La Frontera Inesperada
Era una noche fría. Me bajé del bus y caminé a casa, como lo hacía casi todas las noches. El viento cortaba mi rostro, pero no le presté atención. Mis pensamientos estaban en cualquier otro lugar, simplemente avanzaba por inercia. Todo iba como siempre hasta que recibí una llamada al celular. Vi el .
Contesté de inmediato.
—¿Franco? —su voz sonaba extraña, temblorosa, algo no estaba bien—. No vengas a casa esta noche, por favor.
Me detuve en seco, sorprendido. Nunca me había pedido algo así.
—¿Por qué? ¿Qué está pasando? —le pregunté, preocupado.
Hubo un largo silencio al otro lado. Luego, su voz volvió, más apagada y con una mezcla de angustia que no pude ignorar.
—Solo… no vengas. Quédate en casa de algún amigo, o vuelve mañana, pero no ahora.
Mi corazón comenzó a latir más rápido. ¿Por qué me estaba pidiendo eso? Algo en su tono me decía que no podía dejarlo pasar.
—Mamá, ¿qué ocurre? Estoy a solo unas cuadras. Voy para allá.
—No te preocupes, luego te diré todo lo que está ocurriendo —dijo mamá, pero su tono no me tranquilizó para nada.
—¿Qué? Mamá, ¿qué está pasando? Estoy a pocas cuadras. Voy para allá ahora mismo.
—¡No! —gritó, interrumpiéndome—. Franco, por favor, te lo pido, no vengas. Es mejor que no estés aquí. Quédate en casa de un amigo o vuelve mañana. Luego te explicaré todo, pero ahora no… no puedes venir.
El nudo en mi estómago se hizo más grande.
Colgó.
El pánico me inundó mientras corría hacia la casa. Sabía que algo estaba muy mal, pero no podía detenerme. Necesitaba saber qué estaba ocurriendo. Al llegar, la puerta de la casa estaba entreabierta, lo que aumentó aún más mi ansiedad. Entré rápido, llamando su nombre, pero no obtuve respuesta.
Escuché murmullos provenientes de la habitación de mi madre. Caminé hacia la puerta, que estaba medio cerrada. Al empujarla suavemente, lo que vi me dejó paralizado.
Mi madre estaba de pie, frente a una cámara. Había luces alrededor, un hombre que no conocía ajustaba el equipo y, lo peor de todo, mi madre vestía algo que jamás le había visto. Una ropa que no era para ella, no para la mujer que yo conocía. Era provocativa, casi vulgar. Lo que estaba a punto de suceder era claro: iban a filmar una escena pornográfica.
—¿Qué… qué es esto? —mi voz salió quebrada, apenas un susurro. El horror y la confusión me invadían.
Mi madre me miró con una mezcla de vergüenza y tristeza en los ojos, pero no dijo nada. Su rostro no mostraba sorpresa al verme ahí, solo una resignación que me destrozó el alma.
—Te pedí que no vinieras —murmuró al fin, con una voz que no era la suya, rota y apagada.
Mis piernas temblaban, y el sudor me corría por la frente. No podía creer lo que estaba viendo. ¿Mi madre? ¿Cómo había llegado a esto?
—¿Por qué? —logré preguntar, aunque las palabras me costaban—. ¿Por qué estás haciendo esto?
Ella bajó la mirada. El hombre detrás de la cámara seguía ajustando todo como si mi presencia fuera irrelevante, como si no existiera. Era como si el mundo hubiera seguido adelante mientras el mío se desmoronaba.
—Franco… —dijo finalmente—. Lo hago porque no tengo otra opción. Las deudas, el dinero… No quería que lo supieras, no quería que me vieras así, pero ya no hay vuelta atrás.
Sentí cómo todo lo que creía sobre mi vida y sobre ella se desmoronaba. Mi madre, la mujer que me había criado, que había sacrificado tanto por mí, estaba a punto de cruzar una línea que nunca debería haber tenido que cruzar. Y lo hacía por nosotros.
El hombre detrás de la cámara se veía bastante joven, pero no tanto como lo que más me sorprendió y es que a su lado había dos niños de alrededor de 7 años jugando con unas cartas.
El hombre detrás de la cámara dice que ese día a él no lo iba a necesitar. dirigiéndose a mi madre, pero señalándome a mí, y que podía irme. Yo claramente confundido decido pasar a donde se encontraba ella.
—¡Yo soy Nelson, brother, pero me dicen Gringo! ¿Acaso te quieres quedar o qué? —dijo el hombre detrás de la cámara, su tono desafiante y burlón, como si estuviera acostumbrado a que las cosas siempre fueran a su manera.
