Sonríe, y esa sonrisa —amable, blanca, perfecta— irrita más de lo que atrae.
DAVID
¿Luna? Qué gusto verte de nuevo.
LUNA
(no extiende la mano)
Ajá.
Se hace a un lado. Él entra con una botella de vino en mano.
DAVID
Espero no haber interrumpido nada importante.
LUNA
Solo el silencio.
David se ha instalado con una naturalidad que enerva a Luna. Carmen lo mira como si fuera una especie de salvador.
Luna no come. Dibuja en una servilleta.
DAVID
(riendo por algo que dijo Carmen)
…y ahí fue cuando le dije al tipo: “O me pagas el triple, o me voy con la competencia.” Y, bueno… aquí estoy.
CARMEN
(imantada por su confianza)
¡Y lo hizo! ¿Puedes creerlo, Luna? Le pagaron el triple.
LUNA
(seria)
Qué historia tan inspiradora.
David le lanza una mirada rápida, una sonrisa falsa.
DAVID
Tu hija tiene ese sarcasmo afilado. Como las hijas de mi hermana. Puro fuego.
LUNA
(sin levantar la vista)
¿Y eso se supone que es un cumplido?
Un silencio incómodo. Carmen intenta suavizarlo con una risa nerviosa.
La cena avanza. Carmen se levanta para ir por el postre.
Luna se queda sola con David.
Un momento suspendido.
Luna lo observa. Ya sin filtros. Lo odia… pero no puede ignorar que el hombre tiene presencia. Tiene algo que su padre no tenía: seguridad, rudeza, una arrogancia sensual que irrita y atrae en igual medida.
Sus ojos recorren su brazo mientras sostiene la copa de vino. Las venas, el músculo tenso, la manera en que se ríe para sí como si supiera que la está mirando.
Luna desvía la vista… pero luego vuelve a mirarlo.
David lo nota.
Silencio.
Él la mira directamente. No como un padre, ni siquiera como un “adulto responsable”. Su mirada es lenta. Penetra. Casi… calculadora.
DAVID
(suave, con tono ambiguo)
¿Te gusta dibujar, eh?
LUNA
(a la defensiva)
Sí. ¿Y?
DAVID
Solo decía. No todo el mundo se expresa tan bien sin palabras.
LUNA
¿Eso cree?
DAVID
Eso veo.
La tensión entre ambos se corta cuando Carmen entra con el postre. Luna no puede dejar de sentir que algo cambió. David no le quitó los ojos de encima hasta que su madre volvió.
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INT. CUARTO DE LUNA – MÁS TARDE
Luna está boca abajo sobre su cama, el cuaderno abierto frente a ella, iluminado por la luz cálida de su lámpara.
La habitación está en silencio, salvo por el trazo continuo del lápiz. El rostro de David comienza a tomar forma. Esta vez, lo dibuja con más precisión. Con más atención.
Ojos almendrados, fijos. Nariz recta. Sonrisa apenas contenida. Pómulos definidos. Es un rostro masculino, atractivo, imposible de no mirar.
Luna lo dibuja como si intentara desentrañarlo. Comprenderlo. Domarlo.
De pronto, detiene el trazo. Un sonido…
Un murmullo. Luego un jadeo apagado. Otro más largo. Ritmos. Golpes sordos, apenas contenidos por las paredes de la casa.
Luna se queda inmóvil. Conteniendo el aliento.
No es la televisión. No es la casa crujiente. Es carne.
Son susurros y respiraciones aceleradas. La voz entrecortada de su madre. Una risa grave, ahogada, que Luna reconoce de inmediato: David.
Se sienta lentamente en la cama. Escucha.
Los sonidos se intensifican. Una cama golpea suavemente contra una pared. Los quejidos se mezclan con frases sueltas. Pedidos. Órdenes suaves. Gemidos.
Luna se pone de pie. Avanza hacia la puerta de su habitación.
La abre despacio. Casi sin hacer ruido.
El pasillo está oscuro. Luna se recuesta contra el marco de su puerta. Descalza. Con una camiseta vieja que alguna vez fue de su padre.
Se queda ahí, mirando hacia la puerta cerrada del cuarto de su madre, al final del pasillo. La luz bajo el marco apenas parpadea.
Los sonidos ahora son innegables. Claros. Carnales.
Luna no retrocede. No se tapa los oídos. No se va.
Mira. Escucha. Como si quisiera grabarlo todo. Como si necesitara entender qué tiene ese hombre que logra deshacer a su madre así.
Un quejido agudo rompe el silencio. Carmen grita un nombre. Luna no está segura si fue «David»… o simplemente un gemido sin forma.
