La Historia de Lina 2
Lina y su nuevo compañero, Daniel, fueron llevados a un campamento de entrenamiento después de la ceremonia de selección. Durante las dos semanas siguientes, sus días estuvieron llenos de entrenamiento físico y mental, preparándose para los desafíos que se avecinaban. Lina trató de mantener la conce.
Una tarde, mientras practicaban una simulación de combate, Lina se encontró luchando junto a Daniel. Su habilidad y rapidez eran impresionantes, pero lo que más la impresionó fue su capacidad para motivar y guiar al equipo.
—Recuerda, Lina, siempre mantén los ojos abiertos y confía en tus instintos. En situaciones de vida o muerte, la rapidez y la determinación pueden marcar la diferencia —le dijo Daniel, mientras esquivaban los ataques simulados. —Lo más importante es nunca perder la esperanza, aunque todo parezca perdido, siempre hay una manera de salir adelante. —continuó
—Estamos listos —dijo Lina, con una determinación que no había sentido antes—. Vamos a demostrarles de qué estamos hechos.
Los días de entrenamiento se convirtieron en semanas, y finalmente llegó el momento que todos habían estado esperando y temiendo: la inauguración de los Juegos de la Supremacía. La ciudad de Bogotá se engalanó para la ocasión, con decoraciones festivas y luces brillantes que adornaban cada rincón. La tensión era palpable, pero también lo era la emoción.
La inauguración se celebró con una gran fiesta en el Palacio de los Deportes, un lugar conocido por sus eventos multitudinarios. Javier y Valeria, junto con otros patrocinadores, estaban presentes, y su influencia se reflejaba en la fastuosidad del evento.
El ambiente era electrizante. Música en vivo, luces de colores y mesas rebosantes de comida y bebida creaban un escenario de ensueño. Lina observó a su alrededor, sintiéndose un poco abrumada por la magnitud de la fiesta. A pesar de la alegría aparente, no podía olvidar que estaban allí para competir en una prueba que pondría sus vidas en riesgo.
Javier subió al escenario principal, tomando un micrófono para dirigirse a la multitud. Su voz resonó con autoridad mientras daba la bienvenida a los asistentes y hablaba sobre la importancia de los Juegos. A su lado, Valeria sonreía, proyectando una imagen de confianza y control.
—Esta noche celebramos el inicio de una competencia que no solo mide la fuerza y la habilidad, sino también el coraje y la determinación —dijo Javier, mirando a los participantes con una mezcla de orgullo y desafío—. Confío en que todos ustedes demostrarán su valía y llevarán el honor a sus departamentos.
Javier le había dicho a Lina que fuera a los establos, donde se desarrollaría su primer examen. Le gustaban mucho los caballos y, con sus manos, acariciaba el cuello de uno de ellos. De pronto, lo vio y supo, por su entrenamiento, que debía abrazarlo. Javier estaba un poco entonado de alcohol, y el tufo llegó al rostro de Lina. Unieron las frentes, y las palabras de aquel hombre aún retumbaban en su mente: “¡Viniste para que te enseñe a cabalgar! ¿No es cierto?”. Lina, moviendo la cabeza afirmativamente, puso el morral y ensilló el caballo.
—Monta —le dijo Javier, con una voz cargada de insinuación.
Lina lo recibió con delicadeza. Al montar, sintió el morbo de aquel hombre. Se adentraron en el monte, y Javier le dijo que la llevaría a un lugar especial. Mientras cabalgaban, Lina observaba aquel paisaje desconocido. Los árboles altos y el aire fresco le daban una sensación de calma, aunque su mente seguía alerta.
—Este es uno de mis lugares favoritos —dijo Javier, rompiendo el silencio—. Aquí podemos hablar con más tranquilidad.
Lina miró a su alrededor, tratando de memorizar cada detalle del entorno. Aunque se sentía incómoda, sabía que debía seguir adelante. Su entrenamiento le había enseñado a manejar situaciones difíciles, y este era solo otro desafío que debía superar.
—¿Te gusta? —preguntó Javier, mirando fijamente a Lina.
—Sí, es muy bonito —respondió ella, manteniendo la compostura.