Lo miré con furia, sin entender completamente la situación, pero con un nudo de rabia creciendo en mi pecho. Mi madre me había pedido que no viniera, pero aquí estaba, y ahora este tipo me hablaba como si yo no tuviera derecho a estar allí, en mi propia casa.
—No vine para esto… —respondí, tratando de mantener la calma, pero la confusión y el enojo apenas me dejaban hablar—. ¿Qué diablos está pasando aquí?
Mi madre seguía allí, con la mirada baja, como si ya no pudiera defenderse de la realidad. Nelson, o «Gringo», no se inmutó por mi presencia. Dio un paso hacia mí, señalándome con un dedo.
—Mira, pelado, este no es tu lugar ahora. Yo tengo trabajo que hacer, y a ti no te necesitamos aquí. Así que vete, que esto no es asunto tuyo.
—Anda, vete de aquí —repitió Nelson, mirándome con desprecio mientras se giraba hacia mi madre, claramente molesto por mi presencia. Con un tono más áspero, añadió—: Vamos, empecemos ya. No tenemos todo el día.
Mi madre asintió lentamente, como si estuviera atrapada en una realidad de la que no podía escapar. Cada movimiento suyo parecía cargado de culpa y resignación. Vi cómo bajaba la cabeza, evitando mis ojos, mientras Nelson ajustaba la cámara, impaciente.
El aire en la habitación se volvió sofocante. Sentía el impulso de hacer algo, de gritar, de detener todo aquello, pero no sabía cómo. Mi corazón latía descontrolado, y la furia mezclada con incredulidad me impedía pensar con claridad.
—Mamá… —logré murmurar, intentando captar su atención—. No tienes que hacer esto. Vamos, vámonos de aquí.
Ella no respondió. Su silencio era un golpe más fuerte que cualquier palabra que pudiera decir. Nelson, sin embargo, no perdió tiempo.
—Mira, pelado —dijo mientras encendía las luces de la cámara—, esto no tiene nada que ver contigo. Si de verdad te importa, déjala hacer lo que tiene que hacer y lárgate. No metas las narices donde no te llaman.
Observe como los niños ahora posaban sus miradas en nosotros
Mi madre intercambio por un momento la mirada entre ellos y yo, y luego visiblemente nerviosa solo dijo, -perdóname
La situación tenía mi cabeza dado vueltas, mi madre semidesnuda, el hombre y esos niños.
Siguieron ignorando que no me había ido. Nelson se mostraba cada vez más impaciente, y algo en su comportamiento cambió. Se veía excitado, disfrutando del control que ejercía sobre la situación. Movía la cámara, ajustaba las luces, pero también mantenía su atención en mi madre, casi como si estuviera deleitándose en su incomodidad.
El aire se hacía más pesado con cada segundo. Yo seguía ahí, inmóvil, mirando cómo todo se desarrollaba frente a mí, sin que nadie me detuviera ni me pidiera otra vez que me fuera. Nelson parecía ya no preocuparse por mi presencia, demasiado concentrado en lo que estaba por comenzar.
Mi madre no levantaba la mirada. Su respiración era rápida, casi temblorosa. Pude ver cómo sus manos temblaban ligeramente, como si internamente estuviera luchando contra algo. Esto no era lo que ella quería. Lo sabía, pero al mismo tiempo, sentía que no podía hacer nada. Estaba atrapada.
—Vamos, mujer —gruñó Nelson, con una sonrisa torcida mientras ajustaba el ángulo de la cámara—. Esto no va a filmarse solo.
—Debes mantener la calma —dijo Nelson, su tono burlón ahora impregnado de una seriedad amenazante—. No querrás complicar las cosas más de lo que ya están.
El tono de su voz era una advertencia. Su mirada fría me atravesó, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Sabía que podía escalar rápidamente a algo que no podría manejar.
—No me importa lo que digas —contesté, tratando de mantenerme firme a pesar de la tormenta de emociones en mi interior—. Mamá, por favor, esto no es lo que quieres. ¡Sal de aquí!
Ella finalmente levantó la mirada, y vi el conflicto en sus ojos, un destello de lucha interna que casi me hizo dudar. Pero el momento fue efímero. La realidad de su situación regresó con fuerza, y su mirada se desvió de nuevo al suelo.
—Franco… —murmuró, su voz temblando—. No puedo. No tengo otra opción.
Ante mi mirada, Nelson llamó a los dos niños y les indicó que se hicieran junto a mi madre.