Luna traga saliva.
Sus ojos se mantienen fijos. Su respiración es suave, pero tensa. Y de pronto, lo siente.
Al otro lado de la casa, detrás de esa puerta cerrada, David también se ha detenido.
Los sonidos cesan por un instante.
¿La habrá sentido? ¿La habrá escuchado?
Un segundo. Dos.
Entonces, una risa masculina. Contenida. Como si supiera que está siendo escuchado.
Luna no se mueve. Esa sonrisa —imaginada o real— la paraliza más que cualquier gemido.
LUNA
(en voz baja, apenas audible)
No eres de aquí…
Luna sigue recostada en el marco de su puerta. Los sonidos al otro lado de la casa no solo persisten: se intensifican. Ya no son murmullos. Son gritos suaves, húmedos, desinhibidos. Rítmicos. Salvajes.
Esa casa donde antes reinaba el silencio del duelo ahora gime como si se burlara de su tristeza.
Algo se rompe dentro de ella.
Se endereza.
Sus pasos son lentos pero decididos. Descalza. La madera del piso cruje bajo su peso, pero no le importa.
Se detiene frente a la puerta del cuarto de su madre. Los jadeos no se detienen. Carmen susurra cosas inaudibles. David ríe bajo, gutural. Dominante.
Luna cierra los puños. Golpea la puerta.
LUNA
(con rabia contenida)
¡Basta!
Los sonidos se detienen abruptamente.
Un suspiro. Un silencio espeso.
CARMEN (O.S.)
¿Luna?
LUNA
(abriendo la puerta sin esperar respuesta)
¡No puedes hacer esto como si él fuera parte de esta casa!
Luna entra.
El cuarto está en penumbra, iluminado apenas por la lámpara de noche.
Carmen está sobre la cama, con las tetas sudadas al descubierto. El cabello alborotado, los ojos abiertos de par en par, el rostro entre el deseo y el desconcierto.
David está de pie al pie de la cama, completamente desnudo. Su cuerpo alto, musculoso, brillante de sudor. La respiración agitada. Su verga, en el interior de la vagina de Carmen
No se cubre. No se mueve.
Solo la mira. Directo.
Sin vergüenza.
Luna se congela.
Sus ojos bajan.
Lo ve.
Todo.
Y su cuerpo reacciona antes que su mente.
No es deseo.
No es asco.
Es algo más confuso: un calor que nace en el estómago y sube al pecho como rabia. Como traición.
Carmen tira de las sábanas, tratando de zafarse, pero no puede.
CARMEN
¡Luna, sal! ¡Esto no es… esto no tiene por qué ser así!
LUNA
Él no es de esta casa.
Él no es mi papá.
¡Ni siquiera es tu esposo!
DAVID
(su voz, suave)
Tienes razón. No soy tu padre.
Ni intento serlo.
Sus ojos aún sobre ella. Luna lo mira. Quisiera no sentir lo que siente. Quisiera que su cuerpo no temblara, que su pecho no doliera. Pero todo en ella está vivo. Y herido.
LUNA
Mamá…
¿Eso hacía papá contigo también?
¿Gemir así? ¿Reír así?
Carmen palidece.
CARMEN
Luna, por favor…
LUNA
¿Y tú, David? ¿Te excita hacerlo en la misma cama donde dormía mi padre?
El silencio cae como una bomba.
David sonríe. No por burla. Por algo más peligroso: porque sabe que, en cierto nivel, ha tocado algo profundo en ella.
Luna da un paso atrás.
Sus ojos se encuentran.
Por primera vez, no hay odio.
Hay reconocimiento.
Ella le ha visto la cara sin máscara.
Y él le ha visto a ella cruzar la línea entre la niña rota y la mujer furiosa.
DAVID
(muy suave)
Vas a tener que acostumbrarte, Luna.
LUNA
Nunca.
Cierra la puerta con fuerza al salir.
INT. CUARTO DE LUNA – INMEDIATAMENTE DESPUÉS
Luna está sentada en el suelo, con la espalda contra la cama. Su cuaderno a un lado, abierto en una página que ya no quiere mirar. La tinta fresca. Los trazos duros. La respiración entrecortada.
De pronto, el clic del pestillo.
La puerta se abre lentamente.
Entra Carmen, envuelta apenas en una bata de seda mal atada, como si hubiera salido a medias de una escena que no se ha terminado. Su cabello está enredado, húmedo, y el rubor en sus mejillas no tiene nada que ver con el enojo.
Cierra la puerta tras de sí con cuidado.