Javier sonrió y la guió hacia un claro en el bosque. Allí, desmontaron y Javier se acercó a Lina, aún con esa mirada cargada de intención.
—Vamos a practicar algunas cosas importantes —dijo, y Lina asintió, preparada para enfrentar lo que viniera.
Suavemente se dejó abrazar por detrás. “¡Mira, así es como se quieren los animales!” dijo Javier. “¡De esa forma también se quieren los humanos! ¡Así también se quieren las personas como tu padre y tu madre!”
El adulto miró con fijación a Lina. “¡Así se quieren, como tú me quieres o… como yo te quiero a ti! ¡Como todos los que sabemos querernos! ¡Como todos los humanos que desean saber querer! ¡Como tú, mi preciosa!”
Javier puso su mentón sobre el pelo de Lina, golpeando su respiración con el tufo de alcohol. Le pasó la mano por el brazo y, sin dejar de mirarla, Lina bajó la mirada al piso, ruborizándose. Se puso temblorosa al sentir el roce de los dedos de aquel hombre en su suave y sedoso cuello. Javier unió sus mejillas a las de Lina y su mano bajó a la entrepierna.
Lina, consciente del peligro y la situación, trató de mantener la calma, recordando su entrenamiento. Era crucial manejar la situación con astucia. Aunque su cuerpo temblaba, su mente buscaba una salida.
La mano ahora rozaba el culito de Lina, sus dedos se metían entre sus glúteos y rozaban el coxis, rascándola suavemente. «¡Se siente bien eso!» murmuró Javier. Su dedo rozaba los glúteos mientras sus mejillas se rozaban también. De repente, sacó bruscamente la mano del culito y trató de meterla por el pantaloncito corto de Lina. Ella, quietecita, miraba ese movimiento, sintiendo una mezcla de miedo y confusión.
Los labios del hombre descendieron a los botones de la camisa de época victoriana de Lina, descubriendo su hombro y sus pechos, que comenzó a besar y lamer. Su lengua subió por su cuello, llegando a la oreja. «¡Siente que te quiero mucho! ¡Déjate… anda! ¡Eres muy linda! ¡Me gustas! ¡Y sé que te gusto!» le susurró Javier, besando con insistencia su nuca, haciendo que su piel se pusiera de gallina.
Lina sentía que aquello le estaba gustando. Era la primera vez que experimentaba esas sensaciones y, aunque todo le resultaba nuevo y abrumador, no podía negar que le encantaba. No era cuestión de entrenamiento, era algo visceral, instintivo.
Mostrando su miembro erecto, Javier susurró:
—Esto te gusta, ¿verdad? Tócalo.
Lina, aún temblorosa, extendió su mano. Sus dedos rozaron la piel caliente y pulsante de Javier, sintiendo su respiración acelerarse. El contacto era nuevo y extraño para ella, una mezcla de curiosidad y desconcierto. Javier la miraba con intensidad, susurrando palabras que intentaban disipar sus dudas.
—No te apenes, mi pequeña. Demuéstrame lo que sabes.
Lina, con la mirada baja, se dejó guiar por Javier. Él, con movimientos lentos y calculados, tomó su mano, ayudándola a explorar. Cada roce, cada caricia, era una nueva sensación para Lina, que intentaba procesar todo lo que estaba ocurriendo. Javier, por su parte, mantenía una actitud de control, pero su respiración entrecortada revelaba su excitación.
El silencio del establo, roto solo por sus murmullos y respiraciones, creó una atmósfera cargada de tensión. Lina, con el corazón latiendo a mil por hora, seguía las indicaciones de Javier, mientras su mente luchaba por entender lo que sentía. En ese momento, el mundo exterior dejó de existir, y solo quedaban ellos dos, envueltos en una experiencia que Lina nunca olvidaría.
Lina sintió cómo su pantaloncito corto se deslizaba por sus muslos, la voz de Javier resonando cerca de su oído, mientras le susurraba palabras que buscaban calmarla y mantenerla en el momento. Los dedos de Javier rozaron su piel, haciéndola estremecer y suspirar involuntariamente. Sentía el aliento cálido de Javier en su cuello, mientras él la sujetaba con firmeza desde detrás.