Note que no era la primera vez de esos pequeños, pues al llegar junto a mi madre uno de ellos de inmediato puso una de sus manos en los pechos de ella, en el justo momento en que se empezaron a sentir los sonidos de la cámara de Nelson.
-Hoy te los vas a coger ellos, tal como lo habíamos hablado, mencionó Nelson de forma muy directa.
Todos estaban coordinados y tras las palabras de Nelson comenzaron a quitarse la ropa.
A mi madre, en ese momento pude verle el piercing que asomaba en su entrepierna, en el clítoris. Cada segundo era una sorpresa nueva, en ese momento entre mis pensamientos comenzó a aflorar el hecho de lo hermosa que estaba, no quería pensar eso, pero era inevitable.
—¿Pasa algo? —preguntó Nelson, frunciendo el ceño, su paciencia claramente agotándose.
Mi corazón se hundió al escuchar esa pregunta. Era como si supiera que la tensión estaba a punto de explotar y que él era quien tenía el control.
—Sí, pasa algo —respondí, tratando de mantener la voz firme, aunque mi interior estuviera en caos—. ¡Esto no es normal! No deberías estar haciendo esto, son niños.
Los niños se pusieron colorados y trataron de ignorar la tensión, mi madre, creo que evitando que hubiese un altercado abrazo por la espalda a uno de los niños, sus enormes senos quedaron a cada lado de su cabeza y con sus manos sobaba cada uno de ellos acariciando el rostro del niño, la situación que apenas comenzaba me obligó a simplemente ver que más sucedería.
Algunas lagrimitas que rodaban por las coloradas mejillas de mi madre se mezclaban con la confusión y el dolor en su rostro. En ese momento, el nudo en mi garganta se hizo más fuerte. Era como si cada lágrima de mi madre me atravesara el corazón, revelando lo que había detrás de su silencio: una lucha interna entre lo que había sido y lo que se veía forzada a convertirse.
Pero no pude decir nada cuando Nelson comenzó a dar instrucciones. Con una voz autoritaria, empezó a ordenar a mi madre y a los niños que se posicionara frente a la cámara, explicando cómo debía comportarse, cómo debía ella mirarlos. Sus palabras eran frías y mecánicas, como si estuviera dirigiendo una producción sin importar el daño que causara.
El niño al que mi madre tenía abrazado se dio media vuelta y metió uno de los pezones de mi madre en su boca. Momento después Nelson le pregunto si alguna vez ella había recibido dos vergas al mismo tiempo, la cara de sorpresa de mi madre lo decía todo.
Al ver su carita triste, yo le digo:
—Mamá, no dejes que él te controle así. Tú eres más fuerte. Siempre lo has sido. Recuerda todo lo que hemos pasado juntos, las dificultades que hemos superado. Esto no es lo que necesitamos, no es lo que merecemos.
—Pueeeeessss… Si no hay ninguna complicación, yo creo que es el momento —respondió Nelson, con una sonrisa arrogante que desnudaba su egoísmo.
—¿Qué?… pero… ¿cómo?… —mi madre tartamudeó, con la confusión reflejada en su rostro.
—Tranquila que yo te guiaré, le dijo Nelson
En ese momento mi madre, desvió la mirada hacia el niño que estaba devorando sus tetas como si quisiera sacar leche de ellas.
– ¡Pídele que te penetre! – dijo Nelson en tono autoritario.
Mi madre, colocándose de rodillas que el niño pudiera tener acceso a su boca, lo abrazó, estaban ahora sus tetas aplastadas contra el torso de él, para el disfrute visual del otro niño que solo se masturbaba, increíblemente para su edad. Mi madre con su mano empezó a rozar la verga de aquel niño que solo se dejaba hacer.
En un abrir y cerrar de ojos, Nelson dejó aparentemente la cámara grabando y se acercó a ellos, no me di cuenta en qué momento había colocado una máscara sobre su rostro con la imagen en un conejo.
Se acerco al otro niño y algo le dijo, que se acercaron ambos a mi madre mientras nelson sacaba su verga de su pantalón, los niños eran igual de altos y su cara quedaba levemente por encima de la de mi madre, pero ella en esa posición tenía la vista clara de la verga de Nelson acercarse, pero mayor fue mi sorpresa cuando ella toco su pene y pude sentir algo que no me imaginaba, mi propio pene comenzó a reaccionar totalmente en contra de mis pensamientos.
El pene de cada uno de los niños estaba en el máximo de erección que podían alcanzar, y el de Nelson, arropado por la mano de mi madre también.