CARMEN
(con voz baja, casi maternal)
No tenías que entrar así, Luna…
LUNA
(sin moverse del suelo)
No tenía que escuchar eso.
No tenía que ver eso.
No tenía que enterarme así de que papá ya no importa.
CARMEN
Tu padre murió, Luna. Eso no cambia. Pero yo sigo viva.
LUNA
(con voz dura)
¿Y eso justifica que otro te coja en la cama donde cogías con él?
CARMEN
¿Tú crees que solo se trata de sexo?
La voz de Carmen tiembla, pero no se quiebra. Camina hasta la cama de Luna y se sienta en el borde con lentitud, observándola desde arriba, como si midiera cada paso para no romper algo invisible.
LUNA
(con sarcasmo)
No disimules.
Tus gemidos se escuchaban desde mi cuarto.
Y luego abrí la puerta. Vi cómo lo mirabas. Vi cómo él te estaba metiendo esa cosa
Carmen desvía la mirada.
CARMEN
Yo no te pedí que entraras.
LUNA
¡Es mi casa también!
Y él no es parte de esto. No es parte de nosotros.
La tensión en el aire es espesa. Carmen se lleva las manos al rostro. Suspira.
CARMEN
¿Tú crees que esto es fácil para mí?
¿Tú crees que no siento culpa?
¿Que no me despierto a veces y aún espero oír la voz de tu papá en la cocina?
Luna la observa. Algo en sus ojos cambia. No es empatía aún. Pero se suaviza, apenas.
LUNA
¿Entonces por qué él? ¿Por qué tan rápido?
Un leve crujido. La puerta vuelve a abrirse.
DAVID entra.
Desnudo.
Completamente.
Pero sin apuro. Sin rastro de culpa. Como si la desnudez no fuera otra cosa que honestidad.
Se detiene en el umbral. Su mirada pasa de Carmen a Luna. Su voz es tranquila, medida.
DAVID
¿Todo bien?
CARMEN
David, no…
LUNA
(con frialdad)
¿Siempre entras así en los cuartos ajenos?
DAVID
(suave)
No hay nada ajeno cuando no se esconde nada.
Luna lo observa. Sus ojos recorren su cuerpo. No porque quiera. Porque no puede evitarlo.
Lo ve como se ven los errores que se repiten.
Como se ve una herida abierta.
Como se ve algo prohibido que insiste en quedarse.
Silencio.
LUNA
¿Eso también forma parte de la terapia de duelo?
DAVID
No vine a reemplazar a nadie.
Ni a mentirle a nadie.
Solo vine a estar aquí. Con ella.
LUNA
¿Y conmigo?
El silencio se tensa.
DAVID
Tú y yo…
…todavía no sabemos qué somos.
Carmen se levanta. Camina hacia él. Lo toma del brazo, casi como queriéndolo ocultar detrás de su cuerpo.
CARMEN
David, basta. Déjanos. Por favor.
David la observa. Luego a Luna. Asiente.
Sale por donde vino. Sin cubrirse. Luna lo ve hasta que desaparece en el pasillo.
Carmen se sienta nuevamente en la cama. Luna permanece en pie, el rostro tenso.
CARMEN
¿No te basta con odiarme? ¿Ahora vas a mirarlo así?
LUNA
Yo no lo miro. Él se deja ver.
CARMEN
¿Y qué viste?
Luna abre el cajón, toma su cuaderno y lo cierra con fuerza.
LUNA
Lo suficiente como para saber que no se irá pronto.
Carmen sigue sentada en el borde de la cama, con la bata desordenada, sosteniéndose las manos como si tuviera frío, aunque no lo haga. Luna , ahora de pie, junto al cajón cerrado con violencia, respirando con esfuerzo.
CARMEN
(sin mirarla)
No tenías que vernos así.
Pero tampoco iba a fingir que no estaba pasando.
LUNA
(aún con la mirada dura)
Yo no soy una niña, mamá.
CARMEN
Lo sé.
Y tal vez por eso me duele más.
Luna respira hondo. El corazón aún le golpea. La escena la persigue. El cuerpo de David en su memoria, y su madre… tan frágil, tan humana.
Se acerca. Carmen alza los ojos, con un gesto de defensa anticipada.
Pero Luna se sienta a su lado.
LUNA
(tras una pausa)
Yo te amo.
Por eso me dolió.
Porque no quiero que nadie te rompa.
Ni tú misma.
CARMEN
(se quiebra apenas)
Yo también te amo.
Más de lo que sé decir a veces.
Y no sabes cuánto he deseado que me abraces sin reproches.
Luna se gira hacia ella, la abraza con fuerza. Carmen aprieta los ojos, la envuelve entre sus brazos, con todo el miedo, el cansancio, el alivio.