—No te muevas —le dijo suavemente, mientras el glande rozaba su piel. El contacto era nuevo y extraño para Lina, quien estaba bien sujeta por Javier, que repetía en voz baja—: Te quiero, siente cómo te quiero.
Javier continuaba susurrando, besando su cuello y el pelo de Lina, mientras sus manos recorrían su cuerpo con cuidado. La situación era extraña y confusa para ella, pero también sentía una mezcla de sensaciones que no podía identificar completamente.
—Tú también me quieres, ¿verdad? —le preguntó Javier, con la voz cargada de deseo.
Lina, con su pantaloncito y calzoncillo bajados hasta los tobillos, sentía el roce del glande de Javier, que trataba de explorar más allá. Sin embargo, Javier mantuvo su control y sus caricias, buscando una respuesta de Lina. Ella, con la mente nublada y el cuerpo temblando, estaba sumida en una experiencia que era tanto desconcertante como reveladora, intentando procesar cada sensación mientras las palabras de Javier seguían resonando en su mente.
Lina sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando Javier le susurró al oído. Sus labios rozaron los suyos, iniciando una serie de besos suaves y repetidos. Las caricias de Javier continuaban, explorando su piel con una mezcla de ternura y deseo. Lina, sorprendida, sintió cómo él se acuclillaba detrás de ella, y de repente, la inusual sensación de su boca en su piel la hizo estremecer. Era algo nuevo, nunca antes experimentado, y su mente se debatía entre la confusión y la curiosidad. Javier se detuvo por un momento, preguntándole suavemente si le había gustado, a lo que Lina, con el corazón latiendo con fuerza, no supo cómo responder.
Volvieron a besarse, esta vez con más intensidad. Javier la animó a probar el sabor de sus labios, y Lina se dejó llevar, entregándose a ese beso con lengua que le recordaba a aquellos momentos con su amor. Todo era tan distinto y nuevo. Javier la miraba con una mezcla de admiración y deseo, mientras le decía que era su turno. Lina se incorporó lentamente, sus ojos fijos en el miembro erecto de Javier. Sus manitas temblorosas lo rodearon, sosteniendo el tronco del pene con delicadeza. Javier la animó a continuar, y ella, con la boca ligeramente entreabierta, se acercó lentamente, sintiendo el contacto del glande húmedo en sus labios.
La boca de Lina se abrió más, siguiendo las indicaciones de Javier. Ella sintió el glande humedecido en sus labios, explorándolo tímidamente con su lengua. Cada movimiento era nuevo y desconcertante, pero también intrigante. Las palabras de Javier seguían resonando en su mente, y aunque una parte de ella aún estaba llena de dudas, otra comenzaba a disfrutar de esas sensaciones desconocidas. Con cada caricia, cada beso y cada susurro, Lina se adentraba más en ese mundo de descubrimientos, dejando que sus sentidos la guiaran en ese momento íntimo y complejo.
Lina retiró el pene de su boca con un pequeño gemido de sorpresa. Javier la detuvo con suavidad, advirtiéndole que debía ser más cuidadosa. Con una mezcla de curiosidad y timidez, abrió más su boca, siguiendo sus indicaciones. Chupó y lamió con más precisión, absorbiendo cada indicación que Javier le daba. «¡Eso!», exclamó Javier, alentándola. «¡Ya vas aprendiendo! ¡Cuidado con los dientes!», añadió, guiándola pacientemente. Las palabras de Javier resonaban en sus oídos mientras ella continuaba, cada lamido y cada caricia más confiados, hasta que su boca quedó llena de saliva y el pene de Javier se veía completamente humedecido.
Javier y Lina unieron sus mejillas, compartiendo un momento de intimidad silenciosa. «¡No olvides lo que hicimos!», le susurró Javier, su aliento cálido en el oído de Lina. «¡No olvides este lugar!». Ambos comenzaron a vestirse, sus movimientos lentos y reflexivos. Lina se sorprendía al observar el pene de Javier, notando cómo una parte de él había estado en su boca. Era una mezcla de incredulidad y aceptación de lo que acababa de suceder. Mientras se arreglaban, Javier la miraba con una expresión de agrado, como si estuviera orgulloso de ella. Para Lina, ese era solo el inicio de lo que parecía ser una serie de descubrimientos y aprendizajes.