Me había excitado y me odiaba por eso, mi verga estaba muy dura como piedra.
Nelson se dio cuenta, sonrió y con su dedo índice me hizo la seña de silencio y me guiño un ojo, en el momento que tomaba la cabeza de mi madre y le empujaba su verga dentro de su boca.
Sus tetas se balanceaban ante las violentas embestidas que Nelson le daba. Sonidos salían de su boca en su desesperación por apartarse mientras la saliva también salía de su boca.
De pronto, Nelson se la sacó, le dio la orden a los niños de que se apoderaran nuevamente de sus tetas, y se fue a arrodillarse atrás de mi madre, a la fuerza le abrió sus piernas, paso un par de veces sus manos por la vagina y luego comenzó a tallarle su pene. Poco a poco se comenzó a deslizar dentro de ella, hasta que comenzó a apretar la velocidad, sus tetas comenzaron a brincar al ritmo de cada embestida, lo que ocasionaba que se salieran de la boca de los niños. Ella comenzó a gemir y apretaba sus tetas en la cara de los niños, ella gemía muy fuerte.
Durante unos segundos el remordimiento volvía a indagarme, pero justo en ese Momento Nelson se la sacaba y le daba una nueva instrucción. Esta vez, mi madre se acostaba en el piso boca arriba, Nelson volvía a penetrarla, pero ahora cada niño se arrodillo a cada lado del rostro de mi madre, que al parecer ya sabía lo que tenía que hacer y tomaba por turnos cada pene de los niños entre sus labios.
Desde entonces para mí, mi querida madre era una puta cualquiera a quien le estaban metiendo la verga. Ahora era la rabia la que me invadía. Nelson se estaba viniendo dentro de ella, sus gemidos así lo hacían notar.
Cuando por fin se la sacó, la vi y pensé es bien puta Mamá. Y entonces Nelson la volteó boca abajo, levantó su cadera y llamo a uno de los niños, la entrada de ese pene fue sencilla, y puedo asegurar que mi madre no sintió nada, su mirada estaba hacia lo lejos, contraria a mi posición. Yo veía como sus nalgas se estremecían con cada golpe del niño, ella se acomodó sobre sus codos, creo que sus tetas le dolían, y necesitaba dejar que le colgaran en el aire. Era increíble percibiré como hacía todo lo que ese hombre le decía.
Fue en ese momento que Nelson aparto al niño, abrió las nalgas de mi madre y le dijo que ahora se lo metiera por el ano, al empezar a empujar, ella volteó a verme, su mirada era de angustia, el pene del niño entró a la primera, ella comenzó a gemir y no hizo nada por detenerlo.
Nelson fue por la cámara para tomar algunos primeros planos de la penetración y luego acercó la cámara al rostro de mi madre y en ese momento corto. Inmediatamente le dijo al niño que parara y le dio la orden a ambos que se vistieran, mientras él hacía lo mismo.
Mi madre se enderezó, sentada sobre el suelo, desnuda con restos de saliva alrededor de su boca me miró, el llanto volvió a salir de sus ojos. Nelson sacó unos billetes y me los entregó a mí, me dio las gracias y tomando sus cosas se fue.
Después de que Nelson se fue, el silencio llenó la habitación. Mi madre, todavía en el suelo, lloraba en silencio, sin mirarme. Me acerqué lentamente, con el corazón roto, pero sin juzgarla.
—Mamá… —susurré—, no tienes que seguir haciendo esto.
Ella no levantó la cabeza, solo murmuró entre lágrimas:
—¿Qué más puedo hacer, Franco? No sé cómo salir de esto…
Me arrodillé a su lado, intentando consolarla.
—Vamos a encontrar otra manera, te lo prometo. No estás sola, siempre estaré aquí para ti.
Finalmente, nuestras miradas se encontraron
—Lo siento, hijo. —dijo, su voz temblando.
—Mamá, hay otras opciones. Podemos salir de esto juntos. Lo que pasó hoy no define quién eres. Eres fuerte, y siempre lo has sido.
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas nuevamente
—Soy una puta hijo.
La abracé con fuerza, sintiendo que, aunque el camino por delante sería difícil, no estábamos solos en esta lucha.
Gran relato! no es una de mis fantasías, pero, como se presento me lo dejo como diamante y alcancé la cima cuando imagine al tiempo que leía la interacción de la mujer con los nenes, que esos niños eran los hijos de la tía encargada del maquillaje y el vestuario (hija de una familia incestuosa).
En fin. todo un placer leer está maravilla.
Saludos!!..