Se quedan así por un instante largo. El mundo afuera deja de importar.
Cuando se separan, Carmen le toma el rostro con ambas manos.
CARMEN
No quiero perderte.
Pero esto… lo que estoy intentando con David… es real.
No lo planeé. No lo busqué.
Y no voy a obligarte a formar parte de esto.
Solo quiero preguntarte, con el corazón en la mano…
(la mira con honestidad absoluta)
CARMEN
¿Querrías tú hacer parte de esto que estamos empezando?
Puedes decir que no. Tienes todo el derecho.
Pero, Luna…
(anhelante)
…yo esperaría un sí.
Luna la observa. Hay todavía un residuo de recelo. Pero también una claridad nueva. Una grieta abierta por donde empieza a entrar luz.
LUNA
(susurra)
No sé si puedo prometerte un sí hoy.
Pero no quiero que esto nos separe.
Carmen asiente. Se abrazan de nuevo.
Desde fuera de la habitación, muy tenue, se escucha el roce de pasos sobre el piso.
Y ambas lo saben. David sigue cerca.
Luna cierra los ojos.
LUNA
No entiendo del todo lo que está pasando.
Pero quiero entenderlo.
Contigo.
CUARTO DE LUNA – AMANECER
Un rayo de luz se cuela entre las cortinas mal cerradas. El cuarto de Luna está en calma, salvo por un cuaderno a medio abrir sobre la mesa y el leve zumbido del ventilador girando sin fuerza.
Entonces, el sonido.
Primero, leve. Luego, inconfundible.
Gemidos.
Agudos, sostenidos, sin cuidado.
Luna se despierta de golpe. Parpadea. No es un sueño.
Se sienta en la cama, alerta. Frunce el ceño.
Los sonidos son más intensos que la noche anterior. No hay puertas cerradas que los contengan. No hay disimulo.
(…)
Por un instante, la furia se levanta como un puño en su pecho. Se siente como una traición renovada. La boca le sabe a hierro. Los dedos, tensos.
Pero entonces…
Recuerda.
La conversación. El abrazo. Las palabras de su madre.
Respira hondo.
Baja los pies al suelo con calma.
LUNA
(para sí misma)
No es mi batalla.
Camina hasta la ventana. Corre la cortina y deja que la luz inunde el cuarto. Se estira. Toma el cuaderno. Lo hojea.
Afuera, los sonidos siguen, más sueltos, más impúdicos.
(…)
Pero ya no es ira lo que siente. Es algo más raro: una mezcla de incomodidad con aceptación. Como si su mente aún luchara, pero su cuerpo decidiera seguir con el día.
Luna camina por el pasillo, vestida con una camiseta ancha y calcetines arrastrados. Lleva su cuaderno bajo el brazo, como un escudo.
A medida que se acerca a la cocina, los sonidos cambian. No son ya gemidos puros: hay risas, murmullos graves. Una silla se arrastra. Alguien derrama algo.
Se detiene junto a la pared, solo un momento. Respira.
Y sigue.
La cocina está inundada por la luz de la mañana. El café recién hecho perfuma el aire.
Carmen, en cuatro en el piso, está siendo penetrada analmente por David. Lleva una camisa de hombre, blanca, arrugada sobre la parte alta de su espalda. El cuello es el objeto de las manos de David. Las piernas desnudas.
David la cogía tratando de meterse lo más adentro posible. Camisa abierta, nada más. Cabello húmedo. Ignoraban la llegada de Luna.
Cuando Luna entra, Carmen gira la cabeza.
CARMEN
(con naturalidad)
Buenos días, amor. ¿Dormiste bien? (Entre gemidos)
Luna asiente con un gesto escueto. Se acerca a la cafetera.
Silencio breve.
DAVID
Buenos días, Luna. (Entre Bufidos)
Su tono es distinto. Más suave. Cauteloso, pero no culpable.
Ella lo mira, por primera vez sin esquivar.
LUNA
¿Café?
DAVID
Claro. Negro, si no es molestia.
Luna lo sirve. Le alcanza la taza. Cuando sus dedos rozan, David la mira con atención.
Hay algo en la mirada de ella que él no reconoce del todo. No es aceptación. Pero tampoco es odio. Es otra cosa.
Interés tal vez. Cautela.
Él sonríe. Muy leve.
DAVID
Gracias.
Luna se sienta frente a ellos. Abre su cuaderno. Toma un lápiz.
Empieza a dibujar.
Carmen los observa a ambos, en silencio. Algo en la atmósfera ha cambiado.
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