Cuando regresaron a la fiesta, se encontraron con un ambiente casi desierto. La algarabía había desaparecido, y apenas había gente en el lugar. Todos los participantes estaban dispersos alrededor de la capital, inmersos en sus propias pruebas y actividades. El silencio y la tranquilidad contrastaban fuertemente con la intensidad del momento que Lina acababa de vivir. Ella se sintió extrañamente tranquila, como si el tiempo se hubiera detenido para darle espacio a procesar todo lo que había pasado.
Daniel se encontraba haciendo tareas en la cerca de corral de la caballeriza. Estaba muy atento en el arreglo con dos peones que comentaban la llegada de dos mujeres. Decían que una de ellas tenía un cuerpo escultural mientras que la otra tenía la belleza de su rostro en su piel morena clara. Daniel, intrigado por la descripción, preguntó por el nombre de las mujeres.
«La primera mujer se llama Valentina,» dijo uno de los peones. «Y la segunda se llama Lina,» agregó el otro. «No se conocen pero para esta prueba se conocerán,» comentó uno de los peones, al tiempo que ajustaba un poste. «Sé que Lina ya pasó su primer examen. Andan borrachas con los señores de la organización.»
Le entró la curiosidad por ver el estado de Lina. Gustaba de ir a la caballeriza a ayudar, pero esta vez había algo más que lo motivaba. Decidió ir a echar un vistazo y asegurarse de que todo estuviera en orden. Mientras caminaba hacia la fiesta, sus pensamientos giraban en torno a Lina y a la descripción que había escuchado, deseando ver cómo se encontraba después de su primer examen.
Estaban los potentados del lugar bebiendo el buen whisky. Entre ellos se encontraba Javier, con quien Daniel había llegado acompañándole. A más de ser su mentor y patrocinador en los juegos, Javier había sido quien le había dado ese lugar privilegiado en el evento.
Se hacía presente la primera mujer, Valentina, la que tenía un lunar en la mejilla que la hacía particularmente atrayente. Cantaba bien y se movía cadenciosamente, capturando la atención de todos. Luego tocaba el turno de Lina, de cuerpo escultural y piel morena clara, que era la atracción del público por sus movimientos sensuales y llenos de gracia.
Daniel no podía apartar la mirada, encantado al ver a esa mujer despampanante en el escenario. Uno de los potentados, llamado Felipe, subió al escenario con dos rosas y entregó una a cada una de las mujeres. Era muy interesante verlas bailar, su coreografía gustaba mucho al público, y Daniel estaba muy entusiasmado viendo el espectáculo, admirando la destreza y belleza de Lina y Valentina.
Javier vio a Daniel y se acercó a indicarle que lo acompañase a la posada en compañía de Lina y Valentina. Felipe también se unió al grupo, y juntos se dirigieron al acogedor lugar. Una vez allí, los dos hombres potentados comenzaron a llenar de elogios a las mujeres, alabando su belleza y talento.
Daniel se encontraba sentado en un rincón, observando todo con atención y sumisión a la voluntad de aquellos dos hombres influyentes. Mientras Felipe y Javier continuaban con sus halagos, Lina, con una mirada intensa y penetrante, fijó sus ojos en Daniel. El joven, sorprendido y ligeramente intimidado, sintió cómo la conexión visual lo atrapaba, sumergiéndolo en una mezcla de curiosidad y deseo.
La mujer intentó decirle algo, pero de súbito Daniel la besó frenéticamente. Al principio, Lina forcejeaba, sorprendida por la repentina acción, pero después, sus resistencias se desvanecieron, y permitió que sus labios se encontraran en un beso apasionado. La tensión en el ambiente creció, y los ojos de Felipe y Javier se llenaron de sorpresa mientras observaban la escena.
Lina sintió una mezcla de nerviosismo y expectación mientras Daniel la levantaba ligeramente, permitiéndole deshacerse de los pantalones hasta los muslos. La atmósfera en la habitación se llenó de una tensión palpable cuando Daniel la guió suavemente de vuelta a su regazo, su erección rozando su piel sensible. «Siéntate,» murmuró con un tono cargado de deseo. Lina se dejó guiar, notando cómo sus caderas eran firmemente sujetadas por las manos de Daniel. A medida que el pene de Daniel comenzaba a presionar contra su entrada, Lina cerró los ojos y dejó escapar un gemido involuntario, la sensación era extraña e incómoda, pero también despertaba algo nuevo en ella.
Daniel mantenía una mano en su cintura, mientras la otra acariciaba suavemente su espalda, susurrándole palabras tranquilizadoras. «Estás haciendo muy bien,» le decía, sus labios apenas rozando su oído. A cada intento de penetración, Lina sentía una mezcla de dolor y placer, el miembro de Daniel lentamente abriéndose paso. Sus besos en el cuello y la nuca no cesaban, creando una dualidad de sensaciones que la mantenía en un estado de confusión y excitación. Daniel sabía cómo mantenerla en ese limbo, asegurándose de que cada movimiento fuera tan gentil como firme. Lina, aunque aún tensa, empezaba a relajarse, concentrándose en los besos y caricias, dejando que su mente se sumergiera en la experiencia.
El progreso era lento, y Lina podía sentir cada centímetro del pene de Daniel mientras se introducía en ella. A pesar de la falta de lubricación, Daniel era paciente, avanzando con cautela. Sus manos seguían acariciando su cuerpo, sus labios murmuraban elogios y palabras de aliento. Lina, con los ojos aún cerrados, comenzó a moverse al unísono con Daniel, encontrando un ritmo que, aunque aún incómodo, empezaba a ser más manejable. La conexión entre ambos se hacía más fuerte con cada momento compartido, y la intensidad de la experiencia se grababa en la mente de Lina, creando un vínculo profundo y duradero.
Lina, obedeciendo las indicaciones de Daniel, se dio la vuelta y se recostó de espaldas, abriendo las piernas lentamente hasta que rozaron las caderas de él. La sensación de la cama fría contrastaba con el calor de sus cuerpos. Daniel, arrodillado frente a ella, alineó su pene con el culo de Lina, y esta vez, la penetración fue más fluida. Lina dejó escapar un suspiro de alivio y placer mientras las caderas de Daniel comenzaban a moverse rítmicamente hacia adelante y hacia atrás. El movimiento de sus cuerpos sincronizados creó una danza íntima, y cada embestida enviaba ondas de placer a través del cuerpo de Lina, intensificando la conexión entre ambos.
Daniel continuaba con sus embestidas, su mirada fija en los ojos de Lina, que brillaban con una mezcla de deseo y vulnerabilidad. «Lo haces bien, mi amor,» le susurró Daniel, sus palabras cargadas de afecto y lujuria. Con un movimiento fluido, se inclinó hacia adelante, su pecho presionando contra el de Lina, y sus labios se encontraron en un beso apasionado. Los labios de Daniel se movían con urgencia, explorando cada rincón de la boca de Lina, mientras sus manos recorrían su cuerpo, acariciando sus senos, su cintura, y sus muslos. Lina correspondía al beso con igual fervor, sus manos deslizándose por la espalda de Daniel, aferrándose a él como si fuera su ancla en un mar de sensaciones.
El sonido de la voz de Felipe rompió la burbuja de intimidad que compartían. «Sácate el pantalón,» le ordenó a Valentina, quien había estado observando la escena con creciente interés. Valentina, una mujer de porte elegante y confianza, comenzó a desvestirse lentamente, sus movimientos sensuales captando la atención de todos en la habitación. Mientras tanto, Lina y Daniel continuaban con su danza íntima, el ritmo de sus cuerpos acelerándose y profundizándose. La presencia de Valentina y Felipe añadió una nueva capa de tensión erótica a la atmósfera, intensificando la experiencia para todos los presentes. La respiración de Lina se volvía más rápida y entrecortada, cada embestida de Daniel acercándola más al clímax, mientras Valentina se unía al espectáculo, desnudándose con una gracia que dejaba a todos hipnotizados.
El glande pasaba suavemente por los labios y el rostro de Lina, creando una sensación de hormigueo en su piel. “¿Te gusta esto, verdad?”, susurró Daniel, con una sonrisa que mezclaba satisfacción y ternura. Lina, aunque inicialmente vacilante, comenzó a disfrutar de la cercanía y la conexión íntima que se estaba formando. Daniel mantenía su postura, respetando los límites mientras seguían explorando esta nueva dinámica.
Mientras tanto, Felipe se acercaba a Valentina, besándole suavemente el cuello, el pelo y la nuca. “Eres muy especial, Valentina”, murmuró, sus palabras llenas de afecto. Valentina cerró los ojos, disfrutando de la calidez de sus besos y la suavidad de sus caricias. La atmósfera estaba cargada de una mezcla de deseo y respeto, y ambos se dejaban llevar por el momento.
Daniel continuaba acariciando a Lina con delicadeza, sus manos recorriendo su cuerpo con ternura. “Me encanta cómo te haces sentir”, le dijo con sinceridad. Lina, sintiéndose segura y valorada, comenzó a relajarse y a disfrutar plenamente del momento. Los dos se miraron a los ojos, encontrando en la mirada del otro una conexión profunda que iba más allá de lo físico.
«¡Conmigo siempre tendrás favores!», dijo Javier con una sonrisa. Al escuchar eso, Daniel le hizo girar con una mano al hombro. «¡Lo considero mucho, don Javier!», respondió con respeto. Mientras tanto, Lina aprovechó la distracción para girar la llave en el pestillo de la puerta e ingresar al baño, buscando un momento de privacidad.
«Lamento mucho, Daniel, que no hayas disfrutado de Valeria», continuó Javier, con un tono de aparente preocupación. «¡Es una lástima! Pero no te preocupes, en una de estas noches ya te tocará… mi buen muchacho.»
Daniel asintió, aunque sus pensamientos estaban ya en otro lugar, considerando las palabras de Javier y la situación en la que se encontraba. La promesa de futuros momentos seguía flotando en el aire, mientras Lina se refugiaba en el baño, intentando procesar todo lo que había ocurrido.
Lina pensaba en los acontecimientos recientes mientras se refugiaba en el baño. Su mente era un torbellino de emociones y pensamientos contradictorios. Por un lado, sentía la adrenalina y la confusión por lo que había sucedido con Daniel y Javier; por otro, una parte de ella se cuestionaba sus propias reacciones y deseos.
Mirándose en el espejo, trataba de encontrar respuestas en su propio reflejo. Recordaba las palabras de Daniel y Javier, los momentos de cercanía y las promesas hechas. «¿Qué estoy haciendo?» se preguntaba. «¿Es esto lo que realmente quiero?» Su piel aún llevaba el rastro de sus caricias, y la intensidad de la experiencia la dejaba aturdida.
Mientras el agua del grifo corría, Lina intentaba calmarse y poner sus pensamientos en orden. Sabía que el mundo fuera del baño seguía girando, con las expectativas de Javier y Daniel esperando por ella. Pero en ese momento, necesitaba encontrar claridad y entender sus propios sentimientos antes de enfrentarse a lo que vendría después.
Al salir fue recibida por Felipe con su miembro en sus manos, a la derecha Valentina acostada completamente agotada, a la izquierda Daniel y Javier, este último le dio la instrucción: «Lina, Felipe te está esperando. Anda, que ya debemos irnos.»
Lina respiró hondo, tratando de mantener la calma mientras sus ojos pasaban de Valentina a Felipe. Se sentía atrapada en un remolino de expectativas y deseos ajenos. Con paso firme, se acercó a Felipe, notando la mirada de aprobación de Javier y Daniel.
Felipe, con una sonrisa en el rostro, extendió una mano hacia ella. Lina tomó su mano, sintiendo la urgencia en su agarre. «Hazlo bien, Lina», susurró Felipe mientras la guiaba más cerca. La tensión en el aire era palpable, y aunque su corazón latía con fuerza, Lina se obligó a mantener una expresión serena.
Mientras cumplía con las expectativas de Felipe y los demás, Lina intentaba desconectar sus pensamientos y concentrarse en el momento. Sabía que después de esto, tendría mucho en qué pensar y aún más decisiones por tomar sobre su futuro y lo que realmente deseaba.
Al salir de la casa, subieron al auto de Javier. Daniel y Lina se sentaron atrás, mientras ella aún tenía restos del semen de Felipe en su rostro.
La atmósfera dentro del vehículo era tensa y cargada. Lina miraba por la ventana, tratando de evitar el contacto visual con Daniel, quien también parecía perdido en sus pensamientos. Javier, desde el asiento del conductor, encendió el motor y rompió el silencio con una voz neutral.
«Vamos, tenemos que llegar antes de que amanezca», dijo Javier, mirando por el retrovisor para asegurarse de que todos estuvieran listos.
Lina sintió una mezcla de humillación y confusión mientras el auto avanzaba por la carretera. Las luces de la ciudad se desdibujaban en sus ojos, y el peso de lo que había sucedido la abrumaba. A pesar de la incomodidad, trataba de mantenerse fuerte, consciente de que necesitaba reflexionar profundamente sobre su situación y lo que significaba para su futuro.
Javier jugaba entretenido con Lina, sin lugar a dudas era el centro de atención de sus patrocinadores. Salieron a la acera de la casa y caminaron unas cuadras del lugar, hasta llegar a la mansión de Felipe. Al llegar, fueron recibidos por Valentina, Carlos y su hijo Augusto.
La mansión de Felipe era impresionante, con una fachada imponente y jardines cuidados que reflejaban la opulencia del lugar. Valentina, siempre elegante y con una sonrisa enigmática, les dio la bienvenida, mientras Carlos, con una actitud más reservada, observaba desde la entrada. Augusto, el hijo de Carlos, parecía ansioso por conocer a los recién llegados.
«Bienvenidos, por favor, pasen,» dijo Valentina, extendiendo su mano hacia el interior de la mansión. «Felipe los está esperando en el salón principal.»
Javier, con su usual confianza, tomó a Lina de la mano y la guió hacia adentro, seguido de cerca por los demás. Mientras avanzaban por los amplios pasillos decorados con arte y antigüedades, Lina no pudo evitar sentirse abrumada por la magnificencia del lugar. Finalmente, llegaron al salón principal, donde Felipe estaba sentado en un lujoso sofá, esperándolos con una copa de vino en la mano.
«Ah, mis queridos invitados,» dijo Felipe con una sonrisa amplia. «Por favor, siéntense y hagan de esta noche una para recordar.»
La atmósfera en la mansión era una mezcla de expectación y misterio, con todos los ojos puestos en Lina, quien, a pesar de su nerviosismo, decidió enfrentar la situación con valentía.
Javier y Felipe se fundieron en un fuerte abrazo, marcando la reunión con una muestra de camaradería. Valentina, sentada elegantemente en un sillón cercano, tenía en su regazo al pequeño Augusto, quien observaba la escena con ojos curiosos. La sonrisa de Valentina se mantenía, pero una leve tensión parecía impregnar el aire mientras Felipe comenzaba a hablar.
«Me alegra verlos a todos aquí,» dijo Felipe, su voz profunda resonando en el amplio salón. «Tenemos muchos asuntos que discutir y, por supuesto, algunas celebraciones que llevar a cabo.»
Lina, sentada junto a Javier, notó el cambio en el ambiente. Los rostros de Carlos y Valeria, aunque atentos, mostraban una sutil preocupación. Felipe, con su presencia imponente, dirigía la conversación con un tono que sugería que no todo sería diversión esa noche.
«Espero que todos hayan disfrutado hasta ahora,» continuó Felipe, lanzando una mirada significativa hacia Lina y Javier. «Pero hay ciertos… detalles que necesitamos resolver.»
La atmósfera en la mansión, que inicialmente había sido acogedora, se había vuelto cargada de una especie de expectativa inquietante. Lina, sintiendo el peso de las miradas sobre ella, trató de mantenerse serena, consciente de que esta reunión podría definir el curso de los eventos por venir.
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